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jueves, 6 de marzo de 2014

Volvió Fernando

(perteneciente a la serie NARRATIVA LIBRE)


Volvió Fernando. Todavía me dura la sensación del abrazo. A pesar de que me saca dos cabezas (hombrón bonachón a sus 19 años) sentía que yo era el gigante abrazando un gorrión...

No es el mismo. Salió ayer después de 6 meses en Marcos Paz y todavía le dura el impacto. Es como hablar con un ex-combatiente. Todavía duerme con un ojo abierto como en la “tumba”, esperando el zarpazo, el bastonazo, la punta artera. Tiene un ojo cortado, no el párpado, no, el ojo, al lado del iris, de un bastonazo terminado en punta en la puerta del pabellón.

Un resucitado, uno que volvió del infierno. Un medio muerto. Ni siquiera un medio vivo.

Lo conozco desde primer año y lo tuve en tercero. Uno de esos que le mete miedo a cualquiera pero buenazo como él solo. Respetado en el Carrillo porque choreaba desde pendejo, con su barra y todo.

Cuando yo lo conocí parecía un baqueano que estaba de vuelta de todo. Había dejado el “laburo”, ya estaba rescatado. Cuando terminó tercero en diciembre del año pasado fue papá. Uno de los pocos pibes de barrio, de este barrio tan cruel tantas veces, que trataba a su pareja con una dulzura inexplicable. Me mostraba sus ecografías, las fotos de su hijo, como quien comparte una pepita de oro.

Hombrón de corazón dulce, más rescatado todavía pensando en cómo se iba a ganar los pesos legalmente para mantener a su familia, a un año de terminar el secundario, proeza que la familia iba a conocer por primera vez, familia de laburantes en serio, curtidos por la miseria.

Me acuerdo que nos parábamos en la puerta de la escuela y me enseñaba los gajes del oficio, como cuando me explicó por qué cada tanto un par de motos cabalgadas en dúo pasaban a mil por hora entrando a la villa.

“Calate que ahora pasa el auto robado, éstos avisan, para que no te cruces en el medio.”



No se confunda, don, que a mí también me afanaron varias veces, y varias veces vi el brillo de un arma en una mano que podría haber sido como la de Fernando, demasiado cerca, demasiado amenazante como para pensar en ese abrazo que acabo de dar. No nací ayer ni soy de los profes progres o sacerdotes que vienen a dar su corazón para los “pobres”, los “marginales” a los que quieren “ayudar” a “entrar al sistema”. No me van a ver defendiendo los milagros inexistentes que provoca supuestamente el papelito que dice “secundario completo”. Seguro que laburo dando clase en Soldati, en una nocturna para pibes que no metieron primero, segundo o tercero. Seguro me va a ver el primero en llegar, el último en irme. Pero no me siento un mártir de nada, vengo como miles a buscar el pan de mi hija, nada más.



Pero estos pibes no son mis hijos, son mis hermanos. Parientes lejanos y desconocidos con apellidos totalmente diferentes, que viven en barriadas que nunca tuve la desgracia de sufrir ni la oportunidad de capear. Hermanos de la misma clase social, la familia laburante a la que peor le va.



Entro a la sala de profesores/as después del abrazo y la visión de la burocracia estatal y sindical me golpea en el hígado como nunca antes lo hizo. Los defensores del modelo cagándose de la risa y dibujando los números de la heroicidad. Malditos soretes.



El modelo le regaló a Fernando, después de años rescatado, un laburo de mierda, en negro y por chauchas. Los pelotudos que “ponen en contexto” los números del INDEC, las estadísticas de la mentira. Los forros del gobierno que se llenan los carrillos del chamuyo del presupuesto y la calidad educativa, los que olfatean las licencias y los derechos laborales adquiridos como zombies ansiosos para quedarse con un pedazo más de mí, con un músculo, con mi estómago arruinado a los 36, con mis cervicales endurecidas, con este llanto hijo de puta que me sube desde no sé donde y se me parte todo.

Estos reverendos soretes con títulos de licenciados en carreras inventadas por instituciones que viven en nubes de pedos. ¿Saben estos defensores del modelo que cuando el hambre aprieta el pibe busca a su alrededor el recurso que le asegure la guita rápido, el efectivo para transformar en pañales, juguetes, remedios, cunas y las mil cosas que se te vienen a la cabeza cuando sos papá a los 19?

