Un apunte para que deje de serlo
Lo que sigue no tiene intenciones de ser un tratado que cumpla con los requisitos de un buen análisis político, es simplemente un ensayo de ideas para intentar clarificar una situación que quizás sea evidente para algunas personas pero no para el conjunto del activismo y la militancia.
El
cuaderno de notas que uso cotidianamente en la escuela me hostiga. Las crisis
económicas actúan igual que los huracanes en el Caribe, le quitan el carácter
sagrado a lo que encuentran a su paso, desnudando lo efímero de todo lo que
creimos sólido y eterno. Así me pasó que me ví obligado por la falta de guita a
echar mano de los cuadernos de apuntes que había archivado como reliquias
históricas que prueban mi paso por ciertos momentos históricos.
2011, el año de Cristina
Es
el cuaderno de apuntes que usé el otoño de 2011 en el vigésimo Congreso
Nacional del Partido Obrero, al que asistí como delegado elegido por la Zona
Oeste de Capital Federal, regional donde militaba en el frente sindical docente
y en el territorial de Villa Soldati. El
22 de abril tempranito el Comité Central saliente presentó su propuesta de
conformación del Frente de Izquierda y los Trabajadores en el informe de
Marcelo Ramal y Jorge Altamira pidió permiso del plenario de delegades para
usar la palabra y criticarlo, ya que asistía al Congreso en carácter de
invitado, porque se había auto-excluido del Comité Central encabezando un
intento de promover la renovación y el recambio generacional de la dirección.
Ahora
releo mis apuntes y revivo ese año. Fue el año que terminó en la re-elección de
Cristina por el 54% de los votos. Quién iba decir que sólo seis años después
perdiera una elección con el Legionario de Cristo Esteban Bullrich, convertido
en una especie de auto-meme de la política argentina. Quién iba a decir que
sólo seis años más tarde (antes de la reforma constitucional del 94 les
presidentes duraban seis años) la persona que había gozado del máximo poder
político en nuestro país durante doce enteros años, ahora ande pidiendo limosna
para no ir en cana.
En
ese contexto el Partido Obrero intentaba resistir una enorme presión de toda la
militancia y activismo del llamado “campo popular” (eufemismo que se usa en
nuestra cultura política para engalanar las distintas variantes de nacionalismo
burgués centroizquierdista) que alababan a Cristina. Eran las épocas en que
florecían aventuras como Patria Grande y Cristina Capitana. El PO tuvo que
hacer un esfuerzo estoico para resistir esas presiones a seis meses del
asesinato de uno de sus mejores cuadros jóvenes, Mariano Ferreyra, a manos de
una patota sindical de la Unión Ferroviaria de Pedraza, peón adulado por
Cristina en una cancha de River, cuando Cristina se ufanaba de representar la
reconciliación entre la Juventud Montonera y la Juventud Sindical vandorista.
Asesinado, digamos también para aclarar más el panorama, por un sicario a
sueldo de la barrabrava del intendente kirchnerista de Almirante Brown, en su
carácter de barrabrava del Halcón de Florencio Varela, que se había sacado
fotos con el ahora preso Amado Boudou, quien fuera elegido vice-presidente en
octubre de ese mismo año y con el elenco de periodistas adictos a la merca de
la pauta publicitaria del Estado que intentaron mentirle a la población en octubre
del 2010 vendiendo la porquería que a Mariano lo había mandado al muere el
propio Altamira para manchar a Cristina.
