Impresiones del 10 de mayo
Entre quienes han odiado la
cursada de Historia en el secundario y quienes hemos gastado parte importante
de nuestra juventud estudiándola con pasión existe un consenso en contra de la
acumulación innecesaria de fechas como requisito de aprobación. El proceso de
aprendizaje muestra su peor estrategia cuando se sostiene en la repetición
ritual de memoria, la repetición de fechas es quizá una de su más claras
demostraciones.
Sin embargo, con un poco de
pensamiento dialéctico algún profesor me hizo detectar que existen fechas cuya
importancia recae en que sintetizan un proceso histórico profundo, su sola
mención sirve para comprender cabalmente dicho proceso. ¿Quién puede decir lo
contrario de un 14 de julio de 1789, del 19 y 20 de diciembre de 2001 o de los
octubres más recordados, el 17 de 1945 o el todavía más universal de 1917, que
en realidad fue un 7 de noviembre?
Este 10 de mayo de ayer, cuando
la enorme mayoría del pueblo argentino movilizado en cada centro urbano del
territorio nacional y del extranjero hizo oír con toda claridad su repudio a
cualquier intento de condonar los crímenes iniciados el 24 de marzo de 1976,
tendrá su lugar seguramente entre ese panteón de fechas que serán recordadas no
por un mero ritual de repetición mnemotécnica sino por la comprensión de la
serie de fenómenos que lo parieron.
Ignoro si en el futuro se podrá
encontrar una aplicación que pueda utilizar científicamente los estados de feisbuk
como fuente para comprender este presente que ya de alguna forma es pasado. Simplemente
se trata de hacer un aporte desde uno de los pocos espacios estrechos que dejó
Plaza de Mayo hasta el Congreso Nacional en la marcha de ayer.
Nadando contra el volveremos
Lo primero que debo decir es que
para el conjunto de la población que repudia al kirchnerismo como una banda de
políticos oportunistas que se pusieron al frente de doce años de negociados con
el Estado usurpando las demandas mayoritarias de la sociedad argentina que
derribaron al régimen neoliberal de Menen y De la Rúa, peronismo, liberalismo y
alianza, este 10 de mayo seguramente quedará grabado como un desgarro deja su
marca en el músculo cansado. Porque como para muchxs, el debate sobre el
levantamiento de la marcha del Encuentro Memoria Verdad y Justicia proyectada
para el jueves 11 nos puso otra vez ante la enorme disyuntiva de qué hacer: si
marchar junto al pueblo todo contra el 2x1 o hacerlo solxs, sin la molesta
presencia del kirchnerismo promotor de Milanis.
Una vez consumado el cambio de
fecha, promoví la propuesta de una asamblea de docentes en una de las escuelas
que trabajo hace diez años para que votemos la movilización el 10. Como cabía
esperar, movilizamos junto a otras en torno a la convocatoria del sindicato
mayoritario entre la docencia de nuestras escuelas medias de Junta I, la UTE,
dirigida desde que usurpase la vieja UMP por una agrupación de excomunistas y
peronistas de izquierda, furiosamente aliancistas en su momento y fanáticos
irracionales del kirchnerismo desde 2003. Por lo que la doble disciplina –frente
a la decisión mayoritaria del EMVYJ y la propia asamblea de escuela- me
pusieron en una columna abiertamente kirchnerista, como lo fue toda la Avenida
de Mayo el día 10.
Volví a sentir la incomodidad que
sentí el día que 500 mil docentes reventamos el casco histórico de la ciudad
para rematar la última gran derrota de una huelga docente histórica fraguada
por la burocracia sindical docente. Ser uno de los pocos que ponía cara de orto
en un vagón del Subte reventando con el “vamos a volver” con la amarga acidez
de tener como único recurso la cara de orto en medio de una masa rabiosa que
imponía su poder mayoritario.
Hubo una diferencia sutil, pero
que en medio de la nefasta sensación pude registrar con claridad, este diez de
mayo, incluso en plena Avenida de Mayo copada por una dirección pro K, el “volveremos”
no tuvo la contundencia que unx podría esperar. Llegué a escuchar incluso desde
algún centro de estudiantes surgir con claridad un intento de “que se vayan
todos” que no prosperó. Cometí el desesperado y provocador intento de rebelarme
sólo, como puro individuo indignado, salmón contra la corriente, y enmascaré mi
posición política en medio de los masivos cánticos gritando “Milani” en la
parte de la canción popular que reza “como a los nazis les va a pasar” y me
sorprendió que dos compañeras de la escuela festejaban la ocurrencia con una
sonrisa cómplice mientras que reconocidos celestes me miraban con cara de
bronca pero no se animaron a impugnarme de ninguna forma.
