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lunes, 7 de marzo de 2022

Kuña ñe'ë

 El grito de las mujeres rebeldes siempre fue mi salvación. Me marcó el horizonte, me fue guiando a la salida del profundo laberinto de angustia y depresión donde estaba mi vida.

Reciencito nomás, en vísperas de un nuevo 8 de marzo, me acabo de enterar por una amiga virtual, de las denuncias de acoso sexual contra alumnas del Colegio San Roque González, privado católico donde se educa la élite de la clase media y alta de la pequeña gran capital misionera, la mal decida ciudad de Posadas (https://misionesonline.net/2021/11/19/ex-alumnas-del-roque-gonzalez/?fbclid=IwAR1B9rgR10ArAXa1EysLBoDL_qne3fTPY-fMfXAVpKV9h0PUvNTGJJ0-hiQ). El terremoto explotó en la primavera del año pasado y desencadenó una catarata furiosa de testimonios que constatan una situación de abuso y maltrato generalizado y naturalizado contra las alumnas del Roque al menos en los últimos veinte años. Denuncian a sus compañeros varones, que contaban con la complicidad explícita de celadores, docentes, autoridades civiles y eclesiásticas. Qué alegría me da que las compañeras hayan encontrado el camino de la denuncia pública. Me abren la posibilidad de agregar mi piedrita, mi propio testimonio. Me llamo Leo Mburucuja Grande Cobián, soy una feminidad travesti y tengo 44 años. Entre 1983 y 1990 vivía bajo la identidad de género que me habían asignado al nacer y tenía el nombre con el que fui bautizade. En esos ocho años fui alumne del Roque, desde primer grado hasta primer año del secundario, incluido. Abanderade en séptimo grado, en el desfile del 9 de Julio hasta la sede de la gobernación, la mayor distinción que recibía une alumne por esos años. Mi apellido paterno deberá resonar conocido en muchas orejas posadeñas hasta el día de hoy, porque supo ser uno de sus comerciantes medianos más conocidos y longevos. Murió hace diez años ya, así que le dejo su nombre a los memoriosos del olvido.
1989

1989


En la primavera de 1983 dí y recibí mi “primer beso de amor verdadero”. Tenía seis añitos recién cumplidos y recuerdo salir del baño debajo de la cancha de fútbol de tierra, en el patio grande del Colegio (nunca volví a entrar, así que desconozco si el lugar sigue igual). Baños tipo vestuarios, con puertas tipo persiana de madera, creo. Recuerdo con mayor claridad la inmensa alegría que sentía cuando salí de la oscuridad compinche que nos ocultó para besarnos en la boca con un compañerito del curso. Alegría para mí todavía se pinta con los colores de una mañana misionera en primavera. Y desde aquel día la alegría tiene su olor furioso de flores estallando el aire.

