CAPÍTULO 14
Jesus & Company, Ltd.
Libertad, Libertad, Libertad
grito abierto de espacio mayor
la piel en prisión
fue un día libre de cadenas
y es nuestro el deber
de devolverla
al viento y al sol.
Quillapayún,
grabada
en vivo en 1977,
Santiago
de Chile
-Tome asiento, maestranza y ejercitante. ¿Ha meditado bien?
-Todo lo bien que se puede con tanto trabajo y calor.
-¿Y a qué conclusiones ha llegado esta vez, maestranza?
-Creo haber entendido que ustedes traicionan las enseñanzas
de Jesús.
-Usted siempre intentando provocar mi ira, maestranza, me
divierte.
-No, en serio. ¿No dijo Jesús “al César lo que es del César
y a dios lo que es de dios”? Ese es un planteo progresivo de las personas
religiosas, mantener separadas las iglesias del Estado. Pero ustedes promueven
cumplir órdenes para el Rey Terrenal y también para el Rey Eterno.
-Nuestro Señor Jesucristo se refería al pago de impuestos,
maestranza Covián. Cuando los fariseos recorrían las provincias de Judea
recaudando tan sólo para el emperador de Roma y dejaban flacas las arcas del
Templo de Dios. Verá, la Compañía toma muy en serio la forma en que las
virtudes se disputan las almas aquí, en el plano terrenal, para mejor servir al
Rey de los Cielos, Nuestro Señor. El dicho pasaje de los Ejercicios convoca al
fiel cristiano, que sirve como corresponde a Su Majestad Católica también
corresponder al Rey Eterno, con la misma fidelidad y entrega. ¿Cómo se
sostendrán las arcas de los ejércitos que enfrentan al musulmán en Tierra
Sancta, cómo los navíos y provisiones que llevan misioneros con la Palabra
Divina a ganar las nuevas almas que Europa trae del Nuevo Mundo? La Compañía
sirve a la grandeza de la Cristiandad, en construyendo grandes ejércitos de
combatientes por Su Divina Gracia.
-El Rey Carlos III no se lo ha pagado muy bien, ¿no? Acá está
usted, escondiéndose.
-Ya le he dicho que eso ha cambiado, maestranza.
-¿Le podría preguntar cómo se dio ese asunto de la
expulsión? ¿Cevallos de qué lado estuvo? Pensaba que me serviría a la misión si
me pudiera describir cómo es que funciona el paisaje de ese reino terrenal
aquí, en el Río de la Plata, para mejorar mi informe.
-Convenido. Verá maestranza, el viejo y melancólico tercer rey
borbón, Felipe Sexto, fue todo su reinado más fiel a la Francia, donde había
nacido y al Portugal, donde hubo nacido su esposa la Reina de Braganza. Como
todo mundo sabe, Portugal es reyno venido a menos, que derrocha sus riquezas a
costa de venderse como espina inglesa en los lomos del imperio hipánico. Poco
antes de morir, Felipe cedió a las presiones del protestante sajón en las
cortes de su familia, representado en su Ministro de Estado Don Joseph de
Carvajal, heredero del condado de Lancaster en Inglaterra, y firmó en 1750 un
terrible Tratado de Límites con Portugal, donde cedíalles tierras y mares en
Asia a cambio que sea española la Colonia del Sacramento aquí en frente, para
ponerlle fin a esa capital del contrabando. Pero la francmasonería metió
también la zarpa, maestranza, operando en toda Europa contra la Compañía de
Jesús, y consiguieron que el tratado cediera también a Portugal los siete
pueblos guaraníes que la Compañía fundara el século anterior sobre la margen oriental
del Río Uruguay. Treinta mil indios poblaban esos pueblos, algunos con más
altas y orgullosas comodidades que las miserables aldeas de barro que los
vascuences fundaron sobre el Paraná.
Aquí en territorio, el Padre Altamirano llevó las
negociaciones para el cumplimiento del tratado y pudo ver de cerca la verdad
detrás de las diplomacias. Portugal ya beneficiada con los territorios en Asia,
retrasaba la entrega de Colonia pero presionaba para que se entreguen los
pueblos guaraníes. Los encomenderos de Asunción y la Vera de las Siete Corrientes,
que no lograron nunca cumplir su deseo de esclavizar guaraníes como los
bandeirantes, odiaban a la Compañía por impedírselo, y presionaron al Cabildo y
Gobernador de Buenos Aires y Sancta Fé para apoyar la puñalada contra la
Compañía en sus misiones.
Así es como conocí al bravo señor Don Pedro de Cevallos, que
fuera enviado aquí en el 55 para poner fin a las demoras y facer cumplir el
Tratado del 50 de inmediato por las ambas partes.
