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lunes, 6 de febrero de 2017

Kung Fu Panda, Macri y la crisis moral de la burguesía

Parte Primera: el orientalismo en occidente

Una historia familiar

En febrero de 2014 viví uno de los momentos más amargos y angustiantes de mi vida, la separación de la madre de Leyla Isis, la imposibilidad de disfrutar cotidianamente del desarrollo de mi hija. La familia añorada se había roto.

El primer fin de semana con Leyla como padre soltero después de tres años y medio de salidas familiares, estaba abrumado de dolor. Decidí ocultarle mi desazón y organizamos una triple salida hacia tres universos de felicidad infantil que pueden encontrarse en Buenos Aires: el Jardín Botánico, el Zoo y el Barrio Chino alrededor de la Estación Belgrano del FF. CC. Mitre.

Decenas de negocios donde comprar chucherías con la cara de Hello Kitty por precios tan bajos como su calidad y durabilidad, hicieron que Leyla asignara a esta salida un carácter cíclico. Por mi parte, descubrí una fonda bien porteña donde se cocinan los mejores platos de la rica cultura culinaria china, Los Manjares y acepté también que el Barrio Chino se transformase en nuestra salida preferida.

Con el paso del tiempo incorporamos también a Laura, la madre de Leyla, a las celebraciones del Año Nuevo, fundando la única tradición anual donde nuestra breve familia fragmentada vuelve a reunirse en un ámbito de concordia y armonía.

Esta idea de ruptura y reunión, de angustia cicatrizada en felicidad, debe haber quedado impresa en el inconsciente emocional de Leyla, porque desde ese día, cada vez que quiere sacarme de momentos de tristeza cuando estamos solos, recurre a los dvds de Kung Fu Panda, una de las sagas más taquilleras de la historia de Dream Works iniciada en 2008.

Tardé tres años en escribir esta reseña. Siendo nuestra saga preferida, quería darle una dedicación especial. Pero sobre todo porque en esas mil y una noches que vimos Kung Fu Panda, intuí que la película era una fidelísima reconstrucción de la filosofía taoísta y budista, que terminó de develarse completa en 2016, con el lanzamiento de la tercera parte.

En estos tres años he dedicado todo el tiempo que pude arrancar a las obligaciones como padre, la militancia y el trabajo alienado a estudiar con detenimiento  la filosofía taoísta para comprender la fascinación particular que la saga nos provocaba y me fui sorprendiendo de la forma en que esta cosmovisión se entroncaba con valores éticos y morales que de alguna forma eran parte de mi propio mundo sensible.


El eterno retorno… al idealismo

En 2016 adquirí en varias cuotas sin interés el I Ching, El libro de las Mutaciones, que había conocido por primera vez hacía veinte años, entre tantos aportes fundamentales a mi acervo cultural que me legó la primera relación de pareja importante de mi juventud. Descubrí con sorpresa que Sudamericana había reeditado en 2015 la primer edición de 1975, con prólogo de Karl Gustav Jung (Kesswill, 1875- Küsnacht, 1961) y el conocido poema de Borges, quien había sido uno de los impulsores de su edición.

En 2015 Paidós también resucitó de su viejo catálogo buena parte de la obra de Jung, quien se ganó la fascinación y el repudio en partes iguales del mundo erudito occidental por su propuesta de extraer un carácter científico del estudio de las viejas filosofías antiguas de Egipto, Sumeria, Babilonia, India y China buscando revitalizar un pensamiento tildado de esotérico y metafísico de los alquimistas para llenar el vacío espiritual que la ciencia occidental y su materialismo habrían dejado al calor de la lucha de la Revolución Industrial contra el cristianismo.

Quizás la mejor prueba de este ejercicio esté no en su consideración del I Ching sino en el estudio introductorio a la traducción del Tai I Gin Hua Dsung Dschi, el compendio taoísta de las prácticas físico-intelectuales de lo que podríamos llamar el yoga chino, publicada originalmente por su amigo y colega Richard Wihelm hacia finales de la década del ´20, en medio de la crisis social y moral de la República de Weimar (El secreto de la Flor de Oro, Bs. As., Paidós, 2015).

Jung fue uno de los pocos científicos modernos en avanzar sobre el esoterismo con intenciones científicas. Fue discípulo de Freud en la fundación de la teoría psicoanalítica moderna hasta su ruptura en 1913, que conocí gracias al excelente trabajo del Dr. Hernán Scorofitz en su blog El Diván Rojo (http://unrojodivan.blogspot.com.ar/) antes que por la famosa película A Dangerous Method, Un método peligroso, de David Cronemberg, 2011. 
Su trayectoria se liga a la de otros intelectuales alemanes que achacaban la catástrofe del mundo europeo -desde la Gran Depresión de 1871, pasando por las masacres de la Guerra Mundial y el Crack de la Bolsa de New York en el 29- al exceso de materialismo en la cultura occidental.

Como soy marxista, a medida que empezaba a indagar en el I Ching, temeroso de estar perdiendo el dominio racional de mí mismo, encontré de nuevo ese hermoso libro de Pablo Rieznik, El mundo no empezó en el 4004 antes de Cristo, editado por Biblos en 2005, donde nos recuerda dos cosas significativas.

La primera, que la ciencia occidental moderna nace de científicos híbridos como Newton o Kepler, cuyas indagaciones sobre las leyes de la naturaleza estaban guiadas por búsquedas morales y religiosas, rayanas con la concepción alquimista de los científicos/religiosos del Antiguo Oriente y Grecia. La segunda, que la búsqueda de soluciones en el pensamiento oriental antiguo es recurrente en la cultura occidental ante cada crisis cultural de las clases dominantes.

En La sagrada familia de 1844, unos muy jóvenes estudiantes de filosofía alemanes, Karl Marx (Tréveris, 1818-London, 1883) y Friederich Engels (Wuppertal, 1820 – London, 1895), pasan revista a lo que estudiaron para entenderse a sí mismos y detectar en qué lugar de su formación había un hueco, qué parte del camino deberían retomar y hacia dónde. De esa indagación, se sabe, nació el materialismo dialéctico que constituyó el novedoso método de análisis de la realidad que parieron estos amigos.

La filosofía alemana de fines del siglo 18 y principios del 19, en el momento más álgido de la conquista del poder en Europa por la burguesía, construía un pensamiento que superase al cristianismo católico y protestante, como en su momento los griegos separaron el pensamiento científico de la religión. Sin embargo, ninguno se animó a romper definitivamente con el idealismo, con la idea que, se llame espíritu o alma o razón, seguía siendo el intelecto el motor de la historia humana. Immanuel Kant (Prusia, 1724-1804) y George Wilhelm Friederich Hegel (Sttutgart, 1770-Berlín, 1831), aunque idealistas y en el fondo cristianos, llevaron las cosas lo más cerca posible de una ciencia que observase la realidad concreta del mundo.

Artur Shopenhauer (Danzig , 1788 – Prusia, 1860), sin embargo, representó un idealismo pesimista. Miró hacia las culturas védicas para ubicar las soluciones a la crisis del materialismo iluminista de la Revolución Francesa y uno de sus seguidores, Friederich Nietszche (Sajonia, 1844 – Weimar, 1900) hizo al existencialismo de la voluntad -devenido de aquél- una de las filosofías más extendidas en Occidente ante la primer oleada de reacción romántica en contra de la cultura burguesa dominante en el último tercio del siglo 19. Su búsqueda también lo llevó al Este, a las religiones persas y el culto a Zoroastro.

Cada vez que la burguesía ve derrumbarse el mundo que construyó con tanto optimismo de progreso indefinido, sus intelectuales retornan al idealismo más metafísico, más alejado de la realidad física, por eso se hunden en las antiguas filosofías, donde ciencia y magia iban de la mano, a buscar el secreto oculto del alma.
El menemato, Sai Baba y Macri

En la segunda mitad de los años 90 hubo otra reacción idealista similar. La implosión de la URSS ilusionó con la derrota definitiva del marxismo y el leninismo mientras que la ola de quiebras bursátiles de la segunda mitad de la década (sobre todo la de los “tigres del sudeste asiático” que fabricaban nuevas tecnologías y la de Rusia, recientemente “reconvertida” al capitalismo) nos trajeron el fin del pensamiento moderno o posmodernidad.

Una especie de retorno al noúmeno kantiano (la realidad no puede conocerse en su totalidad, sólo puede conocerse como nos llega, fragmentada y cada sujeto la reconstruye según su propia mirada, armando tantos “relatos” como sujetos haya), una vuelta al existencialismo sartreano de La Náusea y la difusión entre las capas medias porteñas de la New Age, mezcla de música étnica (la mal llamada música celta a la cabeza) y de las formas religiosas contemporáneas de la India.

Su símbolo máximo fue Sathya Sai Baba (Puttapartti, 1926-2011), quien se consideraba una encarnación del dios Visnú y que desde los 60 atrajo con fuerza a destacadas personalidades de la política y el arte hasta su famoso Ashram. Uno de los betsellers de esos años de auge del “autoayuda”, inspirado en la filosofía del Ayurvedda, fue el médico Deepak Chopra (1946, Nueva Dheli) particularmente influyente en la cultura yanqui de los últimos 40 años (recomiendo una corrosiva sátira de Mike Myers en El gurú del amor de 2008 donde el propio Chopra hace un cameo).