¿Fantasías guiadas por mi
ferviente deseo de que el pueblo argentino no encuentre su camino de salida a
la crisis que vivimos otra vez entronando a una banda de fascinerosos en el
Ejecutivo Nacional? Seguramente. Tan seguro como que cualquiera que haya estado
en Avenida de Mayo ayer sabe muy bien que mientras el asfalto estaba trabado
por agrupaciones sindicales y políticas referenciadas con el kirchnerismo, por
las veredas fluían mares incontenibles de personas que luchaban por un puesto
en la Plaza sin mostrarse atadas por vínvulos de fidelidad o dependencia a
estas agrupaciones.
Ninguna organización política o
sindical de nuestro país moviliza por sí misma medio millón de personas. Lejos
de alegrarme, entiendo que es precisamente por eso que nos sigue gobernando el
grupo de delincuentes que batalla junto a la Iglesia Católica y el Sionismo por
la libertad de genocidas y el ajuste contra el pueblo.
Que la del 10 de mayo no fue una
Plaza kirchnerista lo muestra el hecho de que una buena parte de ella fue
agrupada con la izquierda no kirchnerista, por la presencia en el palco de una
Madre que simboliza la lucha de los DDHH no K, Nora Cortiñas, y por la ausencia
evidente del mayor símbolo del kirchnerismo, en tanto heroína de la lucha
contra los milicos y también como representante de la corrupción estatal, Hebe
de Bonafini.
La plaza es nuestra (otra vez)
Los cánticos que unificaron a esa
masa heterogénea fueron “el que no salta es militar” y “como a los nazis
/Milani les va a pasar”. En ese momento en que todes les presentes nos sentimos
en una nave del tiempo, recordando nuestros propios cuerpos en el 83, en las
luchas contra el Punto Final de Alfonsín o el masivo 24 de marzo contra Milani
de 2015.
Fuimos pueblo una vez más y
volvimos a colocar un límite claro, una frontera cuyo cruce implica una
declaración de guerra abierta contra las masas. Después de Milani y Jorge Julio
López ni el kirchnerista más delirante soñará con decir que fue la Plaza de
Cristina, que tuvo en su 9 de diciembre del 2015 un aval de la misma
envergadura que el propio Macri el 1 de abril de este año.
La otra sensación física y
emocional que me acompañó toda la marcha fue la masividad de los cuerpos y las
energías, que me puso otra vez en el 19 de diciembre de 2001 a la noche, en la
marcha federal docente del 21 de marzo pasado o en los 3 de junio del 2015 y
2016 o el 19 de octubre del 2016, el miércoles negro ante el brutal asesinato
de Lucía en Mar del Plata.
Debe llamarnos la atención con
fuerza que a quince años del Argentinazo las masas de nuestro país muestren su
enorme voluntad y fuerza política en las calles con tanta regularidad. Cinco
movilizaciones masivas, contundentes y nacionales en el lapso de dos años
muestran algo más que la dinámica de la grieta acordada por las necesidades
electorales equivalentes de macristas y kirchneristas. La grieta se ha
desbordado y su eje tiende a correrse con fuerza hacia reivindicaciones del
pueblo que chocan objetivamente contra el conjunto del régimen social y
político capitalista que gobierna el país.
Es para subrayarlo en medio de este
proceso lúgubre que vivimos: la democracia burguesa no ha logrado cerrar la
fisura abierta por las masas en 2001, todo lo contrario, a pesar de haber
batallado doce años para sellar la grieta entre la población y el Estado con la
trampa electoral, después de treinta y cuatro años de “democracia” pactada con
los genocidas, la presión de las masas se iguala a la de un lago desbordado que
sigue profundizando las fisuras en la represa del régimen. La gran esperanza de
quienes soñamos y luchamos, no por un “metro cuadrado” o un “sueño dorado” sino
por la abolición definitiva de la miseria y la muerte organizada del régimen de
clases, es que la represa se rompa después de la acumulación de grietas y
rupturas, dando el salto de cualidad inevitable.
Sin embargo tenemos que tener
conciencia extrema de los límites que tenemos cuando somos esa masa irrefrenable.
El que se vayan todos del 2001 terminó embretado por los estafadores y quienes
cansadxs ya de tanta lucha por el socialismo decidieron meter los sueños en
bolsitas en el freezer y luchar con fanatismo por el “único país posible” junto
a la desgracia Milanista y engordadora de bolsos del otro López, el del clan De
Vido y Aníbal Fernández, el del Boudou y la vieja Ucedé menemista devenidos K.
Sin irnos tan lejos el medio millón de docentes movilizados fuimos usados otra
vez en función de los deseos electorales de la camarilla K que dirige CTERA que
soldaron una derrota histórica, con un 19% en cuotas y miles de pesos en
descuentos. Del mismo modo que las luchas del 82 y el 83 fueron dilapidadas por
la “esperanza alfonsinista” en el fango de la Semana Santa.
La “gloriosa CTA” que nació para
reformar al movimiento obrero en lucha contra los gordos cegetistas del
menemato está descompuesta y sin fuerzas; el sueño de la revolución por los
votos del viejo MAS y su Izquierda Unida junto al estalinismo ahí están para
recordarle al FIT que todas las grandes esperanzas tienen que pasar
obligadamente el examen lapidario de la lucha de clases para demostrar en la
calle a dónde van.
