Sobre la Respuesta a
una provocación, documento publicado por el Partido Obrero el 26 de
setiembre de 2017 como consecuencia de las repercusiones del documento anónimo
publicado en sábado 23 de setiembre.
Justificación
Objetivamente el texto publicado por el Partido Obrero y
firmado por un conjunto de importantes dirigentes femeninas de diversos frentes
de lucha del mismo es un hito histórico en el debate colectivo acerca del
programa estratégico y táctico en la lucha por los derechos femeninos. Este
sólo elemento justifica la toma de posición pública de todas las personas y
organizaciones que hemos decidido comprometernos con la lucha por el fin de la
opresión social contra las mujeres.
Desde ese lugar que he asumido públicamente es que me
permito ofrecer una opinión lo más desprovista de subjetividad que hoy puedo
elaborar. Lo que sigue por lo tanto es un intento de ofrecer un aporte en este
proceso de elaboración colectiva que ha dado u salto de calidad con las movilizaciones
masivas del 3 de junio de 2015 y sus notables réplicas del 19 de octubre de
2016 (Miércoles Negro) y la Huelga de Mujeres internacional del 8 de marzo de
este año.
Soy plenamente consciente de las reacciones desagradables
contra mi persona que esta opinión puede acarrearme por la doble condición de
ex militante de esa agrupación sospechado de enemigo de la misma (cuestión que refuté en una carta a la dirección del PO del 28 de agosto pasado) y de varón
cisgénero que repudia su herencia patriarcal y la identidad de varón heterosexual.
El estado actual del debate en nuestra sociedad hace que de ambos lados de la
discusión se cuestione mi autoridad moral para opinar. Pero no hacerlo sería un
acto de hipocresía peor que cualquier represalia material o moral que se me
aplique, puesto que implicaría la autocensura motivada por el miedo.
Eso no puedo permitírmelo. Así que asumiendo los riesgos, y
con todo respeto y humildad, me pronuncio.
2. El ultimátum
Lo primero que debe señalarse es que la Respuesta del PO
debería caracterizarse como un ultimátum en el cual se delimita una frontera excluyente.
Sus autores/as caracterizan desde el título y su primer párrafo al documento
anónimo que motiva la Respuesta como un ataque cobarde quya intención es la de
destruir el trabajo político y la influencia ganada por esa organización en el
frente de lucha por los derechos de las mujeres.
Por ese motivo, sus autores/as colocan a todas las personas
u organismos colectivos que adhieran a las posiciones vertidas en el comunicado
anónimo como enemigos/as del PO y del PDT, dando a su Respuesta un carácter de
delimitación programática tajante, llamando a cerrar filas en defensa del PO y
el PDT.
Considero que los argumentos presentados en la Respuesta no
son suficientes para sostener esa caracterización aunque hay elementos del
texto anónimo que puedan habilitar la sospecha de una actitud prejuiciosa y
faccional contra las organizaciones políticas que se identifican con la
tradición leninista (vigencia de la dictadura del proletariado, centralismo
democrático). La ausencia de identificación de sus autores/as impide una
caracterización con elementos externos al propio texto.
Pero más allá del análisis del documento anónimo, la propia
posición establecida por el PO en su Respuesta y su carácter ultimatista nos
obligan a fundamentar nuestro rechazo.
3.El documento anónimo
El texto anónimo consiste objetivamente en un escrache
contra una docena de varones cuyas identidades son denunciadas por haber
cometido diversos tipos de violencia machista contra mujeres y que según el
anónimo serían o habrían sido miembros activos del PO. Además, se plantea un
llamado a que el PO haga públicas las denuncias o sanciones contra estos
varones (y otros casos que el texto sugiere que podrían existir) porque de lo
contrario estaría colocándose como encubridor de los denunciados.
El PO en su Respuesta niega al documento su pretensión de
escrache positivo para los intereses de las potenciales víctimas de los sujetos
denunciados y de los intereses colectivos de las mujeres en lucha contra la
violencia machista. Su argumento es que se trata de una delación policial o
estalinista por el anonimato del texto, al que califican de cobarde. También
argumentan que se trataría de un documento que pretende sustituir el derecho
exclusivo de las víctimas a denunciar y perseguir a sus agresores.
Entendemos que la caracterización del PO es desmedida y que
sus argumentos no son suficientes. Se puede sostener una hipótesis contraria, a
saber, que el anonimato es producto de la intención de eludir posibles
represalias judiciales por parte de los denunciados contra las autoras del
documento. Se podría argumentar que al no existir pruebas definitivas en favor
de ninguna de las dos hipótesis sobre el motivo del anonimato la elección de
una de las dos depende de la simpatía que se tenga por las partes
contendientes.
Sin embargo, el mismo PO se refuta a sí mismo parcialmente
al dedicarle un importante espacio de su Respuesta a la crítica del escrache
como forma de lucha del movimiento feminista y de este modo reconoce que podría
tratarse de un anonimato necesario para eludir a la justicia burguesa como lo
es todo escrache realizado por personas o agrupamientos que se reconocen en
inferioridad de condiciones frente al Estado y sus representantes.
Por último, considero un desatino de parte del PO responder
de la forma que lo hacen a una denuncia anónima contra individuos concretos. Desde
el vamos es desproporcionado que una organización con 50 años de irreprochable
trayectoria en la lucha contra las injusticias del orden social vigente y con
personería legal en casi la totalidad de los distritos jurídicos del país
responda a una denuncia que ellos mismos caracterizan como “provocación
cobarde”. Sin una investigación que lo sostenga me permito sospechar que se
trata de la primera vez que el PO decide hacerlo en toda su larga historia.
