(artículo inédito de la serie SERIGRAFÍAS PORTEÑAS)
Sobre el nacionalismo irlandés
Todos los 17 de marzo los porteños nos empachamos de imágenes televisivas de cientos de personas emborrachándose en las tabernas del Bajo Retiro y para muchos esa es la única impresión que les quedará de una de las culturas más ricas e interesantes del planeta.
Se trata sin embargo de una de las
celebraciones más extendidas por el globo, debido a la importante corriente de
inmigración irlandesa de la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. La
terrible explotación del campesinado, por parte de señores feudales irlandeses e
ingleses, llevó a una terrible crisis agraria que se extendió entre 1845 y 1852,
provocando epidemias de hambre (que recuerdan como the Great Famine) que empujaron a la población de la pequeña isla a
emigrar forzosamente a Estados Unidos, Argentina y cientos de otros países.
San Patricio, fallecido un 17 de marzo del año
460, es considerado por la tradición como el responsable de haber convertido al
catolicismo a la gran mayoría de la población gaélica, descendiente de los
pueblos indoeuropeos que poblaron la isla durante el Paleolítico y que
conservaba una religión propia ligada al culto de las fuerzas de la naturaleza.
El catolicismo en Irlanda, como en otras
regiones celtas, fue sufrido como la ideología del imperio romano invasor y
asesino. Pero la conversión de la nobleza inglesa a las religiones protestantes
lo transformaron en la ideología religiosa de la lucha por la independencia
nacional, ya que la isla fue la primer colonia de Inglaterra, conquistada en
1171.
Otro símbolo característico de la cultura
irlandesa también se debe a San Patrick, el famoso trébol verde de tres hojas, the shamrock, que la leyenda dice fue usado
por el sacerdote para explicarle a las masas esa idea tan extraña según la cual
dios es uno y tres al mismo tiempo, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La lucha del pueblo irlandés –y de parte de su
clases poderosas también- contra la explotación del Imperio Inglés ha sido
parte inseparable de su vida cotidiana durante más de 700 años, hasta que el
Ejército Republicano (IRA por su sigla en inglés) logró la independencia de
Inglaterra y la instauración de una República burguesa en 1922, después de
entregar a los sectores más radicalizados de las ciudades y el campo que
buscaban algo más parecido a una República de Trabajadores, como recuerda la
excelente película de Ken Loach, El
viento que acaricia el prado (2006).
Para los irlandeses católicos (la gran mayoría
de las clases pobres) del Norte de Irlanda, todavía sigue siendo la rebeldía
contra los protestantes ingleses parte esencial de su vida, por eso quienes
nacimos en el siglo XX identificamos al IRA como lo que terminó siendo: un
grupo terrorista que combatió hasta principios del nuevo siglo colocando bombas
en diferentes símbolos del régimen invasor.
Es por esta razón que el irlandés debe ser uno de los pocos pueblos cuyo
folklore está marcado por las canciones de protesta, al punto que constituyen
un género específico, las rebel songs.
Uno de los grupos de canciones rebeldes más famoso es The Wolf Tones, que curiosamente dedicó una canción en homenaje al
Almirante William (Guillermo) Brown, fundador de la Armada argentina, nacido en
1777 en County Mayo, Irlanda y que dirigió los barcos de las Provincias del Río
de la Plata en la guerra contra España y el Imperio de Portugal desde 1810
hasta 1826. Considerado el fundador de la Armada Argentina, Brown pasó sus
últimos días en su quinta de La Boca conocida por los hinchas como Casa
Amarilla. Se dice que su esposa, Elizabeth Chitty, inglesa y portestante, fue
enterrada bajo la actual plaza 1° de Mayo, en el antiguo cementerio para
protestantes del rosismo, en Balvanera.
La canción reivindica la lucha de 1806 y 1807
contra las Invasiones Inglesas, homenajea a San Martín y al pueblo argentino en
su lucha por la “libertad”.
El nacionalismo católico de la banda es
superado por su odio al imperialismo inglés y la denuncia de sus crímenes en
todo el mundo. Antes de dedicar su estribillo a “Islas Malvinas Argentinas” (literalmente
y en castellano), los Wolf Tones nos recuerdan que la colectividad irlandesa en
Argentina es la quinta por tamaño de irlandeses fuera de Irlanda, producto de la
inmigración de pastores de ovejas durante el boom de la lana de 1860 a 1873 y de
cientos de miles los irlandeses que terminaron trabajando como obreros manuales
en los trenes, debido a su manejo del idioma de los patrones británicos, y en
las primeras industrias nacionales que nacieron después de la crisis de 1890.
La canción, que no menciona a los explotadores
irlandeses y su rol en la opresión de su propio pueblo durante siete siglos ni
el abandono de sus hermanos del norte, todavía bajo el yugo de la Corona, es un
profundo llamado a los irlandeses de todo el mundo a no colaborar un segundo en
el apoyo a Inglaterra en la cuestión Malvinas.
Otra de las bandas folklóricas irlandesas más
importantes, The Chieftains, publicó
en 2010 un CD completo dedicado al Batallón San Patricio, que desertó en 1846
del ejército norteamericano que invadió México y terminó anexándose los
actuales territorios de Texas, California y Nuevo México. El batallón decidió
pasarse a la defensa de un país católico y sojuzgado por un Imperio heredero de
los británicos y lo pagó con su vida, después de ser marcados con hierro
candente y ahorcados el 13 de setiembre de 1847 frente a la Batalla de
Chapultepec, en el mismo instante que la bandera yankee flameaba en la capital
de México.
Valga esta semblanza para recordar la mejor
tradición cultural de un nacionalismo progresista, que lideró al pueblo irlandés
durante siglos en lucha por su independencia, al punto que se transformó en una
especie de extraño internacionalismo que los unió con todas las naciones
invadidas del planeta. Aunque sea para que los próximos 17 de marzo recordemos
algo más interesante que el atávico abuso de los varones explotados de Irlanda
por el whiskey y la cerveza Guiness.
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