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viernes, 12 de octubre de 2018

El Frente de Izquierda es Izquierda Unida

Un apunte para que deje de serlo


Lo que sigue no tiene intenciones de ser un tratado que cumpla con los requisitos de un buen análisis político, es simplemente un ensayo de ideas para intentar clarificar una situación que quizás sea evidente para algunas personas pero no para el conjunto del activismo y la militancia.

El cuaderno de notas que uso cotidianamente en la escuela me hostiga. Las crisis económicas actúan igual que los huracanes en el Caribe, le quitan el carácter sagrado a lo que encuentran a su paso, desnudando lo efímero de todo lo que creimos sólido y eterno. Así me pasó que me ví obligado por la falta de guita a echar mano de los cuadernos de apuntes que había archivado como reliquias históricas que prueban mi paso por ciertos momentos históricos.

2011, el año de Cristina

Es el cuaderno de apuntes que usé el otoño de 2011 en el vigésimo Congreso Nacional del Partido Obrero, al que asistí como delegado elegido por la Zona Oeste de Capital Federal, regional donde militaba en el frente sindical docente  y en el territorial de Villa Soldati. El 22 de abril tempranito el Comité Central saliente presentó su propuesta de conformación del Frente de Izquierda y los Trabajadores en el informe de Marcelo Ramal y Jorge Altamira pidió permiso del plenario de delegades para usar la palabra y criticarlo, ya que asistía al Congreso en carácter de invitado, porque se había auto-excluido del Comité Central encabezando un intento de promover la renovación y el recambio generacional de la dirección.

Ahora releo mis apuntes y revivo ese año. Fue el año que terminó en la re-elección de Cristina por el 54% de los votos. Quién iba decir que sólo seis años después perdiera una elección con el Legionario de Cristo Esteban Bullrich, convertido en una especie de auto-meme de la política argentina. Quién iba a decir que sólo seis años más tarde (antes de la reforma constitucional del 94 les presidentes duraban seis años) la persona que había gozado del máximo poder político en nuestro país durante doce enteros años, ahora ande pidiendo limosna para no ir en cana.

En ese contexto el Partido Obrero intentaba resistir una enorme presión de toda la militancia y activismo del llamado “campo popular” (eufemismo que se usa en nuestra cultura política para engalanar las distintas variantes de nacionalismo burgués centroizquierdista) que alababan a Cristina. Eran las épocas en que florecían aventuras como Patria Grande y Cristina Capitana. El PO tuvo que hacer un esfuerzo estoico para resistir esas presiones a seis meses del asesinato de uno de sus mejores cuadros jóvenes, Mariano Ferreyra, a manos de una patota sindical de la Unión Ferroviaria de Pedraza, peón adulado por Cristina en una cancha de River, cuando Cristina se ufanaba de representar la reconciliación entre la Juventud Montonera y la Juventud Sindical vandorista. Asesinado, digamos también para aclarar más el panorama, por un sicario a sueldo de la barrabrava del intendente kirchnerista de Almirante Brown, en su carácter de barrabrava del Halcón de Florencio Varela, que se había sacado fotos con el ahora preso Amado Boudou, quien fuera elegido vice-presidente en octubre de ese mismo año y con el elenco de periodistas adictos a la merca de la pauta publicitaria del Estado que intentaron mentirle a la población en octubre del 2010 vendiendo la porquería que a Mariano lo había mandado al muere el propio Altamira para manchar a Cristina.

La presión kirchnerizante se había llegado a expresar incluso dentro del propio PO, prueba de ello el desgarro público de una parte de su juventud, una parte importante, la que dirigía los secundarios pre-universitarios de capital, el Pelle y el Nacional, histórico semillero del PO desde los años sesenta, igual que de la mayoría de las organizaciones políticas de este país. Porque aunque la TPR sea también una especie de auto-meme no hay que olvidarse que sus fundadores fueron promovidos a la dirección del PO y eran considerados la creme de la creme…

Para completar el contexto necesario hay que agregar que se estrenaban las PASO, un invento también muy particular. La casta política que se encarga de llevar adelante los negocios del Estado en nombre de las clases que mandan, es consciente del derrumbe del régimen democrático. La creciente desconfianza en “la política” quedó clara desde que contra todo discurso machacado en la escuela y la tele entre diciembre de 2001 y junio de 2002 el pueblo decidió vetar seis presidentes electos constitucionalmente cortando rutas y haciendo puebladas. En esos años la demagogia que llevaba a personajes marginales del mundo politiquero al protagonismo era la revolución socialista. Así pasó con los Kirchner, que no habían presentado un solo habeas corpus como abogados en los 70 y que transformaron su oscuro origen ligado a la intervención militar en Santa Cruz (Alicia fue funcionaria de la intervención que volteó a Cepernik, de la izquierda peronista, su hermano acumuló guita y poder al calor de esa protección) en una epopeya eroica que todes conocemos. Casi veinte años después del Caracazo, el fracaso de las ilusiones populares en superar la democracia podrida en Latinoamérica por izquierda hace que la forma de pasar del oscuro anonimato de los bajos fondos de la politiquería hasta la cima del poder sea la demagogia contraria, la ilusión fascista, ahí tenemos a Bolsonaro.

