Parte Primera: el orientalismo en occidente
Una historia familiar
En febrero de 2014 viví uno de
los momentos más amargos y angustiantes de mi vida, la separación de la madre
de Leyla Isis, la imposibilidad de disfrutar cotidianamente del desarrollo de
mi hija. La familia añorada se había roto.
El primer fin de semana con
Leyla como padre soltero después de tres años y medio de salidas familiares,
estaba abrumado de dolor. Decidí ocultarle mi desazón y organizamos una
triple salida hacia tres universos de felicidad infantil que pueden encontrarse
en Buenos Aires: el Jardín Botánico, el Zoo y el Barrio Chino alrededor de la
Estación Belgrano del FF. CC. Mitre.
Decenas de negocios donde
comprar chucherías con la cara de Hello Kitty por precios tan bajos como su
calidad y durabilidad, hicieron que Leyla asignara a esta salida un carácter
cíclico. Por mi parte, descubrí una fonda bien porteña donde se cocinan los
mejores platos de la rica cultura culinaria china, Los Manjares y acepté
también que el Barrio Chino se transformase en nuestra salida preferida.
Con el paso del tiempo
incorporamos también a Laura, la madre de Leyla, a las celebraciones del Año
Nuevo, fundando la única tradición anual donde nuestra breve familia
fragmentada vuelve a reunirse en un ámbito de concordia y armonía.
Esta idea de ruptura y reunión,
de angustia cicatrizada en felicidad, debe haber quedado impresa en el
inconsciente emocional de Leyla, porque desde ese día, cada vez que quiere
sacarme de momentos de tristeza cuando estamos solos, recurre a los dvds de
Kung Fu Panda, una de las sagas más taquilleras de la historia de Dream Works
iniciada en 2008.
Tardé tres años en escribir
esta reseña. Siendo nuestra saga preferida, quería darle una dedicación
especial. Pero sobre todo porque en esas mil y una noches que vimos Kung Fu
Panda, intuí que la película era una fidelísima reconstrucción de la filosofía
taoísta y budista, que terminó de develarse completa en 2016, con el
lanzamiento de la tercera parte.
En estos tres años he dedicado
todo el tiempo que pude arrancar a las obligaciones como padre, la militancia y
el trabajo alienado a estudiar con detenimiento
la filosofía taoísta para comprender la fascinación particular que la
saga nos provocaba y me fui sorprendiendo de la forma en que esta cosmovisión
se entroncaba con valores éticos y morales que de alguna forma eran parte de mi
propio mundo sensible.
El eterno retorno… al idealismo
En 2016 adquirí en varias
cuotas sin interés el I Ching, El libro
de las Mutaciones, que había conocido por primera vez hacía veinte años,
entre tantos aportes fundamentales a mi acervo cultural que me legó la primera
relación de pareja importante de mi juventud. Descubrí con sorpresa que
Sudamericana había reeditado en 2015 la primer edición de 1975, con prólogo de
Karl Gustav Jung (Kesswill, 1875- Küsnacht, 1961) y el conocido poema de
Borges, quien había sido uno de los impulsores de su edición.
En 2015 Paidós también resucitó
de su viejo catálogo buena parte de la obra de Jung, quien se ganó la
fascinación y el repudio en partes iguales del mundo erudito occidental por su
propuesta de extraer un carácter científico del estudio de las viejas filosofías
antiguas de Egipto, Sumeria, Babilonia, India y China buscando revitalizar un
pensamiento tildado de esotérico y metafísico de los alquimistas para llenar el
vacío espiritual que la ciencia occidental y su materialismo habrían dejado al
calor de la lucha de la Revolución Industrial contra el cristianismo.
Quizás la mejor prueba de este
ejercicio esté no en su consideración del I Ching sino en el estudio
introductorio a la traducción del Tai I
Gin Hua Dsung Dschi, el compendio taoísta de las prácticas
físico-intelectuales de lo que podríamos llamar el yoga chino, publicada
originalmente por su amigo y colega Richard Wihelm hacia finales de la década
del ´20, en medio de la crisis social y moral de la República de Weimar (El
secreto de la Flor de Oro, Bs. As., Paidós, 2015).
Jung fue uno de los pocos científicos modernos en avanzar
sobre el esoterismo con intenciones científicas. Fue discípulo de Freud en la
fundación de la teoría psicoanalítica moderna hasta su ruptura en 1913, que
conocí gracias al excelente trabajo del Dr. Hernán Scorofitz en su blog El Diván Rojo (http://unrojodivan.blogspot.com.ar/)
antes que por la famosa película A Dangerous Method, Un método peligroso, de
David Cronemberg, 2011.
Su trayectoria se liga a la de
otros intelectuales alemanes que achacaban la catástrofe del mundo europeo
-desde la Gran Depresión de 1871, pasando por las masacres de la Guerra Mundial
y el Crack de la Bolsa de New York en el 29- al exceso de materialismo en la
cultura occidental.
Como soy marxista, a medida que
empezaba a indagar en el I Ching, temeroso de estar perdiendo el dominio
racional de mí mismo, encontré de nuevo ese hermoso libro de Pablo Rieznik, El mundo no empezó en el 4004 antes de
Cristo, editado por Biblos en 2005, donde nos recuerda dos cosas
significativas.
La primera, que la ciencia
occidental moderna nace de científicos híbridos como Newton o Kepler, cuyas
indagaciones sobre las leyes de la naturaleza estaban guiadas por búsquedas
morales y religiosas, rayanas con la concepción alquimista de los
científicos/religiosos del Antiguo Oriente y Grecia. La segunda, que la
búsqueda de soluciones en el pensamiento oriental antiguo es recurrente en la
cultura occidental ante cada crisis cultural de las clases dominantes.
En La sagrada familia de 1844, unos muy jóvenes estudiantes de
filosofía alemanes, Karl Marx (Tréveris, 1818-London, 1883) y Friederich Engels
(Wuppertal, 1820 – London, 1895), pasan revista a lo que estudiaron para
entenderse a sí mismos y detectar en qué lugar de su formación había un hueco,
qué parte del camino deberían retomar y hacia dónde. De esa indagación, se
sabe, nació el materialismo dialéctico que constituyó el novedoso método de
análisis de la realidad que parieron estos amigos.
La filosofía alemana de fines
del siglo 18 y principios del 19, en el momento más álgido de la conquista del
poder en Europa por la burguesía, construía un pensamiento que superase al
cristianismo católico y protestante, como en su momento los griegos separaron
el pensamiento científico de la religión. Sin embargo, ninguno se animó a
romper definitivamente con el idealismo, con la idea que, se llame espíritu
o alma o razón, seguía siendo el intelecto el motor de la historia humana.
Immanuel Kant (Prusia, 1724-1804) y George Wilhelm Friederich Hegel (Sttutgart,
1770-Berlín, 1831), aunque idealistas y en el fondo cristianos, llevaron las
cosas lo más cerca posible de una ciencia que observase la realidad concreta
del mundo.
Artur Shopenhauer (Danzig ,
1788 – Prusia, 1860), sin embargo, representó un idealismo pesimista. Miró
hacia las culturas védicas para ubicar las soluciones a la crisis del
materialismo iluminista de la Revolución Francesa y uno de sus seguidores,
Friederich Nietszche (Sajonia, 1844 – Weimar, 1900) hizo al existencialismo de
la voluntad -devenido de aquél- una de las filosofías más extendidas en
Occidente ante la primer oleada de reacción romántica en contra de la cultura
burguesa dominante en el último tercio del siglo 19. Su búsqueda también lo
llevó al Este, a las religiones persas y el culto a Zoroastro.
Cada vez que la burguesía ve
derrumbarse el mundo que construyó con tanto optimismo de progreso indefinido,
sus intelectuales retornan al idealismo más metafísico, más alejado de la
realidad física, por eso se hunden en las antiguas filosofías, donde ciencia y
magia iban de la mano, a buscar el secreto oculto del alma.
El menemato, Sai Baba y Macri
En la segunda mitad de los años
90 hubo otra reacción idealista similar. La implosión de la URSS ilusionó con
la derrota definitiva del marxismo y el leninismo mientras que la ola de
quiebras bursátiles de la segunda mitad de la década (sobre todo la de los
“tigres del sudeste asiático” que fabricaban nuevas tecnologías y la de Rusia,
recientemente “reconvertida” al capitalismo) nos trajeron el fin del
pensamiento moderno o posmodernidad.
Una especie de retorno al
noúmeno kantiano (la realidad no puede conocerse en su totalidad, sólo puede
conocerse como nos llega, fragmentada y cada sujeto la reconstruye según su
propia mirada, armando tantos “relatos” como sujetos haya), una vuelta al
existencialismo sartreano de La Náusea
y la difusión entre las capas medias porteñas de la New Age, mezcla de música
étnica (la mal llamada música celta a la cabeza) y de las formas religiosas contemporáneas
de la India.
Su símbolo máximo fue Sathya
Sai Baba (Puttapartti, 1926-2011), quien se consideraba una encarnación del
dios Visnú y que desde los 60 atrajo con fuerza a destacadas personalidades de
la política y el arte hasta su famoso Ashram. Uno de los betsellers de esos
años de auge del “autoayuda”, inspirado en la filosofía del Ayurvedda, fue el
médico Deepak Chopra (1946, Nueva Dheli) particularmente influyente en la
cultura yanqui de los últimos 40 años (recomiendo una corrosiva sátira de Mike
Myers en El gurú del amor de 2008 donde el propio Chopra hace un cameo).
