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jueves, 3 de agosto de 2017

PASO 2017: Pepsico, Encuestas y realidad

(Foto: intervención urbana del artista plástico JP Giménez)

Un mes antes de la primer compulsa electoral a nivel nacional, el cierre de la planta de Pepsico en Vicente López y la decidida respuesta de sus trabajadorxs dieron un vuelco a la campaña. Varias fuentes indicaron que la represión del Estado provincial y nacional para desalojar la toma generó profundo malestar en el Pro, ya que habrían constatado un fuerte cambio de humor en la población en contra del gobierno y a favor de lxs trabajadorxs. Se supo que Durán Barba instruyó a sus candidatxs para evadir en lo posible tocar temas relacionados a la economía y que la presión electoral presiona al gobierno para evitar lanzar antes de las elecciones la misma reforma laboral y jubilatoria que la burguesía local e internacional quiere implementar en Argentina acompañando a la brasileña.

Sin embargo, las encuestas vienen señalando que la caída de intención de voto al macrismo, en provincia de Buenos Aires al menos, en lugar de drenar votos hacia el Frente de Izquierda, que naturalmente apareció vinculado a la lucha de Pepsico, estaría inflando las posibilidades de éxito tanto de las listas de la presidenta anterior como a las de la “oposición responsable” del intendente de tigre y su aliada Stolbitzer.

El PTS, partido que acaudilla las listas del FIT en provincia y capital, y que hasta donde suponemos dirige la campaña del frente en medios y redes sociales, publicó una rápida respuesta en su diario digital para contrarrestar la maniobra de las encuestas. Allí se explica al público de izquierda algo conocido en el ambiente de marras, que cada encuesta es producida por una empresa con intereses que responden no a la búsqueda de la verdad sino a congraciarse con los partidos políticos que las pagan. Así, en lugar de encuestas, muy bien las caracteriza el periodista como operaciones políticas que buscan crear “climas” ficticios para intentar manipular la tan mentada “opinión pública”. La gran operación sin dudas excede a las encuestas, ya que la burguesía opera a través de sus movimientos en el mercado de divisas, acciones y bonos, generando un clima de chantaje sobre el régimen económico, planteando una crisis monetaria, fiscal e inflacionaria si gana Cristina y de paso recordándole al gobierno que están dispuestos a repetir los golpes estilo Rousseff-Tamer con tal de garantizar la flexibilización laboral, importándole un comino si Macri suma o pierde diputadxs este año.

La nota del PTS, sin embargo, expresa un límite potencialmente dañino para la comprensión de sus lectorxs. Pues en última instancia, cuestionadas las encuestas como operaciones que manifiestan los intereses mezquinos de las empresas que las publican, quién nos puede asegurar que los guarismos que publica La Izquierda Diario sobre la expectativa de una enorme votación al FIT resultado de la lucha de Pepsico no excedan el marco de los propios intereses del FIT.

La mediatización de la política

Se ha dicho también en esta campaña que la política nacional se ha “duranbarbizado” luego que Cristina sorprendiera a propios y extraños adoptando una estrategia comunicacional similar a la del Pro en su acto de campaña en la cancha de Arsenal en junio pasado. Pero el maquillaje marqutinero de la otrora oradora de las Cadenas Nacionales y los actos multitudinarios que la oían durante dos o tres horas no es una claudicación ante Durán Barba sino que implica un cambio de táctica dentro de una concepción que ella misma promoviera bajo el imperio de su régimen. En todo caso, la política argentina parece sumida hace décadas bajo las presiones de una visión althusseriana de la opinión pública. 

Efectivamente, la obsesión del Estado y los aparatos políticos por la adquisición de medios de comunicación proviene de la comprensión extendida desde fines de los años 60 acerca de una población cuyas opiniones políticas son manipuladas por las empresas que informan sobre la realidad, ofreciendo como no puede ser de otra manera, versiones recortadas de la verdad, construyendo “relatos sobre la realidad” que no siempre coinciden con la realidad misma.

Si bien este problema es cierto, y la población votante vive bajo la presión incesante de relatos intencionados y subjetivos, mejor o peor construidos, más o menos verídicos, y que seguramente deforman su popia opinión política con tan nefasta base, no es suficiente para eliminar de plano a la realidad.

En lo que queremos polemizar con el PTS (ya que seguramente ni Durán Barba ni CFK lean esta nota) es que la centralidad del cambio de clima del electorado bonaerense no radica en los relatos sobre Pepsico (o la corrupción K, o la ficcional lucha contra el narcotráfico) sino en la lucha obrera de Pepsico.

Pepsico no ha sido el único episodio del derrumbe industrial y laboral en estos meses. Y aunque la lucha de lxs trabajadorxs de AGR-Clarín haya ocupado el pico más alto de conflictividad hasta ahora (por el carácter de la empresa, el bloqueo mediático inaudito y la combatividad desplegada en la toma, incluyendo el cambio en la distribución del principal diario del país el día de mayor venta) tampoco son hechos aislados, más bien son punta del iceberg de cientos y miles de talleres y fábricas que bajaron la persiana. Cada uno de estos conflictos se va acumulando en la sensibilidad popular, primero de las familias y vecinxs directamente damnificadxs y luego entre quienes logran enterarse.