1985

Pero no bien salimos del baño todo el resto del grado estaba afuera, esperándonos. El muchachito con quien nos habíamos besado, rápidamente se apartó de mi costado y se pasó al pelotón de fusilamiento, que entre risas y burlas comenzó a cantarme: “grande maricón, sopita y a la cama, se pone el camisón, y dice hasta mañana”. Me cantaron esa canción -con sus variantes- todos los restantes siete años. El mismo grupo. Y eso fue el principio. Empujones, patadas, escupidas, tocaditas de bulto, de culo, salivazos en las orejas y todo tipo de maltrato verbal y discriminaciones explícitas. El abuso fue tan brutal que ese primer beso lo recordé recién treinta y cinco años después, a los 41 años, una madrugada de mayo del 2018, después de mi última crisis personal grave. Me tuvo que pasar el mundo por encima varias veces para poder permitirme enfrentar al más fulero de mis demonios internos. Pero no fueron los “golpes de la vida” los que me hicieron entender. Fueron los gritos de las mujeres rebeldes. El movimiento de lucha femenino, que tiene varias corrientes afluentes desde diversas tradiciones políticas y se remonta más de doscientos años en el país y el continente, me pegó devastadoramente el 3 de junio de 2015 para ayudarme a comprender lo que me pasaba. Por eso quiero hacer un humilde aporte con este testimonio. Para devolver algo en agradecimiento a las alumnas posadeñas que me ayudaron a encontrar una forma de decirlo que sea escuchada. Rita Laura Segato demostró científicamente que el machismo de nuestra sociedad es un sistema que funciona sobre ciertas premisas esenciales. Por eso yo he decidido hace muchos años no referirme nunca más a las personas que instrumentaron el abuso sobre mí hace casi cuarenta años atrás durante casi una década como “mis compañeros”. La vida me enseñó que compañero es quien comparte una comida, una lucha común. Se transformó en una palabra sagrada para mí. La mejor expresión para definir a estos sujetos es de “conmilitones”, tipos con los que convivía en el mismo batallón en la escuela. El abuso era explícito y descarado contra mi persona por tres características que eran para todos evidentes: maricón, gordito y traga (nerd se le empezó a decir diez años después). Estoy segura que el Director de la Primaria de esos años se enteró y avisó a mi progenitor, que ya dije, era muy conocido por sus “relaciones” con funcionarios poderosos en todas las instituciones estatales de Posadas (La Congregación del Verbo Divino, segunda marca de la Compañía de Jesús que dirigía el Roque como parte de la curia no debe ser considerada parte de la sociedad civil, porque la Iglesia Católica y las órdenes religiosas que responden al Vaticano están fusionadas con el Estado desde la llegada de los primero invasores españoles y portugueses a la región). El maltrato en el Colegio no era encubierto. No había ninguna razón para encubrirlo. Era parte de las razones por las que nuestras familias elegían anotarnos en el Roque, porque nos hacían “hombrecitos”. Esto que describo como puedo, muy por arriba, se hacía a propósito, se hacía adrede y a conciencia. Lo que hicieron conmigo fue seguir el método histórico del catolicismo para “educar varoncitos”. En mi caso, los mecanismos de “des-homosexualización” que ahora resuenan famosos en todas partes del mundo pero que en esa época colaboraban con el sentido común de la medicina estatal oficial, que nos consideraba “desviados”, “enfermos”, o “degenerados morales” como nos consideraban la justicia y la policía. El director se aseguró que el paterfamilia implementase en la casa el mismo programa, recuerdo como le gritaba a mi madre "vos lo hiciste un mariconcito, siempre debajo de tu falda" y a partir de ahí fui separade por la fuerza de mis juegos con mis hermanas, de mis vestimentas con los tacos y vestidos de mi mamá, de su falda, para ser entrenade como macho en el fútbol violento, en tae kwon do y otros tantos abusos que ese señor dirigió con mano firme. Lo que describen las denuncias de
#nonoscallamosmas y mi propia experiencia son un perfecto ejemplo de lo que la antropóloga denomina la FRATRIA, una corporación o sindicato medieval de machos, que tiene por regla para que un varón sea considerado miembro pleno, la demostración pública de poder sobre las voluntades de las mujeres o disidencias de género y sexualidad; a cambio, la fratria masculina ofrece el éxito social, simbólico y material, privilegios por encima de los límites de clase o etnia y el amparo de un encubrimiento que llega incluso a los tribunales de justicia y las legislaturas, que sostienen un andamiaje legal para garantizar la impunidad a los crímenes machistas. El Roque viene siendo una fábrica de la fratria machista posadeña hace más de medio siglo. Como decía sabiamente Perlongher, los colegios de varones católicos, como el ejército y el fútbol o el box masculinos son fábricas de homosexualidad reprimida, de odio y fobias contra los “traidores” del género. La emboscada que describí después de mi primer beso muestra bien la