CAPÍTULO 7
La Conquista del Sur
“Yo en patas y hambreado
soy la violencia
y ellos, armados,
hablan de paz…
Olor a goma quemada,
temen,
que se chamusque la Historia.
Dos cosas que les espantan,
pueblo y memoria.”
Rafael Amor en
Olor a
goma quemada, 2002
Dejé el tres ambientes de la torre y fui a buscar el Torino
al otro lado del Parque. Ya estaba todo sugestionado y era consciente que lo
atravesaba de Oeste hacia el Este. También noté que cada punto cardinal está
señalado por conjuntos de araucarias y pinos de bosques húmedos mientras que el
perímetro exterior era de paraísos y las tipas de hoja amarilla se intercalaban
con palos borrachos en otros circuitos. El lago en el centro, del Parque y de
la ciudad, pensé, recupera el mito egipcio del origen de la vida en una isla,
provocando la típica sensación de tranquilidad uterina.
Cuando bramó el motor me vino a la memoria un retazo de las
anotaciones en la casa de Leo sobre la historia de los parques que me acompañó
como una música de fondo mientras armaba mi propia onda verde, enhebrando a
sesenta por hora las pistas asfaltadas de Ángel Gallardo, Gaona, Segurola y el
empedrado de Juan Bautista Alberdi hasta Olivera. Sólo a esta hora se puede
sentir placer de manejar en esta ciudad monstruosa.
Alguna vez hay que decir que lo mejor de Buenos Aires son
sus Parques. Leo había anotado sus comentarios sobre un libro que cuenta la
historia urbanística de la ciudad, La
grilla y el parque, del grupo de intelectuales de la Universidad Nacional
de Quilmes liderado por Sarlo y Altamirano. Allí se explicaba que todos los
Parques se habían construido como resultado de un debate filosófico entre los
intelectuales de la generación del 80, Sarmiento a la cabeza. El primero fue el
de Palermo, llamado 3 de febrero como recuerdo ácido del día de 1852 en que
fuera vencido el antiguo amo y señor de los terrenos pantanosos del viejo delta
del Maldonado.
La idea era que la ciudad estuviese rodeada por un perímetro
de Parques para que el de Palermo no quedara desconectado. Así, se construyeron
el del Centenario, el Rivadavia y el Parque de los Patricios, que para el 900 y
hasta el centenario de la independencia armaban un abanico que contenía a la
ciudad urbanizada. Cuesta creerlo, pero la costumbre de usar los parques para
relajarse después del laburo y en vacaciones no se nos ocurre a cada quien por
arte de magia, somos simples piezas del tablero imaginado por la burguesía
oligárquica. Los parques de Buenos Aires fueron diseñados para que la clase
obrera recargara fuerzas en su tiempo de ocio sin caer en dos vicios que la
arruinaban y que la burguesía odiaba aunque al mismo tiempo favorecía: el
alcoholismo y la organización política y sindical.
Para combatir las tabernas y las reuniones en los locales
anarquistas o socialistas, la burguesía construyó pequeñas réplicas de los
jardines de los príncipes, ubicando obras de arte escultórico para que las
familias obreras al paso aprendieran algo sobre los fundadores de la patria o
las virtudes morales. La multitud de árboles respondían a la necesidad de
oxigenar barriadas rodeadas de mugre y el smog de las fábricas. Pero la
especulación inmobiliaria rápidamente sobrepasó las ideas y la planificación de
los arquitectos franceses o alemanes y para cuando se acabaron de plantar los
primeros parques, la ciudad veía crecer manzanas de cemento fuera del abanico,
con lo que tuvieron que inventar el de Saavedra, el de Avellaneda y con los
milicos, cien años después, el Indoamericano y de la Ciudad.
En su idioma cifrado estos intelectuales dicen que la ciudad
fue construida como un dispositivo.
En criollo, la ciudad es un mecanismo que busca moldear una conciencia sobre
sus habitantes. Los Parques se construyeron para que las hormigas recargásemos
las pilas y siguiéramos laburando al otro día.
Cuando estacioné el Toro, me reía solo de la ocurrencia.
