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viernes, 29 de septiembre de 2017

Documentos con doble filo

Sobre la Respuesta a una provocación, documento publicado por el Partido Obrero el 26 de setiembre de 2017 como consecuencia de las repercusiones del documento anónimo publicado en sábado 23 de setiembre.

Justificación


Objetivamente el texto publicado por el Partido Obrero y firmado por un conjunto de importantes dirigentes femeninas de diversos frentes de lucha del mismo es un hito histórico en el debate colectivo acerca del programa estratégico y táctico en la lucha por los derechos femeninos. Este sólo elemento justifica la toma de posición pública de todas las personas y organizaciones que hemos decidido comprometernos con la lucha por el fin de la opresión social contra las mujeres.

Desde ese lugar que he asumido públicamente es que me permito ofrecer una opinión lo más desprovista de subjetividad que hoy puedo elaborar. Lo que sigue por lo tanto es un intento de ofrecer un aporte en este proceso de elaboración colectiva que ha dado u salto de calidad con las movilizaciones masivas del 3 de junio de 2015 y sus notables réplicas del 19 de octubre de 2016 (Miércoles Negro) y la Huelga de Mujeres internacional del 8 de marzo de este año.

Soy plenamente consciente de las reacciones desagradables contra mi persona que esta opinión puede acarrearme por la doble condición de ex militante de esa agrupación sospechado de enemigo de la misma (cuestión que refuté en una carta a la dirección del PO del 28 de agosto pasado) y de varón cisgénero que repudia su herencia patriarcal y la identidad de varón heterosexual. El estado actual del debate en nuestra sociedad hace que de ambos lados de la discusión se cuestione mi autoridad moral para opinar. Pero no hacerlo sería un acto de hipocresía peor que cualquier represalia material o moral que se me aplique, puesto que implicaría la autocensura motivada por el miedo.

Eso no puedo permitírmelo. Así que asumiendo los riesgos, y con todo respeto y humildad, me pronuncio.

2. El ultimátum


Lo primero que debe señalarse es que la Respuesta del PO debería caracterizarse como un ultimátum en el cual se delimita una frontera excluyente. Sus autores/as caracterizan desde el título y su primer párrafo al documento anónimo que motiva la Respuesta como un ataque cobarde quya intención es la de destruir el trabajo político y la influencia ganada por esa organización en el frente de lucha por los derechos de las mujeres.

Por ese motivo, sus autores/as colocan a todas las personas u organismos colectivos que adhieran a las posiciones vertidas en el comunicado anónimo como enemigos/as del PO y del PDT, dando a su Respuesta un carácter de delimitación programática tajante, llamando a cerrar filas en defensa del PO y el PDT.

Considero que los argumentos presentados en la Respuesta no son suficientes para sostener esa caracterización aunque hay elementos del texto anónimo que puedan habilitar la sospecha de una actitud prejuiciosa y faccional contra las organizaciones políticas que se identifican con la tradición leninista (vigencia de la dictadura del proletariado, centralismo democrático). La ausencia de identificación de sus autores/as impide una caracterización con elementos externos al propio texto.

Pero más allá del análisis del documento anónimo, la propia posición establecida por el PO en su Respuesta y su carácter ultimatista nos obligan a fundamentar nuestro rechazo.  

3.El documento anónimo


El texto anónimo consiste objetivamente en un escrache contra una docena de varones cuyas identidades son denunciadas por haber cometido diversos tipos de violencia machista contra mujeres y que según el anónimo serían o habrían sido miembros activos del PO. Además, se plantea un llamado a que el PO haga públicas las denuncias o sanciones contra estos varones (y otros casos que el texto sugiere que podrían existir) porque de lo contrario estaría colocándose como encubridor de los denunciados.

El PO en su Respuesta niega al documento su pretensión de escrache positivo para los intereses de las potenciales víctimas de los sujetos denunciados y de los intereses colectivos de las mujeres en lucha contra la violencia machista. Su argumento es que se trata de una delación policial o estalinista por el anonimato del texto, al que califican de cobarde. También argumentan que se trataría de un documento que pretende sustituir el derecho exclusivo de las víctimas a denunciar y perseguir a sus agresores.

Entendemos que la caracterización del PO es desmedida y que sus argumentos no son suficientes. Se puede sostener una hipótesis contraria, a saber, que el anonimato es producto de la intención de eludir posibles represalias judiciales por parte de los denunciados contra las autoras del documento. Se podría argumentar que al no existir pruebas definitivas en favor de ninguna de las dos hipótesis sobre el motivo del anonimato la elección de una de las dos depende de la simpatía que se tenga por las partes contendientes.

Sin embargo, el mismo PO se refuta a sí mismo parcialmente al dedicarle un importante espacio de su Respuesta a la crítica del escrache como forma de lucha del movimiento feminista y de este modo reconoce que podría tratarse de un anonimato necesario para eludir a la justicia burguesa como lo es todo escrache realizado por personas o agrupamientos que se reconocen en inferioridad de condiciones frente al Estado y sus representantes.

Por último, considero un desatino de parte del PO responder de la forma que lo hacen a una denuncia anónima contra individuos concretos. Desde el vamos es desproporcionado que una organización con 50 años de irreprochable trayectoria en la lucha contra las injusticias del orden social vigente y con personería legal en casi la totalidad de los distritos jurídicos del país responda a una denuncia que ellos mismos caracterizan como “provocación cobarde”. Sin una investigación que lo sostenga me permito sospechar que se trata de la primera vez que el PO decide hacerlo en toda su larga historia.

Peor todavía, el extracto “El texto anónimo llega a la increíble conclusión de que “las resoluciones de la organización por las que se han expulsado violentos de género son parte de una trama encubridora en tanto esa misma organización se niega a poner estos casos de violencia de género bajo la luz pública”. Efectivamente, tal como afirman, el PO ha investigado y sancionado a los militantes denunciados por violencia de género, incluso con severidad.” podría ser considerado por los individuos denunciados en el anónimo como un reconocimiento oficial de las acusaciones vertidas, colocando al PO ante la posibilidad cierta de ser acusado por injurias e infamias ante la justicia. Se trata como mínimo de un acto irresponsable que contradice todas las precauciones que una organización de estas características se supone debería respetar.

4.El Escrache


Paradójicamente, después de haber desautorizado por completo los argumentos y posiciones del anónimo, la Respuesta del PO se dedica en extenso a debatir esos argumentos, dándoles así la autoridad que les habían denegado.

La Respuesta sienta una posición programática de rechazo a la táctica del escrache que defiende el anónimo como herramienta válida en la lucha contra la violencia machista. Aunque admiten haber apoyado el escrache de las víctimas denunciantes de Dante Palma y Aldana por tratarse de situaciones específicas donde los denunciados contaban o podrían haber contado con el apoyo del Estado, dictaminan que:

El escrache personal desprovisto de cualquier contenido de denuncia al Estado es la forma de desviar una causa, lo cual asume una profunda gravedad en estos tiempos de crecimiento de la organización de la mujer. Por cada mujer “salvada” por un escrache, objetivo que el anónimo dice perseguir, miles son introducidas en la violencia, ya que la personalización produce un efecto de confusión y desvía la denuncia sobre el régimen que produce y reproduce a escalas de barbarie esta realidad.

El escrache individual, en esas condiciones, pretende salvar las propias consciencias de quienes lo propugnan, con una acción reaccionaria que absuelve al Estado y desvía al movimiento de sus objetivos históricos. Para una socialista, éstos son derrocar al sistema de explotación y barbarie. Sólo así la mujer podrá ser liberada del yugo del sometimiento y de la violencia.