cobardía de la patota de machos, modus operandi que repiten en las canchas cuando agreden a los hinchas del mismo equipo o cuando atacan a los del rival, lo mismo hacen las patotas sindicales del peronismo cuando atacan toda lucha independiente y clasista, como los cobardes que asesinaron a mi compañero Mariano Ferreyra en 2010. No es que todo tenga que ver con todo, es que vivimos bajo el imperio de estas fratrias de machos como los que violaron en patota a una compañera en Palermo la semana pasada, a plena luz del día, con la misma impunidad que tenemos una mujer asesinada cada 20 horas, centenares de travesticidios y transfemicidios sin resolver y un maltrato permanente y sistemático contra mujeres trans y travestis en la cotidianeidad. Les recomiendo a las compañeras que supieron dar el primer grito contactarse con las sobrevivientes del abuso de colegios católicos “de mujeres” en los años ochenta y noventa, por ejemplo las alumnas de la camada de María Soledad Morales en el católico de señoritas más cheto de San Fernando del Valle de Catamarca. Y que comparen notas y comprueben de nuevo que no se trata de casualidades o eventos aislados. Se trata de un sistema de fabricación de identidades de género de lo peor de la heteronorma. Los machos que violaron, torturaron y asesinaron a María Soledad en 1990 fueron criados igual que en Posadas por instituciones como estas, donde se deja claro qué espera la sociedad de las mujeres y de los varones, y lo que pasa si alguna se corre un poquito de ese lugar. El Roque cría los tristemente famosos “hijos del poder”, que en nuestras pequeñas comunidades tienen todo permitido, desde el acoso en las aulas y patios, calles y plazas, oficinas y reparticiones públicas hasta las violaciones en boliches y pueblos rurales. Es un sistema pérfido que educa violadores, violentos, golpeadores y femigenocidas. En el menor de los casos educa a padres ausentes, abusivos con su esposa y sus hijos, pequeños señores feudales cada uno defendiendo su marquesado de patria como bien les enseñaron, bien machitos. Lamentablemente ni yo ni ninguno de los que fuimos abusades (porque seguro somos muches más) veinte años antes de las denuncias que ustedes gritan tan bien, supimos encontrar los caminos de la denuncia a tiempo para desnudar esa máquina de fabricar machos que era y es el Roque, a tiempo para que ustedes, compañeras, no se tuvieran que haber encontrado con un sistema tan perfeccionado y asqueroso. Les pido disculpas y asumo la pequeña parte de mi responsabilidad, porque aunque en dos libros y publicaciones electrónicas vengo diciendo estas cosas desde el 2015, a partir de alguna etapa de la des-homosexualización yo también volvía a casa para participar del sometimiento de mis hermanas y me esforcé para ser un sano hijo del patriarcado durante mi juventud, arruinando relaciones y buscando imponer mi voluntad sobre las de amigas, novias, compañeras de militancia. La Congregación del Verbo Divino que dirije el Roque me siguió maltratando en Buenos Aires, cuando mi madre intentó poner 1.200 km de distancia de la violencia que imperaba en mi familia pero volvió a inscribirme en un Colegio de la Congregación para obtener algún tipo de continuidad pedagógica. El Colegio Guadalupe del barrio de Palermo donde cursé desde 1991 hasta 1994 incluido, también fue escrachado en su momento por adoctrinar contra la homosexualidad, el lesbianismo y la masturbación como pecados mortales en su propia ESI aceptada por el Ministerio de Educación como válida. Otro purgatorio. Sería interesante que las compañeras rebeldes del Roque supieran contactarse con las alumnas del Guadalupe y ver si sus experiencias fueron tan distintas. La universidad, la militancia, el trabajo, fueron otros tantos lugares donde la fratria exigía esas conductas bajo amenaza de la expulsión de las redes de sociabilidad. Las compañeras de militancia que denunciaron a sus abusadores dentro del Partido donde militaba en 2016 también me ayudaron a quitarme la venda de los ojos y romper definitivamente con esa y todas las fratrias en las que estuve. La lucha de las mujeres y disidencias sexuales y de género me permitió encontrarme, hacerme cargo de esa identidad reprimida, abusada y postergada que llevaba viva dentro mío al punto que pude recuperar memorias anuladas (con la ayuda de 20 años de piscoanálisis) y al fin liberar mi verdadera identidad. Pero no hay ninguna duda que en ese Colegio me robaron la infancia y la pubertad que debería haber disfrutado como marica, como panambi porä