Pasaron más de cien años y ni la propia burguesía se acuerda de para qué carajo
hicieron los Parques. En la Legislatura no se debaten durante meses las
tendencias higiénicas, filosóficas y paisajísticas, se limitan a rematar metros
cuadrados para sus negociados inmobiliarios según el emprendimiento privado que
esponsorea cada político y a otra cosa mariposa. Hace rato que se olvidaron si
había algún objetivo detrás de la guita. Curiosamente, las sucesivas derrotas
que nos fueron metiendo les hicieron olvidarse que tienen que romperse el coco
para mantenernos dominados y ahí les va. El Parque Avellaneda, pensaba mientras
lo cruzaba a pata esa medianoche, es un buen ejemplo.
Los senderos que se adentran no continúan el trazado de
calles y avenidas, rompen la sensación de orden y progreso del Centenario. Sus
centenarios olmos y robles, gigantes, subrayan la realidad escondida pero
inevitable de nuestra pequeñez. Pocos faroles de mercurio iluminan lo
suficiente para no perder el camino sin interrumpir la penumbra cerrada que nos
rodea. Disparan la adrenalina que cualquiera podría confundir con miedo y que
los chorros circunstanciales aprovechan en las almas despistadas. Máscara de
selva negra que protege a les jóvenes amantes sin lugar para disfrutar de sus
cuerpos, como también aquellas almas quebradas por la ausencia del calor de
otro cuerpo, que acuden al pie de los cíclopes vegetales a llenarse con alcohol
barato y otras yerbas más perseguidas.
Los edificios aristocráticos del pasado, vacíos a esta hora,
pero llenos de teatro y murga y barrio durante el día, imitan las mansiones
lúgubres en las trilladas pelis de vampiros y hombres lobo. Un muro suficiente
para impedirnos descubrir el magnífico polideportivo que la burocracia del tano
Genta sigue administrando del otro lado.
La casa del Viejo Alejo quedaba en el barrio de casas
obreras inventadas por tanos y galegos cuando las primeras fábricas bautizaron
la Avenida del Trabajo y que el aluvión de “cabecitas negras” de los 30 y 40
obligaron a cambiar por el más partidario Eva Perón. Fiel a esa prosapia de
familias laburantes con mejores condiciones de vida, hoy en los viejos pehaches
y zaguanes se habla aymara o quéchwa, no cocoliche, para disgusto de una clase
media -anciana ya- que aborrece su propio origen obrero e inmigrante.
Me saltó a la vista no bien abrió la cancel qué raro
bautismo explicaría el apodo de sus amigos. Ese corte de pelo tan particular de
quienes fueron adolescentes en los años 90, flequillo estón hasta los costados
y pelo largo tipo cumbianchero atrás, no podía ser el de un viejo, aunque una
tupida barba que le tapaba el rostro hasta los ojos te hacía dudar un poco.
Me recibió con un seco Hola y miró por detrás de mi espalda
cuando pasé, oteando el horizonte del empedrado hacia ambas esquinas. Un
recurso instintivo de seguridad que compartimos delincuentes y militantes,
ambos siempre perseguidos por complotar contra el orden establecido, aunque los
primeros muchas veces lo hagan en connivencia con fuerzas del Estado.
Mientras ponía la pava en la pequeña cocina de la planta
baja, y sus dos hijos pequeños dormían en el cuarto contiguo (entre ambos abría
otro cuarto, pero de funciones inescrutables para mí) su compañera terminaba de
atender centenares de macetas de diversos tamaños y formas vegetales en la
terraza que remataba el techo del entre piso, al final de la escalera caracol
de hierro viejo. Mientras subía, iba fascinado por las paredes del pehache, que
exponían unas xilografías y grabados con mucha fuerza y poder, con escenas de
la lucha obrera del argentinazo y la lucha de las mujeres contra la opresión en
su vida cotidiana.
Levantó el rabillo de la mirada sobre sus plantas cuando
puse el primer pie en la terraza. Me miraba con unos ojos negros redondos y
compactos, que brillaban en la oscuridad lo justo y necesario para provocar un
súbito terror en sus interlocutores circunstanciales. De estatura pequeña,
igual que su pareja, del mismo modo parecía tener una contextura robusta bajo
los paños de colores que hacían de pollera y el extraño delantal con bolsillos
ocultos. Me escaneó de arriba abajo –imagino que también me olfateó o por lo
menos registró aspectos de mi personalidad ocultos a la vista mortal- y se
retiró hacia el hogar bajo nuestro suelo.
