NORESTE
Patrimonio
relicto
Dale, arrancá. Eso, tranca, acordate, pasos largos, ritmo
firme. Estabilizar una respiración. Calentar los músculos, los tendones.
Desoxidar las articulaciones. Dale. Linda madrugada. Un poco fría. Bueno, sí,
terrible chiflete. Vos decidiste salir antes del desayuno, renovar energía,
pegarte una ducha y rajar al laburo. Ahora bancatelá.
Todo bien, para eso están los largos. Vamos bien. Respirá
hondo, así, sostenela, sostenela, largala con toda. Eso, bien. El cuerpo es
sabio, acordate. ¿Si es sabio porque no baja la buzarda? Hace tres años que
corrés como boludo y la balanza no se dio cuenta. Eh, pero qué desagradecido.
Acordate del médico de la guardia, ¿qué dijo? “combatir el sedentarismo es fundamental para que no se active la carga
genética de la hipertensión y la diabetes”.
Esa es la excusa, dale. No te mintás. Lo mismo que la hora.
Mirate, haciendo footing como los
chetos. Quién iba decir, vos, que los bardeabas. Ahí tenés. No te hagás el boludo,
salís a correr a las seis de la mañana para que no te vean los laburantes en el
bondi. Vergüenza de clase se llama eso.
Dale, dale. Concentración. El ritmo del paso, firme. La
respiración a compás. Vamos. Recién pasaste los puestos de los libros. ¿Estará
esa edición de Artaud que viste el otro día? ¿Por qué no la compraste? La guita
está contada. No te podés dar el lujo de los libros. Bajalo de algún lado.
Largá el fetiche del papel. Posta, concentración. Dejate de joder, la mañana
pinta linda, cuando salga el solcito y con el calor del trote se te va a ir el
frío. Dale. Optimismo de la voluntad.
Tratá de poner la mente en blanco. ¿Qué viste el otro día?
Lo de la meditación. Un punto. Fijar la mente en un punto. Armarte un punto en
blanco. Sin imágenes. Sin ideas. Construir ese punto. Sostenerlo. Eso es lo que
tenés que hacer. Eso, claro.
Mirá cómo avanza la torre esa. Con ese pozo va a ser enorme.
Después que termines acordate de cruzar la avenida y fijarte el cartel de obra.
Veinte pisos, treinta seguro le van a poner. Va a ser enorme. Otro barrio. Lo
van a llenar de torres. Como en Villurca, vas a ver. La especulación
inmobiliaria, el primer gran negocio de esta ciudad. Edificios lujosos vacíos,
acciones de bancos y financieras por las nubes. Y gente viviendo en las calles,
atorada en piecitas carísimas en las villas.
Dejá, largá, concentrate.
¿Qué había ahí? Carajo cómo funciona esto. Cuántas veces
pasaste por Díaz Velez en estos, ¿cuánto va? 2005, 12 de agosto de 2005… al
catorce… casi nueve años. Nueve años pasando por acá y no te acordás qué mierda
había en esa cuadra. Cuántos 105 nos tomamos para ir al laburo, visitar a la
vieja. Así funciona. Ves los mismos edificios viejos todos los días, te
encantan las formas, art noveaux, neo clacisita, un día lo tiran a la mierda,
ponen una torre y ni te acordás qué había.
Bueno, son edificios, no personas. Dale, ahí va, ¿cuánto
pasó? Cinco, cinco y fracción. ¿Recién cinco? Parecieron mil días. Un par de
minutos más y largás el trote. Dale. Acordate, pasos cortos, controlados, no
hagás locuras. No te querés volver a torcer el tobillo de gallina y no hagás
saltar el cuore. Dale. Va. Bien. Metete por la reja, antes del Pasteur, agarrás
el camino de las moreras y empalmamos detrás de la morgue. Ahí arrancás,
tranqui. Fijate el reloj.
La morgue de perritos, puta madre. Ahí llevamos a la Copo de
Nieve con Marquitos. Pobre perra. Qué buena era. Morirse así. ¿Existirá el
suicidio senil perruno?
Bueno, arrancá, dejá eso atrás, va. Eso, tranco corto,
contenido. Nadie te mira, sin vergüenza. Corrés así porque estás viejo, para
regular. Es de largo aliento. Importa el resultado final. Mantené los noventa
minutos sin parar. Después ves, si vas cómodo metés cambio de ritmo, uno, dos
minutos, no más. Como dijo Marquitos, el pérsonal trainer de pobres, ja.