El Tratado de Límites del 50 terminó por ser el principio
del fin de la Compañía en estas tierras, una provocación urdida por el masón y
el protestante al éxito más grande de la nuestra obra en toda la orbe terrena.
-¿Por qué una provocación?
-Dígalo usted, maestranza, si las órdenes eran de entregalle
a los bandeirantes, asesinos, bandoleros y traficantes, las mismas misiones que
llevaban ciento y más asaltando. Y eran sus propios indios, sus víctimas,
quienes debían mantenerlles mientras se ficiese la entrega; y nosotros, los
padres, quedarnos allí para convencer a nuestras almas salvadas de la
esclavitud brasileña de entregarse a ellos.
-Y ustedes cedieron.
-Sí, como Abraham cedió la vida de su primogénito al Señor
Nuestro Dios.
-¿Usted cuándo me dijo que había llegado aquí, en los
cuarenta?
-En el año de nuestro señor de 1743 fui enviado para ayudar
con las cuentas a los superiores de la Compañía en Córdoba del Tucumán, que,
verá maestranza, funciona como la capital de la Provincia Paraquaria,
administrando todas las tierras y obrajes del Tucumán pero también de las
ciudades fundadas por Don Juan García Garay a lo largo del Paraná.
-Allí compró a Xosé.
-Allí lo adopté a mi servicio personal, allí comencé a
instruirlo como un alma ilustrada digna de recibir la Gracia Divina. Cuando
nuestro General Superior Francisco Retz llegó a Buenos Aires en 1751 con las
noticias del Tratado de Madrid del año anterior y notificó del deseo de
cumplimiento de la Compañía, nuestro Superior a cargo de las misiones, el Padre
Bernardo Nusdoffer, solicitó apoyo a Córdoba porque los indios dijeron de
rebelarse contra Madrid y contra la Compañía con palabras de guerra de no
entregalles nada a los portugueses.
-Una coincidencia favorable a la Compañía, ¿no le parece?
-De ningún modo, maestranza, de ningún modo. La Compañía
vino sufriendo las quejas del hacendado criollo de Asunción y de Corrientes
desde épocas de Hernandarias. Siempre les filios de adelantados y encomenderos
pleitearon en las cortes de Charcas y el Consejo de Indias contra la Compañía
por más indios tener a su cargo, y por la querella de los impuestos,
acusándonos falsamente de no pagar nuestras obligaciones a la caja real.
-Bueno, la Caja Real queda lejos del Alto Paraná, podría
ser…
-Estaría de más facerlo así, maestranza, puesto que el Rey
había acordado un impuesto especial, rebajado, a cuenta de los gastos que la
Compañía invirtió en la manutención y evangelización del guaraní encomendado
por el mismo rey. Cuando nuestros mejores hombres perdieron la vida en fundando
pueblos y labrantíos en esos lejanos parajes habitados por el tupí guerrero y
pendenciero, ningún señorito vizcaíno se anduviera quejando. El misionero Roque
González de la Sancta Cruz, mártir de la misión de la Itapúa y la Concepción,
por caso, que abriera definitivamente la costa este del Alto Paraná para la
Compañía, salvajemente ultrajado su cuerpo por caníbales ha ciento y tantos
años ya.
-Ahora es santo.
-Bien que facen los Papas del vuestro futuro condecorando a
tales mártires de la Buena Fe, maestranza.
-Usted dice que los guaraníes se negaron a irse de las
misiones, si le tengo que creer, ¿por qué habría sido?
-Verá, maestranza. El gran problema para los reyes cristianos
en esta América del Sud sobre la Mar Atlántica siempre han sido los brazos.
Allende la Sierra Madre meshicana y aquende las tierras altas potosinas,
encontróse siempre con el náhuatl o el aymara para labrar las tierras y parir
las minas.
-Por la fuerza, no voluntariamente.
-Como facían antes, en pagando tributos a sus monarcas
paganos, maestranza Covián, tanto más ahora para servir la Gracia de un Dios
más generoso. Pero aquí debajo non topáronse castellanos ni portugueses más que
con indios bravos y orgullosos, fanáticos de sus rituales caníbales y
atrasados, en puro estado de salvajismo, como hijos de los ángeles caídos del
Paraíso, bestias lujuriosas sin respeto por la Ley Sagrada ni morada fija.
-Esa descripción me los hace muy amistosos, le diré.
