Apuntes sobre el amor de transferencia y los
violadores “consensuales”
En los últimos años, a partir de la visibilización de las
problemáticas de género y de las expresiones microscópicas de la violencia
machista y patriarcal en nuestras relaciones cotidianas, muchas mujeres de la
clase obrera y la clase media con acceso a recursos materiales y culturales
suficientes (salarios cercanos a la canasta familiar, ingresos provenientes otras
fuentes no basadas en el trabajo explotado pero tampoco en la explotación de
trabajo ajeno, educación secundaria, terciaria y/o universitaria, conocimientos
o relaciones con abogados/as, asistentes sociales, activistas de la lucha de la
mujer, etc.) han tomado conciencia de que fueron o son víctimas de violencia
machista por parte de varones en quienes habían confiado afectivamente.
En la UBA se multiplican las denuncias contra profesores de
diferentes ideologías políticas y diferentes lugares en el entramado político y
económico de las academias. En la enseñanza secundaria el abuso de alumnas
adolescentes está tan extendido como ocultado. En los niveles primarios e
inicial de la educación suelen estallar públicamente, como repudio extendido y
justificado de las familias en defensa de sus crías injuriadas y vejadas y como
pasto de maléficas campañas en busca de rédito económico.
En el ámbito de la cultura popular, las denuncias contra
Aldana sintetizan un cuadro de revisión consciente por parte de las fanáticas
de bandas de rock de una idealización muy difundida sobre sus músicos
preferidos.
Menos visibles, en las organizaciones de la clase obrera
(reformistas, populistas o revolucionarias) se viene desplegando un silencioso
pero poderoso proceso de visibilización de prácticas comunes de idealización de
dirigentes de diferente rango que culminan en abuso y violencia machista en
diferentes niveles.
En su defensa, abusadores y violadores alegan que todo fue
consensuado. Si el planteo es inaceptable en el caso de niñas y niños (lo que
no quita que haya una defensa “teórica” de la pederastía) cada vez que una
adolescente o una joven denuncian a su pareja el cuestionamiento de la víctima
parece contar con mayor consenso social.
Entendemos que esto puede deberse a la incomprensión de una
forma de amor muy extendida y común, alentada por las industrias culturales que
difunden ideología (cine, tele, radios), el amor idealizado o de transferencia.
A pesar de ser considerado expresión de un mecanismo inconsciente, pr0vocado
por carencias afectivas en la infancia, es una de las formas de amor más
difundidas o toleradas en nuestra sociedad y es un campo propicio para un tipo
específico de violadores, aquéllos que se encubren bajo un “consenso” falso, se
aprovechan del amor de transferencia y del auto-flagelo de las víctimas.
Lo que sigue pretende ser simplemente un aporte para
desmitificar esta práctica y ayudar a su erradicación.
Siempre me enamoro de los mismos tarados
Hace poco el Licenciado Hernán Scorofitz publicó en su
página de Facebook uno de sus habituales comentarios que buscan esclarecer
problemas de la vida cotidiana apelando a una difusión popular (género mal
llamado vulgarización científica) de los basamentos de la teoría
psicoanalítica. En este caso le apuntaba a un tweet del ilustre neurólogo Dr.
Facundo Manes (Quilmes, 1969), académico de la Favaloro y
universidades yankees, intelectual orgánico de una avanzada reaccionaria
disfrazada de materialismo en el campo cultural macrista.
En el tweet se reduce a una reacción química en nuestro
lóbulo frontal, la sensación habitual que sentimos muchos/as individuos cuando
amamos, la de que se nos anula el costado racional de nuestra conciencia,
operando en automático solamente con el emotivo. Scorofitz subraya con mucho
sentido de la dialéctica –y de la polémica sutil- que Manes “olvida” también
los factores extra-químicos que operan en dicho proceso y recupera para
nosotres las opiniones de Freud sobre los procesos cognitivos y emocionales que
sostienen esta sensación de enamoramiento “bobo”.