Yo venía muy cansado, sino juraría que todas las suculentas
y cactus de ese jardín formaban una misma coreografía fractal, una recreación
del fondo marino original, el primer gran útero donde surgió la vida.
Al poco tiempo apareció el Viejo Alejo con la pava y uno de
esos mates de madera cubiertos de estaño tan particulares del litoral argentino
y que por alguna razón que no conozco compiten con los pequeños mates de acero
enlozado en las casas y oficinas porteñas.
-Hace rato esperábamos su visita, Santos.- dijo para romper
el diálogo.
-Lamento decirle, compañero, que no sé bien por qué. Espero
que me lo pueda explicar.
-Leo dejó dicho que usted lo iba a buscar y que iba a saber
cómo encontrarnos. Eso fue poquito antes de irse.
-¿A dónde se fue? ¿Cuándo se fue?
-El 21 de abril nos despedimos en el hueco principal de la
Torre del Parque de la Ciudad. Suponemos que ahora debe estar en algún momento
del otoño o invierno de 1977. Pero no podríamos asegurarlo.
-¿Quiénes son ustedes?
-Claro, qué colgado, disculpe mi falta de decencia. Con Leo
nos conocemos desde la época que militaba en docentes. Soy maestro ZAP en
escuelas de Lugano.
-¿Qué es eso?
-Zona de Acción Prioritaria. Es el nombre de la
precarización docente de primaria, compañero. Una nueva forma de reventar el
trabajo de la docencia que inventaron los kirchneristas de UTE con el gobierno
de Ibarra y Néstor en el 2007. Cumplimos las mismas tareas que cualquier
maestra pero tenemos un tercio menos de derechos laborales, empezando por la
inestabilidad.
Los otros miembros del equipo son Gavy y Pablo. Espero que
con sus nombres de pila sea suficiente para usted.
-Totalmente. ¿También son docentes?
-Sí, pero de media. Gavy trabaja en un secundario nocturno
para adultos en la 21-24 de Barracas y Pablo es compañero del secundario de
reingreso donde trabaja Leo en Villa 3, en Soldati. Los tres coincidieron en un
encuentro de escuelas en Chapalmadal en la primavera del 2014. Gaby desarrolla
equipos de investigación sobre la historia de las villas de la zona sur junto a
los vecinos y estudiantes. Pablo presentaba un informe que hizo con los pibes
del último año sobre la estafa que hicieron en el Parque de la Ciudad los
milicos. Cruzaron notas y Leo descubrió una rara anomalía en las
investigaciones de ambos. Gracias a eso pudimos encontrar la máquina del
tiempo.
Su trato era formal, aunque eso no me alcanzaba para deducir
el apodo. Todavía estábamos tanteándonos. A pesar de la confianza por el mutuo
amigo todavía éramos desconocidos.
-Entonces los milicos fabricaron una segunda generación de
máquinas para viajar en el tiempo. ¿Y usted cómo entraron en todo esto,
compañero?
-Además de laburar ahí, hace bocha que milito la zona. Me
necesitaban para encontrar algún milico que haya participado, alguno que
tuviera acceso a la Torre y a la máquina.
-Conozco a la militancia de esa zona, y a usted no lo tenía.
-No, claro, porque nunca cultivé el alto perfil. Yo arranqué
de muy pibe. A los quince me contaron que era hijo de desaparecidos y me cayó
la ficha que sus asesinos todavía estaban sueltos. Tantié un tiempo con HIJOS
pero me ganaron la impaciencia y la impotencia y la impunidad. Empecé a pegar
merca con unos amigos del reviente en la 1-11-14. Me hundí hasta el fondo con
esa runfla hasta que boletearon a uno de mis compinches. Ahí me pasé de bando,
con una gente de un comedor popular y me fui a militar con ellos contra los
narcos. Esa era una militancia posta, cortando calles para conseguir bolsones
de comida, enseñándole al piberío de la villa y bancando para que no instalaran
adentro del barrio cocinas de paco. Aguantamos bastante, hasta que cayeron las
grandes bandas y se hizo imposible sin una infraestructura adecuada, digamos,
de fierros.
