Translate

martes, 8 de noviembre de 2016

CAPÍTULO 8. El falso Gardel

Capítulo 8

El falso Gardel


cualquier cacatúa sueña
con la pinta de Carlos Gardel

Celedonio Flores, 1933



Volver fue sencillo, sospechosamente. Había aprovechado para comprar yo también un celu descartable como Santos, y ya empezaba a acostumbrarme al viaje en trampolín de gusano, incluso creo que esta vez aterricé parcialmente con los pies. El desvancito y la oficina de hospital estaban vacías y hasta si pude reincorporarme a la visita guiada con una distancia de tiempo equivalente a una escapadita para mear. Pasé tan desapercibido que aproveché también para evitar el convite final de malbec y carnes rojas, y por lo tanto, no pagué la tarifa.
A lo que no me acostumbraba era a la sensación de volver del pasado. Me sentía más ligero, más saludable, no sé… hasta más joven. El que no me haya comido ni mandado ningún garrón en dos viajes me dejaba ir agarrando confianza en mí mismo. Y debo reconocer que la impresión de estar a menos de 20 metros de mis dos viejos en la misma tarde bajo 500 gaiteiros, no era moco de pavo para mi mundo afectivo y racional. Seguro algo se había soldado allí donde tanto tiempo estuvieron las cosas desgarradas.
Caí en la cama, derrumbado, y dormí en paz.
Me sorprendió el ringtone de las notificaciones del guasáp a las 10 de la mañana. Estaba realmente cansado, había dormido como un tronco y no había oído el despertador para ir a la mesa de agitación del centro del viejo pueblo de Chorroarín, en el cruce de Combatientes de Malvinas, Triunvirato y Los Incas.
Gracias al chequeo antes de la cita del compañero alcancé a ducharme y tomar unos cimarrones espumantes y llegar a tiempo a la actividad. Morfamos unos bondiopanes en lo de Charly –maldito negrero estafador de parrilleros que fabrican unos sánguches de la puta madre y baratos- y tuvimos la reunión de círculo. Recién al atardecer recibí el primer mensaje de Vicky y Santos. En realidad recibí el primero y los próximos 27, incluyendo un par de audios de media hora cada uno. Por alguna razón entraron todos juntos. Seguramente los fueron mandando mientras capeaban la actividad pero entraron cuando Santos cruzó el puente Artigas en Gualeguaychú y una vez sobre la RN14 agarraró señal.
En resumen, me contaban entre mucho cuelgue y descansos varios, que el Palacio Salvo, construido por Palanti después de terminar el Barolo en los años 30, pasó a ser el rascacielos más alto del subcontinente después de su hermano gemelo del otro lado del Plata. Éste Salvo sacaba su fortuna de las espaldas y músculos de 8 mil familias obreras de sus plantas textiles y comercios anexos del viejo pueblito rural de Juan Lacaze, comprándole materia prima a los semiesclavos cosecheros de los algodonales chaqueños que explotaba su amigo y paisano italiano Barolo. Esas conexiones de clase y etnia hicieron que Salvo jugara parte de la fortuna familiar heredada por el fallecimiento de una tía en la edición del edificio.
Los chicos creían que sólo nosotros conocíamos el verdadero motivo que justificaba tamaño desembolso, resolviendo el enigma planteado a los historiadores de la industria uruguaya –quienes apelaban a la multicausalidad­- y a las historiadoras uruguayas de la vida social y las buenas costumbres, que lo explicaban por la mentalidad de ostentación propia del status del empresario.
Santos descartaba que la mitología popular sobre la conexión de los dos faros lumínicos que coronaban sendas torres en las noches claras sobre el río fuese cierta. Como buen marinero sabía que la tierra entre ambas márgenes era lo suficiente curva y amplia para que el ángulo hiciese imposible el cruce de los haces lumínicos. Pero de todas formas imaginaba que alguna función debía tener Palanti para construir edificios tan elevados. Evidentemente habría una planificación previa que comprendía la necesidad de tener dos edificios por encima del resto mirándose por sobre las aguas y las casas. Sabiendo que se trataba de máquinas que controlaban la creación de gusanos tiempo-espaciales, imaginaba algún tipo de portal o gusano de diámetro monstruoso que permitiese el pasaje de barcos con equipamiento y personal. Una especie de Desembarco en Normandía nivel Stephen Hawkins.