que era. Quiero dar otro argumento para fundamentar mi acusación. Este sistema del Roque para destrozar la conciencia moral de sus estudiantes varones desde las más tiernas edades a fin de des-humanizarles los sentimientos y valores éticos al punto de poder transformarse ellos mismos en soldados de la causa machista contra otros cuerpos, este sistema hunde sus raíces en lo más esencial de la doctrina jesuita. El libro de los EJERCICIOS ESPIRITUALES de San Ignacio de Loyola (primer libro impreso en la reducción de Santa Ana en el siglo 17) es un manual para la represión emocional y sicológica usando la manipulación emocional y por lo tanto es un manual de torturas. Al punto que muchos discípulos lo aplicaban literalmente, autoflagelándose o pidiendo la flagelación pública (como atestiguan las fuentes eran famosas las peregrinaciones de Semana Santa con decenas de individuos siendo torturados por las calles de Corrientes, hasta incluso después de la independencia). Ningún funcionario del colegio puede alegar inocencia o desconocimiento salvo que quiera que nos riamos del chiste de mal gusto. Sería un insulto a nuestra inteligencia. La formación religiosa, cívica, física, ética y moral del Colegio siempre estuvo marcada por las prácticas jesuitas. De ahí el homenaje de su mismo nombre al mártir que con toda justicia eliminaron les guaraníes en el siglo 17 y que venía a traer la palabra de la “reducción” a las víctimas del genocidio hispano-portugués en la región del Alto Paraná y Uruguay, su Provincia Paraquaria, de donde extrajeron suficientes recursos para financiar las operaciones de la Orden Jesuita por todo el planeta gracias al trabajo servil de millones de familias guaraníes, para quienes las otras opciones eran el trabajo servil en las haciendas y casas señoriales de Asunción o Corrientes o el trabajo esclavo para las facendas Paulistas. Se trata de un modus operandi criminal practicado en diversas formas y niveles durante los últimos cuatrocientos y largo de años. Las víctimas de hoy venimos a sumarnos a una lucha muy vieja contra la explotación y opresión inhumana de estas instituciones medievales. No somos las primeras, pero queremos empezar a ser las últimas. En Estados Unidos las conquistas jurídicas, simbólicas y materiales de les sobrevivientes del Holocausto Nazi contra instituciones y empresas que fueron cómplices de su martirio, empujaron a los movimientos de pueblos originarios y afrodescendientes a luchar y conquistar REPARACIONES HISTÓRICAS en iguales términos, jurídicos, simbólicos y materiales. Las travestis y trans reclaman hoy en todo el país una reparación histórica para todas las que fueron forzadas a vivir sin derechos, excluidas, su salud e integridad física y sicológica dañadas por una sociedad construida sobre el odio y la represión a quienes deseamos distinto de la norma heterosexual y binaria. Ojalá alguna vez dentro de 20 años algún agrupamiento de víctimas de la Congregación del Verbo Divino se anime a enfrentar ese poder y lograr una reparación histórica para todas las personas que fuimos abusadas en esa reducción y facenda católica donde nos torturaron la vida. Gracias por su grito, compañeras. Me habilitó la palabra. Y la palabra que encuentra oído, hombro y corazón, escucha y contención, ayuda a sanar la angustia, la depresión, la nula autoestima, la ira, la violencia, el remordimiento, la culpa y toda la cantidad enorme de veneno que nos quisieron imprimir en lo más hondo de nosotras. Estoy aprendiendo ahora, de grande, el idioma que hubiera querido hablar a los seis años, avañe’ë, el guaraní. Que también estaba prohibido porque además de machista el Roque adoctrinaba en el racismo y el odio clasista, que para estos “criollos” era lo mismo ser pobre, mestizo, “indio”, guaraní parlante, gorde o puto. Este es el molde que formó a tantos abusadores, maltratadores, golpeadores, acosadores, violadores y femigenocidas, transfemigenocidas, odiantes de putos, maricas, locas, travestis, transexuales, transgénero e incluso de otros machitos como ellos, sólo porque fuesen de otra “casta” social, o de otra provincia, o de otra ciudad de la provincia o peor, de un país vecino. El macho misionero, como todo macho, es una máquina de odio y violencia pero allá exacerbado por la cercanía de las fronteras, su odio vive bajo presión permanente. No extraña después el carácter moral corrupto y descompuesto de los funcionarios estatales o cargos jerárquicos de empresas de los que Posadas se cansa de cotorroear por pasillos y medios de comunicación hace décadas. Porque este carácter amoral que aprendieron ejerciendo su poder contra nosotres en el Colegio, después lo perfeccionaron en despachos, oficinas, negociados y corruptelas, que son la explicación de que nuestra provincia esté hundida en la miseria popular más abyecta desde toda la vida. No se salva ningún partido político que haya gobernado o gobierne, ninguna de sus agrupaciones estudiantiles o sindicales. Posadas se inundaría de pus si todas las kuñakuéra gritaran su realidad. Y ojalá puedan hacerlo alguna vez. Por eso agradezco de nuevo la kuñañe’ë¸ la palabra de las mujeres y pido permiso para sumarme al coro. Porque lo más lindo que aprendí hasta ahora de les mbyá es que "palabra" y "espíritu" son lo que nos da la vida y nuestra identidad, nuestro pedacito de ñe’ë universal que les mainumby nos trajeron para poder existir. Aguyje a todas ustedes por permitirme participar de esa voz, de ese espíritu de lucha, sanación y libertad. Opáma el patriarcado, ñeike kuñairü!