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martes, 25 de octubre de 2016

Arriba los walkers del mundo


La publicación de “The Walking Dead. Las masas hambrientas regresan a la tv”, escrita por Washington Benítez, en Prensa Obrera digital del lunes 23 de octubre de 2016 (http://www.po.org.ar/prensaObrera/online/cultura/the-walking-dead-las-masas-hambrientas-regresan-a-la-tv) debe saludarse por la oportunidad de un debate enriquecedor para los/as trabajadores/as que nos formamos con este periódico.

Porque si las masas la siguen con tamaña fidelidad a lo largo del globo, creemos que se debe a que ven en TWD la proyección de lo que les pasa por la cabeza; por eso, un debate sobre TWD nos podría decir algo más sobre la conciencia de las masas.

La nota aprovecha la oportunidad del estreno del sexto año de la serie para aportar datos fundamentales a su análisis. El autor coloca correctamente la serie en la tradición del fundador del subgénero zombie, George Romero, como uno de los más politizados del campo de la cultura popular, como está pasando con la novela negra (ver  http://santoscapobianco.blogspot.com.ar/2016/07/la-novela-negra-donde-literatura-y.html). Este aporte de Prensa Obrera supera la crítica de la cultura popular superficial que la mira como una más de las expresiones de moda que grafican la catástrofe capitalista, señalando con aguda justeza que se trata de un género “catastrofista”, es decir, que no encuentra “final feliz” en los marcos del propio sistema social degenerado.

Por eso nos extraña la contundencia del autor para señalar que TWD no tiene el contenido de crítica social de la saga de películas de George Romero. Ya debería ser paradójico que una serie en la que “la lucha por el poder marca el ritmo de la trama” se caracterice como “sin crítica social” pues, qué hay más social que la lucha por el poder.

Efectivamente, la característica central de TWD es que la epidemia zombie ha derrumbado al Estado en el corazón del imperio capitalista y que se ha cumplido la fantasía distópica más común, el retorno a la horda; pero cada horda se debate entre distintas formas de organización social según los recursos humanos y materiales a mano. Entre ellas, su protagonista (un sheriff cuyo sombrero de policía es uno de los logotipos de la serie) representa la esperanza de la reconstrucción del Estado “bueno” y paternalista al que supuestamente habría llegado la humanidad antes de la hecatombe.

En estos seis años los seguidores de la serie han visto degradarse y desmembrarse el sueño americano (y alfonsinista) de la democracia burguesa que curaría todos los males del mundo (el capitalismo bueno con el que engaña las ilusiones el Vaticano) frente a modelos más exitosos dentro de la barbarie, como el feudalismo absolutista con remedos de participación de concejos de El Gobernador, seguramente lo más logrado de la serie, o el feudalismo basado en el terror personal directo, como en la nueva y sádica temporada.

Se podría decir que hay una cuota de pesimismo derechista en el planteo de la serie, ya que los ciudadanos norteamericanos sufren más por la pérdida de la confianza en su amada e idealizada democracia ante el avance de las tiranías, que por los escopetazos a las cabezas de pequeñas niñas vivas-muertas. La lucha entre los diferentes regímenes políticos transforma a la serie en un laboratorio político y social donde los espectadores discuten el poder. En esta nueva temporada el pesimismo ante la superioridad inevitable de los líderes más sádicos (hobbesianos) frente al “buen salvaje” y la naturaleza “buena” del ser humano parece lo que va a imponerse.

Es la crisis capitalista, estúpido

Creemos que el éxito de masas de TWD se explica porque permite al público yankee hacer catarsis con la crisis económica y social más violenta que vive el país desde 1929. Los cómics originales y la tradición de Romero y el cine clase B muestran que hasta TWD el subgénero zombie expresaba la crisis de conciencia de un pequeño sector de la sociedad, el de la pequeño burguesía culta y la clase obrera con mayores recursos culturales y materiales. Ahora la FOX, quizá la mejor expresión del oportunismo capitalista en la industria cultural, ha detectado su potencialidad de masas y le ha acertado con creces.

Hay que intentar explicarse este éxito de masas. Las imágenes de barbarie urbana de las primeras temporadas recuerdan el capítulo de los Simpson en que un periodista finge interesarse en la biografía del abuelo Abraham y ven a través de la ventanilla del vagón de tren escenas de villas miserias en ciudades yankees idénticas a las que se recuerdan de la Gran Depresión.