Es conocida la devoción del actual Presidente de la Nación argentina, Mauricio Macri por el Sri Sri Ravi Shankar (Thanjavur, 1956), gurú hindú a quien sus opositores ridiculizan pero que es considerado como asesor por la ONU y la UNESCO y es una de las personalidades con mayor peso político en una de las economías claves de los famosos BRICS en la geopolítica moderna del imperialismo.

Nunca es recomendable tomarse a la chacota al poder. Los mismos que escribieron millones de notas irónicas sobre el orientalismo del presidente se babean por intelectuales eruditos del grupo Florida como Borges, Victoria Ocampo y Oliverio Girondo, que desde su juventud abrevaron en los Ravi Shankar de entonces, influyentes filósofos brahmánicos o hinduistas que recorrieron el mundo occidental sumando apoyos para la causa del nacionalismo hindú, como Jiddu Krishnamurti (Andrha Pradesh, 1895-California, 1986) o el poeta Rabrindanath Tagore (Calcuta, 1861-1941) premio nóbel de literatura en 1913.

En su ciclo de la TV Pública de 2013 sobre Borges, Ricardo Piglia nos remarca la importancia que tuvo para su literatura y sus orientaciones políticas desde la época de Martín Fierro la cultura oriental. Tomando de Macedonio a Shopenhauer y Nietszche se abrió paso hacia el vedismo, la cultura árabe y finalmente en los 70 comenzó a horadar en el confucianismo, lo que explica su moción para que Sudamericana editase el I Ching traducido por Wilhem y prologado por Jung. En esta búsqueda espiritual Borges también indagaba una tradición filosófica que sustentara la idea de un nacionalismo esencialista, un alma occidental y argentina que sirviese para superar la crisis moral en una sociedad marcada -según ellos- por la dualidad entre civilización y barbarie, que lo alejase del rosismo, el yrigoyenismo y el peronismo pero que no lo dejase atado al nazismo y el fascismo.
Una burguesía de corazón débil

Entre el 2 y el 3 de junio de 2016 el presidente fue internado debido a una complicación cardíaca en coincidencia con una nueva movilización masiva del #niunamenos contra la plaga de femicidios, después de un tormentoso mes que había arrancado con la movilización de la CGT del 29 de abril que amagaba con una ruptura de la burocracia sindical frente al plan de ajuste sobre la población obrera y la movilización a Plaza de Mayo de las dos CTA el 2 de junio en el mismo sentido.

No sería muy descabellado deducir que la fragilidad de la salud presidencial se vio conmovida por la presión emocional ante la posibilidad de que se concrete el temor a una rebelión popular contra su plan de ataque directo y furioso contra las condiciones de vida de la gran mayoría del pueblo (posibilidad latente para la burguesía y el imperialismo desde diciembre de 2001 que el kirchnerismo usó sabiamente para obtener garantías a su proyecto de manipulación “por izquierda”).

Esta combinación entre un individuo consciente de tener una salud frágil (la arritmia es una debilidad congénita del corazón) que lidera la maquinaria estatal hacia una salida impopular a la crisis económica sólo doce años después de una rebelión popular, podrían explicar que el presidente tenga una importante angustia ante la muerte que lo lleve a buscar en la religiosidad hindú una solución “mágica” a sus problemas.

¿Debemos entender por lo tanto que las filosofías antiguas de Oriente son pura superstición metafísica, propias de una cultura burguesa que agoniza y abandona la fe en la ciencia materialista y racional? ¿O es posible que haya algo importante para aprender en las filosofías orientales que nos sirva para comprender y transformar este mundo decrépito en algo mejor?

Eso intenta este ensayo, una indagación sobre el orientalismo desde una mirada obrera y socialista.

                    PARTE SEGUNDA: La vida es sueño


Kung Fu Panda narra la historia de un personaje destinado a una vida que odia pero que atraviesa un camino azaroso y penoso de dificultades hasta alcanzar su deseo. Su protagonista es Po, un oso panda que trabaja como mesero y ayudante de cocina en la fonda de su padre, Ping, un ganso especialista en comida china, pero que sueña con ser un guerrero de Kung Fu.

La saga comienza con Po soñando ser un Gran Guerrero del Kung Fu que nos remite a las películas clásicas de Hong Kong de los 70, en las que con acrobacias irreales un par de tipos revolean a miles de musculosos enemigos. En su sueño lo acompañan los Cinco Furiosos –Tigresa, Mono, Serpiente, Grulla y Mantis- el grupo de guerreros del que Po es fanático (tiene sus muñequitos, como los Caballeros del Zodíaco o los Power Rangers) y habitan en el Palacio de Jade, en la cúspide de la montaña más alta del valle donde vive Po.

Los guionistas nos hacen un guiño sutil, mostrándonos que toda la saga es, en última instancia, el desenvolvimiento del sueño original de Po haciéndose carne en la realidad, paso a paso. En la segunda y tercera parte veremos hacerse reales a los miles de lobos y el enorme yak que se presentan como villanos difusos en este sueño. Al mismo tiempo, los atributos del traje del guerrero soñado (sombrero y capa) se irán manifestando en cada batalla definitiva de las tres pelis.

La peli se monta en ejes de dualidades contradictorias todo el tiempo. El sueño inicial se presenta como deseo inconsciente reprimido que explica el futuro deseado como premonición. En la segunda parte el sueño reprimido es sobre su pasado traumático.

El sueño es, finalmente, el mundo oculto, el inconsciente, el lugar donde habitan nuestros antepasados, que pueden ser fantasmas aterrorizándonos o la esencia de nuestro deseo profundo luchando por ser escuchado y respetado.

Toda la efectividad emocional de la película se puede resumir en esta estructura básica de un ser que lucha por cumplir sus sueños. Es el “camino del héroe” que está presente en la historia narrativa fantástica de la humanidad desde que los primeros seres humanos contaron las hazañas de algún ancestro de la familia, alrededor de un fogón, para animar a sus hijos e hijas a superar los obstáculos de la vida.

Las primeras versiones de esas historias en quedar escritas que conocemos, la epopeya de Gilgamesh en Sumeria, las aventuras de Heracles/Hércules o Prometeo en Grecia, de Siddartha Gautama en la India,  Zaratustra entre los persas, Muhammad entre los árabes, el semidiós polinesio Mauri, Kukulkán o Quetzalcoátl de mayas y náhuatls son casi idénticas en lo esencial del argumento al mito más difundido en Occidente, el de la vida y pasión de Joshua bin Nazareth, el Cristo.

Karl Jung, asombrado de la coincidencia entre leyendas mitológicas tan dispersas en el tiempo y el espacio, creyó entender que existe una esencia sicológica común a todos los seres humanos, que bautizó inconsciente colectivo y que intentó explicar científicamente para despojar a la idea de espíritu o alma de sus connotaciones peyorativas para la ciencia racional.

Uno de sus seguidores, egresado en literatura inglesa y medieval de la Universidad de Columbia, Joseph Campbell (New York 1904- Hawaii 1985), (que lo conoció personalmente así como a Krishnamurtti), inmortalizó esta perspectiva en un conocido y muy difundido estudio comparado de mitologías, El héroe de las mil caras, de 1949.

Allí describe los 12 pasos que habrían cumplido todos los héroes mitológicos de las diferentes culturas para pasar de una situación originalmente oscura, marginal, hacia un nivel de superación, iluminación y éxito: un comienzo asombroso que por lo general está marcado por un elemento trágico o misterioso; en algún momento de su infancia o adolescencia se le presenta un desafío que ilumina sobre un futuro diferente al destinado; el héroe duda o rechaza la llamada de su destino amparándose en la racionalidad y el sentido común o por miedo a lo desconocido; aparece un mentor o figura sobrenatural que lo ayuda, lo entrena, lo guía; con su ayuda, el héroe atraviesa el umbral entre el mundo ordinario del que viene hacia el nuevo camino; encara una serie de aventuras de las que va obteniendo confirmaciones, aliados y enemigos que lo van nutriendo; llega a una prueba extrema, de vida o muerte, que le exige su máximo esfuerzo; luego de vencer en esa prueba mortal es recompensado de alguna forma y comienza el camino de vuelta hacia el mundo original donde vuelve a enfrentar a la muerte, renace todavía más fuerte y sabio trayendo del mundo de los muertos algún símbolo de poder que usa en el mundo de los vivos para mejorar la vida de sus amigos, familia y pueblo.

