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jueves, 23 de junio de 2016

Pensamiento Mágico

La muerte ronda en Junio. No es metáfora ni perspicaz imagen literaria. Ronda de veras. Las balas pican cerca. Algo de ella se mete en mi cuerpo torturado por el trabajo alienado, fallan los riñones.

-Los riñones son como dos amigos –dice Santos Capobianco después de hacer algunas averiguaciones que se guarda para sí mismo- si andan en armonía filtran la porquería de la sangre y mantienen la presión arterial sana.

La presión arterial le trabajó los órganos interiores a mi viejo durante la segunda mitad de su vida. Como un boxeador serio que prepara las condiciones de la trompada definitiva, la del mentón.

-Si andan a destiempo no filtran bien, el flujo de líquido del cuerpo se descompensa. Exceso de calcio o hierro no metabolizado y se te forman piedritas, arenilla, te esmerilan los cañitos que llevan el meo de la vejiga al choto.

-Uréteres, uretra, cálculos –intento recordar las clases de Biología del secundario y ponerle algún reparo al delirante. –¿Todo eso dice el Google?

-No, pelotudo, una amante que sabe de bio-codificación.

Prefiero no preguntar para no ahondar en anécdotas estilo “el pata e´lana recorre los suburbios del Sur” que no me interesan ahora.

Curioso lo del calcio, porque el golpe final hace cuatro años para mi viejo fue la calcificación de venas y arterias hasta que se hicieron demasiado quebradizas para sostener el flujo de líquido y lo dejaron todo tieso, con la piel de papel, acostado boca arriba en una cama de madera, con las luces amarillentas de una casa funeraria a la vuelta de donde vivimos doce años, los altos de su sueño de Gran Señor, la Pizzería y Pastelería San Carlos, en Colón 612, entre Tucumán y Santiago del Estero, en Posadas.

Santos se compadece de mi angustia anticipada, a mitad del camino de nuestra propia vida, y me empieza a ordenar y limpiar la casa. Dice que la energía está estancada, que así como los riñones no andan haciendo fluir el líquido vital dentro mío, tampoco fluye la energía en mi hogar. Que no es cosa de andarse haciendo el chamán simpatético todos los días pero que hoy me da una mano.

Para sanarme, dice. Marxista consciente me aferro por un momento a la estúpida idea de un socorro mágico que corrija lo que parece no corregirse así nomás.
Total no jode a nadie.

Pero sí jodió. Tenía la mitad de la casa fregada y una pequeña gotita de agua vino a querer escaparse y caer justo sobre el enchufe del lavarropas, provocando una cósmica fusión del metal de las patitas sobre el metal del tomacorriente y la baja de las térmicas de todo el edificio.

Parece mentira como los “accidentes” domésticos echan claridad sobre todas las contradicciones estancadas en las malsanas relaciones históricas de los propietarios e inquilinos de siete tristes departamentos en un edificio setentón. Nadie para dar una mano, un administrador-estafador que no soluciona una chota. Salir a yirar por este barrio de gente cheta y distraída, hasta caer con un electricista solidario que te manda a una casa de artículos del ramo para charlar con Andrés o Brian, que salen a las 18.30hs. y te podrían dar una mano –si quieren- antes de encarar para su casa.

Andrés no podía pero nos recomendó a Antonio. Antonio se hace un tiempito entre el laburo y la parada del bondi, le prestaron las herramientas los muchachos del negocio porque hoy –justo hoy- no las trajo. Terrible quilombo la instalación eléctrica atada con alambre del edificio, cuarenta minutos donde Antonio mete toda la sabiduría teórico-práctica del obrero calificado, de años recorriendo consorcios para ganarse el mango, de años viendo el tejido de cobres que recorre las venas de caucho en colores estándar –rojo, verde, negro, blanco, marrón- para darle electricidad a toda una ciudad.