-Deje la jarana andalusa, maestranza, que intento
informarle. En no teniendo indios que evangelizar ni poder dar en encomienda
para los trabajos de las quintas y las plantaciones, el portugués y el
castellano quedan obligados a comprar esclavo africano, lo que fiz muy onerosa
la colonia. El portugués entonces manda sus bandeiras, que son como les llaman
a sus arreglos de capangas que invaden las selvas entre Santa Catarina y el río
Paraguay para secuestrar guaraníes y esclavizalles sin paga alguna en sus
facendas de tabaco y palo brasil. Del otro lado, los encomenderos que heredaron
mercedes de tierras y privilegios de sus abuelos vizcaínos, tampoco ahorran
malostratos y picardías contra el indio, aunque le saben con alma y en la
obligación de facerle cristiano.
Así el guaraní pasa los días presionado por sus hermanos más
salvajes de la selva, que no lle perdonan el contacto con el blanco, y lles
matan y comen sus corazones; el encomendero asunceño o correntino y sus
ciudades y aldeas satélites, que lle quieren atar al arado como un buey y el
terror del esclavista portugués, el temido bandeiranchi, que les trata peor que
a negros, porque por los negros, paga y por el guaraní, ni eso.
-Preferían el trabajo duro en las reservaciones.
-Que no son reservaciones, sino misiones, que el guaraní
construye de común acuerdo con la Compañía. Allí la Compañía no tiene guardias
ni carceleros, pocos conmilitones actuamos enseñando, ora la Palabra Divina,
ora las artes más refinadas de nuestras industrias, para mejorar el espíritu
del indio. Nuestras misiones hacen del guaraní un genial carpintero, ferretero
y labrador, además de ceramista y policromista. ¿Saben sus historiadores del
futuro que los padres y los guaraníes hemos forjado las primeras armas de
questos lugares facendo ferrum con la piedra volcánica de la selva? ¿Sabe
usted, maestranza Covián, que el primer libro de todas questas tierras ha sido
impreso por un indio en una imprenta traída por la Compañía a la Misión de
Santa Ana? Mire usted, maestranza Covián, justo aquí lo tengo, y se trata sin
más que de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, en su lengua
guaraní.
-A cambio les piden que trabajen en sus campos desde Santa
Fé hasta Córdoba, en los edificios de Buenos Aires, como ví ayer.
-Los indios de las misiones nos acompañan en sabiendo que la
Compañía les proteje bien, y a sus hijos y familiares, a resguardo de
encomenderos
-…y portugueses, entiendo. Prefieren ser prisioneros del amo
menos malvado.
-Usted es muy malintencionado, maestranza. Puede preguntalles
cuando vuelva a Santo Domingo y ellos le dirán. La Compañía no lles trata como
amos.
-No conozco el guaraní.
-Y usted que pretende entendelles mejor que yo, que sin
embargo, no sólo lo entiendo sino que lo hablo y lo escribo, maestranza Covián.
Los padres de la Compañía llevamos doscientos años estudiando las filosofías y
mitologías de los guaraníes para mejor comprendelles y mejor explicalles el
Verbo. Para mejor educalles en Cristo Nuestro Señor.
Entonces, después de mucha ida y venida los indios masacraron
un ejército de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes de mil quinientos hombres
allí cerca de Yapeyú, en 1754 y parecía que la entrega de las misiones se
perdía. Un año antes nuestros hombres allí habían desalojado los siete pueblos
sobre el Uruguay para no caer fácilmente en acusaciones y habladurías. Mas en
reforzando los ejércitos de españoles y portugueses en un cerco finito, y
después de dos años de tropelías de las bandeiras, sembrando terror en los
pueblos de indios y obligándolles al monte y la desbandada, en 1756 siendo más
en campo abierto dieron por fin a las guerras guaraníes y las misiones se
despoblaron.
-¿Cevallos llegó para reprimir?
-Para cuando Cevallos llegó a reemplazar al gobernador de
Buenos Aires, en 1755, éste andaba en campaña y ya venciendo. Cevallos llegó a
las misiones con los indios apaciguados y los padres de la Compañía ayudámoslle
a entregar las misiones en buen orden y garantía.
Verá maestranza, Cevallos viene de una familia que combate
al servicio de los señores de Castilla la Vieja y León desde las épocas de la
Reconquista, su familia siendo de vasallos visigodos de las montañas de
Santander, entre las de Asturias y las Vascongadas. Fidelísimo a su rey vino a
cumplir los tratados y hacelles cumplir, sin tener relaciones afectivas ni
monetarias con criollos y localías. Pero el Gobernador Cevallos tenía buen oído
y una mirada práctica. Para 1753 yo había sido enviado a las misiones del
Paraná para ayudar a la Compañía a cumplir las órdenes reales y tuve fortuna de
escuchalle y aconsejalle sobre lo ruin del negocio que estaba faciendo Nuestro
Señor Felipe el Sexto entregando tanto por tan poco al Portugal.