La tesis de Campbell y Jung sobre una estructura emotiva/racional subyacente a toda la especie humana ha sido desestimada con la fuerza de su enorme autoridad en los estudios mitológicos y antropológicos por otro estructuralista, Claude Lévi-Strauss (Bruselas, 1908, París, 2009). Sin embargo es muy buena materia prima para guiones cinematográficos, y si no subyace en los mitos antiguos se puede distinguir con toda claridad en las estructuras narrativas de las películas infantiles.
El sueño americano

Casi en el territorio de la manipulación psicológica, desde los cuentos infantiles del feudalismo europeo hasta ahora, la idea de que una persona débil, huérfana o pobre (casi siempre las tres juntas) puede sobreponerse a todas las presiones y dificultades de su origen y alcanzar sus sueños y metas personales que suelen ser todo lo contrario –riqueza, amor conyugal, felicidad eterna, etc.- llaman profundamente la atención de niños/as y adultos/as. Sobre todo a quienes venimos de esos lugares, las clases oprimidas, que soñamos con tener una vida diferente, marcada por la abundancia (de recursos económicos y afectivos) y que nos quite de este horrible reino de la miseria permanente.

El sueño es genuino, las ofertas para alcanzarlo, no siempre. La burguesía ha manipulado este sueño común entre las clases oprimidas ofreciéndole un camino de respeto por las leyes morales y éticas de la misma burguesía: obediencia a los superiores, imitación de los superiores, sumisión, sufrimiento, etc.

La Cenicienta es quizás el mejor ejemplo de esta canallesca oferta: si aguantás toda la mierda que te tiran tus opresores manteniéndote honesta y casta, sin rebelarte, sumisa, en algún momento algún miembro bueno e iluminado de la misma clase que te castigó te reconocerá y te llevará al ascenso social, a ser la esposa de un príncipe, para someterte otra vez, pero en otro plano económico y de prestigio social, al mandato de la clase dominante.

Entre la ética del sacrificio a partir del trabajo de los protestantes, o del sufrimiento y la tortura del trabajo de los católicos, hay pocos matices, que se corresponden en realidad con la ética de la burguesía artesanal e industrial de los siglos precedentes a las revoluciones burguesas y la ética adaptada al sufrido trabajo del campesino bajo el absolutismo medieval.
La mayor industria de cine infantil de la historia moderna, Walt Disney Company, ha hecho de estas ofertas la clave de su éxito durante todo el siglo veinte, ofreciendo a la clase obrera mundial la receta del éxito para abandonar su clase de origen y alcanzar las mieles de la clase rica y poderosa; pero también es el sustrato más elemental de las novelas de la tarde, también apuntadas a un público extremadamente sometido, como las mujeres obreras y de las capas pauperizadas de la pequeño burguesía. El mito del ascenso social que prometía el capitalismo triunfante después de la Segunda Guerra Mundial, el “sueño americano” famoso.

El ingrediente secreto del camino del éxito que Disney llevó al paroxismo es, además del idealismo, el individualismo rabioso de protagonistas que sólo miran su propio éxito, utilizando a sus pares como ayudantes y nunca organizándose con ellos/as para construir un camino colectivo hacia la felicidad. Creemos que Kung Fu Panda expresa una tibia ruptura contra esa tradición.
Dream Works: devuélvanme el “american dream”

Toda esa promesa de ascenso social se fue al carajo con la crisis del imperialismo yanqui desde la crisis del petróleo de 1973, el empantanamiento de la coexistencia pacífica con la burocracia soviética y la sucesión ininterrumpida de crisis financieras y comerciales, guerras y genocidios que nos acosaron desde 1995 ha 2002 y la enorme crisis económica mundial que venimos sufriendo desde la caída de Lehmann Brothers en 2007-8.

Las ilusiones de ascenso social aceptando las leyes de juego del capitalismo se vienen abajo porque el propio sistema social se muestra incapaz de alimentar condiciones de vida materiales medianamente buenas para sus trabajadores/as. El ataque a los derechos sociales, laborales, sanitarios, jubilatorios y culturales que viene sufriendo la clase obrera en los últimos 40 años ha sido todo lo furiosamente evidente para que los vendedores de “sueños de progreso” hayan perdido millones de seguidores y fieles en todo el mundo: la Iglesia Católica Romana a la cabeza.

La crisis moral del imperialismo también ha tocado a Hollywood, y Disney se vio obligado a ofrecer una anti-princesa en 2013, la escocesa Mérida del Oscar de 2013, Valiente, para tratar de recuperar el favor de un público infantil y adulto fascinado por rupturas de esa mitología como Shreck en un año tan significativo en términos de la crisis mundial como 2001.

Dream Works, la compañía de producción y distribución independiente que fabricó Schrek y Kung Fu Panda es una de las protagonistas más destacadas de esta ruptura.

Fue fundada en 1994 por Jeffrey Katzenberg (quien puso como capital inicial los casi 300 millones de dólares que obtuvo de su juicio contra Disney Co. por no dejarlo acceder a un puesto como CEO de animación) y el multipremiado director Steven Spielberg (Ohio, 1946).

En la historia de Dream Works se resume una concepción del éxito individual diferente a Disney pero dentro de los marcos de las leyes de juego del capitalismo.  Sus fundadores sostienen la ilusión de que el talento creativo y la constancia en el trabajo son el combustible necesario para triunfar. Hacen de sus biografías personales (despojadas claro de una lectura sobre el contexto económico y social en que se desenvolvieron) una teoría sobre la vida.

Es la historia del capitalismo bueno, el self made man, el empresario creativo que a fuerza de trabajo se “hizo a sí mismo” y por lo tanto lo opuesto a un capitalismo “salvaje” basado en las finanzas y la explotación inhumana de personas y recursos. Nada nuevo bajo el sol.

Spielberg es una buena expresión de esa crítica angustiada por el sueño americano que le prometieron a su generación en la infancia y que le han negado. Gran director de cámara y exquisito en la búsqueda de efectos tecnológicos para el cine, es uno de los más obsesionados críticos de la cultura capitalista occidental que navega entre la épica histórica (La lista de Schlinder de 1993 contra el genocidio judío del Estado Nazi, La Amistad de 1997, contra el genocidio africano de España, Portugal y los Estados del Sur de EE.UU.) y las distopías futuristas (ET de 1982, Jurassic Park 1993, Inteligencia artificial 2001, Minority Report 2002, La Guerra de los Mundos 2005) donde cuestiona las posibilidades catastrofistas del desarrollo tecnológico del racionalismo moderno.

Sus películas alimentan una salida reaccionaria –el retorno a una sociedad capitalista buena, idílica, de pequeños y medianos productores- que no deja de ser una expresión fuerte de crítica a la catástrofe del capitalismo imperialista moderno.

No nos engañamos, Dream Works fue fundada para que estas eminencias técnicas, artísticas y financieras tuvieran una productora que no fuese condicionada por las grandes empresas del sector, una especie de mega pyme al estilo de otros proyectos similares como la Apple de Steve Jobs. Su objetivo es construir una empresa que dispute la conducción y las ganancias billonarias del sector donde factura, aunque para hacerlo están obligados a romper y enfrentarse con las empresas dominantes.

Sin embargo, lo interesante de Dream Works es que aunque no ofrece a les infantes la posibilidad de construir un mundo superador al capitalismo, tampoco les vende la misma porquería de siempre.
Bruce Lee, Jackie Chan y la restauración capitalista del cine chino

Kung Fu Panda no transmite una mirada estereotipada de la cultura china desde el prejuicio de occidente. No sería extraño que la participación de Jackie Chan en la voz de uno de sus protagonistas (el guerrero Mono) explique una influencia mayor en el diseño de la historia.

Hijo de campesinos emigrados a Hong Kong devenidos en cocinero y ama de casa, Jackie Chan nació en 1954 bajo la ocupación británica con el nombre de Chan Kong Sang. Sus padres querían que forjara su carácter y rectitud moral bajo los preceptos de la cultura china y lo obligaron a estudiar el antiguo arte del Kung Fu, milenaria expresión física y ritual de la filosofía taoísta, emparentada con el yoga chino que habitualmente se reduce a la categoría difusa de “arte marcial”.

Jackie Chan estudió Kung Fu ligado al riguroso ejercicio de las artes escénicas que conforman el teatro chino: acrobacia, canto, interpretación musical. La Ópera China, además de mantener vivas las leyendas y mitologías propias de la historia milenaria, sostiene una forma de interpretación que mantiene las primitivas formas de expresión chamánicas de las religiones neolíticas, propias de las tradiciones religiosas y artísticas de las tribus de cazadores-recolectores de la selva y de los agricultores del Valle del Río Amarillo.

Cada vez que alguna región de China o la misma China cayeron bajo dominación de pueblos o clases sociales que pretendieron eliminar el recuerdo de su cultura y sobre todo el poder de combate de sus campesinos, las artes marciales derivadas del Kung Fu y los templos donde se practicaban eran prohibidos, por lo que el teatro y la ópera china se transformaron en refugios donde, con la excusa de la teatralización de las leyendas, sus integrantes entrenaban clandestinamente.

Por esta vía Jackie Chan llegó a ser doble de riesgo del gran Bruce Lee (Lee Jun Fan, San Francisco, 1940-Hong Kong, 1973) en sus películas de los 70, producidas por la mítica Golden Harvest. Jackie Chan se transformó en el mejor heredero de Bruce Lee no sólo en su faceta de actor y director, sino en aquélla que Gramsci bien definió como intelectual orgánico.