La
presión kirchnerizante se había llegado a expresar incluso dentro del propio
PO, prueba de ello el desgarro público de una parte de su juventud, una parte
importante, la que dirigía los secundarios pre-universitarios de capital, el
Pelle y el Nacional, histórico semillero del PO desde los años sesenta, igual
que de la mayoría de las organizaciones políticas de este país. Porque aunque
la TPR sea también una especie de auto-meme no hay que olvidarse que sus
fundadores fueron promovidos a la dirección del PO y eran considerados la creme
de la creme…
Para
completar el contexto necesario hay que agregar que se estrenaban las PASO, un
invento también muy particular. La casta política que se encarga de llevar
adelante los negocios del Estado en nombre de las clases que mandan, es
consciente del derrumbe del régimen democrático. La creciente desconfianza en “la
política” quedó clara desde que contra todo discurso machacado en la escuela y
la tele entre diciembre de 2001 y junio de 2002 el pueblo decidió vetar seis presidentes
electos constitucionalmente cortando rutas y haciendo puebladas. En esos años
la demagogia que llevaba a personajes marginales del mundo politiquero al
protagonismo era la revolución socialista. Así pasó con los Kirchner, que no
habían presentado un solo habeas corpus como abogados en los 70 y que
transformaron su oscuro origen ligado a la intervención militar en Santa Cruz
(Alicia fue funcionaria de la intervención que volteó a Cepernik, de la
izquierda peronista, su hermano acumuló guita y poder al calor de esa
protección) en una epopeya eroica que todes conocemos. Casi veinte años después
del Caracazo, el fracaso de las ilusiones populares en superar la democracia
podrida en Latinoamérica por izquierda hace que la forma de pasar del oscuro
anonimato de los bajos fondos de la politiquería hasta la cima del poder sea la
demagogia contraria, la ilusión fascista, ahí tenemos a Bolsonaro.
El
tema que explica el ascenso relampagueante de figuras menores como Kirchner y
Bolsonaro al centro de la escena es el mismo: la descomposición definitiva del
régimen democrático armado por el imperialismo yanqui y las burguesías locales
en los 80 y 90 para reemplazar a las dictaduras militares. Las PASO fueron un
intento de la burocracia de funcionarios estatales para intentar emparchar esa
crisis y que sus patrones no se deshagan de ellos. Con las elecciones
preliminares se intenta forzar un régimen de selección y depuración de alianzas
el ainterior de las fuerzas políticas descompuestas, la UCR y el PJ, y al mismo
tiempo expulsar a los partidos de izquierda de la compulsa electoral. Aunque en
las elecciones de 2011 el efecto más importante de las PASO no era el de
rearmar al peronismo, ya que Cristina iba a arrasar, y la UCR y compañía no
pinchaba ni cortaba, en ese año el efecto más sustancial que podían tener las
PASO era dejar fuera de la compulsa electoral a los partidos de izquierda que
no llegasen a pasar el 1,4 % de los votos válidos. De alguna forma, el régimen
tenía una caracterización idéntica a la del PO, parecía anunciarse un panorama
electoral donde la izquierda iba a crecer incluso desbordando a los gobiernos “de
izquierda” de la región.
El ascenso de la izquierda
En
2013 el Frente de Izquierda consiguió un millón y medio de votos y consagró
tres diputados nacionales más decenas de cargos legislativos provinciales y
municipales. Un sector significativo de la población volvía a colocar sus
ilusiones en una alternativa superadora del régimen político y económico
capitalista, como ya lo había hecho a la salida de la dictadura votando al MAS
o bajo el menemismo votando a Izquierda Unida. Ese simple hecho mostraba que el
régimen democrático impuesto a la salida de la dictadura volvía a estar en
crisis en la conciencia popular. Pero después de treinta años de la “primavera
alfonsinista” era la primera vez que ese descontento por izquierda con la
democracia se canalizaba en un frente electoral encabezado por el Partido
Obrero.
No
se trata de desmerecer el rol de los otros dos miembros del FIT, PTS e IS y su
potencial como expresiones de una salida revolucionaria. Es que estas dos
agrupaciones formaron parte de una tradición política que ya había participado
de las ilusiones anteriores, Izquierda Socialista fue parte del MST en
Izquierda Unida y el PTS, aunque se esfuerza en despegarse de la corriente
iniciada por Nahuel Moreno, incluye en su organización un número significativo
de cuadros políticos formados en ella y que la reivindican críticamente. La
nota distintiva es la presencia del PO, que no participó nunca de los éxitos
electorales de la izquierda anteriores, expulsado de todos los frentes de
izquierda previos precisamente porque mantuvo una crítica despiadada de lo que
consideraba límites democratizantes de esos frentes.
En
la cultura política argentina es toda una novedad que un frente electoral donde
participe el PO haya conseguido éxitos incluso marginales como meter tres
diputados. Pitrola en el Congreso de la Nación significaba para sirios y
troyanos una novedad muy diferente a Zamora en el Congreso de la Nación.
Y
para coronar el asunto, si la izquierda había logrado entusiasmar a una
partecita de la población en la primavera alfonsinista o ante la desilusión del
menemismo, ahora lo hacía diez años después de una sublevación popular similar
al Cordobazo de 1969 y en medio del agotamiento de los gobiernos nacionalistas burgueses
más a la izquierda de la historia latinoamericana del siglo 21.
