Abandona la ilusión del control
En una de las mejores escenas de la saga Kung Fu Panda, Ug Huey, la tortuga, y su
discípulo ShiFu, la rata, tienen un debate sobre cómo enseñar o criar a otro individuo,
bajo el duraznero de la sabiduría.
La sabia tortuga eligió a un obeso y lento oso panda,
plebeyo y marginal, para ser entrenado como el máximo guerrero de la historia,
el Guerrero Dragón. ShiFu, quien debía entrenarlo, se niega, a pesar de que
viene de fracasar en el entrenamiento de su propio hijo adoptivo, Ty Long,
quien terminó transformando esa frustración paterna en propia, derivando en un
cuadro de odio y revancha destructivos.
ShiFu argumenta que es imposible hacer un guerrero de Po, el
panda, porque no cuenta con capacidades innatas necesarias. En un acto genial,
su amigo y maestro, símbolo de la sabiduría basada en la experiencia, el tiempo
y la perseverancia, le dice:
Abandona
la ilusión del control, Shi Fu.
No se puede controlar la vida. En un corto o mediano plazo
parece que una persona o un grupo de ellas son capaces de dominar a otras o
controlar diversas situaciones en la realidad, pero en el largo plazo, la vida
tiende a fluir. Podríamos dar mil ejemplos. Las Torres Gemelas, el Titanic, los
cientos de miles de tipos que pensaron que eran eternos y gobernarían por
siempre, olvidados en sus tumbas, polvo entre el polvo; las cabezas de Luis XIV
y el cuerpo fusilado del Zar Nicolás, demostrando que la nobleza no era una
raza superior protegida de dios.
Todo lo sólido se desvanece en el aire y dentro de cien años
las ciudades serán polvo, vivirán bajo las aguas o no, pero de seguro vos y yo,
lector, lectora, no estaremos más aquí y todo esto bien podría ser una vieja
ilusión.
Es interesante que la peli use una metáfora visual basada en
el gran invento productivo humano, la agricultura, ya que se trata de la base
material que funda esa ilusión en la infinita capacidad humana para controlar el
medio ambiente en su propio beneficio. Desde hace cinco mil años, una pequeña
porción de nuestra especie, las clases dominantes, ricas, explotadoras, no
paran de moralizar al resto con la idea absurda que podemos y debemos ser los
amos del mundo natural que nos rodea usando nuestro intelecto para fundar
interminables reinos de piedra, cemento y acero sobre el agotado planeta.
ShiFu había dedicado casi toda su vida a entrenar
rigurosamente a su hijo adoptivo con la esperanza de que fuera alguien que él
deseaba, sin preguntarse siquiera que quería su hijo. Instaló en el pequeño una
obsesión que, cuando se mostró imposible, lo frustró a un nivel desesperante,
situación que no pudo, ni quiso superar en el momento que tuvo la oportunidad,
cuando su padre finalmente reconoció su error y pidió disculpas.
Ug Huey, que tenía el poder de leer más allá de la
superficie de las cosas, reconoció en Ty Long un sentimiento de ambición
personal que no se correspondía con el ingrediente esencial que debería tener
el guerrero Dragón, el de servir a sus semejantes, el de alcanzar su máximo
potencial para brindarlo generoso a las necesidades colectivas.
ShiFu golpea el árbol de la sabiduría, hace caer un durazno
en su mano derecha, lo injerta en la tierra y plantea que se puede controlar la
cosecha y cómo y cuándo plantar una semilla y cultivar una vida nueva,
defendiendo que el control no es ninguna ilusión. Reivindica el derecho y la
potencia del conocimiento científico de la realidad objetiva para controlar el
medio ambiente y modificarlo a su voluntad.
Ug Huey, reconociendo la validez parcial de la
argumentación, nos recuerda que por más que se vista de seda, hay algo en la
esencia de los fenómenos universales que no puede ser modificado por el puro
deseo, “podrás desear un manzano o un naranjo, pero obtendrás un durazno”.
Muchas veces nos ocurre como padres o madres que ponemos
todo nuestro esfuerzo y concentración en educar a nuestros hijos o hijas e un
camino que suponemos es el indicado. Muchas veces ese camino es el que se
corresponde con nuestras propias ambiciones o frustraciones personales. En el
peor de los casos, como la bruja malvada de Enredados,
el interés es mucho más egoísta y en realidad encubrimos hipócritamente tras
una apariencia de sacrificio personal, el abuso a nuestros hijos e hijas para
que satisfagan nuestras propias necesidades vitales.