Don Pedro supo comprender en el terreno mismo de su
gobernación la dificultad para conseguir brazos, y de tanta valía como los
entrenados en nuestros obrajes y carpinterías, y de cómo serían de utilidad
para en gastar menos pesos reales reclutando africanos de barcos también
portugueses e ingleses, viejos enemigos de la patria.
Así que fue cumpliendo sus órdenes al detalle, pero evitando
y castigando a las bandeiras que maltrataban al guaraní y haciendo respetar al
detalle los terrenos y enseres que debían entregarse, sin dejar que nada se
robe ni se ultraje.
Entretanto, viera usted cómo funciona la Divina Providencia
en favor de los justos, maestranza Covián, quiso Nuestro Señor que el rey terreno
Fernando Sexto fuera a serville a su lado en el Reino Celestial y la venida de
Carlos III cambió la política con Portugal y el Reino de la Gran Bretaña, de
una sumisa a otra más gallarda y animada. Cuando Carlos III asume la corona
en el 59, ingleses y franceses llevaban
ya cuatro años en guerra por las colonias de todas las indias, y en entrando
los ingleses a las posesiones hispánicas de Honduras, Carlos III Nuestro Señor
Rey con toda justeza de mientes declaróse aliado de la Francia y alertó a sus
capitanes para enfrentalle. Aquí, en mientras tanto, los portugueses nunca
habían cedido ni un palmo de la Colonia a cambio de las misiones que reclamaron
y batallaron, por lo que nuestro decidido y viril Cevallos recuperó en un
relámpago las siete misiones cedidas y hablo con la Compañía para establecer
una alianza contra la Colonia do Sacramento y el enemigo nuevo.
-A la Compañía tampoco le satisface el llamado a la paz de
Cristo, eso de poner la otra mejilla.
-Pero si le he dicho cómo nos encargamos de entregar el
trabajo de dos séculos a órdenes del Viejo Rey…
-Da la impresión que lo hicieron tan prolijo que costó menos
recuperarlo que largarlo… vamos, Don Istéfan, no sé por quién me toma. No me va
a decir que ustedes no contribuyeron a la resistencia armada de los guaraníes
ni en la demarcación de límites y entrega de propiedades… es poco serio…
- Mi deber es jurarlo, maestranza, y he de morir en el potro
o el garrote diciendo la mi verdad así como la narro.
-Macanudo, y Cevallos tomó Colonia.
-Sí, efectivamente, y la defendió gallardamente del ataque
de una flotilla inglesa y lusitana, cruelmente enfermo de…
-Sí, sí, de paludismo, esa leyenda ya me la sé. También me
sé que usaron millares de soldados guaraníes y africanos para vencer a las
tristes guarniciones portuguesas en Colonia.
-Hombres que pelearon como leones por su libertad y su Rey.
Cevallos no paró en Colonia, no qué va, siguió tierra arriba hasta el fuerte de
Santa Catarina y el Río Grande, como viene ahora a facer en questa campaña
victoriosa, otros diez años luego.
-¿Por qué hasta allí? ¿Cuál es la fijación con Santa
Catarina?
-No es fijación, sino sabiduría. La Compañía logró convencer
al Gobernador de un plan para el desarrollo de estas comarcas sin necesidad de
tanta erogación por la Caja Real. La Provincia de la Paraquaria, maestranza
Covián, podría sostenerse sola con los trabajos del guaraní, consiguiendo
minerales y maderas duras de los montes entre Santa Catarina y el río Paraguay,
aprovechando la riqueza de aguas y suelos de las llanuras del Paraná y el
Uruguay y de ambas bandas del Río de la Plata. En un extremo minerales y
metales, en el otro ganados y mieses y en el medio grandes ríos para navegalles
y la mar océana para contactarnos a la Madre Patria. La Paraquiaria tiene todo
lo que necesita sin andar chupando la sangre del Rey, hasta puede dalle riqueza
más encima de la plata potosina.
Estas regiones sólo necesitan imponer una unidad por encima
de las diferencias entre cristianos y una buena administración para que la
corrupción no se lleve las ganancias, sobre todo en los comienzos, cuando más
se necesitan los primeros esfuerzos.
El Gobernador entendió la justeza de la visión de la
Compañía al servicio del Rey Terrenal y ahora, como Virrey, ha vuelto para
ponerla en acción.
-Momento, Don Istéfan, varias cosas no entiendo.
-La primera.
-¿A qué insiste usted en llamar Provincia Paraquaria?