Eso. Sentí cómo se va a flojando. Bien, bien. Ahora de
nuevo. Concentrate. Respiración, ritmo. Apoyá bien, no largués el pie suelto,
te vas a lastimar de nuevo. Sobre el empeine. Eso. Vos marcalo, el cuerpo
aprende, se acostumbra. Dale. Ahí va. Bien. Bien. Subís la cuestita de la pista
de skate, después es todo llano hasta el culo del observatorio y la cancha de
bochas de los jubilados. El tramo más lindo. Es como un túnel de árboles. Ta
bien, no es primavera ni verano, mejor, los plátanos no largan esa semilla de
mierda que te raspa los ojos. Paz interior. La canchita de tierra vacía,
muerta. El rocío de la noche hizo escarcha, barro y nadie la llena de gritos,
de carreras heroicas y atajadas imposibles.
Muerte. El Naval. Edificio horrible. El color ese, de
azulejo turquesa de viejo cuarto de baño. Cuántas compañeras habrán sido
forzadas a parir en la clandestinidad por los milicos de la armada en ese
antro. Soretes. Ni un cartel, ni un escrache. Ni en mil años van a llevar a
juicio ese hospital. Tenés que hacer la revolución para eso. Sí, sí, para eso
militamos. Bueno, ahora precisamente no. Ahora el señorito sale a descargar
tensiones. Se cuida. No volvás con eso, déjate de joder. Ya lo hablamos. Si no
te cuidás vos a quién podés ayudar. Con qué cuerpo organizás la lucha. Es una
forma dialéctica de compromiso colectivo.
Dale, a otro perro con ese hueso. Es lo más individual de tu
vida. Además cortá el chamuyo. Empezaste a correr cuando te suspendieron en el
Partido por primera vez, hace tres años. Ella te dijo bien clarito “Aprovechá el parque y salí a correr, porque
vos sin estar militando, acá vas a caminar por las paredes y nos vas a volver
locas a mí y a tu hija”. Y después, todo. Barranca abajo, despacito en la
rodada…
Dale, no empecés de nuevo. Monotemático de mierda. Neurótico
Obsesivo Compulsivo. Es la respiración, te estressa. Ahí tenés, veinticuatro
años fumando. Redonditos. Agradecé que todavía tenés pulmones. Le afanabas los
mentolados importados al sorete de tu viejo ¿te acordás? Para hacerte el
rebelde con los pibes del fondo. Faso a escondidas y Sumo, esa fue tu pubertad.
Al viejo se lo llevó esa mierda. Mucho “revolucionario consciente” y la mar en
coche pero vivís dependiendo de esa mierda. Aguantá el sofocón, el pulmón se va
a ir abriendo de a poco. Mantené el ritmo, no pasa nada, no flashiés. Sí, sí,
se te carga el gemelo de la lesión y los ligamentos. En un rato empieza a
cargarse el cuádriceps. Ya sabés como es, no seas…
Dale. No seas. Resistí. Mantenete que ya pasa. Acordate lo
que te dice tu pérsonal treiner: el cerebro recibe alarmas descuajeringadas,
falla en el motor derecho, falla en el bombeo, no sé, aumento de pulsaciones se
sienten en el oído interno. Es el steady
state trance, el punto de saturación. Pasás de un equilibrio a otro. De
dormir, cagar, comer, estar sentado todo el día en el aula, la sala de profes,
a correr. Es lógico. El cuerpo parece que se te va a desarmar, pero en algún
momento se vuelve a ensamblar, va a ritmo y se adapta a la nueva velocidad, los
nuevos mecanismos.
Tenés que aguantar. Dale que recién empezaste, no seas… Maricón, sí, decilo, decilo. Acá nadie
te escucha, no sos políticamente incorrecto. Un maricón. ¿Querés hablar de eso?
¿No querés hablar de tu divorcio, de lo forro que fuiste, querés hablar de eso?
No hablemos de nada, ahí se estabiliza. Bien. Es así, ahora
parece que va solito, que podemos estar trotando así toda la tarde. Hiciste
bien en salir por la norte y agarrar el círculo exterior. A esta hora el ruido
de los bondis no jode. El paseo de las Ceibas, Palos Borrachos, como se llamen.
Bravard, Warnes su ruta, el local. El cementerio antes. Y este bodoque acá
cagando la vista. Pero qué lindo es el edificio del Museo, loco. Qué pedazo
hermoso de arquitectura. Y las tipas. Mis tipas. Estás melancólico. Las tipas
son tu tierra, el norte. Falta para la primavera y que estallen de amarillo.
Deben llevar más de cien años acá. Parecen yararás que se van enredando en un baile
de fuga al infinito, a las estrellas.
Dobla acá, berretín de poeta, metamos círculo interno de
nuevo. Pasamos el rancho de los linyeras, el pasillito al lado de la verja y
salimos a la entrada del mástil. Agarrá el pastito que reduce el impacto del
suelo en las cervicales. Ahí va. Puro
poder. Fabricación artesanal de adrenalina, efedrina y dopamina. Ahí va, el
remedio para la depre. El sistema circulatorio bombea, se oxigena el cuerpo
oxidado, sos el factor dinámico de tu propia suerte. Ahora aguantar este ritmo
quince minutos más. Vuelta y media más. Dale.
Me parece que podés pedir prestado alguno de esos cosos
nuevos para oir música mientras corrés. Perdés la concentración y eso hace que
te aburras, que pensés pelotudeces, que te amargués. Eso complota con el
objetivo. Auriculares tranqui, una de esas pleylist que le dicen ahora y chau
pichu. Solución perfecta. Me parece, me parece. Tenés que preguntarle alguno de
los pibes de la juventud en el local, o alguno de los tuyos que tenga uno que
no usa. El local. ¿Pagaste la luz ya? Mirá que no podés colgar con eso.
Hablando del local, tenés que preparar el padrón para la charla del mes que
viene. Con esta devaluación que metió Kichiloff sus bases están del orto. La “sintonía
fina” se siente ajustazo en el sueldo de los compañeros. En el tuyo también, ya
lo sé. Con más razón, esa charla tiene que andar.
Organizar los talleres del costado de la vía. Son chiquitos
y de distintas ramas, pero se tienen que convencer de que lo mejor es
coordinarse, elegir delegados o delegadas, ponerse en contacto para la que se
viene. Es un trabajo lento, hay que seguir yendo. A los pibes les cuesta mover
el culo, se desaniman rápido, prefieren las elecciones en la facu, la fiestita,
la joda, pero acá está el camino, es por acá.
Eso no importa, no pensés en eso. Andá a lo central. Estás
cansado, ya sé, chocolate por la noticia. Del laburo al local, al sindicato, la
asamblea del otro sindicato, el llanto de tus siete cursos y las tutorías me
tiene hinchado las pelotas. Tenés que laburar, qué querés. Más ahora que tenés
que poner la cuota alimentaria. Ni se te ocurra aflojarle a los alimentos,
pedazo de sorete. Es tu responsabilidad. Además, la cagada fue tuya.
Uff, sí, las palpitaciones. A ver, a ver. Tragá. Tragá o
escupí pero sacate ese sabor metálico de la boca. Estás llenándote el buche de
saliva seca, moco, qué es eso. Por favor qué viejo estás, recién empezaste, ni
media hora y parecés un caballo bufando. Ni se te ocurra parar. Ni se te ocurra
parar. No, el bebedero tampoco, no estás deshidratándote, no dramaticés. Es el
nuevo punto de saturación. Bancá. Sí, ya sé que duele el muslo, ya sé que cada
vez pesa más. Todo porque saltó lo del divorcio. ¿Cómo no se iba a divorciar?
¿Qué pretendías? ¿Qué no se iba a fijar en el chat si dejabas el feisbuk
abierto? No me vengás con esa pelotudez de la violación de la intimidad. Vos lo
dejaste abierto. Andá a la sicóloga que te va a explicar lo que significa el
inconsciente, pelotudo. Vos querías que lo vea. Una parte tuya esperaba que lo
vea. Pero además déjate de joder, aunque no lo haya visto. Estás grande para
chatear con pibas más jóvenes. Tenías una compañera, tenés una hija, con qué
necesidad. Qué te va a faltar cariño, vos no tenés fondo. Ese es tu problema,
dejá de mendigar cariño, dejá de andar llorando por todo lo que te pasó que hay
millones de personas que sufren todos los días de verdad, m´hijito. Dejate de
joder, dale, que te conozco.
Un pajero sos, y hasta que lo reconozcas no vas a poder
avanzar. Sos un pajero, querés que las pibas te alaben, lo grosso que sos como
militante, lo que sabés de política y teoría, cómo das los cursos, cómo bardeás
a los kirchneristas por tuiter. Querés que te inflen el ego a ver si se te para
la pija. Pero después sos un cagón y tirás el cuento de que no eran tus
intenciones, que sos un tipo que ama a su familia y no traiciona y toda esa
mierda. Un histérico de mierda sos. Te gusta que te lo soben pero no querés
salir, poner la cara, asumir lo que venga con el amor. Y ahí está, lo dejaste a
la vista para que te descubra, para que ella resuelva lo que vos no te animás.
