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lunes, 6 de junio de 2016

Flores en París. Debate sobre una foto, una flor, un tuit y los métodos para vencer al enemigo

Hay una foto que muestra a un combatiente, de espaldas, frente suyo un destacamento armado del Estado, policías o milicos de alguna rama. Los policías tienen escudos y la máscara puesta en clara señal de defensa de los propios gases que deben estar tirando y de los proyectiles que saben van a generar como respuesta a su ataque. El combatiente que los enfrenta tiene una bengala en la mano que imaginamos no lleva de adorno y un ramito pequeño de margaritas en el otro. Están en el medio de una calle de París. Eso lo sabemos porque alguien nos dice que el fotógrafo que logró captar el momento es Jean Philippe Ksiazék y que la sacó en medio de uno de los tantos combates que la clase obrera y el pueblo francés están llevando adelante contra la reforma laboral que pretende imponer el Estado francés para defender la tasa de ganancia de sus capitalistas.

Hasta aquí lo objetivo. Ahora las interpretaciones. 

Muchos han puesto su mirada en las margaritas y critican la foto de pacifista. Entienden, cosa que comparto, que el pacifismo es un veneno para los explotados, porque nos lleva a una derrota segura. Pero parecen olvidar que el individuo que porta las flores también porta la bengala, y que está enfrentando físicamente, con el cuerpo, no con la foto, no con una selfie en Facebook, con su cuerpo, a un cordón armado del Estado.

¿Por qué las margaritas entonces? Sería pacifista si no estuviera en el cordón enfrentando físicamente al Estado y pretendiera con las margaritas convencer a los milicos de no tirar. La actitud del cuerpo, los tatuajes, la bengala, la actitud de los rattis, parecen negar esa posibilidad.

Otra interpretación es plausible. Puede ser que haya llevado a la lucha, además de su cuerpo y su bengala, un símbolo. Un símbolo como decir una bandera, algo que represente el motivo por el que lucha o un método. Para quienes conocemos la historia de la lucha de clases, las flores, París y el enfrentamiento contra el Estado de la clase obrera y el pueblo en las calles contra una reforma laboral nos remite, instantáneamente, de una, al mayo francés del 68.

Es decir que la foto, para quienes conocemos lo que pasó hace 50 años, nos dice “estamos aquí, luchamos hoy, pero somos la continuidad de una lucha anterior y lo hacemos con los mismos métodos”. El fotógrafo, además de su cuerpo, llevó también su cámara a la lucha, precisamente con la intención de hacer daño en otro plano, en el plano de la lucha de ideas que es también lucha de clases. Pero precisamente es lucha de clases porque lo hace poniendo el cuerpo.

Quien no saca esta conclusión o bien decide no ver la bengala, o bien decide no ver el cuerpo, o bien entiende que la policía fue ahí de paseo o bien no conoce el significado del mayo francés o bien entiende que las banderas y las cámaras no tienen ningún lugar en la lucha de clases.

No sé sacar fotos, no tengo una cámara buena. Pero tengo imágenes guardadas en el alma. Una de ellas. Impresionante movilización del 3 de junio contra el femicidio en Argentina que ya toma ribetes de genocidio sistemático contra las mujeres en nuestro país. 

Desorden. Gente caminando por cualquier lado, organizaciones de lucha desbordadas. Desorganización. Centenares de mujeres y varones en medio de la calle, obstaculizando el paso de quienes movilizan hacia Plaza de Mayo, vendiendo u ofreciendo objetos artísticos y comida o montando intervenciones estéticas. Centenares de ellas. Algunas muy ingeniosas y creativas. Otras puro oportunismo marketinero. Las mujeres y varones que fuimos organizados, que expresamos físicamente en nuestras columnas, con nuestros métodos megáfonos canciones y banderas un método para acabar con los femicidios y señalamos al Estado nacional como principal femicida se nos hace casi imposible avanzar.

En este caso la creatividad del arte, su potencial revolucionario para la lucha de clases es un obstáculo, es reaccionario. Las intervenciones teatrales, de danza, los zapatos femeninos colgados en la Plaza, no muestran margaritas, muestran molotovs, mujeres desnudas desgarradas o actitudes de una profunda violencia y odio contra el femicida. Pero son pacifistas. Son pacifistas porque no señalan al Estado y son pacifistas porque no convocan a organizarse, encolumnarse, reunirse todas las semanas, discutir si conviene el escrache, el corte de calle, el corte de ruta, la toma del Ministerio o la mejor medida para combatir al Estado. 

Confunden, desvían, obstaculizan la comprensión de lo que nos jugamos.

Tengo para mí que el 3 de junio cuando seamos muchas y muchos más los que marchemos detrás de una bandera –una cualquiera, la que mejor exprese un programa y un método- en una columna, producto de reuniones, división de tareas y responsabilidades, organización, que dirija las miradas y los cuerpos al asalto del poder, ese día estaremos más cerca de terminar con el Estado femicida que hoy.


Espero que ese día haya muchas cámaras, muchas artistas plásticas, muchas molotovs de verdad, mucha piedra y algo más que gomeras y que haya muchas margaritas, porque si no, no sé cómo mierda vamos a hacer para que el capital deje de explotar y matar mujeres.

Porque los sueños, las ilusiones son un combustible fantástico y poderoso, pero se puede dilapidar en falsas ilusiones o sueños platónicos, imposibles de concretar. Cuando la ilusión es lucha conciente contra el Estado, la ilusión es poder. Y, ya se sabe, todo es ilusión, salvo el poder.

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