Es conocida la devoción del
actual Presidente de la Nación argentina, Mauricio Macri por el Sri Sri Ravi
Shankar (Thanjavur, 1956), gurú hindú a quien sus opositores ridiculizan pero
que es considerado como asesor por la ONU y la UNESCO y es una de las
personalidades con mayor peso político en una de las economías claves de los
famosos BRICS en la geopolítica moderna del imperialismo.
Nunca es recomendable tomarse a
la chacota al poder. Los mismos que escribieron millones de notas irónicas
sobre el orientalismo del presidente se babean por intelectuales eruditos del
grupo Florida como Borges, Victoria Ocampo y Oliverio Girondo, que desde su
juventud abrevaron en los Ravi Shankar de entonces, influyentes filósofos
brahmánicos o hinduistas que recorrieron el mundo occidental sumando apoyos
para la causa del nacionalismo hindú, como Jiddu Krishnamurti (Andrha Pradesh,
1895-California, 1986) o el poeta Rabrindanath Tagore (Calcuta, 1861-1941)
premio nóbel de literatura en 1913.
En su ciclo de la TV Pública de
2013 sobre Borges, Ricardo Piglia nos remarca la importancia que tuvo para su
literatura y sus orientaciones políticas desde la época de Martín Fierro la cultura oriental. Tomando de Macedonio a
Shopenhauer y Nietszche se abrió paso hacia el vedismo, la cultura árabe y
finalmente en los 70 comenzó a horadar en el confucianismo, lo que explica su
moción para que Sudamericana editase el I Ching traducido por Wilhem y
prologado por Jung. En esta búsqueda espiritual Borges también indagaba una
tradición filosófica que sustentara la idea de un nacionalismo esencialista, un
alma occidental y argentina que sirviese para superar la crisis moral en una
sociedad marcada -según ellos- por la dualidad entre civilización y barbarie,
que lo alejase del rosismo, el yrigoyenismo y el peronismo pero que no lo
dejase atado al nazismo y el fascismo.
Una burguesía de corazón débil
Entre el 2 y el 3 de junio de
2016 el presidente fue internado debido a una complicación cardíaca en
coincidencia con una nueva movilización masiva del #niunamenos contra la plaga
de femicidios, después de un tormentoso mes que había arrancado con la
movilización de la CGT del 29 de abril que amagaba con una ruptura de la burocracia
sindical frente al plan de ajuste sobre la población obrera y la movilización a
Plaza de Mayo de las dos CTA el 2 de junio en el mismo sentido.
No sería muy descabellado
deducir que la fragilidad de la salud presidencial se vio conmovida por la presión
emocional ante la posibilidad de que se concrete el temor a una rebelión
popular contra su plan de ataque directo y furioso contra las condiciones de
vida de la gran mayoría del pueblo (posibilidad latente para la burguesía y el
imperialismo desde diciembre de 2001 que el kirchnerismo usó sabiamente para
obtener garantías a su proyecto de manipulación “por izquierda”).
Esta combinación entre un
individuo consciente de tener una salud frágil (la arritmia es una debilidad
congénita del corazón) que lidera la maquinaria estatal hacia una salida
impopular a la crisis económica sólo doce años después de una rebelión popular,
podrían explicar que el presidente tenga una importante angustia ante la muerte
que lo lleve a buscar en la religiosidad hindú una solución “mágica” a sus
problemas.
¿Debemos entender por lo tanto
que las filosofías antiguas de Oriente son pura superstición metafísica,
propias de una cultura burguesa que agoniza y abandona la fe en la ciencia
materialista y racional? ¿O es posible que haya algo importante para aprender
en las filosofías orientales que nos sirva para comprender y transformar este
mundo decrépito en algo mejor?
Eso intenta este ensayo, una indagación sobre el orientalismo desde una mirada obrera y
socialista.
PARTE SEGUNDA: La vida es sueño
Kung
Fu Panda narra la historia de un personaje destinado a una vida que
odia pero que atraviesa un camino azaroso y penoso de dificultades hasta
alcanzar su deseo. Su protagonista es Po, un oso panda que trabaja como mesero
y ayudante de cocina en la fonda de su padre, Ping, un ganso especialista en
comida china, pero que sueña con ser un guerrero de Kung Fu.
La saga comienza con Po soñando
ser un Gran Guerrero del Kung Fu que nos remite a las películas clásicas de
Hong Kong de los 70, en las que con acrobacias irreales un par de tipos
revolean a miles de musculosos enemigos. En su sueño lo acompañan los Cinco
Furiosos –Tigresa, Mono, Serpiente, Grulla y Mantis- el grupo de guerreros del
que Po es fanático (tiene sus muñequitos, como los Caballeros del Zodíaco o los
Power Rangers) y habitan en el Palacio de Jade, en la cúspide de la montaña más
alta del valle donde vive Po.
Los guionistas nos hacen un
guiño sutil, mostrándonos que toda la saga es, en última instancia, el desenvolvimiento
del sueño original de Po haciéndose carne en la realidad, paso a paso. En la
segunda y tercera parte veremos hacerse reales a los miles de lobos y el enorme
yak que se presentan como villanos difusos en este sueño. Al mismo tiempo, los
atributos del traje del guerrero soñado (sombrero y capa) se irán manifestando
en cada batalla definitiva de las tres pelis.
La peli se monta en ejes de
dualidades contradictorias todo el tiempo. El sueño inicial se presenta como
deseo inconsciente reprimido que explica el futuro deseado como premonición. En
la segunda parte el sueño reprimido es sobre su pasado traumático.
El sueño es, finalmente, el
mundo oculto, el inconsciente, el lugar donde habitan nuestros antepasados, que
pueden ser fantasmas aterrorizándonos o la esencia de nuestro deseo profundo
luchando por ser escuchado y respetado.
Toda la efectividad emocional
de la película se puede resumir en esta estructura básica de un ser que lucha
por cumplir sus sueños. Es el “camino del héroe” que está presente en la
historia narrativa fantástica de la humanidad desde que los primeros seres
humanos contaron las hazañas de algún ancestro de la familia, alrededor de un
fogón, para animar a sus hijos e hijas a superar los obstáculos de la vida.
Las primeras versiones de esas
historias en quedar escritas que conocemos, la epopeya de Gilgamesh en Sumeria,
las aventuras de Heracles/Hércules o Prometeo en Grecia, de Siddartha Gautama
en la India, Zaratustra entre los
persas, Muhammad entre los árabes, el semidiós polinesio Mauri, Kukulkán o
Quetzalcoátl de mayas y náhuatls son casi idénticas en lo esencial del
argumento al mito más difundido en Occidente, el de la vida y pasión de Joshua
bin Nazareth, el Cristo.
Karl Jung, asombrado de la
coincidencia entre leyendas mitológicas tan dispersas en el tiempo y el
espacio, creyó entender que existe una esencia sicológica común a todos los
seres humanos, que bautizó inconsciente
colectivo y que intentó explicar científicamente para despojar a la idea de
espíritu o alma de sus connotaciones peyorativas para la ciencia racional.
Uno de sus seguidores, egresado
en literatura inglesa y medieval de la Universidad de Columbia, Joseph Campbell
(New York 1904- Hawaii 1985), (que lo conoció personalmente así como a
Krishnamurtti), inmortalizó esta perspectiva en un conocido y muy difundido
estudio comparado de mitologías, El héroe
de las mil caras, de 1949.
Allí describe los 12 pasos que
habrían cumplido todos los héroes mitológicos de las diferentes culturas para
pasar de una situación originalmente oscura, marginal, hacia un nivel de
superación, iluminación y éxito: un comienzo asombroso que por lo general está
marcado por un elemento trágico o misterioso; en algún momento de su infancia o
adolescencia se le presenta un desafío que ilumina sobre un futuro diferente al
destinado; el héroe duda o rechaza la llamada de su destino amparándose en la
racionalidad y el sentido común o por miedo a lo desconocido; aparece un mentor
o figura sobrenatural que lo ayuda, lo entrena, lo guía; con su ayuda, el héroe
atraviesa el umbral entre el mundo ordinario del que viene hacia el nuevo camino;
encara una serie de aventuras de las que va obteniendo confirmaciones, aliados
y enemigos que lo van nutriendo; llega a una prueba extrema, de vida o muerte,
que le exige su máximo esfuerzo; luego de vencer en esa prueba mortal es
recompensado de alguna forma y comienza el camino de vuelta hacia el mundo
original donde vuelve a enfrentar a la muerte, renace todavía más fuerte y
sabio trayendo del mundo de los muertos algún símbolo de poder que usa en el
mundo de los vivos para mejorar la vida de sus amigos, familia y pueblo.
La tesis de Campbell y Jung
sobre una estructura emotiva/racional subyacente a toda la especie humana ha
sido desestimada con la fuerza de su enorme autoridad en los estudios
mitológicos y antropológicos por otro estructuralista, Claude Lévi-Strauss
(Bruselas, 1908, París, 2009). Sin embargo es muy buena materia prima para
guiones cinematográficos, y si no subyace en los mitos antiguos se puede
distinguir con toda claridad en las estructuras narrativas de las películas
infantiles.