Llegan más lejos, caracterizando este tipo de escraches como individualistas, liberales y pequeñoburgueses:

quienes dicen ser defensores de este método no han hecho ningún aporte –ni teórico ni mucho menos práctico– en ese plano: su ausencia de las luchas –incluidos los “escraches”– es total. Al pequeño burgués liberal le gusta usar las redes para ocultar su ausencia de la organización y de la lucha.

En primer lugar vale el estupor si se considera la enorme cantidad de veces que el PO ha salido a defender públicamente la metodología del escrache en el pasado y no sólo en los casos que reconoce en el texto. Se podría decir que siempre y en todos los casos se trató de escraches que denuncian al Estado burgués de conjunto pero cabe discutir si todos los escraches de HIJOS contra los genocidas liberados por el indulto de Menem y las leyes de Obediencia Debida y Punto final señalaban al conjunto del régimen social y político, mucho más si se considera el derrotero posterior de integración al Estado burgués que desenvolvieron muchas de las organizaciones escrachantes de los 80 y 90. Lo mismo vale para la defensa pública del PO de los escraches durante el argentinazo de ahorristas indignados/as contra Aleman, Cavallo y tantos funcionarios del régimen de la Alianza.

El escrache es una forma de lucha que en sí misma no contiene una esencia política que permita definirla como de ataque al Estado o no. Depende de cada escrache concreto. Es contrario a la tradición leninista rechazar una forma de lucha en términos abstractos, vale recordar que en el debate al interior del Partido Bolchevique sobre la utilidad de la guerra de guerrillas contra los cosacos en el interior rural del imperio zarista Lenin establece una máxima que sostuvo hasta el día de su muerte:

“En primer lugar, el marxismo se distingue de todas las formas primitivas del socialismo pues no liga el movimiento a una sola forma determinada de lucha. El marxismo admite las formas más diversas de lucha; además, no las "inventa", sino que generaliza, organiza y hace conscientes las formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen por sí mismas en el curso del movimiento. El marxismo, totalmente hostil a todas las fórmulas abstractas, a todas las recetas doctrinas, exige que se preste mucha atención a la lucha de masas en curso que, con el desarrollo del movimiento, el crecimiento de la conciencia de las masas y la agudización de las crisis económicas y políticas, engendra constantemente nuevos y cada vez más diversos métodos de defensa y ataque. Por esto, el marxismo no rechaza categóricamente ninguna forma de lucha El marxismo no se limita, en ningún caso, a las formas de lucha posibles y existentes sólo en un momento dado, admitiendo la aparición inevitable de formas de lucha nuevas, desconocidas de los militantes de un período dado, al cambiar la coyuntura social. El marxismo, en este sentido, aprende, si puede decirse así, de la práctica de las masas, lejos de pretender enseñar a las masas formas de lucha inventadas por "sistematizadores" de gabinete. Sabemos -- decía, por ejemplo, Kautsky, al examinar las formas de la revolución social -- que la próxima crisis nos traerá nuevas formas de lucha que no podemos prever ahora.”

(30 de septiembre de 1906, se puede consultar in extenso en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/30-ix-06.htm) 


Entonces o bien el PO ha decidido tomar distancia de su propia tradición o bien se trata de un planteo poco feliz obligado por la presión de las circunstancias.

Una cosa es segura, se trata de un razonamiento forzado el asignar al escrache en las redes sociales una característica esencial de “individualismo pequeñoburgués liberal”. Puede que haya individualistas pequeñoburgueses liberales que rechacen la incomodidad de movilizarse colectivamente y luchar amparándose en la comodidad de compartir o viralizar escraches anónimos pero eso no quiere decir que todos los escraches anónimos en las redes sociales tengan necesariamente ese contenido de clase y esa cobarde justificación.

No es menor señalar que entre las “nuevas formas de lucha” que sabiamente Lenin anticipaba podrían surgir de la lucha espontánea de las masas contra la opresión del Estado, el escrache en las redes sociales es uno de los mejores ejemplos aportados por las masas en Argentina y otras geografías en los últimos años. Su rechazo coloca al PO objetivamente en una postura reaccionaria que lo enfrenta al conjunto de víctimas de violencia machista que diariamente y ante la inacción del Estado llenan las redes sociales con fotografías y capturas de pantalla de varones denunciados como único medio a su alcance para convocar a la empatía social con las víctimas.

Concretamente lo enfrenta contra Izquierda Revolucionaria, organización aliada al PO en el Frente de Izquierda, que el 20 de noviembre de 2016 hizo público en su muro oficial en Facebook un comunicado donde daba cuenta de las razones que lxs llevaron a la expulsión de uno de sus militantes en la provincia de Córdoba (véase https://web.facebook.com/izq.revolucionaria/photos/a.1411525585822914.1073741826.1411525549156251/1605463646429106/?type=3&theater).

Este escrache constituye uno de los primeros antecedentes en su especie entre las organizaciones revolucionarias y entendemos que el PO está lejos de caracterizar a IR como una agrupación de individualistas pequeñoburgueses liberales que pretenden sustituir la necesidad de la lucha y la movilización.

Cuando todavía no existía internet el propio Plenario de Trabajadoras defendía y avalaba este tipo de formas de lucha y de acción directa contra abusadores de mujeres en las barriadas donde intervenía el Polo Obrero, prueba de ello es el documental de 2003 del Ojo Obrero Paso a las luchadoras (https://vimeo.com/1158230)  donde la metodología es defendida por varias de las compañeras firmantes de la Respuesta.

5. Antipunitivismo clásico y abstracto


El debate sobre el escrache en redes sociales, que en su Respuesta el PO admite como válido a pesar de rechazarlo (“¿De qué nos acusan entonces? De rechazar el método del escrache público a estos acusados, algo que compartimos con la inmensa mayoría de las organizaciones de izquierda que militan en el movimiento de la mujer.”) lo lleva más lejos, a desenmascarar las bases filosóficas, políticas y clasistas que ellxs entienden se encubren detrás de la metodología del escrache anónimo en redes sociales.

En resumidas cuentas, el PO entiende que detrás de esta metodología se oculta una posición punitivista. En el extenso debate de lxs especialistas en cuestiones de violencia machista, se llama punitivistas a quienes defienden que una adecuada legislación que castigue correctamente a los violentos es la solución al problema de la violencia de género. 

Correctamente, entendemos, el PO rechaza ese razonamiento puesto que el castigo a los varones violentos reduce el problema a la individualización de chivos expiatorios y absuelve al conjunto del régimen capitalista y sus representantes de la responsabilidad en última instancia de las condiciones que provocan la existencia de esos individuos y por lo tanto de toda la violencia contra las mujeres.

Va todavía más lejos al señalar que este planteo punitivista es la piedra fundamental que el feminismo burgués y pequeño burgués liberal desarrolla para justificar una estrategia de división al interior de la clase obrera y las clases oprimidas por el régimen capitalista, enfrentando a las mujeres contra los varones, haciendo imposible la construcción de lazos afectivos y políticos en el seno de las familias para erradicar unidas la ideología machista y sus terribles consecuencias.