De
alguna forma este ascenso de las ilusiones de las mayorías en la posibilidad de
vencer los límites del sistema capitalista por izquierda se olfateaba en el
aire en todos lados. Hay que recordar el impacto profundo que tuvo en la
conciencia popular la primavera árabe del 2011, la demagogia izquiedista que
llevó al poder a Obama en EEUU, el primer presidente de origen africano de su
historia, el auge de movimientos sin programa como Podemos en España, etc. No
es que se caracterizase que la gente se había vuelto trosca y quisiera el
socialismo, no. Al mismo tiempo Obama se cansaba de bombardear Asia para
re-encauzar la crisis petrolera, el Mercosur de Cristina, Evo y Lula colaboraba
con el Estado de Israel y con la OTAN invadiendo Haití, Chávez se aliaba a
Putin y China mientras le seguía sirviendo petróleo al imperio yanqui y le
abrían La Habana a Obama y al Papa, sepultando la revolución cubana casi al
mismo ritmo en que se moría Fidel.
Ahí
está Siria para demostrar todo lo empantanada, confusa y cruel de esta situación. En
todos lados así como crecían opciones antisistema de izquierda también
progresaban alternativas fascistizantes, como el Amanecer Dorado en Grecia, a
la sombra de Syrza. Es más fácil ver este ascenso de la derecha ahora que
Bolsonaro ganó la primera vuelta en el Brasil del eterno e inamovible Lula.
¿Qué
explica el ascenso de la izquierda y el ascenso de la derecha? Claro, la crisis
mundial que corroe al capitalismo desde 2008. Las masas en todo el planeta
están hartas y agotadas de un sistema económico y social que las viene
castigando sin piedad en el medio de su crisis terminal. Como en otras
oportunidades de la historia, ese hartazgo busca a tientas en la oscuridad de
las posiciones teóricas los caminos concretos de carne y hueso que se ofrecen
para sacarlas del marasmo. Es en medio de esta confusión que los agrupamientos
políticos intentan hacer pie.
Ni
Bolsonaro es prueba suficiente para decir que el nazismo se ha instalado
definitivamente en la conciencia de las masas que sufren la vida en Brasil ni
Pitrola diputado era prueba que un millón y medio de personas habían comenzado
la toma del Palacio de Invierno en Argentina. Pero de alguna forma Bolsonaro y
Pitrola expresan la potencia de que esas alternativas alguna vez se consumen,
porque la crisis mundial del capitalismo, lejos de ceder, se mantiene y crece
con furia devastadora, toda vez que Trump agita la guerra comercial contra
Europa y China, en medio del tembladeral de una deuda pública mundial récord
que puede hacer volar todo por los aires.
Esta
caracterización fue la que defendió la dirección del PO frente a doscientxs
delegades el 22 de abril del 2011 en uno de los edificios de Ciudad
Universitaria para proponer la conformación del Frente de Izquierda. La crisis
mundial empujaba el hartazgo consciente de las masas para romper con las ideas
que sostenían y sostienen que el capitalismo es la única sociedad posible. El
ascenso de la izquierda iba a manifestarse como expresión de esa enorme crisis
ideológica mundial con fuerza y las elecciones de 2011 en nuestro país iban a
ser una prueba particular de esa tormenta huracanada. Nadie se auto-engañaba en
ese salón de cemento con la ilusión falsa de que la gente se iba a hacer
socialista pero intentábamos capear la presión de que el nacionalismo burgués
iba a ser eterno, como creía la enorme mayoría del progresismo latinoamericano.
Sin embargo, la decisión de conformar un Frente electoral con agrupaciones que
respondían a una mirada históricamente divergente de la nuestra no era tan
sencilla de tomar.
Un Frente de Izquierda contra el Frente de
Izquierda
Si
me animo a escribir esto no es porque me ataca la nostalgia de mis buenos años
militantes o porque necesite revivir épocas de gloria. Aunque no milite hace
dos años de forma organizada (la expresión “orgánica” confunde la organicidad
con un programa estratégico de la clase obrera con la organicidad y disciplina
de una organización política) sigo siendo un miembro activo de la fuerza social
que lucha cotidianamente contra el Estado para alumbrar una organización social
distinta. En esa lucha el Frente de Izquierda sigue siendo, con todos sus
límites, la referencia más avanzada que tenemos hoy en Argentina para empujar
hacia el Paraíso en la Tierra. El debate sobre qué posición tomar en el
ballotage brasileño obliga una vez más a poner las barbas en remojo y discutir
también a dónde van el FIT y nuestras esperanzas revolucionarias.
