“Se termina el peor año” se oye y se lee repetidas veces
sobre el 2016. Nadie lo va a negar: para quienes vivimos de un sueldo este ha
sido un año despiadado y cruel. Pero su crueldad está intensificada por un
hecho relevante que nadie subraya lo suficiente. Es el tercer año seguido de
recesión industrial con inflación galopante. Tres años de tarifazos paulatinos y a cuenta gotas que rematan en un salto de cantidad en calidad. El primer año de ajuste macrista
lleva en su dureza y crueldad sin límites los nutrientes de los años previos.
Y así podríamos seguir. Tuve ese debate con mi madre, que
patea Buenos Aires desde 1958, cuando vino a los 15 desde su hermosa aldea.
Ella dice que el peor año siempre fue el año con nombre, el Rodrigazo, 1975;
pero también señala al 82 y quién no se acuerda del terrible 88 y la híper o -claro está- el 2001. Entonces nos damos cuenta que en los últimos
cuarenta años al menos, el calendario nos golpeó con crueldad una o dos veces
por década con "un año de mierda".
Y también coincidimos en la regla del año embarazado de
años, porque el 75 venía con la crisis del petróleo del 73 encima, porque el 82
cargaba con la debacle económica de la dictadura, porque el 88 fue la explosión
con fuegos de artificio de toda la última mitad de los 80 y la quiebra del Plan
Austral y porque al 2001 llegamos con los desocupados gritando en el
santiagueñazo del 93, los fogoneros de Cutral Có en el 96 señalando la
privatización de YPF y la recesión desde el 98.
Por lo tanto lo cruel de este 2016 no va a terminar cuando
den las 12 y se alcen las copas, porque no es un problema místico del
calendario el que explica la mierda que fue este año sino la forma en que
funciona nuestra sociedad. Y ella va a seguir existiendo con total seguridad no
bien rueden los primeros segundos del año nuevo.
Sin embargo, en este año pasaron dos cosas que son realmente
esperanzadoras.
Una agrupación con un largo trabajo sindical que la
prestigia, basado en la entrega y la honestidad, de combate contra los métodos
burocráticos y el hostigamiento patronal; una agrupación que eligió una
estrategia de independencia política de la patronal y las patronales, que luchó
desde una seccional a contramano de los Moyano, los Caló y los Micheli, en los
últimos cuatro años; una agrupación que llamó a terminar con las disputas
faccionales y egoístas y se alió con claridad a un partido político obrero y
socialista, porque hizo todo eso, conquistó en las urnas la dirección de un
sindicato industrial nacional con proyección estratégica en la matriz
productiva argentina y regional. Recuerdo el triunfo de la Lista Negra en las
elecciones del Sindicato Único de Trabajadores del Neumático, a fines de abril
de este año. No pasaba una cosa así desde el Sitrac-Sitram, en el 72.
El miércoles 19 de octubre las arterias de las ciudades de
todo el país –y de varios países más en el mundo- estallaron con millones de
mujeres en huelga contra la impunidad de una sociedad que permite que una mujer
sea asesinada, torturada, secuestrada, vendida, humillada cada segundo, cada
hora, cada veinticuatro horas, todo el tiempo. El Miércoles Negro por justicia
para Lucía, la pibita de Mar del Plata, asesinada salvajemente por dos transas
que le venden al Intendente –intendente clerical, nazi, misógino y muy
Vaticano-. El Miércoles Negro sacudió cada milímetro como un terremoto
emocional, social y político. Mucha más gente hubo en Buenos Aires que el 19 de
diciembre de 2001. Bajo los millones de hongos de mil colores de los paraguas,
aturdía el ulular de las mujeres imitando las voces de la intifada palestina,
inundando oídos, corazones y gargantas del grito de libertad de las esclavas
modernas en pie de guerra. Su fuerza y claridad hicieron que muchos velos se
quemaran, que muchas personas aprendieran a ver la violencia en sus relaciones
cotidianas, que muchas denuncias se animaran y que muchos calvarios se
terminaran.
Todo lo que existe es al mismo tiempo uno/a y su contrario.
La vida no puede ofrecernos con toda crudeza más que lo que nos dio este 2016, la muerte gobernando y su contrario luchando por vencer.
La vida no puede ofrecernos con toda crudeza más que lo que nos dio este 2016, la muerte gobernando y su contrario luchando por vencer.
Fíjense la paradoja de quienes dirigen la muerte de millones de laburantes, usan colores claros y pastel, el amarillo de los globos, el naranja de los culos de las promotoras, el celeste y blanco en los carteles de la obra pública; pero las humilladas y humillados de la tierra, usamos este año el color Negro en las banderas.
Negra es la tierra húmeda y llena de nutrientes capaz de engendrar la vida nueva de la semilla y por eso en el antiguo país de Kmet, donde todo nació, el negro era el color de la vida; negro es el color que mejor identifica la lucha milenaria de los esclavos y esclavas que fueron masacrados por millones para parir el capitalismo explotando los recursos nuevos de América para Europa, color de piel producto del trabajo cotidiano bajo el Sol durante centenas de millones de años.
Interesante, el negro de la piel es el resultado
contradictorio de una piel desnuda ante la fuente de toda claridad y luz.
"Negro de mierda" es el insulto con que nos bautizan a los humillados y humilladas de toda
estirpe y género y que llevamos con orgullo en los oídos y las memorias, el odio de
clase de nuestros enemigos transmutado en combustible vital para soportar la
tortura y vencerlos algún día.
El año negro nos ha dado el brutal ajuste y dos claras
respuestas. Ser serios/as en el camino, barrer con las disputas egoístas en
nuestras filas, poner como único enemigo al Estado y la clase social que lo
sostiene, llámese Mauricio o Cristina y no tolerar nunca más y bajo ningún
aspecto la violencia contra las mujeres, no amparar violadores y abusadores,
sean de la clase social que sean y militen en el espacio político que militen.
Limpiarnos de faccionalismo entre nosotres y depurarnos
moralmente de los descompuestos métodos que nos inyecta el enemigo.
Para que el próximo año, que arranca en el otoño, sea un año
rojo, rojo de sangre vital, rojo de llamarada que purifica, rojo de rebelión,
rojo de justicia, rojo de abundancia para quienes tanto sufrimos.
Nos deseo.
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