Publicado originalmente en revista Razón y Revolución nro 10, primavera de 2002.
1. Introducción
Uno de los
mitos más instalados en la conciencia histórica de nuestro país, consistió en sostener que no hubo
producción industrial hasta después de la crisis de importaciones de principios
de los años ‘30 del siglo XX, y que lo que existió antes de
esa fecha tenía características
pre-modernas. Otro de esos mitos quiere que el capital en la Argentina recorrería
una trayectoria diferente de la “normal” y que las
leyes descubiertas por Marx no se aplicarían aquí.
En el marco de nuestra
investigación general -que mide el grado de desarrollo capitalista de la metalurgia
en esos años- este trabajo busca describir sólo la
historia de las fusiones de TAMET (quizás
el primer “pulpo” de la metalurgia nacional)
para mostrar tanto su desarrollo previo a la crisis del ’30, como el proceso de centralización y concentración capitalista
que protagoniza. Se trata de ver, superficialmente por ahora, cómo la guerra entre capitales construye el proceso de acumulación.
Para 1935, TAMET era una de las sociedades metalúrgicas más importantes, 1 dedicada a la mayoría de los rubros siderúrgicos existentes
para esa época. En ese año sólo sus
dos establecimientos tomados en conjunto
ocupaban al 5,22 % de los trabajadores y utilizaban más de la décima parte de la fuerza motriz de la rama. Si acotamos los ocho rubros de la rama que corresponden a las especialidades de TAMET sus dos plantas
ocupaban al 12,73 % de los trabajadores y el 23,04 % de la fuerza motriz.2
2. Imágenes de la guerra: de Vasena a TAMET3
En presentaciones anteriores hemos despejado
algunos aspectos centrales
de la situación de la metalurgia entre 1870 y 1930. El
análisis censal4 nos mostró cómo desde los
años ochenta del siglo XIX los capitales de esta rama tendían a
concentrarse en los sectores dedicados a la elaboración final de
productos de hierro y sus derivados. Esa concentración se daba en aquellos
establecimientos con una mayor división del trabajo y se relacionaba con un desarrollo capitalista profundo. Alrededor de la década
de 1890 los principales establecimientos del sector se encontraban bajo la forma transicional de manufactura moderna con la presencia de algunas producciones marginales de tipo gran industria. Allí surgió la hipótesis de una tendencia a la instalación del régimen de gran industria ya para la década de 1910.5 Otro elemento constitutivo de la rama era la gran
heterogeneidad de rubros a los que se dedicaba cada establecimiento.
Existen tres grupos de unidades productivas posibles en la siderurgia.6 Los establecimientos integrados son aquellos que “inician el ciclo industrial partiendo de los minerales y combustibles
y
lo
terminan con la producción de aceros
fundidos, laminados o forjados”. Las unidades semi-integradas son las que “inician el ciclo industrial partiendo de los minerales y lo terminan con la
producción de arrabio o hierro esponja y aquellas otras unidades que, para la elaboración de aceros
comunes o especiales, terminan su ciclo con la producción de aceros fundidos,
laminados o forjados”.
Finalmente, están “las unidades que
inician el ciclo partiendo de semi-terminados
y lo concluyen en laminados o forjados”. La siderurgia argentina
hasta fines de los años treinta sólo cuenta con unidades productivas del tercer tipo que se dedican a los más diversos
productos finales partiendo de semi-terminados (lingotes, barras, planchas,
etc.) importados. Y las empresas que confluyen en TAMET son de
este grupo.
El núcleo originario de TAMET lo constituyó la sociedad “Rezzónico, Ottonello & Cía.”, nacida en el año 1902 como resultado de la fusión de una fábrica de bulones,
un taller mecánico y la casa financiera “S. A. Ernesto Tornquist & Co.
Ltda.” (1830) quien fue la iniciadora de la
gestión. Las dos entidades metalúrgicas que se fusionan
tenían una trayectoria de veinte
años. Una, fundada en 1883 por José Ottonello en sociedad con el Ingeniero
Luis Huergo, se dedicaba a la producción de remaches,
bulones, tornillos, tuercas y clavos
principalmente para ferrocarriles. La clave de su crecimiento, en pugna contra la importación, era “conseguir que el Estado permita que
concurra a sus licitaciones y provea las necesidades
de sus compras”.7 Ese crecimiento
le permite en 1889 ampliar sus instalaciones, duplicar el personal
e incluir en sus
dedicaciones las construcciones metálicas estructurales. La otra fue el taller mecánico
de Antonio Rezzónico que, fundado
en 1882, se dedicaba a la construcción de máquinas fideeras. Duplicó su personal en
siete años8 y en 1898 se vuelve a mudar ampliando sus instalaciones agregando
dos prensas para fabricar bulones.