Qué mierda van a saber. Qué mierda van a saber lo que se siente que de repente el modelo te agarra en un “laburo” como un gil, te mete al patrullero, la 38, la 56, la tercer comisaría y dónde mierda estaré, “te llevan a Marcos Paz” dice alguno con timbre de trámite en la voz y de repente pensás, “la cagué, esta vez es en serio, la cagué” y al boludo de Fernando me lo imagino haciendo un esfuerzo enorme para poner la cara de matón necesaria para sobrevivir a lo que sabe que se le viene encima. Boludo atómico porque ya lleva mucho acostumbrado a esa sonrisa de amigote, de tipo macanudo, esa sonrisa llena de comisuras y molares, que no se la puede borrar.

Pero se la borraron. A palazos se la borraron. A escopetazos se la borraron. En las piernas, en las costillas, pa que no se vean.

Y es otro. Le sacaron el brillo de los ojos. Le sacaron la picardía. Y lo peor recién empieza. Los “pibes” que ahora lo van a agrandar como un héroe, el que volvió de la tumba. Los “pibes” que lo van a convencer de volver al “laburo”, total, cada tanto se pide una constancia de la escuela y aquí no pasó nada. Y la familia, ese bebé de 9 meses que no te reconoce, esa nena que tenés de compañera que no tiene la más puta idea de lo que viviste adentro, que no entiende por qué no dormís de noche, que no entiende por qué mierda te la pasas con el churro todo el día, al palo, si antes fumabas uno cada tanto y como quien no quiere la cosa. Y tus suegros que te miran como un pedazo de mierda, y tus viejos que no entienden nada.

“Hoy en el Premetro tanta gente junta, profe, no entendía nada, me sentía re zarpado por cualquier cosa”. No entendía que hubiera tanta luz, me preguntaba que día de la semana era.

El laburo que este “modelo” de hijos de remil putas no te dió tampoco te lo va a dar ahora, Fernando. Y no te lo puedo decir, y no te puedo agarrar meterte en el bolsillo y llevarte a casa, darte algo calentito y protegerte hasta que encontremos algo. Y no te puedo dar una solución mágica, ni hablarte de los romanos y los egipcios y de la lucha de clases y de la reconcha de su hermana.Y tampoco a todos tus hermanos que se me vienen a la cabeza ahora y que no se llaman Fernando o sí se llaman Fernando, pero que seguro son Fernando, como vos, con otra estarura, otra piel, otro barrio, pero la misma mierda, el mismo “modelo” de mierda, que están bajo tierra mucho antes de su tiempo, o que andan como fantasmas recorriendo esquinas, juntando la comida del suelo, choreando a suerte o verdad para fumarse la porquería que pueda sacarlos un poco de la mierda.

“Todo es mentira, mentira es el lamento, hoy está sólo mi corazón” escribió Lepera.

“Suerte nene, cuidate, poné huevos, llamame para lo que necesites”... qué le voy a decir, qué más te puedo decir. Yo sé que mañana me levanto, que me rompo el ojete para construir otro mundo, un arma que nos de fuerza, que nos saque de tanta mierda, pero a vos no te va a servir de nada. Y mientras me dure el sabor amargo de este abrazo, Fernando, a mí tampoco me sirve.



La mierda es mierda, tiene gusto a muerte y punto.



Sí, ya sé, ya sé. Justo hoy, 7 de noviembre, 96 años de que tomamos el cielo por asalto. Ya lo sé. Hagamos así, Fernando, vos sobreviví, ponele huevo, yo me meto el recuerdo de tu chispa, tu sonrisa, tus ecografías, tus mentiras para zafar el seis, tus enseñanzas sobre el mundo desconocido del choreo, tu globo ocular tajeado, tu flacura, tu mirada sin vida, tu soledad, las envuelvo en un pañuelo de seda, me las coso al forro del hígado, de la garganta, las mojo en la acidez del estómago, me las meto en el cuello contracturado para que cuando esté pensando en aflojar, en bajarle los brazos a esta lucha de todos los días contra la mierda, los patrones, los cobanis, los burócratas, para que cuando se me aflojen los músculos y quiera parar, se me subleve la sangre, la acidez, el cuello rectificado, las muertes, Mariano y la remilputísima madre que los parió y salga de nuevo a dejar todo, a combatirlos, a ganarles.


Nos vemos el lunes, Fer, cuidate.

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