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jueves, 23 de septiembre de 2021

Síndrome Cristóbal Colón

 Confesiones en clave de trap

 







Síndrome Cristóbal Colón

yo le llamo

porque a los 42

descubrí

mi orgasmo.

 

Me habían enseñado que no existía

o bien, que era sagrado,

que sólo las minitas lo tenían

estuve bien entrenado,

en medirles y catalogarles

en los boliches, claro,

pero también en la calle, los colectivos, la panadería,

hasta en el supermercado

con excepción de tu Santa Madre y tus hermanas,

las mujeres llevaban el culo para que nosotros

se lo baboseáramos.

 

Nosotros los hombres no tenemos culo.

Ore teviro’o kuimba’e ndaha’éi

 

Habría que borrarse las memorias culpables

del pasado

como el historial vergonzante de porno

-antes de morir-

 

Todos esos culos del colegio,

como el del rubio de ojos verdes

que se sentaba a tu lado

al que le aguantabas la gastada y el bulineo

sólo para seguirle sintiendo

el aliento

el culo del Christian, musculoso, bien parado,

o el redondito y esponjoso de tu amigo Carlitos,

-cómo sería? morochito y rosado?-

 

Esos, estaban vedados,

tenías que rascarte esos recuerdos del pasado

con agua bendita y rezando el Rosario

para lavarte los pecados, como el semen

de tus manos

 

Había que esquivarles en el vestuario

después de la hora de gimnasia

o del picadito

para que no se dieran cuenta

de la pija adolescente erecta

imposible de domesticar

y explicarle

las normas de la sociedad

 

Pedir al profe ir al baño antes que se notara

la leche hirviendo

inundándolo todo

de a poquito,

como lava,

que la mancha y el estigma

no saltara

del slip careta que te compraba tu vieja

hasta el paño gris y áspero de los pantalones oficiales

del uniforme

que los curas vendían para el Guadalupe Falange de Varones

(como al paso, es gracioso

cómo te descansaban los otros machos

en la plaza o la parada

cuando en verano llevabas

bien a la vista

la remera de gimnasia

que ponía el nombre del colegio

en tu espalda

como si fuera el tuyo propio,

como en las casacas de los clubes de fútbol,

encima del número,

“ay Guada!”, “linda Guada!”

y otras guarangadas)

 

De la mancha, te hablaba,

como un aceite más negro y pecaminoso

que el vil petróleo derramado en Alaska

avanzaba tu leche excitada

para bajarle un semitono

al gris del pañolency

y gritarle a todos

cuánto te gustaban

tus conmilitones en el aula.

 

Tantos años

de pajas censuradas y Rosarios kleenex

hicieron bien su laburo. Un buen día te olvidaste de todo

te calzaste el disfraz

de muchachito bien,

de machirulo,

pusiste proa al título profesional,

te peinaste la raya al costado

y empezaste a idolatrar -con hipocresía-

grandes tetas y jugosas vulvas

para que todo el mundo vea tu poderosa

heterosexualidad plena.

 

Y a todas las novias les quemaste la cabeza

con tu impunidad, tu ombligocentrismo,

tu frustración emocional

ciclotímica

que no sabía nadie nada nunca

de dónde venía

 

La obligación fue siempre,

aguantar un poco más y acabar con ella,

pistonear como el taladro neumático y garantizarle

placer

como si no hubiera sido la verdad más grande

nunca dicha

a los seis meses de coger como conejos

cuando tu primera novia te dijo

nunca tuve un orgasmo con vos en la cama

La historia de cómo se aguantaron siete años más en ese drama

no merece ser contada,

por pedorra,

por amarga

 

Se lo adjudicaste a una condición

(trans)tornada

a un gusto excesivo

por el melodrama

pero con el diario del lunes queda re claro

todo lo que esa piba

acertaba.

 

Otros 18 años pasaron

de tu “primera vez” en ese telo con nombre

de famoso museo

y dos relaciones en serio más

ya obviamente frustradas

para que al fin

la probaras

y te demostraras

si es cierto ese mantra

tan porteño,

tan héteromasculino,

tan paradójicamente cierto

como oculto en la gastada

sólo es macho el que la prueba y no le gusta

 

Al tercer divorcio y con las emociones desgarradas

dejaste que te hiciera una rica cena y te garchara

Pero a pesar de esa pija enorme,

hermosa y golosa,

ese primer glande púrpura que viste

en primerísimo plano

en el cuerpo de un otro de rostro angelical

que creíste puro e incapaz de dañarte

pero que te cogió como en una mala porno

y te acabó en la cara haciéndote saber

que es una leche ácida cuando te escupe la mirada

te decía guarangadas

te felicitó por tu cavidad

virgen, salvo para la cagada,

“naturalmente bien preparada”

para absorber tamaña bendición

fálica

 

