La publicación
de “The Walking Dead. Las masas hambrientas regresan a la tv”, escrita
por Washington Benítez, en Prensa Obrera digital del lunes 23 de octubre de
2016 (http://www.po.org.ar/prensaObrera/online/cultura/the-walking-dead-las-masas-hambrientas-regresan-a-la-tv) debe saludarse por la oportunidad de un debate enriquecedor para los/as trabajadores/as
que nos formamos con este periódico.
Porque si las masas la siguen con tamaña fidelidad a lo
largo del globo, creemos que se debe a que ven en TWD la proyección de lo que
les pasa por la cabeza; por eso, un debate sobre TWD nos podría decir algo más
sobre la conciencia de las masas.
La nota aprovecha la oportunidad del estreno del sexto año
de la serie para aportar datos fundamentales a su análisis. El autor coloca correctamente
la serie en la tradición del fundador del subgénero zombie, George Romero, como
uno de los más politizados del campo de la cultura popular, como está pasando
con la novela negra (ver http://santoscapobianco.blogspot.com.ar/2016/07/la-novela-negra-donde-literatura-y.html).
Este aporte de Prensa Obrera supera la crítica de la cultura popular superficial
que la mira como una más de las expresiones de moda que grafican la catástrofe
capitalista, señalando con aguda justeza que se trata de un género “catastrofista”,
es decir, que no encuentra “final feliz” en los marcos del propio sistema
social degenerado.
Por eso nos extraña la contundencia del autor para señalar
que TWD no tiene el contenido de crítica social de la saga de películas de
George Romero. Ya debería ser paradójico que una serie en la que “la
lucha por el poder marca el ritmo de la trama” se caracterice como “sin crítica
social” pues, qué hay más social que la lucha por el poder.
Efectivamente, la característica central de TWD es que la
epidemia zombie ha derrumbado al Estado en el corazón del imperio capitalista y
que se ha cumplido la fantasía distópica más común, el retorno a la horda; pero
cada horda se debate entre distintas formas de organización social según los
recursos humanos y materiales a mano. Entre ellas, su protagonista (un sheriff
cuyo sombrero de policía es uno de los logotipos de la serie) representa la
esperanza de la reconstrucción del Estado “bueno” y paternalista al que
supuestamente habría llegado la humanidad antes de la hecatombe.
En estos seis años los seguidores de la serie han visto
degradarse y desmembrarse el sueño americano (y alfonsinista) de la democracia
burguesa que curaría todos los males del mundo (el capitalismo bueno con el que
engaña las ilusiones el Vaticano) frente a modelos más exitosos dentro de la
barbarie, como el feudalismo absolutista con remedos de participación de
concejos de El Gobernador, seguramente lo más logrado de la serie, o el
feudalismo basado en el terror personal directo, como en la nueva y sádica
temporada.
Se podría decir que hay una cuota de pesimismo derechista en
el planteo de la serie, ya que los ciudadanos norteamericanos sufren más por la
pérdida de la confianza en su amada e idealizada democracia ante el
avance de las tiranías, que por los escopetazos a las cabezas de pequeñas niñas
vivas-muertas. La lucha entre los diferentes regímenes políticos transforma a
la serie en un laboratorio político y social donde los espectadores discuten el
poder. En esta nueva temporada el pesimismo ante la superioridad inevitable de los líderes
más sádicos (hobbesianos) frente al “buen salvaje” y la naturaleza “buena” del
ser humano parece lo que va a imponerse.
Es la crisis capitalista, estúpido
Creemos que el éxito de masas de TWD se explica porque
permite al público yankee hacer catarsis con la crisis económica y social más
violenta que vive el país desde 1929. Los cómics originales y la tradición de
Romero y el cine clase B muestran que hasta TWD el subgénero zombie expresaba
la crisis de conciencia de un pequeño sector de la sociedad, el de la pequeño
burguesía culta y la clase obrera con mayores recursos culturales y materiales.
Ahora la FOX, quizá la mejor expresión del oportunismo capitalista en la
industria cultural, ha detectado su potencialidad de masas y le ha acertado con
creces.
Hay que intentar explicarse este éxito de masas. Las
imágenes de barbarie urbana de las primeras temporadas recuerdan el capítulo de
los Simpson en que un periodista finge interesarse en la biografía del abuelo
Abraham y ven a través de la ventanilla del vagón de tren escenas de villas
miserias en ciudades yankees idénticas a las que se recuerdan de la Gran
Depresión.
