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lunes, 19 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 19. Estación Cabecera

Capítulo 19

Estación Cabecera

En la ternura del agua que corre
Me recuerdan la llegada de unos trenes
Abonizio, 1983


Así es como voy recordando todos los hechos. Si lo que narro o describo no es exacto, poco importa, ninguno de los involucrados pedirá derecho a réplica ni le interesará la rigurosidad.
Cuando nos metimos al Barolo por última vez era una noche oscura, húmeda y helada del otoño de 2014 y saltamos a la madrugada fresca del lunes 30 de noviembre de 2015 hace exactamente cuatro días.
Ese mismo día comenzamos a verificar nuestras hipótesis más arriesgadas. Nos llegó la información que Macri había iniciado negociaciones con Félix Díaz para que levante el acampe qom de Lima y 9 de Julio después de 10 meses porque quería la Avenida “despejada” para su asunción.
Nuestros compañeros y compañeras periodistas combativos del SIPREBA, enterados por Santos de lo que andábamos rastreando, nos recordaron dos eventos sumamente llamativos para la opinión pública que no pasaron desapercibidos en los mentideros del espionaje. Hacía rato que las redacciones se venían alimentando de “carpetazos” de espías de la vieja SIDE dirigida por Stiusso, hombre fuerte del Mossad y la CIA, como los que guiaron toda la investigación del equipo de Lanata deschavando la “Ruta del Dinero K”, las operaciones de lavado de guita con el presupuesto oficial destinado a la Obra Pública de todo el territorio nacional que administraba De Vido y repartía proporcionalmente a los votos que sacaba cada aparato político en cada región. Las rutas, represas, el Metrobús y hasta las licitaciones de comedores y limpieza y mantenimiento de escuelas públicas, hospitales del Estado se repartían entre las empresas “privadas” que accedían a los pliegos y las empresas “privadas” que sobre-facturaban trabajos tercerizados para encubrir las coimas de los sobreprecios. Negocios delirantes con los adoquines porteños que alimentaban los mitos populares de la zona norte de capital hasta la guita fuerte que se movía con los medicamentos de las Obras Sociales de la burocracia sindical y el PAMI, la ruta de la efedrina, los narcos mexicanos en Rosario y el contrabando de esclavas sexuales en toda la región y Europa.
Los delegados periodistas nos hicieron notar que Macri había sorprendido a todo el mundo inaugurando el primer monumento a Perón en la ciudad frente al Monumento al Trabajo de Paseo Colón, en un acto con la cúpula de la CGT de Moyano y Barrionuevo, con un resucitado Duhalde, caudillo de la mafia peronista de los barones del conurbano que mexicanearon a De La Rúa en el 2001, cuando se demostró que el viejo conservador radical ya no tenía poder para seguir ajustando y matando gente con total impunidad. En ese acto, a principios de octubre y poco antes de las elecciones presidenciales, Macri se encargó de declarar su admiración por el Perón del 73.
Ahora la relación de un pacto de la burguesía internacional y local para relanzar los negociados en la región y frenar los ímpetus revolucionarios que estallaron en el 2001 y que todavía seguían latiendo, tenía el recuerdo nostálgico de una operación muy similar llevada adelante por la misma gente ante la irrupción revolucionaria del Cordobazo y las Coordinadoras del 75. La burocracia sindical reaccionaria, los sectores más conservadores de la burguesía local, con uno de sus hijos dilectos al frente de la operación, la CIA y el Vaticano poniendo recursos y hombres en la tarea, todo indicaba que había un pacto en las sombras.
Nos dijeron que había más de uno que pensaba que el pacto se terminó de saldar en sus detalles gruesos la misma madrugada del 22 de noviembre, cuando La Cámpora metió un piquete en la puerta de la Legislatura antes de la llegada de las urnas de toda la capital, que obligó a la Jueza Servini de Cubría a desviarlas a un lugar seguro, el acantonamiento del Ejército en Palermo. Se decía que la primer parte visible del pacto estaba en retocar la enorme diferencia de porcentajes que mostraban los primeros recuentos, de casi diez puntos sobre Scioli, para evitar que el FPV quede muerto políticamente y pierda su lugar en la rosca nacional.