Y ahora llorás el drama del tango y el bolero, y te pasás las madrugadas
escabio llorando por ella (y ella quién
sabe que hará) y la familia que perdiste y si sos la misma mierda que tu
viejo al final y qué sentido tiene todo.
Dale. Dale. Ahí pasa. ¿Ves cómo es? Siempre lo mismo. Parece
que se desarma la estantería y pasa. Cambiá el aire, como dicen los
futbolistas. Y ahora todo en armonía, los pulmones y el cuore, las piernas
parecen nuevitas, empieza a despuntar el alba. Ahora podés correr maratones,
campeón. Y ya está, la vas a llorar mil veces, vas a hacer el duelo y
avanzaremos. Ella es una gran madre y una excelente militante. La nena va a
estar mejor sin ustedes tosquéandose cada vez que se cruzaban. El divorcio de
tus viejos fue una masacre porque tu viejo era un sádico y un neandertal. Vos
no sos ni lo uno ni lo otro. Bajá un cambio, vas a ver que todo va a salir
bien.
Pensá en otra cosa, dale. Lleguemos bien al quiebre de los cuarentaycinco
minutos, que después todo es más fácil. Tendrías que traer música, así no
pensás pelotudeces. Hacé una cosa. ¿Qué salió la última vez en el I Ching? La imagen, no la predicción. Te
estás fundiendo, pelotudo. Abandonaste el marxismo, mirá si vas a creer que una
recopilación de supersticiones morales de los burócratas del palacio imperial
de la dinastía Han o Ming te van a resolver los problemas. Eso dejáselo a la
gente que necesita agarrarse de cualquier cosa para sentirse bien. Son recursos
de una sociedad alienada. Vos tenés un método científico para analizar la realidad,
vos tenés un programa, una estrategia colectiva. Lo que tenés que hacer es
mantenerte ahí, no desmoralizarte.
La imagen. Eso de la meditación. Qué decía. Ahí va, el relámpago dentro de la montaña. Eso.
Fijemos la imagen. Limpiá el bocho. Como lo que leíste de la meditación. Sólo
el relámpago en la montaña. Armá la imagen. Montaña es firmeza, serenidad. Lo
duradero. Lo sólido. Te tira la ingle, la puta ernia inguinal. Las calzas estas
de mierda, ya están vencidas. Vas a tener que comprarte uno de esos
calzoncillos de viejos, los que ajustan tanto que te cortan el aire. Ya se va a
pasar. Aguantá que llegamos a la mitad del objetivo, después que terminás
elongás debajo de la asamblea de araucarias y vas a sentirte mejor.
Dale. El trueno. De afuera no, no viene de afuera, viene del
interior de la montaña. No es un trueno, es un relámpago. La consumación. La
energía eléctrica que rompe la saturación del aire caliente y el aire frío en
la tormenta. Pero dentro de la montaña. Es dialéctico, sí. Confucio era dialéctico,
como Heráclito. Sí, casi de la misma época. Nunca se conocieron. Supongo que
sabían que había algo llamado islas griegas en un extremo y China en el otro. O
Ceylán era. Las rutas comerciales. Los griegos navegantes, herederos de los
fenicios. La Ruta de la Seda, claro. Pero no sé. Habrá que averiguar. Tenés mil
cosas que hacer. ¿Quién puede saber? Sí, Ella, seguro. Seguro tiene un manual
de filosofía antigua y dialéctica. Pero te divorciaste hace menos de cinco
meses, te acordás. Dejá de meter excusas para volver a verla, hacete un favor y
hacele un favor a ella.
El relámpago adentro de la montaña. Como un terremoto
también. Sí, una convulsión. Energía acumulada en cientos de años, la placa
tectónica se superpone, avanza un milímetro al año. Se traban. Acumulan,
contienen energía. Un día se destraban y la energía contenida se libera.
Liberación de energía contenida. Carajo, sí, la punzada sube. Mierda de las
calzas estas que compraste en la feria del Parque. No duran una mierda. No,
ahora no vas a parar, ir a buscar las nuevas que estaban en la soga y volver.
No. Porque no volvés. Te aflojás, te comés algo, tomás agua, se relaja todo, te
enfrías. No. Terminá lo que empezás. Cumplí los objetivos que te ponés, los más
sencillos, carajo. No te digo que de repente entiendas por qué fuiste un tarado
los últimos doce años, por qué sos incapaz de sostener relaciones íntimas y
honestas, por qué siempre tenés que estar insatisfecho con la mina que estás
cogiendo, por qué te atraen las que no son cariñosas y las que están enamoradas
no te dicen nada.
