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jueves, 9 de febrero de 2017

Fionna: la princesa rebelde

Los límites de la revolución contra la heteronorma en las películas infantiles


Si la moralista y nostálgica Toy Story de Disney Pixar revolucionó el universo de las películas infantiles en 1995, coronando en la aceptación popular las ilusiones de un capitalismo inmortal, relanzado por las nuevas tecnologías y los nuevos genios ricos de Silicon Valley, durante el 2001 de las Torres Gemelas y las rebeliones de masas en América Latina, después de cinco años seguidos de quiebras bursátiles de las “economías emergentes” (incluídos los “tigres del sudeste asiático” productores de las nuevas tecnologías), Shrek, primera película animada digital exitosa de la flamante competidora de Disney Co., DreamWorks, reventó para siempre en las taquillas y las conciencias de millones de seres humanos la arcaica visión sagrada de la familia heteronormada y aristocrática de las producciones para chicos.

Basada en un libro infantil de 1990 de William Steig, su protagonista, su héroe, era el símbolo más antiguo del mal absoluto en el que coincidían todas las mitologías europeas antiguas y modernas: un ogro gigante y obeso, feísimo, verde como los reptiles y que para colmo disfrutaba plenamente de hostigar las civilizaciones humanas, comer insectos, beber ojos y bañarse en el fétido barro de la ciénaga donde vivía, en un verdadero y paupérrimo rancho.

El príncipe que reinaba en su mundo, Lord Farquard, lejos del príncipe azul adorado, mucho más cercano a la realidad histórica del feudalismo europeo, era un sádico y despótico tirano que disfrutaba de torturar a los más tiernos personajes de cuentos infantiles (el hombrecito de jengibre y Pinoccio) para conseguir casarse con la princesa más bella y desprotegida del mundo, usando el malvado método de la bruja Maléfica, el espejo mágico, y sin siquiera dignarse a cumplir las heroicas y valerosas tareas que exigían el renombre de su estirpe guerrera y masculina.

Un cobarde parecido al Mago de Oz que aparentaba un tamaño temeroso que no tenía y cuyo castillo satiriza al del parque de diversiones de Disneyland en Orlando como un lugar enorme y aburrido dedicado solamente a recaudar guita.

Los personajes de todas las historias tradicionales de chicos de los últimos cien años, perseguidos y torturados por el príncipe de Disneyland, expulsados de sus tierras, buscaron amparo en el monstruoso Ogro del Pantano quien accedió refunfuñando a enfrentarlo y terminar con el asunto para que lo dejen en paz.

El príncipe negocia que vaya a rescatar a la princesa Fionna, hermosa, virgen e indefensa, de la torre más alta de un castillo abandonado protegida por un terrible dragón. Shrek, en lugar de bravo y gallardo corcel blanco usa de ayudante a un insoportable burro charlatán, casi tan feo como él, libera a la princesa guiado por intereses materiales y nada románticos.

La princesa, que esperaba se cumpla la profecía, la rescatase un “príncipe encantador” y con su primer beso le regalase el “amor verdadero” y la felicidad eterna, sorprendida, acepta de mala gana acompañar al feo Ogro y su feo burro de vuelta al castillo de Disneyland.
En el camino se van conociendo, la princesa no es ninguna dama indefensa y reparte patadas y trompadas como el que más, no se amilana sino que comparte a gusto las desagradables costumbres del ogro, y como suele pasar en estos casos, a pesar de encontrarse con alguien totalmente diferente a lo que esperaban del amor, los dos incautos van y se enamoran perdidamente.

Ya sabemos, la genialidad está en la vuelta de tuerca inesperada, ella misma estaba maldita por un hechizo que la transformaba en fea ogra todas las noches, razón por la que sus propios padres la habían escondido en la torre, a la espera que el beso de un príncipe la transformase para siempre en una mujer, en la misma forma física de su salvador.
Al final de la peli, Shrek y Fionna, enamorados de sus personalidades más allá de sus diferencias físicas y de especie, violando todas las normas de las películas para chicos, se eligen y se casan. Para rematarla, el funesto dragón vencido por Shrek resultó ser una dragona que se enamora del feo burro hablador. Me hubiese gustado ver la cara del reverendo de Colorado cuando vio esa irritante y evidente defensa del amor interracial y zoofilia explícitas.

Por qué odiamos a Shrek Tercero

¿Qué es lo que hace tan revulsivo para la cultura occidental el planteo de Shrek? Creemos que a pesar de estar centrada en una figura masculina, y aunque ofrece una receta distinta sostiene la necesidad del amor heterosexual, lo más atractivo de la saga está en un doble cuestionamiento de la figura patriarcal y una reivindicación del rol femenino en la sociedad.

Un breve repaso de la evolución de la saga nos permitirá fundamentar esta particular mirada.