Ya instalada en Avellaneda, la compañía agrega a su producción original de
bulones y remaches la fundición y corralón
de hierros. En 1911 posee una fundición de hierro y bronce, que los provee
para
la
fabricación de artículos para
ferrocarriles, astilleros, frigoríficos, etc.. En sus talleres fabricaban
estructuras de hierro y acero para construcciones edilicias para toda la provincia
de Buenos Aires y para Brasil. Trabajan 710 obreros con una fuerza motriz de 600 caballos de fuerza9 lo que implicaba casi el 11 % de los obreros y
el 12
% de la fuerza motriz de toda la provincia en un sólo establecimiento, dos años antes del censo de 1913.10 Para 1915, el agente especial
del Departamento de Comercio Exterior del Gobierno
de los Estados Unidos en Buenos Aires,11 reconocía a la empresa como uno de los únicos tres establecimientos dedicados
a la
fabricación de acero
para trabajos
de construcción
del país y
un destacado fabricante de
bulones, clavos, tuercas e implementos
agrícolas.
La importancia de la compañía atrae en el año 1922 a una empresa de Luxemburgo a integrar su directorio e invertir
en ella. Para 1930
“ARBED-Terres Rouges” ocuparía el segundo lugar en la producción de acero en Europa. Sin duda la participación del grupo
europeo en la sociedad implicó una ventaja en
cuanto a importación de hierro y acero,
maquinarias, personal calificado y
productos importados (TAMET importaba camiones “Saurer” y automóviles “Citröen” desde los
años
treinta). Los datos relevados hasta aquí
son insuficientes para determinar el impacto exacto de esta asociación en la capacidad
de acumulación de la empresa,
en su desarrollo técnico y en su capacidad de competencia. Sin embargo, la fusión
se produjo debido a la atracción del tamaño y
calidad de la empresa en el contexto de acumulación local.
En 1925 la sociedad
adquiere las existencias de “Talleres San Martín Compañía Mercantil y Rural
S. A.” y sus principales marcas: una de las firmas con mayor trayectoria e importancia
en la producción de artículos,
herramientas y maquinaria para la producción agrícola. Fundada en
1904, ya en 1911 sus talleres y depósitos contaban con 500 obreros, desvío
férreo propio y una turbina central con 525 caballos de fuerza. Su tamaño en era, como vimos, en 1911 prácticamente igual al de la “S. A. Talleres Metalúrgicos (antes
Rezzónico y Ottonello)” con
la que compitió veintiún
años.12
En 1925 pasó a llamarse
“Sociedad Anónima Talleres Metalúrgicos
San Martín”. La adquisición más importante
de la firma se registró en 1926: la de las fábricas y negocios de la “Compañía Argentina
de Hierros y Aceros Pedro Vasena e Hijos Ltda.”. Se cerraba un ciclo de casi veinticinco años de feroz competencia
entre ambas compañías,
las más importantes en su rubro.
El hecho fue festejado en todas las
efemérides oficiales de TAMET como el hito que la convirtió
en “la empresa metalúrgica más importante de la América
del Sud y en uno de los colosos industriales del país”.13 De la importancia de la compañía Vasena ya hemos hablado en un trabajo anterior.14
Sin embargo
debemos agregar que la compra de Vasena iba a ser
clave para el futuro de TAMET en varios
aspectos. En primer lugar porque eliminaba a su principal
competidor en el mercado nacional. En segundo, porque Vasena había sido la primer compañía
en instalar un complejo capaz de auto-abastecerla de acero
en lingotes, evitando la
importación de la materia prima fundamental de su producción, entre 1918 y 1919.
Al parecer, tamaña inversión había
sido justificada no
sólo por el
volumen del mercado
para el que producía sino sobre todo por la experiencia crítica que habría producido la Primera Guerra Mundial.
