(reseña inédita de la serie CINE INFANTIL PARA MADRES Y PADRES CONCIENTES)
Un comentario sobre Tinker Bell: Hadas y Piratas
Nadie discute que las películas de Disney, junto
a las diferentes Iglesias y el Estado, como dijera John Lennon, “nos hicieron
creer que sólo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos y los que
escapan de ella están condenados a la marginalidad”.
Para quienes somos padres y madres en este
mundo, en este instante concreto, se nos plantea el desafío de no colaborar con
la “programación” de las cabezas de nuestras hijas e hijos pero al mismo tiempo
no aislarlos de la cultura de su tiempo, en última instancia, de su cultura.
Entonces vale la pena tomarse el trabajo de
buscar entre tanta porquería aquello que nos pueda servir de puente hacia los
valores que nosotros/as queremos promover.
Porque mientras luchamos para que las nuevas
generaciones ocupen un lugar que les permita desarrollar mejores valores y
contenidos en el cine, este es el cine que tenemos.
Pues bien, contradictoriamente, la última
película de hadas de Disney Co., Tinker
Bell, Hadas y Piratas, estrenada en Buenos Aires en febrero de este año, es
una película muy útil.
Se trata de la sexta película de la saga de
Tinker Bell que, para quienes no la conocen aún, es la “historia de vida” del
hada famosa de Peter Pan, que en
castellano llamamos “Campanita” porque, según el cuento original de 1904 del
escocés James Mathew Barrie, cuando las hadas hablan los seres humanos
escuchamos un sonido de pequeñas campanas en lugar de comprender su voz.
Disney, jugando con el “apellido” inglés del
hada del cuento, idéntico al de otro escocés, el inventor del teléfono,
Alexander Graham Bell, imaginó que Tinker Bell era un hada “artesana”. En la primera
película de la saga, de 2008, se retoma la mitología popular de las islas
británicas antes de la llegada de los romanos, en la que los campesinos,
cazadores y pastores escoceses, bretones, galeses e irlandeses creían que cada
aspecto de la vida natural estaba organizado por pequeñas personas mágicas, los
varones llamados duendes, las mujeres llamadas hadas.
Es una idea muy primitiva, emparentada con esa
imagen tan común de la abuela que, para salir rápido del problema, le explica
al nietito que las agujas del reloj giran “hay un enanito adentro que lo mueve”.
Y aunque sea primitiva, tuvo el valor para los
primeros seres humanos de intentar salir de la ignorancia absoluta sobre el
funcionamiento de la realidad, obligando a sus cerebros a comenzar la milenaria
búsqueda de las leyes que lo explican.
La novedad que aporta Disney es muy
significativa, ya que entre las tareas de las hadas (hacer crecer las plantas y
los animales, movilizar agua, aire y fuego, trabajar para que se desenvuelvan
las cuatro estaciones, etc.) Tinker Bell viene a ocupar el lugar de Hada Artesana,
es decir, colaborar en la fabricación de herramientas e instrumentos que
faciliten la tarea de las otras hadas. Tinker Bell fue la inventora de las
máquinas en el mundo mágico de Nunca Jamás y por lo tanto se transforma en una
reivindicación de la Revolución Industrial insertada en una mitología
pre-agrícola, lo que tiene la virtud de rescatar una significación positiva y
no reaccionaria de dicha mitología. Es decir, si bien la saga de Tinker Bell podría
aportar al nefasto sueño con un mundo anterior al moderno, idílico y bucólico, cuando
reivindica la capacidad humana para transformar la naturaleza en su propio
provecho, le da un sentido totalmente diferente, que anula al anterior o lo
lleva a su mínima expresión.
Pero lo realmente mágico es que Disney le da
la tarea de la creación y fabricación de máquinas, propia del mundo masculino,
a una mujer. ¿Qué estará pasando en esos estudios que a los inventores de las
princesitas se les escapa un arquetipo que rompe el molde tradicional que el
propio Disney inventó para las mujeres, atadas al hogar y las tareas “de señoritas”?
En esta nueva peli, la protagonista es Zarina,
irónico nombre para un hada que es obrera en la línea de montaje de la fábrica
de polvillo dorado de Nunca Jamás. Condenada a una tarea manual y repetitiva,
Zarina desafía el status quo dedicando su tiempo libre a la experimentación
científica con el objetivo de crear polvillo mágico de otros colores, para
superar los límites del polvillo dorado. Las autoridades de Nunca Jamás reprimieron su
iniciativa por el riesgo que implicaba y Zarina eligió el auto-exilio, dejando
Nunca Jamás para volver un año después convertida en... capitana de un barco
pirata.
No les voy a contar la trama entera para que
tengan la chance de descubrirla ustedes mismos/as y disfrutar del misterio.
Déjenme decirles que se trata de una especie de “precuela” que “explica” el
origen del Capitán Garfio y el de “Tic-Tac”, el cocodrilo que volvía loco al
pirata en la película Peter Pan de 1953.
Lo verdaderamente importante de esta película
es que vuelve al planteo original de la serie, el éxito individual de una mujer,
aunque en un mundo gobernado y poblado por mujeres, que triunfa en tareas tradicionalmente
asignadas a varones: primero Tinker Bell inventando máquinas y ahora Zarina,
descubriendo nuevos colores de polvillos mágicos y conduciendo un barco pirata,
con sombrero y espada al cinto.
Leyla, de 3 años y medio (verdadera
responsable de esta columna), está en su fase de descubrir los primeros miedos
(a la oscuridad, a los monstruos, a la tristeza) y se pasó la semana siguiente
al cine “combatiendo” monstruos en los parques y su cuarto al grito de “nadie
vencerá a Zarina, el hada pirata” blandiendo una enorme “espada” hecha de una
ramita de árbol de la plaza y polvillo mágico de la imaginación.
Dos cosas se me pasaron por la cabeza automáticamente. El contraste con mi infancia, donde la lucha con espadas y los juegos de plaza transformados en barcos piratas estaban reservados a los varoncitos (y estaban geniales). Y en segundo lugar, lo más importante, qué bueno que Leyla haya encontrado en su propia cultura una herramienta para defenderse de la mierda del mundo.
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