Antonio sabe que las cosas no son como parecen a primera vista. Antonio sabe que donde debería ir –según las leyes y los códigos de convivencia ambiental y las normas ISO 9000- un fusible, algún administrador ahorrativo se ha hecho fabricar un “puente” de alambres.
-Eso fue lo que te saltó la térmica, maestro, se cortó el cable, no había fusible y puf.- explica Antonio, con una dulce y aguardentosa voz en una campana de hueso y músculo macizo. Enorme sonrisa guía las manos hinchadas de tanto apretar pinzas y alicates de Antonio, que rearma un puente un poco menos precario que el ancestro, y como si fuese un diminuto dios, da luz de nuevo al edificio, a mi casa, a la computadora donde finalmente puedo escribir.

Mi amigo se queda charlando un rato en la puerta con Antonio, comienzan a reirse con ganas, tienen las caras brillantes como niños de diez añitos, seguro hablan de la casualidad de encontrarse acá y se comparten referencias sobre la canchita de tierra del parrillero de Remedios de Escalada, entre Lanús Oeste y Bonfil, porque descubireron que Antonio se toma el 112 para la estación y de ahí el amarillo y cuadradito 522 que lo deja en la casa, a unas cuadras de Pastor Ferreyra y Primero de Mayo, donde vivimos un tiempo muy bello de nuestra vida.

Santos Capobianco ha visto todo muy divertido. Una vez en casa, con luz, se ha dispuesto a fumarse su pipa de tabaco al whiskey y chocolatl cagándose de risa de mi mal humor perfectamente sostenido por explicaciones muy lógicas, de mis estallidos repentinos en furia por mi maldita suerte, la gotita de agua viajera, el reverendo sorete del administrador, la forra del primer piso que impide nos organicemos sin administración, este gobierno y todos los gobiernos que nos fundieron los bolsillos para que no podamos pagarnos una instalación eléctrica como la gente mientras la NASA descubre Júpiter…

-Cómo no te van a andar mal los riñones, Leo, si sos un viejo cascarrabias. Fijate vos que ni siquiera querés aprender del accidente que acabás de protagonizar.

-Andate a cagar, vos y toda la superchería new age jipi de mierda que andás leyendo últimamente. ¿Qué aprendí? ¿Que no tenés que ser tan despistado para lavar los pisos?

-No, querido amigo. Que cuando la energía se estanca mucho tiempo, cuando te gana la depresión, el odio, no vas metabolizando, y que al pretender limpiar esa energía desencadenás un movimiento tanto tiempo paralizado que hace chispa, explota. Hoy te salvaste porque estalló un tomacorriente en tu pared, mañana es una arteria en el cerebro y nos vimo en Disney.

-No tengo que limpiar la casa.

-Lo que no tenés que hacer es dejarte estar muerto tanto tiempo, pelotudo, el que para de moverse muere, nene, es una ley universal de la vida, ciencia pura, a vos que necesitás el mandato consciente para vivir. Quién sabe si ese enchufe no te salvó el día en lugar de cagártelo.

-Acá el único que salvó el día fue el Tony, que se llevó mis últimos 600 pesos del sueldo.

-Y bien merecidos, salame, el tipo te resolvió un flor de quilombo gracias a las veces que había visto arreglos truchos como éstos.

-No digo que no. Lo que digo es que hoy a la mañana salió de la casa haciendo cuentas y le llovieron 600 mangos de arriba.

-Es la ley del universo, toda acción genera su reacción, y tu posición de mufa generó la dicha equivalente en otro tipo.

Capobianco jura que todo lo puede defender citando a Engels y que los hippies de los 60 no eran ningunos giles. Tiendo a creerle porque por lo general todos sus delirios se terminan concretando con éxito.

Lo cierto es que la clase obrera me ha salvado el día otra vez. Puedo sentarme a escribir y volver a fluir de la manera que fluyo. Esperemos que pronto fluya a borbotones, desborde arroyuelos y grandes lagunas, estalle contra los acantilados del poder político y termine con las pequeñas y grandes mufas de nuestra vida de explotados.

A ver si se hace agua clara

y limpia

y sana


Amén.

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