El sueño americano
Casi en el territorio de la
manipulación psicológica, desde los cuentos infantiles del feudalismo europeo
hasta ahora, la idea de que una persona débil, huérfana o pobre (casi siempre
las tres juntas) puede sobreponerse a todas las presiones y dificultades de su
origen y alcanzar sus sueños y metas personales que suelen ser todo lo
contrario –riqueza, amor conyugal, felicidad eterna, etc.- llaman profundamente
la atención de niños/as y adultos/as. Sobre todo a quienes venimos de esos
lugares, las clases oprimidas, que soñamos con tener una vida diferente,
marcada por la abundancia (de recursos económicos y afectivos) y que nos quite
de este horrible reino de la miseria permanente.
El sueño es genuino, las
ofertas para alcanzarlo, no siempre. La burguesía ha manipulado este sueño
común entre las clases oprimidas ofreciéndole un camino de respeto por las
leyes morales y éticas de la misma burguesía: obediencia a los superiores,
imitación de los superiores, sumisión, sufrimiento, etc.
La Cenicienta es quizás el
mejor ejemplo de esta canallesca oferta: si aguantás toda la mierda que te
tiran tus opresores manteniéndote honesta y casta, sin rebelarte, sumisa, en
algún momento algún miembro bueno e iluminado de la misma clase que te castigó
te reconocerá y te llevará al ascenso social, a ser la esposa de un príncipe,
para someterte otra vez, pero en otro plano económico y de prestigio social, al
mandato de la clase dominante.
Entre la ética del sacrificio a
partir del trabajo de los protestantes, o del sufrimiento y la tortura del
trabajo de los católicos, hay pocos matices, que se corresponden en realidad
con la ética de la burguesía artesanal e industrial de los siglos precedentes a
las revoluciones burguesas y la ética adaptada al sufrido trabajo del campesino
bajo el absolutismo medieval.
La mayor industria de cine
infantil de la historia moderna, Walt Disney Company, ha hecho de estas ofertas
la clave de su éxito durante todo el siglo veinte, ofreciendo a la clase obrera
mundial la receta del éxito para abandonar su clase de origen y alcanzar las
mieles de la clase rica y poderosa; pero también es el sustrato más elemental
de las novelas de la tarde, también apuntadas a un público extremadamente
sometido, como las mujeres obreras y de las capas pauperizadas de la pequeño
burguesía. El mito del ascenso social que prometía el capitalismo triunfante
después de la Segunda Guerra Mundial, el “sueño americano” famoso.
El ingrediente secreto del
camino del éxito que Disney llevó al paroxismo es, además del idealismo, el
individualismo rabioso de protagonistas que sólo miran su propio éxito,
utilizando a sus pares como ayudantes y nunca organizándose con ellos/as para
construir un camino colectivo hacia la felicidad. Creemos que Kung Fu Panda expresa una tibia ruptura
contra esa tradición.
Dream Works: devuélvanme el “american dream”
Toda esa promesa de ascenso
social se fue al carajo con la crisis del imperialismo yanqui desde la crisis
del petróleo de 1973, el empantanamiento de la coexistencia pacífica con la
burocracia soviética y la sucesión ininterrumpida de crisis financieras y
comerciales, guerras y genocidios que nos acosaron desde 1995 ha 2002 y la enorme
crisis económica mundial que venimos sufriendo desde la caída de Lehmann
Brothers en 2007-8.
Las ilusiones de ascenso social
aceptando las leyes de juego del capitalismo se vienen abajo porque el propio
sistema social se muestra incapaz de alimentar condiciones de vida materiales
medianamente buenas para sus trabajadores/as. El ataque a los derechos
sociales, laborales, sanitarios, jubilatorios y culturales que viene sufriendo
la clase obrera en los últimos 40 años ha sido todo lo furiosamente evidente para
que los vendedores de “sueños de progreso” hayan perdido millones de seguidores
y fieles en todo el mundo: la Iglesia Católica Romana a la cabeza.
La crisis moral del
imperialismo también ha tocado a Hollywood, y Disney se vio obligado a ofrecer
una anti-princesa en 2013, la escocesa Mérida del Oscar de 2013, Valiente, para tratar de recuperar el
favor de un público infantil y adulto fascinado por rupturas de esa mitología
como Shreck en un año tan
significativo en términos de la crisis mundial como 2001.
Dream Works, la compañía de
producción y distribución independiente que fabricó Schrek y Kung Fu Panda es
una de las protagonistas más destacadas de esta ruptura.
Fue fundada en 1994 por Jeffrey
Katzenberg (quien puso como capital inicial los casi 300 millones de dólares
que obtuvo de su juicio contra Disney Co. por no dejarlo acceder a un puesto como
CEO de animación) y el multipremiado director Steven Spielberg (Ohio, 1946).
En la historia de Dream Works
se resume una concepción del éxito individual diferente a Disney pero dentro de
los marcos de las leyes de juego del capitalismo. Sus fundadores sostienen la ilusión de que el
talento creativo y la constancia en el trabajo son el combustible necesario
para triunfar. Hacen de sus biografías personales (despojadas claro de una
lectura sobre el contexto económico y social en que se desenvolvieron) una
teoría sobre la vida.
Es la historia del capitalismo
bueno, el self made man, el empresario creativo que a fuerza de trabajo se
“hizo a sí mismo” y por lo tanto lo opuesto a un capitalismo “salvaje” basado
en las finanzas y la explotación inhumana de personas y recursos. Nada nuevo
bajo el sol.
Spielberg es una buena
expresión de esa crítica angustiada por el sueño americano que le prometieron a
su generación en la infancia y que le han negado. Gran director de cámara y
exquisito en la búsqueda de efectos tecnológicos para el cine, es uno de los
más obsesionados críticos de la cultura capitalista occidental que navega entre
la épica histórica (La lista de Schlinder
de 1993 contra el genocidio judío del Estado Nazi, La Amistad de 1997, contra el genocidio africano de España,
Portugal y los Estados del Sur de EE.UU.) y las distopías futuristas (ET de 1982, Jurassic Park 1993, Inteligencia
artificial 2001, Minority Report
2002, La Guerra de los Mundos 2005)
donde cuestiona las posibilidades catastrofistas del desarrollo tecnológico del
racionalismo moderno.
Sus películas alimentan una
salida reaccionaria –el retorno a una sociedad capitalista buena, idílica, de
pequeños y medianos productores- que no deja de ser una expresión fuerte de
crítica a la catástrofe del capitalismo imperialista moderno.
No nos engañamos, Dream Works
fue fundada para que estas eminencias técnicas, artísticas y financieras
tuvieran una productora que no fuese condicionada por las grandes empresas del
sector, una especie de mega pyme al estilo de otros proyectos similares como la
Apple de Steve Jobs. Su objetivo es construir una empresa que dispute la
conducción y las ganancias billonarias del sector donde factura, aunque para
hacerlo están obligados a romper y enfrentarse con las empresas dominantes.
Sin embargo, lo interesante de
Dream Works es que aunque no ofrece a les infantes la posibilidad de construir
un mundo superador al capitalismo, tampoco les vende la misma porquería de
siempre.
Bruce Lee, Jackie Chan y la restauración
capitalista del cine chino
Kung
Fu Panda no transmite una mirada estereotipada de la cultura china
desde el prejuicio de occidente. No sería extraño que la participación de
Jackie Chan en la voz de uno de sus protagonistas (el guerrero Mono) explique
una influencia mayor en el diseño de la historia.
Hijo de campesinos emigrados a
Hong Kong devenidos en cocinero y ama de casa, Jackie Chan nació en 1954 bajo
la ocupación británica con el nombre de Chan Kong Sang. Sus padres querían que
forjara su carácter y rectitud moral bajo los preceptos de la cultura china y
lo obligaron a estudiar el antiguo arte del Kung Fu, milenaria expresión física
y ritual de la filosofía taoísta, emparentada con el yoga chino que
habitualmente se reduce a la categoría difusa de “arte marcial”.
Jackie Chan estudió Kung Fu
ligado al riguroso ejercicio de las artes escénicas que conforman el teatro
chino: acrobacia, canto, interpretación musical. La Ópera China, además de
mantener vivas las leyendas y mitologías propias de la historia milenaria,
sostiene una forma de interpretación que mantiene las primitivas formas de
expresión chamánicas de las religiones neolíticas, propias de las tradiciones religiosas
y artísticas de las tribus de cazadores-recolectores de la selva y de los
agricultores del Valle del Río Amarillo.
Cada vez que alguna región de
China o la misma China cayeron bajo dominación de pueblos o clases sociales que
pretendieron eliminar el recuerdo de su cultura y sobre todo el poder de
combate de sus campesinos, las artes marciales derivadas del Kung Fu y los
templos donde se practicaban eran prohibidos, por lo que el teatro y la ópera
china se transformaron en refugios donde, con la excusa de la teatralización de
las leyendas, sus integrantes entrenaban clandestinamente.
Por esta vía Jackie Chan llegó
a ser doble de riesgo del gran Bruce Lee (Lee Jun Fan, San Francisco, 1940-Hong
Kong, 1973) en sus películas de los 70, producidas por la mítica Golden
Harvest. Jackie Chan se transformó en el mejor heredero de Bruce Lee no sólo en
su faceta de actor y director, sino en aquélla que Gramsci bien definió como intelectual orgánico.