Cada detalle de la primer película es un manifiesto contra el sueño americano, el éxito económico y afectivo basado en el ascenso social, la mistificación de la realidad histórica medieval, el amor valeroso romántico y los cuentos de hadas de Disney y compañía. Como detalle significativo, la voz de Shrek es la inconfundible del comediante satírico canadiense Mike Myers, del Mundo según Wayne y la del burro la de un comediante afroamericano, Eddie Murphy.

En la secuela de 2004, lejos de recular, DreamWorks redobla la apuesta. Si alguien pudo criticar que al fin y al cabo, Shrek es un varón y la que declina cambiar a su forma ogresca es Fionna, en una especie de dote que simboliza su sumisión, el segundo capítulo revuelve la historia original, ella retorna a su forma humana y él decide dejar todo su mundo, transformarse en un bello príncipe con tal de seguir a su lado, confirmando que su amor es verdadero y no se arrodilla frente a ningún convencionalismo.

Para más revulsivos, la familia real de Muy Muy Lejano, está actuada por una actriz icónica del cine infantil de los años 60 y 70, la inmortal Julie Andrews de la anti-nazi La novicia rebelde y Mary Poppins, que personifica con su inconfundible voz a una reina que repudia el autoritarismo de su marido y apoya las decisiones de su hija aunque vayan en contra de todas las tradiciones medievales. Como nota de color se agrega el personaje clásico del Gato con Botas, devenido un ladrón y estafador que se aprovecha de su apariencia tierna y encima para engañar incautos y representa a otra minoría étnica de la sociedad yanqui, los latinos.

La principal villana es el Hada Madrina de Cenicienta, una empresaria despiadada que fabrica industrialmente pócimas mágicas y por medio de sobornos y corrupción busca meter a su hijo, el Príncipe Encantador, rubio y narcisista, vago y cobarde, que llegó tarde a rescatar a Fionna, a la cabeza del Estado, usurpando ilegalmente el trono que pertenece a la pareja de ogros. El reino de Muy Muy Lejano es una sátira de la vida frívola y deshumanizada de la capital mundial de la industria cinematográfica y la farándula imperialista, los barrios ricos de Beverly Hills y Hollywood en Los Ángeles.

El padre de Fionna, símbolo de la autoridad patriarcal y del Estado, es castigado sin piedad: fue autor ideológico de la prisión en la torre por vergüenza de la imagen pública mutante de su hija, arregla con la malvada Hada Empresaria un engaño para separar a su hija del amor que había elegido y meterle encubierto al fantoche del Príncipe Encantado. Derrotado por el amor de su hija y su esposa, se redime al final, recibiendo el disparo destinado a Shrek y Fionna, que lo obliga a revelar su verdadera forma, un pequeño y miserable sapo.

Épicas, satíricas, terriblemente divertidas y bien hechas, las dos primeras pelis de la saga estallaron las taquillas, demostrando en el único templo sagrado que la industria del cine venera con fe ciega, su bolsillo, que el ánimo de los espectadores repudiaba las viejas historias tradicionales y heteronormadas de Disney y la Iglesia.

La tercera de 2007 volvió a ser un éxito comercial pero solamente porque las masas ansiaban seguir consumiendo esa idea y ver hasta dónde podía llegar. Sin embargo decepcionó a los fans, mientras la crisis material de la sociedad burguesa seguía vomitando guerras y crisis económicas, en el mismo año de la quiebra de Lehmann Brothers, Shrek Tercero finalmente mostraba los límites de la crítica al interior del capitalismo.
DreamWorks rajó al viejo director y guionista y diseñó una burda reconciliación con el ideal del príncipe bueno, encarnado en un joven Rey Arturo acosado por el bullyn de sus compañeros de secundaria que no obstante, gracias a su infantil bondad, conquista el corazón de los siervos y es aclamado como nuevo Rey de Muy Muy Lejano. Un asco.

Para colmo, el Rey Arturo viene a reemplazar a Shrek, a quien correspondía ascender al trono después de la muerte del padre de Fionna. En una actitud contradictoria, Shrek no abdica porque repudia el poder del Estado y defiende su derecho a volver al fango, sino por cobardía. Una cobardía que se intensifica cuando recibe la noticia de que va a ser padre y actúa como cualquier macho al que le arrancan para siempre sus “libertades”.

Lo único rescatable de la peli es la actitud de Fionna, su madre y sus amigas entre las que está la dragona madre de los hijos del burro, y las princesas clásicas de Disney: Cenicienta, una de sus Hermanas Feas, la Bella Durmiente, Blancanieves y Rapunzel. Salvo la traición de Rapunzel (que retomaremos más adelante en este libro) el resto de las “chicas” forma un equipo de combate para liberarse por sus propios medios –sin esperar ningún macho salvador, ni siquiera al buen ogro- del secuestro de Príncipe Encantador, quien organiza a los villanos de los cuentos infantiles (Rupelstinsky, el Capitán Garfio, brujas y monstruos) para dar un golpe de Estado y asesinar a Shrek.