Es
por eso que las primeras páginas de mi cuaderno de notas me piquetean la
conciencia y exigen que las relea. Porque el Frente de Izquierda está en una
fase de agotamiento terminal y no hace falta esperar a que se rompa o se siga
descomponiendo todavía más para intervenir. A dos años del acto unitario en la
cancha de Atlanta, el pasado 6 de octubre el PTS lanzó una multitud de actos
muy bien armados en todo el país, mientras el PO hacía uno muy deslucido en las
escalinatas del Congreso el viernes anterior e Izquierda Socialista prepara el
suyo propio para noviembre en el microestadio de Lanús. El PTS lanza la
provocadora idea de un partido unificado de la izquierda mientras se retira de
las listas comunes que disputan contra la burocracia kirchnerista el sindicato
docente de Neuquén, ratificando una conducta que lo puso fuera del plenario
sindical clasista de Lanús hace pocos meses o que lo llevó a buscar el permiso
de la burocracia gráfica para presentar una lista que rompió la minoría
clasista en 2016 y preparó las condiciones políticas para el cierre de AGR en
2017.
Del
otro lado, la lucha contra el fascismo de Bolsonaro encuentra a las tres
fuerzas unidas en el voto crítico para Haddad después que la destitución de
Dilma Roussef hubo quebrado el acto unificado del Primero de Mayo de 2016, en
el que PO e IS mantuvieron la unidad a pesar de que uno caracterizaba de golpe
al impeachment mientras que la otra no y el PTS se unía al kirchnerismo frente
a la embajada de Brasil con la misma caracterización del PO.
La
propuesta del PTS retoma el viejo debate sobre la unidad de la izquierda casi
en el punto donde siempre estuvo, unirse cómo y unirse para qué. Claro que la
necesidad de resolver esas dos cuestiones es fundamental, sobre todo si la cosa
se pone espesa y un tipo puede llegar a dirigir el mayor Estado de América del
Sud promoviendo el asesinato de activistas de izquierda con el aval de las
Fuerzas Armadas que lograron sostener por más tiempo su dictadura entre las del
Plan Cóndor y que mejor sobrevivieron a la “transición democrática”.
Ese
fue el debate congresal del 2011. La dirección del PO propuso la necesidad de
construir una herramienta concreta para la intervención en la lucha electoral
de ese año junto a organizaciones que si bien tenían una visión estratégica
diferente, representaban frente al activismo sin partido “organizaciones que
han rechazado la cooptación del kirchnersimo” en esos años. La idea era
canalizar el descontento de la base social que se suponía rompería con el
gobierno a medida que éste se viera obligado a aplicar los ajustes que la
crisis mundial le imponía para satisfacer el hambre de bancos, empresas de
energía y sojeros.
Dejemos
de lado que en los hechos ese descontento de la base social del kirchnerismo
tardó dos años en procesarse, porque el gobierno piloteó las medidas recesivas
para 2012 y 2014, lo que le permitió sacar un contundente 54% en 2011. El
corazón del debate no fue ese. El corazón del debate fue la característica del
Frente que se iba a impulsar.
Fue
una intervención ruda y lúcida, como todas las que he presenciado de Altamira
desde 1999. Un estilo muy particular que lo define, para bien y para mal. En
primer lugar subrayó con lujo de detalles que las diferencias entre el PO y las
otras dos fuerzas no eran ni son superficiales o discursivas, sino de fondo. Es
que, como siempre subrayó el PO en toda su historia, la izquierda no se une
porque sencillamente no comprende el mundo de la misma forma, su diagnóstico de
la realidad no es el mismo y por lo tanto no conciben de idéntico modo las
tareas necesarias para transformarlo. Por lo tanto, el FIT no se concibió en
sus orígenes como parte de la resolución de esas diferencias de fondo si no
como un frente obligado por la circunstancia de no desaparecer de la batalla
política electoral.