-La Compañía se organiza en Provincias al mando de un Comisario
o Padre Provincial. En el 1576 la Compañía vino mandada por el Rey Felipe II,
Dios lo tenga a su diestra en la Gloria, y fundóse la Provincia del Pirú,
copiando nombre del Virreynato. En luego creciendo mucho, en 1607 ya tuvo que
fundarse la Provincia Paraquaria, con los Colegios y misiones de Asunción,
Sancta Fe de la Verdadera Cruz, la Vera de las Siete Corrientes del Paraná, la
Trinidad donde ahora estamos y las Córdoba, San Yago del Estero, San Miguel y
Salta todas del Tucumán. La primer reunión Provincial se estableció en el San Yago
de Chile por ser el mejor preparado con riquezas que llegábanlles por mar desde
Lima, más luego la provincia de dirigió siempre desde Córdoba.
-¿Entonces por qué el nombre de Paraquaria?
-Lógico. Los primeros padres comandantes y generales de la
Compañía entendieron siempre esto que lle digo, la mayor riqueza está en las
almas que ganamos para el Reyno de Dios, y las mayorías están allí, en los ríos
del Paraguay, el Paraná y el Uruguay.
-Entiendo. Después, si es así como usted dice, ¿por qué Cevallos
tuvo que volver a tomar de nuevo los mismos territorios desde Colonia hasta Río
Grande?
-No fue voluntad suya, creo que todo lo contrario si me
pregunta. Obligado por el Tratado de San Idelfonso.
Algo me hizo click en el fondo de la cajonera mental.
-¿Qué es eso?
-¿San Idelfonso? Nada, maestranza, una fortaleza antigua de
los castellanos en Segovia, le usan de decoración para firmar tratados de paz.
Allí al final de la Guerra de los Siete Años, que España perdióla junto con la
Francia en el 63, se firmó la devolución de Colonia y Santa Catarina a Portugal
a cambio que sus aliados ingleses devolvieran La Habana y Manila, que habían
ganado en guerra. Verá con qué amargura funciona la lealtad, maestranza, que en
habiendo sido el único general español en conquistar territorios para la corona
en medio de una guerra tan importante, Don Cevallos tuvo que devolvelles al
enemigo por las derrotas de otros menos sagaces. Y lo hizo, claro. En 1766 le
llamaron de vuelta a la Corte y ese Vértiz vino a estragar todo de nuevo como
antes.
-¿Con Vértiz está todo mal, verdad?
-Para serle sincero, maestranza… pues verá, Vértiz es de
esos cabos sueltos de la política empiojada de Madrid que uno nunca va a
terminar de comprender. Es el último de una larga línea de gobernadores
designados por Asunción o por Lima, criollos todos ellos, más entregados a la
riqueza de sus propiedades americanas que a la Gloria de sus dos reyes,
terrenal y celestial, ahora que nos comprendemos. Han sido capaces de entregarlle,
siempre que fueron apretados, sus influencias al portugués y al inglés con tal
de mejorar sus comercios y estancias.
-¿Pero no es eso lo que pregona la Compañía en estas
tierras? ¿La autonomía de España?
-Dios no lo quiera nunca ni lo permita, mestranza. Estos
quieren ver crecer sus bolsas y sus barrigas, aunque para eso tengan que vender
hasta la patria. La Compañía pretende el crecimiento de una Provincia fuerte
que no demande muchos gastos, para bien de España y del Imperio Cristiano. Así
pondremos freno a los poderes del protestante en Inglaterra y por qué no
también, de los francmasones entre los Borbones.
-Eso me lleva a mi tercera duda con su relato, ¿por qué los
echaron, entonces?
-Politiquerías palaciegas, maestranza. Las Cortes de Madrid
son el imperio de la corrupción moral. Han urdido unas revueltas en algunas
Juntas por los impuestos que han tenido que pagar al Rey Carlos por las ruinas
de la guerra y nos han acusado a nosotros de la componenda. Se han unido amigos
de Lisboa y Londres para terminar de sonsacar venganza y llenáronlle los oídos
y las entendederas al Rey y al Consejo de Indias con las quejadurías de los
encomenderos asunceños contra la Compañía.
Ese demonio mal nacido de Campomanes, asturiano ruin como
todos los de su estirpe, llenóle la cabeza al confiado rey en nuestra contra y
hasta firmó la Real Cédula que nos expulsa de todos los territorios del imperio
hispano.
Finalmente han fallado en nuestra contra por los impuestos y
alcabalas que diceren hemos no pagado y en compensación se han querido quedar
con las tierras y los obrajes de la Provincia, amén de todas las riquezas de la
Compañía en el grande imperio. Roma no ha querido romper amarras con la Corona
en medio del peligro creciente de protestantes y musulmanes por todo el planeta
entero y ha cedido, protestando que las propiedades de la Compañía no quedasen
en manos que nada hicieron para beneficialle.