En “Sobre la dinámica de la transferencia”, de 1912, Sigmund
Freud nos ofrece un resumido texto sobre la idealización o transferencia
amorosa:
“todo ser
humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que
recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio
de su vida amorosa, o sea, para las condiciones de amor que establecerá y las
pulsiones que satisfará, así como para las metas que habrá de fijarse. Esto da por
resultado, digamos así, un clisé (o también varios) que se repite –es
reimpreso- de manera regular en la trayectoria de la vida, en la medida en que
lo consientan las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos de
amor asequibles, aunque no se mantiene del todo inmutable frente a impresiones
recientes. Ahora bien, según lo que hemos averiguado por nuestras experiencias,
sólo un sector de esas mociones determinantes de la vida amorosa ha recorrido
el pleno desarrollo psíquico; ese sector está vuelto hacia la realidad
objetiva, disponible para la personalidad consciente, y constituye una pieza de
esta última. Otra parte de esas mociones libidinosas ha sido demorada en el
desarrollo, está apartada de la personalidad consciente así como de la realidad
objetiva, y sólo tuvo permitido desplegarse en la fantasía o bien ha
permanecido por entero en lo inconsciente, siendo entonces no consabida para la
consciencia de la personalidad. Y si la necesidad de amor de alguien no
está satisfecha de manera exhaustiva por la realidad, él se verá precisado a
volcarse con nuevas representaciones-expectativas libidinosas hacia cada nueva
persona que aparezca, y es muy probable que las dos porciones de su libido, la
susceptible de consciencia y la inconsciente, participen de tal acomodamiento.”
(tomado de un apunte publicado libremente en internet, el
subrayado es mío http://www.bibliopsi.org/docs/materias/obligatorias/CFP/psicoterapias/menendez/TEMA%208%20Psicoterapias%20Menendez/freud%20-%20sobre%20la%20dinamica%20de%20la%20transferencia.pdf )
Si no entendí mal explica el origen de esa sensación -tan
conocida y angustiante- cuando uno/una se enamora recurrentemente de personas que
le hacen daño o mantiene más allá del agotamiento relaciones afectivas
negativas. La idealización consistiría en transferirle al otro –u otra- características
y virtudes morales, éticas, intelectuales, físicas que la/el enamorada/o
considera buenas y que desearía tener. Desearía tenerlas dentro suyo, desearía
ser eso que ama en el otro u otra.
Por eso dice el Lic. Scorofitz que Freud considera el amor
como un proceso de “engaño” y “autoengaño”. La relación con la histeria estaría
dada, si yo no entiendo mal, por la etimología original de la palabra griega,
que designaba al proceso de “engaño” operado en la representación teatral por
actores y actrices que se disfrazan (originalmente era literal, ya que en el
teatro griego y en casi todas las representaciones colectivas rituales de las
antiguas sociedades pre estatales existen formas de teatralización basadas en
el uso de vestimentas y máscaras) de personas o conceptos que no son.
El amor es ciego
El engaño del amor no necesariamente es a propósito. Todo lo
contrario, por lo general es involuntario: lo hacemos sin tener plena conciencia
que lo estamos haciendo, hasta que ya estamos enganchados en una relación, nos
acercamos lo suficiente al otro, para contrastar nuestras fantasías con la
realidad y nos damos cuenta que “no era quien creíamos que era”.
Hay una línea sutil y contradictoria, que sólo se puede
determinar “caso por caso”, entre el “auto engaño” y la “estafa”. Por lo
general, cuando nos damos cuenta que elegimos a alguien equivocado reaccionamos
violentamente contra él o ella, protestando de la estafa como su hubiese sido
hecha a propósito para manipularnos en nuestra buena fe. También puede ser que
nos enojemos con nosotras/os mismos/as, castigándonos cada vez con mayor
crueldad a medida que vamos creciendo y el daño se torna más grave e
inexplicable.
Resulta que no tenemos en cuenta si fuimos nosotros/as
quienes tomamos un rasgo simbólico de una virtud del otro y construimos
rápidamente el personaje que queríamos. Del otro lado, hay que ser muy serios
para determinar si la persona de la que nos enamoramos se aprovechó a
consciencia de nuestro mecanismo inconsciente de idealización para disfrutar de
un falso amor o si también él o ella inconscientemente disfrutaron del enorme
placer de ser amado por buenas virtudes que en realidad no poseen del todo, que
sólo manifiestan como deseo o proyección de lo que les gustaría ser.
Una reflexión de G. W. Hegel, el filósofo idealista
dialéctico que acuñó un texto muy bueno sobre la dialéctica del amo y el
esclavo, donde destaca que en las relaciones de opresión, manipulación y
explotación las dos partes son co-dependientes entre sí, ya que como decía más
modestamente mi mamá, “para un roto siempre hay un descosido”.
