Confesiones en clave de trap
Síndrome
Cristóbal Colón
yo le llamo
porque a los 42
descubrí
mi orgasmo.
Me habían
enseñado que no existía
o bien, que era
sagrado,
que sólo las
minitas lo tenían
estuve bien
entrenado,
en medirles y
catalogarles
en los boliches,
claro,
pero también en
la calle, los colectivos, la panadería,
hasta en el
supermercado
con excepción de
tu Santa Madre y tus hermanas,
las mujeres
llevaban el culo para que nosotros
se lo
baboseáramos.
Nosotros los
hombres no tenemos culo.
Ore teviro’o kuimba’e ndaha’éi
Habría que
borrarse las memorias culpables
del pasado
como el
historial vergonzante de porno
-antes de morir-
Todos esos culos
del colegio,
como el del
rubio de ojos verdes
que se sentaba a
tu lado
al que le
aguantabas la gastada y el bulineo
sólo para
seguirle sintiendo
el aliento
el culo del Christian,
musculoso, bien parado,
o el redondito y
esponjoso de tu amigo Carlitos,
-cómo sería? morochito
y rosado?-
Esos, estaban
vedados,
tenías que
rascarte esos recuerdos del pasado
con agua bendita
y rezando el Rosario
para lavarte los
pecados, como el semen
de tus manos
Había que
esquivarles en el vestuario
después de la
hora de gimnasia
o del picadito
para que no se
dieran cuenta
de la pija
adolescente erecta
imposible de
domesticar
y explicarle
las normas de la
sociedad
Pedir al profe
ir al baño antes que se notara
la leche
hirviendo
inundándolo todo
de a poquito,
como lava,
que la mancha y
el estigma
no saltara
del slip careta
que te compraba tu vieja
hasta el paño
gris y áspero de los pantalones oficiales
del uniforme
que los curas
vendían para el Guadalupe Falange de Varones
(como al paso,
es gracioso
cómo te
descansaban los otros machos
en la plaza o la
parada
cuando en verano
llevabas
bien a la vista
la remera de
gimnasia
que ponía el
nombre del colegio
en tu espalda
como si fuera el
tuyo propio,
como en las
casacas de los clubes de fútbol,
encima del
número,
“ay Guada!”,
“linda Guada!”
y otras
guarangadas)
De la mancha, te
hablaba,
como un aceite
más negro y pecaminoso
que el vil
petróleo derramado en Alaska
avanzaba tu
leche excitada
para bajarle un
semitono
al gris del
pañolency
y gritarle a
todos
cuánto te
gustaban
tus conmilitones
en el aula.
Tantos años
de pajas
censuradas y Rosarios kleenex
hicieron bien su
laburo. Un buen día te olvidaste de todo
te calzaste el
disfraz
de muchachito
bien,
de machirulo,
pusiste proa al
título profesional,
te peinaste la
raya al costado
y empezaste a
idolatrar -con hipocresía-
grandes tetas y
jugosas vulvas
para que todo el
mundo vea tu poderosa
heterosexualidad
plena.
Y a todas las
novias les quemaste la cabeza
con tu
impunidad, tu ombligocentrismo,
tu frustración
emocional
ciclotímica
que no sabía
nadie nada nunca
de dónde venía
La obligación
fue siempre,
aguantar un poco
más y acabar con ella,
pistonear como
el taladro neumático y garantizarle
placer
como si no
hubiera sido la verdad más grande
nunca dicha
a los seis meses
de coger como conejos
cuando tu
primera novia te dijo
“nunca tuve un orgasmo con vos en la cama”
La historia de
cómo se aguantaron siete años más en ese drama
no merece ser
contada,
por pedorra,
por amarga
Se lo adjudicaste
a una condición
(trans)tornada
a un gusto
excesivo
por el melodrama
pero con el diario
del lunes queda re claro
todo lo que esa
piba
acertaba.