Este argumento es, otra vez, forzado. En primer lugar porque utilizar el escrache anónimo en redes sociales no es suficiente para caracterizar a sus autores/as como punitivistas. Es decir, la exigencia de condenas justas contra los violentos no es condición suficiente para entender que se trata de un reclamo que pretende absolver al régimen capitalista. 
Paradójicamente de nuevo, la mejor evidencia de esto son las incontables cantidades de oportunidades en que el PO y las agrupaciones orientadas por él han reclamado juicios más rápidos y condenas más duras para todo tipo de abusadores a lo largo y ancho del país. Ese reclamo y esa lucha, que entendemos es uno de los mejores aportes del PO en el movimiento de lucha de las mujeres no lo convierte automáticamente en punitivista. ¿Por qué razón debería convertir en punitivista el reclamo de mayores sanciones a un grupo de supuestos violentos por parte del documento anónimo o de cualquiera que lo llevara adelante?

No somos especialistas en este debate, pero a raíz del mismo encontramos una entrevista a la antropóloga Rita Segato, reconocida especialista que asume una posición antipunitivista, publicada el 23 de agosto de este año, que nos puede ayudar a esclarecerlo:

“Por eso mi argumento no es un argumento antipunitivista de la forma clásica, en el sentido de que no se debe punir o sentenciar. Sí tiene que haber leyes y sentencias que sólo algunas veces llegan a materializarse. Pero en nuestros países sobre todo, en el mundo entero, pero especialmente en América Latina, de todos los ataques contra la vida, no solamente los de género sino de todos en general, los que llegan a una sentencia son una proporción mínima. La eficacia material del derecho es ficcional, es un sistema de creencias, creemos que el derecho lleva a una condena. Pero claro que tiene que existir, el derecho, todo el sistema legal, el justo proceso y la punición. Lo que yo digo es que la punición, la sentencia no va a resolver el problema, porque el problema se resuelve allá abajo, donde está la gran cantidad de agresiones que no son crímenes, pero que van formando la normalidad de la agresión. Ninguno tomaría ese camino si no existiera ese caldo de cultivo.” (https://latinta.com.ar/2017/09/rita-segato-falla-pensamiento-feminista-violencia-genero-problema-hombres-mujeres/)


En su Respuesta, el PO se coloca a la derecha de esta posición, en lo que valdría caracterizar como un antipunitivismo clásico. Nótese que podría inferirse de este párrafo la convocatoria de Segato a considerar a la “gran cantidad de agresiones que no son crímenes pero que van formando la normalidad de la agresión” como necesarios de ser incluidos entre las conductas plausibles de ser castigadas por el derecho. Nótese también que el reclamo de Segato no excede los límites del derecho burgués (el único que existe hoy) y aunque adjudique al conjunto del sistema social como responsable de la violencia de género no es capaz de defender la solución más lógica posible: la destrucción de ese sistema social y su reemplazo por otro.

Lo importante, sin embargo, es que Segato exige que los castigos se cumplan efectivamente en el caso de los que existen y pretende que más prácticas sean incluidas en el vademécum de crímenes punibles.

El PO, que ha decidido establecer una posición definitiva y contundente en este punto, una posición que define según ellos mismos la simpatía o enemistad con el conjunto de dicha organización, lamentablemente se cierra a un debate que en realidad debería esforzarse por abrir y alimentar, lejos de toda actitud ultimatista.

6-Regeneración de machistas


El punto más delicado, audaz y sensible de todo el documento es el siguiente:

“El Partido Obrero debió abordar situaciones de violencia en sus filas. Como no podía ser de otro modo, una organización socialista no está exenta de que sus militantes sean alcanzados por la descomposición social del capitalismo, e incluso de que ejerzan violencia contra sus compañeras. En más de un caso, esta situación alcanzó a destacados obreros clasistas que cargaban con el peso de una tradición familiar opresiva y violenta. El PO separó o suspendió la militancia de estos trabajadores y se dio un curso para contribuir a la superación del comportamiento violento, en los casos que se consideraron pertinentes, para la construcción de una relación igualitaria entre estos compañeros, sus parejas y la mujer en general. Algunos de ellos volvieron a la militancia. Los “anónimos/as”, en cambio, practican una suerte de lombrosianismo feminista, la coartada que el feminismo liberal siempre ha levantado para separar a la lucha de la mujer de la lucha general de los trabajadores. El punitivismo, separado de cualquier acción transformadora de las conductas violentas o machistas, es un planteo de división entre la mujer y el hombre al interior de la clase trabajadora. Al servicio de este planteo de punición individual está la política de los escraches públicos que propugnan para militantes o ex militantes, y que implicaría para todos ellos, sin distinción, una condena social definitiva. Nosotros, por el contrario, sostenemos que la lucha por la transformación socialista de la sociedad es una apuesta a la transformación de quienes participan de ella, en el curso de esa misma lucha. […] Con ello, no hemos hecho sino seguir la tradición histórica del movimiento socialista de la mujer, que ha propugnado una política para las organizaciones obreras dirigidas a erradicar el machismo y la discriminación de género por medio de la acción política y la persuasión.”


Nadie ha señalado lo suficiente en este incómodo debate que es extraño ver a una organización de las características del PO exponer tan abiertamente los acuerdos de convivencia interna que deberían corresponder únicamente a las personas que han tomado la decisión de organizarse voluntariamente. En su momento el PO repudió, con toda justeza entendemos, la intromisión del Estado por medio de las PASO en los criterios que su organización toma para definir las candidaturas. Entendemos que bien podría haberse limitado a responder que como tantas otras denuncias, ataques o provocaciones el PO resolvería la situación con las personas directamente involucradas y las únicas que tienen derecho a resolverlo: quienes construyen el PO.

No vamos a caer de ningún modo en el error de meternos en esos asuntos desde estas páginas ni mucho menos pretender indicarle a compañeros y compañeras con sobrada experiencia de lucha lo que deben o no hacer. Porque no nos corresponde, porque así como alguna vez decidimos comprometernos en la construcción de esa organización y su programa, hemos perdido el derecho a opinar una vez que decidimos voluntariamente renunciar a seguir haciéndolo.

Simplemente se trata de analizar los argumentos publicados. En los párrafos citados, el PO explica con claridad y contundencia su oposición de principios al método del escrache de individuos y al punitivismo que lo respalda porque ese escrache “implicaría para todos ellos, sin distinción, una condena social definitiva”. En criollo, el PO rechaza el escrache o la denuncia pública de los casos en que ha encontrado pruebas de violencia machista y ha decidido sancionar “incluso con severidad” a militantes porque esa publicidad impediría que el individuo sancionado pueda regenerarse y volver a incorporarse.

Porque el PO entiende como una de sus tareas en la lucha por el socialismo el combate contra las ideologías y prácticas machistas de sus propios integrantes re-educándolos por medio de la persuasión para permitir, de esta forma, soldar la grieta que el feminismo “lombrosiano” quiere introducir en el seno de las familias obreras. Y entiende que esta preocupación es una obligación que responde a las mejores tradiciones socialistas.

En primer lugar cabe señalar algo evidente, el principal problema que las masas han colocado en la agenda de la lucha desde el 3 de junio no es el problema de la regeneración de los varones violentos. Muy por el contrario, el niunamenos ha sido un grito ensordecedor que reclama que se termine con lo que constituye un incremento cualitativo en un verdadero genocidio contra las mujeres.

Anónimo o no, cobarde o no, delator de la policía o no, el documento al que responde el PO sí coloca el eje del problema en las necesidades de las víctimas. Aquí el PO argumenta que no le consta que este escrache haya sido promovido o reclamado por las víctimas, todo lo contrario, invalida al documento de conjunto porque considera que pretende sustituirlas en su derecho exclusivo a enfrentar a sus victimarios y lo acusa incluso de haber generado inconvenientes a las víctimas, sin dar pruebas de ello.