Sabido es que Bruce Lee -también llegado a la práctica del Kung Fu por la vía de su formación como actor de teatro chino- luchó toda su vida por reivindicar en Occidente la cultura china, combatiendo contra el racismo de la sociedad yanqui, que los trataba como una raza inferior y los explotaba como semi-esclavos en la costa del Pacífico desde la construcción de los primeros ferrocarriles en la segunda mitad del siglo 19.

Bruce Lee fue uno de los mayores difusores de la cultura milenaria de china en occidente, batallando desde Los Angeles, San Francisco y Hollywood para desarrollar la práctica del Kung Fu, que él mismo aprendió de una de las figuras más legendarias, Yip Kai Man, nacido en 1893 en una familia noble de Foshan, en la provincia cantonesa de Guangdong, que vivía de colaborar con el Imperio y fue defensor de la República ante la invasión japonesa. Huyó al Hong Kong británico donde sobrevivió como Shifu (maestro) del estilo particular de su región, el Wing Chun. Yip Man ha sido transformado en una leyenda por el cine chino contemporáneo, como héroe de la resistencia a la invasión japonesa y, a partir de la anexión de Hong Kong a China y la reconversión capitalista del PCCh, su costado anti-comunista ha sido silenciado.

Lee se radicó definitivamente en Hong Kong desarrollando la industria cinematográfica de la China capitalista en los 70, después del éxito comercial de la serie de TV de 1966 El avispón verde (The Green Hornet que en Hong Kong hacía furor como El Show de Kato, por el nombre del personaje secundario que interpretaba Bruce) y el robo de su idea The Warrior en 1972 por los productores de la Warner Bros. y Paramount que la transformaron en la archifamosa Kung Fu, (la de “pequeño saltamontes”) protagonizada por David Carradine porque los industriales racistas no admitían que el protagónico -un monje shaolín vagando por el Far West- fuese interpretado por un actor… chino.

En defensa de Carradine, digamos que para disculparse póstumamente con Bruce Lee, aceptó protagonizar a un villano blanco que usa la sabiduría de las artes marciales para organizar una mafia de delincuentes y es vengado sanguinariamente por la mujer embarazada de su hijo, a quien quiso asesinar, en la brillante epopeya de Quentin Tarantino Kill Bill Vols. 1 y 2. (2003 y 2004), uno de los mejores homenajes del cine occidental a la impronta que Bruce Lee dejó en el imaginario juvenil de los 60 y 70.

Jackie Chan es la versión contemporánea del programa político de Bruce Lee. Pero mientras Bruce Lee y la industria cinematográfica de Hong Kong debían enfrentarse a la censura racista británica y yanqui, y la oposición del PCCh a las formas ideológicas que sostuvieron el Imperio Manchú y su clase dominante durante cientos de años, Jackie Chan ara sobre campos ya roturados por la devolución de Hong Kong a la República Popular en 1997 y el protagonismo económico de China después de su reconversión al capitalismo de Estado en los últimos años.

De hecho, además de haber protagonizado, dirigido y producido centenares de películas taquilleras que le valieron el Oscar a la trayectoria en 2016 -un reconocimiento entre patrones, digamos-, en 2013 Jackie Chan fue nombrado miembro de la Asamblea Consultiva o Consejo Consultivo, un viejo órgano del Estado chino, acordado en 1945 por el Kuomingtang y el Partido Comunista como una especie de Senado formado por delegados de todos los partidos políticos e independientes, donde el PCCh es mayoría, y que funciona aún hoy como fachada de apertura democrática del monopolio del Partido Único o caja de resonancia de diferencias al interior de la sociedad china.

En ese carácter Jackie Chan actúa en EE.UU. como promotor del régimen comunista y en China como crítico de las políticas “anti-democráticas”, como en marzo de 2014, cuando firmó junto a otros intelectuales el repudio a la censura de películas locales y extranjeras por parte del PCCh, lo que le valió una causa por tenencia de drogas contra su hijo.

Esta “reconciliación” del nacionalismo burgués y el comunismo chinos se consumó en la película 1911, en el centenario de la Revolución de Xhinhái, protagonizada por Jackie Chan con apoyo oficial.

En ella se idealiza la figura de Sun Yat Sen, fundador del Kuomingtang, el primer partido nacionalista burgués de China, y se reivindica el papel de la burguesía china exiliada en EE.UU. en la revolución nacionalista que derrocó a la dinastía Quing fundando la primer República.

La placa del final liga la “gloriosa epopeya” del Kuomingtang como antecedente de la lucha del Partido Comunista, borrando de un plumazo los millones de comunistas masacrados por la traición del segundo de Sun Yat Sen, Chiang Kai Sek en la década del 20 y el 30.

Jackie Chan es la expresión del desarrollo del capitalismo chino como parte de una alianza de la burocracia del PCCh con empresarios y financistas de Occidente. Hollywood, San Francisco y Hong Kong funcionan para el “socialismo chino” como Miami para el cubano.

Es conocido en el ámbito de las finanzas el desarrollo de inversiones que incluyen la compra de cadenas de cines norteamericanas y británicas como AMC, comprada por Wanda, empresa del ex militar comunista Wang Jianlin, en 2.600 millones de dólares en 2012; o la reciente inversión millonaria del magnate de internet Jack Ma y su compañía de ventas online Alibaba en Amblin, la empresa de Steven Spielberg que contiene, entre otras, a su querida Dream Works.

La historia del magnate de cincuenta años Yun Ma es significativa, pues se trata de un obrero desocupado que al estilo Steve Jobs fue creando una serie de emprendimientos de venta online para empresas chinas que lo llevaron a tener relaciones políticas con el PCCh y a convertirse en uno de los empresarios millonarios de internet. Él mismo explica su propio “camino del héroe” citando a ET, Forest Gump, y las enseñanzas del budismo.

Como vemos, en un aspecto, Kung Fu Panda es el fruto del expansionismo imperialista chino y sus estrategias han “acercado occidente y oriente” de formas menos filosóficas y más miserables.

En Argentina lo hemos visto en la penetración de las cadenas de supermercados y las relaciones comerciales con kirchneristas y macristas por igual, desde la obra pública hasta la provisión de trenes y material rodante pasando por la compra en masa de poroto de soja y los conocidos “swap” que supieron “apalancar” al Ministro Kicciloff en momentos de zozobra y que Macri no ha vetado. La relación con Oriente en nuestras pampas supera el ansia filosófica con el ruego de una nueva metrópoli a quien entregarle las riquezas nacionales.

Kung Fu Panda puede ser caracterizada, entonces, como la expresión más sofisticada y audaz de este acuerdo de caballeros en la industria cinematográfica de ambas costas del Pacífico, con la intención de “vender” una mejor imagen de China en EE.UU. y de crear un campo común de ganancias millonarias.

          TERCERA PARTE: ¿Qué es el Kung Fu?

El éxito de Jackie Chan en el cine chino y en Hollywood radicó -según él mismo dijo en varias entrevistas- en haber re-convertido al actor dramático de acción de Bruce Lee en uno apoyado en la comedia, no sólo por el uso de recursos del teatro de mimo y clown que tomó de actores como Buster Keaton sino por el énfasis en la selección de personajes provenientes de clases humildes de la sociedad.

Mientras Bruce se inspiraba en guerreros míticos emparentados con el Dragón en la mitología china tradicional, Jackie ha escogido al Dios Mono, Hánuman, como su guía, de ahí que la elección del personaje de Kung Fu Panda podría evidenciar una mayor importancia de Jackie Chan en el diseño de contenidos de la saga.



Jackie Chan ya había desarrollado esta concepto en sus películas, donde por lo general interpreta roles cómicos, mostrando sencillez y sonrisas ante sus enemigos, como en las más famosas Rush Our de 1998 donde comparte cartel con otro simpático comediante proveniente de las “minorías oprimidas”, el afroamericano Chris Thucker, demostrando que Hollywood puede seguir explotando la empatía de las “minorías” sin promover mayores reformas que los actores no lleven los ojos rasgados con cinta scotch ni las caras pintadas con corcho.

Quizás el mejor antecedente del márketin de la filosofía china en Hollywood haya sido la remake de Karate Kid de 2010 con financiamiento chino y yanqui, donde se repite la simbiosis con afrodescendientes, siendo el nuevo Mr. Miyagi el propio Jackie Chan y el nuevo adolescente angustiado por un amor imposible y acosado por pandilleros, Jaden Smith, hijo de Will Smith.

Pero ya en 2008 Chan había producido una idea similar, a la de Karate Kid y Kung Fu Panda junto a su colega y también famoso actor de artes marciales en la industria de Hong Kong, Jet  Li, cuando tomaron la misma estructura de la peli de los 80, un joven caucásico (blanco y rubio, o sea) casi se muere por una terrible paliza de una patota en un callejón oscuro de Brooklyn pero en su sueño de muerte viaja hacia el siglo 12 en la China imperial y atraviesa su propio camino del héroe formado por dos monjes en el Kung Fu, avatares del Dios Mono.