Los millones de almas que miran TWD en EEUU están impactadas por las escenas de grandes capitales desiertas, abandonadas o pobladas de gente viva pero sin vida, porque los zombies pueden ser también una terrible metáfora de las consecuencias físicas que provoca la alienación capitalista entre las “masas hambrientas”.  (Coincido con el joven novelista Leonardo Oyola, autor de Chamamé  y Kriptonita, que en una entrevista para el libro Rastros de Evaristo Cultural, asocia los zombies con los pibes adictos al paco que pululan lamentablemente por nuestras barriadas populares, págs. 49 y ss.)

La primera temporada hacía pensar todo el tiempo en esas imágenes que relataba Prensa Obrera #1286 el 19/9/2013 (http://www.po.org.ar/prensaObrera/1286/internacionales/miles-de-perros-semisalvajes-invaden-detroit), sobre la invasión de perros salvajes en las casas vacías de la otrora capital automotriz del mundo, Detroit, ocupando el lugar de las familias obreras desalojadas por la crisis de las hipotecas subprime de 2007 que ahora habitan las villa miserias más grandes del mundo, en los famosos barrios de trailers y casas rodantes.

El público yanqui está fascinado con los alcances de la destrucción de su american way of life, de la crisis capitalista que todo el mundo negaba antes de Lehmann Brothers y que incluso banalizaban después. La cultura popular yanqui es profusa en este tipo de ucronías, desde el maravilloso El Talón de Hierro de Jack London de 1908 que el propio Trotsky felicitó en carta personal a la hija del escritor o la genial obra de Philip Dick, particularmente su famoso libro de 1968 ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, inmortalizada para las masas en la peli Blade Runner de 1982. De paso cabe señalar como hipótesis que estas dos miradas literarias de la crisis capitalista aportan un optimismo en la humanidad superador de la esperanza boba de los escritores influenciados por el naturalismo estilo Emile Zolá (o el romanticismo costumbrista de Máximo Gorki) como Las viñas de ira, de John Steimbeck (1939) o la desolación pesimista de cualquier obra de William Faulkner ante el avance de la descomposición social en el viejo corazón agrario de los farmers yanquis en la crisis del 30.

Hobbes, Nietszche o Marx 

Tanto los guionistas del cómic como los de la serie, comparten con el público norteamericano una esperanza en una salida individual, la búsqueda de un líder que los lleve al paraíso. La cultura del superhombre que Nietzche vulgarizó de Shopenhauer (filósofo contemporáneo a Hegel y enfrentado por derecha al creador de la filosofía dialéctica idealista) ha penetrado en la cultura de masas yankee como en ningún otro lugar. Así, cada personaje encarna la esperanza de un sector social: Michone a la mujer negra oprimida, la víctima de abuso por parte de su marido que se empodera (Carol), el patriarca bueno bíblico que dirige la granja con la filosofía de los “padres fundadores” (Hershel), etc. El caso más audaz si se quiere es el llamado a la regeneración de la raza blanca, encarnada en la tragedia de Daryl que rompe con el programa racista popular del obrero pobre blanco representado en su hermano, para transformarse en un buen hombre, tierno y enamorado que usa su violencia en pos de la comunidad, recuperando la esperanza blanca sajona más famosa, Robin Hood, con quien comparte la misma arma simbólica.

Fox ha exacerbado esta ilusión individualista aprovechando la presión que ejercen los fanáticos a través de las redes en dos sentidos nefastos. Primero porque ha reducido un excelente guión a una compulsa tipo Gran Hermano: vota cuál de tus héroes muere en esta temporada; segundo, porque obliga a los actores a sostener su estabilidad laboral dependiendo del humor del público, lo que es mucho más macabro que las escenas de brazos cortados y muertos vivos.

El límite de esa catarsis se podrá ver en su desenlace si la Fox encuentra algún recurso artificial para darle un happy ending, ya que como bien señala Prensa Obrera, el principal éxito de TWD está en que no hay final feliz, ya que al científico que tenía “la papa” lo mataron no bien empezó la serie, ya que es imposible montar una organización social “buena” en medio de la barbarie. Podría ser la frustración más fuerte desde el fayuto final de Lost en 2010.