Sabido es que Bruce Lee
-también llegado a la práctica del Kung Fu por la vía de su formación como
actor de teatro chino- luchó toda su vida por reivindicar en Occidente la
cultura china, combatiendo contra el racismo de la sociedad yanqui, que los
trataba como una raza inferior y los explotaba como semi-esclavos en la costa
del Pacífico desde la construcción de los primeros ferrocarriles en la segunda
mitad del siglo 19.
Bruce Lee fue uno de los
mayores difusores de la cultura milenaria de china en occidente, batallando
desde Los Angeles, San Francisco y Hollywood para desarrollar la práctica del
Kung Fu, que él mismo aprendió de una de las figuras más legendarias, Yip Kai
Man, nacido en 1893 en una familia noble de Foshan, en la provincia cantonesa
de Guangdong, que vivía de colaborar con el Imperio y fue defensor de la
República ante la invasión japonesa. Huyó al Hong Kong británico donde
sobrevivió como Shifu (maestro) del estilo particular de su región, el Wing
Chun. Yip Man ha sido transformado en una leyenda por el cine chino
contemporáneo, como héroe de la resistencia a la invasión japonesa y, a partir
de la anexión de Hong Kong a China y la reconversión capitalista del PCCh, su
costado anti-comunista ha sido silenciado.
Lee se radicó definitivamente
en Hong Kong desarrollando la industria cinematográfica de la China capitalista
en los 70, después del éxito comercial de la serie de TV de 1966 El avispón verde (The Green Hornet que en Hong Kong hacía furor como El Show de Kato, por el nombre del
personaje secundario que interpretaba Bruce) y el robo de su idea The Warrior en 1972 por los productores
de la Warner Bros. y Paramount que la transformaron en la archifamosa Kung Fu, (la de “pequeño saltamontes”)
protagonizada por David Carradine porque los industriales racistas no admitían
que el protagónico -un monje shaolín vagando por el Far West- fuese
interpretado por un actor… chino.
En defensa de Carradine,
digamos que para disculparse póstumamente con Bruce Lee, aceptó protagonizar a
un villano blanco que usa la sabiduría de las artes marciales para organizar
una mafia de delincuentes y es vengado sanguinariamente por la mujer embarazada
de su hijo, a quien quiso asesinar, en la brillante epopeya de Quentin
Tarantino Kill Bill Vols. 1 y 2.
(2003 y 2004), uno de los mejores homenajes del cine occidental a la impronta
que Bruce Lee dejó en el imaginario juvenil de los 60 y 70.
Jackie Chan es la versión
contemporánea del programa político de Bruce Lee. Pero mientras Bruce Lee y la
industria cinematográfica de Hong Kong debían enfrentarse a la censura racista
británica y yanqui, y la oposición del PCCh a las formas ideológicas que
sostuvieron el Imperio Manchú y su clase dominante durante cientos de años,
Jackie Chan ara sobre campos ya roturados por la devolución de Hong Kong a la
República Popular en 1997 y el protagonismo económico de China después de su
reconversión al capitalismo de Estado en los últimos años.
De hecho, además de haber
protagonizado, dirigido y producido centenares de películas taquilleras que le
valieron el Oscar a la trayectoria en 2016 -un reconocimiento entre patrones,
digamos-, en 2013 Jackie Chan fue nombrado miembro de la Asamblea Consultiva o
Consejo Consultivo, un viejo órgano del Estado chino, acordado en 1945 por el
Kuomingtang y el Partido Comunista como una especie de Senado formado por delegados
de todos los partidos políticos e independientes, donde el PCCh es mayoría, y
que funciona aún hoy como fachada de apertura democrática del monopolio del
Partido Único o caja de resonancia de diferencias al interior de la sociedad
china.
En ese carácter Jackie Chan
actúa en EE.UU. como promotor del régimen comunista y en China como crítico de
las políticas “anti-democráticas”, como en marzo de 2014, cuando firmó junto a
otros intelectuales el repudio a la censura de películas locales y extranjeras
por parte del PCCh, lo que le valió una causa por tenencia de drogas contra su
hijo.
Esta “reconciliación” del
nacionalismo burgués y el comunismo chinos se consumó en la película 1911, en el centenario de la Revolución
de Xhinhái, protagonizada por Jackie Chan con apoyo oficial.
En ella se idealiza la figura de
Sun Yat Sen, fundador del Kuomingtang, el primer partido nacionalista burgués
de China, y se reivindica el papel de la burguesía china exiliada en EE.UU. en
la revolución nacionalista que derrocó a la dinastía Quing fundando la primer
República.
La placa del final liga la “gloriosa
epopeya” del Kuomingtang como antecedente de la lucha del Partido Comunista,
borrando de un plumazo los millones de comunistas masacrados por la traición
del segundo de Sun Yat Sen, Chiang Kai Sek en la década del 20 y el 30.
Jackie Chan es la expresión del
desarrollo del capitalismo chino como parte de una alianza de la burocracia del
PCCh con empresarios y financistas de Occidente. Hollywood, San Francisco y
Hong Kong funcionan para el “socialismo chino” como Miami para el cubano.
Es conocido en el ámbito de las
finanzas el desarrollo de inversiones que incluyen la compra de cadenas de
cines norteamericanas y británicas como AMC, comprada por Wanda, empresa del ex militar comunista Wang Jianlin, en 2.600
millones de dólares en 2012; o la reciente inversión millonaria del magnate de
internet Jack Ma y su compañía de ventas online Alibaba en Amblin, la
empresa de Steven Spielberg que contiene, entre otras, a su querida Dream
Works.
La historia del magnate de
cincuenta años Yun Ma es significativa, pues se trata de un obrero desocupado
que al estilo Steve Jobs fue creando una serie de emprendimientos de venta
online para empresas chinas que lo llevaron a tener relaciones políticas con el
PCCh y a convertirse en uno de los empresarios millonarios de internet. Él
mismo explica su propio “camino del héroe” citando a ET, Forest Gump, y las
enseñanzas del budismo.
Como vemos, en un aspecto, Kung Fu Panda es el fruto del expansionismo
imperialista chino y sus estrategias han “acercado occidente y oriente” de
formas menos filosóficas y más miserables.
En Argentina lo hemos visto en
la penetración de las cadenas de supermercados y las relaciones comerciales con
kirchneristas y macristas por igual, desde la obra pública hasta la provisión
de trenes y material rodante pasando por la compra en masa de poroto de soja y
los conocidos “swap” que supieron “apalancar” al Ministro Kicciloff en momentos
de zozobra y que Macri no ha vetado. La relación con Oriente en nuestras pampas
supera el ansia filosófica con el ruego de una nueva metrópoli a quien
entregarle las riquezas nacionales.
Kung
Fu Panda puede ser caracterizada, entonces, como la expresión más
sofisticada y audaz de este acuerdo de caballeros en la industria
cinematográfica de ambas costas del Pacífico, con la intención de “vender” una
mejor imagen de China en EE.UU. y de crear un campo común de ganancias
millonarias.
TERCERA
PARTE: ¿Qué es el Kung Fu?
El éxito de Jackie Chan en el
cine chino y en Hollywood radicó -según él mismo dijo en varias entrevistas- en
haber re-convertido al actor dramático de acción de Bruce Lee en uno apoyado en
la comedia, no sólo por el uso de recursos del teatro de mimo y clown que tomó
de actores como Buster Keaton sino por el énfasis en la selección de personajes
provenientes de clases humildes de la sociedad.
Mientras Bruce se inspiraba en
guerreros míticos emparentados con el Dragón en la mitología china tradicional,
Jackie ha escogido al Dios Mono, Hánuman, como su guía, de ahí que la elección
del personaje de Kung Fu Panda podría
evidenciar una mayor importancia de Jackie Chan en el diseño de contenidos de
la saga.
Jackie Chan ya había
desarrollado esta concepto en sus películas, donde por lo general interpreta
roles cómicos, mostrando sencillez y sonrisas ante sus enemigos, como en las
más famosas Rush Our de 1998 donde
comparte cartel con otro simpático comediante proveniente de las “minorías
oprimidas”, el afroamericano Chris Thucker, demostrando que Hollywood puede
seguir explotando la empatía de las “minorías” sin promover mayores reformas
que los actores no lleven los ojos rasgados con cinta scotch ni las caras
pintadas con corcho.
Quizás el mejor antecedente del
márketin de la filosofía china en Hollywood haya sido la remake de Karate Kid de 2010 con financiamiento
chino y yanqui, donde se repite la simbiosis con afrodescendientes, siendo el
nuevo Mr. Miyagi el propio Jackie Chan y el nuevo adolescente angustiado por un
amor imposible y acosado por pandilleros, Jaden Smith, hijo de Will Smith.
Pero ya en 2008 Chan había
producido una idea similar, a la de Karate
Kid y Kung Fu Panda junto a su
colega y también famoso actor de artes marciales en la industria de Hong Kong,
Jet Li, cuando tomaron la misma
estructura de la peli de los 80, un joven caucásico (blanco y rubio, o sea)
casi se muere por una terrible paliza de una patota en un callejón oscuro de
Brooklyn pero en su sueño de muerte viaja hacia el siglo 12 en la China
imperial y atraviesa su propio camino del héroe formado por dos monjes en el
Kung Fu, avatares del Dios Mono.
En su viaje no sólo aprende el
Kung Fu, restaura la armonía en el Olimpo Chino y vuelve iluminado y entrenado
para mandar al hospital a sus agresores.
Es la mejor versión para un
público occidental que vi de las antiguas tradiciones religiosas, filosóficas y
artísticas del taoísmo y budismo contenidas en la leyenda del Dios Mono y su
enfrentamiento con el Señor de Jade.
El Kung Fu, es una de las
expresiones más antiguas de la filosofía china, fue practicado por monjes
taoístas y confucianistas e incluso en versiones posteriores de influencia
budista –como los afamados monjes Shaolín- y está en el origen de expresiones
filosóficas-físicas como el Karate Do japonés o el Tae-Kwon-Do coreano. Se
trata de un intento de alcanzar la sabiduría máxima cultivando la meditación y
el entrenamiento físico que se utilizó en el entrenamiento de los soldados de
infantería (adjuntando el uso de armas de madera y metal) de los primeros ejércitos
formados por familias campesinas propietarias de tierras.
El Kung Fu comparte con el
taoísmo el hecho de ser filosofías que actúan por asimilación y acumulación de
saberes y conocimientos previos. Ambas remontan sus primeros elementos a épocas
neolíticas, donde la relación con el mundo natural se imponía a los filósofos y
así como el taoísmo construye su calendario temporal remontándose a las
divinidades animales y las fuerzas de la naturaleza todas las formas de la
coreografía del Kung Fu están basadas en movimientos imitados de diferentes
animales.
Una tradición muy antigua
remonta al propio Dios Mono la enseñanza de una técnica particular, la del Kung
Fu Borracho, en la que Jackie Chan se especializó y que fue la raíz en la que
basó la construcción de sus personajes de comedia y acción. En la mitología
antigua, el mono, uno de los cuatro animales no domesticados del zodíaco chino
junto al dragón, la serpiente y el tigre, se encarga de engañar con astucia y
desparpajo a los dioses de la corte del Emperador del Cielo para robarles los
conocimientos que permitieron a sus descendientes, los seres humanos, el
control de la naturaleza.
Como en la leyenda de Prometeo
y otras tantas, Hánuman robó el fuego, el conocimiento para producir la vida
vegetal y variadas técnicas como la alfarería o la ingeniería. Toma su
sabiduría de una conexión filosófica con el mundo sensible, es hedonista en su
concepción y por lo tanto, al igual que Dionisio, el vino es un símbolo de
placer y vida eterna. Por eso sus movimientos pueden hacer creer que se trata
de un borracho débil y confundido pero en su astucia desarma a sus
contrincantes y sus golpes aprovechan el factor sorpresa.
Así, todas las coreografías de
Jackie Chan se corresponden con la mímica del borracho y sus personajes son
aparentes seres insignificantes que se transforman en sabios y poderosos
guerreros.
En ambas películas, los
maestros (el viejo borracho y el monje blanco en The Forbidden Kinngdom, la tortuga Ugwey y la rata Shifu de Kung Fu Panda) llevan al joven aprendiz a una fuente de agua
cristalina en medio de montañas de bosques húmedos, ecosistema propio del
sudoeste chino, limítrofe con las selvas tropicales más al sur, de Indochina y
la propia India, donde se cree que nacieron las filosofías que dieron origen al
vedismo, el busdismo y el taoísmo.
El agua es el elemento
primordial en la enseñanza del Kung Fu, porque su poder creativo y destructivo
no está dado por la fuerza de condensación de sus moléculas sino por la
constancia y perseverancia en un camino ético y moral a través del tiempo. Así,
mientras la madera, la piedra y el metal consiguen doblegar a sus enemigos en
el corto plazo, el agua, el aire y el fuego, elementos dispersos, fluyen por
los intersticios de la materia, y con sistematicidad pueden doblegar a la
piedra, transformándola en arena y polvo, pudrir o reducir a ceniza la madera
más dura y volver líquido al metal.
La enseñanza básica del Kung Fu
está en la esencia del taoísmo, donde toda forma de vida expresa un camino
(literalmente tao) que comparte las mismas leyes de funcionamiento que el
universo y está formado por los mismos cinco elementos esenciales: agua,
tierra, fuego, madera y metal . Cada ser vivo y cada elemento a su vez están
formados por dualidades contradictorias, vale decir, que al igual que en la
filosofía dialéctica de los presocráticos, de los pitagóricos, cada elemento
desenvuelve a su opuesto y en su relación contradictoria (armoniosa o
conflictiva) movilizan al universo.
El famoso círculo formado por
dos mitades negras y blancas como olas, el símbolo que comúnmente se lama del
yin y el yang, es la mejor representación gráfica que existe del pensamiento
dialéctico: todo lo que existe está en permanente movimiento y mutación, cada
elemento o ser vivo contiene en sí mismo su contradicción y la relación
–armónica o violenta- entre ellos es el motor de la vida universal.
La clave para que cualquier
persona pueda lograr una vida satisfactoria o exitosa, radica para el taoísmo
(y para las filosofías hermanas como el ayurvedismo o el budismo o nacidas de
él como el confucianismo) en el esfuerzo por ampliar el conocimiento del
sentido de cada camino individual y ponerlo en armonía con el resto de sentidos
y caminos que interactúan en el universo.
El camino de Po
Ahora que hemos analizado los
elementos que configuran la película, avancemos sobre la comprensión de su
mensaje.
Dijimos que todo consiste en el
camino de Po para torcer su destino y alcanzar sus sueños más íntimos. Su
camino atraviesa tres ejes: el destino está prefijado por el contexto de
relaciones sociales, económicas y políticas donde nace Po y que está obligado a
modificar para escalar en la estructura de clases; la clave del éxito está en
la relación que se opera entre el individuo Po y su familia, sus amistades, su
tribu; que lo obligan a una profunda transformación personal.
De todo ello se desprenden
enseñanzas morales: un camino ético de lo bueno y lo malo enmarcado en las
enseñanzas que Confucio compila en el I Ching que tanto apasiona a occidente.
a) El buen gobierno
En la peli combaten dos formas
arquetípicas de sociedades de clase. Una ligada a la transición desde las
comunidades tribales igualitarias del neolítico (que mixturan caza, pesca,
recolección y una incipiente agricultura y ganadería) hacia comunidades donde
aparece una primigenia forma de Estado, en las que la tierra sigue siendo
comunitaria o pero se distribuye entre las familias y el trabajo se centraliza
en los jefes ya sea por su capacidad guerrera o intelectual. Es una forma
transicional idílica, donde la explotación aparece difusa detrás de una
aparente armonía e igualdad.
En estas condiciones se habrían
desarrollado las primeras manifestaciones del taoísmo y el Kung Fu. En la peli,
el Palacio de Jade no es ocupado por señores feudales propietarios de tierras y
personas, sino por sacerdotes que practican físicamente una filosofía pero que
claramente no trabajan.
Los maestros son animales que
ocupan el más alto lugar del panteón zoomórfico chino: Ugwuey, la Tortuga, por
su sabiduría ligada a la constancia del tiempo de su longevidad (como los
elefantes en la India); SiFu (literalmente maestro) es una rata, el primer
animal que da comienzo al ciclo zodiacal, un puente entre el mundo material de
la agricultura y el inframundo de las cloacas donde se esconde; la Tigresa, el
dios Mono y la Serpiente son animales imposibles de domesticar, propios de la
selva, adorados totémicamente; la Grulla representa al dios del viento y la
Mantis Religiosa (el mamboretá guaraní) el mundo secreto y fascinante de los
insectos.
A su servicio, un pueblo
formado por pequeños y medianos campesinos, artesanos y comerciantes, son los
animales domesticados por el ser humano para alimentarse y vestirse: chanchos,
patos, gansos y conejos. Todos muy similares entre sí, viven en el valle, la
parte baja o inferior del territorio y de la escala social. Las tensiones
sociales no existen a menos que vengan del exterior, otra imagen ilusoria.
A esta relación idílica entre
pueblo y gobernantes se le opone la del poder centralizado y despótico de la
monarquía, Lord Shen, un pavo real que simboliza al orgulloso, su elemento es
el fuego y el metal, el hierro como espada y como bala de cañón, nos recuerda
que como las pastas que fabrica y come Po, China también inventó la seda y la
pólvora que usa Shen.
Finalmente, Kai, el enemigo supremo, un Yak, especie de búfalo
habitante de las montañas del Himalaya, la frontera más extrema de China,
relacionado con la dura piedra semipreciosa, el Jade, símbolo imperial. Ambos
simbolizan dos momentos del desarrollo del Estado Imperial, la disputa de los
señores feudales basada en la explotación de campesinos que no poseen tierras
ni derechos políticos o sociales y en el monopolio de la producción y comercio
de pólvora y hierro y las dinastías de emperadores provenientes de la estepa
Mongólica, grupos tribales que se hacen del poder imperial gracias a sus
habilidades en la guerra (caballería pesada) y las crisis dinásticas al
interior de China.
Confucio compila en el I Ching
toda una serie de consejos para alcanzar “el buen gobierno” que se pueden
resumir en la necesidad de una relación armónica entre gobernantes y siervos,
donde el gobernante observe un camino de rectitud y sus decisiones satisfagan
las necesidades del pueblo, buscando su felicidad; de esta forma, el pueblo
donará gentilmente su fuerza, su poder, para sostenerlo.
Los creadores de la peli
colocan este “ideal” en una especie de federación de ciudades-estado gobernadas
por maestros taoístas/budistas que garantizan la defensa de las poblaciones a
su cargo contra la de regímenes monárquicos basados en la expropiación violenta
del pueblo. Si te suena a la lucha de la República de Maestros Jedi contra el
Imperio de los Sith es porque George Lucaks y Steven Spielberg usaron también
su particular interpretación del orientalismo de los 70 para explicarse la
Guerra Fría y últimamente un supuesto enfrentamiento entre el imperialismo
demoníaco de la familia Bush contra las esperanzas democráticas de los Clinton
y Obamas (la similitud entre Yoda y Ugway o entre los e-woks y los osos panda guerrilleros
tampoco debe ser casual).
En la primer peli, este
conflicto entre dos formas de relacionarse entre gobierno y súbditos se ve
reflejado en la negativa de Shifu y los Cinco Furiosos a entrenar e incluir al
Panteón a un advenedizo, un animal expulsado de las figuras tradicionales del
Kung Fu por no contar con habilidad física ni agilidad y perteneciente a una
clase social inferior. Encima huérfano, lo que desde antiguo significa una
relación parecida a la servidumbre hogareña dentro de la familia adoptiva.
b) El Dragón como héroe colectivo
A diferencia de las tradiciones
del éxito individual en el ascenso social de Disney, esta saga subraya con
elocuencia la necesidad de una relación armónica del individuo con sus pares
para lograrlo. Po debe resolver varios dilemas en su relación con su familia.
En la primera la tensión entre su deseo individual que se opone a la tradición
hereditaria del padre adoptivo, y por lo tanto el renegar de su condición
plebeya para aspirar a un lugar en el Palacio, el ganso Ping se opone a su
nuevo padre y mentor, Shifu; en la segunda, con mayor dramatismo, debe luchar
entre su origen biológico, la pérdida de su infancia y su madre, su clan original
de Pandas y su familia de crianza, tratando de determinar si cumple su destino
biológico o su destino cultural; en la tercera, sus padres biológico y adoptivo
vuelven a confrontar pero ahora descubre una ligazón entre su origen biológico
y su presente como monje guerrero.
En la tercera parte, Po
resuelve todos sus conflictos y se transforma en el Guerrero Dragón. El Dragón
es a la vez el único animal mitológico del zodiaco chino y el símbolo del
máximo esplendor del Imperio. De todo ello sólo queda en el sentido común
popular de sus habitantes que atrae la abundancia y rechaza las malas energías.
Su cuerpo está formado por una serpiente
gigante, como las últimas que habrán convivido con los primeros habitantes de
ese río ancho y caudaloso que es el Yang-Tsé y simboliza a los grandes reptiles
que habitaron el planeta antes de los mamíferos. Tiene cuernos de ciervo de los
bosques húmedos y praderas, camina con garras de águila y tiene plumas de ave
en cuello y cabeza. Es el símbolo del poder del todo que supera la suma del
poder de las partes, también la centralización de tributos de cada región del
interior de China dominada por la agricultura del Río Amarillo y su control del
comercio marítimo.
En la saga de Po, este concepto
del poder centralizado obtenido por la suma de las partes es la que lo
transforma en la superación dialéctica de él mismo. Su sueño original se
consuma porque ha aprendido que él no es más que el amor y reciprocidad de los
seres que lo conforman, sus dos padres, su familia directa y adoptiva, sus maestros
y sus aprendices, la aldea de la que forma parte, su clase, su pueblo.
Una concepción lo
suficientemente poderosa del héroe colectivo que bien puede ser limitada, como
en la imaginación de los guionistas, directores y productores de la franquicia
para simbolizar el poder superior de la democracia en tanto liderazgo que toma
su poder de la elección voluntaria de sus ciudadanos; pero también puede
representar el poder colectivo de una clase social en inferioridad de
condiciones sin forzar mucho la interpretación. El Dragón puede ser, así también,
el sindicato clasista, el partido obrero, el Estado Proletario, la sociedad
socialista.
De hecho, en la primer peli
Ugway, el maestro más importante, salva a su pueblo apelando a formar en las
artes sagradas a uno de sus integrantes, en la segunda es la comunión de todos
los líderes espirituales y guerreros de todas las regiones de China la que
salvan al país de Lord Sheng y en la última escena de la saga, todo el pueblo
de crianza de Po y su aldea de Pandas ocupan el patio central del Palacio de
Jade, practicando juntos la filosofía taoísta y budista del Kung Fu en un
ritual de celebración que bien puede recordar los orígenes chamánicos del
teatro y la danza, donde maestros y campesinos se diluían en una armonía sin
jerarquías, como en nuestros carnavales de Occidente.
c) Dualidad contradictoria del yo
Po significa “alma interior” o “demonio
blanco” en la filosofía taoísta, y se la ubica entre el bajo vientre y los
genitales, es la parte de la conciencia interior que relaciona al individuo con
sus necesidades vitales. En oposición está el hun, o alma superior, ubicada en
los ojos y representando la conciencia del mundo exterior, la inteligencia
exterior. Po y hun si se llevan bien harán que el individuo pueda atravesar sin
dificultades y con salud el camino de la vida, cuando se separan po se hunde en
la tierra y hun vuelve al universo de la luz.
Pero si un individuo quiere
alcanzar un plano superior en su vida, si pretende superarse en la capacidad de
enfrentar desafíos mayores a los ordinarios, debe trabajar en una relación
profunda de sus dos “almas”, la conciencia y el inconsciente, lo conocido y lo
desconocido, el exterior y su mundo interior pudiendo incluso lograr un control
de su energía esencial, el chi, y
exteriorizarlo.
En la primer peli Ugway y Shifu
debaten sobre la mejor forma de crear al Guerrero Dragón. La rata reivindica la
imposición violenta del camino y la tortuga defiende una vía pacífica, basada
en la aceptación, la nutirción y la paciencia.
Sifu adoptó un leopardo, Ty
Long, y desde chico lo entrenó para que desease ser el Guerrero Dragón
confiando en sus capacidades físicas y su inteligencia. Ugway consideró que en
su interior no estaba preparado, que pretendía ser alguien que no debía por
razones inadecuadas: codicia, acatamiento de la orden paterna. La cosa terminó
mal, Ty Long desató una furia causada por la negación de lo que le había
tocado, Ugwey lo vence en combate y lo entierra vivo en la profundidad de una
prisión en lo profundo de una montaña.
Cuando elige a Po, su forma
exterior es inadecuada para el destino del Guerrero Dragón y Shifu se niega a
entrenarlo. Tres máximas entrega Uwgey para fijar este concepto: “a veces las
decisiones que tomás para esquivar tu destino te acercan más rápido a él”, “no
existen accidentes”, “el pasado no existe, el futuro no llega por eso el
presente es un regalo” y “abandona la ilusión del control”.
La paz llega cuando Shifu
acepta entrenar el espíritu débil de Po para ayudar a su esencia interior a
superarse en una nueva forma, la clave está en utilizar sus mejores cualidades
innatas, el disfrute del placer de comer, la intuición irracional del sentimiento.
Po aprende qué es lo que lo define como ser individual, aprende a gobernarse y
alcanza una nueva sabiduría, que le permite entrenarse y dominar las técnicas
físicas del guerrero.
En la segunda parte, el drama
interior de su pasado, reprimido por la conciencia deja de oprimir la
conciencia de Po cuando encuentra la forma de entenderlo, le permite salir, se
conoce así mismo. De esta forma logra comprender cómo las fuerzas de la
naturaleza en apariencia opuestas (el agua y el fuego) pueden ser canalizadas,
aprovechadas, esta idea de “fluir uno con el universo”.
En la tercera y última de la
saga, el aprendiz debe comprender cabalmente cada parte del camino que lo ha
llevado a ser quien es para poder transmitirla a otros seres. El camino de
aprender a enseñar lo que uno/a sabe es el de aprender a aprender. Po intenta
copiar el método superficial de la enseñanza de Shifu, ordenar movimientos,
obligar a sus aprendices a entrar en formas establecidas por él; sólo cuando
reconoce que el verdadero método consiste en ubicarse en el lugar del aprendiz,
ver con qué cualidades cuenta ese individuo y ayudar a potenciarlas, ayudar a
que obtenga la nueva fuerza partiendo de su conocimiento y dominio de sí
mismo/a Po alcanza la sabiduría.
Combina también las rigurosas técnicas
del entrenamiento basado en las privaciones y sacrificios de la tradición ascética
con el reposo y la meditación de una vida relajada, propia de la aldea de
pandas, donde la sabiduría se alcanza comiendo, durmiendo y celebrando,
enseñanzas propias de dioses inmóviles como Buda. Así domina sus dos esencias
constitutivas y la sabiduría del chi, que le es ofrecido generosamente por su
pueblo en gratitud a su sacrificio personal por salvarlos.
El camino de la superación
personal se ha completado: conocerse a sí mismo, aceptar cada parte buena o
mala que nos conforma, reconocer y apoyar las potencialidades de los demás. Paz
interior y paz con el universo. Salud emocional y psicológica, fundamentales
para enfrentar los desafíos exteriores y lograr los objetivos.
En contraposición, sus enemigos
han elegido el rechazo de alguna de las dos partes de su personalidad y
fallecen: Ty Long se niega a aceptar que no va a ser quién deseaba e intenta
violentar la realidad para lograrlo; Lord Shen se niega a aceptar sus errores
del pasado y redimirse; Kai aprendió que el Chi puede robarse pero que el poder
del chi dado por propia voluntad es muy superior.
ÚLTIMA PARTE: Moral y lucha de
clases
Kong Fu Tsze y Heráclito
Les lectores y lectoras
formados/as en la cultura occidental habrán reconocido la notable similitud de
la filosofía taoísta en la base de Kung
Fu Panda con la filosofía clásica griega.
Gracias al inestimable aporte
de Laura, la madre de Leyla Isis, pude encontrar un libro que terminó de
confirmarme en esta hipótesis: que el confucianismo del I Ching es sin más la
mejor descripción ética, gráfica, artística y corporal de la filosofía
dialéctica materialista que está en el origen de la ciencia europea moderna y,
por lo tanto, al decir del propio Rieznik, en una de las fuentes del
materialismo dialéctico de Marx y Engels.
En Los primeros filósofos, traducido
por el filósofo marxista Alfredo Llanos (1914-1996), editado por Siglo
Veinte en 1975 del original en inglés de 1972, un reconocido historiador
materialista de la filosofía antigua de la Universidad de Birmingham en
Inglaterra, George Thomson, destina el capítulo III al análisis comparativo de
la filosofía China y Griega, notando que a pesar de no haberse conocido y de
llevarse sólo veinte años de diferencia,
el pensamiento de Pitágoras y Confucio es tan parecido que hasta sus frases son
similares.
Se sabe que el propio Marx había
explorado en los primeros filósofos materialistas griegos (su tesis doctoras es
sobre Demócrito y Epicuro) para refinar su concepción de la dialética de Hegel
y elaborar su propio pensamiento dialéctico junto a su amigo Engels. Siguiendo
a Thomson, bien hubiesen podido llegar a conclusiones similares –o incluso
mejores- si el historiador Heródoto hubiese llegado en sus viajes más allá del Tigris
y los montes Zagros y Marx hubiese podido acceder a la filosofía compilada por
Confucio (Kung Tse o Kung Fu Tzi que significa Maestro Kong) en el siglo quinto
a. C..
Qué diferente hubiese sido el
orientalismo del siglo 20 si en lugar de leerlo en la clave idealista de los Nietzche
y los Jung, Occidente lo hubiese leído en la clave materialista de Marx.
Esto tiene su importancia,
porque vuelve a plantearnos el dilema que alimentaba las obsesiones de Jung y
Campbell sobre los arquetipos y el inconsciente colectivo.
Es posible que la explicación
de las concepciones filosóficas similares entre poblaciones distantes en el
tiempo y el espacio no se deban a la existencia de un espíritu, alma o Idea
subyacente en todas ellas, sino en la posibilidad de que, manteniendo una
mirada sistemática sobre la realidad, diferentes pensadores en determinado momento
del desarrollo material de su sociedad arribasen a conclusiones similares. Lo
que relaciona a los griegos y los chinos del siglo quinto es que forman parte
de varias generaciones de funcionarios estatales que mantienen el estudio del
mundo real para mejorar las transformaciones técnicas requeridas en sociedades
dependientes del desarrollo agrícola.
Lo mismo podríamos decir de la
ciencia antigua en Mesopotamia, Egipto, la India, el Valle de Texcoco, la selva
Maya o el Imperio Inka.
Los filósofos idealistas
pretenden buscar similitudes en el alma humana cuando estamos interpretando a
filósofos, religiosos y científicos que lo que tienen en común es su objeto de
estudio, la realidad física que los rodea, las relaciones económicas, sociales
materiales que los constituyen y un método, la observación empírica.
Visto de esta forma, podemos
dejar de lado toda relación “mágica” o metafísica y abordar las enseñanzas de
las religiones y cosmogonías de la antigüedad con una utilidad mucho más
concreta y fructífera.
Así, Confucio compiló en el
Libro de las Mutaciones, las reflexiones del taoísmo sobre el funcionamiento de
la realidad que podían desprender un camino ético (lo bueno y lo malo) para que
los señores feudales y el mismo emperador guiasen sus decisiones sobre bases
racionales. Hasta la caída del último emperador en 1912, el Estado imperial
mantuvo una casta de funcionarios, eruditos, religiosos y el taoísmo, el
confucianismo y el budismo fueron las bases científicas que guiaron las
decisiones importantes en cada plano de la vida.
Otro alemán muy querido para
nosotros, Eugene Berthold Friederich Brecht (Augsburg, 1898-Berlín Oriental,
1956) para la misma época que Jung y Wilhelm flasheaban con el taoísmo como
respuesta a los males de la decadencia occidental, lo miraba de otra forma.
Con mucho sentido de la sátira
y la ironía, y estudiando con admiración los recursos y técnicas del teatro
chino, Brecht desarrolló en su propia obra una crítica feroz de los límites del
confucianismo idealista e idealizado. En El
alma buena de Sezuán (comenzada en 1938 y terminada en 1943, debido al
exilio forzoso de Brecht por la persecución nazi) describe el padecimiento de
una de las regiones más ricas del Imperio, donde la población obrera no tiene
garantizada de ninguna forma el acceso a la felicidad y la religión, la
justicia y los funcionarios del Estado sólo trabajan dirimiendo los conflictos
que se dan entre una guerra de pobres contra pobres sin mayor destino que la
descomposición y la barbarie.
En Turandot o El Congreso de los Blanqueadores, pensada también para
atacar las ilusiones de renacimiento intelectual que propugnaban los
intelectuales liberales en la Alemania previa a la hecatombe Nazi, Brecht
imagina al Emperador del Cielo convocando un Congreso de Tuis (abreviatura de
intelectual), es decir, de funcionarios como Confucio, para que intenten
descubrir las razones de la crisis económica que socavaba el poder imperial y
genera huelgas obreras y rebeliones campesinas que asedian las murallas del
Palacio de Jade.
Los intelectuales chinos no
hacen más que ofrecer “blanqueos” a la situación, que echen la culpa de todo a
cualquiera menos a las clases terratenientes chinas y su búsqueda de ganancias
estrangulando a la población campesina, a los artesanos y comerciantes con
impuestos absolutamente irracionales y frenando el desarrollo económico.
Los personajes del pueblo bajo
entendían que el problema era el feudalismo y se organizaban para desterrar al
Emperador y su clase social. Una lectura de la Revolución de 1911-1949 que
probablemente ni el PCCh ni los herederos modernos del Komingtang estén
dispuestos a hacer.
Brecht se burla se la tendencia
dominante en la intelectualidad alemana, que pretende encontrar en la
filosofía, las artes o la ciencia las soluciones a la crisis económica que
provocó la derrota en la Guerra de 1914-1919 y la quiebra del sistema
financiero mundial después del Crack de la Bolsa de New York en 1939.
El problema estaba en la
realidad, en la forma en que los intereses de cada clase social entraban en
disputa y no en interpretaciones tiradas de los pelos que terminarían,
finalmente, disputándose el buen ánimo de Hitler y las rentas del Estado para
justificar lo que se necesitase justificar, desde el renacer del Alma Aria
hasta la matanza industrial de judíos, comunistas, gitanos, homosexuales y
opositores en campos de concentración.
Mientras las declaraciones de guerra comercial del magnate de las comunicaciones y del showbussines llegado a presidente le amargan el té confuciano a Spielberg y Jack Ma, los Jackie Chan de la cultura neo-capitalista no logran ver debajo de sus ilusiones lo que hace años vienen señalando con furia millones de obreros y obreras que protagonizan las huelgas más poderosas de su milenaria historia. Los patos, cerdos y conejos se sublevan una vez más.
De Kung Fu Tsze a Trotsky y la salud de Macri
Para terminar, quisiera
rescatar un elemento contradictorio de todo el mensaje de Kung Fu Panda. Porque, finalmente, la filosofía del Tao, el
confucianismo y el budismo nos ofrecen un camino ético, una serie de enseñanzas
para mantener un objetivo de superación personal sin sucumbir ante las presiones
del medio. Enseñanzas basadas en la observación de la realidad desgajada de
misticismo, o al menos en esa pretensión se fundaron, ya que los filósofos y
monjes buscaban la verdad.
Quienes buscamos un camino que
nos lleve a la sabiduría colectiva, a terminar con las necesidades materiales
que oprimen a la inmensa mayoría de la humanidad; quienes buscamos el rumbo
para que gobiernen las buenas gentes que trabajan y terminen con el control
despótico de las clases propietarias, quienes queremos entregar generosamente
nuestra energía y capacidad para construir una sociedad sin explotadores;
quienes, en suma, luchamos por el socialismo como fin último de la armonía
universal, ¿acaso no podemos usar en nuestro favor las enseñanzas morales acumuladas
por la humanidad en los milenios de su observación sistemática del funcionamiento
de la vida?
Reflexionemos un poco sobre
otro gran pensador y constructor de poder económico y social, Lev
Davidóvich Bronstein, alias Trotsky. Nació en Yánovka, una aldea de Ukrania un
7 de noviembre de 1879, en una familia de campesinos acomodados judíos, asediados
por una economía zarista en descomposición y sus prógroms.
Cuando pudo elegir su camino,
ante la posibilidad de desarrollar una carrera universitaria exitosa como
matemático, o de descollar en el mundo literario de editoriales refinadas en
ciudades pudientes del Mar Negro, prefirió entregar toda una vida de sabiduría
intelectual y práctica a la construcción de organizaciones políticas y
sindicales que concentraran el poder disperso de la clase obrera y el
campesinado ruso.
El azar tuvo la generosidad
increíble de permitirle coronar el mismo día de su cumpleaños número 38 (nel mezzo dil cammin di nostra vita), el
7 de noviembre de 1917, todos sus esfuerzos individuales con el primer Estado
Obrero exitoso y duradero de toda la historia humana. Trece años después fue
desposeído, exiliado y perseguido por los herederos sanguinarios de ese mismo
Estado hasta un barrio pintoresco y bucólico de México, Coyoacán, donde el 21
de agosto de 1940, mucho antes de cumplir con su destino biológico, un asesino
a sueldo de Stalin con un picahielo truncaron su camino.
Este individuo magistral, que
después de haber conquistado su sueño individual, uno de los más improbables en
nuestra sociedad, consciente de la furiosa reversión de su destino, pocos años
antes de ser alcanzado por la muerte a traición, escribía que su tarea
consistía en no dejarse doblegar por la derrota, en mantener viva la llama del
marxismo contra los enemigos declarados y sus falsos profetas, para que en el
próximo ciclo de luchas obreras, las próximas generaciones no tuvieran que
arrancar de cero en su búsqueda de la libertad y el pleno disfrute de la vida,
del nirvana terrenal.
Quien
se arrodilla ante el hecho consumado es incapaz de enfrentar el futuro
es una frase suya que bien
podría compendiarse en alguna edición fantástica del I Ching al lado de una del
mismísimo Kung Fu Tsze:
la
constancia es más fuerte que el destino.
Porque lo cierto es que desde
que la primer familia se separó del conjunto social para apropiarse de las
enseñanzas y riquezas obtenidas colectivamente y construir un Estado propio,
con religiosos y científicos privados, con policías y jueces a sueldo para
expropiarle el Chi al resto para usufructo privado hace cinco mil o diez mil
años; también ese día comenzaron los miles de oprimidos y expropiados un largo
y sinuoso camino de lucha contra ese poder concentrado y privado que sigue
hasta hoy.
Milenios han pasado y así como
el poder concentrado de la propiedad privada y la explotación violenta han
sabido construir una y mil veces dorados templos también nosotres hemos sabido
aprovechar sus crisis económicas y abrir una brecha que nos permitiese alcanzar
el poder concentrado que nos permitiese ser libres.
Así como hubo Emperadores en la
Roma Antigua también existieron Espartacos. Y mientras los sabios de la
Antigüedad pusieron su sabiduría al servicio del Emperador, como Aristóteles
con Alejandro o Confucio con el Emperador del Cielo, hubieron individuos como
Karl Marx, venidos de la mejor escuela filosófica moderna que robaron la luz de
las altas academias y bibliotecas de la burguesía y la nobleza feudal y las
pusieron al servicio de artesanos y obreros. ¿O acaso no fue Karl Marx uno de
los protagonistas de la primer organización internacional de trabajadores y de
los primeros partidos políticos obreros?
Lo que permitió que mientras
los Shopenhauer, los Nietzche y los Jung, desconsolados ante la crisis
humanitaria que paría la burguesía en su control despiadado y sin alma del
mundo buscasen refugio en el pasado remoto y aristocrático del espíritu, del
sentimiento, de la voluntad irracional, otros alemanes como Marx, Engels o
Brecht diesen vuelta al Espíritu para
comprender la carne y llegasen a una comprensión de la dialéctica universal que
abriese un camino posible para que los Espartaco supieran llegar a Roma y
vencer, en lugar de verse obligados a renunciar, huir y morir con la dignidad
de los mártires.
Pienso también que un simple
mortal como yo, o como cualquiera de quienes lean estas líneas, que provenimos
de la clase media destruida o de la clase obrera que se agarra con las uñas de
los pocos derechos económicos y culturales que todavía nos quedan podemos
reflexionar de este modo. La lucha
colectiva de los obreros rusos, chinos, europeos, africanos y cubanos durante
el siglo XX permitió que la lucha de los obreros inmigrantes y los
profesionales de clase media en el Río de la Plata abriera los colegios y las
universidades para las amplias masas de la población, y a pesar de tantas
derrotas y ataques todavía alcanzaron para que el hijo de un gastronómico y una
costurera conocieran lo mejor del pensamiento científico moderno, dialéctico y
materialista, de la mano de profesores como Pablo Rieznik o dirigentes como
Jorge Altamira.
Porque así accedí al
maravilloso método de superación personal y desarrollo de la concienica del
universo y de mí mismo que es el materialismo dialéctico. Antes de Confucio,
Heráclito, Hegel o Jung, yo escuchaba asombrado razonar a Pablo Rieznik en un
aula de Puán y devoraba con la misma fascinación los análisis dialécticos de
Altamira en Prensa Obrera.
Me arriesgo a publicar un
homenaje a estos pensadores. En la última etapa de su camino vital Jorge Altamira
abrió en 2016 una mirada sobre la historia de las luchas obreras del siglo 20 que
nos convoca a una reflexión profundamente dialéctica sobre el camino de la
revolución en sus debates sobre la Revolución Cubana y los 100 años de la
Revolución Rusa.
Un camino con el que se puede estar más o menos en desacuerdo,
pero que nos enseña algo sobre método y perseverancia.
En marzo de 1965, a pocos meses
de haber fundado la organización Política
Obrera que devendría cincuenta años después en uno de los partidos de
izquierda más influyentes de la lucha de clases en Argentina, todavía en su
primer juventud, Altamira escribía un audaz análisis en el que caracterizaba la
decadencia de la URSS y China bajo la dirección conciliadora con el capitalismo
de la burocracia comunista, como un elemento que profundizaría la crisis
capitalista y no como el derrotero del triunfo universal de la burguesía que
todos clamaban a coro.
Llamaba a construir un partido
revolucionario pensando no en el corto plazo y las necesidades coyunturales,
que lo obligarían a arrodillarse ante los hechos consumados del
nacionalismo burgués o el foquismo, sino con miras a medio siglo, apostando al
inevitable trabajo de zapa que la crisis y degeneración constante del capital
horadarían el poder del imperialismo en todo el mundo, forjando un programa de
independencia de clase sobre la base de un examen riguroso de la realidad en
movimiento y la experiencia acumulada de la lucha contra el Estado.
Sus análisis cotidianos sobre
el movimiento de la realidad mundial y local están dotados de una plasticidad
contradictoria y dialéctica poco vistas en la intelectualidad contemporánea.
Mucho menos en política.
Estos son nuestros dragones.
Mientras busco el cierre de
este extenso y audaz ensayo, a 100 años de la Revolución de Octubre, no puedo
dejar de pensar en la debilidad de un presidente y una clase social que por
puro miedo a las consecuencias lógicas de sus acciones recurran al esoterismo y
la magia para salvar la vida. Y por otro lado en un líder revolucionario que se
supera a sí mismo en lucidez intelectual y optimismo vital pasados los 70 años.
Mientras el poder de Macri proviene
del robo salvaje y despiadado del chi de millones de seres buenos y honestos que
dejan su energía vital todos los días para intentar únicamente sostener la
felicidad material y espiritual de sus crías, contra todas las enseñanzas de
los gurúes y sabios que consultan, su poder sólo reproduce violencia y
desgracia sobre la faz de la tierra.
Qué lejos están de la armonía universal
las masacres de Aleppo y Palestina, los campos de refugiados en Europa que
imitan a los campos de concentración nazis; qué lejos de la paz interior y la
armonía cósmica están las cuentas bancarias en paraísos fiscales del caribe,
engordadas con las ganancias de millones de niñas y mujeres secuestradas,
torturadas, vejadas y violadas por redes de tráfico a lo largo y ancho del
planeta; qué lejos de la sabiduría eterna están los espíritus que lucran con la
pedofilia y la pederastía, con la fabricación y venta de venenos para pobres
como la merca y el paco.
Si es cierto que toda acción
genera su correspondiente reacción contraria, y que cada cosa que existe genera
a su opuesto contradictorio, por mucho que Macri asista a los encuentros
espirituales del Raví Shankar, su corazón intuye una verdad más concreta: que
las víctimas de la corrupción moral y material que su clase social engendra,
están vivas a pesar de todo y luchan por liberarse de tanta muerte y
destrucción; que tarde o temprano encontraremos de nuevo el camino para dar un
golpe definitivo a su deteriorado karma.
Porque cada pulso que late en
la rebelión popular lastima la salud del Estado. Si los amagues traicioneros de
las centrales obreras dirigidas por la lacra burocrática y un estallido de
mujeres sin rumbo claro lo han mandado al quirófano en el primer semestre de
gobierno y a reposar y meditar más del diez por ciento de los días de su primer
año de mandato ¿qué pueden hacerle a su salud la toma heroica de los obreros de
AGR contra el Grupo Clarín, la quiebra de la unidad sindical traidora y una
masiva huelga de mujeres en todo el mundo?
Concentremos nuestros/as Chi
con generosidad, construyamos con paciencia y perseverancia un frente unido de
la clase obrera y el pueblo, que nos permita forjar un Gran Guerrero Dragón
para alcanzar el sentido verdadero de nuestro camino colectivo y la paz
interior de todos/as los/as explotados/as y oprimidos/as del planeta,
es mi más sincero
sueño.
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