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domingo, 9 de marzo de 2014

Orgullo árabe de mujer en Soldati

(Publicada el 7 de marzo de 2014 en http://www.plazademayo.com/2014/03/orgullo-arabe-de-mujer-en-soldati/; perteneciente a la serie FLORES EN EL BOQUETE)


El piberío de nuestras barriadas populares utiliza un concepto muy particular para describir el acto de recuperarse de una situación trágica por tus propios medios: “rescatarse”. Esta es la historia de una mujer de Villa Soldati que se “rescató” de la pobreza y el mundo machista siguiendo una pasión prácticamente desconocida para su barrio, las danzas árabes.

Rossana Benítez (31) , nacida y criada en lo que Catastro llama lacónicamente Villa 3 y sus habitantes se acostumbraron a llamar Barrio Fátima, por la parroquia católica de la localidad.

Hija de los primeros inmigrantes paraguayos que poblaron esos terrenos baldíos y pantanosos en los años ´70, como toda mujer tuvo que luchar contra las miles de adversidades que el mundo opone a su género, pero además, como mujer pobre de familia paraguaya tuvo que pelearse con algunas más, propias de las mujeres de su condición social.

Sumida en una familia dirigida con mano de hierro por su padre, arpista y a la vez uno de los primeros presidentes del barrio, desde muy pequeña Rossana buscó en la música ese puente afectivo con el padre distante. Pero la vida quiso que no fuese la pasión por las polkas ni las guaranias las que enamoraran a la niña, sino una música desconocida y extraña, la música árabe que escuchó de casualidad (cosa inexistente) en alguna emisora radial y siguiendo las pioneras transmisiones de Araceli Odalisca (pionera del género en nuestro país) en televisión.

Poco le importó que sus amigas de la primaria y el secundario la miraran como un bicho raro. “Si no entendés lo que dicen y la música es rarísima”, le decían y ella se ríe hoy recordando que a fines de los ´80 la moda imponía grupos como Bon Jovi o Gun´s & Roses, de música estridente y extraña en un idioma también desconocido. Peor fue en su casa, donde el padre censuró su gusto usando los mismos argumentos “estéticos” pero agregando uno de su propio cuño cultural, ya que para un católico ferviente esa era “música del demonio”. Poco importó que Rossana nunca haya comulgado con una de las religiones con la que se emparenta siempre a la cultura árabe, el islam.

Este prejuicio tan sencillo, pero de más de mil años de antigüedad, hizo que a los 13 años tuviese que ratearse de la escuela (la secundaria católica de Fátima) para ocultar su primer visita a una clase de danzas árabes en un localcito olvidado cerca de la Estación de tren de Villa Lugano.

Ese día sintió la música metida “en el cuerpo y en el corazón” y comenzó un camino que la rescataría de todas las adversidades de su vida.

Repitió el primer año del secundario porque los horarios coincidían con la escuela y a la mentira descubierta siguieron la prohibición de continuar su pasión por dos años.

Como tantas mujeres de su barrio, cuenta que a los 15 tuvo que “juntarse” con un novio para poder salir de la casa familiar y hacer lo que ella quisiera. Pero en esa nueva relación “libre” también tenía que ocultarle al joven marido que mientras el salía a trabajar ella se escabullía a bailar árabe. Porque a los novios, más que el problema religioso –relata-, les molesta que su novia “baile como una puta”, otro extendido prejuicio sobre las mujeres que bailan árabe.

Prejuicio que también tiene su raíz histórica, porque, contradictoriamente, una de las danzas más sensuales del mundo tiene su origen en una de las culturas más machistas del planeta. Sólo las awalim, bailarinas de alto nivel, tienen permitido seducir con su cuerpo y su piel a los jeques de la tribu y sus amigos varones. Mientras las awalim, como gueishas, se quitan los velos usando su cuerpo como arma de seducción, el resto de las mujeres árabes vive “respetando” el pudor de los varones bajo un enorme y eterno velo negro que opaca su figura.