El tema que explica el ascenso relampagueante de figuras menores como Kirchner y Bolsonaro al centro de la escena es el mismo: la descomposición definitiva del régimen democrático armado por el imperialismo yanqui y las burguesías locales en los 80 y 90 para reemplazar a las dictaduras militares. Las PASO fueron un intento de la burocracia de funcionarios estatales para intentar emparchar esa crisis y que sus patrones no se deshagan de ellos. Con las elecciones preliminares se intenta forzar un régimen de selección y depuración de alianzas el ainterior de las fuerzas políticas descompuestas, la UCR y el PJ, y al mismo tiempo expulsar a los partidos de izquierda de la compulsa electoral. Aunque en las elecciones de 2011 el efecto más importante de las PASO no era el de rearmar al peronismo, ya que Cristina iba a arrasar, y la UCR y compañía no pinchaba ni cortaba, en ese año el efecto más sustancial que podían tener las PASO era dejar fuera de la compulsa electoral a los partidos de izquierda que no llegasen a pasar el 1,4 % de los votos válidos. De alguna forma, el régimen tenía una caracterización idéntica a la del PO, parecía anunciarse un panorama electoral donde la izquierda iba a crecer incluso desbordando a los gobiernos “de izquierda” de la región.

El ascenso de la izquierda

En 2013 el Frente de Izquierda consiguió un millón y medio de votos y consagró tres diputados nacionales más decenas de cargos legislativos provinciales y municipales. Un sector significativo de la población volvía a colocar sus ilusiones en una alternativa superadora del régimen político y económico capitalista, como ya lo había hecho a la salida de la dictadura votando al MAS o bajo el menemismo votando a Izquierda Unida. Ese simple hecho mostraba que el régimen democrático impuesto a la salida de la dictadura volvía a estar en crisis en la conciencia popular. Pero después de treinta años de la “primavera alfonsinista” era la primera vez que ese descontento por izquierda con la democracia se canalizaba en un frente electoral encabezado por el Partido Obrero.

No se trata de desmerecer el rol de los otros dos miembros del FIT, PTS e IS y su potencial como expresiones de una salida revolucionaria. Es que estas dos agrupaciones formaron parte de una tradición política que ya había participado de las ilusiones anteriores, Izquierda Socialista fue parte del MST en Izquierda Unida y el PTS, aunque se esfuerza en despegarse de la corriente iniciada por Nahuel Moreno, incluye en su organización un número significativo de cuadros políticos formados en ella y que la reivindican críticamente. La nota distintiva es la presencia del PO, que no participó nunca de los éxitos electorales de la izquierda anteriores, expulsado de todos los frentes de izquierda previos precisamente porque mantuvo una crítica despiadada de lo que consideraba límites democratizantes de esos frentes.

En la cultura política argentina es toda una novedad que un frente electoral donde participe el PO haya conseguido éxitos incluso marginales como meter tres diputados. Pitrola en el Congreso de la Nación significaba para sirios y troyanos una novedad muy diferente a Zamora en el Congreso de la Nación.

Y para coronar el asunto, si la izquierda había logrado entusiasmar a una partecita de la población en la primavera alfonsinista o ante la desilusión del menemismo, ahora lo hacía diez años después de una sublevación popular similar al Cordobazo de 1969 y en medio del agotamiento de los gobiernos nacionalistas burgueses más a la izquierda de la historia latinoamericana del siglo 21.

De alguna forma este ascenso de las ilusiones de las mayorías en la posibilidad de vencer los límites del sistema capitalista por izquierda se olfateaba en el aire en todos lados. Hay que recordar el impacto profundo que tuvo en la conciencia popular la primavera árabe del 2011, la demagogia izquiedista que llevó al poder a Obama en EEUU, el primer presidente de origen africano de su historia, el auge de movimientos sin programa como Podemos en España, etc. No es que se caracterizase que la gente se había vuelto trosca y quisiera el socialismo, no. Al mismo tiempo Obama se cansaba de bombardear Asia para re-encauzar la crisis petrolera, el Mercosur de Cristina, Evo y Lula colaboraba con el Estado de Israel y con la OTAN invadiendo Haití, Chávez se aliaba a Putin y China mientras le seguía sirviendo petróleo al imperio yanqui y le abrían La Habana a Obama y al Papa, sepultando la revolución cubana casi al mismo ritmo en que se moría Fidel.

