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domingo, 8 de marzo de 2015

Gerardo Sofovich, el cafiolo de la cultura popular argentina

Cualquiera puede criticar a Sofóvich porque fue un reaccionario consciente, antimarxista confeso, funcionario de Menem encargado de la privatización del Zoo y del desguace de ATC y recordar su carrera y sus éxitos visitando Wikipedia. De lo que se trata es de caracterizar el verdadero “aporte” de este personaje a la cultura argentina.
Murió el proxeneta máximo de la cultura popular argentina de los últimos 40 años. Gerardo Sofóvich se dedicó a explotar comercialmente los conceptos fundamentales de la cultura machista, sexista, misógina y homofóbica en los rincones más elementales de la conciencia popular de forma tan genial que fue un verdadero maestro. Triunfó de tal forma en su “arte” que cientos de productores teatrales, televisivos y del cine vivieron desarrollando sus “ideas” al punto que durante los años 70, 80 y 90 forjaron una verdadera cultura popular alrededor de estas ideas.
¿Cuáles fueron esas ideas? El porteño piola, con guita para mantener una esposa legal y al mismo tiempo salir de “pirata” en relaciones clandestinas al matrimonio, con mujeres de cuerpos exuberantes y supuestamente “especialistas” en las artes sexuales al servicio del placer masculino. Una concepción realista de los sueños y aspiraciones de una amplia franja de la pequeño burguesía porteña que se vendía como paraíso soñado para los laburantes ya fuesen varones o mujeres.
Estos conceptos, y muchos más por el estilo que se podrían relacionar, se vendían en puestas de escena que podían imaginar las situaciones concretas. El teatro de revista y las comedias televisivas o cinematográficas de Sofóvich (y sus salieris) funcionan como ese departamento de muestra que tienen algunos grandes edificios en construcción, para que uno vaya a ver una forma anticipada de la casa que va a comprar en cuotas. 
Y como esos departamentos de muestra, las obras de Sofóvich y compañía están hechas de materiales perecederos, tanto en lo actoral como en lo conceptual, no están pensadas para perdurar, para dejar una marca. Nadie en su sano juicio pensará en reeditar “Las muñecas hacen pum!” de 1973, todo lo contrario, se trata de una cultura y un género que se regurgita a sí mismo todo el tiempo, plagiándose y reeditándose como refrito.
Así, la obra de Sofóvich sirvió para vender aspiraciones de cafiolos a los varones argentinos, o sea, la búsqueda de comprar “minas”, “trolas” o “gatos” y para las mujeres de poder ser compradas o administradas en alguna forma de prostitución encubierta, moldeando sus cuerpos y conciencias para el gusto del cafiolo y el público que “hace regalos”.
Y si sos tan pobre que te falta guita para comprarte el paraíso del cafishio, muy simple, también Don Gerardo fue uno de los principales promotores de la cultura del juego, de la apuesta, de la ilusión de “hacerse rico” en un santiamén, cortando la manzana o jugando a los bolos.
No es ninguna “coincidencia” accidental que haya sido premiado como personalidad en el ámbito de la cultura por el mismo gobierno porteño que premió a Marcelo Tinelli, quien es quizás el mejor discípulo de Sofóvich en la venta de mujeres como culos&tetas y humoristas “cancheros” en nuestro país. Por lo tanto su muerte -aunque significa un poco de alivio para la cultura popular y sobre todo para las generaciones futuras,  ya que habrá un tipo de gran capacidad intelectual menos trabajando para promover toda esta bazofia-, no es motivo de celebración total, ya que quedan muchos más lucrando con su herencia y continuando su camino. Pero sigue siendo un buen regalo para las millones de mujeres explotadas sexualmente en este país que un 8 de marzo haya “uno menos”.

Como con los genocidas de la dictadura, no será esperando a que la biología haga su trabajo de zapa que nos libraremos de estos perfectos constructores de conciencia y cultura popular nefasta, sino trabajando y organizando a las masas explotadas para que en el desarrollo de su conciencia política, del poder de su organización podamos sentar bases sólidas para otro tipo de arte popular que reivindique como paraíso soñado relaciones sociales y familiares mucho más fraternales.