Delirio de Santos o no, acotaba Victoria, algo había.
Los amigos de la adolescencia de los barrios de negros y mulatos de Montevideo le habían facilitado a Victoria los datos necesarios para entender la trama siniestra que llevó al asesinato de Salvo pocos años después de la construcción de la torre faraónica. Hubo una vez un ñato, antiguo mozo de La Giralda, un tal Ricardo Bonapelch, que vivía de punguear y estafar a viejitas y turistas porteños desprevenidos. Cada tanto hacía laburitos para los cafiolos, trayendo y llevando pibas entre las fronteras secas y mojadas con Brasil y Argentina o para las patotas de blancos y colorados. El rufián éste tenía un fanatismo desmedido por Carlos Gardel, muchos sospechaban que se llegó a operar la cara para ser idéntico.
Cuestión que le hizo el chamuyo del amor verdadero e incondicional a la única hermana menor de Salvo, que las crónicas de época coincidían en considerar más fea que el hambre. La hermana cayó en el romanticismo y el rufián se casó con la sexta o séptima fortuna del Uruguay. En pocos años el tipo se fumó la guita de la mujer, financiando sus propios emprendimientos de juego clandestino y una amplia red de prostitución en la costa este del país. Entre sus lujos, compró un vestuario exactamente igual al de Gardel, tomó clases de canto y actuación y llegó a garparse la grabación de un sencillo en vinilo, con un seudónimo. Los negros juran que a pesar de todo, había que reconocer que cantaba bien.
Compró una mansión sencilla pero preciosa en la Punta Gorda de Montevideo, yendo para Atlántida, y después de mucho acosarlo logró hospedar en ella al Mudo del Abasto cada vez que visitaba Uruguay y hacerse parte de su elenco permanente de obsecuentes famosos a partir de sus conexiones con gente poderosa y de guita del país. Se dice que gracias al falso Gardel uruguayo, el verdadero pudo conseguir su primer contrato con la gran industria yankee RCA-Víctor.
Los negros sostenían dos explicaciones diferentes para los grandes sucesos que entrelazan la vida del falso Gardel y su yerno, el millonario Salvo. La crónica periodística achaca a la avaricia que el falso Gardel haya matado con un sicario a su millonario pariente para que su hermana –o sea, él- pudiese cobrar la totalidad de la herencia de su madre, que acababa de fallecer. La teoría es plausible porque las necesidades de plata del falso Zorzal eran urgentes después de un par de encontronazos con la policía por las negociaciones en la coima.
La quiebra era posible. Pero eso no podría explicar por qué el falso Gardel también mandó liquidar al verdadero en un accidente fraguado de avión en Colombia. Los negros estaban convencidos que la única forma en que podía llegar a eliminar a su adorado ídolo era porque los capos de la mafia montevideana se lo hayan pedido. Los negros jurarían –si fuesen creíbles- que la mafia uruguaya actuaba por estrictos negocios y regalías que le había prometido la RCA-Víctor y la CIA para que estalle la venta de discos en todo Latinoamérica después que Gardel se transformase en un mártir popular.
De paso, se cobraban un par de muertes que las mafias porteñas les habían tirado en el pasado, mafias para la que “cotizaba” el cantante más popular del país. Los negros también aseguraban, sin tanto dramatismo, que el asesinato de Salvo no aseguraba la herencia, por el contrario la haría demasiado dudosa para la fea heredera y el rufián gardeliano se jugaba su cobro, y por lo tanto su matrimonio. Lo mató porque la mafia montevideana se cobraba poéticamente la salvajada de Salvo, considerada pecado capital, de haber demolido La Giralda para construir su rascacielos, la mitológica pulpería donde se había escrito y estrenado el himno nacional uruguayo: La cumparsita.
Santos no descartaba que el accionar de la mafia montevideana podía encubrir también una mexicaneada de la CIA para arrebatarles el control de una de las puertas del portal espacio-temporal a los burgueses italianos y ponerlas bajo los intereses geopolíticos del Departamento de Estado. Todo como parte de la separación de estrategias del imperialismo norteamericano y las ambiciones nazi-fascistas con respecto a la detención del proceso revolucionario obrero de la URSS, Europa y el lejano oriente.