Los
números indicaban que ni el Frente ya existente del PTS, IS y el Nuevo Mas por
un lado y el PO por el otro iban a conseguir pasar el 1,4. Ante la urgencia,
dos elecciones provinciales apuraban los tiempos. Antes de abril se habían
realizado las elecciones a Gobernador en Catamarca y pocos días después del
Congreso que narro había que presentar listas para las de Neuquén. En las
elecciones de Catamarca Altamira entendía que el Partido Obrero no era visto
todavía por la población como el canal para vomitarle su descontento al régimen
podrido que se manifestaba descarnadamente en la provincia. Corpacci llegó al
poder con fuerzas militantes de similar envergadura y reconocimiento que las
del PO, su base social era el movimiento piquetero y había logrado canalizar
ese descontento.
Creyendo
firmemente en la caracterización del ascenso de la izquierda como repudio al
capitalismo en crisis, y aún constatando una corriente de simpatía popular con
el PO que había logrado la prisión preventiva de Pedraza encabezando una
fabulosa movilización popular, Altamira entendía que existía una chance cierta
que el PO no fuera visto todavía por la población como la expresión electoral
de ese repudio y que la conformación de un Frente electoral con otras fuerzas
era necesaria. Peor aún, el PTS había impuesto condiciones cercanas al
ultimátum para la conformación de las listas en Neuquén, desconociendo la
dimensión real de las fuerzas de cada agrupación.
Eso
en el punto de la coyuntura más mezquina. El verdadero problema que desarrolló
ampliamente Altamira en ese Congreso fue el carácter del Frente De Izquierda
que se conformaría más allá de las elecciones. ¿Cuál era esa diferencia? El PO
nunca se fundó para ganar elecciones, como cualquier partido burgués o
pequeñoburgués. El objetivo del PO es la organización de la clase obrera
alrededor de un programa de salida a la crisis del capitalismo con un gobierno
de la clase obrera que instaure una dictadura socialista, expropiación del
capital, desarrollo de las fuerzas materiales y culturales de la sociedad que
posibiliten la abolición de la explotación de clase y el comunismo. La participación
en la timba electoral de la burguesía siempre se vió como una tarea necesaria
impuesta por la realidad, como la participación en las elecciones sindicales o
la lucha salarial, no porque se crea que dirigir un sindicato es la meta final
sino porque su conquista posibilita el desarrollo de esa conciencia teórico-práctica
entre les trabajadores de la necesidad y posibilidad de la dictadura obrera.
En
ese sentido Altamira proponía la constitución de un frente electoral con fuerzas
que entendía no compartían los objetivos finales y los métodos pero que iba a
permitir canalizar el descontento de las masas con el capitalismo hacia un polo
político socialista, como primer paso para una experiencia común que hiciera
avanzar la conciencia popular hacia la necesidad de organizarse para expropiar
a la burguesía, no sólo de los votos y los cargos, sino de las bases de su
poder material. Recuerdo bien que en ese Congreso Altamira marcó con claridad
el gran riesgo de constituir el FIT únicamente
para safar del 1,4, es decir, con una mirada estrecha, como un frente puramente
electoral. La lucha por un FIT que sólo disputase votos y cargos electivos iba
a liquidar al PO como organización que se prepara para la toma del poder por la
clase obrera, la iba a diluir en una agrupación democrática más, desviándola de
su objetivo histórico. La militancia se formaría, así, en el arte del márketin,
reduciendo el debate sobre las mejores consignas para desarrollar una
conciencia por el poder en una compulsa de creativos para ver qué eslogan
pegaba más: las encuestas de opinión iban a reemplazar a la venta del periódico
como medida del avance de la conciencia de las clases sociales atraídas por el
PO.
Con el diario del lunes
Pasaron
siete largos años desde ese Congreso, las hojas beige de mi cuaderno parecen
decirme, con sorna, “yo te avisé” y me convocan a la desmoralización. En 2012
Moyano expresó esa ruptura inicial de la base social del kirchnerismo ante el
sacudón del aumento al impuesto a las ganancias en los salarios obreros en
blanco que anunciaba la microdevaluación de Kiciloff del verano del 2014 y las
elecciones del 2013 anunciaron con más fuerza que los 400 mil votos del 2011 la
certeza del ascenso del repudio al gobierno nacional y popular que anticipamos
en ese Conreso. Para los mismos años, y al calor de la crisis capitalista
mundial, la epopeya chavista de la Patria Grande se fue al reverendo carajo,
impulsada por la caída de los precios récord de las materias primas que Sudamérica
exporta y el derrumbe del castillo de naipes que Lula construyó con las
industrias energéticas y de la construcción en todo el subcontinente.
