(Foto: intervención urbana del artista plástico JP Giménez)
Un mes antes de
la primer compulsa electoral a nivel nacional, el cierre de la planta de
Pepsico en Vicente López y la decidida respuesta de sus trabajadorxs dieron un
vuelco a la campaña. Varias fuentes indicaron que la represión del Estado
provincial y nacional para desalojar la toma generó profundo malestar en el
Pro, ya que habrían constatado un fuerte cambio de humor en la población en
contra del gobierno y a favor de lxs trabajadorxs. Se supo que Durán Barba
instruyó a sus candidatxs para evadir en lo posible tocar temas relacionados a
la economía y que la presión electoral presiona al gobierno para evitar lanzar antes de las elecciones la misma reforma laboral y jubilatoria que la burguesía local e internacional
quiere implementar en Argentina acompañando a la brasileña.
Sin embargo, las
encuestas vienen señalando que la caída de intención de voto al macrismo, en
provincia de Buenos Aires al menos, en lugar de drenar votos hacia el Frente de
Izquierda, que naturalmente apareció vinculado a la lucha de Pepsico, estaría
inflando las posibilidades de éxito tanto de las listas de la presidenta
anterior como a las de la “oposición responsable” del intendente de tigre y su
aliada Stolbitzer.
El PTS, partido
que acaudilla las listas del FIT en provincia y capital, y que hasta donde suponemos
dirige la campaña del frente en medios y redes sociales, publicó una rápida
respuesta en su diario digital para contrarrestar la maniobra de las encuestas.
Allí se explica al público de izquierda algo conocido en el ambiente de marras,
que cada encuesta es producida por una empresa con intereses que responden no a
la búsqueda de la verdad sino a congraciarse con los partidos políticos que las
pagan. Así, en lugar de encuestas, muy bien las caracteriza el periodista como
operaciones políticas que buscan crear “climas” ficticios para intentar
manipular la tan mentada “opinión pública”. La gran operación sin dudas excede
a las encuestas, ya que la burguesía opera a través de sus movimientos en el
mercado de divisas, acciones y bonos, generando un clima de chantaje sobre el
régimen económico, planteando una crisis monetaria, fiscal e inflacionaria si
gana Cristina y de paso recordándole al gobierno que están dispuestos a repetir
los golpes estilo Rousseff-Tamer con tal de garantizar la flexibilización laboral,
importándole un comino si Macri suma o pierde diputadxs este año.
La nota del PTS,
sin embargo, expresa un límite potencialmente dañino para la comprensión de sus
lectorxs. Pues en última instancia, cuestionadas las encuestas como operaciones
que manifiestan los intereses mezquinos de las empresas que las publican, quién
nos puede asegurar que los guarismos que publica La Izquierda Diario sobre la
expectativa de una enorme votación al FIT resultado de la lucha de Pepsico no
excedan el marco de los propios intereses del FIT.
La mediatización de la política
Se ha dicho
también en esta campaña que la política nacional se ha “duranbarbizado” luego
que Cristina sorprendiera a propios y extraños adoptando una estrategia
comunicacional similar a la del Pro en su acto de campaña en la cancha de
Arsenal en junio pasado. Pero el maquillaje marqutinero de la otrora oradora de
las Cadenas Nacionales y los actos multitudinarios que la oían durante dos o
tres horas no es una claudicación ante Durán Barba sino que implica un cambio
de táctica dentro de una concepción que ella misma promoviera bajo el imperio
de su régimen. En todo caso, la política argentina parece sumida hace décadas
bajo las presiones de una visión althusseriana de la opinión pública.
Efectivamente, la obsesión del Estado y los aparatos políticos por la adquisición de
medios de comunicación proviene de la comprensión extendida desde fines de los
años 60 acerca de una población cuyas opiniones políticas son manipuladas por
las empresas que informan sobre la realidad, ofreciendo como no puede ser de
otra manera, versiones recortadas de la verdad, construyendo “relatos sobre la
realidad” que no siempre coinciden con la realidad misma.
Si bien este
problema es cierto, y la población votante vive bajo la presión incesante de
relatos intencionados y subjetivos, mejor o peor construidos, más o menos
verídicos, y que seguramente deforman su popia opinión política con tan nefasta
base, no es suficiente para eliminar de plano a la realidad.
En lo que
queremos polemizar con el PTS (ya que seguramente ni Durán Barba ni CFK lean
esta nota) es que la centralidad del cambio de clima del electorado bonaerense
no radica en los relatos sobre Pepsico (o la corrupción K, o la ficcional lucha
contra el narcotráfico) sino en la lucha obrera de Pepsico.
Pepsico no ha
sido el único episodio del derrumbe industrial y laboral en estos meses. Y
aunque la lucha de lxs trabajadorxs de AGR-Clarín haya ocupado el pico más alto
de conflictividad hasta ahora (por el carácter de la empresa, el bloqueo
mediático inaudito y la combatividad desplegada en la toma, incluyendo el
cambio en la distribución del principal diario del país el día de mayor venta)
tampoco son hechos aislados, más bien son punta del iceberg de cientos y miles
de talleres y fábricas que bajaron la persiana. Cada uno de estos conflictos se
va acumulando en la sensibilidad popular, primero de las familias y vecinxs
directamente damnificadxs y luego entre quienes logran enterarse.