Otros 18 años
pasaron
de tu “primera
vez” en ese telo con nombre
de famoso museo
y dos relaciones
en serio más
ya obviamente
frustradas
para que al fin
la probaras
y te demostraras
si es cierto ese
mantra
tan porteño,
tan
héteromasculino,
tan
paradójicamente cierto
como oculto en
la gastada
sólo es macho el que la prueba y no le
gusta
Al tercer
divorcio y con las emociones desgarradas
dejaste que te
hiciera una rica cena y te garchara
Pero a pesar de
esa pija enorme,
hermosa y
golosa,
ese primer
glande púrpura que viste
en primerísimo
plano
en el cuerpo de un
otro de rostro angelical
que creíste puro
e incapaz de dañarte
pero que te
cogió como en una mala porno
y te acabó en la
cara haciéndote saber
que es una leche
ácida cuando te escupe la mirada
te decía
guarangadas
te felicitó por
tu cavidad
virgen, salvo
para la cagada,
“naturalmente
bien preparada”
para absorber
tamaña bendición
fálica
Te limpiaste la
humillación
de la cara
y lo acompañaste
a la parada
para no verlo
más,
-salvo aquélla
última vez
cuando te
reprochó
dedicarle un
cuento en tu primer libro
aunque sólo él y
vos
supieran la
cifra que se esconde
detrás de las
dos mayúsculas-
y volviste
a tu disfraz de
machito
-ahora
progresista-
al que ya se le
notaban
mucho las
hilachas
aunque vos las
ocultaras
diciéndote
cobardemente
bisexual
Volviste a
intentar por última vez
-última gracias sean
dadas
a todas las
diosas travas-
la aventura
hé-te-ro-mo-no-gá-mi-ca
con la diosa
armenia
menos pensada
que sin embargo
y no obstante
te hacía bullin
como los
machitos de tu primaria
ma qué bisexual, vos sos un puto de
mierda
y te lastimó
para siempre
en tu propia
cama
Trasca,
tu hermano del
alma resultó ser
un depredador
misógino
que usaba su
adicción a la merca
su historia de
abandono infantil
de coartada
Gracias que vino
ella
a evitarme
el tercer
intento
de suicidio
Mbói jagua del
Uruguay
y kukulkán
de la selva
maya,
serpiente alada,
dragón del
Yang-Tsé
con la cinturonga
atada
a esas caderas
de cobre increíbles
y la base del
dildo
enchufada
220 al clítoris
y te quebró para
siempre
la armadura de
hielo que te construiste
de cemento
volaron las
risas por el cuarto
de ese mismo
hotel
-el de
veinticinco años antes, sí,
el del museo
famoso,
ese mismo,
aunque flashees,
altar
sacrificial
de tus
desvirgues rituales
doblemente y al
revés
también-
cuando empezaste
a sospechar
que de bisexual
no tenías nada:
algo más serio
e inexplicable
te pasaba.
Tuvo que venir
el niunamenos,
tus amigas en
las calles sublevadas,
como nunca en la
historia de este país
careta
para que
empezaras a entender
qué era eso
que te pasaba.
Y una tarde
bajara
de sus montañas
ese terrible
pedazo
de ser humano
verdadera,
natural y honestamente
revolucionario,
a cantarte las
cuarenta
en el Estadio de
Atlanta.
¿Te acordás que
temblabas como hojita recién nacida
-bella y trágica
primavera
truncada
del
dosmildiecisiéis-
cuando te
miraba?
Ese apóstol
hananwatu
(la hache,
aspirada
y la otra letra,
germánicamente
pronunciada)
con sus músculos
tallados
por la zafra
tucumana
afro-kakán
hermoso y fuerte
como un toro
Baal y Bellocino
de Oro
capaz de la
ternura más firme
que conociste
nunca
pija morocha
circuncidada
los pliegues
privados en el culo
torneado de
ébano
y rosado también
el glande púrpura,
enorme,
pija jugosa,
hermosa,
poderosa
y bien ancha
maldición de
pija que añorás
como las gatas
cuando te asalta
la nostalgia
del mejor sexo en tu vida puta
a mil
seiscientos
kilómetros de
distancia.