La
desmoralización de las masas con el nacionalismo burgués de centroizquierda
llega hoy al pozo más bajo, equivalente al paroxismo con el que creyeron ser
eternos. La clase obrera industrial más grande y concentrada de América del
Sud, la clase obrera paulista, en 2014 se enfrentó en las calles contra la
represión de su propio gobierno del PT indignada por los tarifazos en el
transporte y el obsceno despilfarro de billones de reais en las obras del
mundial. Esa misma clase obrera hoy es llamada a votar al mismo tipo que la
reprimía, Haddad, para que no triunfen los soretes que obligaban a Haddad al
tarifazo y el despilfarro.
Nadie
se volvió maluco, ¿usted en su sano juicio no estaría igual de desmoralizade y
confundide? Imagínese pedirle a les laburantes de LEAR votar mañana por
Cristina para evitar la victoria de un candidato que promete aplicar el
fascismo como salida a la crisis.
Hay
un comediante muy agudo en Brasil, Gregorio Duvivier, que explica el fenómeno
de los últimos años diciendo con ironía que Saturno está en retroceso. Olvídese
de la influencia de la gravedad de las masas planetarias en los destinos
energéticos de la humanidad y piense por un segundo en la fuerza gravitacional
de las crisis económicas. Efectivamente, los bajos precios de las materias
primas y la suba de tasas de interés de la Reserva Federal yanqui han cortado
el flujo de plata dulce hacia las economías sudamericanas y lo chupan todo
hacia el corazón del imperio. Sin fondos, la nueva “burguesía nacionalista” que
inventaron Chávez, Lula, Cristina, Evo, Correa y Mujica a base de fumarse el
dinero público por vías legales e ilegales, como hicieron todos los anteriores,
liberales y milicos, desde la independencia para acá, es mejicaneada por las
empresas yanquis, rusas, chinas y eurpoeas, que exigen para ellas directamente
los proyectos de infraestructura y explotación agraria o energética. Se
acabaron los odiosos intermediarios, el capital imperial necesita sangre de América
Latina porque anda a los trastazos entre sí, de nuevo, y no duda en usar todos
los medios a su alcance, constitucionales e inconstitucionales para lograrlo.
Bloqueo comercial en Cuba y Venezuela, golpe de Estado a la vieja usanza en
Honduras y Haití o golpes constitucionales en Paraguay y Brasil y si se puede
con las urnas como en Argentina y Ecuador o incluso con políticos populistas y
guerrilleros como en Nicaragua o Uruguay, Saturno ya no gira más a favor de los
nacionalistas sino a favor de las ganancias imperiales.
En
este marasmo, la conciencia que tenemos las mayorías de la situación mundial y
nacional en cada lugar, la conciencia agregada, esa que se ve en las encuestas
y las elecciones, una especie de promedio que apelotona todo, y que nunca hay
que olvidar que no expresa cabalmente el estado de la conciencia real de las
clases y las fracciones de cada clase, se bambolea de un lado al otro del
péndulo, segura sólo de que no le gusta más este régimen social de miseria y
muerte cotidiana, pero dudando si la va a rescatar el líder con discurso de
izquierda o el líder con discurso de derecha. Es como en las avalanchas en una
tribuna de la cancha, la presión de las masas empuja y te lleva puesto hasta el
alambrado sin que te des cuenta.
La
única forma de colaborar en este proceso caótico es intentar mantenerse firme
en lo que uno cree, más allá de los bamboleos ocasionales. La burguesía ha
demostrado en todas sus variantes, desplegadas con tiempo y recursos
suficientes a lo largo de doscientos años, que no puede, incluso cuando ha
querido, garantizarle condiciones sensatas de vida a la inmensa mayoría de la
población en nuestros países. Todavía peor, lejos de garantizar un salario y
vivienda digna, condiciones de higiene y urbanidad elementales, educación y
salud, arte y ciencia, nos empuja a la peor de las barbaries, la guerra
callejera, el canibalismo social. Las sociedades sudamericanas se pudren, se
descomponen, nos vamos transformando en hordas agresivas disputándonos migajas
de vida. Los negocios que dan guita están basados en la hiperexplotación, el
secuestro, tortura y la esclavitud de mujeres. Las mercancías que mejor ses
venden son las esclavas sexuales, la merca y el paco… y las balas.