-¿Militaba con los chinos?
-Estuve un poco en todos lados, con los chinos, con los
viejos perros y montos que se habían exiliado adentro, junto al pueblo. Conozco
todos los pasillos de La Boca, Pompeya y Soldati. Pero nunca pudimos armar una
organización que superara a los transas y nos fueron ganando terreno. Y bueno,
algunas cooperativas pasaron a laburar con el gobierno después del Argentinazo,
otros se hicieron directamente punteros del régimen y de los narcos. Me acerqué
al Partido porque fueron los únicos que no transaron con el kirchnerismo y
además porque andaba buscando salir del consumo, terminé de estudiar y me puse
a laburar. Me metí a militar en lo sindical.
-Los orígenes heroicos del movimiento piquetero… lástima en
lo que se deformaron… -tiré para sondearlo, con pocas referencias la militancia
se puede hacer una idea sintética de los límites y posibilidades de una charla,
o un encuentro.
-Mire como será la cosa, compañero, que el Evita tardó poco
y nada en engancharse a los negocios del PRO. Ya anunciaron un arreglo de sus
cooperativas de viviendas –donde los dirigentes tienen doble voto- con Vidal en
Almirante Brown, uno de los pocos distritos que sobrevivió a la hecatombe de
votitos amarillos. Setecientas casas, compañero, con el gobierno de la Capitana
todavía tibio, viera….
-Se terminaron los tiempos de tomas de tierra y piquete,
parece.- ya en confianza, le pregunté en concreto- ¿Cómo fue que descubrieron
la nueva máquina del tiempo?
Chupó la bombilla como pensando por dónde arrancar bien el
cuento. Al final del sorbo, tiró:
-¿Vos sabés por qué la 1-11-14 se llama así?
-¿Es la fecha de fundación?
-Jeje. No, nada que ver. Ya nadie se acuerda en esta ciudad
de mierda, pero los milicos llevaron adelante su propio genocidio planificado
contra los villeros de zona sur desde Onganía hasta Cacciatore. Usaron la obra
pública como pantalla y como fuente de financiamiento. Desde Pompeya hasta La
Noria, todo el sudoeste porteño siempre estuvo poblado de laburantes pobres,
que no podían pagarse ni un miserable inquilinato. Se mandaban a hacer sus
ranchitos de madera y adobe en los viejos bañados al sur de Flores, al lado de
las viejas huellas que iban y volvían por los mataderos clandestinos al borde
del Riachuelo, hasta La Matanza. Tierras que no valían una mierda, pantanos
inestables, carne de cañón de cada sudestada. Desde que construyeron la cancha
de Huracán y trasladaron la quema de basuras para Soldati, en los cuarenta, la negrada
y los inmigrantes fuimos drenando lagunas y asentando los suelos.
-Más o menos como en todos los barrios de la ciudad al oeste
y al sur de Plaza Miserere.
-Claro, pero este fue el último proceso y los milicos
decidieron ponerle un corte. Primero con la rectificación del Riachuelo en los
30 y después con el trazado de las autopistas, en los 60 y 70, desplegaron un
ejército de agrimensores y científicos para medir el terreno y planificarlo.
Les fueron poniendo números a los rancheríos y censando a la gente. Y después
hicieron como en la Patagonia, eligieron los mejores terrenos para sus negociados
inmobiliarios y desplazaron a sus habitantes originales hacia las zonas más
marginales. La zona entre Varela y la Perito, la villa del Bajo Flores, fue el
primer asentamiento, la “uno”, detrás del viejo Hospital que fundó Alvear, el
Piñero. Luego le agregaron a la gente de la villa 11 y de la 14, y así quedó el
nombre de la villa más grande de Capital.
-El coronel Varela que fusiló a los peones rebeldes en Santa
Cruz bajo Irigoyen, el Perito Moreno que participó en nombre de la ciencia en
la conquista de la Patagonia. Con la selección de nombres para las calles iban
marcando territorio, ¿no?
