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sábado, 31 de diciembre de 2016

Un 2016 negro

“Se termina el peor año” se oye y se lee repetidas veces sobre el 2016. Nadie lo va a negar: para quienes vivimos de un sueldo este ha sido un año despiadado y cruel. Pero su crueldad está intensificada por un hecho relevante que nadie subraya lo suficiente. Es el tercer año seguido de recesión industrial con inflación galopante. Tres años de tarifazos paulatinos y a cuenta gotas que rematan en un salto de cantidad en calidad. El primer año de ajuste macrista lleva en su dureza y crueldad sin límites los nutrientes de los años previos.

Y así podríamos seguir. Tuve ese debate con mi madre, que patea Buenos Aires desde 1958, cuando vino a los 15 desde su hermosa aldea. Ella dice que el peor año siempre fue el año con nombre, el Rodrigazo, 1975; pero también señala al 82 y quién no se acuerda del terrible 88 y la híper o -claro está- el 2001. Entonces nos damos cuenta que en los últimos cuarenta años al menos, el calendario nos golpeó con crueldad una o dos veces por década con "un año de mierda".

Y también coincidimos en la regla del año embarazado de años, porque el 75 venía con la crisis del petróleo del 73 encima, porque el 82 cargaba con la debacle económica de la dictadura, porque el 88 fue la explosión con fuegos de artificio de toda la última mitad de los 80 y la quiebra del Plan Austral y porque al 2001 llegamos con los desocupados gritando en el santiagueñazo del 93, los fogoneros de Cutral Có en el 96 señalando la privatización de YPF y la recesión desde el 98.

Por lo tanto lo cruel de este 2016 no va a terminar cuando den las 12 y se alcen las copas, porque no es un problema místico del calendario el que explica la mierda que fue este año sino la forma en que funciona nuestra sociedad. Y ella va a seguir existiendo con total seguridad no bien rueden los primeros segundos del año nuevo.

Sin embargo, en este año pasaron dos cosas que son realmente esperanzadoras.

Una agrupación con un largo trabajo sindical que la prestigia, basado en la entrega y la honestidad, de combate contra los métodos burocráticos y el hostigamiento patronal; una agrupación que eligió una estrategia de independencia política de la patronal y las patronales, que luchó desde una seccional a contramano de los Moyano, los Caló y los Micheli, en los últimos cuatro años; una agrupación que llamó a terminar con las disputas faccionales y egoístas y se alió con claridad a un partido político obrero y socialista, porque hizo todo eso, conquistó en las urnas la dirección de un sindicato industrial nacional con proyección estratégica en la matriz productiva argentina y regional. Recuerdo el triunfo de la Lista Negra en las elecciones del Sindicato Único de Trabajadores del Neumático, a fines de abril de este año. No pasaba una cosa así desde el Sitrac-Sitram, en el 72.

El miércoles 19 de octubre las arterias de las ciudades de todo el país –y de varios países más en el mundo- estallaron con millones de mujeres en huelga contra la impunidad de una sociedad que permite que una mujer sea asesinada, torturada, secuestrada, vendida, humillada cada segundo, cada hora, cada veinticuatro horas, todo el tiempo. El Miércoles Negro por justicia para Lucía, la pibita de Mar del Plata, asesinada salvajemente por dos transas que le venden al Intendente –intendente clerical, nazi, misógino y muy Vaticano-. El Miércoles Negro sacudió cada milímetro como un terremoto emocional, social y político. Mucha más gente hubo en Buenos Aires que el 19 de diciembre de 2001. Bajo los millones de hongos de mil colores de los paraguas, aturdía el ulular de las mujeres imitando las voces de la intifada palestina, inundando oídos, corazones y gargantas del grito de libertad de las esclavas modernas en pie de guerra. Su fuerza y claridad hicieron que muchos velos se quemaran, que muchas personas aprendieran a ver la violencia en sus relaciones cotidianas, que muchas denuncias se animaran y que muchos calvarios se terminaran.

Todo lo que existe es al mismo tiempo uno/a y su contrario.

La vida no puede ofrecernos con toda crudeza más que lo que nos dio este 2016, la muerte gobernando y su contrario luchando por vencer.

Fíjense la paradoja de quienes dirigen la muerte de millones de laburantes, usan colores claros y pastel, el amarillo de los globos, el naranja de los culos de las promotoras, el celeste y blanco en los carteles de la obra pública; pero las humilladas y humillados de la tierra, usamos este año el color Negro en las banderas.

Negra es la tierra húmeda y llena de nutrientes capaz de engendrar la vida nueva de la semilla y por eso en el antiguo país de Kmet, donde todo nació, el negro era el color de la vida; negro es el color que mejor identifica la lucha milenaria de los esclavos y esclavas que fueron masacrados por millones para parir el capitalismo explotando los recursos nuevos de América para Europa, color de piel producto del trabajo cotidiano bajo el Sol durante centenas de millones de años.

Interesante, el negro de la piel es el resultado contradictorio de una piel desnuda ante la fuente de toda claridad y luz.

"Negro de mierda" es el insulto con que nos bautizan a los humillados y humilladas de toda estirpe y género y que llevamos con orgullo en los oídos y las memorias, el odio de clase de nuestros enemigos transmutado en combustible vital para soportar la tortura y vencerlos algún día.

El año negro nos ha dado el brutal ajuste y dos claras respuestas. Ser serios/as en el camino, barrer con las disputas egoístas en nuestras filas, poner como único enemigo al Estado y la clase social que lo sostiene, llámese Mauricio o Cristina y no tolerar nunca más y bajo ningún aspecto la violencia contra las mujeres, no amparar violadores y abusadores, sean de la clase social que sean y militen en el espacio político que militen.

Limpiarnos de faccionalismo entre nosotres y depurarnos moralmente de los descompuestos métodos que nos inyecta el enemigo.

Para que el próximo año, que arranca en el otoño, sea un año rojo, rojo de sangre vital, rojo de llamarada que purifica, rojo de rebelión, rojo de justicia, rojo de abundancia para quienes tanto sufrimos.

Nos deseo.

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