Qué se yo, serán miles de años de terapia que no podés
pagar, no sé. No te pido eso, te pido más sencillo, que aguantés otros putos cuarentaycinco
minutos de mierda. Estás trotando, carajo. A tranco de bebé, mirá como trotan aquéllos,
así tendrías que correr vos. Y sí, como no militan ni laburan o tienen un mejor
laburo que vos se pagan mejores calzas, las zapatillas última tecnología con
aire encapsulado y la re concha de su madre.
Son sofocones, aguantá. El pulmón no te va a estallar, no.
Estás exagerando. No te vas a morir, no pensés pelotudeces, tratá de
concentrarte, abrí la boca, tragá más aire, te estalla, te estalla. Tomate el
pulso que te revienta la carótida. Tomate el pulso. Secate la transpiración de
los ojos que no ves nada, pelotudo, dale. No, no, no, el dedo ahí, debajo de la
mandíbula. Así, uno-dos-tres-cuatro, pará pará pará. Te perdés los latidos.
Ciento ochenta por minuto creo que es mucho, pará, pará, pará. Controlate,
contrólate, no va a pasar nada. Dale, dale, dale.
Okey, bajá un poco el ritmo, pero no pares, no te detengas.
Ahí va, mejor. ¿Viste? Es lo que te digo. El cuerpo sabe, agarra ritmo de
nuevo. Pasa a un nuevo estado de equilibrio. Y claro que no es lo mismo, claro
que estás más cansado, pero sentite, otra vez sos una moto amigo. Ya fue, ya
fue. Vamos que hoy llegamos a los 90 de corrido. No, ni empedo da para meter un
cambio de ritmo ahora. Dejá lo del relámpago en la montaña. ¿Cuál fue el otro,
el de la semana pasada?
El
árbol bajo el lago. Ahí tenés. Acá está lleno de árboles, siempre
flashás con estos árboles. Concentrémonos en uno. Las araucarias no, después.
Otro. Un día que estemos al reverendo pedo podríamos venir a tomar bocetos de
todos los árboles. ¿Te imaginás? Una especie de cuento detallando la biografía
particular de cada árbol del Parque. Como Cortázar con lo de los parques, como
era, La continuidad de los parques.
¿Ese era en París o acá? Bueno, algo así. A ver. La Ceiba inclinada de la
entrada oeste, ahí tenés. Sí, imagen genial. Toda recta, ancha, poderosa, con
las espinas gordas y filosas hasta que llega a la línea del sol y ahí tuerce el
tronco en una inclinación de cuarenta y cinco grados hacia el sur que parece
que está viva. Como el cuello de una jirafa. Buscando desesperadamente la
comida. Desesperadamente o con mucha paciencia. ¿Cuánto llevará en esa
contorsión, no? Qué lindas son las ceibas carajo. Empiezan a florecer en
fucsias y rosados casi al último, entre noviembre y diciembre y son las que más
aguantan la flor, hasta marzo y casi abril.
Y después eclosionan ese algodoncito que parece de caramelo
y de nube.
El lago es la quietud, la calma. La serenidad. Pero cuando
está arriba y no tiene contención debajo, el agua se escurre y se seca. Un lago
seco, ahí tenés una imagen de la muerte. ¿Por qué había un lago arriba y un
árbol abajo? ¿Qué mierda significaba eso?
No importa. Los pinos, mirá esos majestuosos pinos europeos
de este lado del mástil. Uy. ¿Te acordás? Ahí te dijo para ir a México con tu
cuñado y su novia. Qué chiquitito que eras. Cuánto. Diecinueve, sí, diecinueve.
Habías metido el CBC sin pánico, laburaste vendiendo enciclopedias a crédito en
los hospitales. Claro, todavía estabas vendiendo, por eso se citaron en el
Parque. Tocaba el Durand. Ahí va. Qué chiquitos eran. Tu primer gran amor.
Siete años duraron. Matándose siempre. Qué enroscado estabas. Seguís estando.
No desculás el tema. Cuando terminó esa relación empezaste terapia. Doce años
ya. Claro, sí, empezaste terapia para poder terminar y superar esa relación.
Era como vivir en un laberinto enmadejado de amor y odio y confusión.
No repases todas tus parejas te pido por favor. Vamos que
venís bien. Dale. Los muslos están calientes, si hay contracturas nos vamos a
dar cuenta mañana. Ahora no son problema. Te tienen que preocupar más las
rodillas y los tobillos, que sienten el desgaste del golpeteo. Pero ya estás
jugado, seguís metiendo vueltas y vas a llegar. Mirá qué lindas las nubes.