-Por eso las Juntas de Temporalidades, una especie de Fondo
Fiduciario administrado por una sociedad anónima de jesuitas y españoles.
-¿Cómo diz?
-Nada, yo me entiendo. Si les echaron hace diez años, por
qué cree que Cevallos los viene a reinstalar.
-Ya os lo diz, maestranza, por el trabajo peregrino de
Nuestra Señora María Antonieta, que ha demostrado la piedad de nuestros
intereses; porque reina la paz con los ingleses que se desvían en su entuerto
con sus propias colonias, porque he parlamentado con Su Majestad el Virrey y he
visto sus mejores planes para la Provincia, perdón, Virreynato. Mire usted
mismo, maestranza, en su tan pequeña comprensión, lo que significa tener en un
mismo circuito de comercios y alcabalas las minas de plata del Potosí, las
facendas del Rio Grande do Sul a las barbas de Sao Paulo y las ricas llanuras
de ambas bandas del Paraná y el Uruguay que hasta se ha animado a mostrarnos
sus planes para la conquista de las pampas y la Cordillera.
-¿Cómo dijo?
-Aquí le tengo, fijesé, el Virrey Cevallos ha dispuesto todo
un plan de tropas y colonos para introducirse hasta las tierras del ranquel, el
tegüelche y el araucano. El sueño de la Gran Paraquaria llevado a su máximo
esplendor. Al fin la Conquista de todas estas grandes tierras y almas para
engrandecer la Gloria Divina y terminar con la obra de los Conquistadores hace
doscientos años.
Y me mostró, para mi sorpresa, un mapa con tres columnas
dibujadas que bajaban desde Buenos Aires, Córdoba y Mendoza hasta el Río
Colorado, donde ellos pensaban ya en 1777 que estaba el corazón de la fuerza de
los pueblos originarios en la Patagonia, casi el mismo mapa que seguiría Rosas
en la Campaña del Desierto de 1833 -cincuenta y seis años más tarde-, el mismo plan
que siguió Roca en 1874 para quebrar la resistencia originaria y terminar la
Conquista del Desierto.
Tenía frente a mí la prueba irrefutable que mostraba que la
Conquista de la Patagonia había sido un plan sistemático de exterminio y
expropiación de tierras pensado ya por la Iglesia y la Corona española y
ejecutado por el Estado criollo independiente: un genocidio que duró doscientos
años. Para taparle la boca a más de un pelotudo en los manuales y la tele que
sigue diciendo que se trató de un “encuentro contradictorio y cambiante” entre “dos
sociedades distintas”.
-La Compañía entonces viene a ofrecerse para lo que mejor
sabe hacer, administrarle esclavos y soldados al Virrey para engrandecer el
Imperio y así ganar a España para una alianza anti-británica.
-La Compañía sólo pretende iluminar los espíritus para que
abracen mejor al Señor Nuestro Dios, como yo intento aquí con usted, maestranza
Covián.
-¿Un ejército de conquista de la Patagonia va a necesitar de
muchos guaraníes y africanos, no le parece? Además, le soy sincero, su postura
de los dos reyes me parece de un cinismo increíble. ¿Cómo pueden llenarse la
boca hablando de virtudes personas como usted que viven de comprar, torturar y
vender a otros seres humanos?
-La Compañía de Jesús no ha inventado la esclavitud,
maestranza Covián.
-Pero bien que la administra, y con ganancias. Usted me
habla de la caminata de su señora desde Santiago, pero bien que negros como
Xosé han tenido que hacer esas caminatas descalzos y encadenados detrás de las
mulas, y desde chiquititos. Ustedes son quienes no tienen alma.
-Pero maestranza Covián, la Compañía no es responsable de la
brutalidad de los traficantes. Todo lo contrario, le he permitido conocer al
mejor ejemplo de nuestros corazones. En comprando a Xosé le hemos libertado del
maltrato de portugueses y británicos, le hemos libertado del azote en las
estancias y le hemos dado una formación ejemplar. Su espíritu capaz de leer y
escribir, de rezar y facer artesanías es más libre que el de aquel señorito
andaluz bruto y sin luces, entregado a la bebida y los toros.
-¿Libre? No es dueño de su propio cuerpo, ni de casarse con
alguien a quien vayan a vender, ni siquiera sus hijos serían suyos si los
tuviera. ¿Cómo puede hablar de libertad un negrero?
-Negrero, no, maestranza, no se extralimite. La Compañía no
depende sus finanzas de ese tráfico, es una simple administradora de
trabajadores, y los africanos son una de las fuentes. En nuestras propiedades
son educados como almas para mejor recibir la Palabra y salvarse en el único
Reino que importa, que es de otro mundo, no de este. Por lo demás, maestranza,
Xosé estuvo casado y tuvo hija. Y eran mujeres libres. Yo lo garanticé.