Pero esta cultura, mucho antes de ser dominada por religiones machistas y oscurantistas, también contempló la rebeldía femenina. Rossana nos cuenta que existe una danza particular, “la Milleia”, que relata la leyenda de la awalim que se rebeló contra las prohibiciones sexuales inventando el baile más erótico de las danzas árabes.

Rossana cumplió casi todos sus sueños, llegando a reemplazar años de trabajos como empleada doméstica, de limpieza en empresas y administrativa en una clínica privada con el aporte económico que le brindó su profesión de instructora de danzas árabes. Llegó a ser socia, amiga y segunda mano de su ídola infantil, Araceli Odalisca y bailó junto a las mejores en su profesión, de aquí y del mundo.

Hoy día sostiene desde hace siete años, sin ayuda financiera ni de la colectividad (las embajadas árabes que la discriminan por su laicicismo, los grandes burgueses de la colectividad porque no tienen plata para gastar en la difusión de su cultura), su propio instituto, “Luces de Oriente”, en la calle Gaddini151 de Tristán Suárez, partido de Ezeiza. En él enseña a más de cien jóvenes, desde los 4 hasta los 50 años de edad, la pasión que a ella le salvó la vida.

Sin embargo hay dos sueños que le restan cumplir, el primero actuar en algún escenario de Egipto, el segundo, que casi quedó trunco, hace de esta entrevista una nota especial.

Entre 2011 y 2012, Rossana mantuvo a pulmón un taller de danzas y cultura árabe en su barrio natal de Soldati. Casi sin cobrar un peso, haciendo ella misma los bordados, mostacillas y la costura de los hermosos trajes de las bailarinas y peleando para mantener a raya a delincuentes y varones lascivos lejos de niñas y adolescentes que iban y venían vestidas en ajustadas calzas, sostuvo su ilusión de aportar a las mujeres de su barrio la salida que ella encontró para una vida tan difícil.

Porque aunque Rossana no estudió psicología ni pedagogía, descubrió en la práctica algo que estas ciencias ya concocían, los valores terapéuticos de la danza para la regeneración psicológica de personas con una autoestima destrozada.

Porque la danza árabe, como otras, apela al ejercicio físico, dotando de confianza en el propio cuerpo y mejorando la salud; su repetición de coreografías hace jugar la memoria, la coordinación y el trabajo en solidaridad con otras personas; el espacio lúdico del baile grupal permite conectarse y conocer a personas que sufren las mismas desgracias, permitiendo construir vínculos en grupos humanos que se caracterizan por venir de familias y grupos de amistad deteriorados; la sistematicidad y la disciplina que requiere un ballet para actuar en público (las jóvenes de Soldati debutaron en el Paseo La Plaza el 2 de noviembre del 2012 para orgullo de ellas mismas pero sobre todo de sus madres) son fundamentales para toda persona que necesite superar una vida de frustraciones y luchar por “rescatarse”.

Las danzas árabes tienen un particular efecto sobre la autoestima femenina gracias al reconocimiento de su cuerpo, la adopción de nuevas capacidades, la indescriptible sensación de orgullo que genera emocionar al público y arrancar el aplauso y el reconocimiento en espíritus quebrados por el abandono, la frustración y la represión del otro.

De toda esta terapia fue testigo Rossana, primero en su propia vida y luego como docente de centenares de mujeres que pasaron por su taller. Vio reconstruir sus vidas a niñas y adolescentes víctimas de abuso y violación, perdidas en las adicciones terribles o a madres que dejaron de lado sus sueños propios en décadas de devota dedicación a sus hijos y su esposo.

El club vecinal que la cobijó prefirió expulsarla para colaborar en la destrucción de la juventud de Soldati reemplazando la mostacilla y la música “rara” por un pool y la venta inescrupulosa de alcohol y vaya a saber qué más.

Rossana hoy lucha para mantener su instituto sin subsidio municipal ni de ningún tipo y no abandona la batalla para que alguna escuela de Soldati, ceda un par de horas de sus sábados a esta soñadora que se rescató bailando la música más maravillosa y extraña que se escuchó nunca en Soldati... la de su amor por sí misma y por las suyas.

 
*Para comunicarse con Rossana: teléfono 4234-8861

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