En resumen, se juntan dos necesidades: la de quienes
deseamos encontrar una persona que nos “complete” en aquellas virtudes
personales que deseamos tener y no nos animamos a desarrollar en soledad y la
de quienes desean ser reconocidos y premiados con la ternura y el placer sexual
por las virtudes que creen personificar.
Así, la persona que ama transfiere –por lo general sin
saberlo- virtudes que tiene incompletas, no desarrolladas, o que desea ser, en
el otro amado; mientras que el amado disfruta –consciente o inconscientemente-
del afecto y placer sexual con el que son beneficiados por esa idealización.
Como vemos, todo depende del grado de madurez emocional y
racional que cada individuo tenga en una relación afectiva. Quiero decir, hasta
que no tenemos un trabajo serio y sistemático con nosotros/as mismos/as,
estamos condenados/as a amar a ciegas, a amar gobernados por mecanismos
sicológicos (que tienen una base química y fisiológica también, ojo, esto no es
menos importante) que no conocemos ni gobernamos.
Tu amor es puro chamuyo
La Iglesia Católica romana ha sido desenmascarada en las
últimas décadas a medida que sus
víctimas lograron encontrarse en los pasillos y rincones mediáticos,
reconocerse entre millones de casos como parte de una inocencia y devoción
supremas violadas. La fe religiosa es, si se piensa un poco, el caso más claro
de idealización y transferencia amorosa sin ninguna prueba material que existe.
Roto el encantamiento miles de adultos han comenzado una sistemática denuncia
imposible de banalizar o cuestionar.
Pero cuando una mujer “mayor de edad” sale de un proceso de
amor inconsciente y denuncia a su pareja -gracias a la proliferación de
trabajos de organizaciones feministas desnudando y desnaturalizando prácticas y
costumbres que siempre parecieron “naturales” o “normales”- por lo general es
atacada y cuestionada.
Entonces se da este debate terrible, por parte de
quienes temen que se propaguen falsas acusaciones que arruinen a víctimas
inocentes. El temor a la “caza de brujas” en referencia a los procesos
judiciales legales que durante varios siglos promovía la Iglesia Católica y
protestante en Occidente y que encubrían intereses materiales de desprestigio
social y expropiación de los bienes de las denunciadas y sus familias por parte
de los denunciantes.
El problema es mayor, obviamente, para las verdaderas
víctimas, que además de haber sido vejadas física y psicológicamente, sus vidas
emocionales y materiales seriamente dañadas, deben enfrentar una Justicia que
tiende a pararse del lado de los victimarios en defensa del poder masculino y
las relaciones de poder patriarcales, que son una de las bases más firmes donde
se asienta el poder de explotación de las clases dominantes desde hace cinco
mil años.
Nadie que no conozca íntimamente el calvario por el que debe
atravesar una mujer que ha sido violada por su pareja constituida, su padre o
familiar cercano, su profesor, su responsable político, su músico o artista
preferido, sabe o puede deducir abstractamente la segunda violación que sufre
ante cada instancia de denuncia y del proceso necesario para la lograr una
sanción efectiva que le permita culminar el proceso inverso, el de reconstruir
la auto-confianza necesaria para reconstruir la vida que le han dañado.
No se trata sólo de apelar a la conciencia moral de cada
quien y llamar a una reflexión automática sobre el lugar de la trinchera donde
uno o una debe pararse para analizar “cada caso”. Se trata de llamar a la
reflexión sobre situaciones concretas y hechos puntuales donde la
responsabilidad del victimario debe ser repudiada sin ningún tipo de
ambigüedad.
“No” significa “no”, maldito violador
El Lic. Scorofitz me ha sugerido la lectura de un texto de
Sigmund Freud muy esclarecedor “Puntualizaciones sobre el amor de
transferencia”, escrito en 1914 y publicado junto a otros textos en Nuevos conceptos sobre la técnica del
psicoanálisis III en 1915 (http://bibliopsi.org/docs/materias/obligatorias/CFP/etica/farina/Freud%20-%20Puntualizaciones%20sobre%20el%20amor%20de%20transferencia.pdf).