De todos modos no dejaba de ser muy típico de Uruguay que con el mismo apego por la catedral del tango que los llevó a “limpiar” al millonario Salvo, se hayan cagado en la envergadura del cantante más popular del género por cuestiones de guita. Santos creía como Borges, admiraban el tango milonguero original de los arrabales, altanero y provocador, y aborrecían de esa deformación “maricona” para explotar la nostalgia inmigrante en que lo había transformado Gardel. De paso, cobrarían algún morlaco de las regalías de sus discos post-mortem.
Por la noche Santos volvió a emboscarme en la puerta de casa, chiflando desde la calle hacia el balcón.
-¿Quién sos, Romeo Montesco o el narigón de Bergerac?
-Dale, no te hagás la Julieta y bajá, Rapunzel.
Una vez iniciado el ritual de siempre, le tiré ¿Qué onda con Victoria que no vino? ¿se pelearon?
Dudo mucho que el cambio repentino en la expresión de su cara haya significado que recibió la chicana como un insulto u ofensa. Pero ya se había escrachado que algo había pasado. Así que sin mucha vuelta desembuchó:
-Sí, nos peleamos. Me dijo que se iba a su pueblo natal, a Lacaze, que las casualidades son causales y que tenía que averiguar por qué esta investigación le había mentado su infancia lejana y no sé qué mierda más. No entendí mucho. Dijo que de paso trataba de averiguar algo más sobre los Salvo.
-¿Raro no? ¿Qué le hiciste?
-Nada.
-Dale, Santos…
-Simplemente las mujeres no se bancan mi independencia emocional. Nada más, incluso las más piolas, como Vicky.
-¿Se enamoró del todo? ¿Te quiere casar?
-No tanto, pero por hai canta Garay.
-Qué pelotudo que sos, con tus teorías anarquistas del amor, al final te terminás perdiendo de disfrutar compañeras valiosas como Vicky. Dios le da pan al que no tiene dientes.
-¿Es una guerra de refranes viejos? Dejate de joder un poco, ¿quién te dijo que no las disfruto?
-Sacate la muequita de winner de la cara, salame, que no le ganaste a nadie. Cada vez que tuviste al lado una compañera posta y enamorada boicoteaste la relación.
-No es cierto. Esa es la infamia forra que construyeron sobre mí los hipócritas que me odian. Y me odian porque no se pueden hacer cargo de que son unos fracasados emotivos y sexuales. Unos reprimidos malcogidos.
-Parecen las teorías de mis estudiantes sobre el malhumor de los profes.
-No es una teoría, es así. Me critican una supuesta superficialidad porque soy el tipo con más amistades sexuales que conocen, me envidian todos y no se hacen cargo de sus frustraciones y de sus delirios. ¿No se dan cuenta que todas las relaciones están quebradas? ¿Que sostener familias perfectamente armoniosas es imposible en este régimen social? Los padres se pelean con sus hijos porque no ayudan a sostener económicamente las cuentas en quiebra. Decime dónde mierda está el amor incondicional. Y si no hay dependencia económica ¿cuánto tardan en darse cuenta que la monogamia los aburre como locos? ¿O me vas a decir que cuando te separaste de tu ex después de años de exclusividad sexual no sentiste que volvías a respirar en cada nueva relación? Daaale…
-Sos una bestia, un animal, sabés bien que estuve enamorado sinceramente de ella, que nunca la cagué con nadie…
-¿Cómo “la cagué”? ¿A quién “cagás”? Te relacionás con otra persona, no estás cometiendo ningún crimen, das y recibís amor… ¿vos repudiás la propiedad privada de los medios de producción y la consecuente esclavitud de los obreros, pero en la cama pretendés privatizar el cuerpo de la persona que supuestamente amás? Son revolucionarios para la tribuna…
-En esta sociedad no podés construir relaciones afectivas socialistas, lo tuyo es una utopía teórica, una forma linda de encubrir que te gusta cogerte a todas y le rajás a los compromisos.
-No digas boludeces, Leo. Las veces que me comprometí con una sola compañera respeté la exclusividad. Y que las fuerzas productivas o la conciencia política de las masas esté atrasada no es excusa para abandonar la lucha por un amor honesto y despojado de sanata moralista. En tu mundo afectivo mandás vos, no la burguesía…
-Pero tenemos la cabeza llena de mierda con respecto al amor, Santos, no es tan fácil….