Rojo, anaranjado, el celeste que empieza siendo turquesa y el sol que va
ganando terreno. Cúmulus nimbus. Cunnilingus. Ahora la piel lo va a sentir.
¿En esa misma esquina del Parque no se juntaban con las
asambleas populares en el 2002? No, esa esquina no. Más allá. Detrás de donde
ahora está el canil. Donde se hacen los recitales los metaleros. Ahí estaba el
sonido, pero después copaban todo este cuadrante del Parque. Asamblea
Interasambleas de Parque Centenario se llamaba, o algo así. Veinticuatro años
en flor tenías. Venías como delegado de la Asamblea Popular de Parque
Rivadavia. Más de trescientos vecinos en su mejor momento. Armaron una Comisión
de Desocupados, los delegados de ahí eran un bancario jubilado y otro morocho
morrudo. Ni te acordás los nombres. Pero las caras no se te van a borrar nunca.
Después los viste en el MTR, el de Bitto o el otro. Uno te lo cruzaste hace
poco en la bici, creo que está con el Teresa Vive ahora. También armaron un
proyecto de huerta comunitaria en los terrenos de la Giordano Bruno. Claro que
te acordás. En la vieja playa de maniobras detrás de la Estación Caballito, enfrente
de la casa de sepelios. Había un compañero de Ciencias de la Educación que puso
su casa como un Centro Cultural e hicimos la movida.
La terminaron enrejando y “poniendo en valor” para rajar la
huerta. Y el centro cultural ya no está, ahora construyen un edificio con
departamentos de uno y dos ambientes. Hay una facultad privada por ahí, no sé.
Doce años carajo.
Tu mejor momento. Tu revolución. El Argentinazo, carajo.
Pensar que toda esa gente en qué andará ahora. Del gobierno de las asambleas populares
a Macri Jefe de Gobierno. La puta madre.
Son los ritmos de la lucha de clases, claro. Avances y
retrocesos. Los menos conscientes se bajan cuando la ruta pega un recodo pero
los verdaderos revolucionarios sabemos que la ruta sigue. Eso tenés que pensar.
Mirá Cristina. Hace tres años sacó el 54 por ciento y creía que era más
inmortal que Perón y Rosas y ahora tienen la CGT sublevada, las tarifas se
comen los sueldos y andan reprimiendo en las fábricas y los piquetes mostrando
la hilacha como con el impuesto a las ganancias. O tu viejo, que se pasó
cincuenta años cagando amigos y compañeros de laburo, a su esposa y sus cuatro
hijos pensando que con la montaña de guita que amasó iba a ser eterno. Ahí
tenés, vos mismo lo viste espichar. Cuatro personas en el velorio. Cuatro. La
mitad llevábamos entre un año y catorce sin hablarle, la otra mitad la
concubina y un tipo que ya le estaba arrastrando el ala. Por la puta herencia.
“Patrimonio relicto”, así leíste en el expediente del Juicio de Sucesión, “el
Patrimonio Relicto” del fallecido, los bienes legados. Lo único que queda de
esta vida para este sistema social.
¿Qué te dejo ese tipo que llamaste papá? Un juego de platos
y ollas que se van rompiendo de formas misteriosas con los años, un lugar donde
vivir sin pagar el alquiler, y la huella ciega de un abuso que todavía no hay
terapeuta del mundo que te lo descule. La eterna letanía de preguntarte y
preguntar qué pasó y cómo y a quién y por qué estas ganas recurrentes de
terminar de una vez con todo y dejarse morir. Unos genes de ira, hipertensión y
diabetes de los que tenés que correr para que no te alcancen y te lleven antes
de tiempo, antes de qué, una clara sensación confusa como un relámpago que se
cocina adentro tuyo queriendo liberarte para siempre de tu cuerpo, sacarte otro
cuerpo encarcelado de adentro, romperte para salir al otro lado de vos.
Todo lo sólido… Dale. Seguí. Aguantá que llegás. Ritmo,
respiración. Ritmo, respiración. Abrí el pulmón. Abrilo. No pensés en el
cansancio, pensá en otra cosa. El sol, el amanecer, sentí los pájaros. Dale. Es
un poquito más. Escupí si te da mal sabor. Abrí la boca para tragar más aire.
No pasa nada, dale. No seas… Y dale con lo mismo. Maricón, sí, te sale así.
Fuiste casi veinte años a colegios de curas, ¿creíste que ibas a cambiar tu
puteada por una menos homofóbica porque sos revolucionario y te comiste una
pija?
No mi amor, algunas cosas quedan, persisten, como las
costumbres. ¿Qué cara tendría tu hermano si te hubiera visto en ese momento no?