Freud toma consciencia el proceso de transferencia e
idealización que constató en sus propias experiencias de análisis y en la de
otros colegas. Entiende que el “enamoramiento” de una paciente (siempre se
refiere a pacientes femeninas y doctores masculinos, aunque confieso que
también nos ocurre a pacientes masculinos con doctoras femeninas) debe ser
considerado siempre como un producto del tratamiento terapéutico.
El enfoque de Freud me pareció muy acertado por tres razones
de equivalente valor. Primero porque tiene la honestidad y el coraje
intelectual de señalar y criticar los efectos no deseados que la práctica científica
de la que vive generan en sus pacientes; segundo porque, a pesar de compartir
un desprecio moral propio de una sociedad hipócrita como la de la aristocracia
y burguesía europea victoriana, no ejerce una búsqueda de la verdad del
problema basado en esa misma moralina; tercero y coherentemente con los dos
anteriores, porque nos ofrece una respuesta ética y moral basada en un criterio
científico, en defensa de los intereses de las pacientes y de los objetivos del
psicoanálisis como ciencia curativa.
En 1912 Freud consideraba que era normal, común, esperable,
que una persona acudiese a terapia buscando una solución al problema de la
repetición de búsquedas amorosas sobre la base de construcción de fantasías en
el objeto amado, reimprimiese, repitiese los mecanismos que la aquejaban en la
relación con su terapeuta. Una transferencia positiva, que el profesional podía
desnudar frente a su paciente para poner delante de su conciencia los
mecanismos ocultos de su construcción amorosa y de esa forma poder gobernarse.
Pero en 1914 Freud reflexiona sobre otra posibilidad, la de
una transferencia negativa. En este caso, la paciente utilizaría el falso
enamoramiento y la transferencia sobre su doctor para complicar
inconscientemente la relación terapéutica, habiendo llegado al punto donde el
sistemático escarvar sobre sus angustias inconscientes genere un dolor
insoportable y la necesidad, también lógica, de impedir que el proceso
continúe.
Sospecho que Freud estaba preocupado por las denuncias de
las familias de mujeres ante casos que terminaron con la consumación de
relaciones sexuales con sus analistas. Pero a pesar que repudia moralmente esa
consumación, Freud convoca a los terapeutas a rechazar el “regalo” afectivo y/o
sexual ofrecido por sus pacientes, no sólo porque daña la moral y la ética de
la profesión, mucho menos para satisfacer los intereses de familiares, que
muchas veces se agarran de la transferencia para intentar impedir que la cura
implique descubrir los mecanismos patológicos de funcionamiento de toda la
familia.
En ambos casos, Freud explica con sumo criterio que la
aceptación de esta relación afectiva complota contra el objetivo verdadero de
la relación: el tratamiento y cura de las neurosis de la paciente. Ella no fue
al consultorio buscando amor, sino un tratamiento para sanar o al menos el
mejor intento posible. Que se acepte como voluntaria y consciente esta relación
afectiva, incluso en el caso que ambos terminen haciendo pública y legal la
relación (por medio del casamiento), no deja de complotar contra el tratamiento
y la cura.
Después de un análisis técnico sobre las mejores estrategias
que puede desarrollar el médico ante la circunstancia de que se produzca un
enamoramiento por transferencia de su paciente, viendo las posibilidades y
dificultades que tiene para la prosecución de la cura la alternativa de
suspender la terapia o de sostener conscientemente ese enamoramiento pero
impidiendo que se concrete, cosa de permitir a la paciente “sacar afuera”,
“poner delante de sus ojos” lo que ella misma no comprende de su neurosis,
Freud no esquiva el bulto ni se hace el sordo, coloca la responsabilidad donde
corresponde:
“Para el obrar del médico es decisiva la primera
de esas tres propiedades del amor de transferencia que hemos mencionado. Él
tendió el señuelo a ese enamoramiento al introducir el tratamiento analítico
para curar la neurosis; es, para él, el resultado inevitable de una situación
médica, como lo sería el desnudamiento corporal de una enferma o la
comunicación de un secreto de importancia vital. Esto le impone la prohibición
firme de extraer de ahí una ventaja personal. La condescendencia de la paciente
no modifica nada, no hace sino volcar toda la responsabilidad sobre su propia
persona.”