Peor todavía, el extracto “El texto anónimo llega a la increíble conclusión de que “las
resoluciones de la organización por las que se han expulsado violentos de
género son parte de una trama encubridora en tanto esa misma organización se
niega a poner estos casos de violencia de género bajo la luz pública”.
Efectivamente, tal como afirman, el PO ha investigado y sancionado a los
militantes denunciados por violencia de género, incluso con severidad.”
podría ser considerado por los individuos denunciados en el anónimo como un
reconocimiento oficial de las acusaciones vertidas, colocando al PO ante la
posibilidad cierta de ser acusado por injurias e infamias ante la justicia. Se
trata como mínimo de un acto irresponsable que contradice todas las
precauciones que una organización de estas características se supone debería
respetar.
4.El Escrache
Paradójicamente, después de haber desautorizado por completo
los argumentos y posiciones del anónimo, la Respuesta del PO se dedica en
extenso a debatir esos argumentos, dándoles así la autoridad que les habían
denegado.
La Respuesta sienta una posición programática de rechazo a
la táctica del escrache que defiende el anónimo como herramienta válida en la
lucha contra la violencia machista. Aunque admiten haber apoyado el escrache de
las víctimas denunciantes de Dante Palma y Aldana por tratarse de situaciones
específicas donde los denunciados contaban o podrían haber contado con el apoyo
del Estado, dictaminan que:
“El escrache personal
desprovisto de cualquier contenido de denuncia al Estado es la forma de desviar
una causa, lo cual asume una profunda gravedad en estos tiempos de crecimiento
de la organización de la mujer. Por cada mujer “salvada” por un escrache,
objetivo que el anónimo dice perseguir, miles son introducidas en la violencia,
ya que la personalización produce un efecto de confusión y desvía la denuncia
sobre el régimen que produce y reproduce a escalas de barbarie esta realidad.
El
escrache individual, en esas condiciones, pretende salvar las propias
consciencias de quienes lo propugnan, con una
acción reaccionaria que absuelve al Estado y desvía al movimiento de sus
objetivos históricos. Para una socialista, éstos son derrocar al sistema de
explotación y barbarie. Sólo así la mujer podrá ser liberada del yugo del
sometimiento y de la violencia.”
Llegan más lejos, caracterizando este tipo de escraches como
individualistas, liberales y pequeñoburgueses:
“quienes dicen ser
defensores de este método no han hecho ningún aporte –ni teórico ni mucho menos
práctico– en ese plano: su ausencia de
las luchas –incluidos los “escraches”– es
total. Al pequeño burgués liberal le
gusta usar las redes para ocultar su ausencia de la organización y de la lucha.”
En primer lugar vale el estupor si se considera la enorme
cantidad de veces que el PO ha salido a defender públicamente la metodología
del escrache en el pasado y no sólo en los casos que reconoce en el texto. Se
podría decir que siempre y en todos los casos se trató de escraches que
denuncian al Estado burgués de conjunto pero cabe discutir si todos los
escraches de HIJOS contra los genocidas liberados por el indulto de Menem y las
leyes de Obediencia Debida y Punto final señalaban al conjunto del régimen
social y político, mucho más si se considera el derrotero posterior de
integración al Estado burgués que desenvolvieron muchas de las organizaciones
escrachantes de los 80 y 90. Lo mismo vale para la defensa pública del PO de
los escraches durante el argentinazo de ahorristas indignados/as contra Aleman,
Cavallo y tantos funcionarios del régimen de la Alianza.
El escrache es una forma de lucha que en sí misma no
contiene una esencia política que permita definirla como de ataque al Estado o
no. Depende de cada escrache concreto. Es contrario a la tradición leninista
rechazar una forma de lucha en términos abstractos, vale recordar que en el
debate al interior del Partido Bolchevique sobre la utilidad de la guerra de
guerrillas contra los cosacos en el interior rural del imperio zarista Lenin
establece una máxima que sostuvo hasta el día de su muerte:
“En primer lugar, el marxismo
se distingue de todas las formas primitivas del socialismo pues no liga el
movimiento a una sola forma determinada de lucha. El marxismo admite las formas
más diversas de lucha; además, no las "inventa", sino que generaliza,
organiza y hace conscientes las formas de lucha de las clases revolucionarias
que aparecen por sí mismas en el curso del movimiento. El marxismo, totalmente
hostil a todas las fórmulas abstractas, a todas las recetas doctrinas, exige
que se preste mucha atención a la lucha de masas en curso que, con el
desarrollo del movimiento, el crecimiento de la conciencia de las masas y la
agudización de las crisis económicas y políticas, engendra constantemente
nuevos y cada vez más diversos métodos de defensa y ataque. Por esto, el
marxismo no rechaza categóricamente ninguna forma de lucha El marxismo no se
limita, en ningún caso, a las formas de lucha posibles y existentes sólo en un
momento dado, admitiendo la aparición inevitable de formas de lucha nuevas,
desconocidas de los militantes de un período dado, al cambiar la coyuntura
social. El marxismo, en este sentido, aprende, si puede decirse así, de la
práctica de las masas, lejos de pretender enseñar a las masas formas de lucha
inventadas por "sistematizadores" de gabinete. Sabemos -- decía, por
ejemplo, Kautsky, al examinar las formas de la revolución social -- que la
próxima crisis nos traerá nuevas formas de lucha que no podemos prever ahora.”
(30 de septiembre de 1906, se
puede consultar in extenso en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/30-ix-06.htm)
Entonces o bien el PO ha decidido tomar distancia de su
propia tradición o bien se trata de un planteo poco feliz obligado por la
presión de las circunstancias.