En su viaje no sólo aprende el Kung Fu, restaura la armonía en el Olimpo Chino y vuelve iluminado y entrenado para mandar al hospital a sus agresores.
Es la mejor versión para un público occidental que vi de las antiguas tradiciones religiosas, filosóficas y artísticas del taoísmo y budismo contenidas en la leyenda del Dios Mono y su enfrentamiento con el Señor de Jade.

El Kung Fu, es una de las expresiones más antiguas de la filosofía china, fue practicado por monjes taoístas y confucianistas e incluso en versiones posteriores de influencia budista –como los afamados monjes Shaolín- y está en el origen de expresiones filosóficas-físicas como el Karate Do japonés o el Tae-Kwon-Do coreano. Se trata de un intento de alcanzar la sabiduría máxima cultivando la meditación y el entrenamiento físico que se utilizó en el entrenamiento de los soldados de infantería (adjuntando el uso de armas de madera y metal) de los primeros ejércitos formados por familias campesinas propietarias de tierras.

El Kung Fu comparte con el taoísmo el hecho de ser filosofías que actúan por asimilación y acumulación de saberes y conocimientos previos. Ambas remontan sus primeros elementos a épocas neolíticas, donde la relación con el mundo natural se imponía a los filósofos y así como el taoísmo construye su calendario temporal remontándose a las divinidades animales y las fuerzas de la naturaleza todas las formas de la coreografía del Kung Fu están basadas en movimientos imitados de diferentes animales.

Una tradición muy antigua remonta al propio Dios Mono la enseñanza de una técnica particular, la del Kung Fu Borracho, en la que Jackie Chan se especializó y que fue la raíz en la que basó la construcción de sus personajes de comedia y acción. En la mitología antigua, el mono, uno de los cuatro animales no domesticados del zodíaco chino junto al dragón, la serpiente y el tigre, se encarga de engañar con astucia y desparpajo a los dioses de la corte del Emperador del Cielo para robarles los conocimientos que permitieron a sus descendientes, los seres humanos, el control de la naturaleza.

Como en la leyenda de Prometeo y otras tantas, Hánuman robó el fuego, el conocimiento para producir la vida vegetal y variadas técnicas como la alfarería o la ingeniería. Toma su sabiduría de una conexión filosófica con el mundo sensible, es hedonista en su concepción y por lo tanto, al igual que Dionisio, el vino es un símbolo de placer y vida eterna. Por eso sus movimientos pueden hacer creer que se trata de un borracho débil y confundido pero en su astucia desarma a sus contrincantes y sus golpes aprovechan el factor sorpresa.

Así, todas las coreografías de Jackie Chan se corresponden con la mímica del borracho y sus personajes son aparentes seres insignificantes que se transforman en sabios y poderosos guerreros.

En ambas películas, los maestros (el viejo borracho y el monje blanco en The Forbidden Kinngdom, la tortuga Ugwey y la rata Shifu de Kung Fu Panda)  llevan al joven aprendiz a una fuente de agua cristalina en medio de montañas de bosques húmedos, ecosistema propio del sudoeste chino, limítrofe con las selvas tropicales más al sur, de Indochina y la propia India, donde se cree que nacieron las filosofías que dieron origen al vedismo, el busdismo y el taoísmo.

El agua es el elemento primordial en la enseñanza del Kung Fu, porque su poder creativo y destructivo no está dado por la fuerza de condensación de sus moléculas sino por la constancia y perseverancia en un camino ético y moral a través del tiempo. Así, mientras la madera, la piedra y el metal consiguen doblegar a sus enemigos en el corto plazo, el agua, el aire y el fuego, elementos dispersos, fluyen por los intersticios de la materia, y con sistematicidad pueden doblegar a la piedra, transformándola en arena y polvo, pudrir o reducir a ceniza la madera más dura y volver líquido al metal.

La enseñanza básica del Kung Fu está en la esencia del taoísmo, donde toda forma de vida expresa un camino (literalmente tao) que comparte las mismas leyes de funcionamiento que el universo y está formado por los mismos cinco elementos esenciales: agua, tierra, fuego, madera y metal . Cada ser vivo y cada elemento a su vez están formados por dualidades contradictorias, vale decir, que al igual que en la filosofía dialéctica de los presocráticos, de los pitagóricos, cada elemento desenvuelve a su opuesto y en su relación contradictoria (armoniosa o conflictiva) movilizan al universo.

El famoso círculo formado por dos mitades negras y blancas como olas, el símbolo que comúnmente se lama del yin y el yang, es la mejor representación gráfica que existe del pensamiento dialéctico: todo lo que existe está en permanente movimiento y mutación, cada elemento o ser vivo contiene en sí mismo su contradicción y la relación –armónica o violenta- entre ellos es el motor de la vida universal.



La clave para que cualquier persona pueda lograr una vida satisfactoria o exitosa, radica para el taoísmo (y para las filosofías hermanas como el ayurvedismo o el budismo o nacidas de él como el confucianismo) en el esfuerzo por ampliar el conocimiento del sentido de cada camino individual y ponerlo en armonía con el resto de sentidos y caminos que interactúan en el universo.
El camino de Po
Ahora que hemos analizado los elementos que configuran la película, avancemos sobre la comprensión de su mensaje.

Dijimos que todo consiste en el camino de Po para torcer su destino y alcanzar sus sueños más íntimos. Su camino atraviesa tres ejes: el destino está prefijado por el contexto de relaciones sociales, económicas y políticas donde nace Po y que está obligado a modificar para escalar en la estructura de clases; la clave del éxito está en la relación que se opera entre el individuo Po y su familia, sus amistades, su tribu; que lo obligan a una profunda transformación personal.

De todo ello se desprenden enseñanzas morales: un camino ético de lo bueno y lo malo enmarcado en las enseñanzas que Confucio compila en el I Ching que tanto apasiona a occidente.

a)        El buen gobierno

En la peli combaten dos formas arquetípicas de sociedades de clase. Una ligada a la transición desde las comunidades tribales igualitarias del neolítico (que mixturan caza, pesca, recolección y una incipiente agricultura y ganadería) hacia comunidades donde aparece una primigenia forma de Estado, en las que la tierra sigue siendo comunitaria o pero se distribuye entre las familias y el trabajo se centraliza en los jefes ya sea por su capacidad guerrera o intelectual. Es una forma transicional idílica, donde la explotación aparece difusa detrás de una aparente armonía e igualdad.

En estas condiciones se habrían desarrollado las primeras manifestaciones del taoísmo y el Kung Fu. En la peli, el Palacio de Jade no es ocupado por señores feudales propietarios de tierras y personas, sino por sacerdotes que practican físicamente una filosofía pero que claramente no trabajan.

Los maestros son animales que ocupan el más alto lugar del panteón zoomórfico chino: Ugwuey, la Tortuga, por su sabiduría ligada a la constancia del tiempo de su longevidad (como los elefantes en la India); SiFu (literalmente maestro) es una rata, el primer animal que da comienzo al ciclo zodiacal, un puente entre el mundo material de la agricultura y el inframundo de las cloacas donde se esconde; la Tigresa, el dios Mono y la Serpiente son animales imposibles de domesticar, propios de la selva, adorados totémicamente; la Grulla representa al dios del viento y la Mantis Religiosa (el mamboretá guaraní) el mundo secreto y fascinante de los insectos.

A su servicio, un pueblo formado por pequeños y medianos campesinos, artesanos y comerciantes, son los animales domesticados por el ser humano para alimentarse y vestirse: chanchos, patos, gansos y conejos. Todos muy similares entre sí, viven en el valle, la parte baja o inferior del territorio y de la escala social. Las tensiones sociales no existen a menos que vengan del exterior, otra imagen ilusoria.

A esta relación idílica entre pueblo y gobernantes se le opone la del poder centralizado y despótico de la monarquía, Lord Shen, un pavo real que simboliza al orgulloso, su elemento es el fuego y el metal, el hierro como espada y como bala de cañón, nos recuerda que como las pastas que fabrica y come Po, China también inventó la seda y la pólvora que usa Shen. 

Finalmente, Kai, el enemigo supremo, un Yak, especie de búfalo habitante de las montañas del Himalaya, la frontera más extrema de China, relacionado con la dura piedra semipreciosa, el Jade, símbolo imperial. Ambos simbolizan dos momentos del desarrollo del Estado Imperial, la disputa de los señores feudales basada en la explotación de campesinos que no poseen tierras ni derechos políticos o sociales y en el monopolio de la producción y comercio de pólvora y hierro y las dinastías de emperadores provenientes de la estepa Mongólica, grupos tribales que se hacen del poder imperial gracias a sus habilidades en la guerra (caballería pesada) y las crisis dinásticas al interior de China.

Confucio compila en el I Ching toda una serie de consejos para alcanzar “el buen gobierno” que se pueden resumir en la necesidad de una relación armónica entre gobernantes y siervos, donde el gobernante observe un camino de rectitud y sus decisiones satisfagan las necesidades del pueblo, buscando su felicidad; de esta forma, el pueblo donará gentilmente su fuerza, su poder, para sostenerlo.