Ningún sicólogo puede argumentar, después de 1915, que no
abusó de su situación de poder relativo frente a su paciente para aprovecharse
de la transferencia en terapia en beneficio de sus deseos emotivos o sexuales
personales. En la facultad debe estudiar sobre eso y aún si no lo hiciese, no
importa, el sólo hecho de que este texto exista sirve como argumento definitivo
en su contra, aunque se entienda su actuación como negligente sigue siendo mala
praxis.
¡Hey, teacher, deja de violar a tus alumnas!
¿Cabe alguna consideración empática para el padre que se aprovecha de su natural condición como representante de las ilusiones infantiles de amor incondicional y fraterno para satisfacer sus apetitos sexuales básicos con el cuerpo y la salud psicológica de sus hijas?
¿Alguien puede argumentar con seriedad a favor de los derechos de un adulto varón que se aprovecha de la necesidad de una niña o adolescente de figuras masculinas que le ofrezcan virtudes éticas, morales, afectivas o intelectuales contrapuestas a las de su padre, para satisfacer su propio deseo de afecto y placer sexual?
¿Queda alguna duda que un sacerdote no puede reclamar el derecho al amor sexual consensuado de uno de sus monaguillos cuando es él quien ha despertado y promovido un amor de transferencia guiado por la búsqueda consciente de un bálsamo de afecto al vacío existencial de todo niño o joven que busca en la religión una cura?
La máxima de Freud debería ser sacada de los anaqueles y el polvo de los apuntes en los terciarios y universidades para explicar a los futuros docentes que cuando un profe trabaja en la conciencia de sus alumnos y estudiantes para desbloquear los mecanismos represivos inducidos por la sociedad, desarrollando su confianza y autoestima en la consecución de metas físicas, prácticas e intelectuales propias y cada vez más complejas, también aprieta los botones de la transferencia y la idealización.
Los alumnos y alumnas, les estudiantes incluso en edades biológicas avanzadas, como bien señala Freud, llevamos al aula los mismos clisés que reimprimimos constantemente en nuestra vida común como estrategias de enamoramiento.
El docente que se aprovecha de esa transferencia es responsable de aprovecharse de un engaño para conseguir la tan deseada dádiva afectiva o sexual. La única diferencia que deberíamos establecer entre docentes que se aprovechan del amor de transferencia de sus alumnos -sean estos menores o mayores de edad-, es del grado de la infamia.
Porque los profesores secundarios, terciarios y/o universitarios que sostienen y alimentan relaciones afectivas y sexuales con sus estudiantes, de cualquier género, aún cuando sean mayores de 18 o 21, están incurriendo en la misma irresponsabilidad que señala Freud para los sicoanalistas: la moral, desde luego, porque aprovechan una situación de poder relativo (el control de la calificación, el dominio aparente de un saber deseado por el otro, etc.) y la técnica, porque con esa actitud frenan el verdadero objetivo de su trabajo, el de ayudar a que el o la estudiante desarrolle sus propias capacidades sin entender que sólo puede desarrollarlas en comunión íntima con el docente.
Los violines del rock
Cuando Gustavo Cordera defendió la pedofilia argumentando
que era de “caretas” desconocer la capacidad racional y autonomía de
pensamiento a mujeres de trece años, nunca señaló argumentos para defender su responsabilidad como adulto que es
capaz de discernir procesos de transferencia comunes de un amor basado en un
dominio racional de la libido.
Porque Cordera y cualquier músico que vende millones de
copias de su trabajo y que llena estadios sabe muy bien que trabaja sobre las
carencias emocionales que la sociedad burguesa reprime en la juventud. Sabe, o
debería saberlo, porque de eso se trata la responsabilidad, que esas masas de
jóvenes transfieren inconscientemente las virtudes que sus familias y el Estado
les quitan (amor incondicional y generoso, honestidad, libertad y fraternidad)
hacia los líderes de manifestaciones culturales que dicen defender esas
banderas en público, contra la sanción hipócrita del propio Estado, incluso.
Cordera y los que como Aldana usufructúan las carencias
emotivas e ideológicas de una juventud abusada y avasallada, se aprovechan en
beneficio propio de banderas libertarias en la política y la sexualidad que
fueron forjadas por artistas que comprometieron su cuerpo en una lucha con
organizaciones políticas y sindicales en los 60 y 70. Estas basuras bastardean
las banderas libertarias del rock. Los fundadores del rock n´roll combativo y
contestatario de los 60 y 70 no eran el chamuyo de los farsas pederastas que
vemos hoy.
