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sábado, 12 de agosto de 2017

Verdadera revolución artística en Parque Avellaneda

Impresiones en voz alta de la obra 1789, de Ariane Svletana Mnouchkine, por el Grupo Tambo Teatro, los viernes a las 20 hs. en la Chacra de los Remedios, Parque Avellaneda, Avenida Lacarra y Monte.

Muchas veces se hacen esfuerzos dolorosos aparentemente sin sentido. Son las cosas que uno se permite por ver a la banda o al equipo preferidos. Quien mira desde afuera lo adjudica a la irracionalidad del fanatismo. Como quedé fascinado con la destreza del Grupo Tambo en su puesta de Bertolt Brecht en 2016 (http://santoscapobianco.blogspot.com.ar/2016/10/impresiones-sobre-elalma-buena-de.html), me impuse la obligación fanática de ver el debut de su 1789. Este viernes 11 de agosto, sin embargo, el universo complotó para que no pudiera cumplir conmigo mismo. 

Una asamblea clave en la escuela donde trabajo para intentar impedir el despido encubierto de un compañero de muchos años, luego la movilización a Plaza de Mayo para exigir la aparición con vida de Santiago Maldonado, secuestrado por Gendarmería en medio de una feroz represión contra la comunidad mapuche. Sólo llegar de cualquier lugar de la ciudad hasta Parque Avellaneda en colectivo con el caos vehicular de un viernes porteño hacía la misión casi imposible.

Pero si se ha presenciado una obra del Grupo Tambo se sabe que el esfuerzo valdrá su fruto. Aunque confieso que después de correr a través del Parque Avellaneda hecho un barrizal, bajo una molesta lluvia invernal, casi a oscuras, para llegar a horario, me hizo replantear mi fanatismo. Puteaba mientras corría preguntándome por qué no escogían, por ejemplo, una sala mejor ubicada, más accesible.

La presentación de hoy me contestó esa pregunta. El viejo Tambo donde los Olivera mantenían sus vacas lecheras entre 1822 y 1912, es una construcción rectangular en muy buen estado de conservación que le permite a un excelente director romper con casi todas las convenciones escenográficas casi sin recursos tecnológicos. Bastan cuatro luces y apilar tres hileras de sillas longitudinalmente y el viejo Tambo se convierte en un teatro con dos escenarios enfrentados, un largo pasillo flanqueado por les espectadores, que será también foco de la acción hasta el paroxismo de que cada rincón exterior a la escena haya sido utilizado en el clímax de la función.

Un lugar ideal para poner una de las obras que revolucionó la forma de hacer teatro en los años 60 y que el Grupo Tambo supo homenajear con soltura. 1789 es la primer obra del Téathre Du Soléil, fundado por Ariane en 1964 y que ocupó para siempre una vieja fábrica de armas, la Cartoucherie, ubicada en el bosque de Vincennes, cerca de París. El paralelismo entre el viejo Tambo en la cabecera de uno de los pocos “bosques parisinos” de la ciudad de Buenos Aires nos explica mucho sobre la identificación política y estética del Grupo Tambo con la propuesta del Soléil.

El Grupo Tambo, que en diez años ya montó cinco obras, conformado en su mayoría por actrices y actores que trabajan de otra cosa el 80 por ciento de su vida, sin subsidio estatal ni privado alguno, que hacen una vaquita para pagarse su propio vestuario y utilería, con un despliegue de creatividad y destreza asombrosos, nos donan con generosidad una particular y poco habitual pasión por los grandes desafíos.


Saludo final. En la página Facebook del Grupo Tambo Teatro se puede leer el nombre de cada actriz/actor etiquetadxs

Allons enfants de la patrie


Contando cualquier otra historia el grupo podría haber logrado el maravilloso efecto de asombro y emociones orgásmicas  que nos provocó. Porque la protagonista principal en 1789 es la forma de contarnos la historia elegida por su autora y excelentemente dirigida por Daniel Begino, a quien hay que reconocer gran calidad como director y, por lo que se intuye desde la butaca, un gran entrenador de equipos de trabajo actoral. Se tiene la sensación de un grupo humano que es feliz en escena, que es feliz con su rol en la obra y que interactúa al mismo tiempo con camaradería y disciplina. Coordinar el trabajo de más de treinta personas y que resulte así es una tarea titánica que seguramente se explica, además de la capacidad técnica y humana del director por la organización democrática del propio grupo.

Pero con todo lo que se pueda decir de la estética de la obra, y ojo que se podrían escribir seminarios, encima eligen contar de forma revolucionaria la revolución más importante en la historia de la humanidad hasta la Revolución proletaria y campesina de la Unión Socialista de Repúblicas Soviéticas hace cien años.

Si el primero era un enorme desafío (que la resolución haya sido casi perfecta en su debut no debe hacernos olvidar de que era enorme en verdad) el segundo no lo es menos. Porque la autora y su grupo, crearon una genialidad para contar una historia que aprendieron en la primaria de un país y un momento histórico que no tienen nada que ver con nuestro país y nuestro tiempo excepto en lo que es esencial. Para explicarme mejor, hay chistes que sólo se entienden en francés, y me animaría a decir, en francés correctamente pronunciado.

Intente contarle la historia argentina, incluso la más edulcorada, la de Mitre, la de Billiken o la de Zamba a un francés de “clase media” de París de 2017 y dígame cómo le fue. ¿Cómo contaría usted a un público no francés la historia mes a mes de la Revolución Francesa de julio a octubre de 1789? 

Como estarán comprobando, no soy un buen escritor. Por eso me doy cuenta cuando estoy frente a un hecho estético, técnicamente desafiante y bien resuelto. Pero sí soy un buen profesor de secundaria hace quince años y sin embargo he intentado esquivar siempre dar en clase la Revolución Francesa a les estudiantes adolescentes. No por falta de conocimiento. Probablemente sea la unidad que más disfruta un estudiante universitario, por la riqueza de lecturas y conclusiones, por las enormes implicancias históricas que tuvo uno de los momentos más importantes de toda la rica historia humana.

Tampoco es porque me falte pasión con el tema. En los años de formación política de cualquier militante el estudio de la Revolución Francesa en sus más mínimos detalles ha sido siempre un momento enriquecedor, sabido es que la dinámica de las clases sociales en esos años ha sido el molde de casi todos los eventos revolucionarios en la sociedad que vivimos. Mucho más si usted ha militado en cualquier organización que se plantee el poder social y ni le cuento si tuvo la dicha y el privilegio de combatir junto a la clase obrera por una revolución socialista, contra un Estado corrupto, narco y genocida como el nuestro y tumbado un presidente en la calle.

Creo que fue Federico Engels quien señaló que el estudio detallado, minucioso y preciso de la Revolución francesa fue fundamental para el nacimiento del marxismo tanto como lo es el estudio de cada revolución obrera, campesina o socialista de la historia. Todas las honestas tradiciones revolucionarias se definen en su esencia según una lectura de cada revolución previa. Lo que nunca me va a parecer una mala costumbre de la izquierda exigirse a sí misma cierta rigurosidad histórica.

Sin embargo no hay manual de historia que la cuente de manera tal que no sea un absoluto bodrio. Los apellidos impronunciables de un idioma germano y gutural con más de un acento por palabra, la cantidad infinita de eventos concatenados ineludibles para comprender el todo.

Si encima de todo unx pretende subrayar las conclusiones verdaderas, esas que los libros de Historia eluden o enmascaran… ¿cómo se hace para transmitir a otro ser humano las razones del hambre? ¿Cómo se narra la sensación de ser unx y al mismo tiempo sentirse un grano de arena protagonizando colectivamente una tormenta social que sacudirá el orden establecido durante mil años?

Brecht o no Brecht, esa es la cuestión


El Grupo de Teatro Tambo ha tomado el desafío y lo ha cumplido con creces. Treinta actores y actrices en escena mutando de rol durante hora y media, incesantemente. Cuando les espectadores creímos haber comprendido de qué se trataba fuimos sorprendidos una y otra vez hasta el punto de no saber cómo desempeñar nuestro propio papel, el más sencillo de todos. Un despliegue actoral increíble para un desafío imposible.

Han usado cada pedazo de recurso narrativo al alcance de la mano, un realismo social empático para colocar la angustia de un pueblo hambriento y la crueldad de la nobleza terrateniente, el absurdo tragicómico para burlarse de las clases sociales poderosas y las farsas que nos ofrecen como grandes y pomposos acontecimientos, humor ácido de clowns para fustigar la hipocresía de reyes, ministros y cortesanos. No hizo falta que el guión apelase a ningún recurso facilongo para emparentar a los políticos del antiguo régimen con la politiquería criolla para que el público demostrara con la carcajada espontánea que esa mentira, esa impostura ya la había visto en la tele mil veces.


Foto cortesía Lucía Karcic

La obra tiene varios momentos para destacar. No uno, sino varios pasajes en los que el despliegue físico de los cuerpos, las voces y los textos son al mismo tiempo un asombroso desafío y una increíble resolución. Se animan a recrear el clima de la Sala de Sesiones de la Asamblea Nacional que redactó la famosa Declaración de los Derechos del Hombre usando los debates originales para que palpemos el desorden, la improvisación, la tensión de las fuerzas sociales y en medio de ese revoltijo entendamos que se trató de un debate sobre los límites a la libertad e igualdad que necesariamente se frustran frente al único derecho inviolable en nuestra sociedad: la riqueza privada. Marx hubiese estado feliz con esa escena.

No es que no haya habido actuaciones individuales descollantes, para nada. La personificación burlesca del Rey Luis y María Antonieta convocando a los Estados Generales fue brillante en los tres planos de la pedagogía política, la efectiva comunicación de la risa con recursos corporales. Una escena de exquisito clima tenebroso y sexual donde por si fuera poco se ridiculiza con justo criterio las interpretaciones fantasiosas que adjudicaban a tres mujeres libidinosas y un hechicero  la responsabilidad de todos los errores políticos cometidos por el Rey que lograron sublevar al pueblo. Las actrices que intercambian el rol de presentadoras en diferentes transiciones de la obra se lucen, como parece ser la costumbre predominante en el grupo, precisamente por la valentía y capacidad técnica con que enfrentan a un público escéptico e instruido en los dos planos, el estético y el político.

Se me ocurrió pensar que esta propuesta logra el objetivo que se propuso Brecht mejor que él mismo. Otro elemento que invita a seguir con fanatismo de hincha al Grupo Tambo Teatro. Porque en la continuidad de las acciones es donde mejor se ve el programa, el sentido estratégico de la propuesta artística de este genial colectivo.

El año pasado la actriz que interpretó el doble protagónico, el actor que hizo de dios, la presentadora/aguatero y algún personaje más (aclaro que no conozco los nombres de cada intérprete y por eso no los cito, no por descortesía sino por falta de labor periodística) se destacaron claramente del conjunto. Y eso no es achacable a les intérpretes sino al propio Brecht, porque en la misma estructura de la obra el contraste entre protagónicos y coro es marcado. En esta obra el efecto coral es impecable. Costaba un verdadero esfuerzo individualizar o intentar siquiera retener en la memoria las caras ante el torbellino de cambios de vestuario (espectacular, de paso) y diálogos. Mérito de la autora y de sus intérpretes locales.

Marat o Perón


Creo que el único déficit de la experiencia de hoy fue el público. Que se me entienda bien y con todo respeto, pero el público no estuvo a la altura de la propuesta que presenciamos. Sin embargo llenó la sala y se mantuvo la hora y media fascinado. Y les artistas lograron arrastrarnos por los estados de ánimo que quisieron, a piaccere, nos tuvieron fascinados como serpiente encantada a la flauta.