-Y se repartieron las tierras mejor ubicadas, entre el
Cementerio y la traza de la AU6 para los campos deportivos y recreativos de
cada fuerza, los aeronáuticos frente a Villa 3… hasta la policía tiene su club
de fútbol en frente del Carrillo. También milicos poderosos como Camps
consiguieron terrenitos para los clubes de los que eran hinchas, como
Argentinos Juniors. Algunas colectividades inmigrantes fueron “escalando” como
pequeños comerciantes en esos barrios y se aliaron con las “fuerzas vivas” a
cambio de sus propios predios, el Club Italiano, el Deportivo Español, hasta
los armenios tuvieron su tajada. Los cuervos posan de mártires porque la
dictadura les vendió los terrenos del Gasómetro para Carrefour, pero bien que
los “compensaron” con las hectáreas donde terminaron poniendo el cenicero ese.
-En las villas fueron quedando los “cabecitas negras”.
-Exacto. Una especie de “Conquista del Sur” con todos los
métodos que usó siempre el Estado colonial, patotas asesinas paraestatales,
cooptación de pobladores con un poquito de guita para sostener la “frontera”
contra los más pobres… y después con el poder del Proceso, la topadora y los
grupos de tareas. Esa zona siempre fue invisible para los porteños que vivían
de Directorio hacia el norte. Los barrios detrás de Parque Avellaneda, casitas
para obreros de cuello blanco y azul, pagadas con créditos hipotecarios y
mezcladas con alguna vieja quinta, como en Floresta, más la llegada de cadenas
comerciales y cines alrededor de las estaciones, sirvieron de tapón para lo que
iba pasando en el Sudoeste. Además todo se justificaba por las obras de
infraestructura.
-El verdadero motor de la economía nacional.
-Y la principal cloaca de este sistema. Porque el precio de
los materiales de construcción es de las cosas más difíciles de medir. Entonces
los tipos lavan guita de negociados truchos en el sobreprecio, que además les
permite llevarse mordidas importantes. Dejan tres autopistas y un par de
barrios de cemento, que se hicieron con el diez por ciento de la guita que pasó
por ahí, y todo el mundo chocho. Roban
pero hacen, vió. Detrás de toda esa pantalla se blanquea guita de las redes
de prostitución, de los narcos. Con los clubes pasa lo mismo, se aprovecha la
legalidad de los viejos clubes de socios para meter todo tipo de porquería.
-¿Y por qué no tiraron abajo el resto de las villas?
-Porque el consumo de merca subió mucho en la ciudad y es
más barato fabricarla cerca del lugar de venta. Además que desde los 70 se
acabó el proceso de industrialización primaria y secundaria, y en algún lugar
hay que amontonar a los desocupados, ¿no te parece? Ahí empezaron a caer los
curitas villeros, a meter la cuña de la “caridad” del Vaticano, otra
multinacional que lava guita de negociados non sanctus.
-¿No comulgás con los curitas villeros, tampoco?
-Depende, con los Mugica que estaban fusionados a las
organizaciones villeras y defendían sus intereses, estoy a muerte, pero son los
que menos quedan, o los fusilaron o los removieron de lugar.
-Otros terminaron siendo Papas.
-Claro, ese sorete vendió mucho humo con el “trabajo
misional” en el Bajo Flores, de ahí salió su alianza con el legislador que supo
ser trosko en los 80, fundador del fallido Partido Bolchevique después de la
derrota de la Gran Huelga Docente del 88 y encapsulador profesional de toda la
fuerza que tuvo la Asamblea del Parque Avellaneda en el 2002, hasta que la
redujo a una coordinadora de pequeños talleristas textiles bolivianos. Hay toda
una parte de la derecha que tiene un prurito aristocrático contra los nuevos
ricos y una ética contra la prostitución, el trabajo esclavo y el narcotráfico,
tipo Carrió o la lisiada vicepresidenta. Les gusta poner guita y votos para tener
controlados a los “inmorales” y de paso se hacen una imagen devota para las
elecciones.
-La Biblia y el Calefón, hoy como ayer.
-Mirá, compañero, en esta ciudad hay mucha hipocresía.
Incluso entre el progresismo. La historia de las barriadas obreras y populares
de los últimos setenta años es una mezcla de técnicas de expulsión de población
que vienen desde la Conquista, mezcladas con las nuevas estrategias de
construcción de ghettos donde se acorrala a los pobladores originarios hasta
que se mueran de cualquier bacteria, de hambre, o los amasijen los
delincuentes.
Cuestión que en el 78 los milicos estaban en el pico del
delirio de poder y estallaron los negociados de la obra pública. Bancados por
los yanquis como base de operaciones del Plan Cóndor contra la “insurgencia
comunista”, aprovechándose de las grietas de la Guerra Fría para venderle trigo
a la burocracia soviética y con la situación interna totalmente controlada,
negociados como los del Mundial de Fútbol aparecían todos los días. El segundo
más grande fue el del Parque de la Ciudad.
-¿Gestión Cacciatore, no?
-Cacciatore es el que empieza “legalmente” la porquería,
pero el plan era anterior. En el 68 Onganía lanzó el Pe.Ve., Plan de Evacuación
de Villas. En el 72 desalojaron la segunda villa de la zona sur, que se había
instalado al lado de la quema de basura, como el viejo Barrio de las Latas de
la década del 20 donde hoy está la cancha de Huracán.
-¿Cuánta gente desalojaron?
-Gavy nos mostró los censos de la Municipalidad. Nueve mil
personas y pico. Algunas les dieron departamentos a pagar con hipotecas del
Banco Ciudad en las torres de Lugano, que habían empezado con Onganía y las
terminó Lanusse en el 73, por eso le pusieron el nombre de Savio, el milico del
acero. Pero a la gran mayoría la rajaron a la calle y cruzaron del otro lado de
Avenida Cruz para armar la Villa 3, que todavía sobrevive. Aunque le quieran
decir Barrio Fátima, los vecinos se niegan a olvidarse de dónde vienen.
-Encima de chupacirios de la Parroquia de Fátima,
cualquiera.
-Soldati y Lugano están cagados por una historia de
especulación inmobiliaria y negociados con el presupuesto público. El del
Parque de la Ciudad fue el último y el más grande. Por lo menos hasta que salte
la porquería de las Olimpíadas de la Juventud que armaron los kirchneristas y
el Pro para el 2018. Una colonización lenta y planificada, esperando los
momentos justos para quebrar la lucha de los laburantes villeros, invisible
para el resto de la ciudad, que siente el olor del Riachuelo y cree que no hay
gente viviendo ahí.
-Como una Gaza porteña.
-Totalmente.
-Qué tema el de la vivienda popular.
-Más de cuatro millones de familias, amigo, viviendo en
barrios precarios, asentamientos o villas miseria. Y estos ex guevaristas de
ministerio que siguen con la cantinela de los censos y los préstamos
hipotecarios para desalojar villeros, loco. No se dan cuenta que si nos dan una
casita de material a pagar, echamos raíces y después nos portamos como pequeños
propietarios, defensores también de la nefasta propiedad privada, la familia y
la Nación. ¿Es que ya nadie se acuerda de los anarcos en España o los
comunistas rusos? Expropiarles tierras, sí, pero colectivamente, organizadas en
comunas con asambleas y delegados, organizando el consumo y la producción. A
veces me gana una mufa terrible, vea compañero. Todos se llenan la boca y los
bolsillos hablando en nombre de los villeros, garpan centros culturales enormes
en viejos galpones y fábricas, se lavan la cara por izquierda y por derecha,
hasta los jesuitas tienen su fundación Techo, pero por ningún lado se ve una
lucha comunista por la tierra.
Y los historiadores progres de Fylo miran pa otro lado.
Nuestros barrios obreros siguen sin historia, loco. Desde el nombre hay una
estafa. El primer Soldati –Francesco Giussepe- fue un suizo-italiano que
laburaba con el Banco ítalo-francés que compró la concesión para la primera
traza del Belgrano Sur. Con el dato de que iban a tirar vía férrea hasta
Casanova y con ramales para el sur ganadero de la provincia, Soldati se hizo el
pillo y le compró todas las tierras desde Pompeya hasta la Noria al intendente
Bullrich.
-¿Algo que ver?
-Sí, claro, fundador del clan. Todavía tienen la
inmobiliaria con el nombre. La primera fortuna la hicieron con las tierras que
le robaron a los mapuches en la Conquista de la Patagonia.
El otro clan que todavía sigue es el de los Soldati, son los
que manejaron la Sociedad Comercial del Plata desde los años 60. El viejo
suizo, con el negociado de tierras que hizo con el tren, puso guita en la vieja
Compañía Ítalo-Argentina de Electricidad. Siempre se mantuvieron haciendo guita
con bancos, tierras fiscales y energía. En los sesenta y setenta se aliaron a
Martínez de Hoz y en los 90 fueron uno de los grupos que rapiñaron con Carlitos
Saúl y el Mingo. Llegaron a ser accionistas en Telefé, Telefónica,
Trasportadora Gas del Norte, Transener y el Parque y el Tren de la Costa.
-Con esos se fundieron, ¿no?
-Me extraña compañero, éstos no se funden nunca.
-Pero fueron a la quiebra en el dos mil.
-Las quiebras para los capitalistas son como ir a confesión
para los católicos. Se limpian y vuelven a las andadas. La posta es que entre
los yanquis, los rusos y Paolo Rocca les pusieron un tate quieto cuando se
metieron en negocios de tuberías y transporte de Gas en medio oriente. Con la
quiebra blanquearon los activos, se sacaron de encima un par de muertos y
volvieron a las andadas. Don Santiago fue el principal lobista de su amigazo
Peter Munk para que el kirchnerismo les entregara Pascua Lama a la Barrik Gold.
Está todo ahí, en la internet, guglée, amigo, guglée si no me cree.
-¿No les habían matado uno los Montoneros?
-Eso dicen ellos. Oh casualidad a Santiago lo “secuestran”
en el 73, a su viejo lo liquidan en un atentado en el 79, cuando Montoneros ya
no existía y todavía otro muere en un “accidente” jugando al Polo bajo el
menemismo. Todo trucho papu. Apretadas entre mafiosos para firmar contratos
jugosos. Historias que siempre van a ser “misterios” para la gilada como
nosotros.
-Soldados del capital. ¿Ellos construyeron el Parque de la
Ciudad?
-Algo habrán tenido que ver. El Parque fue parte del
proyecto de Onganía para reorganizar toda la zona sur de la ciudad. La pantalla
era la construcción de un sistema de parques sarmientino donde estaba la quema
de Soldati. Supuestamente iban a erradicar las villas para que la gente viviera
en los complejos habitacionales y el resto iban a trasladar el Botánico y el
Zoológico. Las torres de Lugano las terminaron en el 73, los monoblocks de
Corrales y Acosta entre el 74 y el 79; pero también hicieron todos los
edificios de Samoré, Piedrabuena y Villa Madero, del otro lado de la General
Paz. Primero los regentaba el Fonavi y después el IVC. La gran mayoría fueron
para empleados de las fuerzas armadas y la policía, y municipales de los
gobiernos de la dictadura.
-Sí, eso lo sé. La mayoría de la gente, incluida la
izquierda, presupone que en Lugano y Soldati todo el mundo es de izquierda
porque es pobre pero esos barrios se fundaron con una base social muy
derechista.
-Todos barrios con nombres de milicos o de curas, qué van a
ser izquierdistas esos. No, además hay muchas familias que hicieron guita
subalquilando los departamentos o poniendo comercios. Ahí hay toda una clase
media muy de mierda. Cuestión que a Leo le llamó la atención los rumores que se
corrían en el barrio sobre la Torre y les dio pelota, viste.
-La Torre del Parque.
-Sí, la Torre del Parque. La inauguraron con el Parque, en
1981, que se llamaba Iterama. Fue el negociado más grande de la dictadura,
Pablo hizo una investigación con sus estudiantes de cuarto. Vieron todas las
ordenanzas, las licitaciones, los permisos y los préstamos de la ciudad. En
total calculan que se afanaron 500 millones de dólares de presupuesto nacional.
-Me jodés.
-Para nada. Es increíble pero Odebrecht un poroto. El Plan
Cóndor también fue una organización para lavar la plata dulce que venía con la
especulación de los petrodólares árabes en todo el continente. Se les ocurrió
hacer el Parque de Diversiones más grande de América del Sud, contrataron al
tipo que diseñó Disneyworld en Miami, compraron las montañas rusas más grandes
a empresas alemanas y la torre espacial en Austria, que tiene como 240 metros,
más que los rascacielos de Puerto Madero de ahora.