Los pederastas del rock nacional viven de las rentas
sexuales que cobran como testaferros de una herencia libertaria hoy desgajada
de cualquier movimiento de lucha real de las masas. Del “flower power” que
cobraba un significado revolucionario en manos de una juventud que ponía flores
en la boca de fusiles; del poder de consigna política que tenía el “cinco a
uno” (Five to one en la canción combativa de los Doors) demostrando la fuerza
cuantitativa de la generación juvenil en los sesenta frente al raquitismo y
anquilosamiento de la generación que controlaba los resortes del poder; nos
hemos quedado con un sexo, drogas & rockanroll al servicio de las
necesidades de reconocimiento sexual de una banda de músicos descompuestos
moralmente, que sólo razonan con sus braguetas y bolsillos.
La justa bandera de libertad sexual que reivindicaron las juventudes revolucionadas en los años 60 y 70 fueron pisoteadas por quienes las privatizaron para uso exclusivo de los machitos del rock y de las organizaciones de izquierda de diferentes tradiciones.
Idealización y abuso en las orgas políticas y sindicales
En el ámbito político y sindical pasa otro tanto. El varón
responsable de un equipo de militantes (ni que hablar de los dirigentes de
mayores rangos) debería asumir plena conciencia que su actividad promueve y
despierta en las compañeras y compañeros novatos/as la lógica admiración por
alguien que encarna (al menos en teoría) los valores éticos y morales a los que
esta persona ha decidido consagrarles la vida que le roba el trabajo o la
crianza de sus hijos/as. No conozco ninguna organización política o sindical de
derecha o izquierda que plantee este problema de manera franca, abierta y
colectiva.
En el caso de las organizaciones que se plantean un programa
opuesto al régimen social de dominación y explotación imperante, lejos de ser
más sencillo, el problema toma mayor gravedad. Del mismo modo que entre los
grupos que siguen a las bandas musicales más contestatarias, se desarrollan
costumbres y formas de sociabilidad no regidas por la moral oficial de la
sociedad, que por lo mismo no tienen una legislación o jurisprudencia aceptadas
por sus miembros/as, lo que deja librada a una justicia consuetudinaria (basada
en las tradiciones y costumbres y no en los libros de derecho) de tipo individual,
donde personalidades neuróticas, manipuladores emocionales y violadores que
apelan al “consenso” de sus víctimas se hacen un picnic ya que son ellos mismos
los portadores de la última palabra ética o moral y por lo tanto quienes tienen
la facultad y el poder de juzgar.
No se trata de decirle a sus hijas “no vayas a un recital de
rock” o “no milites” “porque te van a abusar”, solución estúpida si se tiene en
cuenta que toda la justicia y el derecho oficiales están basadas en el
sostenimiento material y moral de los patriarcas manipuladores, acosadores,
violadores y femicidas, lejos de ser salvaguarda de sus hijas son los peores
encubridores de sus victimarios potenciales.
Se trata de intentar aprovechar el terremoto provocado por
el niunamenos en todas las instituciones de la vida social. Con mucha más razón
y necesidad entre las filas de aquellas organizaciones voluntarias que
pretenden erradicar al machismo y mucho más en aquéllas que buscan erradicarlo
por la vía de terminar con su base material, el Estado clasista y patriarcal.
Maquillaje feminista
No alcanza con declamar valores éticos y morales superiores
a los de la burguesía en los programas. Como bien señalaba Marx en su crítica
al Programa del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán en Gotha, se trata de
señalar las iniciativas concretas para derrocar las bases materiales que
soportan las actitudes que queremos desterrar.
Llama la atención que las organizaciones que luchan por los
derechos de las mujeres en nuestro país, agrupadas en torno al Encuentro
Nacional de Mujeres, no hayan todavía planteado una meta de “machismo cero”
entre las filas de las propias organizaciones. La promoción de cupos femeninos
en listas y cargos parlamentarios se ha demostrado igual de insuficiente que la
existencia de cupos femeninos en las direcciones de las organizaciones o de las
famosas “Secretarías de Mujer” en los sindicatos.