Los creadores de la peli colocan este “ideal” en una especie de federación de ciudades-estado gobernadas por maestros taoístas/budistas que garantizan la defensa de las poblaciones a su cargo contra la de regímenes monárquicos basados en la expropiación violenta del pueblo. Si te suena a la lucha de la República de Maestros Jedi contra el Imperio de los Sith es porque George Lucaks y Steven Spielberg usaron también su particular interpretación del orientalismo de los 70 para explicarse la Guerra Fría y últimamente un supuesto enfrentamiento entre el imperialismo demoníaco de la familia Bush contra las esperanzas democráticas de los Clinton y Obamas (la similitud entre Yoda y Ugway o entre los e-woks y los osos panda guerrilleros tampoco debe ser casual).

En la primer peli, este conflicto entre dos formas de relacionarse entre gobierno y súbditos se ve reflejado en la negativa de Shifu y los Cinco Furiosos a entrenar e incluir al Panteón a un advenedizo, un animal expulsado de las figuras tradicionales del Kung Fu por no contar con habilidad física ni agilidad y perteneciente a una clase social inferior. Encima huérfano, lo que desde antiguo significa una relación parecida a la servidumbre hogareña dentro de la familia adoptiva.

b)        El Dragón como héroe colectivo

A diferencia de las tradiciones del éxito individual en el ascenso social de Disney, esta saga subraya con elocuencia la necesidad de una relación armónica del individuo con sus pares para lograrlo. Po debe resolver varios dilemas en su relación con su familia. En la primera la tensión entre su deseo individual que se opone a la tradición hereditaria del padre adoptivo, y por lo tanto el renegar de su condición plebeya para aspirar a un lugar en el Palacio, el ganso Ping se opone a su nuevo padre y mentor, Shifu; en la segunda, con mayor dramatismo, debe luchar entre su origen biológico, la pérdida de su infancia y su madre, su clan original de Pandas y su familia de crianza, tratando de determinar si cumple su destino biológico o su destino cultural; en la tercera, sus padres biológico y adoptivo vuelven a confrontar pero ahora descubre una ligazón entre su origen biológico y su presente como monje guerrero.

En la tercera parte, Po resuelve todos sus conflictos y se transforma en el Guerrero Dragón. El Dragón es a la vez el único animal mitológico del zodiaco chino y el símbolo del máximo esplendor del Imperio. De todo ello sólo queda en el sentido común popular de sus habitantes que atrae la abundancia y rechaza las malas energías.

Su cuerpo está formado por una serpiente gigante, como las últimas que habrán convivido con los primeros habitantes de ese río ancho y caudaloso que es el Yang-Tsé y simboliza a los grandes reptiles que habitaron el planeta antes de los mamíferos. Tiene cuernos de ciervo de los bosques húmedos y praderas, camina con garras de águila y tiene plumas de ave en cuello y cabeza. Es el símbolo del poder del todo que supera la suma del poder de las partes, también la centralización de tributos de cada región del interior de China dominada por la agricultura del Río Amarillo y su control del comercio marítimo.

En la saga de Po, este concepto del poder centralizado obtenido por la suma de las partes es la que lo transforma en la superación dialéctica de él mismo. Su sueño original se consuma porque ha aprendido que él no es más que el amor y reciprocidad de los seres que lo conforman, sus dos padres, su familia directa y adoptiva, sus maestros y sus aprendices, la aldea de la que forma parte, su clase, su pueblo.

Una concepción lo suficientemente poderosa del héroe colectivo que bien puede ser limitada, como en la imaginación de los guionistas, directores y productores de la franquicia para simbolizar el poder superior de la democracia en tanto liderazgo que toma su poder de la elección voluntaria de sus ciudadanos; pero también puede representar el poder colectivo de una clase social en inferioridad de condiciones sin forzar mucho la interpretación. El Dragón puede ser, así también, el sindicato clasista, el partido obrero, el Estado Proletario, la sociedad socialista.

De hecho, en la primer peli Ugway, el maestro más importante, salva a su pueblo apelando a formar en las artes sagradas a uno de sus integrantes, en la segunda es la comunión de todos los líderes espirituales y guerreros de todas las regiones de China la que salvan al país de Lord Sheng y en la última escena de la saga, todo el pueblo de crianza de Po y su aldea de Pandas ocupan el patio central del Palacio de Jade, practicando juntos la filosofía taoísta y budista del Kung Fu en un ritual de celebración que bien puede recordar los orígenes chamánicos del teatro y la danza, donde maestros y campesinos se diluían en una armonía sin jerarquías, como en nuestros carnavales de Occidente.

c)        Dualidad contradictoria del yo

Po significa “alma interior” o “demonio blanco” en la filosofía taoísta, y se la ubica entre el bajo vientre y los genitales, es la parte de la conciencia interior que relaciona al individuo con sus necesidades vitales. En oposición está el hun, o alma superior, ubicada en los ojos y representando la conciencia del mundo exterior, la inteligencia exterior. Po y hun si se llevan bien harán que el individuo pueda atravesar sin dificultades y con salud el camino de la vida, cuando se separan po se hunde en la tierra y hun vuelve al universo de la luz.

Pero si un individuo quiere alcanzar un plano superior en su vida, si pretende superarse en la capacidad de enfrentar desafíos mayores a los ordinarios, debe trabajar en una relación profunda de sus dos “almas”, la conciencia y el inconsciente, lo conocido y lo desconocido, el exterior y su mundo interior pudiendo incluso lograr un control de su energía esencial, el chi,  y exteriorizarlo.

En la primer peli Ugway y Shifu debaten sobre la mejor forma de crear al Guerrero Dragón. La rata reivindica la imposición violenta del camino y la tortuga defiende una vía pacífica, basada en la aceptación, la nutirción y la paciencia.

Sifu adoptó un leopardo, Ty Long, y desde chico lo entrenó para que desease ser el Guerrero Dragón confiando en sus capacidades físicas y su inteligencia. Ugway consideró que en su interior no estaba preparado, que pretendía ser alguien que no debía por razones inadecuadas: codicia, acatamiento de la orden paterna. La cosa terminó mal, Ty Long desató una furia causada por la negación de lo que le había tocado, Ugwey lo vence en combate y lo entierra vivo en la profundidad de una prisión en lo profundo de una montaña.

Cuando elige a Po, su forma exterior es inadecuada para el destino del Guerrero Dragón y Shifu se niega a entrenarlo. Tres máximas entrega Uwgey para fijar este concepto: “a veces las decisiones que tomás para esquivar tu destino te acercan más rápido a él”, “no existen accidentes”, “el pasado no existe, el futuro no llega por eso el presente es un regalo” y “abandona la ilusión del control”.

La paz llega cuando Shifu acepta entrenar el espíritu débil de Po para ayudar a su esencia interior a superarse en una nueva forma, la clave está en utilizar sus mejores cualidades innatas, el disfrute del placer de comer, la intuición irracional del sentimiento. Po aprende qué es lo que lo define como ser individual, aprende a gobernarse y alcanza una nueva sabiduría, que le permite entrenarse y dominar las técnicas físicas del guerrero.

En la segunda parte, el drama interior de su pasado, reprimido por la conciencia deja de oprimir la conciencia de Po cuando encuentra la forma de entenderlo, le permite salir, se conoce así mismo. De esta forma logra comprender cómo las fuerzas de la naturaleza en apariencia opuestas (el agua y el fuego) pueden ser canalizadas, aprovechadas, esta idea de “fluir uno con el universo”.

En la tercera y última de la saga, el aprendiz debe comprender cabalmente cada parte del camino que lo ha llevado a ser quien es para poder transmitirla a otros seres. El camino de aprender a enseñar lo que uno/a sabe es el de aprender a aprender. Po intenta copiar el método superficial de la enseñanza de Shifu, ordenar movimientos, obligar a sus aprendices a entrar en formas establecidas por él; sólo cuando reconoce que el verdadero método consiste en ubicarse en el lugar del aprendiz, ver con qué cualidades cuenta ese individuo y ayudar a potenciarlas, ayudar a que obtenga la nueva fuerza partiendo de su conocimiento y dominio de sí mismo/a Po alcanza la sabiduría.

Combina también las rigurosas técnicas del entrenamiento basado en las privaciones y sacrificios de la tradición ascética con el reposo y la meditación de una vida relajada, propia de la aldea de pandas, donde la sabiduría se alcanza comiendo, durmiendo y celebrando, enseñanzas propias de dioses inmóviles como Buda. Así domina sus dos esencias constitutivas y la sabiduría del chi, que le es ofrecido generosamente por su pueblo en gratitud a su sacrificio personal por salvarlos.

El camino de la superación personal se ha completado: conocerse a sí mismo, aceptar cada parte buena o mala que nos conforma, reconocer y apoyar las potencialidades de los demás. Paz interior y paz con el universo. Salud emocional y psicológica, fundamentales para enfrentar los desafíos exteriores y lograr los objetivos.

En contraposición, sus enemigos han elegido el rechazo de alguna de las dos partes de su personalidad y fallecen: Ty Long se niega a aceptar que no va a ser quién deseaba e intenta violentar la realidad para lograrlo; Lord Shen se niega a aceptar sus errores del pasado y redimirse; Kai aprendió que el Chi puede robarse pero que el poder del chi dado por propia voluntad es muy superior.