¿Entonces qué falló para que toda la sala aplaudiera al finalizar la escena de la toma de la Bastilla, que fue la experiencia más conmovedora de mi vida como espectador?

Cuando me dí cuenta que estaba aplaudiendo junto a una decena nada más, y que le decía a les actores y actrices casi en la cara “impresionante, impresionante, la rompieron”, no pude evitar pensar en que esta obra fue creada por jóvenes de veintipico de años revolucionarios/as durante el mayo francés de 1968, para ser representada frente a una juventud universitaria y obrera en la lucha más importante de París a cien años de la Comuna y doscientos de la toma de la Bastilla. 

Esta obra fue hecha por artistas y público revolucionarios. Puedo dar fe que entre ese grupo de personas hay quienes tienen pergaminos de ser la generación del Argentinazo y de luchar en las filas de la izquierda más revolucionaria de nuestro país hoy. Por eso han elegido la obra y por eso se han jugado alma y vida en su resolución.

Pero el público no. Las escenas de crítica a la hipocresía y la doble moral de la burguesía y sus políticos son las únicas que generaron un consenso unánime, sobre todo las satíricas. Por su performance y por esa cultura de Pinti, Tato Bores y Capusotto tan propia y característica de la clase media progresista y culta de nuestra ciudad. Se podía sentir la tensión política en el ambiente de aquelarre dionisíaco que produjo el grupo cuando Marat subrayaba que la clave explicativa de toda la revolución, el factor activo, fueron los movimientos populares, es decir, la intervención organizada de las grandes masas en el control de sus propios destinos, parafraseando la pluma genial de León Trotsky.

La personificación de Marat es sencilla y genial. Todo el tiempo con las vendas que hizo famoso el óleo La muerte de Marat de Jacques-Luis David, de 1793 que recordó otra obra fundamental del teatro y la vanguardia de izquierda, el Marat-Sade del trotskista alemán Peter Weiss, estrenada en 1964, inspirada en Brcht y Artaud, que seguramente influyó en la obra de Mnouchkine.

Se nota un serio trabajo de investigación en la base de toda la ejecución. Lo que me permite pensar que hay decisiones políticas tomadas por el Grupo para enfatizar o subrayar aspectos de la obra. Por ejemplo esa interrupción que el banquero le hace al primer soldado popular de la Guardia Nacional que ingenuamente había entendido la órden de “vaya y arme al pueblo” y le aclara: “No, armar al pueblo no, yo dije levantar al pueblo”.

Tampoco es políticamente inocente haber elegido el lugar donde un excelente actor (que hizo más de tres personajes distintos durante la obra) interpretó la traición del General que había sido idolatrado y nombrado por el pueblo armado de París como su jefe. El particular púlpito que el director ha elegido para acentuar esta escena a cualquier habitante de Argentina de más de 20 años le hace pensar en el mismo personaje histórico. Es una lectura histórica muy certera del rol del caudillo de masas en los procesos revolucionarios justo en la revolución que parió el modelo arquetípico, que le da nombre al concepto de bonapartismo. Un flor de acierto de la obra.


En campaña. Foto del sitio oficial en Facebook Grupo Tambo Teatro


En ese punto es equiparable al acierto político y artístico de Rodolfo Walsh en su cuento “Un oscuro día de justicia” en el que explica con genialidad y promueve la desconfianza en el poder del líder (y el pueblo comprendió...) generando un clima empático del lector con la situación del pueblo.

La síntesis del éxito político y estético de este hecho artístico es el lugar y el tratamiento que le da al coro, al colectivo, al pueblo. Toda la obra es un manifiesto con una gran conclusión táctica: las clases dominantes y el Estado nos van a querer usar de comparsa para lograr sus objetivos y tarde o temprano nos van a traicionar. Es una prueba más de la confianza de hierro en la capacidad humana para superar el poder más terrible el hecho que verdaderos profesionales del arte tengan hoy en día la capacidad política de entre tantas cosas enfatizar en una enorme conclusión táctica y empírica que surge del análisis de la historia.