Dichas secretarías suelen contar con los mismos aportes
presupuestarios que el Consejo Nacional de Mujeres del Estado argentino,
incluso allí donde existen. Las políticas de protección de las afiliadas de las
actitudes de machismo dentro del sindicato o en los lugares de trabajo son
francamente irrisorias. En CTERA, para ofrecer un ejemplo del gremio al que
pertenezco, no se promueve una sola iniciativa para frenar el enorme abuso sexual
que existe en las escuelas y ministerios contra maestras, profes y preceptoras.
Todo lo contrario, campean las secretarias de mujer que ofrecen salidas
“decorosas” para situaciones “delicadas”, aconsejando a las denunciantes
cambiar de escuela antes que la denuncia y el sumario.
Faccionalismo y burocratismo encubren al
machismo
Se oye mucho hablar de “protocolos” pero lo que se necesitan
son iniciativas concretas y no declamaciones formales. La mayoría de las
denuncias por violencia machista son encapsuladas al interior de las organizaciones
políticas y sindicales de todo tipo para proteger a la organización de los
ataques desleales y facciosos de adversarios y enemigos.
Las campañas en las redes de parte de organizaciones de todo
color político que buscan desprestigiar a todo un colectivo por situaciones
individuales de sus miembros más o menos destacados, no contribuyen un ápice a
que esos organismos atacados deslealmente desarrollen mecanismos para erradicar
la violencia machista en sus filas. Todo lo contrario, generan una reacción
natural de bloqueo y auto-negación.
A las compañeras que han decidido construir partidos,
agrupamientos o sindicatos en función de tal o cual objetivo colectivo no les
parece grato o atractivo que se destruya esa organización. En la mayoría de los
casos que han tomado publicidad no se las escucha pedir la abolición del rock o
de las organizaciones que construyen o construyeron.
Del otro lado, cuando estas organizaciones son atacadas con
deslealtad egoísta por los intereses electorales mezquinos de las
organizaciones atacantes, sus integrantes tienden rápidamente a minimizar la
existencia de situaciones graves de violencia machista en su interior,
anatemizando a les críticos/as honestos y lo que es supinamente peor, a sus
propias compañeras denunciantes, con acusaciones de faccionalismo o de
“feminismo falopa”.
Promueven de esa forma un aislamiento social que opera
intensificando los desgarros de la violación original, frustrando la ilusión de
las víctimas que descuentan la solidaridad incondicional y automática de la
organización donde militan. Todavía más, bloquean la posibilidad de desarrollar
el debate y las iniciativas necesarias para erradicar de una vez para siempre
el machismo latente en mayor o menor medida en sus organizaciones.
Empieza por casa: tolerancia cero al
machismo
El Estado es el principal promotor, garante, juez y gendarme
que sostiene la violencia machista en nuestra sociedad. Por eso mismo todes
nosotres estamos formateados muy profundo en nuestro inconsciente en la
repetición de prácticas machistas. Pero una vez que las heridas del trauma han
puesto lo oculto en evidencia, ya es responsabilidad consciente de nuestra
parte hacer todo lo posible para corregir lo que esté en nuestras manos
corregir.
Los teóricos de la dictadura del proletariado defendían la
idea muy sugerente de que los partidos políticos de la clase obrera debían
funcionar como escuelas donde la propia clase se entrenase en las funciones de
todo tipo que debía asumir cuando, de concretarse exitosamente el deseo de la
toma del poder, le tocase gobernar y dirigir una sociedad.
¿Sería demasiado osado y audaz que los partidos obreros
socialistas se autoimpusieran puertas adentro lo que exigen del Estado?
Concretamente, organismos autónomos constituidos por mujeres
elegidas por sus propias compañeras que cuenten con los recursos materiales
necesarios (dentro de las posibilidades reales de cada organización) para
recibir denuncias de violencia de género en sus propias filas, desplegar
investigaciones que - orientadas por los intereses de las víctimas- discriminen
entre reales y falsas, y propongan al resto de la organización las sanciones
que correspondan y los recursos a su alcance para ayudar a las víctimas en su
proceso de recuperación física y psicológica.
Este es mi aporte. Ustedes lo juzgarán como deseen.
El grito de las esclavas de la tierra ha retumbado otra vez.
Quien quiera oírlo, que actúe, sin miedo, sin falsas
fantasías o temores, que elija de qué lado de la línea se va a poner, contra
los violadores o contra las víctimas.
Y que cada quien asuma las consecuencias de su decisión consciente. En esta batalla no hay lugar para inconscientes.
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