En una maraña de compañías “privadas” y financieras, los
mismos milicos se chupaban guitas de créditos y adelantos y la ponían en
cuentas offshore y plazos fijos en el exterior. Al final, la compañía se
fundió, Alfonsín estatizó el Parque pero nunca se pudo usar por las fallas de
seguridad y la falta de baños. Quinientos millones de verdes se fumaron y quedó
esa bazofia de fierro viejo que no sirve para chota.
-Ahora quieren hacer una especie de Sambódromo para
recitales y toda la bola.
-Sí, pero los chetos no se mandan a Soldati ni aunque les
den guita. La protección de los narcos les genera el problemita de la “inseguridad”
en la zona. Además que es el único lugar de la ciudad donde crecen los barrios
obreros. Acordate de la crisis del Parque Indoamericano en 2010. Aníbal
Fernández y Macri organizando juntos la represión con la Policía Federal, la
Metropolitana y las patotas del SUTECBA de Genta, barrabravas de Huracán casi
todos. Mataron tres inmigrantes, loco, y después de eso la democrática Garré
metió Gendarmería reconociendo que las Comisarías organizaban la prostitución,
el juego clandestino, el tráfico de armas y droga… en todo el cordón del
Riachuelo.
-¿Qué mitos me dijiste que rastreó Leo?
-Los wachines tiraban mucho mito sobre la Torre. A Pablo le
gustó la idea de que con la Torre espiaban a toda la ciudad. Pablo había sido
telefónico y militado con la violeta de Foetra, de docente le tiraban todas
esas cosas de la comunicación y los medios y le cabía una especie de delirio
panóptico de los genocidas. Pero también había pibes que tiraban lo de la
máquina del tiempo. Cuando le contaron que la Torre estaba construida sobre el
recorrido del Cildañez, la flashó con el tema de los masones y las fuentes de
agua y ahí empezamos a tirar de la piola.
-Claro, qué boludo. El Cildáñez viene de Tapiales y
desemboca en el Riachuelo. La vena de agua necesaria para los viajes en el
tiempo, como el Arroyo del Medio bajo el Barolo.
-Nos contó toda esa bola una noche en esta misma terraza. De
ahí salió lo de buscar a alguno de los milicos que participaron en la
construcción de la Torre. Me acordé de un facho que manejaba la venta de falopa
con punteros del Coty, un tal Martínez Zuviría y le caímos a una visita poco
amistosa.
-¿El mismo Coty?
-Y sí papá. En el 83 los radichetas compraron a muchos
punteros que habían laburado con los milicos y metieron su gente entre los
municipales. El Premetro y la relación con los clubes les sirvieron para armar
toda la red. Es la base del Pro de Capital. Y no te olvides de los peronchos de
Lugano y Piedrabuena que también terminaron ahí, con la banda de Ritondo.
-¿Y todo este tiempo esa máquina estuvo inactiva?
-Sí. Cuando lo apretamos al viejo milico nos largó que era
un proyecto muy riesgoso de un sector muy sarpado del gobierno, el mismo que
flashaba con la reconquista del viejo Virreynato, la invasión a Chile y toda
esa bola. Estaban colaborando con científicos de empresas industriales alemanas
que habían colaborado con los nazis y que mantenían una línea de investigación
derivada de la competencia nuclear. La construcción del Parque les permitía
pasar máquinas y dispositivos sin que nadie sospechara nada.
-¿Cómo nuclear?
-Como escuchás, cumpa, nuclear. La Torre funciona con una
ojiva de plutonio refinado.
-Es joda.
-Para nada. En medio de la crisis económica mundial del 82,
la crisis de Malvinas y la transición democrática trucha del 83, pintó la
desbandada y la ojiva quedó ahí. El proyecto de los milicos se vino abajo y a
los que quisieron retomarlo los trataron de trastornados.
-¿Y al viejito éste Zuviría le pudieron sacar toda la data?
-Toda, cumpa, toda. Largó toda la porquería.
Me pareció innecesario –e indiscreto- preguntarle qué métodos habían usado. Al final de la charla, el misterio del apodo había quedado resuelto, cuando hablaba de lo que sabía, parecía el Viejo Vizcacha del Martín Fierro, por la convicción detrás de cada teoría, aparentemente paranoide y sin sustancia, por el barro que tenía recorrido en las regiones más desconocidas de la realidad.
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