La
situación presente del Frente de Izquierda es la misma de Izquierda Unida en
los 90, un rejunte electoral que aprovecha la desesperación del activismo
obrero y socialista para chantajearlo y conseguir su disciplina a cambio de
nada. La presión de las rentas surgidas de los escaños parlamentarios ha
quebrado el centralismo democrático en el Partido Obrero, reconocido por su
propia dirección en el Congreso de 2016. El nivel de disputa faccional, es
decir, sin principios, preocupada por el éxito mezquino antes que por el éxito
del colectivo, es asfixiante. Los retrocesos de las agrupaciones sindicales
clasistas en el movimiento obrero organizado son alarmantes, desde el cordón
industrial de Zona Norte, diezmado por la represión kirchnerista-macrista con
ayuda del faccionalismo trotskista, hasta la situación en gráficos,
ferroviarios y docentes, como expresa claramente de nuevo ATEN. La posibilidad
de organizar a la militancia obrera revolucionaria alrededor de un programa
socialista, no en un partido, siquiera en un Frente Único sindical parece
imposible con estos dirigentes, que son incapaces de organizar sistemáticamente
plenarios obreros de sus propias
agrupaciones, mucho menos podrían hacerlo con agrupaciones por fuera del
FIT ni que hablar con compañeres que se acerquen de otras tradiciones políticas
o incluso con rupturas del peronismo.
El
Frente electoralero se morfó por completo la posibilidad del Frente de lucha y
organización. En mi modesto parecer, la perspectiva defendida por Altamira en
el Congreso del 2011 comenzó a perder la partida incluso dentro del propio PO
después de las PASO del 2015, donde la idea de un frente electoral
anticapitalista sin intenciones organizativas y de lucha común en frentes
sindicales, edulcorado con un márketin apropiado y luces de neón venció a la
propuesta de desarrollar un polo político obrero y socialista. La “renovación”
ganó en las urnas y convenció a la dirección del PO que ese era el camino,
prueba de ello es que en las elecciones de 2017 los legisladores del PO
aceptaran convocar a “los trabajadores, la juventud, las mujeres y la izquierda”
como si se tratase de sujetos sociales diferentes luego de haber destrozado esa
manipulación demagógica y marketinera desde 2011 hasta 2015. Una corriente de
dirigentes jóvenes del PO ha llegado a reivindicar públicamente la vieja
consigna de Nahuel Moreno, inspirada en el castrismo, según la cual la
vanguardia revolucionaria puede y debe utilizar todas las armas a su
disposición para lograr el objetivo de colocarse al frente del proceso
político, y una vez desde allí poner esos recursos al servicio del socialismo.
No
se trata aquí de sumar insultos y chicanas, si algo tiene de útil la
experiencia histórica de la lucha de clases es que nos posibilita comprender
los límites y errores de nuestras organizaciones para poder superarlos a tiempo
y fluir con el universo a tiempo a ver si dejamos de perder y empezamos a
ganar. No se trata de tildar a este o aquel de morenista, altamirista o lo que
sea. Se trata de entender que el ascenso de la izquierda, que como viento de cola
sirvió y sirve a quien quiera desarrollar una conciencia organizada por la
dictadura obrera y socialista, también puede emborracharle de encuestas, votos
y gordos sueldos del Estado, falopa que quiebra a cualquiera que no sepa
manejarla, que no se haya prevenido de sus efectos y su poder.
Espero
que estos apuntes que ahora escribo para entender lo que pasa, mañana no me
vengan a pasar factura. Espero que el susto de Bolsonaro sea suficiente para
convencer a la parte más honesta de la militancia de izquierda de que es la
hora de poner blanco sobre negro y desplegar nuestras fuerzas en un sentido muy
distinto del que ha tenido el Frente de Izquierda hasta hoy y que surja en
Argentina y el mundo una corriente que pueda enfrentar las presiones y empujar
hacia otra realidad.
Nos
urge.
#EleNâo
No hay comentarios:
Publicar un comentario