Quizás la escena más icónica de la saga se encuentre en esta triste película, cuando Blancanieves remeda la famosa escena de la peli de Disney de 1937, con la cara de boba y los animalitos del bosque ayudándola a vestirse, y se transforma con el grito gutural y aguardentoso de Jimmy Page en Inmigrant Song, del álbum Led Zeppelin III de 1970 y empieza a romper todo lo que tiene delante. Es la única vez que la peli no traiciona el sentido original de la saga y vuelve a relacionar lo más sarpado y revulsivo de su crítica a Disney revirtiendo el lugar nefasto y secundario que otorga a las mujeres en sus fantasías animadas.

DreamWorks, corrido por derecha porque criticaba demasiado las bases de las fantasías de la familia heterosexual, blanca y protestante, intentó reformar al ogro, que ahora debía ponerse los calzones del patriarca, convenciendo a un adolescente rebelde (su público) de que no era tan malo estar al frente del Estado, aceptar las leyes establecidas y, de paso, ser padre.

La última parte volvió a reventar las salas –aunque el golpe de la frustración ya no le dio los récords de las anteriores- pero mucho mejor, retomó el sentido original y volvió a meter un aporte positivo. Pero no logró revertir el profundo sinsabor que había dejado en las defraudadas mentes de sus fanáticos.

El retorno de la diosa guerrera (una vez más)

Lo que llama la atención es la fórmula que el nuevo director y guionista de Shrek 4, (Forever After de 2010, la última de la saga hasta hoy), usó para retomar el idilio de las dos primeras con sus fans: pisotear el derecho paterno de Shrek y colocar la figura de Fionna como una heroína por encima del mundo varonil.

Efectivamente, la cuarta arranca con la tercer reversión del cuento de hadas original. Resulta que los padres de Fionna habrían acudido al malvado duende Rupelstynky a comprar un mágico hechizo que la salvara de su condena a mutar de forma y a vivir en la torre. Pero Shrek frustró los planes del duende para quedarse con el trono de Muy Muy Lejano (los reyes habían accedido al sacrificio por la seguridad de su niña) y se ganó su odio eterno.

La película retoma el problema de la cobardía masculina frente a la angustia de la paternidad de la tercera parte pero lejos de darle una solución patriarcal, castiga duro sobre ella. Shrek, como cualquier varón humano en esta sociedad, sufre la pérdida en su libertad para relacionarse afectivamente con otras hembras y del tiempo libre para dedicarse a sus intereses personales. Vive como una condena la paternidad presente y dedicada a las necesidades de su pareja y su familia. Como en ese genial capítulo donde Homero y Marge hacen lo imposible por tener unas vacaciones sin sus hijos/as y se cagan de la risa ante la pareja jovencita que en el costado de una lujosa psicina de un hotel de ensueños los felicitan por la maravillosa felicidad familiar que idealizan en su pareja.

La peli grafica como el capítulo una realidad terrible que sufrimos las familias obreras en esta sociedad: el amor incondicional y feliz se transmuta en frustración y enojo porque el capitalismo nos obliga a esfuerzos imposibles para manejar el poco tiempo que tenemos fuera del laburo entre las obligaciones de la crianza doméstica y nuestras ambiciones y deseos. Los ritmos de explotación han aumentado tanto en los últimos cincuenta años que incluso si un varón obrero resigna su trono patriarcal para acompañar como debe el trabajo que la sociedad considera pivativo de la madre, ni siquiera entre los dos se puede lograr tener tiempo de ocio para desarrollar el disfrute de cada proyecto individual. La familia, lejos de ser un paraíso añorado y buscado con ilusión, se convierte en su contrario, una cárcel opresiva, y quienes no registran que el mago malvado que operó la transmutación es el sistema de explotación, descargan su furia ciega contra las personas amadas.

En la cuarta peli Shrek se transforma en un verdadero ogro, vertiendo su violencia machista sobre sus amigos, su amada y sus propios hijitos.

Entonces acude al mago ladrón como Fausto acudió al Diablo o santiagueños y santiagueñas acuden a la Salamanca, y pacta cambiar cualquier día de su vida por pasar un día de soltería, haciendo lo que más le gusta sin tener que pensar en la familia. El sueño inmaduro de cualquier varón, el viernes de salida con sus amigotes, el jueves de partido con los muchachos, el domingo para ir a la cancha o la fantasía más hedionda del permiso para garchar por fuera de la pareja sin pedir permiso y con la venia de la sociedad.