La bruja Gothel mantiene encerrada a Rapunzel en la torre
con la excusa de protegerla de la hostilidad del mundo exterior sólo para
mantener su juventud y energía privatizadas en su propio beneficio, robándose
literalmente su energía vital para preservar la propia. Lo mismo descubre irónicamente
el Conde Drácula, ícono universal de los que absorben la energía de otres, un
chupasangre, en Hotel Transilvania
(Sony Pictures Animation, 2012) cuando comprende que el terror a perderla
cortaba las alas a los sueños de felicidad de su querida hija. A favor de Hotel Transilvania digamos que quien
encierra a la hija hasta la adultez en una torre es el padre y no una castigada
figura femenina, y que la peli juega para contradecir el sentido común de quién
es un verdadero monstruo, si estos productos de la imaginación fantástica del
siglo 19 como los vampiros o los hombres lobo, o los padres castradores de los
que está poblada la humanidad.
Este recurso para cuestionar los valores y costumbres
establecidos en nuestra sociedad, presentando figuras moralmente “malas” como
su contrario, es una marca como dijimos promovida por Shrek, presente también en la exitosa Mi villano favorito (Universal Studios, 2010) o en la serie animada
para webtv Monster High desarrollada
como parte de una campaña de venta de muñecas de Mattel en 2011. Ideas que
remiten a la famosísima y popular serie de televisión de los años 60 The Addams Family, que relata la vida
cotidiana de una familia de monstruos que, sin embargo, sostiene valores éticos
y morales mucho más sanos que la de sus vecinos humanos y “normales”.
Contradictoriamente, la traducción no literal en Hispanoamérica da en la clave
de lectura rupturista de la serie, ya que Los
Locos Addams en realidad cuestiona quién está realmente cuerdo en nuestra
sociedad.
Estas películas por lo general están destinadas a elaborar
crisis típicas de las familias obreras y de clase media del mundo occidental,
con padres y madres separados, familias anexadas, diversidades étnicas y
sexuales, integración de personas con capacidades diferentes, etc. En contra
del conservadurismo de Disney, plantean la importancia de ser buenos y no las
diferencias de piel ni la orientación sexual de nuestros seres queridos.
Toda una serie de películas infantiles de la nueva era
digital aborda el problema de la crianza y están más enfocadas en la catarsis y
elaboración empática de los adultos. Un tema que ha obsesionado a los
burócratas de la moral familiar de las diferentes confesiones religiosas
estatales como el Vaticano, a quienes el cuestionamiento de las relaciones
familiares patriarcales irrita sobradamente desde Shrek en adelante.
En las páginas siguientes nos proponemos una reflexión sobre
algunas de ellas para intentar pensar juntos/as cuáles son los mejores caminos
para alcanzar la ansiada “paz interior” que ShiFu finalmente logra, junto a su
discípulo al final de la historia.
Nadaremos, nada-haremos, nadaremos
La película que trata la angustia más aguda de un padre o
madre, la de la muerte de una hija o hijo, con mayor franqueza y crueldad es,
en los últimos años, Buscando a Nemo (de
Disney-Pixar, Oscar mejor película de animación 2003). Como todos sabemos,
narra la tortuosa aventura de un pez tímido, el pez payaso Marlín, por
cumplirle a su pequeño hijo una promesa imposible: que nunca lo abandonaría.
Traumado por la pérdida de su pareja y la de millones de
huevitos que serían hermanos de Nemo, Marlín se obsesiona en sobreproteger a
Nemo y evitarle cualquier tipo de peligro, reprimiendo el deseo del niño de ser
libre, valerse por sus propias capacidades y descubrir el mundo desconocido que
lo rodea.
El único mérito de este padre desesperado es el de su profundo
empirismo. Si bien intenta durante toda la película sostener obsesivamente su
estrategia sobreprotectora y su ilusión de omnipotencia, las múltiples
experiencias que es obligado a vivir en un océano que lo supera claramente en
desafíos para los que nunca estuvo preparado, lo obligan a rendirse y entender
que dos de los amigos que conoce en la travesía y lo ayudan tienen razón.
Quien primero lo sorprende es -otra vez- una tortuga de mar,
que cría a sus hijos e hijas con una filosofía totalmente opuesta, empujándolos
a probar sus propias capacidades y arriesgarse a vivir su propio camino,
exactamente lo que Marlín se negó a hacer. En la inteligencia y auto-confianza
de los pequeños tortugos Marlín comprende que el método de su sabio padre,
aunque mucho más arriesgado, produce mejores resultados.
Pero la que todo el tiempo le propone una filosofía
superadora es su extraña y fortuita compañera, Dory, la pececita cirujano azul
que tiene un déficit en la memoria de corto plazo, que le impide recordar lo
que acaba de conocer. Acostumbrada a vagar por el inmenso océano sin contar con
una herramienta cognitiva elemental, Dory basa su éxito vital en una sola ley,
la de buscar permanentemente ayuda cuando encuentra una dificultad y por lo
tanto entregarse sin más a lo que la vida le ofrezca en suerte, encarando cada
problema cuando aparece, sin presentir ni pre-ocuparse.
Este concepto se hace transparente en el eslogan preferido de Dory, “cuando todo se complique, ¿qué haremos?, nada-remos, nada-remos”. Rodeada de agua, Dory intenta explicarle a Nemo que su problema radica en intentar asir, fijar, el flujo de la vida, que en este ámbito se transforma en una concepción absurda. No hacer nada no significa ser pasivos ante los acontecimientos que nos oprimen, sino que apunta a no oponerse caprichosamente a una realidad que marca su ritmo y sus reglas y que excede a nuestra voluntad o capacidad. Si te rodea el agua, a veces en lugar de pretender nadar contra la corriente lo mejor que podés hacer es dejarte llevar por ella y nadar, es decir, intentar dentro de lo posible moverte en ella de manera tal que puedas en algún momento alcanzar tus metas.
Si nadás, si mantenés un método correcto, tenés que saber
aceptar que el resto de las leyes que mueven el universo no vas a poder
controlarlas y domeñarlas. Es una reivindicación contradictoria del pensamiento
materialista dialéctico contenido en filósofos como Heráclito de Éfeso (535 –
484 a. C.), convencidos como tantos pensadores antiguos de que el agua es el
elemento fundamental de la vida (corroborado por la ciencia contemporánea, que
ha descubierto que los océanos habrían cubierto la faz del planeta hace 4 mil
millones de años atrás).
La secuela de 2016, Buscando
a Dory, como su título lo indica, coloca la misma angustia enfocada en el
personaje de Dory. Invirtiendo los términos de la primera, nos muestra la de
una hija que viene buscando a través de la inmensidad infinita a la familia que
perdió a causa de sus limitaciones físicas.
Dory tiene flashbacks disparados por circunstancias azarosas
que le van recordando fragmentariamente su lugar de origen y a través de toda
la película atraviesa un viaje tortuoso contra sí misma, alimentando la
esperanza de concretar su deseo, alternadas con momentos de profunda depresión,
cuando cree que por sus propias limitaciones va a ser imposible que lo logre.
La película destaca el valor decisivo que tiene en estas
situaciones que la confianza que a uno o una le faltan en situaciones similares
de debilidad, se la aporten sus seres más queridos. Sus padres, conscientes del
déficit de su hija, con paciencia y sacrificio organizaron toda su vida para
aportarle recursos nemotécnicos lúdicos que le permitieran encontrar su camino
de vuelta en caso de perderse, su principal temor. Efectivamente, gracias al
esfuerzo dedicado, paciente y sistemático de su familia (no sin altibajos,
obvio) es que Dory, con la ayuda de muchos amigos, finalmente consigue anudar
los fragmentos de memoria que su familia había programado en su más tierna
conciencia, reuniéndose con ellos.
Pero el nudo de la narración está puesto otra vez en la
actitud de Marlín, que vuelve a debatir con Nemo, en su búsqueda por rescatar a
Dory, su actitud frente a la vida. Marlín hace lo contrario de la familia de
Dory y consciente de sus debilidades, se organiza para no delegar en ella
ninguna responsabilidad que pueda echarse a perder por su falta de memoria,
restándole confianza.
Pero Marlín vuelve a comprobar que Dory, urgida por la
necesidad de valerse por sí misma en un ambiente hostil con una discapacidad
congénita, ha desarrollado el método que le permite sobrevivir y ser feliz, una
confianza inclaudicable en la solidaridad de sus congéneres marinos y un
“entregarse” a las coyunturas azarosas que les toca vivir sin perder nunca el
optimismo.
“Siempre hay una salida” repite Dory cada vez que el camino
parece tornarse imposible. Como repite un conocido dirigente de la izquierda
argentina en cada charla que puede, “de los laberintos se sale por arriba”. Si
uno es consciente de sus propias capacidades y de los límites que le impone la
realidad, puede encontrar una solución a los dilemas aparentemente imposibles
buscando salidas novedosas, rompiendo con sus esquemas tradicionales y con el
esquematismo que le impidió superarlos en primera instancia.
Cuando Marlín cambia su tesitura y vuelve a confiar
plenamente en su amiga, dejando de ser él mismo un obstáculo pesimista, la
película termina de fluir y se consiguen todos los objetivos.