ÚLTIMA PARTE: Moral y lucha de clases

Kong Fu Tsze y Heráclito

Les lectores y lectoras formados/as en la cultura occidental habrán reconocido la notable similitud de la filosofía taoísta en la base de Kung Fu Panda con la filosofía clásica griega.
Gracias al inestimable aporte de Laura, la madre de Leyla Isis, pude encontrar un libro que terminó de confirmarme en esta hipótesis: que el confucianismo del I Ching es sin más la mejor descripción ética, gráfica, artística y corporal de la filosofía dialéctica materialista que está en el origen de la ciencia europea moderna y, por lo tanto, al decir del propio Rieznik, en una de las fuentes del materialismo dialéctico de Marx y Engels.

En Los primeros filósofos, traducido  por el filósofo marxista Alfredo Llanos (1914-1996), editado por Siglo Veinte en 1975 del original en inglés de 1972, un reconocido historiador materialista de la filosofía antigua de la Universidad de Birmingham en Inglaterra, George Thomson, destina el capítulo III al análisis comparativo de la filosofía China y Griega, notando que a pesar de no haberse conocido y de llevarse sólo veinte años  de diferencia, el pensamiento de Pitágoras y Confucio es tan parecido que hasta sus frases son similares.

Se sabe que el propio Marx había explorado en los primeros filósofos materialistas griegos (su tesis doctoras es sobre Demócrito y Epicuro) para refinar su concepción de la dialética de Hegel y elaborar su propio pensamiento dialéctico junto a su amigo Engels. Siguiendo a Thomson, bien hubiesen podido llegar a conclusiones similares –o incluso mejores- si el historiador Heródoto hubiese llegado en sus viajes más allá del Tigris y los montes Zagros y Marx hubiese podido acceder a la filosofía compilada por Confucio (Kung Tse o Kung Fu Tzi que significa Maestro Kong) en el siglo quinto a. C..

Qué diferente hubiese sido el orientalismo del siglo 20 si en lugar de leerlo en la clave idealista de los Nietzche y los Jung, Occidente lo hubiese leído en la clave materialista de Marx. 

Esto tiene su importancia, porque vuelve a plantearnos el dilema que alimentaba las obsesiones de Jung y Campbell sobre los arquetipos y el inconsciente colectivo.

Es posible que la explicación de las concepciones filosóficas similares entre poblaciones distantes en el tiempo y el espacio no se deban a la existencia de un espíritu, alma o Idea subyacente en todas ellas, sino en la posibilidad de que, manteniendo una mirada sistemática sobre la realidad, diferentes pensadores en determinado momento del desarrollo material de su sociedad arribasen a conclusiones similares. Lo que relaciona a los griegos y los chinos del siglo quinto es que forman parte de varias generaciones de funcionarios estatales que mantienen el estudio del mundo real para mejorar las transformaciones técnicas requeridas en sociedades dependientes del desarrollo agrícola.

Lo mismo podríamos decir de la ciencia antigua en Mesopotamia, Egipto, la India, el Valle de Texcoco, la selva Maya o el Imperio Inka.

Los filósofos idealistas pretenden buscar similitudes en el alma humana cuando estamos interpretando a filósofos, religiosos y científicos que lo que tienen en común es su objeto de estudio, la realidad física que los rodea, las relaciones económicas, sociales materiales que los constituyen y un método, la observación empírica.

Visto de esta forma, podemos dejar de lado toda relación “mágica” o metafísica y abordar las enseñanzas de las religiones y cosmogonías de la antigüedad con una utilidad mucho más concreta y fructífera.

Así, Confucio compiló en el Libro de las Mutaciones, las reflexiones del taoísmo sobre el funcionamiento de la realidad que podían desprender un camino ético (lo bueno y lo malo) para que los señores feudales y el mismo emperador guiasen sus decisiones sobre bases racionales. Hasta la caída del último emperador en 1912, el Estado imperial mantuvo una casta de funcionarios, eruditos, religiosos y el taoísmo, el confucianismo y el budismo fueron las bases científicas que guiaron las decisiones importantes en cada plano de la vida.

Otro alemán muy querido para nosotros, Eugene Berthold Friederich Brecht (Augsburg, 1898-Berlín Oriental, 1956) para la misma época que Jung y Wilhelm flasheaban con el taoísmo como respuesta a los males de la decadencia occidental, lo miraba de otra forma.

Con mucho sentido de la sátira y la ironía, y estudiando con admiración los recursos y técnicas del teatro chino, Brecht desarrolló en su propia obra una crítica feroz de los límites del confucianismo idealista e idealizado. En El alma buena de Sezuán (comenzada en 1938 y terminada en 1943, debido al exilio forzoso de Brecht por la persecución nazi) describe el padecimiento de una de las regiones más ricas del Imperio, donde la población obrera no tiene garantizada de ninguna forma el acceso a la felicidad y la religión, la justicia y los funcionarios del Estado sólo trabajan dirimiendo los conflictos que se dan entre una guerra de pobres contra pobres sin mayor destino que la descomposición y la barbarie.

En Turandot o El Congreso de los Blanqueadores, pensada también para atacar las ilusiones de renacimiento intelectual que propugnaban los intelectuales liberales en la Alemania previa a la hecatombe Nazi, Brecht imagina al Emperador del Cielo convocando un Congreso de Tuis (abreviatura de intelectual), es decir, de funcionarios como Confucio, para que intenten descubrir las razones de la crisis económica que socavaba el poder imperial y genera huelgas obreras y rebeliones campesinas que asedian las murallas del Palacio de Jade.

Los intelectuales chinos no hacen más que ofrecer “blanqueos” a la situación, que echen la culpa de todo a cualquiera menos a las clases terratenientes chinas y su búsqueda de ganancias estrangulando a la población campesina, a los artesanos y comerciantes con impuestos absolutamente irracionales y frenando el desarrollo económico.

Los personajes del pueblo bajo entendían que el problema era el feudalismo y se organizaban para desterrar al Emperador y su clase social. Una lectura de la Revolución de 1911-1949 que probablemente ni el PCCh ni los herederos modernos del Komingtang estén dispuestos a hacer.

Brecht se burla se la tendencia dominante en la intelectualidad alemana, que pretende encontrar en la filosofía, las artes o la ciencia las soluciones a la crisis económica que provocó la derrota en la Guerra de 1914-1919 y la quiebra del sistema financiero mundial después del Crack de la Bolsa de New York en 1939.

El problema estaba en la realidad, en la forma en que los intereses de cada clase social entraban en disputa y no en interpretaciones tiradas de los pelos que terminarían, finalmente, disputándose el buen ánimo de Hitler y las rentas del Estado para justificar lo que se necesitase justificar, desde el renacer del Alma Aria hasta la matanza industrial de judíos, comunistas, gitanos, homosexuales y opositores en campos de concentración.

Mientras las declaraciones de guerra comercial del magnate de las comunicaciones y del showbussines llegado a presidente le amargan el té confuciano a Spielberg y Jack Ma, los Jackie Chan de la cultura neo-capitalista no logran ver debajo de sus ilusiones lo que hace años vienen señalando con furia millones de obreros y obreras que protagonizan las huelgas más poderosas de su milenaria historia. Los patos, cerdos y conejos se sublevan una vez más.
De Kung Fu Tsze a Trotsky y la salud de Macri

Para terminar, quisiera rescatar un elemento contradictorio de todo el mensaje de Kung Fu Panda. Porque, finalmente, la filosofía del Tao, el confucianismo y el budismo nos ofrecen un camino ético, una serie de enseñanzas para mantener un objetivo de superación personal sin sucumbir ante las presiones del medio. Enseñanzas basadas en la observación de la realidad desgajada de misticismo, o al menos en esa pretensión se fundaron, ya que los filósofos y monjes buscaban la verdad.

Quienes buscamos un camino que nos lleve a la sabiduría colectiva, a terminar con las necesidades materiales que oprimen a la inmensa mayoría de la humanidad; quienes buscamos el rumbo para que gobiernen las buenas gentes que trabajan y terminen con el control despótico de las clases propietarias, quienes queremos entregar generosamente nuestra energía y capacidad para construir una sociedad sin explotadores; quienes, en suma, luchamos por el socialismo como fin último de la armonía universal, ¿acaso no podemos usar en nuestro favor las enseñanzas morales acumuladas por la humanidad en los milenios de su observación sistemática del funcionamiento de la vida?

Reflexionemos un poco sobre otro gran pensador y constructor de poder económico y social, Lev Davidóvich Bronstein, alias Trotsky. Nació en Yánovka, una aldea de Ukrania un 7 de noviembre de 1879, en una familia de campesinos acomodados judíos, asediados por una economía zarista en descomposición y sus prógroms.

Cuando pudo elegir su camino, ante la posibilidad de desarrollar una carrera universitaria exitosa como matemático, o de descollar en el mundo literario de editoriales refinadas en ciudades pudientes del Mar Negro, prefirió entregar toda una vida de sabiduría intelectual y práctica a la construcción de organizaciones políticas y sindicales que concentraran el poder disperso de la clase obrera y el campesinado ruso.