Pero como todes sabemos después de tanto años de cuantos infantiles (y porque vimos a Ug Huey decir a cámara en Kung Fu Panda que a veces los caminos que elegimos para evadir nuestro destino paradójicamente sólo nos acercan más rápido a él) la fantasía de la evasión es efímera y a los contratos con el diablo –y con los bancos e inmobiliarias- hay que mirarles la letra chica. Rupelstynsky lo estafa y a cambio de un día de libertad le exige el día de su nacimiento, para matarlo y evitar que frustre el pacto con los padres de Fionna y así convertirse en amo y señor de Muy Muy Lejano. Shrek se aviva tarde y cuando vuelve de su excursión por la vida de soltería descubre que no hay familia en el pantano, que Rupelstinsky es Rey y que con su cohorte de brujas malvadas asola el reino (igual que Lord Farquart en la primera) oprimiendo a las criaturas de los cuentos de hadas, explotándolas a su servicio.

El gran giro de la cuatro parece sacado de un estudio de márketing, ya que toma la idea aplaudida en el tercer bodrio de la saga, la de las princesas luchadoras y la Fionna de esta última versión acaudilla un ejército de ogros que mediante la guerra de guerrillas mantiene la resistencia armada contra el nuevo déspota.

La iconografía de Fionna toma los estereotipos de las diosas de la mitología del norte de Europa, ligadas a su dominio de las armas y las cabalgaduras, su fiereza indomable, pelo rojo al viento y uniforme de cuero sexy, recordando un poco la iconografía de la popular serie de televisión Xena, la princesa guerrera que transformó a sus protagonistas Lucy Lawless y Reneé O`Connor en dos símbolos del poder femenino. Otra vez van los intelectuales creativos de Hollywood a abrevar en la eterna fuente de la mitología indoeuropea para rescatar mujeres más poderosas que los varones y cuyo poder no se basa en su maternidad.

La inviolabilidad de la familia heterosexual

Mérito de DreamWorks, sin embargo, es que lo hace dos años antes de Valiente. Y también superando a Disney, Fionna encabeza una comunidad igualitaria contra el poder centralizado del Estado feudal, cosa que no se animaron a hacer Mérida ni Elsa.

Sin embargo, todo el poder femenino de Fionna logrando la subordinación de todos los ogros varones de su comunidad, la renuncia del propio Shrek a sus derechos de libertad patriarcales y la derrota del propio Rey mágico varón que detenta el poder estatal sólo sirvieron para volver a reconstruir la dañada imagen de la familia heteronormada.

Es el límite de todas las fantasías anti-patriarcales: la continuidad de la especie. Se admiten relaciones interraciales como la de Burro y su Dragona, se admite incluso una sociedad con igualdad de derechos para las travestis (la Hermanastra díscola de Cenicienta) los afroamericanos y los latinos, pero la felicidad eterna siempre es con una pareja de otro sexo y criando niñas y niños al servicio de la reproducción de la fuerza de trabajo.

Incluso si admitiésemos una forzada lectura hacia las familias homosexuales que podrían formar la Hermanastra y otres personajes de la saga, estas no están sugeridas con el mismo desparpajo y transparencia que son esenciales a la trama de Shrek. El cerebro de los creativos y los propios intereses de los dueños empresariales de DreamWorks por sostener el orden constituido les impiden la posibilidad de soñar con Fionna y Shrek manteniendo relaciones afectivas y sexuales libres, entre ellos por qué no pero también con otros seres de su mismo o diferente género, mientras siguen criando a sus feos y adorados ogritos.

Usted me dirá que pido algo que no existe en ningún lugar del mundo. Y probablemente tenga razón, pero estamos hablando de fantasías animadas no de manuales de política, que por la misma esencia de su género admiten la posibilidad de plantear escenarios deseables y utópicos como forma de permitirle a la humanidad evaluar posibilidades divergentes que sirvan para alcanzar los sueños de una humanidad libre de ataduras en cuanto a sus relaciones afectivas.

Si hay alguna saga de pelis a las que corresponde exigirle este planteo es a las que, como Shrek, nacieron precisamente de la crítica a las tradicionales películas infantiles heteronormadas. Pero claro, no cualquiera puede soñar cualquier cosa. Los deseos –sobre todo los disruptivos con el status quo- necesitan estar alimentados no sólo de la crítica a lo existente, sino también de una reflexión consciente sobre las bases materiales en que se asienta la crítica.


Debemos esperar que surja en las conciencias críticas de la sociedad de clases la semilla de fantasías nuevas y frescas, que nos permitan soñar con relaciones humanas totalmente diferentes y alimenten nuestras esperanzas de alcanzarlas por la bella vía de transformarlas en símbolo y bandera. Este libro tiene es intención oculta, la de alentar a las mentes curiosas y creativas en la reflexión de nuevos horizontes para la imaginación, que nos permitan superar los límites de intentos, nobleza obliga reconocerlo, tan avanzados como los de Tinker Bell, Valiente, Frozen y Shrek.

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