Por otro lado se trata de dos películas que cumplen
sobradamente con otros objetivos, maravillarnos con la vida submarina gracias a
su impresionante calidad técnica y contagiarnos de una empatía ecologista
contra la depredación humana del ambiente sub acuático, reflejada en el daño de
las guerras (buques, submarinos y campos minados que pueblan el lecho del
Pacífico recordándonos un cementerio espectral provocado por la Segunda Guerra
Mundial), los pescadores industriales y deportivos y el absurdo intento de
encarcelar la vida acuática en peceras y acuarios, excepto aquéllos que tienen
fines de sanación de la vida marina.
Encontrando a
tu “mimamá”
En 2015 DreamWorks y la Twentieth Century Fox lanzaron Home, la historia de una niña de
Brooklyb en su pubertad –Tipolina Tucci- que enfrenta una invasión de
alienígenas simpáticos pero imperialistas, los boov, y atraviesa todo el
planeta ocupado y nuevos e increíbles desafíos para reencontrarse con su mamá
Lucy, confinada en una colonia para humanos.
Notamos al margen que la fantasía distópica de George
Herbert Wells (Motihari, 1903-London, 1950) La
guerra de los mundos (novela de ciencia ficción de 1898, adaptada para
radio por Orson Wells en 1938, en la inmortal serie de televisión de 1983-85 V, invasión extraterrestre y para el
cine en la inmortal sátira de la sociedad yanqui de 1996 Mars Attaks! y por Spielberg
en 2005, que le devuelve el tono angustiante y la justificación de la violencia
organizada de los pueblos invadidos como en la popular serie, también de
Spielberg y DreamWorks para TNT, Falling
skies de 2011) sigue machacando las pesadillas populares del imperialismo
yanqui, sacudiendo sus esperanzas de vida eterna con la imagen de qué pasará
cuando a ellos les toque consumir de su propia medicina.
Pero más allá de la
culpa imperialista y el retorno a la fantasía de la invasión extranjera que
mortifica a la sociedad yanqui desde la Guerra Fría, nos interesa subrayar que
Tina subraya una estrategia de supervivencia parecida a la de Dory, la de la
huérfana que triunfa frente a la adversidad apoyándose en la ayuda de otros
seres pero sobre todo manteniéndose firme en su objetivo a pesar de las
dificultades y gobernando su camino sin entregar su autonomía de criterio a los
potenciales ayudantes.
Este método encubre una enseñanza moral propia de la
experiencia vital de seres humanos que han conseguido vencer grandes
obstáculos, generalmente expresados en los imperativos de la sociedad donde se
nace, que podemos identificar con el destino
sin caer en la metafísica. Como defenderemos más adelante existen una serie de
enseñanzas éticas y morales positivas que pueden aplicarse a diferentes
realidades de clase con el mismo éxito, siempre y cuando no perdamos nunca de
vista el análisis de las diferencias de clase de cada héroe o heroína.
Efectivamente, todo individuo nace marcado por un camino
escrito por otros seres. Las fuerzas de la naturaleza y de las relaciones
sociales imperantes gobiernan el universo más allá de la voluntad y el deseo de
cada ser, pero todes tenemos la potencialidad de encontrar las herramientas y
métodos para movernos en ese universo y alcanzar nuestros propios deseos, en el
marco de posibilidades que ese mundo nos permite y dependiendo de la fuerza
social que tenga la clase en la que nacimos o decidimos adoptar. Como dice el I Ching, “la constancia es más fuerte
que el destino” y cada quien puede triunfar si es capaz de sostener su propio
programa más allá de las presiones que la vida le opone.
Esta característica positiva del optimismo individual que
nos proponen pelis como Buscando a Nemo,
Buscando a Dory, en el caso de Home
es colocada con mayor énfasis en manos de sectores sociales oprimidos, ya que
Tina es una pequeña niña, hija de una madre soltera, descendiente de italianos
o latinos (la voz de Tina la interpreta la cantante afrodescendiente de
Barbados, Rihanna y la vos de su madre la interpreta Jennifer López, cantante
de origen portorriqueño del Bronx), perteneciente a la clase obrera explotada
en un barrio popular de New York, parte de una entera especie invadida por
extraterrestres imperialistas.
Otra vez DreamWorks arranca el “poder” del héroe individual
a los herederos “blancos” y anglosajones de las pelis o historias tradicionales
de Disney y se lo entrega a imágenes de pieles mestizas y géneros o familias no
tradicionales de clases sociales oprimidas como parte del avance de una cultura
“progresista” dentro de los productores culturales reformistas bajo la “era
Obama”. Sin embargo, este individualismo optimista puede encontrar rápidamente
sus límites si es desgajado de sus condicionamientos sociales, como veremos
ahora.
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