Agrupémonos todos en la lucha final

Quería dejar para el final lo que más me conmovió desde la pura subjetividad de un espectador hedónico e intentar explicarme mi asombro con la obra de esta noche. 

Intentando no cometer el delito de espoilearles nada, porque sinceramente creo que todo el mundo tiene derecho a experimentar algo así, quiero decir que la escena de la toma de la Bastilla casi me hizo llorar. De alegría. De repente y sin aviso treinta personas que hasta hace segundos eran nobles, burgueses, campesinos, rey y reina, etcétera, ahora estaban todes igual vestidos, encarando directamente al público, explicándoles con amabilidad y serenidad cómo fueron los hechos en detalle de la toma de la Bastilla. Es como si yo te parase mañana en una mesita en la calle y te explicara cómo fue el 19 y el 20 o la toma de Brukman, o Puente Pueyrredón. Desde el lenguaje llano y emocional de un militante de base.

Siempre me dio mucha más vergüenza encarar a las personas de a unx que encararlas a todas juntas en una asamblea. Imagino que debe ser algo común. Por eso me pareció encomiable el esfuerzo de este grupo de artistas valiente y jugado que se animó a sostener un monólogo individual con cada espectador. Y los treinta al mismo tiempo. 

El clima fue conmovedor. No podía creer lo que estaba pasando. El director recorría la sala pidiendo alternativamente que hablen más fuerte o más quedo, con la batuta para afinar el conjunto musical. Sala donde se había disipado la frontera entre público e intérpretes y yo sentí sencillamente que esto me pasaba a mí solo pero al mismo tiempo que era parte de un cuerpo gigante de personas haciendo lo mismo, sintiendo lo mismo. Y eso se siente cuando uno combate junto a su pueblo contra el poder. Esa adrenalina, esa euforia que es más maravillosa que cualquier sustancia sicodélica.

Y ese murmullo que se hace colchón de voces y coro de gritos y canto colectivo. 

Emocionante. Vivo. Nos sacudió en la butaca.

Foto cortesía Lucía Karcic

Y luego, como en la metáfora de otro artista revolucionario, la novela Mascaró del gran Haroldo Conti, la victoria del pueblo en armas sobre mil años de hambre y opresión fue un estallido circense, con los mismos actores y actrices ahora haciendo de payasos, de amaestradores, de mujer barbuda y hombre forzudo, con trapecistas y soga incluídas.
Le digo más, contento con la felicidad de un pibe porque una actriz me regaló un caramelo picodulce.

Si el público hubiese estado en las luchas de los últimos 15 años la sala completa se hubiese levantado a aplaudir como hicimos algunxs locxs y dos niñas.

La sensación de estar viviendo un momento al mismo tiempo íntimo y colectivo y la alegría desbordada de un pueblo que triunfa, que vence, que alcanza la posibilidad de mejorar su vida y la de su familia.

Luego un corte de clima magistral, realizado con el pregón de un soldado que repetía una sola palabra. Una sola palabra, un imperativo en realidad, que a todo el público lo puso instantáneamente en marzo del 76 y por qué no, ya que de Santiago Maldonado hablamos, nos colocó con dureza también en agosto de 2017. Esta interrupción tan abrupta de nuestra alegría coral dio paso al análisis de la contrarrevolución, y otra vez la defensa de la propiedad privada por parte de las clases poseedoras fue colocada en el banquillo de los acusados, enfrentada a la idea de igualdad y del poder ejercido por el pueblo en armas.

En suma, el Grupo Tambo logró movilizarnos emocionalmente y alejarnos lo suficiente de esas emociones tan intensas para que pudiésemos pensar y hacer un balance político.