Siendo su principal fuente de hierro y acero empresas inglesas,
Vasena habría sufrido el impacto del desabastecimiento
desde 1914. Sin embargo las fuentes parecen indicar que el emprendimiento habría fracasado
antes de 1924 y que ésta sería una
de las causas de la quiebra
de la empresa.15 A tal punto que TAMET mantiene
funcionando la planta donde se había instalado la acería en 1918 pero aparentemente no la pone en funcionamiento
hasta 1941. La decisión podría haber
estado basada en el menor costo de importación del lingote de acero comparado
con el costo de los insumos necesarios para
su fabricación local.16
La última adquisición de TAMET en el período
fue la de la ex firma Reta y
Chiaramonte en 1930.17 Su tamaño no ameritó que la transacción
fuese mencionada en las
posteriores reseñas históricas de la
empresa.18
3. Secuelas de guerra
“Otro de los nombres que acuden a mi memoria,
es el de Don Alfredo Vasena, gerente de la Sociedad
Pedro Vasena y Cía., con la que sostuvimos por muchos años una
encarnizada lucha. Fue una guerra a muerte que, como
todos sabéis, no terminó con
la rendición de ninguno de los adversarios ... sino con un abrazo, y
la unión de las dos empresas
rivales.”19
Estas palabras
pertenecen al discurso de Carlos Tornquist de 1944 festejando sus treinta años
como
presidente del directorio de TAMET. Notablemente, entre las
referencias a los hitos de la historia de la empresa,
Tornquist se detiene en dos oportunidades a mencionar
a Vasena. La importancia de su compra
y los factores que la provocaron dan el tono exacto para la caracterización de la descripción que ofrecimos en el acápite
anterior. En toda la historia de la empresa su crecimiento y consolidación
se basan en el éxito en la competencia
con otros capitalistas, incluso del mismo
o mayor
porte. Y la caracterización de este proceso es de encarnizada lucha, de guerra a muerte en los veinticuatro años que duró. Guerra
que contra Noé & Cía. primero, contra Vasena luego y, finalmente, contra Reta y Chiaramonte, culminó
con la derrota de los adversarios y la centralización de sus capitales en TAMET, por más que
el protocolo del ejecutivo lo obligue a presentarla como la fraternal “unión” entre iguales.
Cosa que se comprende en
un protocolo pero
no en interpretaciones historiográficas posteriores sobre cómo se dio el desarrollo industrial
argentino. Si quisiéramos analizar
superficialmente los efectos de esta centralización en el desarrollo de la empresa entre 1911 y 1944 veríamos que ella se volcó en un aumento relativamente mayor del capital fijo (maquinarias
sobre todo) que de la fuerza de
trabajo empleada.
Cuadro 1: Crecimiento
de TAMET 1911-1944
|
1911
|
1935
|
1944
|
Obreros
|
710
|
2200
|
3000
|
HP
|
600
|
6100
|
15000
|
1911-1944
|
1911-1935
|
1935-1944
|
|||
Crecimiento
|
Promedio anual
|
Crec'to.
|
Prom. anual
|
Crec'to.
|
Prom. anual
|
422.53 obr.
|
12.8
|
309.85
|
12.9
|
136
|
15.15
|
2500 H.P.
|
75.75
|
1016
|
42.36
|
245.9
|
27
|
Este análisis
arroja que, considerando el crecimiento promedio por año, la fuerza
de trabajo creció más en los nueve años posteriores al censo de 1935 que en el período
de las fusiones, y que con la fuerza motriz
ocurrió precisamente lo contrario. Esto significaría que
el crecimiento de TAMET en los veintitrés años anteriores a 1935
consistió en un mayor aumento relativo de la inversión en
maquinaria que en fuerza de trabajo. Este aumento
de la maquinización está acompañado
por el impulso consciente y constante de la “racionalización científica del trabajo”, que la empresa consideraba
vital para triunfar en esa competencia. Si bien este tema merece un tratamiento más
extenso, podemos adelantar algunos
aspectos de esta concepción.
En el citado discurso,
Tornquist menciona
el trabajo del Ingeniero Bergeron quien se encargó de la reorganización técnica
de la empresa con las incorporaciones de los Talleres San Martín en
1925 y Vasena en 1926. Reformas que habrían sido verdaderos saltos de
cantidad en calidad para TAMET. Esa evidencia se puede constatar en la aparición periódica en la publicación de la empresa
de ensayos sobre la
organización científica del trabajo de Taylor y su utilización
en el mejoramiento de los
procesos productivos de la empresa:
Otro rasgo importante
de la evolución de TAMET, común al
resto de la rama, pero que esta empresa lleva a un desarrollo mayor, es la continua expansión
de los rubros que produce. En este
proceso se avanza en la integración vertical de las distintas fases del proceso productivo siderúrgico. A partir de fines de los treinta
y en la década del cuarenta comenzarían a desarrollarse en Argentina fábricas semi-integradas, en algunos casos
sobre la base de empresas del tercer tipo que instalaban acerías
para producir acero semielaborado. Recién a partir
de los años sesenta
cuenta la siderurgia
nacional con establecimientos
totalmente integrados. Los primeros
surgen de iniciativas estatales mixtas y puras mientras que recién en
los años setenta se instalan unidades
integradas de capitales no estatales. Habrá que constatar a lo largo
del siglo si existió una búsqueda de los capitales más importantes de
la rama para integrar
los
diferentes momentos del proceso siderúrgico, presionados por la
necesidad del autoabastecimiento
de la materia prima semielaborada y/o acicateados por
los rendimientos de tal operación
y las necesidades del mercado interno en expansión.