Una cosa es segura, se trata de un razonamiento forzado el
asignar al escrache en las redes sociales una característica esencial de
“individualismo pequeñoburgués liberal”. Puede que haya individualistas
pequeñoburgueses liberales que rechacen la incomodidad de movilizarse
colectivamente y luchar amparándose en la comodidad de compartir o viralizar
escraches anónimos pero eso no quiere decir que todos los escraches anónimos en
las redes sociales tengan necesariamente
ese contenido de clase y esa cobarde justificación.
No es menor señalar que entre las “nuevas formas de lucha”
que sabiamente Lenin anticipaba podrían surgir de la lucha espontánea de las
masas contra la opresión del Estado, el escrache en las redes sociales es uno
de los mejores ejemplos aportados por las masas en Argentina y otras geografías
en los últimos años. Su rechazo coloca al PO objetivamente en una postura
reaccionaria que lo enfrenta al conjunto de víctimas de violencia machista que
diariamente y ante la inacción del Estado llenan las redes sociales con
fotografías y capturas de pantalla de varones denunciados como único medio a su
alcance para convocar a la empatía social con las víctimas.
Concretamente lo enfrenta contra Izquierda Revolucionaria,
organización aliada al PO en el Frente de Izquierda, que el 20 de noviembre de
2016 hizo público en su muro oficial en Facebook un comunicado donde daba
cuenta de las razones que lxs llevaron a la expulsión de uno de sus militantes
en la provincia de Córdoba (véase https://web.facebook.com/izq.revolucionaria/photos/a.1411525585822914.1073741826.1411525549156251/1605463646429106/?type=3&theater).
Este escrache constituye uno de los primeros antecedentes en
su especie entre las organizaciones revolucionarias y entendemos que el PO está
lejos de caracterizar a IR como una agrupación de individualistas
pequeñoburgueses liberales que pretenden sustituir la necesidad de la lucha y
la movilización.
Cuando todavía no existía internet el propio Plenario de
Trabajadoras defendía y avalaba este tipo de formas de lucha y de acción
directa contra abusadores de mujeres en las barriadas donde intervenía el Polo
Obrero, prueba de ello es el documental de 2003 del Ojo Obrero Paso a las luchadoras (https://vimeo.com/1158230) donde la metodología es defendida por varias
de las compañeras firmantes de la Respuesta.
5. Antipunitivismo clásico y abstracto
El debate sobre el escrache en redes sociales, que en su
Respuesta el PO admite como válido a pesar de rechazarlo (“¿De qué nos acusan
entonces? De rechazar el método del escrache público a estos acusados, algo que
compartimos con la inmensa mayoría de las organizaciones de izquierda que
militan en el movimiento de la mujer.”) lo lleva más lejos, a desenmascarar las
bases filosóficas, políticas y clasistas que ellxs entienden se encubren detrás
de la metodología del escrache anónimo en redes sociales.
En resumidas cuentas, el PO entiende que detrás de esta
metodología se oculta una posición punitivista.
En el extenso debate de lxs especialistas en cuestiones de violencia machista,
se llama punitivistas a quienes defienden que una adecuada legislación que
castigue correctamente a los violentos es la solución al problema de la
violencia de género.
Correctamente, entendemos, el PO rechaza ese razonamiento
puesto que el castigo a los varones violentos reduce el problema a la
individualización de chivos expiatorios y absuelve al conjunto del régimen
capitalista y sus representantes de la responsabilidad en última instancia de
las condiciones que provocan la existencia de esos individuos y por lo tanto de
toda la violencia contra las mujeres.
Va todavía más lejos al señalar que este planteo punitivista
es la piedra fundamental que el feminismo burgués y pequeño burgués liberal
desarrolla para justificar una estrategia de división al interior de la clase
obrera y las clases oprimidas por el régimen capitalista, enfrentando a las
mujeres contra los varones, haciendo imposible la construcción de lazos
afectivos y políticos en el seno de las familias para erradicar unidas la
ideología machista y sus terribles consecuencias.
Este argumento es, otra vez, forzado. En primer lugar porque
utilizar el escrache anónimo en redes sociales no es suficiente para
caracterizar a sus autores/as como punitivistas. Es decir, la exigencia de
condenas justas contra los violentos no es condición suficiente para entender
que se trata de un reclamo que pretende absolver al régimen capitalista.
Paradójicamente de nuevo, la mejor evidencia de esto son las incontables cantidades de
oportunidades en que el PO y las agrupaciones orientadas por él han reclamado
juicios más rápidos y condenas más duras para todo tipo de abusadores a lo largo
y ancho del país. Ese reclamo y esa lucha, que entendemos es uno de los mejores
aportes del PO en el movimiento de lucha de las mujeres no lo convierte
automáticamente en punitivista. ¿Por
qué razón debería convertir en punitivista el reclamo de mayores sanciones a un
grupo de supuestos violentos por parte del documento anónimo o de cualquiera
que lo llevara adelante?