En momentos tan sombríos y terribles como los que estamos viviendo y en un año que parece empantanarse en el Riachuelo de la democracia nostra, sólo cabe estar muy agradecido a todes les integrantes del Grupo Tambó Teatro por el envión moral que nos acaban de dar.

Estoy seguro que han logrado sacudir con honestidad y buenas armas hasta el alma más pasiva. El público, como pueblo, deberá también, a su tiempo, aprender a hacer una revolución. Presenciar esta obra seguramente les ayude a avanzar en su comprensión de la realidad y a tomar mejores decisiones políticas. Parece mucho para pedirle a una obra de teatro, pero 1789 del Grupo Tambo Teatro, cumple.
La potencia creativa de Marian Pe dándonos una República Armada y desafiante,
reversionando a Delacroix. Foto gentileza de July Gonet

jueves, 3 de agosto de 2017

PASO 2017: Pepsico, Encuestas y realidad

(Foto: intervención urbana del artista plástico JP Giménez)

Un mes antes de la primer compulsa electoral a nivel nacional, el cierre de la planta de Pepsico en Vicente López y la decidida respuesta de sus trabajadorxs dieron un vuelco a la campaña. Varias fuentes indicaron que la represión del Estado provincial y nacional para desalojar la toma generó profundo malestar en el Pro, ya que habrían constatado un fuerte cambio de humor en la población en contra del gobierno y a favor de lxs trabajadorxs. Se supo que Durán Barba instruyó a sus candidatxs para evadir en lo posible tocar temas relacionados a la economía y que la presión electoral presiona al gobierno para evitar lanzar antes de las elecciones la misma reforma laboral y jubilatoria que la burguesía local e internacional quiere implementar en Argentina acompañando a la brasileña.

Sin embargo, las encuestas vienen señalando que la caída de intención de voto al macrismo, en provincia de Buenos Aires al menos, en lugar de drenar votos hacia el Frente de Izquierda, que naturalmente apareció vinculado a la lucha de Pepsico, estaría inflando las posibilidades de éxito tanto de las listas de la presidenta anterior como a las de la “oposición responsable” del intendente de tigre y su aliada Stolbitzer.

El PTS, partido que acaudilla las listas del FIT en provincia y capital, y que hasta donde suponemos dirige la campaña del frente en medios y redes sociales, publicó una rápida respuesta en su diario digital para contrarrestar la maniobra de las encuestas. Allí se explica al público de izquierda algo conocido en el ambiente de marras, que cada encuesta es producida por una empresa con intereses que responden no a la búsqueda de la verdad sino a congraciarse con los partidos políticos que las pagan. Así, en lugar de encuestas, muy bien las caracteriza el periodista como operaciones políticas que buscan crear “climas” ficticios para intentar manipular la tan mentada “opinión pública”. La gran operación sin dudas excede a las encuestas, ya que la burguesía opera a través de sus movimientos en el mercado de divisas, acciones y bonos, generando un clima de chantaje sobre el régimen económico, planteando una crisis monetaria, fiscal e inflacionaria si gana Cristina y de paso recordándole al gobierno que están dispuestos a repetir los golpes estilo Rousseff-Tamer con tal de garantizar la flexibilización laboral, importándole un comino si Macri suma o pierde diputadxs este año.

La nota del PTS, sin embargo, expresa un límite potencialmente dañino para la comprensión de sus lectorxs. Pues en última instancia, cuestionadas las encuestas como operaciones que manifiestan los intereses mezquinos de las empresas que las publican, quién nos puede asegurar que los guarismos que publica La Izquierda Diario sobre la expectativa de una enorme votación al FIT resultado de la lucha de Pepsico no excedan el marco de los propios intereses del FIT.