Todo es ilusión, menos el poder
La metáfora del pueblo como una
enorme masa homogénea que golpea como un solo puño se disipa ante la
comprobación que las grandes aguas que fluyeron este 10 de mayo contra el
genocidio más grande de nuestra historia colectiva (en una cadena de genocidios
que arrancan con la masacre de aborígenes y africanos perpetrada por los
españoles, portugueses e ingleses en la fundación del dominio europeo en
nuestras pampas, continuada por Rivadavia, Rosas y las presidencias liberales,
las nefastas Guerra contra el Paraguay y la guerra contra los aborígenes
patagónicos y chaqueños que terminó de armar el país que hoy tenemos) fueron
dirigidas a conciencia por constructores de canales con claras intenciones.
Quienes fluimos ayer como un todo
debemos repasar nuestra enorme e innegociable alegría popular de sabernos no derrotados,
con el tamiz de la cadena de frustraciones que otros estallidos populares nos
han dejado también grabados en la conciencia emotiva más elemental. Tenemos la
obligación de ir encontrando el canal que sirva no sólo para demarcar los
límites que estamos dispuestos a soportar, como el genocidio contra les
luchadores socialistas y mujeres por ejemplo, y que nos permita no sólo
desbordar a este régimen podrido de empresarios ilegales que abrevan sus
ganancias de la explotación negrera de la población trabajadora, el
narcotráfico y el tráfico de esclavas sexuales, sino por sobre todas las cosas
fundar una sociedad gobernada en contra de esos empresarios, que pueda ser
capaz de organizar de nuevo un país que garantice trabajo, comida, educación,
salud y vivienda para el 90 por ciento de la población.
Producto de una sociedad parida
por la fuerza de innovación de las máquinas en la Revolución Industrial, el
sabio Lev Trotsky usó la metáfora de la caldera y el vapor de agua para
explicar la diferencia entre la presión inconsciente, no dirigida por un
programa claro de las masas insurrectas y el superior poder de transformación
social de las mismas masas cuando eligen un programa y una salida concreta a su
situación. Sabia frase de un constructor consciente y protagonista de la primer
revolución obrera y campesina que derrocó un régimen social e implantó su
propio poder. Lo más avanzado en claridad que ha dado la historia humana hasta
el momento.
Pero han pasado cien años, que
aunque no desmientan un ápice la actualidad del concepto trotskista, nos
encuentran en un retroceso social a situaciones previas al estallido ruso. Ya
no somos vapor, estamos aún en estado líquido. Las calderas han sido corroídas
desde dentro por la burocracia estalinista y desde fuera por el poder caótico
de un imperialismo que avanza en la destrucción del mundo para recrear sus
condiciones de poder y de ganancia. Cien años después de octubre notamos con
amargura que estamos más cerca de la barbarie que del socialismo en la también
sabia disyuntiva que dejara planteada con lucidez inigualable nuestra querida
Rosa Luxemburgo.
En lugar de constructores de
calderas quienes seguimos soñando y luchando por el socialismo, ese de verdad,
ese que se supo llamar comunismo después que los partidos socialistas lo
embarraran en la sangre coagulada de la Primer Guerra y antes de que los
partidos comunistas lo embarraran en el fango de la coexistencia pacífica y la
dictadura burocrática de Moscú, nos encontramos en la enorme dificultad de arar
canales en medio de la crecida de la sudestada.
El debate que recorre a todes
quienes dan su vida por la lucha política contra el capitalismo es hoy, de
nuevo, como frente al avance del fascismo y el nazismo en la sima de la última
gran crisis capitalista, el dilema del Frente Único y el Partido
Revolucionario. Son los profesionales y especialistas de la política de la
izquierda quienes tienen la responsabilidad de dilucidar una vez más los
caminos correctos en esta titánica tarea y no nos corresponde a quienes
renunciamos a esa dichosa tarea hacer algo más que aportes a un debate honesto,
sin segundas y facciosas intenciones. Pero parece claro que no estaría siendo
el tiempo de las fórmulas sagradas repetidas como mantras ni el de “vale todo”
para juntar votos. El Frente Único, el Partido que dirija la toma del Palacio
de Invierno (rosadito) el Gobierno de Trabajadores/as será, como lo fue
siempre, resultado de la mejor capacidad de construcción de una estrategia con
la mirada firme ante la flexibilidad y contingencia de la experiencia histórica
concreta que atravesamos.
Nuestra última esperanza, esa que
duerme al fondo de la caja de Pandora, es que encontremos la lucidez necesaria
para canalizar este mar bravío que todavía late y empuja contra las compuertas
de cemento que nos han puesto encima los explotadores. Hacemos nuestros mejores
y más sinceros votos para que la parcialidad más conciente y honesta de nuestra
población, esa hermosa juventud obrera y socialista que lucha contra propios y
ajenos, logre imponerse y encontrar la salida que todes andamos buscando.