Tanto consejo sobre cómo levantar minitas, tanto entrenamiento para putear en
la cancha. Porque si primero fue curiosidad y después te empujaste cuando te
agarró el pánico a llamarlo y citarlo en tu casa solos diciéndote que era una
necesidad para ver si toda la represión de antes te había dejado una fijación
fetichista y toda esa enorme montaña de sarasa, cuando la tuviste a tiro de
beso, de caricia, no hubo razones, qué hermosura de pija por favor mi dios del
cielo. Un sueño, gigante, gruesa, para tardarte la noche entera subiéndola y
bajándola con el hueco de las manos, con el otro hueco, jugosa, firme,
deliciosa. Confesate. Decí que no podías creer lo natural que te salía el pete,
el pete no, la felatio, compenetrado, absorto, feliz como cuando hacés estallar
el dulce de leche calentito comprimiendo la cápsula del chocolate toffler entre
el paladar duro y la lengua.
Sí, sí, ponele que es la adrenalina y la testosterona que te
ponen así. Ahí tenés una imagen que meditar, amigo. Hay un valle, un cañón, una
extensa cañada como el Valle de la Luna entre que admirabas con la baba en la
boca los cuerpos de tus compañeros del secundario de varones hasta que tuviste
el enorme placer de coger con alguien parecido. Dale. Sacá la cuenta. Desde la
primera vez que te hiciste una paja en el baño de la casa de tus viejos
pensando en el rubio todo armadito que jugaba de nueve, cuánto, tercer año,
¿92? ¿93? Veinte años deseando y reprimiendoté. Ahí tenés algo que meditar.
Eso es una erección, seguro. Mejor. Te hace bien. Quiere
decir que el cuerpo se siente joven, fuerte, dale que hacemos los quince
minutos que faltan y después a elongar. Sí, y después un duchazo y a bajar esa
erección. Dale. Que falta poco. Viste que superamos todo. Sentite los músculos,
sentíte la potencia. Toro, torazo. Qué importa si sos gay o bisexual. Importa
que tenés treinta y seis pero no te estás muriendo, estás empezando a vivir. Y
lo que falta ya vendrá.
Olvidate de esa puntada de mierda. Está más larga, sí. Se
sostiene más, también. Sí, ya no afloja. No importa, queda nada, ya metiste dos
tercios del objetivo, aflojar ahora es una pelotudez. Si llegaste hasta acá,
llegás al final. Dale. Cuántas vueltas vamos. Entre círculo interior y círculo
exterior. ¿Trece? ¿Doce? Tenés que ver de sacarte el síndrome de pobre de la
cabeza, comprarte uno de eso cosos que vienen para llevar el celu en los
brazos, meterle la pleylist esa y una aplicación que te lleve cronómetro,
pulsaciones y kilómetros recorridos. Como hacen esos. Dejate de joder con tu
vergüenza de clase, si estás acá hacelo bien. Además la tarjeta ya la tenés reventada
como la SUBE, otra compra más en quichicientas cuotas no se van a sentir. Seguí
razonando así y vas a ver cómo te quedás sin sueldo el primer día del mes.
Abrite una oficina en el cajero y pasale cada peso a tus acreedores, si total...
Las vueltas que diste ese día. Sí, no sé si mejor acordarte
de eso ahora. Sí, fue uno de tus días más neuróticos. Te pasabas las horas
buscando laburo como un desesperado para no tener que mangarle al sorete de tu
viejo, agarraste las primeras cuatro horitas de mierda dando Formación Ética
para la fábrica de garcas de la UAI de Almagro y el resto del tiempo caminabas
las paredes con la misma angustia de tu primer separación y de esta. Claro que
no era lo mismo, aunque no sé si tan diferente. Ahora volviste a militar pero
hasta hace un año estabas suspendido y sabés muy bien que hay toda una parte de
la dirección de capital que no confía ni un poquito en vos; no llegaste a ser
padre la segunda vez pero acordate que se mudaron a este departamentito con
ella, ella lo eligió y la cagaste re mal, en un quilombo de coger con la otra
compañera, que estaba peliada con ese que era tu mejor amigo hasta que se supo
que era una rata miserable como vos, como toda esa organización descompuesta de
conspiradores conspiranoides de mierda. Vagabas las dos cuadras de Díaz Vélez
entre la de tu casa y esa, Eleodoro Lobos, arriba y abajo, abajo y arriba, a
ver si te la cruzabas “de casualidad” y le cantabas todo tu perdón (fue a consciencia pura, que perdí tu amor..),
tus disculpas, todo lo que te habías dado cuenta que en el fondo la amabas y lo
mal que hiciste.