Te limpiaste la humillación

de la cara

y lo acompañaste a la parada

para no verlo más,

-salvo aquélla última vez

cuando te reprochó

dedicarle un cuento en tu primer libro

aunque sólo él y vos

supieran la cifra que se esconde

detrás de las dos mayúsculas-

 

y volviste

a tu disfraz de machito

-ahora progresista-

al que ya se le notaban

mucho las hilachas

aunque vos las ocultaras

diciéndote

cobardemente

bisexual

 

Volviste a intentar por última vez

-última gracias sean dadas

a todas las diosas travas-

la aventura

hé-te-ro-mo-no-gá-mi-ca

con la diosa armenia

menos pensada

que sin embargo y no obstante

te hacía bullin

como los machitos de tu primaria

ma qué bisexual, vos sos un puto de mierda

y te lastimó para siempre

en tu propia cama

 

Trasca,

tu hermano del alma resultó ser

un depredador misógino

que usaba su adicción a la merca

su historia de abandono infantil

de coartada

 

Gracias que vino ella

a evitarme

el tercer intento

de suicidio

 

Mbói jagua del Uruguay

y kukulkán

de la selva maya,

serpiente alada,

dragón del Yang-Tsé

con la cinturonga atada

a esas caderas de cobre increíbles

y la base del dildo

enchufada

220 al clítoris

 

y te quebró para siempre

la armadura de hielo que te construiste

de cemento

volaron las risas por el cuarto

de ese mismo hotel

-el de veinticinco años antes, sí,

el del museo famoso,

ese mismo, aunque flashees,

altar sacrificial

de tus desvirgues rituales

doblemente y al revés

también-

 

cuando empezaste a sospechar

que de bisexual

no tenías nada:

algo más serio

e inexplicable

te pasaba.

 

Tuvo que venir el niunamenos,

tus amigas en las calles sublevadas,

como nunca en la historia de este país

careta

para que empezaras a entender

qué era eso

que te pasaba.

 

Y una tarde bajara

de sus montañas

ese terrible pedazo

de ser humano

verdadera,

natural y honestamente

revolucionario,

a cantarte las cuarenta

en el Estadio de Atlanta.

 

¿Te acordás que temblabas como hojita recién nacida

-bella y trágica primavera

truncada

del dosmildiecisiéis-

cuando te miraba?

 

Ese apóstol hananwatu

(la hache, aspirada

 y la otra letra,

germánicamente

pronunciada)

con sus músculos

tallados

por la zafra tucumana

afro-kakán hermoso y fuerte

como un toro

Baal y Bellocino de Oro

 

capaz de la ternura más firme

que conociste nunca

pija morocha

circuncidada

los pliegues privados en el culo

torneado de ébano

y rosado también el glande púrpura,

enorme,

pija jugosa,

hermosa,

poderosa

y bien ancha

maldición de pija que añorás

como las gatas

cuando te asalta la nostalgia

 del mejor sexo en tu vida puta

a mil seiscientos

kilómetros de distancia.

 

Y te corriste

a buscarlo a sus montañas,

sus valles inkas

conquistados por la Vírgen del ídem,

y te cogió con ternura y firmeza

hasta tallarte una vulva

auto-percibida.

 

Te hizo sentirte

lo que sea que vos sentías que significa

como una verdadera mujer

 

Vos ya te animabas,

a la ropa

ajustada, bien marcada,

a la risa cómplice, las uñas

pintadas,

la mariconería tanto tiempo reprimida,

ahora afuera,

desfachatada,

pero sólo él supo enseñarte

en cada entrada

el secreto tan conocido por todes

que vos ignorabas

 

te fabricaba una vulva cada que te montaba

toro bravío con dulzura de perro fiel

gallo de mi rodeo que sólo ama el bien.

 

Y llegó al fin el pelotudo

de Colombus

a descubrir un continente

que millones antes que él

ya (trans)itaban.

 

Aprendiste a pedirle a tus amantes

que en tu cama no ibas a ser vos

nunca más la que penetrara

con los dedos o los dildos

esta yegua

no acaba

sin su colada

 

Ese primer año hermoso y doloroso

de la (trans)ición

descubriste

tan tarde y tan a tiempo

que se puede elegir

el respeto

del propio deseo

 

aunque la familia de mierda donde te criaste

36 años después te haya demostrado

que el clóset donde te guardaste no era

una fantasía inventada

por tu frondosa imaginación

infantil

 

Qué va, si después de tres décadas y media,

cuando apareciste en la casa de tu vieja

al almuerzo,

después del laburo,

en el mismo barrio

de Balvanera

en el que viniste a criarte

la adolescencia migrante

 

usando los mismos tacones que le robabas a ella

pero ahora comprados con tu sueldo

te pusieron la patada en el culo

con un doble insulto bien sorete

siempre la misma loca de mierda,

gritó ese forro que yo tanto amaba,

y aunque no era directo para mí

lo sentí en el costado

como puñalada,

traicionera

y después directo y en vivo

payaso

así,

disfrazado

quiso decir y es lo que dijo,

pervertido

vi el subtitulado en su mirada,

y desviado, degenerado, maricón de mierda,

también,

y encima en masculino,

el muy ciego

 

y en vez de encajarle la trompada

-que todavía le debo y espero

algún día

no muy lejano

saber honrar con todo e intereses punitivos-

le gritaste dos verdades en la cara

y saliste taconeando

firme

de esa casa

para nunca más volver,

ni mamada.