No somos especialistas en este debate, pero a raíz del mismo
encontramos una entrevista a la antropóloga Rita Segato, reconocida
especialista que asume una posición antipunitivista, publicada el 23 de agosto
de este año, que nos puede ayudar a esclarecerlo:
“Por eso mi argumento no es un
argumento antipunitivista de la forma clásica, en el sentido de que no se debe
punir o sentenciar. Sí tiene que haber leyes y sentencias que sólo algunas
veces llegan a materializarse. Pero en nuestros países sobre todo, en el mundo
entero, pero especialmente en América Latina, de todos los ataques contra la vida,
no solamente los de género sino de todos en general, los que llegan a una
sentencia son una proporción mínima. La eficacia material del derecho es
ficcional, es un sistema de creencias, creemos que el derecho lleva a una
condena. Pero claro que tiene que existir, el derecho, todo el sistema legal,
el justo proceso y la punición. Lo que yo digo es que la punición, la sentencia
no va a resolver el problema, porque el problema se resuelve allá abajo, donde
está la gran cantidad de agresiones que no son crímenes, pero que van formando
la normalidad de la agresión. Ninguno tomaría ese camino si no existiera ese
caldo de cultivo.” (https://latinta.com.ar/2017/09/rita-segato-falla-pensamiento-feminista-violencia-genero-problema-hombres-mujeres/)
En su Respuesta, el PO se coloca a la derecha de esta
posición, en lo que valdría caracterizar como un antipunitivismo clásico. Nótese que podría inferirse de este
párrafo la convocatoria de Segato a considerar a la “gran cantidad de
agresiones que no son crímenes pero que van formando la normalidad de la
agresión” como necesarios de ser incluidos entre las conductas plausibles de
ser castigadas por el derecho. Nótese también que el reclamo de Segato no
excede los límites del derecho burgués (el único que existe hoy) y aunque
adjudique al conjunto del sistema social como responsable de la violencia de
género no es capaz de defender la solución más lógica posible: la destrucción
de ese sistema social y su reemplazo por otro.
Lo importante, sin embargo, es que Segato exige que los
castigos se cumplan efectivamente en el caso de los que existen y pretende que
más prácticas sean incluidas en el vademécum de crímenes punibles.
El PO, que ha decidido establecer una posición definitiva y
contundente en este punto, una posición que define según ellos mismos la
simpatía o enemistad con el conjunto de dicha organización, lamentablemente se cierra
a un debate que en realidad debería esforzarse por abrir y alimentar, lejos de
toda actitud ultimatista.
6-Regeneración de machistas
El punto más delicado, audaz y sensible de todo el documento
es el siguiente:
“El Partido Obrero debió
abordar situaciones de violencia en sus filas. Como no podía ser de otro modo,
una organización socialista no está exenta de que sus militantes sean
alcanzados por la descomposición social del capitalismo, e incluso de que
ejerzan violencia contra sus compañeras. En más de un caso, esta situación alcanzó
a destacados obreros clasistas que cargaban con el peso de una tradición
familiar opresiva y violenta. El PO separó o suspendió la militancia de estos
trabajadores y se dio un curso para contribuir a la superación del
comportamiento violento, en los casos que se consideraron pertinentes, para la
construcción de una relación igualitaria entre estos compañeros, sus parejas y
la mujer en general. Algunos de ellos volvieron a la militancia. Los
“anónimos/as”, en cambio, practican una suerte de lombrosianismo feminista, la
coartada que el feminismo liberal siempre ha levantado para separar a la lucha
de la mujer de la lucha general de los trabajadores. El punitivismo, separado
de cualquier acción transformadora de las conductas violentas o machistas, es un
planteo de división entre la mujer y el hombre al interior de la clase
trabajadora. Al servicio de este planteo de punición individual está la
política de los escraches públicos que propugnan para militantes o ex
militantes, y que implicaría para todos ellos, sin distinción, una condena
social definitiva. Nosotros, por el contrario, sostenemos que la lucha por la
transformación socialista de la sociedad es una apuesta a la transformación de
quienes participan de ella, en el curso de esa misma lucha. […] Con ello, no
hemos hecho sino seguir la tradición histórica del movimiento socialista de la
mujer, que ha propugnado una política para las organizaciones obreras dirigidas
a erradicar el machismo y la discriminación de género por medio de la acción
política y la persuasión.”
Nadie ha señalado lo suficiente en este incómodo debate que
es extraño ver a una organización de las características del PO exponer tan
abiertamente los acuerdos de convivencia interna que deberían corresponder
únicamente a las personas que han tomado la decisión de organizarse
voluntariamente. En su momento el PO repudió, con toda justeza entendemos, la
intromisión del Estado por medio de las PASO en los criterios que su
organización toma para definir las candidaturas. Entendemos que bien podría
haberse limitado a responder que como tantas otras denuncias, ataques o
provocaciones el PO resolvería la situación con las personas directamente
involucradas y las únicas que tienen derecho a resolverlo: quienes construyen
el PO.
No vamos a caer de ningún modo en el error de meternos en
esos asuntos desde estas páginas ni mucho menos pretender indicarle a
compañeros y compañeras con sobrada experiencia de lucha lo que deben o no
hacer. Porque no nos corresponde, porque así como alguna vez decidimos
comprometernos en la construcción de esa organización y su programa, hemos
perdido el derecho a opinar una vez que decidimos voluntariamente renunciar a
seguir haciéndolo.
Simplemente se trata de analizar los argumentos publicados.
En los párrafos citados, el PO explica con claridad y contundencia su oposición
de principios al método del escrache de individuos y al punitivismo que lo
respalda porque ese escrache “implicaría para todos ellos, sin distinción, una
condena social definitiva”. En criollo, el PO rechaza el escrache o la denuncia
pública de los casos en que ha encontrado pruebas de violencia machista y ha
decidido sancionar “incluso con severidad” a militantes porque esa publicidad
impediría que el individuo sancionado pueda regenerarse y volver a
incorporarse.
Porque el PO entiende como una de sus tareas en la lucha por
el socialismo el combate contra las ideologías y prácticas machistas de sus
propios integrantes re-educándolos por medio de la persuasión para permitir, de
esta forma, soldar la grieta que el feminismo “lombrosiano” quiere introducir
en el seno de las familias obreras. Y entiende que esta preocupación es una
obligación que responde a las mejores tradiciones socialistas.