Te das cuenta que hay un patrón acá. Andá, no afojés. Ya lo
pasamos varias veces. El desguace, te acordás. Eso, eso, vos sostené la
respiración que el pulmón no se va a cerrar, nadie se murió de asfixia trotando
pasitos de bebé. Las piernas agarrotadas van a seguir. Es un rato nomás. La
puntada la soportás, como los tatuajes. Ya se termina no jodás. Sí, ya sé que
te arrepentís de verdad por las tres, ya sé que no sos un pedazo de mierda.
Tenés la cabeza llena de nubes negras. Eso, relámpago dentro de la montaña.
Tenés que concentrarte en lo que importa. La lucha, los intereses de la clase,
el Partido, la lucha colectiva. Tenés un montón de laburo por delante hasta que
tomemos el poder en todo el planeta. Si te metés en serio en eso no vas a tener
tiempo de preocuparte.
Acordate de Semana Santa del 2007. Sí, acá también. En este
mismo Parque que ya es tan parte de tu vida como la jirafa de la Ceiba. Cuatro
días cortando la ruta para frenar las oleadas de turismo que ganaban los valles
húmedos del Neuquén. Ni un auto pasaba ni a Junín ni a San Martín de los Andes,
ni a Aluminé ni La Angostura. La huelga docente más fuerte en la historia de
ATEN desde el 88, hasta que el sorete de Sosbich dio la orden y el cobarde de
Poblete apuntó la escopeta de gases contra la luneta del auto donde iba él.
No dejes de correr que ya terminamos. Quién sos vos para
darte el lujo de aflojar, desagradecido. Acordate que diste mil vueltas
caminando, llorando, lamiéndote todas las heridas de tus fracasos anteriores,
los juicios sumarios, las expulsiones, las traiciones que hiciste y que te
hicieron, hasta que debajo de esas mismas araucarias hiciste un pacto con tus
mártires, te decidiste a dejarte de joder y encauzar tu vida fuera como fuera
para ocupar en la ruta, el aula, la asamblea y la pueblada, un pedacito de la
sombra que dejaba Carlos Fuentealba.
Listo. Ya está. No te parés de golpe aunque sientas que te
derrumbás. Seguí caminando como al principio, retomá la respiración. No pasés
de una, así nomás, al estado basal porque te puede dar un desmayo. El cuerpo es
sabio, no lo cagués con tu debilidad. Dale. Dale. Aflojate. Lo lograste. Lo
lograste. Esto es tuyo, de nadie más. Encará para la asamblea de araucarias y
vamos a elongar. De paso nos vamos relajando. Ya está. Se acabó el sufrimiento.
Larga el aire por la boca. Inspira de a poco, sentí como se
nos va llenando el pulmón, como una bolsita de nylon, de a poco. Tomá
conciencia de tu respiración. Es un acto de absoluta magia química y alquímica
que hacés todos los días sin prestarle atención. Algo tan fundamental. Ahora
cruzá las piernas en posición de loto. Largá la cabeza. Como el badajo de una
campana. Pesado, de piedra o roble, muy pesado. Movelo de a poco. Dejala que
vaya de un hombro hacia el otro. Así muy bien. Mantené la respiración. Cuando
se estira inspirás y sostenés el oxígeno dentro tuyo, cuando relajás la tensión
acompañás expirando. Eso. Así. Así con cada músculo, tendón y articulación,
hasta que sintás que la tensión de los noventa minutos se va desgranando de tu
cuerpo sobre el pasto mojado y la tierra, que los van a contener, renovando la
energía de tu cuerpo, permitiendo que encuentres una forma de soledad y
conexión entre tu viejo cansancio y todas esas células que se han renovado y
fortalecido hoy.
Así. Apoya las palmas atrás, dejá que este hermoso sol de
mañana te llene de energía a medida que se va colando entre medio de esos dedos
verdes enormes y semicirculares, estas diez ancianas que te abrazan en su ronda,
te reciben en su tribu, te bendicen con la claridad de su antigua sabiduría…
Qué boludo. Te rescatás recién ahora. Después de cuatro años
haciendo el circuito en contra de las agujas del reloj. Cambiar los patrones.
Romper las rutinas. Cambiar para permanecer. Hoy vas a levantarte y tu primer
paso va a ser hacia el noreste. Vamos a dar toda la vuelta al lago hasta la
salida Oeste y nos vamos a casa. Y a partir de mañana vamos a trotar los 90
minutos de acuerdo al ciclo natural del universo, de oeste a este, en sentido
horario, para empalmar con el fluir de
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