El azar tuvo la generosidad increíble de permitirle coronar el mismo día de su cumpleaños número 38 (nel mezzo dil cammin di nostra vita), el 7 de noviembre de 1917, todos sus esfuerzos individuales con el primer Estado Obrero exitoso y duradero de toda la historia humana. Trece años después fue desposeído, exiliado y perseguido por los herederos sanguinarios de ese mismo Estado hasta un barrio pintoresco y bucólico de México, Coyoacán, donde el 21 de agosto de 1940, mucho antes de cumplir con su destino biológico, un asesino a sueldo de Stalin con un picahielo truncaron su camino.

Este individuo magistral, que después de haber conquistado su sueño individual, uno de los más improbables en nuestra sociedad, consciente de la furiosa reversión de su destino, pocos años antes de ser alcanzado por la muerte a traición, escribía que su tarea consistía en no dejarse doblegar por la derrota, en mantener viva la llama del marxismo contra los enemigos declarados y sus falsos profetas, para que en el próximo ciclo de luchas obreras, las próximas generaciones no tuvieran que arrancar de cero en su búsqueda de la libertad y el pleno disfrute de la vida, del nirvana terrenal.

Quien se arrodilla ante el hecho consumado es incapaz de enfrentar el futuro

es una frase suya que bien podría compendiarse en alguna edición fantástica del I Ching al lado de una del mismísimo Kung Fu Tsze:

la constancia es más fuerte que el destino.

Porque lo cierto es que desde que la primer familia se separó del conjunto social para apropiarse de las enseñanzas y riquezas obtenidas colectivamente y construir un Estado propio, con religiosos y científicos privados, con policías y jueces a sueldo para expropiarle el Chi al resto para usufructo privado hace cinco mil o diez mil años; también ese día comenzaron los miles de oprimidos y expropiados un largo y sinuoso camino de lucha contra ese poder concentrado y privado que sigue hasta hoy.

Milenios han pasado y así como el poder concentrado de la propiedad privada y la explotación violenta han sabido construir una y mil veces dorados templos también nosotres hemos sabido aprovechar sus crisis económicas y abrir una brecha que nos permitiese alcanzar el poder concentrado que nos permitiese ser libres.

Así como hubo Emperadores en la Roma Antigua también existieron Espartacos. Y mientras los sabios de la Antigüedad pusieron su sabiduría al servicio del Emperador, como Aristóteles con Alejandro o Confucio con el Emperador del Cielo, hubieron individuos como Karl Marx, venidos de la mejor escuela filosófica moderna que robaron la luz de las altas academias y bibliotecas de la burguesía y la nobleza feudal y las pusieron al servicio de artesanos y obreros. ¿O acaso no fue Karl Marx uno de los protagonistas de la primer organización internacional de trabajadores y de los primeros partidos políticos obreros?

Lo que permitió que mientras los Shopenhauer, los Nietzche y los Jung, desconsolados ante la crisis humanitaria que paría la burguesía en su control despiadado y sin alma del mundo buscasen refugio en el pasado remoto y aristocrático del espíritu, del sentimiento, de la voluntad irracional, otros alemanes como Marx, Engels o Brecht diesen vuelta al Espíritu para comprender la carne y llegasen a una comprensión de la dialéctica universal que abriese un camino posible para que los Espartaco supieran llegar a Roma y vencer, en lugar de verse obligados a renunciar, huir y morir con la dignidad de los mártires.

Pienso también que un simple mortal como yo, o como cualquiera de quienes lean estas líneas, que provenimos de la clase media destruida o de la clase obrera que se agarra con las uñas de los pocos derechos económicos y culturales que todavía nos quedan podemos reflexionar de este modo.  La lucha colectiva de los obreros rusos, chinos, europeos, africanos y cubanos durante el siglo XX permitió que la lucha de los obreros inmigrantes y los profesionales de clase media en el Río de la Plata abriera los colegios y las universidades para las amplias masas de la población, y a pesar de tantas derrotas y ataques todavía alcanzaron para que el hijo de un gastronómico y una costurera conocieran lo mejor del pensamiento científico moderno, dialéctico y materialista, de la mano de profesores como Pablo Rieznik o dirigentes como Jorge Altamira.

Porque así accedí al maravilloso método de superación personal y desarrollo de la concienica del universo y de mí mismo que es el materialismo dialéctico. Antes de Confucio, Heráclito, Hegel o Jung, yo escuchaba asombrado razonar a Pablo Rieznik en un aula de Puán y devoraba con la misma fascinación los análisis dialécticos de Altamira en Prensa Obrera.

Me arriesgo a publicar un homenaje a estos pensadores. En la última etapa de su camino vital Jorge Altamira abrió en 2016 una mirada sobre la historia de las luchas obreras del siglo 20 que nos convoca a una reflexión profundamente dialéctica sobre el camino de la revolución en sus debates sobre la Revolución Cubana y los 100 años de la Revolución Rusa. 

Un camino con el que se puede estar más o menos en desacuerdo, pero que nos enseña algo sobre método y perseverancia.

En marzo de 1965, a pocos meses de haber fundado la organización Política Obrera que devendría cincuenta años después en uno de los partidos de izquierda más influyentes de la lucha de clases en Argentina, todavía en su primer juventud, Altamira escribía un audaz análisis en el que caracterizaba la decadencia de la URSS y China bajo la dirección conciliadora con el capitalismo de la burocracia comunista, como un elemento que profundizaría la crisis capitalista y no como el derrotero del triunfo universal de la burguesía que todos clamaban a coro.

Llamaba a construir un partido revolucionario pensando no en el corto plazo y las necesidades coyunturales, que lo obligarían a arrodillarse ante los hechos consumados del nacionalismo burgués o el foquismo, sino con miras a medio siglo, apostando al inevitable trabajo de zapa que la crisis y degeneración constante del capital horadarían el poder del imperialismo en todo el mundo, forjando un programa de independencia de clase sobre la base de un examen riguroso de la realidad en movimiento y la experiencia acumulada de la lucha contra el Estado.

Sus análisis cotidianos sobre el movimiento de la realidad mundial y local están dotados de una plasticidad contradictoria y dialéctica poco vistas en la intelectualidad contemporánea. Mucho menos en política.

Estos son nuestros dragones.

Mientras busco el cierre de este extenso y audaz ensayo, a 100 años de la Revolución de Octubre, no puedo dejar de pensar en la debilidad de un presidente y una clase social que por puro miedo a las consecuencias lógicas de sus acciones recurran al esoterismo y la magia para salvar la vida. Y por otro lado en un líder revolucionario que se supera a sí mismo en lucidez intelectual y optimismo vital pasados los 70 años.

Mientras el poder de Macri proviene del robo salvaje y despiadado del chi de millones de seres buenos y honestos que dejan su energía vital todos los días para intentar únicamente sostener la felicidad material y espiritual de sus crías, contra todas las enseñanzas de los gurúes y sabios que consultan, su poder sólo reproduce violencia y desgracia sobre la faz de la tierra. 

Qué lejos están de la armonía universal las masacres de Aleppo y Palestina, los campos de refugiados en Europa que imitan a los campos de concentración nazis; qué lejos de la paz interior y la armonía cósmica están las cuentas bancarias en paraísos fiscales del caribe, engordadas con las ganancias de millones de niñas y mujeres secuestradas, torturadas, vejadas y violadas por redes de tráfico a lo largo y ancho del planeta; qué lejos de la sabiduría eterna están los espíritus que lucran con la pedofilia y la pederastía, con la fabricación y venta de venenos para pobres como la merca y el paco.

Si es cierto que toda acción genera su correspondiente reacción contraria, y que cada cosa que existe genera a su opuesto contradictorio, por mucho que Macri asista a los encuentros espirituales del Raví Shankar, su corazón intuye una verdad más concreta: que las víctimas de la corrupción moral y material que su clase social engendra, están vivas a pesar de todo y luchan por liberarse de tanta muerte y destrucción; que tarde o temprano encontraremos de nuevo el camino para dar un golpe definitivo a su deteriorado karma.

Porque cada pulso que late en la rebelión popular lastima la salud del Estado. Si los amagues traicioneros de las centrales obreras dirigidas por la lacra burocrática y un estallido de mujeres sin rumbo claro lo han mandado al quirófano en el primer semestre de gobierno y a reposar y meditar más del diez por ciento de los días de su primer año de mandato ¿qué pueden hacerle a su salud la toma heroica de los obreros de AGR contra el Grupo Clarín, la quiebra de la unidad sindical traidora y una masiva huelga de mujeres en todo el mundo?

Concentremos nuestros/as Chi con generosidad, construyamos con paciencia y perseverancia un frente unido de la clase obrera y el pueblo, que nos permita forjar un Gran Guerrero Dragón para alcanzar el sentido verdadero de nuestro camino colectivo y la paz interior de todos/as los/as explotados/as y oprimidos/as del planeta,

es mi más sincero 

sueño.




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