Sonaba fuerte en los mentideros la posibilidad de que Scioli fuera designado al frente de la Embajada en Italia. La noticia nos sobresaltó, por la clara relación entre los intereses de la burguesía de origen italiano en el país, con Rocca de Techint y Ratazzi de FIAT-Crysler a la cabeza, y el propio Bergoglio.
El 2 de noviembre Ámbito Financiero ya soltaba la noticia de que Macri trabajaba para lograr un acuerdo de pago con los fondos buitre y mientras más nos acercábamos a la asunción, las declaraciones que podíamos rastrear en todos los medios periodísticos hicieron que Santos concluyera que el pacto con los buitres estaba acordado con los gobernadores del PJ e incluso los diputados y senadores del FPV, para ser llevado al Congreso y establecer las bases de todo el entramado financiero y político del ajuste sobre las masas.
Quedaba claro para nosotros que este acuerdo estratégico implicaba no sólo reventar los bolsillos con el sostenimiento de la inflación, una nueva devaluación, el impuesto a las ganancias, las rebajas salariales y las jubilaciones de miseria como ya venían haciendo con Cristina, sino además ir por un reordenamiento de las leyes sindicales y los convenios de trabajo para hacer pasar millones de despidos en el Estado y la industria y barrer a la fuerte vanguardia obrera clasista que venía sumando comisiones internas y sindicatos en todo el país desde el 2007.
La reactivación de la máquina para viajar en el tiempo-espacio construida entre los años 20 y 30 por la alianza de burgueses europeos y la aristocracia porteña, usando los templos y monumentos que habían transformado la ciudad en un enorme mecanismo de última tecnología, respondían a una necesidad extrema de recomponer las fuerzas represivas que el Estado había utilizado sobre la resistencia obrera en más de cien años.
Es raro cómo funciona el azar. El viernes 4 a las 21hs. finalmente había quedado planteada la presentación oficial de mi libro de cuentos, en la Sala Leopoldo Lugones de la SADE de Borges, en la sede original de la calle Uruguay. Los pocos amigos que pudieron sortear miles de imponderables para asistir habrán pensado que mi estado de alteración emocional se debía únicamente al enorme costo emotivo que significaba para mí dar ese enorme paso y dejar de sentirme únicamente como un profesor de secundaria con una hermosa hija y una militancia acorde a mis posibilidades, para desnudarme frente al mundo como un artista que buscaba en la literatura la posibilidad material de seguir vivo.
Fue en realidad –ahora lo sé con claridad- mi despedida del mundo tal y como lo viví hasta hoy. En la semana que corrió aceleradamente desde la madrugada del lunes 23, cuando Santos apareció con el disparate del agente Cabral hasta la madrugada del lunes 30, toda mi percepción de la realidad se alteró hasta los límites máximos que podía hacerlo. En mi nerviosismo presentando el libro se escondía esta seguridad: que yo no volvería a caminar por mi ciudad y mi gente como lo había hecho, la sensación clara y nítida de que un nuevo ser nacía a un nuevo y desconocido mundo.
No voy a decir que sencillamente acepté con aplomo esta nueva realidad.
El martes pude convencer a la madre de Leyla Isis de un plan de paternidad compartida lo suficientemente flexible para continuar con una presencia importante en la vida de mi hija pero que no fuese tan rígido que imposibilitara el cumplimiento de mis nuevas responsabilidades políticas.
Ayer mismo, a caballo en la medianoche del jueves 3 y el comienzo del Cuarto Menguante del viernes, visitamos con Santos la trocha secreta del subte del Arroyo del Medio. Hay una enorme ciudad con vida propia y leyes aparte latiendo por debajo de la ciudad conocida. Es algo más de lo que podemos intuir los espíritus más sensibles de los millones de explotados que nos vemos obligados a viajar en Subte hacia y desde el laburo desde 1913. Es algo que sólo son capaces de comprender cabalmente los miles de compañeros y compañeras que trabajan allí abajo, en una eterna noche de inframundo, donde las leyes de la física y la química son mucho más importantes para evitar una muerte cotidiana que arriba del asfalto.
Un laberinto infinito, noche permanente e interminable, un lugar donde con toda claridad el tiempo y el espacio se transfiguran, una cotidianeidad lisérgica, un eterno sueño en las entrañas del sub-consciente ciudadano.
Nos subimos al vagón locomotora claramente abandonado hace muchos años y en desuso. Era uno de esos nostálgicos vagones de madera y fierro que se armaron en Bélgica y que Macri desterró de la Linea A una noche de enero del 2013, como macabra despedida por cien años exactos de uso constante. Yo fui uno de los porteños que protestó por la pretendida renovación, porque con esos vagones se iba también el soporte físico de mis dos décadas de viajes, los primeros asombros infantiles con el submundo del subte, la alienación poética de las madrugadas yendo a laburar y el traqueteo famoso, que parecía que se rompería en mil pedazos de la curva de entrada a Estación Miserere, las mil y un historias de amor y fantasía que tejimos en ellos, con ellos, gracias a ellos.
Y acá estábamos, Santos y yo, solos, en una de esas viejas formaciones, activando el sistema eléctrico y constatando que todavía funcionaba. Charly Pérez había enseñado todo lo que sabía a Santos sobre la compleja dirección de esas formaciones y juntos analizaron los mapas y el diseño de la trocha secreta para intentar el primer viaje.
Cuando todo estaba dispuesto y sin habérmelo anticipado, Santos Capobianco comenzó una evidente despedida.
-Dicen que las despedidas cortas aseguran rápidos re-encuentros, pibe.
-Me estás jodiendo… dijimos que íbamos a ir juntos…
-Y lo vamos a hacer, Leo, lo vamos a hacer. Pero la situación es ésta, mañana a la noche empieza el punto justo en que la Luna empieza a ser más negra que iluminada. Cada vez que mires al cielo en esta semana del 2015 la Luna va a ser como un reloj de arena, el diez va a estar totalmente oscura para nosotros, la Luna Negra, la que marca el momento astronómico que estos tipos eligieron para el desembarco de su jauría de asesinos y expropiadores en Avenida de Mayo. No podemos regalarles el uso del tren del tiempo, me lo llevo y empiezo a desandar el camino inverso, pibe, a ver si ya para la primer Luna Llena empezamos a revertir la historia.
-No te entiendo. ¿Y las oficinas del Barolo que todavía están activas?
-Por eso necesitamos que te quedes. Hasta ahora sólo conocemos una, la que usamos esta semana. La tenés que destrozar y alquilarte alguna pieza en algún hotel cercano para estar atento a los movimientos de agentes de la SIDE o de tropas de la policía que veas por el edificio. Así las vas detectando y reventando de a una. No van a tener tiempo de ponerlas a funcionar de nuevo. Ermassi te va a ayudar, ya hablamos con un compañero para que te de una mano, es experto en boicots fabriles.
-Esa anécdota también me la contaste.
-Por eso, boludito. Fijate en el tablero electrónico que hay en esa oficinita de allá, ¿lo ves? Te va a ir marcando cada vez que pase por una de las señales de la trocha con una lucecita roja, cuando salte la lucecita verde en la última estación, que aparece como “Estación Cabecera”, habré pasado al otro lado. Si no pasé te vas a dar cuenta rápido porque va a saltar la sirena de la alarma general y esto se va a llenar de gente, así que: lucecita verde te vas a tomar unos vinos para festejar, sirena te rajás de toque antes que te agarren y vemos cómo se reorganizan con los pibes para frenar la asunción…
-Sin vos, claro, que vas a estar prendido fuego o nadando por el Río de la Plata hecho un masacote…
-No seas dramático. Me muero como viví, Leo. En quince minutos, que es lo que esta máquina tarda en alcanzar la velocidad de la luz, o en mil años, yo me muero como viví, pibe. Hagámosla corta, ¿querés?
Una vida entera de amargas desilusiones y desencuentros afectivos con las personas que más he amado me habían lastimado el cuero lo suficiente para resentirme ante nuevas despedidas. Esta, que prometía un reencuentro fantástico del otro lado de la realidad, sin embargo, no venía a ser más sencilla.
-Santos, no sé si estoy a la altura de este desafío, hermano, te soy sincero.
Santos Capobianco fue el primer responsable político que me supo conducir por el infierno de la crisis política y personal más importante de mi vida adulta. Cuando lo conocí me habían acabado de rajar, hace diez años, de una organización política de intelectuales en la que me había transformado en la peor persona que fui capaz de ser. Sin su paciencia y dedicación no hubiera podido volver a organizarme con mi clase, no habría podido volver a luchar, no podría haber eliminado, como hice, cada capa de egoísmo, de machismo, de violento abusador que tenía mi personalidad. Estos diez años interrumpidos bajo su conducción habían sido una verdadera metamorfosis para mí, en todos los planos de mi vida. Pude ser un excelente compañero para mi pareja, un verdadero amigo, un buen militante y un excelente padre.
Sin embargo, mi amor por él era mucho más, era el de uno de esos amigos que uno hace en el peor momento de su vida, de esos que sabe van a ser incondicionales, pase lo que pase, y para siempre.
Era algo más que un amigo, era un hermano que había elegido voluntariamente, por el que siento el amor que sienten los nenes de 10 años que juegan al fútbol con una pelota hecha mierda en algún baldío de tierra.
Él lo sabía. Y aunque los gestos de amor evidente lo incomodaban, me tomó los hombros con firmeza, me miró a los ojos y dijo, como toda despedida:
-Leo, vos no sos más el tipo que eras. No sé si te das cuenta o no, pero creciste mucho este último tiempo. Te animaste a navegar la vida, sin las cosas que te la hacían segura y predecible, vivís sin red y bailás en el trapecio mientras de alguna forma vas armando la red, más para tu hija que para vos. Claro que te va a agarrar un importante cagazo ante cada nuevo paso, ese vértigo en el estómago, ese ataque de pánico te va a relampaguear la conciencia siempre, porque descubriste o vas a seguir descubriendo, que cuando uno se lanza a la vida en serio, con todo lo que tiene, está todo lo solo que puede estar y no existe ningún lugar físico en el mundo donde haya un paraíso, una tierra prometida donde poder quedarse a descansar. Eterna lucha, nene, revolución permanente. Ahora escúchame bien, porque me tengo que ir. Todo va a salir bien. Esta vez vamos a ganar, pibe. Me lo dicen todas las entrañas, cada célula viva del cuerpo. Las casualidades no existen y ninguna generación humana encara tareas para las que no está preparada. Si los indicios de la máquina del tiempo-espacio estaban allí y nosotros los pudimos ver e interpretar es porque toda nuestra experiencia estaba lista para verlos e interpretarlos. ¿Sos consciente que todo este viaje increíble lo fuimos desanudando con obreros y obreras y que cada uno con su iniciativa y creatividad, cada uno con su magia lo fue ayudando a resolver? Somos un equipo preparado, en el momento justo y vamos a vencer. Me voy a ir al Cordobazo, a la Patagonia Rebelde, a la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, a los Rosariazos del 68 y 69, a la fábrica Miluz, a todos lados donde recuerde que hubo aguerridos obreros y obreras luchando contra el capital con alegría, con conciencia y con independencia de clase, me voy a traer a todos los que mataron en una represión o se chuparon o mataron en “accidentes”. Vamos a traer de vuelta a todos los compañeros y compañeras que dieron su vida por el triunfo de los explotados, por el fin de la miseria de los pibitos, por el socialismo. Les voy a explicar y les voy a dar la chance de renacer, de volver a vivir. Vamos a traer a nuestros mártires a luchar contra este nuevo ataque, con ellos les vamos a romper todos los pactos, todos los acuerdos, toda la maquinaria infernal de muerte que nos quieren volver a machacar, Leo. No tenemos nada que perder, salvo nuestras cadenas, ¿te acordás?
Me armé de valor y cerré la despedida con una vieja humorada que siempre resumía nuestra amistad infantil y nuestra particular visión, descontracturada y aventurera, de la militancia:
-¿Qué vamos a hacer esta noche, Cerebro?
-Vamos a salvar a la Humanidad del Capitalismo, Pinky, de una vez y para siempre.
Nos dimos un fuerte abrazo, puso el ganchito de metal en el mecanismo arriba de la puerta, cerró las de toda la formación y detrás del chirriar de las ruedas y el bamboleo de las carcazas de madera pintadas de azul y oro se fue perdiendo en la penumbra de los túneles, mientras acompasadamente y en ascenso rítmico, las luces rojas se iban encendiendo en el tablero hasta que la última, la de la Estación Cabecera, disparó el color de la alegría en mi rostro.

El fantástico viaje de Santos Capobianco había comenzado y yo estaba subido a él, testigo y protagonista. Pleno. De una sola pieza, firme, como nunca lo había estado hasta hoy.

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