-Decime qué mierda es fácil en la vida de un explotado, Leo, o en la vida de un explotado que encima milita en un partido que no transa con nadie ni recibe guita de nadie… Todo es difícil. ¿Por qué claudicar tempranamente a una lucha a fondo para terminar con la mierda machista y heterónoma que tenemos en el bocho…? El tango es lindo para cagarse de risa, pero si describe exactamente lo que te pasa cuando amás, date cuenta que estás enfermo, papu.
-“Esos tangos que hacen mal”, decía Zitarrosa.
-El malamor, Leo, el malamor. Con las canciones, en la escuela, los amigos, nuestros viejos, los tíos, las abuelas, las películas, los periodistas por la radio, todos nos llenan la cabeza con forrada como “lo único que vale la pena es lo que cuesta sufrimiento”, “el amor verdadero es para siempre”, “ella me completa”, “no puedo vivir sin vos”…
-Mi vida sin ti no vale naaaadaaaaa…
-Mierda, pura mierda. El otro día una piba me tiró, después de garchar como atletas olímpicos durante tres horas, “que ella siempre se enamoraba de chabones que no la querían” y que los tipos que le caían bien y eran excelentes personas “no pasaban de amigos”… ¿a vos te parece? Qué enorme pelotudez, Leo. ¿Qué tienen? ¿Un corazón que siente diferente de su razón? ¿No te parece una forrada para armar familias de obreros con un par de sueldos y ahorrarse aumentos? ¿No te parecen estupideces?
-Sí, claro, si lo ponés así… ¿pero vos creés posible elegir científicamente la pareja perfecta y decidir enamorarte racionalmente?
-No tengo la menor idea. Sólo sé que el amor romántico es una garcha y una estafa. Que el mejor estado es ese donde te divertís con el otro, bajás la guardia y confiás que no te va a hacer daño, lo invitás a meterse dentro de tu intimidad, hacés un frente único entre pares por un programa: divertirse, armar una familia o viajar por el mundo.
-La mierda.
-Claro, pibe, hay que sincerarse y sacarse las caretas. El amor es libre o no es amor. El amor tiene que servir para ser feliz sin ninguna culpa. Lo mismo con la sexualidad, Leo, es el lugar donde se encuentra todo nuestro sistema anímico y racional con el cuerpo, con eso absolutamente privado y propio, para compartirlo, romperlo y reinventarlo. Es increíble lo mal que estamos que la gente para explicarte que quiere una relación “profunda” con vos se siente obligada a aclararte, “no sólo para coger, ¿eh?”. ¿Cómo puede ser profunda una relación donde amás al otro y no cogen? Hay que cortarla con la Iglesia, loco, son millonarios, chorros, asesinos y violines, darle bola a gente enferma hace daño. Mal karma…
-Y con el Tinder… La Iglesia tiene mucho que ver con todo esto Santos, La Divina Comedia está llena de referencias bíblicas, una especie de descripción detallada de la teología canónica.
-¿Averiguaste algo nuevo?
Era la pregunta que en el fondo intentaba postergar o anular con la conversa sobre el amor. No es que no me interesara la postura de Santos sobre el tema pero la verdad que no había decidido si debía confesar mi viajecito no planeado.
Arranqué con medias verdades
–Mirá, me colé en la visita guiada del viernes a la noche y averigüé algunas cosas más, detalles.
-¿Volviste a pasar por el Barolo? –pareció adivinarme el culo sucio.
-Sí, ¿qué tiene? Quería saber más sobre el edificio y estaba solo el fin de semana…
-Qué vida de mierda la tuya. Tenés que coger un poco más, es una cuestión de salud, como el colesterol controlado.
-Las minas que me gustan me quieren como amigo gay o sicólogo de izquierda gratuito.
-Y las que te gustan son histéricas como vos. No cogés porque no querés coger.
-Ya tengo sicóloga, no me rompas las pelotas.
-Bueno, ¿qué averiguaste?
-¿Te digo la verdad? Averigüé quién soy.- Había decidido ser sincero.
-No entiendo.
-Volví a viajar.
-En el 105, ¿qué tiene de nuevo?
-En el tiempo, activé el desván de nuevo.
-¿Vos estás loco? Es una locura, ¿te descubrieron? ¿Qué cagada te mandaste?
-Eso es lo mejor de todo, ninguna. Los tipos no se avivaron, o el agente Cabral era el único que usaba esa oficina y lo liquidamos…
-La verdad que es raro. ¿Por qué te mandaste solo? ¿A dónde fuiste?
-¿Y Candela? ¿Y la moto?
-No te hagás el boludo y contame.

Y le escupí todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario