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jueves, 23 de febrero de 2017

Buscando heroínas obreras y socialistas

Los límites de las Anti-princesas


En 2015 la editorial Sudestada (uno de los emprendimientos editoriales más interesantes de la cultura argentina contemporánea, nacida del esfuerzo cooperativo de escritores y periodistas de izquierda a contramano del mercado editorial oficial), lanzó con un impresionante éxito de ventas su colección de libros infantiles con el acertado nombre de Antiprincesas (la colección se bifurcó luego en dos, la sostenida por Sudestada y aparte una publicada por un desprendimiento editorial independiente, Chirimbote).

En un mercado editorial marcado por una profunda crisis, los responsables de Sudestada y Chirimbote supieron comprender que el éxito depende de la capacidad por interpretar la demanda del público.

Mientras las grandes empresas extranjeras que oligopolizan el mercado editorial de habla hispana ofrecen grandes títulos que sólo pueden ser consumidos por una restringida élite de la población, que además de contar con un capital cultural propio (han ido al secundario, el terciario o la universidad) tienen recursos suficientes para comprar libros cada vez más caros (producto del anquilosado mecanismo de producción en papel y distribución en librerías), una pequeña editorial independiente entendió que un amplio sector de la población todavía disfruta de leer y tiene algún peso para gastar en ediciones bien hechas, prolijas y creativas a un precio accesible.

Bien sabido es que el único renglón del mercado editorial que todavía vende lo suficiente como para que les escritores/as puedan vivir de su profesión es la literatura infantil. Y este mercado no se sostiene más con las viejas recetas moralizantes basadas en las fantásticas historias del romanticismo europeo del siglo 19.

Los hermanos Grimm, el gran Andersen y Barrie lograron vivir de sus cuentos para chicos porque alimentaban la necesidad de su público por historias propias de la cultura popular que les afirmasen su lucha por la conquista de la libertad de sus naciones, en la que dejaban su vida militando, votando, luchando.

Sudestada y Chirimbote han sabido leer la nueva necesidad de madres y padres obreros y pequeño burgueses en Argentina de ofrecer a sus hijas e hijos historias que transmitan valores éticos y morales deseados que terminen con las ilusiones y mentiras de las grandes productoras de fantasías del imperialismo yanqui o europeo, contra los estereotipos del patriarcado y las mujeres sumisas, que revitalicen la propia cultura latinoamericana a los ojos de sus herederos/as.

Sin embargo, y aunque reconocemos el sentido de la oportunidad y somos fieles consumidores de su colección (la primer colección de libros de Leyla Isis), no podemos dejar de observar en las biografías de Frida Kahlo, Violeta Parra, Juana Azurduy, Maria Elena Walsh, Mercedes Sosa y Clarice Lispector, los mismos límites que observamos en los nuevos íconos de las películas infantiles más populares.

Se ofrecen como biografías superadoras del viejo estereotipo femenino del patriarcado las de mujeres que han alcanzado el más alto reconocimiento en una sociedad patriarcal no debido a que fueron “esposas de”, “la gran mujer detrás de todo hombre”, sino a su propia capacidad artística o política, y sobre todo a una enorme tenacidad y fuerza de voluntad para enfrentar los obstáculos que la sociedad machista les puso enfrente.

En el caso de Sudestada se han animado a presentar como modelos a mujeres organizadas políticamente, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo o las más recientes “Mujeres zapatistas”.

Ninguna de ellas, sin embargo, ha podido conseguir un mundo libre de imposiciones machistas, en una Latinoamérica donde cada minuto que pasa son más las mujeres secuestradas, torturadas, violadas y asesinadas. Una Latinoamérica que hace de la opresión cotidiana de las mujeres una de las fuentes más importantes de ganancias del capitalismo formal y no formal. Porque mientras las mujeres luchen por tener un trato igualitario frente a los varones en cada orden de la vida pero no se derribe el sistema social que sostiene materialmente al patriarcado las mujeres no podrán gozar nunca de tales derechos.

Este es el límite “simbólico” donde todas las grandes heroínas de la cultura infantil contemporánea chocan. Mulán, Mérida, Elsa y la mismísima Fionna no usan su poder político, cultural y social alcanzado a fuerza de imponerse a la adversidad para construir un nuevo orden social donde no sea necesaria la explotación del trabajo asalariado, servil o esclavo al servicio de la propiedad privada de los medios de producción: la única forma de poner fin a la opresión de las mujeres como productoras de esa fuerza de trabajo explotada.
Las grandes artistas, científicas o políticas de la historia humana surgidas del proletariado, las clases medias o del interior de la propia burguesía, han encontrado su éxito (y su frustración) en los límites que el propio régimen político, social y cultural le impone al conjunto de las mujeres.

No es el machismo, es el capitalismo


Por eso llama profundamente la atención que nadie haya intentado hasta el día de la fecha producir ficciones entretenidas y creativas para la cultura infantil popular de heroínas cuya historia de vida simbolice la ruptura con el régimen social. No se hacen películas ni integran las colecciones infantiles las millones de historias de mujeres obreras que han dado todo su esfuerzo creativo para organizar a sus compañeras y compañeros de clase en la lucha por conquistar el poder político y construir un mundo basado en la propiedad colectiva de los medios de producción y una sociedad sin clases.

Cien años después de la Revolución Rusa este déficit es un anacronismo difícil de justificar. No hace falta que remita a les lectores biografías de seres maravillosos como la polaca Rosa Luxemburg (Zamosc, 1871-Berlín, 1919) o la alemana Clara Zetkin (Wiederau, 1857-Moscú, 1933), que lideraron la organización del Partido Obrero Socialdemócrata en Alemania, Polonia y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La historia de lucha contra el capitalismo de todas las clases obreras del mundo está atiborrada de mujeres que han sabido encabezar la organización sindical y política de la clase obrera en cada una de sus sociedades.

No quiero caer en un falso culto a la personalidad ni ser acusado de favoritismos gratuitamente, pero yo mismo le debo a decenas de mujeres obreras y socialistas la transmisión de un conjunto inestimable de valores éticos y morales que me han permitido encontrar un camino para salirme de la tradición patriarcal en la que fui formateado, mejorando cualitativamente mi vida personal.

Sólo entre la clase obrera docente en Argentina, mayoritariamente femenina, tenemos “materia prima” de sobra para promover imágenes morales de humildes y exitosas constructoras de familias, sindicatos y organizaciones políticas.

La evolución de las figuras femeninas en productos culturales tan masivos como los tanques de Disney y DreamWorks demuestran que hay un cambio de clima mundial en la percepción del rol femenino en la sociedad. Es un fenómeno superficial que expresa la profunda crisis de conciencia que ha parido el deterioro de las condiciones de vida de las mayorías, producto de la crisis capitalista.

Nadie puede sostener la ilusión en el ascenso social del “sueño americano” del Estado de Bienestar (la “democracia” nacionalista, populista y keynesiana del yrigoyenismo, el peronismo o el desarrollismo repúblicano en nuestro país) porque la burguesía en todo el globo ha salido a quitar todas las concesiones salariales, sanitarias, educativas y culturales que se vió obligada a conceder en el pasado para frenar el avance de las revoluciones campesinas y obreras después de 1917.

La familia obrera heterosexual feliz que come perdiz es, en este contexto, un mito más grande que los de las diosas de la antigüedad. Ya no existe rincón del globo donde el sueldo de un varón pueda mantener en la felicidad material a su esposa e hijos. Ella y ellos tienen que salir a ofrecer su fuerza de trabajo al mejor postor para mantener un alquiler miserable (no el palacio propio del sueño americano), el consumo de alimentos cada vez más desagradables e insanos, en un contexto educativo y sanitario en descomposición aguda que nos ofrece un incremento horrible de la mortalidad infantil y las adicciones químicas.

Falta entre los intelectuales que fabrican y distribuyen historias feministas, la comprensión política de que no alcanza con heroínas poderosas si no rompemos con el patriarcado y, por ende, necesariamente, con las imágenes falsas que nos venden sobre las sociedades de clase, sostén material de ideologías misóginas y femicidas como el machismo.

Ellos tienen las fábricas, pero nosotres tenemos el poder


Las ilusiones ofrecidas por la burguesía financiera a las masas explotadas no se sostienen materialmente y es por esta miserable y mezquina razón que esas masas explotadas se creen cada vez menos el chamuyo que les venden. Y buscan nuevos sueños y nuevas historias que les den herramientas para encontrar un camino de salvación, algo en lo que creer.

No nos engañamos, el capitalismo tiene todavía mucho que ofrecer incluso a las masas estancadas en la barbarie. Expresiones millonarias del mercado televisivo como American Idol o Bailando por un sueño siguen encantando a las masas oprimidas con la ilusión de un pase mágico hacia una vida de opulencia, un camino rápido para acceder a un costadito de la aristocracia como bufones o cortesanas sexuales de los poderosos. La película Slamdog millionaire (¿Quién quiere ser millonario?) de 2008 es una brutal, cruda y ácida denuncia de esta penosa y masiva realidad que no es exclusiva de la India.

Hace muy poco, el 23 de enero de 2017, se viralizó un pequeño videoclip donde la excelente cantante de hiphop y rock Valentina Cooke recrea una famosa escena del episodio número 17 de la cuarta temporada de Los Simpson, de 1993 (Last exit to Springfield, La última salida a Springfield) en la que Lisa apoya la huelga de los amigos y compañeros de trabajo de su padre, que están ocupando la fábrica en reclamo de mejores condiciones laborales.

Los compañeros y compañeras del colectivo de artistas visuales Ojo Obrero en el Frente de Artistas del Frente de Izquierda han tenido la excelente idea de recrear esta imagen mundialmente conocida para apoyar la toma de la planta gráfica AGR del megaoligopolio Clarín, que pretende dejar a sus 400 obreros y sus familias en la calle cagándose llanamente en todas las leyes laborales de los últimos 40 años, incluso las propias de la dictadura genocida de Videla.


Me ha parecido un síntoma que expresa muy bien las conclusiones finales de este recorrido por la cultura infantil, sus límites y posibilidades.

Primero porque se entronca con la mejor tradición de les artistas que hemos reseñado (escitores/as, guionistas, directores/as de cine, acrtices, actores, cantantes, etc.) que han guiado sus capacidades creativas con los intereses políticos de su público entendido no como consumidores sino como hermanos y hermanas de una misma clase social. Segundo porque han buscado entre la iconografía popular el símbolo  y la imagen para generar la empatía, dejando de lado los prejuicios acostumbrados contra la cultura popular propia de las elites intelectuales dominantes.

Pero además, y no por último menos importante, eligen como imagen femenina a Lisa Simpson, hija de una familia obrera que durante los últimos treinta años ha fluctuado entre la posibilidad de éxito individual que le ofrece la cultura patriarcal (artista, política, científica) a toda mujer con la fuerza de carácter necesaria para sobrevivir en un mundo diseñado para oprimirla, y esa pequeña Lisa que no duda en ofrecer sus capacidades intelectuales, políticas y estéticas a la lucha de su familia, su clase social y los intereses mayoritarios de su pueblo, Springfield, en una lucha sin cuartel contra la burguesía explotadora personificada en el demoníaco y senil Mr. Burns, símbolo arquetípico del capitalismo zombie actual.

Prensa Obrera tuvo la audacia de entrevistar a uno de los guionistas que produjo ese inolvidable capítulo, quien declaró con orgullo clasista “en general apoyo las acciones obreras. Soy miembro de tres sindicatos diferentes y creo que la negociación colectiva es esencial para condiciones de trabajo justas y el salario. Cuando escribimos ese episodio de Los Simpson impulsábamos la idea de que si la gente se unía para pelear, el poder percibido valía la pena. Así que estoy orgulloso de que la gente use nuestro simple dibujito para avanzar con su causa.” (http://www.po.org.ar/prensaObrera/online/politicas/inspirado-en-celebre-escena-de-los-simpson-un-video-en-apoyo-a-la-lucha-de-agr-clarin-se-vuelve-viral).

Un artista que se reconoce como fiel miembro de una clase explotada y oprimida que debe enfrentar al régimen social que lo alimenta para liberarse de las cadenas que ese mismo régimen le impone. Que además recurre a una imagen propia de la cultura de la lucha obrera norteamericana, quién no ha visto a la folklorista  Joan Báez (Staten Island, 1941) en esa imagen de Lisa Simpson cantando una letra combativa sobre la popular tonada folk de Classical Gas de Mason Williams.

Por una producción cultural obrera y socialista


La crisis moral y cultural de la humanidad no es más que la crisis social y material del capitalismo en su fase decrépita. No deja sin embargo de parir intelectuales con capacidades creativas que, atraídos por el sufrimiento y las necesidades de sus familias, su clase y su pueblo, son capaces de producir obras que ayuden en la construcción de caminos y puentes hacia la liberación. Queda para un próximo libro la posibilidad de ahondar junto a mi hija y su madre la imaginación que han abierto otros artistas en la producción de imaginarios que permitan soñar con otro tipo de heroínas.

Sé que existen, porque cuando militaba en el mítico local del Partido Obrero de Villa Ortúzar, en 2013, tuve la oportunidad de conocer la producción de artistas del cómic o del cine no comerciales a través de la experiencia y la mirada de enormes artistas como Alejandro Cohen Arazi (director de Córtenla y Cáncer de máquina) y Nana Cuevas Ottonelli (exquisita artesana y creadora del fanzine Yuntamule http://yuntamule.blogspot.com.ar/p/i.html), quienes me mostraron toda una producción desconocida para el mercado masivo donde bien se podrían encontrar imágenes y símbolos superadores de los límites de la producción hollywoodense.

Estamos convencidos que la liberación de las mujeres del patriarcado no puede surgir dentro de los límites materiales y culturales de una sociedad basada en la explotación del trabajo humano. Por lo tanto, creemos que la libertad femenina vendrá de las mujeres obreras doblemente explotadas que encuentren los caminos para organizar a su propia clase social -incluyendo a sus hermanos e hijos varones- en un frente único por el mismo objetivo, terminar con la explotación.


Promovamos entonces, como artistas y espectadores que somos, la producción de nuevas heroínas que surjan de su clase social y no sueñen con ser princesas ni anti-princesas, sino simplemente orgullosas constructoras del poder obrero necesario para terminar con el patriarcado y el capitalismo y conquistar nuestro derecho al único paraíso posible en la Tierra, el socialismo.

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