 

Pero nada,

toda esta gilada

pasó

hace unos pares

de años,

justo después

cayó la gran nevada

y nos encerramos

a tenerle miedo a los besos,

haciendo de cada hogar una caverna,

cárcel

mal edulcorada,

el gobierno de científicos nos mandó

hashtag quedate en casa,

y una enorme feminista (trans)tornada,

dijo

que el Estado Maternal

nos cuidaba

mientras en las barriadas

obreras y populares

donde el virus que vino en los aviones

todavía no entraba

la yuta te metía palazo

y desaparecía,

y como toda la vida,

torturaba y asesinaba

a los Facundo Astudillo Castro que tu

sorete Berni sorete

arengaba

“subordinación y valor” volvió a gritar

la bestia fachista

un 24 de marzo

sin marcha

y las delegadas feministas

reprimidas

en Guernika

para que tu Jefa pueda

de nuevo

construir otro barrio privado

en el guetto.

Ahí,

sola,

angustiada,

te sentaste de nuevo en la baranda

del balcón de la bañera

romana

 

pero esta vez no agarraste la gilette

como tantas veces antes

para ponerle fin

a tu sufrimiento

sino para

al fin!

rasurarte

 

No importa que llegue tarde,

Esta hora es mi hora

Mi único ahora

 

Pusiste el espejo mágico sobre la baldosa

apuntándote a la sexta puerta

de la percepción

la puerta sagrada

clausurada

y por primera vez te miraste

de frente

 

Te juro no te miento

aunque te parezca una tarada

me lo imaginaba redondo como un aro

y me sorprendí

 

como cuando le bajé la pielcita

por primera vez en otro baño

hace mil años

y le ví la cara a mi propio glande,

sin capucha

 

me sorprendí, te decía,

(con la bolsa vieja del escroto estirada

hacia la panza

-escroto que

 te confieso

quisiera ver

qirúrgicamente removido

alguna vez

de mi vida-)

 

porque en vez del círculo sagrado

que había imaginado

vi una rayita de pielcita

arrugada

más marroncita que la piel

expuesta

del resto del cuerpo

te juro no te miento

ni chamuyo

falsa poesía

parecía una conchita

chiquitita

con las nalgas flacas rematando

como un corazoncito

 

y me salió una sonrisa

genuina

de adolescente de cuarenta y pico

que se pasa horas mirándose

de distintos ángulos

y se saca fotis y se contonea

toda feliz del

                           descubrimiento

 

y le mandé el lubricante con sabor a pico dulce

que tantas alegrías de glotona

me viene dando

y me colé los dedos,

explorando,

y a medida que los viajes

 de Colón

se fueron sucediendo

y la calentura se mezcló con la curiosidad

científica

me abrí en cuatro

apoyada

contra los azulejos

de la ducha

 

el cerebro se me inundó

de memorias exclusivas

cuando ella me dio vuelta y con la mano enjabonada

me metió el índice y el mayor

pegaditos, juntitos,

onda punta de pistola

 

levanté la pierna derecha

sobre el borde de la bañera

romana

arquié la cadera

lo más que pude

y con el pulgar de la izquierda

enjabonado

imité a mis amantes

de antes

 

la conciencia deformada del dorso del pulgar

(trans)mitía imágenes agigantadas al cerebro

igual que la lengua cuando tantea

a ciegas

la carie nueva

 

y en la pantalla del radar

que tenemos

detrás de los ojos cerrados

aparecía la imagen de ese verdadero

Eldorado,

ciudad mítica

perdida

en la selva amazónica,

ese punto donde la próstata tiene

una especie de pampa

ese maravilloso punto

que me habitaba sin que yo le supiera

ese punto maravilloso punto,

que sólo se muestra

cuando una le frota

cual lámpara mágica

 

y al fin aprendí a masturbarme

y descubrí también

la raíz de los gemidos

 

esa conexión entre la boca del placer que llevo dentro de la cuerpa

y esa otra boca

que canta al placer de los sentidos,

que llora el placer

tanto tiempo prohibido

 

y estuve así varias horas,

varios siglos,

tallándome ese tronco enterrado

sepulcro abandonado

de mi verdadera identidad

hasta que pude

bendecirme

con el placer más intenso,

desconocido,

electromagnético y lisérgico

que sentí en toda mi vida

 

con la rigidez petrificada de la pija propia

como nunca

ni en la adolescencia

tan dura

y volví

a descubrir

ese enigma complejo

que los varones cis

creen misterioso e imposible

invento

el de pegarte la mejor acabada del mundo

sin eyacular

 

Y te tengo que dejar

porque de tanto contarte

ya me entraron ganitas

de tocarme

 

Besis. Y que viva

tu Abya Yala interior,

amigue,

amiga.