Los millones de almas que miran TWD en EEUU están impactadas
por las escenas de grandes capitales desiertas, abandonadas o pobladas de gente
viva pero sin vida, porque los zombies pueden ser también una terrible metáfora
de las consecuencias físicas que provoca la alienación capitalista entre las “masas
hambrientas”. (Coincido con el joven novelista
Leonardo Oyola, autor de Chamamé y Kriptonita, que en una entrevista para el
libro Rastros de Evaristo Cultural,
asocia los zombies con los pibes adictos al paco que pululan lamentablemente
por nuestras barriadas populares, págs. 49 y ss.)
La primera temporada hacía pensar todo el tiempo en esas
imágenes que relataba Prensa Obrera #1286
el 19/9/2013 (http://www.po.org.ar/prensaObrera/1286/internacionales/miles-de-perros-semisalvajes-invaden-detroit), sobre la invasión de perros salvajes en las casas vacías de la
otrora capital automotriz del mundo, Detroit, ocupando el lugar de las familias
obreras desalojadas por la crisis de las hipotecas subprime de 2007 que ahora
habitan las villa miserias más grandes del mundo, en los famosos barrios de
trailers y casas rodantes.
El público yanqui está fascinado con los alcances de la
destrucción de su american way of life,
de la crisis capitalista que todo el mundo negaba antes de Lehmann Brothers y
que incluso banalizaban después. La cultura popular yanqui es profusa en este
tipo de ucronías, desde el maravilloso El
Talón de Hierro de Jack London de 1908 que el propio Trotsky felicitó en
carta personal a la hija del escritor o la genial obra de Philip Dick,
particularmente su famoso libro de 1968 ¿Sueñan
los androides con ovejas eléctricas?, inmortalizada para las masas en la
peli Blade Runner de 1982. De paso
cabe señalar como hipótesis que estas dos miradas literarias de la crisis
capitalista aportan un optimismo en la humanidad superador de la esperanza boba
de los escritores influenciados por el naturalismo estilo Emile Zolá (o el
romanticismo costumbrista de Máximo Gorki) como Las viñas de ira, de John Steimbeck (1939) o la desolación
pesimista de cualquier obra de William Faulkner ante el avance de la
descomposición social en el viejo corazón agrario de los farmers yanquis en la
crisis del 30.
Hobbes, Nietszche o Marx
Tanto los guionistas del cómic como los de la serie, comparten
con el público norteamericano una esperanza en una salida individual, la
búsqueda de un líder que los lleve al paraíso. La cultura del superhombre que
Nietzche vulgarizó de Shopenhauer (filósofo contemporáneo a Hegel y enfrentado
por derecha al creador de la filosofía dialéctica idealista) ha penetrado en la
cultura de masas yankee como en ningún otro lugar. Así, cada personaje encarna
la esperanza de un sector social: Michone a la mujer negra oprimida, la víctima
de abuso por parte de su marido que se empodera (Carol), el patriarca bueno bíblico
que dirige la granja con la filosofía de los “padres fundadores” (Hershel),
etc. El caso más audaz si se quiere es el llamado a la regeneración de la raza
blanca, encarnada en la tragedia de Daryl que rompe con el programa racista
popular del obrero pobre blanco representado en su hermano, para transformarse
en un buen hombre, tierno y enamorado que usa su violencia en pos de la
comunidad, recuperando la esperanza blanca sajona más famosa, Robin Hood, con quien comparte la misma arma simbólica.
Fox ha exacerbado esta ilusión individualista aprovechando
la presión que ejercen los fanáticos a través de las redes en dos sentidos
nefastos. Primero porque ha reducido un excelente guión a una compulsa tipo
Gran Hermano: vota cuál de tus héroes muere en esta temporada; segundo, porque
obliga a los actores a sostener su estabilidad laboral dependiendo del humor
del público, lo que es mucho más macabro que las escenas de brazos cortados y
muertos vivos.
El límite de esa catarsis se podrá ver en su desenlace si la
Fox encuentra algún recurso artificial para darle un happy ending, ya que como
bien señala Prensa Obrera, el
principal éxito de TWD está en que no hay final feliz, ya que al científico que
tenía “la papa” lo mataron no bien empezó la serie, ya que es imposible montar
una organización social “buena” en medio de la barbarie. Podría ser la
frustración más fuerte desde el fayuto final de Lost en 2010.
Triste, porque ni entre los productores y guionistas ni el
público masivo, campea el optimismo con que los fundadores del socialismo hace
100 años pensaban los orígenes de la especie humana, que si bien sufría bajo el
imperio de la necesidad y la barbarie de la naturaleza, basó su “éxito
darwiniano” en la organización comunista de la propiedad, la igualdad social y
un permanente desarrollo de la tecnología al servicio del bien común. Las masas
yanquis, que están lejos de la organización política y sindical revolucionaria
de las grandes huelgas generales de los mártires de Chicago que inspiraron la
utopía de London o de las luchas de los 30 y 70 alentadas por el avance de la
URSS que inspiraron a Steimbeck o Dick, hoy, en medio del fracaso de la ilusión
Obama, empantanadas entre dos caras del mismo monstruo fascista (la honesta y
descarnada de Trump y la demagógica y embaucadora de Hillary Clinton) están
deprimidas, y la Fox alimenta su depresión.
La emancipación de los zombies será obra de ellos mismos o no será
Lo que nos lleva a la última pregunta que nos genera la
serie, ¿por qué millones de personas la miran en nuestro país? ¿qué catarsis
hacen las masas de las colonias y semicolonias del mundo con la crisis yankee?
Modestamente creo que estamos viendo una imagen más realista de nuestra propia
vida que no sale ni en los noticieros ni en la televisión edulcorada de
Tinelli.
Como ocurre con la fascinación popular con el boxeo, las
masas oprimidas proyectan en TWD la violencia inhumana que sufren en el cuerpo
todos los santos días de su vida. La vida para les explotades en Buenos Aires
se parece más a la lucha por la supervivencia en TWD que las novelas “costumbristas”
de Telefé y Canal 13. No hay morbo, sino ejercicio terapéutico, para la gran
mayoría de la juventud precarizada que paraliza la vida los lunes a la noche
para embeberse en un mundo de violencia del ser humano contra el ser humano que
le explica lo que le pasa a él o ella en la calle. Se siente confortado/a,
porque es el único momento del día donde la realidad se le muestra como es y no
bajo la capa de hipocresía que los medios masivos le ponen como sordina.
Es interesante la discusión, porque mientras en las redes y
los encuentros en Estados Unidos, los/as fanáticos tienden a ir disfrazados de
sus héroes preferidos, Rick, Michone, Daryl, etc., en las movilizaciones
anuales a Plaza San Martín que se hicieron en 2012 y 2013, la mayoría se
disfrazaba de caminante, o sea, de
zombie. ¿Será que los explotados y explotadas de las colonias vamos
comprendiendo, al calor de una transición popular caracterizada por el PO como “el
ascenso de la izquierda”, que la salida es el héroe colectivo y no el
superhombre individual? A favor de esta hipótesis un pequeño grupo de
militantes del PO me contaba que los organizadores de la marcha zombie soltaban
discursos muy politizados sobre la coyuntura social del país, lo que llevó a los/as
compañeros/as a participar caracterizados de caminantes piqueteando Prensa Obrera con buena recepción.
En los márgenes putrefactos del capitalismo, los fanáticos
movilizan no disfrazados del policía bueno Rick (que se va volviendo loco en la
serie)o la excepcional amazona negra Michone, eligen representarse a sí mismos
como la masa de muertos-en-vida que pueblan las fábricas, facultades, oficinas
y colegios del país, buscando alimentarse de los que realmente están vivos
porque zafan todos los días de esa explotación.
Un sector marginal de directores y guionistas ya ha empezado
a pensar en los últimos años, pelis y series donde los zombies se van
organizando para enfrentar al Estado, responsable de su situación. Que
lamentablemente no podemos citar porque todavía no han trascendido a los
espacios de culto y uno las ha visto tirado en el colchón haciendo zappin.
Lectura más o menos forzada la nuestra, puede ser, pero Prensa
Obrera ha visto la oportunidad de llamar la atención de millones de fanáticos
(después de seis años de éxito) permitiendo a centenares de compañeros/as
docentes, estudiantes y obreros conscientes llevar a su página web el debate
político y social profundo que desarrollan desde 2010 en torno a TWD.
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