En lo concreto, ninguno de los dos documentos da pruebas de haber sido elaborado o solicitado o aprobado por víctima alguna. Si el criterio para analizar el debate fuese la voz de las víctimas ambos documentos deberían ser desoídos.

Pero como el PO ha decidido responder, despejado el problema de la opinión de las víctimas, repetimos que a nuestro entender para todxs quienes pretendemos estar al servicio de la causa colectiva reclamada por el niunamenos, nuestros esfuerzos deberían estar colocados en la defensa de las mujeres de la masacre a la que están siendo sometidas y dejar en segundo plano el problema de qué hacer con los victimarios. Al menos en un debate serio.

No obstante, entendemos que es correcta la pretensión del PO de darse las herramientas que considere necesarias para re educar a los militantes que hayan incurrido en actitudes machistas. El problema, otra vez, es cuando pasamos a los casos concretos y bajamos del principio abstracto. ¿De qué tipo de violencias estamos hablando de regenerar? ¿Acaso el PO encontró un método político de persuasión que no involucre el castigo social para recuperar militantes que hayan violado a una compañera, en el supuesto hipotético de que haya ocurrido algo así? ¿Se refiere el documento sólo a casos de violencia verbal o física de baja intensidad, de mediana intensidad o de alta intensidad?

El documento no lo dice, a pesar de reconocer varias veces que se vieron obligados a actuar incluso con severidad.

Otro problema, ¿en qué casos un individuo que ha agredido a una mujer haciéndose merecedor de una sanción “incluso severa” puede regenerar su conducta si no ha enfrentado la sanción moral del conjunto de mujeres y varones, sus camaradas, que ha ofendido con su comportamiento? Porque así como la violencia machista no se reduce a motivos individuales de un sujeto, su agresión no se reduce al cuerpo y sicología individual de la víctima, sino que agrede al conjunto social donde ese individuo es aceptado y del que depende siempre para su realización. La sanción moral del colectivo dañado a través del daño a una de sus integrantes debería ser, incluso en términos generales, una condición necesaria para la regeneración de ese individuo.

Hasta donde podemos entender, el debate sobre la recuperación de violadores seriales no ha sido resuelto por los especialistas de una manera que satisfaga a todos, mucho menos a sus víctimas. En todo caso la conclusión más sensata parecería ser que depende de cada caso concreto. Pero entonces el documento del PO comete un delicado error, el de no aclarar este punto, habilitando interpretaciones muy negativas para los principios que defiende.

7- Encubrimiento


Hasta ahora no hemos opinado sobre el contenido del documento anónimo que provocó la Respuesta. Entendemos que ese documento adolece de una indefinición grave: no es  solamente un escrache ya que incluye un llamado al PO y a la izquierda en general a tomar medidas para erradicar la violencia machista en esas organizaciones y presenta argumentos para un debate. El anonimato del texto a nuestro criterio es absolutamente correcto si se tratase solamente de un escrache, limitándose a exponer la lista de nombres y las supuestas acusaciones, puesto que la característica esencial del mismo es evitar la respuesta judicial de los denunciados.

Pero cuando además de escrachar se plantea un debate tan audaz, cuando se pretende discutir las prácticas y reglamentos internos de convivencia de organizaciones políticas como éstas, lo mínimo que se requiere es que se dé nombre y apellido. No es justo criticar tan duramente a una organización pretendiendo abrir un debate si no se está dispuesto a ponerle el cuerpo a la respuesta. Entendemos que se trata de un criterio elemental de honestidad intelectual.

Por eso no dedicaremos estas páginas a debatir con personas que no se han ganado el derecho a una devolución. Sin embargo, creemos que el PO podría estar acertado en un elemento de su caracterización:

“El texto reclama al Partido Obrero revisar las “prácticas militantes” que “servirían de sostén a la violencia patriarcal”, sin citar una sola “práctica” relacionada con la militancia partidaria que pueda tildarse de violenta de género o discriminatoria hacia la mujer.”

Es cierto por lo tanto, que podría tratarse simplemente de un viejo prejuicio –inocente o artero- contra el conjunto de prácticas de las organizaciones de izquierda o contra el centralismo democrático. Este último ha sido impugnado varias veces en los últimos cien años por detractores del bolchevismo desde posiciones reaccionarias y desde posiciones anarquistas. El mismo Trotsky publicó un folleto en 1938 donde da cuenta de ello, Su moral y la nuestra, donde discute la validez de los argumentos que achacan al centralismo democrático la paternidad de todas las actitudes criminales del estalinismo.

El PO contrapone a esta acusación un resumen de sus experiencias de lucha contra la violencia patriarcal. La defensa es débil porque es imposible resumir tantas pruebas en el contexto de un documento como ese y porque no ataca el corazón del problema.

Para decirlo claramente, desde mi punto de vista el Partido Obrero no encubre machistas violentos por la sencilla razón que sus fundamentos programáticos, aquéllos que un individuo acepta cuando decide incorporarse al mismo, incluyen los principios históricos del socialismo, que entiende al patriarcado y la violencia machista como una de las manifestaciones concretas del sistema capitalista.

En las bases programáticas de otras organizaciones colectivas, por el contrario, como todas las que se reivindican peronistas, por ejemplo, el machismo es un basamento constitutivo ineludible, debido a que adoptan la visión de la Iglesia y el Estado, colocando a la mujer en un lugar subordinado al varón en el metabolismo social. En trescientos años de historia política, los partidos burgueses no han logrado más que equiparar el derecho jurídico de voto y electividad de las mujeres con los mismos derechos de los varones, y la mayoría lo hizo obligada por la victoria de la lucha de las mujeres socialistas que obligaron a los diferentes Estados a obligar a su vez a estos partidos a reformarse.

Pero su concepción de la mujer sigue siendo patriarcal y por lo tanto las mujeres que integran esas organizaciones (ni qué hablar de instituciones del Estado como las fuerzas de seguridad, la Iglesia o la burocracia sindical) están indefensas de toda protección elemental contra la violencia que seguramente ejercerán sus correligionarios masculinos contra ellas más temprano que tarde.

En los partidos socialistas se deben violar los principios estatutarios más elementales para ejercer la violencia machista y se deben quebrar todos y cada uno de los métodos del centralismo democrático para encubrir esas situaciones.

Eppur si muove podría decirse: sin embargo, la violencia machista existe, o al menos el PO lo reconoce. En su Respuesta, el PO rechaza de plano que se trate de otra cosa más que de una acumulación de situaciones aisladas, que se solucionan con sanciones (incluso severas) y herramientas de persuasión (que no detalla).

Cabe plantearse otra hipótesis. En su Respuesta, el PO con bastante ambigüedad parece reconocer que la lista de escrachados es correcta y en varios lugares deja entrever la posibilidad que haya habido múltiples casos. Nos negamos a dar por cierta cualquier versión anónima, pero supongamos que es así: llama mucho la atención la cantidad de casos.

Existe por lo tanto, leyendo el texto del PO, una suficiente probabilidad de que no se trate simplemente de casos aislados. Supongamos que el PO se equivoca y no son simplemente casos aislados que expresan únicamente el medio ambiente de donde provienen estos individuos. El machismo no es la única ideología y práctica nefasta que heredamos las personas criadas por esta sociedad. También heredamos el egoísmo individualista, las necesidades de reconocimiento ególatras, la ambición por adquirir bienes materiales o simbólicos a costa del trabajo ajeno, en suma, el carrerismo y el burocratismo.

El PO no está exento, como ninguna organización revolucionaria o socialista en la historia de la lucha de clases, de recibir personas con ese tipo de herencias. Cabe la posibilidad, al menos en un análisis abstracto y lógico elemental, de que sea más sencillo violar los principios socialistas con respecto a la violencia de la mujer y los métodos del centralismo democrático, si individuos inescrupulosos y amorales torciesen a su favor los límites de una política antipunitivista.

Para expresarlo con total claridad, aún aceptando que el PO defiende el antipunitivismo con las mejores intenciones expresadas, es más sencillo para un machista reincidir o recaer en conductas violentas en una organización que defiende a rajatabla el principio de no hacer pública la denuncia que en una organización que la hace pública.   

Queremos señalar la posibilidad lógica que se desprende de este razonamiento: el antipunitivismo clásico y abstracto que el PO defiende en su Respuesta y que entendemos aplica dentro de sus filas, tiene el terrible límite de posibilitar la reproducción de la violencia machista de sus integrantes e incluso más, hace posible que sea torcido de su función original para encubrir casos de violencia.

Si esta hipótesis fuese correcta, y repetimos que se deduce del propio planteamiento de la Respuesta, deberíamos admitir que este tipo de antipunitivismo así como permitiría la regeneración de violentos podría permitir también la reproducción de esos violentos y su encubrimiento. Esto se evitaría con una política de denuncia pública restringida (al interior de la organización) o pura, hacia el conjunto de la sociedad. Es cierto que de adoptar una política de denuncia pública el PO dificultaría las posibilidades del individuo sancionado de reincorporarse a una militancia plena, amén que se vería en la obligación de sostener un combate legal con el individuo denunciado, etc., etc.

Mientras vivamos en esta sociedad putrefacta, y aun si pudiésemos vivir algún día en una sociedad socialista verdadera, no existen herramientas ascépticas o perfectas, los errores pueden y deben ser cometidos. El tema es qué prefiere unx perjudicar si ha de elegir una opción, a los violentos que no podrán reinsertarse o a las víctimas que no podrán recuperarse plenamente a su vida y militancia.

No tengo ninguna prueba que me lleve a dudar de las mejores intenciones del Partido Obrero, todo lo contrario, sobran pruebas de su absoluta sinceridad como organización de combate contra el machismo. Pero tampoco han aportado pruebas suficientes e irrefutables de que esta segunda posibilidad, de que los individuos desclasados, pequeñoburgueses, enemigos del centralismo democrático se hayan colado en su interior durante los años de crecimiento masivo de la organización y desde allí se aprovechen de los claros límites del principio antipunitivista clásico o abstracto para dar rienda suelta a sus peores herencias en contra de sus compañeras y del conjunto del colectivo.

Esta Respuesta, que anatemiza a toda crítica de feminista lombrosiana (deben haber querido perfeccionar el viejo concepto feminismo falopa) o de pequeño burguesa y tantos insultos, daría mayores herramientas a los machistas para abroquelarse dentro de la organización, si es que nuestra hipótesis fuese correcta.

8-Doble moral


Merece un último párrafo aparte una sola oración que sería suficiente para impugnar toda la Respuesta del PO en términos estrictamente socialistas:

“Todos los casos mencionados en el texto corresponden a situaciones relacionadas con la vida personal de los militantes involucrados.”

En primer lugar, lo que ya dijimos, la irresponsabilidad inentendible de confirmar una denuncia anónima colocando a todo el organismo en el riesgo de sanciones legales por parte de la justicia burguesa. En segundo lugar, el PO se defiende de las acusaciones sobre supuestas prácticas que promueven o encubren el machismo apelando a una fórmula que claramente defiende la posibilidad de sostener una doble moral: una cosa son las acciones políticas del militante y otra cosa son las acciones de su vida personal.

Algo que el PO no ha admitido como argumento en ninguna de las denuncias que ha presentado o apoyado contra militantes de otras fuerzas políticas. Ya que se ha referido tantas veces a las tradiciones socialistas, entiendo yo, con toda la modestia a mi alcance, que ningún socialista serio en la rica historia del socialismo ha defendido la posibilidad de que sus militantes puedan violentar en su vida íntima los principios que defienden en su vida pública.

Esa doble moral es la expresión concreta de otro gran defecto moral heredado de la sociedad de clases: la hipocresía. Si combinamos la aceptación de la doble moral como principio de funcionamiento interno con los límites posibles de una política antipunitivista clásica o abstracta, la hipótesis de la posibilidad de manipulación y desarrollo de violentos y encubridores se hace más firme.

9-Construir puentes no dinamitarlos


En su genialidad, José Hernandez nos legó una hermosa metáfora política en el Martín Fierro: la ley es como el cuchillo, no ofende a quien la maneja. Efectivamente, el derecho y la justicia en nuestra sociedad funcionan hiriendo siempre a las clases explotadas y oprimidas, porque fueron diseñadas para que no lastimen por el mango a los (y las) funcionarios/as al servicio de los poderosos.

En este caso tenemos dos textos que debaten sobre la mejor forma de terminar con la violencia machista que nuestra sociedad ejerce contra las mujeres. Sin embargo, los límites de cada documento lastiman a quienes los han escrito y sus mejores intenciones, como si para las clases explotadas y oprimidas las armas que han forjado para luchar contra la injusticia fuesen cuchillos con filo en cada punta.

En un breve y claro libro de 2010, Las sin parte: matrimonios y divorcios entre feminismo y marxismo, (http://xa.yimg.com/kq/groups/27002989/1770927101/name/C&A-6+Las+Sin+Parte.pdf) Cinzia Arruzza, una especialista en teoría de género italiana que milita en el movimiento feminista norteamericano que organizó el último 8 de marzo en ese país, reivindicada por el PO y otras organizaciones de izquierda, hace una descripción bastante plausible de las diferentes etapas en la contradictoria relación de las organizaciones que se dedican exclusivamente a la defensa de los derechos femeninos (feministas sin adjetivación) con las organizaciones que también luchan por esos derechos pero dentro de una lucha general contra toda la sociedad capitalista, en esencia los partidos obreros herederos de la tradición marxiana.

En este libro y en otros, esta pensadora convoca a encontrar los caminos posibles para un entendimiento mutuo y una lucha coordinada y organizada entre ambas tradiciones. De tradición intelectual marxista, Arruzza despliega una notable erudición marxista para desarmar todos los argumentos teóricos feministas que niegan la interrelación entre el patriarcado y las sociedades de explotación clasistas, siendo necesario terminar con el capitalismo y todo tipo de explotación de clase para erradicar definitivamente las bases materiales del machismo. En este sentido es tajante, el machismo es un problema que se ancla en la ley del valor y el metabolismo capitalista, no se trata de un problema meramente cultural o de invisibilidad de prácticas.

Al mismo tiempo, hace una férrea y muy convincente defensa de la necesidad de comprender la forma concreta en que el capital se vale del patriarcado para explotar y oprimir a las mujeres en nuestra época, llamando la atención contra razonamientos marxistas vulgares que aceptando la determinación marxista del problema en abstracto desestiman las problemáticas particulares que sufren las mujeres trabajadoras concretas en nuestra sociedad y, por lo tanto, quedando estériles a la hora de acompañar a esas mujeres en su lucha por enfrentar la violencia machista en el camino de la lucha contra el régimen.

En este sentido, Arruzza encuentra en los últimos planteamientos de un sector de la teoría de géneros o queer, elementos suficientes para encontrar ese puente teórico. Resumiendo brutamente un planteo que es mucho más sutil, Arruzza asegura que una postura que plantee la identidad de género como producto de una construcción individual, desprovista de imposiciones culturales extrañas sólo es posible en una sociedad donde no sea necesario explotar a otra clase social para que el metabolismo social funcione.

Acertada o no, Arruzza llama a las organizaciones que pretenden terminar definitivamente con la violencia machista y patriarcal y la heteronorma a abandonar sus prejuicios contra el centralismo democrático, el marxismo y las organizaciones mixtas socialistas y a éstas últimas a dejar de ver la producción del activismo de origen pequeñoburgués o intelectual que construye la mayoría de las organizaciones feministas como simples e inútiles posiciones individualistas esencialmente enemigas de la dictadura del proletariado.

Hace casi un año publiqué un texto llamando a esta misma unión con la excusa de una nueva diatriba del Papa Francisco anatemizando a las teorías de género como diabólicas en su paso por Georgia, la vieja patria de Stalin (http://santoscapobianco.blogspot.com.ar/2016/10/dios-familia-y-negocios-quien-es-el.html).

En febrero de este año, analizando algunos aspectos de la violencia machista en las organizaciones de izquierda a raíz de una denuncia contra un militante del PTS, publiqué un texto que no ha merecido la opinión de nadie donde expliqué que a mi entender:

“Las campañas en las redes de parte de organizaciones de todo color político que buscan desprestigiar a todo un colectivo por situaciones individuales de sus miembros más o menos destacados, no contribuyen un ápice a que esos organismos atacados deslealmente desarrollen mecanismos para erradicar la violencia machista en sus filas. Todo lo contrario, generan una reacción natural de bloqueo y auto-negación.

A las compañeras que han decidido construir partidos, agrupamientos o sindicatos en función de tal o cual objetivo colectivo no les parece grato o atractivo que se destruya esa organización. En la mayoría de los casos que han tomado publicidad no se las escucha pedir la abolición del rock o de las organizaciones que construyen o construyeron.

Del otro lado, cuando estas organizaciones son atacadas con deslealtad egoísta por los intereses electorales mezquinos de las organizaciones atacantes, sus integrantes tienden rápidamente a minimizar la existencia de situaciones graves de violencia machista en su interior, anatemizando a les críticos/as honestos y lo que es supinamente peor, a sus propias compañeras denunciantes, con acusaciones de faccionalismo o de “feminismo falopa”.

Promueven de esa forma un aislamiento social que opera intensificando los desgarros de la violación original, frustrando la ilusión de las víctimas que descuentan la solidaridad incondicional y automática de la organización donde militan. Todavía más, bloquean la posibilidad de desarrollar el debate y las iniciativas necesarias para erradicar de una vez para siempre el machismo latente en mayor o menor medida en sus organizaciones.”

(http://santoscapobianco.blogspot.com.ar/2017/02/me-arrepiento-de-este-amor.html)


Este debate entre dos documentos, uno anónimo y otro que representa a una de las organizaciones socialistas con mayor influencia en la lucha de clases actual, me parece que lamentablemente demuestra el problema señalado. Los argumentos de ambos, aún tomados en su lectura más optimista y positiva, lejos están de contribuir al desarrollo de un programa común para una intervención en la lucha contra el Estado capitalista y patriarcal que nos exige todo o contrario.

Lejos de querer ser salomónico ni esquivar el bulto, como bien demuestra el PO en su Respuesta nunca es sano pelearse con fantasmas, intentando deducir sin fundamentos quién o quiénes se esconden y con qué objetivos detrás de un documento anónimo, nobleza obliga después de tan extensa y minuciosa exposición, fijar una posición clara ante la Respuesta ultimatista del PO.

Entiendo que no se puede cerrar filas con un documento que no representa las mejores tradiciones del PO en su rica trayectoria de lucha.

La Respuesta del PO no logra demostrar que se trata de un ataque policial o estalinista; deforma forzadamente pero no demuestra que el escrache en redes sociales es una forma de lucha propia de la pequeñoburguesía liberal individualista que se opone a la organización y lucha colectiva; deforma forzadamente argumentos pero no demuestra que la apelación al escrache esconda una posición punitivista propia de un feminismo burgués “lombrosiano”; no demuestra que el antipunitivismo sea el mejor método para erradicar la violencia machista en el interior de una organización revolucionaria; no demuestra tampoco que el antipunitivismo garantice el mejor método para la re educación de varones violentos; no demuestra que el antipunitivismo sea infalible contra el posible encubrimiento y finalmente sostiene un criterio ajeno a la tradición socialista como es la doble moral.

Con mucha pena, el PO termina con 50 años de un aporte inestimable a la clase obrera que lucha por el socialismo, su histórica capacidad para clarificar debates y posiciones programáticas. Justo en el peor momento, cuando más necesario es aportar claridad por las fuertes presiones que sufren las masas en nuestro país y el mundo, en uno de los puntos más sensibles de la clase obrera, el ataque genocida contra sus mujeres.

Para colmo, lanza un documento que podría enemistarlo gratuitamente con la enorme mayoría del activismo independiente que hace muy poco ha comenzado a desarrollar una experiencia en esta gigantesca lucha planteada, cuando debería tener la paciencia y madurez necesarias para encontrar los mejores caminos frentistas.

No cabe desanimarse, sin embargo, ya que las clases que no poseemos recursos materiales y simbólicos porque nos son expropiados y retaceados sistemáticamente por nuestros/as explotadores/as siempre nos vimos obligadas a cruzar un sufrido camino de matrimonios y divorcios para usar la metáfora más apropiada en este caso particular. Hemos forjado cuchillos filosos que ya han sabido lastimar a nuestro enemigo de clase y serán letales cuando sepamos mejorarlos y aprendamos a usarlos contra quienes corresponde.

Por un frente único de lxs diversxs géneros de la clase obrera contra el patriarcado capitalista, el machismo, la heteronorma y todo tipo de opresión.

Por un Partido Obrero y un Gobierno de lxs trabajadorxs.


Por el socialismo, el paraíso en la Tierra.

domingo, 17 de septiembre de 2017

Celo

Todo el cuerpo le exige sexo,
la piel la abrasa,
todos sus músculos tensos, expectantes,
pero sobre todo le urgen,
le duelen 
sus genitales,
demandan el roce, 
el abrazo,
anhelan la penetración,
desean el placer
con dolor de abstinencia
Grita, aulla
si hasta parece que llama
llorando
la carne amada, soñada, deseada, 
necesitada
Nadie le dijo que amar iba a ser un sufrimiento
físico
capaz de quebrarte la conciencia

Pablo Rieznik, su legado

Comentarios sobre La Pereza y la Celebración de lo Humano y otros escritos, de Pablo Rieznik, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2015.

Pocos meses antes de su fallecimiento, evento del que era plenamente consciente por una prescripción médica que se confirmó taxativa, Pablo Rieznik amalgamó su último libro, compuesto de un corpus revisado de textos anteriores y nuevos. Se trata, entendemos, de un legado intelectual construido ante la evidencia del fin, el producto de una reflexión del autor sobre su mejor aporte en una larga y productiva vida de praxis intelectual y práctica.