Y te corriste
a buscarlo a sus
montañas,
sus valles inkas
conquistados por
la Vírgen del ídem,
y te cogió con
ternura y firmeza
hasta tallarte
una vulva
auto-percibida.
Te hizo sentirte
lo que sea que
vos sentías que significa
como una verdadera mujer
Vos ya te
animabas,
a la ropa
ajustada, bien
marcada,
a la risa
cómplice, las uñas
pintadas,
la mariconería
tanto tiempo reprimida,
ahora afuera,
desfachatada,
pero sólo él
supo enseñarte
en cada entrada
el secreto tan
conocido por todes
que vos
ignorabas
te fabricaba una
vulva cada que te montaba
toro bravío con
dulzura de perro fiel
gallo de mi
rodeo que sólo ama el bien.
Y llegó al fin
el pelotudo
de Colombus
a descubrir un
continente
que millones
antes que él
ya (trans)itaban.
Aprendiste a
pedirle a tus amantes
que en tu cama
no ibas a ser vos
nunca más la que
penetrara
con los dedos o
los dildos
esta yegua
no acaba
sin su colada
Ese primer año
hermoso y doloroso
de la
(trans)ición
descubriste
tan tarde y tan
a tiempo
que se puede
elegir
el respeto
del propio deseo
aunque la
familia de mierda donde te criaste
36 años después
te haya demostrado
que el clóset
donde te guardaste no era
una fantasía
inventada
por tu frondosa
imaginación
infantil
Qué va, si
después de tres décadas y media,
cuando
apareciste en la casa de tu vieja
al almuerzo,
después del
laburo,
en el mismo
barrio
de Balvanera
en el que
viniste a criarte
la adolescencia
migrante
usando los
mismos tacones que le robabas a ella
pero ahora
comprados con tu sueldo
te pusieron la
patada en el culo
con un doble
insulto bien sorete
siempre la misma loca de mierda,
gritó ese forro
que yo tanto amaba,
y aunque no era
directo para mí
lo sentí en el
costado
como puñalada,
traicionera
y después
directo y en vivo
payaso
así,
disfrazado
quiso decir y es
lo que dijo,
pervertido
vi el
subtitulado en su mirada,
y desviado, degenerado, maricón de mierda,
también,
y encima en
masculino,
el muy ciego
y en vez de
encajarle la trompada
-que todavía le
debo y espero
algún día
no muy lejano
saber honrar con
todo e intereses punitivos-
le gritaste dos
verdades en la cara
y saliste
taconeando
firme
de esa casa
para nunca más
volver,
ni mamada.
Pero nada,
toda esta gilada
pasó
hace unos pares
de años,
justo después
cayó la gran
nevada
y nos encerramos
a tenerle miedo
a los besos,
haciendo de cada
hogar una caverna,
cárcel
mal edulcorada,
el gobierno de
científicos nos mandó
hashtag quedate
en casa,
y una enorme
feminista (trans)tornada,
dijo
que el Estado Maternal
nos cuidaba
mientras en las
barriadas
obreras y
populares
donde el virus
que vino en los aviones
todavía no
entraba
la yuta te metía
palazo
y desaparecía,
y como toda la
vida,
torturaba y
asesinaba
a los Facundo
Astudillo Castro que tu
sorete Berni
sorete
arengaba
“subordinación y
valor” volvió a gritar
la bestia
fachista
un 24 de marzo
sin marcha
y las delegadas
feministas
reprimidas
en Guernika
para que tu Jefa
pueda
de nuevo
construir otro
barrio privado
en el guetto.
