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martes, 19 de mayo de 2020

La decisión del marido de Vera Drake

Hay un escena de El secreto de Vera Drake (Mike Leigh, 2004) que siempre me conmueve. Su marido entró toda la peli en el molde de un típico padre de familia obrera londinense, a excepción de la violencia verbal o física, que no sabe nada ni se inmiscuye en nada de lo que no necesita conocer por su trabajo. Cuando lo sorprende la detención de su esposa por parte de la policía descubre que Vera se dedicaba desde el fin de la Segunda Guerra a practicar abortos con un artesanal sistema usando una enema de goma, para mujeres de su misma condición social de forma voluntaria y sin fines de lucro.

El marido de Vera, presionado por la ley y el Estado, que prohibía la práctica, la religión y la moral oficial que la condenaba, presente en la desaprobación de sus propios hijos; el marido de Vera, que no tenía ningún argumento en favor del aborto, ni de género ni teórico, simplemente tomó una decisión ética: la mujer de la que se había enamorado y con la que estaba casado era incapaz de hacer nada que no fuera por bondad y amor. Y frente a todas las presiones del Estado, la religión y su familia, la bancó.

Cuando une reclama no ser maltratade por su identidad de género autopercibida en la vida cotidiana, no está reclamando "comprensión" de parte de la población que no ha terminado el secundario ni cursado profesorados o facultades, que no ha sido formada por el Estado ni sus medios de comunicaciónpara comprender a las minorías que batallamos por sostener géneros que salen de los únicos dos permitidos. Ni siquiera pedimos a nuestras familias que nos comprendan, que se empapen de argumentos y conocimientos sobre lo que sentimos y vivimos.

Sencillamente pretendemos el mínimo de empatía sin conocimiento de causa que tuvo el esposo de Vera Drake.

Cuando mi madre, a quien no dejé de amar un segundo a pesar de todo, decidió defender el insulto de género de su primogénito en la mesa familiar, tomó la misma decisión que el esposo de Vera, con las mismas cantidades de conocimiento específico aunque, lamenteblemente para mí, en un sentido inverso. Decidió defender lo que ella entiende que es la familia que construyó durante más de medio siglo de quien ella entiende la atacaba, o sea yo.

Muchos y muchas amigas que coseché bajo otra identidad de género durante casi dos décadas siguen equivocándose o trastabillando la lengua con el inconsciente, llamándome con declinaciones masculinas, y eso que estes amgues sí se han quemado las pestañas en aulas y pasillos y también muches de elles fueron apoyados por mí en muchas batallas de sus vidas. Pero se resisten a aceptar que una dijo basta a disfrazarse de quien debía ser para ellos.

Uno de ellos, Marcos, me sorprendió una tarde tomando mate pidiendo disculpas por su incapacidad para entender mi decisión y solicitándome que lo guiara en uso de palabras o lo que sea necesario para no ofenderme nunca y bancarme en mi decisión.

Dejé de ir en febrero a la verdulería más grande y barata del barrio donde compré durante quince años, el día que me harté de los "chistes" contra putos y travestis de su dueño, en los que envolvía a sus empleados. Esto después de varios meses de soportar el trato de "señor", "muchacho", "caballero" o "maestro" cuando llevaba sobre la piel y a la vista de todos claros objetos que la sociedad asigna culturalmente a las femineidades. O "señor" o "puto de mierda", para los soretes -ilustrados o no- sólo hay un trato posible, el del género que dictan socialmente tus genitales o tu dni.

En medio de la pandemia, obligada a la salida de compras mucho más que antes, en el mismo barrio de caretas soretes y vigilantes que vivo, dos empleados de comercios me sorprendieron gratamente. Ayer fuimos a darnos un premio con Leyla comprando pastas artesanales en una de las sobrevivientes fábricas más antiguas de esta parte de Villa Crespo, La Pura Pasta, en Hidalgo y Luis Viale y de entrada el señor que nos recibió detrás de la reja, me preguntó "¿Qué necesita SEÑORA?" y eso a pesar que no tenía nada de "señora" en mi vestimenta o modales. Simplemente decidió darme el mismo trato que le da a cualquier persona que se identifique de forma femenina (y que tenga cierta edad, supongo).

Reciencito nomás, mientras hacía mandados pensando si contar o no esta nimiedad para mí tan importante, y hablando con el verdulero de Angel Gallardo casi Acoyte de los precios de las frutas y verduras, en un momento me para y me dice "el otro día se me escapó decirte muchacho y mi señora me cagó a pedos porque vos no sos un muchacho" y me pidió disculpas. La señora no terminó la primaria en Bolivia, campesina como mi mamá, quizás diez años más chica. El mismo verdulero que me pedía disculpas hacía meses se había ganado mi condescendencia porque me daba el trato de "reina", típico de machito que acepta a las travestis ya sea por morbo o fetiche.

No es tan difícil ni requiere de horas de ESI.

Se trata de practicar el amor en forma de empatía. Se trata de las decisiones que tomamos y no de las cosas que estudiamos en la escuela de la calle o de la academia.

Qué tipo de ser humano querés ser. Esa es la decisión.

Como dice nuestra chamana Susy Shock, decidamos no seguir siendo nunca más esa humanidad.