El caso de Pepsico probablemente haya provocado en esa sensibilidad un salto de cantidad en calidad, debido a la televisación en directo de una represión salvaje, desproporcionada y miserable. En un cuadro cada vez más recesivo, que ya no sólo golpea a la clase obrera ocupada y desocupada sino que está limando las condiciones materiales de vida de grandes capas de la “clase media” (sujeto a quien apelan Massa y Cristina cuando hablan contra el ajuste) la firmeza que el gobierno demostró a sus patrones burgueses apretó el gatillo de una bronca popular que simpatiza abiertamente con las organizaciones populares que enfrentan en la calle esas medidas.

El PTS le imprimió esta interpretación mediática a la movilización masiva por Pepsico desde el Obelisco hasta el Ministerio de Trabajo el martes 18 de julio. Los cordones de seguridad que encabezaban la columna eran dirigidos a los gritos por responsables que tenían en cuenta las necesidades de cobertura de lxs periodistas con arengas como “cordón no adelantarse para no separar a los medios de la cabecera”; en el armado del escenario del acto final el énfasis se puso en las luces para lograr una mejor imagen, mientras que las intervenciones de las compañeras y compañeros de la fábrica estaban dirigidas a lograr la simpatía del público con el sufrimiento de cada individuo antes que a desarrollar un diagnóstico político y un camino de lucha para enfrentar el cierre de la fábrica.

Ocupar toda fábrica que cierre o despida

Entonces, si el medio es determinado por los fines, es evidente por el énfasis que el PTS otorga al problema del relato sobre Pepsico y su difusión en medio del clima de campaña, que su objetivo es conquistar la mayor cantidad de voluntades expresadas en votos y, finalmente, traducibles en escaños parlamentarios. Es probable que tengan razón, y ponemos nuestras ilusiones y ansias en ello, siempre que es preferible un parlamento con representantes anticapitalistas que uno lleno de la lacra habitual. Sin embargo, Pepsico fue desalojada y la planta sigue cerrada, igual que AGR. La victoria en la opinión pública de tal o cual relato puede conseguir votos y escaños, pero no reabre fábricas.

Se objetará que la ocupación de fábricas tampoco estaría logrando su reapertura. Pero se trata de una observación parcial. En primer lugar porque existen centenares de casos desde el 2001 hasta hoy de conflictos que han mejorado las condiciones de lucha de sus trabajadorxs gracias a la ocupación. Son varias las cooperaivas que con diversa suerte sobreviven gracias a que en el momento justo se impidió el vaciamiento definitivo de la fuente de trabajo y en el peor escenario la ocupación del taller garantizó la indemnización de lxs despedidxs a partir del remate de máquinas y edificios. 

Pero lo más importante es que el método de la ocupación de fábricas todavía no ha sido medido con justicia, ya que no se trata de poner la lupa en los conflictos aislados sino en la potencialidad de una masiva toma de fábricas en respuesta a la recesión industrial y de la reforma laboral que se cierne sobre el cuello de la clase obrera. En 1966 la CGT liderada por el infame Vandor derrumbó la presidencia de Illía con la toma simultánea de once mil fábricas en todo el país, ocho años después de la heroica toma del Frigrorífico Lisandro de la Torre en Mataderos. Es lo que oculta la versión histórica de que a Illía lo tumbó una campaña mediática sobre su inutilidad tortuguesca.

Todavía no se ha dicho la última palabra sobre la importancia de la toma de fábricas como método de lucha y organización en eventos tan importantes como el Cordobazo de 1969 y el Viborazo de Sitrac Sitram años después o para la lucha de las Coordinadoras de 1975 y 1976, que dieron fin a una dictadura en el primer caso y lamentablemente dispararon la creación de otra en el 76.

No estaríamos escribiendo esto si no nos preocupara que la enorme cantidad de personas que nos identificamos con las banderas del Frente de Izquierda concluyera con el PTS en la urgencia de una política comunicacional correcta en detrimento del despliegue de fuerzas necesario para desplegar un plan de lucha que involucre la ocupación masiva de fábricas en todo el territorio. 

Creemos que Pepsico demuestra no tanto las oportunidades que la comunicación nos abren en la lucha de clases sino más bien lo contrario, que la realidad, debajo de los velos de publicistas y gurús del márketing, es la que sigue moviendo al mundo. Entonces, la foto de dirigentes sindicales traidores a su gremio y seguidores de orientaciones patronales como el kirchnerismo, que no se difundieron, como en el mismo 18 de julio cuando Roberto Baradel de Suteba marchó en el centro de la Comisión Interna de Pepsico, encabezando la movilización durante tres cuadras en Avenida de Mayo, muestran un peligro real para el éxito de las luchas obreras mucho más importante que los réditos que puedan otorgar captando el voto del kirchnerismo de izquierda acosado por las pesadillas de bolsos y coimas.

Los spots del FIT en lugar de llamar la atención a la población sobre la necesidad de una respuesta obrera de lucha por el poder social necesario para salir de la crisis industrial y evitar el ajuste de capitalistas corruptos u honestos, redunda en el sentido común aontra el gobierno, compitiendo con Tombolini en su mismo lenguaje.

Se trata, me parece, de apostar fuerte las energías a la organización y estructuración de un fuerte frente de fábricas en lucha, capaz de acaudillar un plan de lucha contra el ajuste y la reforma laboral y abandonar una perspectiva de captación mediática del electorado de centroizquierda a partir de la difusión efectista de estados de ánimo anticapitalistas de vaga definición política y de las alianzas oportunas con “caretones” del ámbito sindical o intelectual anti-macrista.  

La única verdad es, se sabe ya, la realidad, no el relato que se haga sobre ella.

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