Ahí,
sola,
angustiada,
te sentaste de
nuevo en la baranda
del balcón de la
bañera
romana
pero esta vez no
agarraste la gilette
como tantas
veces antes
para ponerle fin
a tu sufrimiento
sino para
al fin!
rasurarte
No importa que
llegue tarde,
Esta hora es mi
hora
Mi único ahora
Pusiste el
espejo mágico sobre la baldosa
apuntándote a la
sexta puerta
de la percepción
la puerta sagrada
clausurada
y por primera
vez te miraste
de frente
Te juro no te
miento
aunque te
parezca una tarada
me lo imaginaba
redondo como un aro
y me sorprendí
como cuando le
bajé la pielcita
por primera vez
en otro baño
hace mil años
y le ví la cara
a mi propio glande,
sin capucha
me sorprendí, te
decía,
(con la bolsa
vieja del escroto estirada
hacia la panza
-escroto que
te confieso
quisiera ver
qirúrgicamente
removido
alguna vez
de mi vida-)
porque en vez
del círculo sagrado
que había
imaginado
vi una rayita de
pielcita
arrugada
más marroncita
que la piel
expuesta
del resto del
cuerpo
te juro no te
miento
ni chamuyo
falsa poesía
parecía una
conchita
chiquitita
con las nalgas flacas
rematando
como un
corazoncito
y me salió una
sonrisa
genuina
de adolescente
de cuarenta y pico
que se pasa
horas mirándose
de distintos
ángulos
y se saca fotis
y se contonea
toda feliz del
descubrimiento
y le mandé el
lubricante con sabor a pico dulce
que tantas
alegrías de glotona
me viene dando
y me colé los
dedos,
explorando,
y a medida que
los viajes
de Colón
se fueron
sucediendo
y la calentura
se mezcló con la curiosidad
científica
me abrí en
cuatro
apoyada
contra los
azulejos
de la ducha
el cerebro se me
inundó
de memorias
exclusivas
cuando ella me
dio vuelta y con la mano enjabonada
me metió el
índice y el mayor
pegaditos,
juntitos,
onda punta de
pistola
levanté la
pierna derecha
sobre el borde
de la bañera
romana
arquié la cadera
lo más que pude
y con el pulgar
de la izquierda
enjabonado
imité a mis
amantes
de antes
la conciencia
deformada del dorso del pulgar
(trans)mitía
imágenes agigantadas al cerebro
igual que la
lengua cuando tantea
a ciegas
la carie nueva
y en la pantalla
del radar
que tenemos
detrás de los
ojos cerrados
aparecía la
imagen de ese verdadero
Eldorado,
ciudad mítica
perdida
en la selva
amazónica,
ese punto donde
la próstata tiene
una especie de
pampa
ese maravilloso
punto
que me habitaba
sin que yo le supiera
ese punto maravilloso
punto,
que sólo se
muestra
cuando una le
frota
cual lámpara
mágica
y al fin aprendí
a masturbarme
y descubrí
también
la raíz de los
gemidos
esa conexión
entre la boca del placer que llevo dentro de la cuerpa
y esa otra boca
que canta al
placer de los sentidos,
que llora el
placer
tanto tiempo
prohibido
y estuve así
varias horas,
varios siglos,
tallándome ese
tronco enterrado
sepulcro abandonado
de mi verdadera
identidad
hasta que pude
bendecirme
con el placer
más intenso,
desconocido,
electromagnético
y lisérgico
que sentí en
toda mi vida
con la rigidez
petrificada de la pija propia
como nunca
ni en la
adolescencia
tan dura
y volví
a descubrir
ese enigma
complejo
que los varones cis
creen misterioso
e imposible
invento
el de pegarte la
mejor acabada del mundo
sin eyacular
Y te tengo que
dejar
porque de tanto
contarte
ya me entraron
ganitas
de tocarme
Besis. Y que
viva
tu Abya Yala
interior,
amigue,
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