Los límites de las Anti-princesas
En 2015 la editorial Sudestada
(uno de los emprendimientos editoriales más interesantes de la cultura
argentina contemporánea, nacida del esfuerzo cooperativo de escritores y
periodistas de izquierda a contramano del mercado editorial oficial), lanzó con
un impresionante éxito de ventas su colección de libros infantiles con el
acertado nombre de Antiprincesas (la
colección se bifurcó luego en dos, la sostenida por Sudestada y aparte una publicada por un desprendimiento editorial
independiente, Chirimbote).
En un mercado editorial marcado por una profunda crisis, los
responsables de Sudestada y Chirimbote supieron comprender que el
éxito depende de la capacidad por interpretar la demanda del público.
Mientras las grandes empresas extranjeras que oligopolizan
el mercado editorial de habla hispana ofrecen grandes títulos que sólo pueden
ser consumidos por una restringida élite de la población, que además de contar
con un capital cultural propio (han ido al secundario, el terciario o la
universidad) tienen recursos suficientes para comprar libros cada vez más caros
(producto del anquilosado mecanismo de producción en papel y distribución en
librerías), una pequeña editorial independiente entendió que un amplio sector
de la población todavía disfruta de leer y tiene algún peso para gastar en
ediciones bien hechas, prolijas y creativas a un precio accesible.
Bien sabido es que el único renglón del mercado editorial
que todavía vende lo suficiente como para que les escritores/as puedan vivir de
su profesión es la literatura infantil. Y este mercado no se sostiene más con
las viejas recetas moralizantes basadas en las fantásticas historias del
romanticismo europeo del siglo 19.
Los hermanos Grimm, el gran Andersen y Barrie lograron vivir
de sus cuentos para chicos porque alimentaban la necesidad de su público por
historias propias de la cultura popular que les afirmasen su lucha por la
conquista de la libertad de sus naciones, en la que dejaban su vida militando,
votando, luchando.
Sudestada y Chirimbote han sabido leer la nueva
necesidad de madres y padres obreros y pequeño burgueses en Argentina de
ofrecer a sus hijas e hijos historias que transmitan valores éticos y morales
deseados que terminen con las ilusiones y mentiras de las grandes productoras
de fantasías del imperialismo yanqui o europeo, contra los estereotipos del
patriarcado y las mujeres sumisas, que revitalicen la propia cultura
latinoamericana a los ojos de sus herederos/as.
Sin embargo, y aunque reconocemos el sentido de la
oportunidad y somos fieles consumidores de su colección (la primer colección de
libros de Leyla Isis), no podemos dejar de observar en las biografías de Frida
Kahlo, Violeta Parra, Juana Azurduy, Maria Elena Walsh, Mercedes Sosa y Clarice
Lispector, los mismos límites que observamos en los nuevos íconos de las
películas infantiles más populares.
Se ofrecen como biografías superadoras del viejo estereotipo
femenino del patriarcado las de mujeres que han alcanzado el más alto
reconocimiento en una sociedad patriarcal no debido a que fueron “esposas de”,
“la gran mujer detrás de todo hombre”, sino a su propia capacidad artística o
política, y sobre todo a una enorme tenacidad y fuerza de voluntad para
enfrentar los obstáculos que la sociedad machista les puso enfrente.
En el caso de Sudestada
se han animado a presentar como modelos a mujeres organizadas
políticamente, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo o las más recientes “Mujeres
zapatistas”.
Ninguna de ellas, sin embargo, ha podido conseguir un mundo
libre de imposiciones machistas, en una Latinoamérica donde cada minuto que
pasa son más las mujeres secuestradas, torturadas, violadas y asesinadas. Una
Latinoamérica que hace de la opresión cotidiana de las mujeres una de las
fuentes más importantes de ganancias del capitalismo formal y no formal. Porque
mientras las mujeres luchen por tener un trato igualitario frente a los varones
en cada orden de la vida pero no se derribe el sistema social que sostiene
materialmente al patriarcado las mujeres no podrán gozar nunca de tales
derechos.
Este es el límite “simbólico” donde todas las grandes
heroínas de la cultura infantil contemporánea chocan. Mulán, Mérida, Elsa y la
mismísima Fionna no usan su poder político, cultural y social alcanzado a
fuerza de imponerse a la adversidad para construir un nuevo orden social donde
no sea necesaria la explotación del trabajo asalariado, servil o esclavo al
servicio de la propiedad privada de los medios de producción: la única forma de
poner fin a la opresión de las mujeres como productoras de esa fuerza de
trabajo explotada.
Las grandes artistas, científicas o políticas de la historia
humana surgidas del proletariado, las clases medias o del interior de la propia
burguesía, han encontrado su éxito (y su frustración) en los límites que el
propio régimen político, social y cultural le impone al conjunto de las
mujeres.
No es el machismo, es el capitalismo
Por eso llama profundamente la atención que nadie haya
intentado hasta el día de la fecha producir ficciones entretenidas y creativas
para la cultura infantil popular de heroínas cuya historia de vida simbolice la
ruptura con el régimen social. No se hacen películas ni integran las
colecciones infantiles las millones de historias de mujeres obreras que han
dado todo su esfuerzo creativo para organizar a sus compañeras y compañeros de
clase en la lucha por conquistar el poder político y construir un mundo basado
en la propiedad colectiva de los medios de producción y una sociedad sin
clases.
Cien años después de la Revolución Rusa este déficit es un
anacronismo difícil de justificar. No hace falta que remita a les lectores
biografías de seres maravillosos como la polaca Rosa Luxemburg (Zamosc,
1871-Berlín, 1919) o la alemana Clara Zetkin (Wiederau, 1857-Moscú, 1933), que
lideraron la organización del Partido Obrero Socialdemócrata en Alemania,
Polonia y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La historia de lucha
contra el capitalismo de todas las clases obreras del mundo está atiborrada de mujeres
que han sabido encabezar la organización sindical y política de la clase obrera
en cada una de sus sociedades.
No quiero caer en un falso culto a la personalidad ni ser
acusado de favoritismos gratuitamente, pero yo mismo le debo a decenas de mujeres
obreras y socialistas la transmisión de un conjunto inestimable de valores
éticos y morales que me han permitido encontrar un camino para salirme de la
tradición patriarcal en la que fui formateado, mejorando cualitativamente mi
vida personal.
Sólo entre la clase obrera docente en Argentina,
mayoritariamente femenina, tenemos “materia prima” de sobra para promover imágenes
morales de humildes y exitosas constructoras de familias, sindicatos y
organizaciones políticas.
La evolución de las figuras femeninas en productos
culturales tan masivos como los tanques de Disney y DreamWorks demuestran que
hay un cambio de clima mundial en la percepción del rol femenino en la
sociedad. Es un fenómeno superficial que expresa la profunda crisis de
conciencia que ha parido el deterioro de las condiciones de vida de las
mayorías, producto de la crisis capitalista.
Nadie puede sostener la ilusión en el ascenso social del
“sueño americano” del Estado de Bienestar (la “democracia” nacionalista,
populista y keynesiana del yrigoyenismo, el peronismo o el desarrollismo repúblicano
en nuestro país) porque la burguesía en todo el globo ha salido a quitar todas
las concesiones salariales, sanitarias, educativas y culturales que se vió
obligada a conceder en el pasado para frenar el avance de las revoluciones
campesinas y obreras después de 1917.
La familia obrera heterosexual feliz que come perdiz es, en
este contexto, un mito más grande que los de las diosas de la antigüedad. Ya no
existe rincón del globo donde el sueldo de un varón pueda mantener en la
felicidad material a su esposa e hijos. Ella y ellos tienen que salir a ofrecer
su fuerza de trabajo al mejor postor para mantener un alquiler miserable (no el
palacio propio del sueño americano), el consumo de alimentos cada vez más
desagradables e insanos, en un contexto educativo y sanitario en descomposición
aguda que nos ofrece un incremento horrible de la mortalidad infantil y las
adicciones químicas.
Falta entre los intelectuales que fabrican y distribuyen
historias feministas, la comprensión política de que no alcanza con heroínas
poderosas si no rompemos con el patriarcado y, por ende, necesariamente, con
las imágenes falsas que nos venden sobre las sociedades de clase, sostén
material de ideologías misóginas y femicidas como el machismo.
Ellos tienen las fábricas, pero nosotres
tenemos el poder
Las ilusiones ofrecidas por la burguesía financiera a las
masas explotadas no se sostienen materialmente y es por esta miserable y
mezquina razón que esas masas explotadas se creen cada vez menos el chamuyo que
les venden. Y buscan nuevos sueños y nuevas historias que les den herramientas
para encontrar un camino de salvación, algo en lo que creer.
No nos engañamos, el capitalismo tiene todavía mucho que
ofrecer incluso a las masas estancadas en la barbarie. Expresiones millonarias
del mercado televisivo como American Idol
o Bailando por un sueño siguen
encantando a las masas oprimidas con la ilusión de un pase mágico hacia una
vida de opulencia, un camino rápido para acceder a un costadito de la
aristocracia como bufones o cortesanas sexuales de los poderosos. La película Slamdog millionaire (¿Quién quiere ser millonario?) de 2008
es una brutal, cruda y ácida denuncia de esta penosa y masiva realidad que no
es exclusiva de la India.
Hace muy poco, el 23 de enero de 2017, se viralizó un
pequeño videoclip donde la excelente cantante de hiphop y rock Valentina Cooke
recrea una famosa escena del episodio número 17 de la cuarta temporada de Los Simpson, de 1993 (Last exit to Springfield, La última salida a
Springfield) en la que Lisa apoya la huelga de los amigos y compañeros de
trabajo de su padre, que están ocupando la fábrica en reclamo de mejores
condiciones laborales.
Los compañeros y compañeras del colectivo de artistas
visuales Ojo Obrero en el Frente de
Artistas del Frente de Izquierda han tenido la excelente idea de recrear esta
imagen mundialmente conocida para apoyar la toma de la planta gráfica AGR del
megaoligopolio Clarín, que pretende dejar a sus 400 obreros y sus familias en
la calle cagándose llanamente en todas las leyes laborales de los últimos 40
años, incluso las propias de la dictadura genocida de Videla.
Me ha parecido un síntoma que expresa muy bien las
conclusiones finales de este recorrido por la cultura infantil, sus límites y
posibilidades.
Primero porque se entronca con la mejor tradición de les
artistas que hemos reseñado (escitores/as, guionistas, directores/as de cine,
acrtices, actores, cantantes, etc.) que han guiado sus capacidades creativas
con los intereses políticos de su público entendido no como consumidores sino
como hermanos y hermanas de una misma clase social. Segundo porque han buscado
entre la iconografía popular el símbolo
y la imagen para generar la empatía, dejando de lado los prejuicios
acostumbrados contra la cultura popular propia de las elites intelectuales
dominantes.
Pero además, y no por último menos importante, eligen como
imagen femenina a Lisa Simpson, hija de una familia obrera que durante los
últimos treinta años ha fluctuado entre la posibilidad de éxito individual que
le ofrece la cultura patriarcal (artista, política, científica) a toda mujer
con la fuerza de carácter necesaria para sobrevivir en un mundo diseñado para
oprimirla, y esa pequeña Lisa que no duda en ofrecer sus capacidades
intelectuales, políticas y estéticas a la lucha de su familia, su clase social
y los intereses mayoritarios de su pueblo, Springfield, en una lucha sin
cuartel contra la burguesía explotadora personificada en el demoníaco y senil
Mr. Burns, símbolo arquetípico del capitalismo zombie actual.
Prensa
Obrera tuvo la audacia de entrevistar a uno de los guionistas que
produjo ese inolvidable capítulo, quien declaró con orgullo clasista “en general apoyo las acciones obreras. Soy
miembro de tres sindicatos diferentes y creo que la negociación colectiva es
esencial para condiciones de trabajo justas y el salario. Cuando escribimos ese
episodio de Los Simpson impulsábamos
la idea de que si la gente se unía para pelear, el poder percibido valía la
pena. Así que estoy orgulloso de que la gente use nuestro simple dibujito para
avanzar con su causa.” (http://www.po.org.ar/prensaObrera/online/politicas/inspirado-en-celebre-escena-de-los-simpson-un-video-en-apoyo-a-la-lucha-de-agr-clarin-se-vuelve-viral).
Un artista que se reconoce como fiel miembro de una clase
explotada y oprimida que debe enfrentar al régimen social que lo alimenta para
liberarse de las cadenas que ese mismo régimen le impone. Que además recurre a
una imagen propia de la cultura de la lucha obrera norteamericana, quién no ha
visto a la folklorista Joan Báez (Staten
Island, 1941) en esa imagen de Lisa Simpson cantando una letra combativa sobre
la popular tonada folk de Classical Gas
de Mason Williams.
Por una producción cultural obrera y
socialista
La crisis moral y cultural de la humanidad no es más que la
crisis social y material del capitalismo en su fase decrépita. No deja sin
embargo de parir intelectuales con capacidades creativas que, atraídos por el
sufrimiento y las necesidades de sus familias, su clase y su pueblo, son
capaces de producir obras que ayuden en la construcción de caminos y puentes hacia
la liberación. Queda para un próximo libro la posibilidad de ahondar junto a mi
hija y su madre la imaginación que han abierto otros artistas en la producción
de imaginarios que permitan soñar con otro tipo de heroínas.
Sé que existen, porque cuando militaba en el mítico local
del Partido Obrero de Villa Ortúzar, en 2013, tuve la oportunidad de conocer la
producción de artistas del cómic o del cine no comerciales a través de la
experiencia y la mirada de enormes artistas como Alejandro Cohen Arazi (director
de Córtenla y Cáncer de máquina) y Nana Cuevas Ottonelli (exquisita artesana y
creadora del fanzine Yuntamule http://yuntamule.blogspot.com.ar/p/i.html),
quienes me mostraron toda una producción desconocida para el mercado masivo
donde bien se podrían encontrar imágenes y símbolos superadores de los límites
de la producción hollywoodense.
Estamos convencidos que la liberación de las mujeres del
patriarcado no puede surgir dentro de los límites materiales y culturales de
una sociedad basada en la explotación del trabajo humano. Por lo tanto, creemos
que la libertad femenina vendrá de las mujeres obreras doblemente explotadas
que encuentren los caminos para organizar a su propia clase social -incluyendo
a sus hermanos e hijos varones- en un frente único por el mismo objetivo,
terminar con la explotación.
Promovamos entonces, como artistas y espectadores que somos,
la producción de nuevas heroínas que surjan de su clase social y no sueñen con
ser princesas ni anti-princesas, sino simplemente orgullosas constructoras del
poder obrero necesario para terminar con el patriarcado y el capitalismo y
conquistar nuestro derecho al único paraíso posible en la Tierra, el
socialismo.
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