-No sabía.
-Porque su soberbia le hace creer que usted lo sabe todo,
maestranza, y debería ser más respetuoso de sus órdenes, usted fue enviado para
facer un informe, para aprender, no para explicarnos a nosotros quiénes somos.
El sorete me había agarrado en un renuncio. Me comí la
bronca y aprovechó para seguir.
-Cuando fui enviado a las misiones truje a Xosé conmigo. Y
estaba en su edad manceba así que le permití contrallera nupcias con una india
de su agrado, de la que parecía estar sinceramente enamorado. Fue una muy bella
ceremonia de bodas, maestranza, en el centro del gran patio de Santa María,
protegidos de los enormes muros esmeralda de la selva por los bellos muros de
ladrillo y teja colorada. ¿Ha visto maestranza cómo son de bermellones los suelos
de las misiones o le han contado sus historiadores?
-Yo mismo me manché las piernas jugando de gurí en esas
tierras coloradas…
-Entonces podrá ver con su imaginación aquello que lle digo,
maestranza, todo lo verde y lo bermellón, y los indios misionados en sus
vestidos de hilo blanco y los padres de la Compañía en túnicas negras como la
piel de Xosé. La familia de ella coronó a los novios con tejidos de unas flores
pasionarias muy bonitas que son de aquellas zonas, que así lles decimos porque
llevan los clavos de la cruz de Nuestro Señor bien a la vista, como en el
escudo de armas de la Compañía; después dos bautizos d’ambos, yo mismo lles uní
en Sagrado Matrimonio y lles bendije. Xosé me agradeció en llanto y tuvieron
sus palmos de tierra para facer rancho y sus comidas y vicios y fueron muy
felices los varios años que allí vivimos, de los cuáles los últimos cuatro con
su hija pequeña, una zamba muy morenita y risueña, muy inteligente para su
casta debo reconocer.
-¿Qué pasó con ellas, por qué nunca las menciona?
-Bueno, cosas de la Divina Providencia, pruebas que Nuestro
Señor nos pone en este valle de lágrimas, maestranza. En mis idas y vueltas a
Córdoba y Buenos Aires, entre las entregas de pueblos a los portugueses y la
expulsión, en el 66 volvimos demasiado tarde a visitar la de Santa María,
cuando una expedición de bandeirantes y otra de encomenderos asunceños habían
arrasado la villa y desperdigado a sus habitantes.
-¿Xosé no se había quedado?
-Lo necesitaba a mi lado, además siempre retornábamos. Madrid
y Lisboa se quedaron con su familia, no la Compañía. Su esposa había sido
violada muy salvajemente y no había podido resistir. El cuerpo de su hijita le
faltaban las manitas y los pies y por la cara que tenía quizá no aguantase
tampoco el dolor y la pérdida de sangre. Pobre criatura de Dios. Menos mal que
ambas estaban en Gracia, confesadas y comulgadas, así nos consolamos con Xosé
sabiendo que están en el Paraíso ya que ninguna tenía mayor pecado que purgar.
Xosé se amarga pensando que las habrían de torturar en
sabiendo que estaba casada con el asistente de un capitán y conocimiento de las
cajas de seguridad de la Compañía o porque no estuvo allí para defendellas.
Pero son castigos inútiles que sólo torturan el alma, Xosé debe entregarse a la
única cosa que le queda, que es rezar por esas dos buenas almas y agradecer que
estén con Nuestro Señor tan temprano.
-¿Agradecer? ¿Agradecer a quién? ¿A usted, a su Iglesia?
–fue lo más cerca que estuve de perder toda la cordura y la estrategia.
-Sí, maestranza, a mí, a la Compañía, a Nuestro Señor
Jesucristo, a quien nos debemos no importa lo duro que sea nuestro camino,
quien nos quita para enseñarnos a no depender de la falsa alegría de los
placeres terrenales, a quien nos enseña el camino de la humildad y la entrega.
-Usted no puede enseñar humildad cuando se llenó los
bolsillos de Roma con sangre de seres humanos esclavizados.
-Diz estupideces, maestranza. ¿No le ha contado el negro
Xosé que lle he permitido pagar su libertad en partes mensuales? De aquí a unos
años podrá ser totalmente libre.
-¿Esa es su libertad? ¿Alquilarse en cuotas a un amo para
después seguirle pagando con trabajo? Incluso en sus propios miserables términos,
¿no le sirvieron ya los treinta años de chuparle la sangre y una familia entera,
como sacrificio suficiente para que sea libre hace varios años?