En primer lugar cabe señalar algo evidente, el principal
problema que las masas han colocado en la agenda de la lucha desde el 3 de
junio no es el problema de la regeneración de los varones violentos. Muy por el
contrario, el niunamenos ha sido un grito ensordecedor que reclama que se
termine con lo que constituye un incremento cualitativo en un verdadero
genocidio contra las mujeres.
Anónimo o no, cobarde o no, delator de la policía o no, el documento
al que responde el PO sí coloca el eje del problema en las necesidades de las
víctimas. Aquí el PO argumenta que no le consta que este escrache haya sido
promovido o reclamado por las víctimas, todo lo contrario, invalida al
documento de conjunto porque considera que pretende sustituirlas en su derecho
exclusivo a enfrentar a sus victimarios y lo acusa incluso de haber generado
inconvenientes a las víctimas, sin dar pruebas de ello.
En lo concreto, ninguno de los dos documentos da pruebas de
haber sido elaborado o solicitado o aprobado por víctima alguna. Si el criterio
para analizar el debate fuese la voz de las víctimas ambos documentos deberían
ser desoídos.
Pero como el PO ha decidido responder, despejado el problema
de la opinión de las víctimas, repetimos que a nuestro entender para todxs
quienes pretendemos estar al servicio de la causa colectiva reclamada por el
niunamenos, nuestros esfuerzos deberían estar colocados en la defensa de las
mujeres de la masacre a la que están siendo sometidas y dejar en segundo plano
el problema de qué hacer con los victimarios. Al menos en un debate serio.
No obstante, entendemos que es correcta la pretensión del PO
de darse las herramientas que considere necesarias para re educar a los
militantes que hayan incurrido en actitudes machistas. El problema, otra vez,
es cuando pasamos a los casos concretos y bajamos del principio abstracto. ¿De
qué tipo de violencias estamos hablando de regenerar? ¿Acaso el PO encontró un
método político de persuasión que no involucre el castigo social para recuperar
militantes que hayan violado a una compañera, en el supuesto hipotético de que
haya ocurrido algo así? ¿Se refiere el documento sólo a casos de violencia
verbal o física de baja intensidad, de mediana intensidad o de alta intensidad?
El documento no lo dice, a pesar de reconocer varias veces
que se vieron obligados a actuar incluso con severidad.
Otro problema, ¿en qué casos un individuo que ha agredido a
una mujer haciéndose merecedor de una sanción “incluso severa” puede regenerar
su conducta si no ha enfrentado la sanción moral del conjunto de mujeres y
varones, sus camaradas, que ha ofendido con su comportamiento? Porque así como
la violencia machista no se reduce a motivos individuales de un sujeto, su agresión
no se reduce al cuerpo y sicología individual de la víctima, sino que agrede al
conjunto social donde ese individuo es aceptado y del que depende siempre para
su realización. La sanción moral del colectivo dañado a través del daño a una
de sus integrantes debería ser, incluso en términos generales, una condición
necesaria para la regeneración de ese individuo.
Hasta donde podemos entender, el debate sobre la
recuperación de violadores seriales no ha sido resuelto por los especialistas
de una manera que satisfaga a todos, mucho menos a sus víctimas. En todo caso
la conclusión más sensata parecería ser que depende de cada caso concreto. Pero
entonces el documento del PO comete un delicado error, el de no aclarar este punto,
habilitando interpretaciones muy negativas para los principios que defiende.
7- Encubrimiento
Hasta ahora no hemos opinado sobre el contenido del
documento anónimo que provocó la Respuesta. Entendemos que ese documento adolece
de una indefinición grave: no es
solamente un escrache ya que incluye un llamado al PO y a la izquierda
en general a tomar medidas para erradicar la violencia machista en esas
organizaciones y presenta argumentos para un debate. El anonimato del texto a nuestro criterio es absolutamente
correcto si se tratase solamente de un escrache, limitándose a exponer la lista de nombres y las supuestas acusaciones, puesto que la característica
esencial del mismo es evitar la respuesta judicial de los denunciados.
Pero cuando además de escrachar se plantea un debate tan audaz, cuando se
pretende discutir las prácticas y reglamentos internos de convivencia de
organizaciones políticas como éstas, lo mínimo que se requiere es que se dé
nombre y apellido. No es
justo criticar tan duramente a una organización pretendiendo abrir un debate si
no se está dispuesto a ponerle el cuerpo a la respuesta. Entendemos que se trata
de un criterio elemental de honestidad intelectual.
Por eso no dedicaremos estas páginas a debatir con personas
que no se han ganado el derecho a una devolución. Sin embargo, creemos que el
PO podría estar acertado en un elemento de su caracterización:
“El texto reclama al Partido Obrero revisar las “prácticas
militantes” que “servirían de sostén a la violencia patriarcal”, sin citar una
sola “práctica” relacionada con la militancia partidaria que pueda tildarse de
violenta de género o discriminatoria hacia la mujer.”
Es cierto por lo tanto, que podría tratarse simplemente de
un viejo prejuicio –inocente o artero- contra el conjunto de prácticas de las
organizaciones de izquierda o contra el centralismo democrático. Este último ha
sido impugnado varias veces en los últimos cien años por detractores del
bolchevismo desde posiciones reaccionarias y desde posiciones anarquistas. El
mismo Trotsky publicó un folleto en 1938 donde da cuenta de ello, Su moral y la nuestra, donde discute la
validez de los argumentos que achacan al centralismo democrático la paternidad
de todas las actitudes criminales del estalinismo.
El PO contrapone a esta acusación un resumen de sus
experiencias de lucha contra la violencia patriarcal. La defensa es débil
porque es imposible resumir tantas pruebas en el contexto de un documento como
ese y porque no ataca el corazón del problema.
Para decirlo claramente, desde mi punto de vista el Partido Obrero no encubre
machistas violentos por la sencilla razón que sus fundamentos programáticos,
aquéllos que un individuo acepta cuando decide incorporarse al mismo, incluyen
los principios históricos del socialismo, que entiende al patriarcado y la
violencia machista como una de las manifestaciones concretas del sistema
capitalista.
En las bases programáticas de otras organizaciones
colectivas, por el contrario, como todas las que se reivindican peronistas, por
ejemplo, el machismo es un basamento constitutivo ineludible, debido a que
adoptan la visión de la Iglesia y el Estado, colocando a la mujer en un lugar subordinado
al varón en el metabolismo social. En trescientos años de historia política,
los partidos burgueses no han logrado más que equiparar el derecho jurídico de
voto y electividad de las mujeres con los mismos derechos de los varones, y la
mayoría lo hizo obligada por la victoria de la lucha de las mujeres socialistas
que obligaron a los diferentes Estados a obligar a su vez a estos partidos a
reformarse.
Pero su concepción de la mujer sigue siendo patriarcal y por
lo tanto las mujeres que integran esas organizaciones (ni qué hablar de
instituciones del Estado como las fuerzas de seguridad, la Iglesia o la
burocracia sindical) están indefensas de toda protección elemental contra la
violencia que seguramente ejercerán sus correligionarios masculinos contra
ellas más temprano que tarde.
En los partidos socialistas se deben violar los principios
estatutarios más elementales para ejercer la violencia machista y se deben
quebrar todos y cada uno de los métodos del centralismo democrático para
encubrir esas situaciones.
Eppur
si muove podría decirse: sin embargo, la violencia machista existe, o
al menos el PO lo reconoce. En su Respuesta, el PO rechaza de plano que se
trate de otra cosa más que de una acumulación de situaciones aisladas, que se
solucionan con sanciones (incluso severas)
y herramientas de persuasión (que no detalla).
Cabe plantearse otra hipótesis. En su Respuesta, el PO con
bastante ambigüedad parece reconocer que la lista de escrachados es correcta y
en varios lugares deja entrever la posibilidad que haya habido múltiples casos.
Nos negamos a dar por cierta cualquier versión anónima, pero supongamos que es
así: llama mucho la atención la cantidad de casos.
Existe por lo tanto, leyendo el texto del PO, una suficiente
probabilidad de que no se trate simplemente de casos aislados. Supongamos que
el PO se equivoca y no son simplemente casos aislados que expresan únicamente
el medio ambiente de donde provienen estos individuos. El machismo no es la
única ideología y práctica nefasta que heredamos las personas criadas por esta
sociedad. También heredamos el egoísmo individualista, las necesidades de
reconocimiento ególatras, la ambición por adquirir bienes materiales o
simbólicos a costa del trabajo ajeno, en suma, el carrerismo y el burocratismo.
El PO no está exento, como ninguna organización
revolucionaria o socialista en la historia de la lucha de clases, de recibir
personas con ese tipo de herencias. Cabe la posibilidad, al menos en un
análisis abstracto y lógico elemental, de que sea más sencillo violar los
principios socialistas con respecto a la violencia de la mujer y los métodos
del centralismo democrático, si individuos inescrupulosos y amorales torciesen a
su favor los límites de una política antipunitivista.
Para expresarlo con total claridad, aún aceptando que el PO
defiende el antipunitivismo con las mejores intenciones expresadas, es más
sencillo para un machista reincidir o recaer en conductas violentas en una
organización que defiende a rajatabla el principio de no hacer pública la
denuncia que en una organización que la hace pública.
Queremos señalar la posibilidad lógica que se desprende de
este razonamiento: el antipunitivismo clásico y abstracto que el PO defiende en
su Respuesta y que entendemos aplica dentro de sus filas, tiene el terrible
límite de posibilitar la reproducción de la violencia machista de sus
integrantes e incluso más, hace posible que sea torcido de su función original
para encubrir casos de violencia.
Si esta hipótesis fuese correcta, y repetimos que se deduce
del propio planteamiento de la Respuesta, deberíamos admitir que este tipo de
antipunitivismo así como permitiría la regeneración de violentos podría
permitir también la reproducción de esos violentos y su encubrimiento. Esto se evitaría
con una política de denuncia pública restringida (al interior de la
organización) o pura, hacia el conjunto de la sociedad. Es cierto que de
adoptar una política de denuncia pública el PO dificultaría las posibilidades
del individuo sancionado de reincorporarse a una militancia plena, amén que se
vería en la obligación de sostener un combate legal con el individuo
denunciado, etc., etc.
Mientras vivamos en esta sociedad putrefacta, y aun si
pudiésemos vivir algún día en una sociedad socialista verdadera, no existen herramientas
ascépticas o perfectas, los errores pueden y deben ser cometidos. El tema es
qué prefiere unx perjudicar si ha de elegir una opción, a los violentos que no
podrán reinsertarse o a las víctimas que no podrán recuperarse plenamente a su
vida y militancia.
No tengo ninguna prueba que me lleve a dudar de las mejores
intenciones del Partido Obrero, todo lo contrario, sobran pruebas de su
absoluta sinceridad como organización de combate contra el machismo. Pero
tampoco han aportado pruebas suficientes e irrefutables de que esta segunda
posibilidad, de que los individuos desclasados, pequeñoburgueses, enemigos del
centralismo democrático se hayan colado en su interior durante los años de
crecimiento masivo de la organización y desde allí se aprovechen de los claros
límites del principio antipunitivista clásico o abstracto para dar rienda
suelta a sus peores herencias en contra de sus compañeras y del conjunto del
colectivo.
Esta Respuesta, que anatemiza a toda crítica de feminista lombrosiana (deben haber querido perfeccionar el viejo concepto feminismo falopa) o de pequeño burguesa y tantos insultos, daría mayores herramientas a los machistas para abroquelarse dentro de la organización, si es que nuestra hipótesis fuese correcta.
8-Doble moral
Merece un último párrafo aparte una sola oración que sería
suficiente para impugnar toda la Respuesta del PO en términos estrictamente
socialistas:
“Todos los casos mencionados en el texto corresponden a
situaciones relacionadas con la vida personal de los militantes involucrados.”
En primer lugar, lo que ya dijimos, la irresponsabilidad
inentendible de confirmar una denuncia anónima colocando a todo el organismo en
el riesgo de sanciones legales por parte de la justicia burguesa. En segundo
lugar, el PO se defiende de las acusaciones sobre supuestas prácticas que
promueven o encubren el machismo apelando a una fórmula que claramente defiende
la posibilidad de sostener una doble moral: una cosa son las acciones políticas
del militante y otra cosa son las acciones de su vida personal.
Algo que el PO no ha admitido como argumento en ninguna de
las denuncias que ha presentado o apoyado contra militantes de otras fuerzas
políticas. Ya que se ha referido tantas veces a las tradiciones socialistas,
entiendo yo, con toda la modestia a mi alcance, que ningún socialista serio en
la rica historia del socialismo ha defendido la posibilidad de que sus
militantes puedan violentar en su vida íntima los principios que defienden en
su vida pública.
Esa doble moral es la expresión concreta de otro gran
defecto moral heredado de la sociedad de clases: la hipocresía. Si combinamos
la aceptación de la doble moral como principio de funcionamiento interno con
los límites posibles de una política antipunitivista clásica o abstracta, la
hipótesis de la posibilidad de manipulación y desarrollo de violentos y encubridores
se hace más firme.
9-Construir puentes no dinamitarlos
En su genialidad, José Hernandez nos legó una hermosa
metáfora política en el Martín Fierro: la ley es como el cuchillo, no ofende a
quien la maneja. Efectivamente, el derecho y la justicia en nuestra sociedad
funcionan hiriendo siempre a las clases explotadas y oprimidas, porque fueron
diseñadas para que no lastimen por el mango a los (y las) funcionarios/as al
servicio de los poderosos.
En este caso tenemos dos textos que debaten sobre la mejor
forma de terminar con la violencia machista que nuestra sociedad ejerce contra
las mujeres. Sin embargo, los límites de cada documento lastiman a quienes los
han escrito y sus mejores intenciones, como si para las clases explotadas y
oprimidas las armas que han forjado para luchar contra la injusticia fuesen
cuchillos con filo en cada punta.
En un breve y claro libro de 2010, Las sin parte: matrimonios y divorcios entre feminismo y marxismo, (http://xa.yimg.com/kq/groups/27002989/1770927101/name/C&A-6+Las+Sin+Parte.pdf)
Cinzia Arruzza, una especialista en teoría de género italiana que milita en el
movimiento feminista norteamericano que organizó el último 8 de marzo en ese
país, reivindicada por el PO y otras organizaciones de izquierda, hace una
descripción bastante plausible de las diferentes etapas en la contradictoria
relación de las organizaciones que se dedican exclusivamente a la defensa de
los derechos femeninos (feministas sin adjetivación) con las organizaciones que
también luchan por esos derechos pero dentro de una lucha general contra toda
la sociedad capitalista, en esencia los partidos obreros herederos de la
tradición marxiana.
En este libro y en otros, esta pensadora convoca a encontrar
los caminos posibles para un entendimiento mutuo y una lucha coordinada y
organizada entre ambas tradiciones. De tradición intelectual marxista, Arruzza
despliega una notable erudición marxista para desarmar todos los argumentos
teóricos feministas que niegan la interrelación entre el patriarcado y las
sociedades de explotación clasistas, siendo necesario terminar con el
capitalismo y todo tipo de explotación de clase para erradicar definitivamente
las bases materiales del machismo. En este sentido es tajante, el machismo es
un problema que se ancla en la ley del valor y el metabolismo capitalista, no
se trata de un problema meramente cultural o de invisibilidad de prácticas.
Al mismo tiempo, hace una férrea y muy convincente defensa
de la necesidad de comprender la forma concreta en que el capital se vale del
patriarcado para explotar y oprimir a las mujeres en nuestra época, llamando la
atención contra razonamientos marxistas vulgares que aceptando la determinación
marxista del problema en abstracto desestiman las problemáticas particulares
que sufren las mujeres trabajadoras concretas en nuestra sociedad y, por lo
tanto, quedando estériles a la hora de acompañar a esas mujeres en su lucha por
enfrentar la violencia machista en el camino de la lucha contra el régimen.
En este sentido, Arruzza encuentra en los últimos
planteamientos de un sector de la teoría de géneros o queer, elementos
suficientes para encontrar ese puente teórico. Resumiendo brutamente un planteo
que es mucho más sutil, Arruzza asegura que una postura que plantee la
identidad de género como producto de una construcción individual, desprovista
de imposiciones culturales extrañas sólo es posible en una sociedad donde no
sea necesario explotar a otra clase social para que el metabolismo social
funcione.
Acertada o no, Arruzza llama a las organizaciones que
pretenden terminar definitivamente con la violencia machista y patriarcal y la
heteronorma a abandonar sus prejuicios contra el centralismo democrático, el
marxismo y las organizaciones mixtas socialistas y a éstas últimas a dejar de
ver la producción del activismo de origen pequeñoburgués o intelectual que
construye la mayoría de las organizaciones feministas como simples e inútiles
posiciones individualistas esencialmente enemigas de la dictadura del
proletariado.
Hace casi un año publiqué un texto llamando a esta misma
unión con la excusa de una nueva diatriba del Papa Francisco anatemizando a las
teorías de género como diabólicas en
su paso por Georgia, la vieja patria de Stalin (http://santoscapobianco.blogspot.com.ar/2016/10/dios-familia-y-negocios-quien-es-el.html).
En febrero de este año, analizando algunos aspectos de la
violencia machista en las organizaciones de izquierda a raíz de una denuncia
contra un militante del PTS, publiqué un texto que no ha merecido la opinión de
nadie donde expliqué que a mi entender:
“Las campañas en las redes de
parte de organizaciones de todo color político que buscan desprestigiar a todo
un colectivo por situaciones individuales de sus miembros más o menos
destacados, no contribuyen un ápice a que esos organismos atacados deslealmente
desarrollen mecanismos para erradicar la violencia machista en sus filas. Todo
lo contrario, generan una reacción natural de bloqueo y auto-negación.
A las compañeras que han
decidido construir partidos, agrupamientos o sindicatos en función de tal o
cual objetivo colectivo no les parece grato o atractivo que se destruya esa
organización. En la mayoría de los casos que han tomado publicidad no se las
escucha pedir la abolición del rock o de las organizaciones que construyen o
construyeron.
Del otro lado, cuando estas
organizaciones son atacadas con deslealtad egoísta por los intereses
electorales mezquinos de las organizaciones atacantes, sus integrantes tienden
rápidamente a minimizar la existencia de situaciones graves de violencia
machista en su interior, anatemizando a les críticos/as honestos y lo que es
supinamente peor, a sus propias compañeras denunciantes, con acusaciones de
faccionalismo o de “feminismo falopa”.
Promueven de esa forma un
aislamiento social que opera intensificando los desgarros de la violación
original, frustrando la ilusión de las víctimas que descuentan la solidaridad
incondicional y automática de la organización donde militan. Todavía más,
bloquean la posibilidad de desarrollar el debate y las iniciativas necesarias
para erradicar de una vez para siempre el machismo latente en mayor o menor
medida en sus organizaciones.”
(http://santoscapobianco.blogspot.com.ar/2017/02/me-arrepiento-de-este-amor.html)
Este debate entre dos documentos, uno anónimo y otro que
representa a una de las organizaciones socialistas con mayor influencia en la
lucha de clases actual, me parece que lamentablemente demuestra el problema
señalado. Los argumentos de ambos, aún tomados en su lectura más optimista y
positiva, lejos están de contribuir al desarrollo de un programa común para una
intervención en la lucha contra el Estado capitalista y patriarcal que nos
exige todo o contrario.
Lejos de querer ser salomónico ni esquivar el bulto, como bien demuestra el PO en su Respuesta nunca es sano pelearse con fantasmas, intentando deducir sin
fundamentos quién o quiénes se esconden y con qué objetivos detrás de un
documento anónimo, nobleza obliga después de tan extensa y minuciosa exposición,
fijar una posición clara ante la Respuesta ultimatista del PO.
Entiendo que no se puede cerrar filas con un documento que
no representa las mejores tradiciones del PO en su rica trayectoria de lucha.
La Respuesta del PO no logra demostrar que se trata de un
ataque policial o estalinista; deforma forzadamente pero no demuestra que el
escrache en redes sociales es una forma de lucha propia de la pequeñoburguesía
liberal individualista que se opone a la organización y lucha colectiva;
deforma forzadamente argumentos pero no demuestra que la apelación al escrache
esconda una posición punitivista propia de un feminismo burgués “lombrosiano”;
no demuestra que el antipunitivismo sea el mejor método para erradicar la violencia
machista en el interior de una organización revolucionaria; no demuestra
tampoco que el antipunitivismo garantice el mejor método para la re educación
de varones violentos; no demuestra que el antipunitivismo sea infalible contra
el posible encubrimiento y finalmente sostiene un criterio ajeno a la tradición
socialista como es la doble moral.
Con mucha pena, el PO termina con 50 años de un aporte
inestimable a la clase obrera que lucha por el socialismo, su histórica
capacidad para clarificar debates y posiciones programáticas. Justo en el peor
momento, cuando más necesario es aportar claridad por las fuertes presiones que
sufren las masas en nuestro país y el mundo, en uno de los puntos más sensibles
de la clase obrera, el ataque genocida contra sus mujeres.
Para colmo, lanza un documento que podría enemistarlo
gratuitamente con la enorme mayoría del activismo independiente que hace muy
poco ha comenzado a desarrollar una experiencia en esta gigantesca lucha
planteada, cuando debería tener la paciencia y madurez necesarias para
encontrar los mejores caminos frentistas.
No cabe desanimarse, sin embargo, ya que las clases que no
poseemos recursos materiales y simbólicos porque nos son expropiados y
retaceados sistemáticamente por nuestros/as explotadores/as siempre nos vimos
obligadas a cruzar un sufrido camino de matrimonios y divorcios para usar la
metáfora más apropiada en este caso particular. Hemos forjado cuchillos filosos
que ya han sabido lastimar a nuestro enemigo de clase y serán letales cuando
sepamos mejorarlos y aprendamos a usarlos contra quienes corresponde.
Por un frente único de lxs diversxs géneros de la clase
obrera contra el patriarcado capitalista, el machismo, la heteronorma y todo
tipo de opresión.
Por un Partido Obrero y un Gobierno de lxs trabajadorxs.
Por el socialismo, el paraíso en la Tierra.