La mediatización de la política

Se ha dicho también en esta campaña que la política nacional se ha “duranbarbizado” luego que Cristina sorprendiera a propios y extraños adoptando una estrategia comunicacional similar a la del Pro en su acto de campaña en la cancha de Arsenal en junio pasado. Pero el maquillaje marqutinero de la otrora oradora de las Cadenas Nacionales y los actos multitudinarios que la oían durante dos o tres horas no es una claudicación ante Durán Barba sino que implica un cambio de táctica dentro de una concepción que ella misma promoviera bajo el imperio de su régimen. En todo caso, la política argentina parece sumida hace décadas bajo las presiones de una visión althusseriana de la opinión pública. 

Efectivamente, la obsesión del Estado y los aparatos políticos por la adquisición de medios de comunicación proviene de la comprensión extendida desde fines de los años 60 acerca de una población cuyas opiniones políticas son manipuladas por las empresas que informan sobre la realidad, ofreciendo como no puede ser de otra manera, versiones recortadas de la verdad, construyendo “relatos sobre la realidad” que no siempre coinciden con la realidad misma.

Si bien este problema es cierto, y la población votante vive bajo la presión incesante de relatos intencionados y subjetivos, mejor o peor construidos, más o menos verídicos, y que seguramente deforman su popia opinión política con tan nefasta base, no es suficiente para eliminar de plano a la realidad.

En lo que queremos polemizar con el PTS (ya que seguramente ni Durán Barba ni CFK lean esta nota) es que la centralidad del cambio de clima del electorado bonaerense no radica en los relatos sobre Pepsico (o la corrupción K, o la ficcional lucha contra el narcotráfico) sino en la lucha obrera de Pepsico.

Pepsico no ha sido el único episodio del derrumbe industrial y laboral en estos meses. Y aunque la lucha de lxs trabajadorxs de AGR-Clarín haya ocupado el pico más alto de conflictividad hasta ahora (por el carácter de la empresa, el bloqueo mediático inaudito y la combatividad desplegada en la toma, incluyendo el cambio en la distribución del principal diario del país el día de mayor venta) tampoco son hechos aislados, más bien son punta del iceberg de cientos y miles de talleres y fábricas que bajaron la persiana. Cada uno de estos conflictos se va acumulando en la sensibilidad popular, primero de las familias y vecinxs directamente damnificadxs y luego entre quienes logran enterarse.

El caso de Pepsico probablemente haya provocado en esa sensibilidad un salto de cantidad en calidad, debido a la televisación en directo de una represión salvaje, desproporcionada y miserable. En un cuadro cada vez más recesivo, que ya no sólo golpea a la clase obrera ocupada y desocupada sino que está limando las condiciones materiales de vida de grandes capas de la “clase media” (sujeto a quien apelan Massa y Cristina cuando hablan contra el ajuste) la firmeza que el gobierno demostró a sus patrones burgueses apretó el gatillo de una bronca popular que simpatiza abiertamente con las organizaciones populares que enfrentan en la calle esas medidas.

El PTS le imprimió esta interpretación mediática a la movilización masiva por Pepsico desde el Obelisco hasta el Ministerio de Trabajo el martes 18 de julio. Los cordones de seguridad que encabezaban la columna eran dirigidos a los gritos por responsables que tenían en cuenta las necesidades de cobertura de lxs periodistas con arengas como “cordón no adelantarse para no separar a los medios de la cabecera”; en el armado del escenario del acto final el énfasis se puso en las luces para lograr una mejor imagen, mientras que las intervenciones de las compañeras y compañeros de la fábrica estaban dirigidas a lograr la simpatía del público con el sufrimiento de cada individuo antes que a desarrollar un diagnóstico político y un camino de lucha para enfrentar el cierre de la fábrica.

Ocupar toda fábrica que cierre o despida

Entonces, si el medio es determinado por los fines, es evidente por el énfasis que el PTS otorga al problema del relato sobre Pepsico y su difusión en medio del clima de campaña, que su objetivo es conquistar la mayor cantidad de voluntades expresadas en votos y, finalmente, traducibles en escaños parlamentarios. Es probable que tengan razón, y ponemos nuestras ilusiones y ansias en ello, siempre que es preferible un parlamento con representantes anticapitalistas que uno lleno de la lacra habitual. Sin embargo, Pepsico fue desalojada y la planta sigue cerrada, igual que AGR. La victoria en la opinión pública de tal o cual relato puede conseguir votos y escaños, pero no reabre fábricas.