El caso de
Pepsico probablemente haya provocado en esa sensibilidad un salto de cantidad
en calidad, debido a la televisación en directo de una represión salvaje,
desproporcionada y miserable. En un cuadro cada vez más recesivo, que ya no
sólo golpea a la clase obrera ocupada y desocupada sino que está limando las
condiciones materiales de vida de grandes capas de la “clase media” (sujeto a
quien apelan Massa y Cristina cuando hablan contra el ajuste) la firmeza que el
gobierno demostró a sus patrones burgueses apretó el gatillo de una bronca
popular que simpatiza abiertamente con las organizaciones populares que
enfrentan en la calle esas medidas.
El PTS le
imprimió esta interpretación mediática a la movilización masiva por Pepsico
desde el Obelisco hasta el Ministerio de Trabajo el martes 18 de julio. Los
cordones de seguridad que encabezaban la columna eran dirigidos a los gritos
por responsables que tenían en cuenta las necesidades de cobertura de lxs periodistas
con arengas como “cordón no adelantarse para no separar a los medios de la
cabecera”; en el armado del escenario del acto final el énfasis se puso en las
luces para lograr una mejor imagen, mientras que las intervenciones de las
compañeras y compañeros de la fábrica estaban dirigidas a lograr la simpatía
del público con el sufrimiento de cada individuo antes que a desarrollar un
diagnóstico político y un camino de lucha para enfrentar el cierre de la
fábrica.
Ocupar toda fábrica que cierre o despida
Entonces, si el
medio es determinado por los fines, es evidente por el énfasis que el PTS
otorga al problema del relato sobre Pepsico y su difusión en medio del clima de
campaña, que su objetivo es conquistar la mayor cantidad de voluntades
expresadas en votos y, finalmente, traducibles en escaños parlamentarios. Es
probable que tengan razón, y ponemos nuestras ilusiones y ansias en ello,
siempre que es preferible un parlamento con representantes anticapitalistas que
uno lleno de la lacra habitual. Sin embargo, Pepsico fue desalojada y la planta
sigue cerrada, igual que AGR. La victoria en la opinión pública de tal o cual
relato puede conseguir votos y escaños, pero no reabre fábricas.
Se objetará que
la ocupación de fábricas tampoco estaría logrando su reapertura. Pero se trata
de una observación parcial. En primer lugar porque existen centenares de casos
desde el 2001 hasta hoy de conflictos que han mejorado las condiciones de lucha
de sus trabajadorxs gracias a la ocupación. Son varias las cooperaivas que con
diversa suerte sobreviven gracias a que en el momento justo se impidió el
vaciamiento definitivo de la fuente de trabajo y en el peor escenario la
ocupación del taller garantizó la indemnización de lxs despedidxs a partir del
remate de máquinas y edificios.
Pero lo más importante es que el método de la
ocupación de fábricas todavía no ha sido medido con justicia, ya que no se
trata de poner la lupa en los conflictos aislados sino en la potencialidad de
una masiva toma de fábricas en respuesta a la recesión industrial y de la
reforma laboral que se cierne sobre el cuello de la clase obrera. En 1966 la
CGT liderada por el infame Vandor derrumbó la presidencia de Illía con la toma
simultánea de once mil fábricas en todo el país, ocho años después de la
heroica toma del Frigrorífico Lisandro de la Torre en Mataderos. Es lo que oculta la versión histórica de que a Illía lo tumbó una campaña mediática sobre su inutilidad tortuguesca.
Todavía no se
ha dicho la última palabra sobre la importancia de la toma de fábricas como
método de lucha y organización en eventos tan importantes como el Cordobazo de
1969 y el Viborazo de Sitrac Sitram años después o para la lucha de las
Coordinadoras de 1975 y 1976, que dieron fin a una dictadura en el primer caso
y lamentablemente dispararon la creación de otra en el 76.
No estaríamos
escribiendo esto si no nos preocupara que la enorme cantidad de personas que
nos identificamos con las banderas del Frente de Izquierda concluyera con el
PTS en la urgencia de una política comunicacional correcta en detrimento del
despliegue de fuerzas necesario para desplegar un plan de lucha que involucre
la ocupación masiva de fábricas en todo el territorio.
Creemos que Pepsico demuestra
no tanto las oportunidades que la comunicación nos abren en la lucha de clases
sino más bien lo contrario, que la realidad, debajo de los velos de publicistas
y gurús del márketing, es la que sigue moviendo al mundo. Entonces, la foto de
dirigentes sindicales traidores a su gremio y seguidores de orientaciones
patronales como el kirchnerismo, que no se difundieron, como en el mismo 18 de
julio cuando Roberto Baradel de Suteba marchó en el centro de la Comisión
Interna de Pepsico, encabezando la movilización durante tres cuadras en Avenida
de Mayo, muestran un peligro real para el éxito de las luchas obreras mucho más
importante que los réditos que puedan otorgar captando el voto del kirchnerismo
de izquierda acosado por las pesadillas de bolsos y coimas.
Los spots del FIT en lugar de llamar la atención a la población sobre la necesidad de una respuesta obrera de lucha por el poder social necesario para salir de la crisis industrial y evitar el ajuste de capitalistas corruptos u honestos, redunda en el sentido común aontra el gobierno, compitiendo con Tombolini en su mismo lenguaje.
Se trata, me parece, de apostar fuerte las energías a la organización y estructuración de un fuerte frente de fábricas en lucha, capaz de acaudillar un plan de lucha contra el ajuste y la reforma laboral y abandonar una perspectiva de captación mediática del electorado de centroizquierda a partir de la difusión efectista de estados de ánimo anticapitalistas de vaga definición política y de las alianzas oportunas con “caretones” del ámbito sindical o intelectual anti-macrista.
La única verdad es, se sabe ya, la realidad, no el relato que se haga sobre ella.
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