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viernes, 24 de junio de 2022

El misgendreo de hoy


No es que me queje, sólo señalo que me agarraron recién despertada. Ya entendí que todos los días de mi vida algún ser humanoide se va a sentir con libertad para asignarme el género que quiera.

Qué forres son las personas trans -quizás pienses- con esto de la identidad están hipersensibles... Y me dirán que es invierno y la ropa no permite deducir...

Ese es el tema, vos no tenés que deducir una chota, simplemente no asumas la identidad del otre. Imaginate un segundo que te traten a vos todos los días con un género opuesto al tuyo.

Ejemplo tempranero, toma uno. Colectivo 99 de Parque Centenario hasta Plaza Irlanda, ya en las últimas mañanas que acompaño a Leyla a su primaria. Pronto cumple doce y lo va a querer hacer ella solita.

Pagamos, nos sentamos del medio para adelante, y sigo hablándole sobre una secuencia de maltrato naturalizada que me estaba contando en la parada, las "seños" y su obsecación con las llegadas tarde.

Como al hablar se me baja un poco -juro que un poco nada más - el tapabocas, el chofer me llama al orden, muy secante y gritando 

"SEÑOR colóquese el barbijo correctamente".

Lo violento de ese SEÑOR me golpea la garganta, un segundo quedo muda, sin reacción. La vez que me pasó lo mismo con el seguridad del Farmacity de Díaz Vélez e Hidalgo tuve un brote de bronca, lo amenacé y saqué a pelear, todo mal. Leyla también estaba presente y se fumó un momento re feo.

Supongo que queriéndole evitar a ella una nueva escena me limité a preguntar con tranquilidad "¿Perdón, cómo dijo?" y el tipo repitió: "Le pido que se coloque correctamente el barbijo, es la ley". Dejemos a un lado que por lo general soy yo la que se pelea con los tinchos en el bondi para que se pongan el barbijo, como el chófer no repitió el misgendreo, me lo ajusté sobre la nariz y le dije "¿Así está bien?" para cerrar el tema.

"Así está bien, SEÑOR" dijo el muy sorete y sin dejarlo tomar aire le grité "ME VOLVÉS A DECIR SEÑOR Y TE METO UNA DENUNCIA". Se quedó seco y siguió manejando sin decir NADA.

Pero Leyla me decía por lo bajo "no hace falta, mamá, no vale la pena" y eso me rompió el corazón 



Bajamos del bondi y le pido que me comparta sus sensaciones, que no se quede con la mierda adentro. Ella está en una etapa típica, en la que preferimos no meternos mucho a elaborar lo que nos pasa con nuestras madres y se cierra en un clásico "no sé".

Le explico que voy a insistir, porque vivimos una situación violenta y si no la elaboramos nos seguirá dañando. 

Encaro por otro lado. "¿Te fijaste cómo reaccionaste?", le tiro. Ella responde lo obvio, que quiso protegerme. Tomo y obligo, le pido que reflexione sobre su reacción: "fijate que me pediste que me callara, que silenciara mi voz, o sea que para vos la manera de defenderse, de protegerse, es callarse, mirar para otro lado y seguir".

Leyla, callada como si la retasen por haber hecho algo malo.

Ya estábamos bordeando la Plaza Irlanda por su lado oeste, al filo justo de la frontera entre Caba-shit-o y Flores, por Donato Álvarez. Dos cuadras más por Franklin nos esperaba la entrada de la escuela, seguro con el portón doble de vidrio cerrado al paso, las blancas palomas rezándole a la bandera de Borbón, con perdón, de Belgrano. 

"Eso es lo que te enseñan en la escuela", le digo, "a callarte. Te están entrenando para ser sumisa y tragarte tu bronca, aguantarte el maltrato y la vulneración de tus derechos.", le voy explicando mientras caminamos, "tu mamá no te enseña eso, tu mamá te viene enseñando a no callarte, porque yo no me callo más, porque no dejo que me pisen más. La situación es violenta y a mí no me gusta pelearme en la calle con nadie, si lo hago tan seguido es porque esta sociedad está llena de forros con carta blanca. Y a vos te va a pasar igual, hija, porque no pudimos hacer la revolución y darte algo mejor que esta bosta", termino mi sermón.

Leyla mastica todo en silencio, me saluda con afecto, como siempre, y se mete a la escuela.

La profe en la puerta me hace señas de ponerme en la fila para firmar el librito de las familias irresponsables que traemos tarde a nuestres vástagues a la sacrosanta institución sarmientina.

Espero a la madre delante mío, para termine de anotar a sus tres hijes y cuando le devuelve el cuadernito Gloria con casilleros hechos a mano para identificar alumnes y sus familiares pregunto si sigo yo,

"Sí, le toca a usted, papá", me dice la docente.

Yo voy como me ves en la foto, taco de 6 cm en botita de cuero, calzas azules bajo una blusa larga mostaza que sale debajo del pulover azul y la campera, rematada en boina de hilo azul y tapabocas violeta.

Imposible adivinar el género, aunque se puede sospechar tranquilamente que este personaje no debe comulgar mucho con las normas aceptadas de vestimenta.

Ya rayada por lo del colectivo, pero conteniéndome de prender fuego la primaria de mi hija, me limito a poner la voz más sarcástica que puedo y mientras lleno el librito le tiro "y encima vos le tenés que enseñar ESI a les pibis".

"¿Cómo dijo?", me responde de toque la "seño" en la puerta. ¿Se habrá tomado un tiempo para procesar la situación como yo en el bondi o no está acostumbrada a que le respondan cuando se manda una cagada?

Lejos de amilanarme, la miro fijo, me pongo de frente y le digo "Dije que el colmo de tu misgendreo es que vos le enseñás ESI a mi hija", le alcancé el librito del purgatorio y le señalé la casilla para poner "relación con el alumno", escrito en mayúsculas le leí en voz alta, como me enseñaron en la escuela, "MA-MÁ TRA-VES-TI, ¿entendés? Yo soy una mamá travesti".

Giré sobre los taco aguja con un gesto corriéndome el pelo para atrás, con algo de altanero desprecio, y me fui taqueando batido, cadereando el culito huesudo hasta la esquina, donde me largué a llorar sola, harta de este mundo de caca, su falta enorme de empatía y sus nulas ganas de aprender.

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