Se objetará que la ocupación de fábricas tampoco estaría logrando su reapertura. Pero se trata de una observación parcial. En primer lugar porque existen centenares de casos desde el 2001 hasta hoy de conflictos que han mejorado las condiciones de lucha de sus trabajadorxs gracias a la ocupación. Son varias las cooperaivas que con diversa suerte sobreviven gracias a que en el momento justo se impidió el vaciamiento definitivo de la fuente de trabajo y en el peor escenario la ocupación del taller garantizó la indemnización de lxs despedidxs a partir del remate de máquinas y edificios. 

Pero lo más importante es que el método de la ocupación de fábricas todavía no ha sido medido con justicia, ya que no se trata de poner la lupa en los conflictos aislados sino en la potencialidad de una masiva toma de fábricas en respuesta a la recesión industrial y de la reforma laboral que se cierne sobre el cuello de la clase obrera. En 1966 la CGT liderada por el infame Vandor derrumbó la presidencia de Illía con la toma simultánea de once mil fábricas en todo el país, ocho años después de la heroica toma del Frigrorífico Lisandro de la Torre en Mataderos. Es lo que oculta la versión histórica de que a Illía lo tumbó una campaña mediática sobre su inutilidad tortuguesca.

Todavía no se ha dicho la última palabra sobre la importancia de la toma de fábricas como método de lucha y organización en eventos tan importantes como el Cordobazo de 1969 y el Viborazo de Sitrac Sitram años después o para la lucha de las Coordinadoras de 1975 y 1976, que dieron fin a una dictadura en el primer caso y lamentablemente dispararon la creación de otra en el 76.

No estaríamos escribiendo esto si no nos preocupara que la enorme cantidad de personas que nos identificamos con las banderas del Frente de Izquierda concluyera con el PTS en la urgencia de una política comunicacional correcta en detrimento del despliegue de fuerzas necesario para desplegar un plan de lucha que involucre la ocupación masiva de fábricas en todo el territorio. 

Creemos que Pepsico demuestra no tanto las oportunidades que la comunicación nos abren en la lucha de clases sino más bien lo contrario, que la realidad, debajo de los velos de publicistas y gurús del márketing, es la que sigue moviendo al mundo. Entonces, la foto de dirigentes sindicales traidores a su gremio y seguidores de orientaciones patronales como el kirchnerismo, que no se difundieron, como en el mismo 18 de julio cuando Roberto Baradel de Suteba marchó en el centro de la Comisión Interna de Pepsico, encabezando la movilización durante tres cuadras en Avenida de Mayo, muestran un peligro real para el éxito de las luchas obreras mucho más importante que los réditos que puedan otorgar captando el voto del kirchnerismo de izquierda acosado por las pesadillas de bolsos y coimas.

Los spots del FIT en lugar de llamar la atención a la población sobre la necesidad de una respuesta obrera de lucha por el poder social necesario para salir de la crisis industrial y evitar el ajuste de capitalistas corruptos u honestos, redunda en el sentido común aontra el gobierno, compitiendo con Tombolini en su mismo lenguaje.

Se trata, me parece, de apostar fuerte las energías a la organización y estructuración de un fuerte frente de fábricas en lucha, capaz de acaudillar un plan de lucha contra el ajuste y la reforma laboral y abandonar una perspectiva de captación mediática del electorado de centroizquierda a partir de la difusión efectista de estados de ánimo anticapitalistas de vaga definición política y de las alianzas oportunas con “caretones” del ámbito sindical o intelectual anti-macrista.  

La única verdad es, se sabe ya, la realidad, no el relato que se haga sobre ella.