Triste, porque ni entre los productores y guionistas ni el público masivo, campea el optimismo con que los fundadores del socialismo hace 100 años pensaban los orígenes de la especie humana, que si bien sufría bajo el imperio de la necesidad y la barbarie de la naturaleza, basó su “éxito darwiniano” en la organización comunista de la propiedad, la igualdad social y un permanente desarrollo de la tecnología al servicio del bien común. Las masas yanquis, que están lejos de la organización política y sindical revolucionaria de las grandes huelgas generales de los mártires de Chicago que inspiraron la utopía de London o de las luchas de los 30 y 70 alentadas por el avance de la URSS que inspiraron a Steimbeck o Dick, hoy, en medio del fracaso de la ilusión Obama, empantanadas entre dos caras del mismo monstruo fascista (la honesta y descarnada de Trump y la demagógica y embaucadora de Hillary Clinton) están deprimidas, y la Fox alimenta su depresión.

La emancipación de los zombies será obra de ellos mismos o no será

Lo que nos lleva a la última pregunta que nos genera la serie, ¿por qué millones de personas la miran en nuestro país? ¿qué catarsis hacen las masas de las colonias y semicolonias del mundo con la crisis yankee? Modestamente creo que estamos viendo una imagen más realista de nuestra propia vida que no sale ni en los noticieros ni en la televisión edulcorada de Tinelli.

Como ocurre con la fascinación popular con el boxeo, las masas oprimidas proyectan en TWD la violencia inhumana que sufren en el cuerpo todos los santos días de su vida. La vida para les explotades en Buenos Aires se parece más a la lucha por la supervivencia en TWD que las novelas “costumbristas” de Telefé y Canal 13. No hay morbo, sino ejercicio terapéutico, para la gran mayoría de la juventud precarizada que paraliza la vida los lunes a la noche para embeberse en un mundo de violencia del ser humano contra el ser humano que le explica lo que le pasa a él o ella en la calle. Se siente confortado/a, porque es el único momento del día donde la realidad se le muestra como es y no bajo la capa de hipocresía que los medios masivos le ponen como sordina.

Es interesante la discusión, porque mientras en las redes y los encuentros en Estados Unidos, los/as fanáticos tienden a ir disfrazados de sus héroes preferidos, Rick, Michone, Daryl, etc., en las movilizaciones anuales a Plaza San Martín que se hicieron en 2012 y 2013, la mayoría se disfrazaba de caminante, o sea, de zombie. ¿Será que los explotados y explotadas de las colonias vamos comprendiendo, al calor de una transición popular caracterizada por el PO como “el ascenso de la izquierda”, que la salida es el héroe colectivo y no el superhombre individual? A favor de esta hipótesis un pequeño grupo de militantes del PO me contaba que los organizadores de la marcha zombie soltaban discursos muy politizados sobre la coyuntura social del país, lo que llevó a los/as compañeros/as a participar caracterizados de caminantes piqueteando Prensa Obrera con buena recepción.

En los márgenes putrefactos del capitalismo, los fanáticos movilizan no disfrazados del policía bueno Rick (que se va volviendo loco en la serie)o la excepcional amazona negra Michone, eligen representarse a sí mismos como la masa de muertos-en-vida que pueblan las fábricas, facultades, oficinas y colegios del país, buscando alimentarse de los que realmente están vivos porque zafan todos los días de esa explotación.

Un sector marginal de directores y guionistas ya ha empezado a pensar en los últimos años, pelis y series donde los zombies se van organizando para enfrentar al Estado, responsable de su situación. Que lamentablemente no podemos citar porque todavía no han trascendido a los espacios de culto y uno las ha visto tirado en el colchón haciendo zappin.

Lectura más o menos forzada la nuestra, puede ser, pero Prensa Obrera ha visto la oportunidad de llamar la atención de millones de fanáticos (después de seis años de éxito) permitiendo a centenares de compañeros/as docentes, estudiantes y obreros conscientes llevar a su página web el debate político y social profundo que desarrollan desde 2010 en torno a TWD.

Queríamos simplemente, saludarlo y alentarlo.

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