Porque ese fue quizás el mayor mérito de Pablo Rieznik, su palabra, la plasticidad de su pensamiento, surgen con claridad del corazón de su propia vida. Desde joven destinó toda su energía física, emocional y creativa a una sola obsesión, la construcción de una organización política de los trabajadores y trabajadoras para derribar el Estado burgués y construir una sociedad plena, socialista, realmente humana.

Esta reseña no pretende estar a la altura de la exégesis que demanda la envergadura del hombre y la obra, que sólo podrá conseguirla el desenvolvimiento de un estadío mayor de la conciencia colectiva. Más bien tiene el modesto objetivo de promover entre nuestra humilde generación de luchadoras y luchadores el estudio del legado de Pablo Rieznik precisamente para contribuir en ese proceso de lucha y estudio consciente de la lucha que parirá oportunamente ese nuevo escalón en la conciencia humana.

(También debemos dejar sentado que este texto me sirve para evidenciar frente a les lectores y lectoras de mi propia producción literaria y ensayística una parte del proceso de estudio que ha formado parte esencial de esa producción. Algo que va más allá de una sincera elegía a quien considero una de las personas que más positivamente impactó en mi propia sensibilidad.)

Lafargue y la concepción del trabajo en Marx


Pablo decidió re-editar un extenso y profundo estudio filosófico, antropológico e histórico sobre la calidad del trabajo humano en esos tres niveles que había publicado originalmente en 2002, en una reedición de la obra cumbre de 1880 por otro Pablo, el tan querido y admirado El derecho a la Pereza, de Lafargue, yerno de Marx y fundador de tres grandes partidos obreros y socialistas en la bisagra del siglo 19 y 20. En aquel entonces el azar nos puso el orgullo de colaborar en la misma compilación con un trabajo olvidable sobre la concepción católica del trabajo y con mayor satisfacción cumplimos la tarea de editar y confeccionar con las propias manos el libro y su posterior distribución.

En su trabajo sobre Lafargue, Rieznik examina con cuidado de joyero o ingeniero químico la caracterización original del propio Marx sobre el trabajo humano en su doble característica contradictoria de ser la expresión más esencial de la humanidad y al mismo tiempo, bajo la forma concreta que asume bajo la sociedad capitalista, como trabajo dividido, explotado y alienado, y por lo tanto, como enfrentado a la humanidad del productor. Con maestría, nos lleva de la mano a una historización doble: de la evolución de las formas que asume la potencia humana de transformar la naturaleza desde la horda paleolítica hasta la Revolución Industrial y de las transformaciones que tuvo la concepción del trabajo en la evolución del pensamiento filosófico, desde la aceptación del mismo como un atributo natural obsequiado por las diosas y dioses de la naturaleza hasta las subsiguientes negaciones como actividad inhumana (filósofos aristocráticos del esclavismo grecorromano y la escolástica católica medieval) o como reificación del sumum burgués desde el avance del humanismo renacentista y protestante.

En este recorrido Pablo Rieznik establece la viga antisísmica sobre la que construye todo el libro, ya que después de tan contundente y erudita demostración, la médula del programa filosófico y político de Marx queda impresa en la conciencia del lector o lectora en la contemplación crítica de los textos y problemáticas abordadas en los textos subsiguientes. De esta forma, sus otros aportes intelectuales rescatados por el propio autor se manifiestan como expresiones concretas de este verdadero subsuelo esencial.

Para remarcar esta importancia, todavía una defensa de los descubrimientos de Rubin y Lúckacs sobre la importancia del concepto de alienación y fetichismo, en la obra cumbre de Marx, El Capital de 1865, funciona como puente para encarar ya condicionados la lectura de su segunda parte, donde analiza con amplitud la teoría catastrofista del marxismo y la propia crisis capitalista. El acierto que Rieznik subraya en sus predecesores radica en su capacidad para entrever el profundo contenido humanista, antropológico y filosófico de la comprensión marxiana del metabolismo de la economía humana en su obra más económica, tiempo antes de que la edición de los Manuscritos filosófico económicos  de 1844 saliera a la luz para demostrar esa continuidad tan atacada por el estalinismo y muchos de sus detractores entre el joven y el viejo Marx.

En defensa del catastrofismo


Así, en su análisis sobre un fallido texto que analiza el conjunto del corpus marxista catastrofista, Rieznik puede exponer la enorme falacia de quienes adjudican a Marx una predicción esquemática y formal del derrumbe definitivo del capitalismo por causas endógenas y su necesaria y unívoca superación por un sistema superior de organización social. Como la tesis marxiana ha descubierto las tendencias ineludibles que llevarán al capitalismo a su agotamiento del análisis dialéctico de su funcionamiento, partiendo precisamente del análisis de su particularidad como sistema social que hace de las relaciones mercantiles la formulación fetichizada de las verdaderas relaciones sociales entre seres humanos, la epistemología marxiana le impide pronosticar un triunfo automático del socialismo, como esperanza cartesiana de sucesión progresiva de formas de organización civilizadas.

Y con este indestructible hilo de acero conduciéndonos, Pablo nos lleva a replantear todos los debates teóricos sobre el alcance y perspectivas de las crisis del capitalismo, para que arribemos juntxs a las conclusiones necesarias. Toda su vida política e intelectual se caracterizó por una defensa perseverante del catastrofismo marxiano en su mejor versión, sosteniendo estoicamente contra todas las mareas y bajamares de las modas intelectuales en la izquierda mundial después de la desmoralización histórica que produjo el derrumbe de la burocracia soviética y la URSS.

En una lectura seria del libro se puede sentir con nitidez una tensión muy particular, ya que los textos re-editados producidos en la década de los 90 del siglo pasado, al comienzo del proceso que llevaría al estallido hace diez años de la nueva crisis capitalista mundial, son iluminados en toda su brillantez originaria por los análisis enriquecidos a la luz de los textos que analizan la crisis catual en todo su alcance y despliegue.

Aquí uno de los aportes más significativos de Rieznik en sus últimos años de trabajo, una caracterización en detalle de la crisis actual por medio de una evaluación comparativa con las dos grandes crisis previas, comparables por su profundidad e implicancias con la nuestra. Pablo rescata el nombre histórico que los protagonistas directos dieron a la primer crisis del capitalismo en su fase de maduración última y por lo tanto en su primer etapa de descomposición terminal, la que estalló en 1873 y que sólo pudo “superarse” con las dos grandes guerras imperialistas de la primera mitad del siglo XX. Hobsbawm ya había alertado sobre ello, antes que se popularizara la idea del capitalismo imperialista para nombrar el desarrollo posterior a dicha crisis, los contemporáneos la llamaron Gran Depresión para hacer notar que la recesión provocada por una combinación de crisis de sobreproducción, crisis financiera y comercial y expresión de la crisis por la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, había durado más de veinte años.

Así Rieznik va iluminando nuestra propia comprensión del terremoto social sobre el que nos movemos desde la caída de la Lehmann Brothers en 2008 producto de la crisis de las hipotecas subprime de 2007. Su mirada inconforme se abstiene de caer en la mera reivindicación superficial de las continuidades que demuestran el acierto teórico de Marx, sostenido por Luxemburgo, Lenin y Trotsky y por la tradición política asumida por el partido de Rieznik desde 1964 casi en soledad, en su prescripción sobre el fin del sistema capitalista. El gran aporte de estos análisis recientes del último Rieznik pasa por vislumbrar las novedades que plantea la Gran Depresión del presente, como expresión del desenvolvimiento de las leyes de funcionamiento del capital en su fase de senilidad, cuando las Grandes Depresiones de 1873 y de 1929 lo fueron de las mismas contradicciones explosivas pero en el contexto de un sistema en su fase progresiva.