-Es la toda la libertad que un negro puede tener en esta
época, maestranza. Y yo me juego el pellejo al permitírsela. De no ser por mí -y
la Compañía, claro-, Xosé no hubiera despegado nunca la espalda del látigo de
algún hacendado en Córdoba o Villazón, pegado al surco o despellejando vacas, o
peor, respirando azufre en las minas de plata y azogue de Oruro o Potosí. Hasta
pudo saber lo que es tener una familia, regalo que yo mismo he rechazado por
servir mejor a Nuestro Señor.
Se puso solemne, tomo aire para el último round, y dijo -Creo
que usted está justo en ánima para la siguiente meditación de la segunda semana
de nuestros ejercicios, maestranza Covián. Usted debe reflexionar mucho sobre
la humildad y el desapego. Mañana es 31, su cuarto día, le aconsejo la
meditación del cuarto día entonces: de las Dos Banderas, la una de Cristo, Sumo
Capitán y Señor Nuestro, la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra humana
naturaleza.
El primer preámbulo es la misma Historia: será aquí cómo
Cristo llama y quiere a todos debajo de su bandera, y Lucifer debajo de la
suya. El segundo preámbulo, composición viendo el lugar; será aquí ver un gran
campo de toda aquella región de Ierusalém, adonde el sumo capitán general de
los buenos es Cristo Nuestro Señor; otro campo en región de Babilonia, donde el
caudillo de los enemigos es Lucifer.
El tercer preámbulo debe pedir conocimiento de los engaños
del mal caudillo y ayuda para guardarme de ellos; y conocimiento de la vida
verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, y gracia para imitarlo.
El primer punto del ejercicio consiste en imaginar como si
se sentase el caudillo de todos los enemigos en aquel gran campamento de
Babilonia, como en una grande cátedra de fuego y humo, en figura horrible y
espantosa.
El segundo punto, considerar cómo hace llamamiento de
innumerables demonios, y cómo los esparce a los unos en tal ciudad y a los
otros en otra, y así por todo el mundo, no dejando provincias, lugares,
estados, ni personas algunas en particular.
El tercer punto, considerar el sermón que les hace, y cómo
les amonesta para echar redes y cadenas; que primero hayan de tentar de codicia
riquezas, como acostumbra a hacer comúnmente, para que más fácilmente vengan a
vano honor del mundo, y después la crecida soberbia; de manera que el primer
escalón sea de riquezas, el segundo de honor, el tercero de soberbia, y de
todos estos tres escalones induce a todos los otros vicios.
Así por el contrario se ha de imaginar del sumo y verdadero
capitán, que es Cristo Nuestro Señor.
El primer punto es considerar cómo Cristo Nuestro Señor se
pone en un gran campamento en aquella región de Ierusalém, en lugar humilde,
hermoso y gracioso.
El segundo punto, considerar cómo el Señor de todo el mundo
escoge tantas personas, apóstoles, discípulos, etc. y los envía por todo el
mundo, esparciendo su sagrada doctrina por todos los estados y condiciones de
personas.
El tercer punto, considerar el sermón que Cristo Nuestro
Señor hace a todos sus siervos y amigos, que a tal jornada envía,
encomendándoles que a todos quiera ayudar en atraerlos, primero suma pobreza
espiritual y, si su divina Majestad fuere servida y los quisiere elegir, no
menos a la pobreza actual; segundo, a deseo de oprobios y menosprecios, porque
de estas dos cosas se sigue la humildad. De manera que sean tres escalones: el
primero, pobreza contra riqueza; el segundo, oprobio y menosprecio contra el
honor mundano; el tercero, humildad contra la soberbia; y de estos tres
escalones induzcan a todas las otras virtudes.
Lo dejaré meditar estas reflexiones y para mostrarle mi
buena voluntad y agradecimiento con vuestras informaciones, que nuestros
superiores han tenido tan a bien departir, queda en permiso después de cumplir
con sus trabajos de celebrar la noche del Año Nuevo de Nuestro Señor en la
compañía que prefiera, siempre en el cuido de nuestro servidor Xosé Cuervo.
Volví a interrumpirlo, golpeado y amargado por la jornada,
para pedirle me entregue el bolso como prueba de buena voluntad. A la que agregué la necesidad de poder
cotejar con mis informaciones para ver si podía darle mayores precisiones sobre
las posibilidades del magnicidio.
Me permitió quedarme con los puchos y el faso, el pikachu y
los lillos y, para su desgracia y mi bendición, esa tarde pude irme a dormir
con el celu todavía con algo de batería. Después de revisarlo por arriba, el
tipo había decidido que no podía matar a nadie ni escaparme con eso, pero se
quedó con los walkitokies y la .45 cromada. Era arriesgado pero no boludo, el
maldito cura.
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