Lo que parece suceder con TAMET
desde los años cuarenta, veinte años después del primer antecedente serio de semi-integración de la
industria en los talleres
Vasena.
4. Conclusión
La breve historia
de TAMET muestra que la constitución de un referente de la siderurgia argentina se forjó sobre la base de
la victoria sobre sus rivales en el marco de una feroz competencia de treinta años. Que esa
victoria se habría logrado, entre otros factores, sobre el aumento
constante de
la mecanización y racionalización de los procesos de trabajo. Que ese crecimiento
empujaba
hacia la integración vertical de los diferentes rubros y procesos laborales
de la rama.
Esta “crónica de guerra” deja planteados sólo algunos elementos para abordar
una comprensión más adecuada del desarrollo del capitalismo argentino. Sin embargo,
es suficiente para cuestionar
las imágenes que hablaban de comportamientos arcaicos, “atrasados” o no
correspondientes al desarrollo “normal” del capitalismo. Algo importante teniendo
en cuenta que hablamos de las bases que explicarían el desarrollo
posterior de la siderurgia (y del conjunto de la estructura industrial) en la
Argentina.
Notas
1 Veáse Garimaldi, Eduardo: Industria Siderúrgica Argentina,
Bs. As., Círculo Militar, Biblioteca
del Oficial, v. 352a, 1947; “Origen, evolución
y perspectivas de la industria metalúrgica argentina”
en Boletín de la Unión Industrial Argentina, Bs. As., enero-febrero
de 1960; “Acero: aún
en pos del autoabastecimiento”, en La Ingeniería nº
1.039, Bs. As., 1976.
2 TAMET nº 64, octubre 1935
y República Argentina: Censo Nacional de Industrias, 1935
3 Salvo excepciones, la
información de este
acápite en: Revista TAMET nº1, Bs. As., julio 1930; nº64 (op. cit.) y nº 164, Bs. As.,
abril-mayo de 1944.
4 Grande Cobián, Leonardo J.: “De la Herrería
al Taller Metalúrgico. Concentración y procesos de trabajo
en la industria metalúrgica argentina
entre 1870 y 1920”,
ponencia, VIII Jornadas de Historia Interescuelas y Departamentos, Salta, septiembre de 2001.
5 Grande Cobián, Leonardo J.: “El eslabón perddo de la industria
metalúrgica argentina”,
en Razón y Revolución nº 9, Bs.
As., otoño de
2002.
6 Las citas son de La Ingeniería, op. cit..
7 Revista TAMET nº 28, Bs. As., octubre de 1932.
8 En García Costa, Víctor
O.: Adrián Patroni y “Los
Trabajadores en la Argentina”, Bs. As., CEAL, 1984, v. 1, pp. 114 a
120. En 1896, Patroni señala que sus talleres ocupan como mínimo a 93 obreros.
9 En el Álbum argentino. Libro de estudio de la Provincia de Buenos Aires, t. II, 1911.
10 En
1913
los 869 establecimientos metalúrgicos
de la provincia de
Buenos Aires empleaban
5.996
obreros y 4.932
caballos de fuerza. República Argentina: Censo Nacional
de
Industrias, 1914.
11 Massel, J. A.: Markets for Machinery
and Machine Tools in Argentina, S. A. S. nº 116,
Department of Commerce, Bureau of Foreign and Domestic
Commerce, Washington, Goverment Printing Office,
1916.
12 En el Álbum argentino,
op. cit..
13 Revista TAMET nº 64, op. cit., p. 5
y nº 164, op. cit.,
p. 8.
14 Grande Cobián, Leonardo J.:
“El eslabón perdido de la industria
metalúrgica argentina”, op.
cit..
15 Garimaldi, op.
cit., p. 13; La Ingeniería, op. cit.,
p. 12; Álbum de la Industria Argentina, op. cit., p.
362.
16 “El
problema de la prohibición de la
exportación del hierro
viejo y de su utilización para la fundición de
acero en la República Argentina” en Revista TAMET,
Bs. As., nº 5, noviembre 1930, p.
8.
17 Ibídem, p. 3.
18 Dedicaba desde
1900 a carpintería mecánica,
alambres, herrería,
taller mecánico, obras de construcción, calderería y maquinarias.
En 1911 contaba con 500
HP de fuerza motriz. Álbum argentino, op. cit..
19 Revista TAMET nº 164, op. cit., p. 6.
20 Moesle, Werner:
“Nuestro Problema de Hoy”, en Revista TAMET nº1, op. Cit, p. 20.
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