Lejos de quedarse en la celebración de sus aciertos en los textos premonitorios de los 90, Rieznik supera de nuevo a los paracaidistas que dieron vuelta el panqueque teórico ante la evidencia de la crisis del 2008 y nos previene de extraer conclusiones mecánicas de la comparación con las crisis previas. Tanto contra los filibusteos de izquierda que pretenden un desarrollo mecánico y automático del triunfo de una organización social de la producción mundial como de los filibusteos de derecha e izquierda que anticipan una solución capitalista superior a la crisis presente, como se diera en la expansión mundial de capitales –invasión de África y Asia- posterior a la de 1873 o con el encumbramiento del imperialismo norteamericano después de 1945.

A los primeros les recuerda la importancia clave de la construcción de una intervención consciente y sistemática de partidos obreros con un sólido programa basado en la caracterización de la crisis en la resolución positiva de construir los primeros intentos de Estados Obreros y a los segundos les dinamita sus esperanzas de reactivación capitalista de la mano de una nueva potencia impulsora de la economía mundial en la China “comunista”.
A la luz de estas dos grandes primeras partes es que debe leerse toda la riqueza de los textos compilados en la tercera y anteúltima sección, la reservada a analizar las manifestaciones concretas de estas grandes líneas de desarrollo en la experiencia de dos fenómenos particulares: la crisis de la deuda externa como límite del desarrollo social en Argentina y el carácter capitalista de las mal llamadas “reformas educativas” que promueve el Estado en América Latina y Argentina sobre la producción de conocimiento científico y las diferentes instancias de instrucción de masas.

Un programa y un método


En suma Pablo nos ha legado otra vez algo que ya había ofrecido magistralmente en sus tres libros anteriores: los fundamentos para reconstruir en nuestras conciencias un método de análisis, de estudio y de exposición de los grandes problemas de la lucha de clases. Pablo nos vuelve a señalar un camino para comprender la realidad y guiar nuestras decisiones prácticas a la hora de transformarla pero al mismo tiempo nos ofrece una radiografía de su método para que podamos contrastar la veracidad de sus resultados pero sobre todo para que podamos nosotrxs mismxs en nuestro turno arribar a la comprensión de las novedades que surjan de la evolución concreta de la lucha de clases.

Si trabajos monumentales como Las formas del trabajo y la Historia (2007) constituyeron siempre una guía para encarar el estudio y comprensión del marxismo y el capitalismo, este último libro es un verdadero mapa para reconstruir el esfuerzo intelectual del propio Rieznik y por lo tanto, de una de las cabezas que construyeron el programa de intervención del Partido Obrero en la realidad política latinoamericana y global de los últimos 30 años.

Con todo lo dicho no llegaríamos sin embargo a alcanzar una visión precisa del aporte de Pablo Rieznik a la lucha de clases en nuestra época. Hasta aquí, podríamos ubicarlo entre los grandes pensadores teórico-prácticos de la izquierda mundial, al mismo tiempo divulgador de lo mejor del marxismo y tenaz partícipe en su expansión teórica. Su éxito se basa en una asimilación profunda del método filosófico de Marx y Engels que le ha permitido desplegar sus propias elaboraciones con un fluido lenguaje a la vez riguroso pero comprensible para les mortales no especializados. Leer a Rieznik produce el mismo tipo de placer intelectual que hacerlo con Carl Sagan, Stephen Jay Gould, Engels o Lafargue, autores que también se han destacado por la divulgación del conocimiento más abstracto y sutil de la humanidad en una forma accesible para un público letrado aunque no especializado y por la producción de conocimientos nuevos.

La importancia del individuo en la Historia


Recién el último texto de este hermoso libro nos sirve de prueba objetiva de un aspecto fundamental de la experiencia aportada por su autor que nos exime de semblanzas del anecdotario personal. A modo de epílogo, o sea, de razonamiento final o conclusión necesaria de todo lo anterior, Pablo decidió hacer público su alegato en el juicio llevado adelante desde 2010 contra los genocidas que operaron el llamado Circuito ABO, por los campos de detención, tortura, desaparición y exterminio Atlético (donde fue detenido-desaparecido y torturado el autor), Banco y Olimpo. Se trata del texto que el propio Pablo leyó ante jueces, fiscales, testigos y acusados cuando fue requerido a testificar contra sus propios torturadores.

Es quizás lo mejor que ha escrito Pablo, con un manejo magistral de la contundencia explicativa, la épica argumental, el desafío Prometéico al Estado, sus jueces y represores. Se negó a testificar nuevamente después de 20 años el detalle de los vejámenes de que fuese víctima casi cuarenta años antes. Para repudiar la infame obligación de recrear psicológicamente en las víctimas esos atroces hechos que los victimizaron hace tanto tiempo que un Estado sin la más mínima empatía impone en estos juicios demasiado tardíos. Pero también para permitirse ofrecer al tribunal una explicación política y científica que explique las causas y lógicas históricas del accionar de los represores enjuiciados.

Pablo Rieznik hace consigo mismo en este texto lo mismo que muchos/as de sus circunstanciales discípulos o simples oidores hemos experimentado en carne propia, pone en funcionamiento todos los mecanismos de su compleja y plástica comprensión del metabolismo social en un determinado momento histórico, el proceso mundial que estalla en 1968 en Europa y el mundo entero del que el Golpe de Estado dl 24 de marzo de 1976 en Argentina es simple expresión, para explicar por qué una patota de escoria fue a llevarlo detenido y desaparecerlo durante varios días en uno de esos abismos infernales.

Porque a nuestro modesto entender Pablo Rieznik se destaca entre un extenso universo de intelectuales revolucionarios por esta particular capacidad suya de poner en funcionamiento esa compleja máquina teórica para iluminar los aspectos más individuales y concretos de nuestras propias experiencias inmediatas y sensibles. El aporte de Pablo es reconocible en toda una generación de cuadros de la organización de la que forma parte, siendo el mismo fundador, Jorge Altamira y otros tantos como ellos, tantas expresiones de esta particular capacidad para reclutar voluntades conscientes a la lucha organizada contra el capital,

Pablo Héctor Rieznik ya no está. Como el de cada uno y cada una de los seres excepcionales que han caminado por este mundo nuestro y que tuvimos el lujo de cruzarnos, el suyo es un vacío que será imposible de llenar. Sin embrago, tuvo en sus últimos momentos de vitalidad la lucidez, el coraje y la intención de dejarnos las pistas y la brújula que él mismo pudo reconocer en toda su trayectoria vital para que podamos encontrar el rumbo en medio de una selva tan sombría y tupida como la que atravesamos. No es simplemente la exposición clara y contundente de un programa teórico que nos permita diagnosticar con exactitud el momento particular de la longeva lucha de clases de la humanidad y las claves de su resolución positiva, como superación y construcción de una humanidad plena y liberada del yugo de la explotación y la alienación. El suyo ha sido además el aporte de las herramientas que nos permitirán más temprano que tarde producir a los seres individuales que tengan la capacidad de encontrar esos caminos nuevamente y conducirnos con claridad a la tan ansiada y urgente meta colectiva del triunfo del Reino de la Libertad sobre el de la Necesidad.

Vale estudiarlo entonces, con agradecimiento y la responsabilidad que nos cabe para estar a la altura de un ser humano tan grande y generoso.