Ahí está Siria para demostrar todo lo empantanada, confusa y cruel de esta situación. En todos lados así como crecían opciones antisistema de izquierda también progresaban alternativas fascistizantes, como el Amanecer Dorado en Grecia, a la sombra de Syrza. Es más fácil ver este ascenso de la derecha ahora que Bolsonaro ganó la primera vuelta en el Brasil del eterno e inamovible Lula.

¿Qué explica el ascenso de la izquierda y el ascenso de la derecha? Claro, la crisis mundial que corroe al capitalismo desde 2008. Las masas en todo el planeta están hartas y agotadas de un sistema económico y social que las viene castigando sin piedad en el medio de su crisis terminal. Como en otras oportunidades de la historia, ese hartazgo busca a tientas en la oscuridad de las posiciones teóricas los caminos concretos de carne y hueso que se ofrecen para sacarlas del marasmo. Es en medio de esta confusión que los agrupamientos políticos intentan hacer pie.

Ni Bolsonaro es prueba suficiente para decir que el nazismo se ha instalado definitivamente en la conciencia de las masas que sufren la vida en Brasil ni Pitrola diputado era prueba que un millón y medio de personas habían comenzado la toma del Palacio de Invierno en Argentina. Pero de alguna forma Bolsonaro y Pitrola expresan la potencia de que esas alternativas alguna vez se consumen, porque la crisis mundial del capitalismo, lejos de ceder, se mantiene y crece con furia devastadora, toda vez que Trump agita la guerra comercial contra Europa y China, en medio del tembladeral de una deuda pública mundial récord que puede hacer volar todo por los aires.

Esta caracterización fue la que defendió la dirección del PO frente a doscientxs delegades el 22 de abril del 2011 en uno de los edificios de Ciudad Universitaria para proponer la conformación del Frente de Izquierda. La crisis mundial empujaba el hartazgo consciente de las masas para romper con las ideas que sostenían y sostienen que el capitalismo es la única sociedad posible. El ascenso de la izquierda iba a manifestarse como expresión de esa enorme crisis ideológica mundial con fuerza y las elecciones de 2011 en nuestro país iban a ser una prueba particular de esa tormenta huracanada. Nadie se auto-engañaba en ese salón de cemento con la ilusión falsa de que la gente se iba a hacer socialista pero intentábamos capear la presión de que el nacionalismo burgués iba a ser eterno, como creía la enorme mayoría del progresismo latinoamericano. Sin embargo, la decisión de conformar un Frente electoral con agrupaciones que respondían a una mirada históricamente divergente de la nuestra no era tan sencilla de tomar.

Un Frente de Izquierda contra el Frente de Izquierda

Si me animo a escribir esto no es porque me ataca la nostalgia de mis buenos años militantes o porque necesite revivir épocas de gloria. Aunque no milite hace dos años de forma organizada (la expresión “orgánica” confunde la organicidad con un programa estratégico de la clase obrera con la organicidad y disciplina de una organización política) sigo siendo un miembro activo de la fuerza social que lucha cotidianamente contra el Estado para alumbrar una organización social distinta. En esa lucha el Frente de Izquierda sigue siendo, con todos sus límites, la referencia más avanzada que tenemos hoy en Argentina para empujar hacia el Paraíso en la Tierra. El debate sobre qué posición tomar en el ballotage brasileño obliga una vez más a poner las barbas en remojo y discutir también a dónde van el FIT y nuestras esperanzas revolucionarias.

Es por eso que las primeras páginas de mi cuaderno de notas me piquetean la conciencia y exigen que las relea. Porque el Frente de Izquierda está en una fase de agotamiento terminal y no hace falta esperar a que se rompa o se siga descomponiendo todavía más para intervenir. A dos años del acto unitario en la cancha de Atlanta, el pasado 6 de octubre el PTS lanzó una multitud de actos muy bien armados en todo el país, mientras el PO hacía uno muy deslucido en las escalinatas del Congreso el viernes anterior e Izquierda Socialista prepara el suyo propio para noviembre en el microestadio de Lanús. El PTS lanza la provocadora idea de un partido unificado de la izquierda mientras se retira de las listas comunes que disputan contra la burocracia kirchnerista el sindicato docente de Neuquén, ratificando una conducta que lo puso fuera del plenario sindical clasista de Lanús hace pocos meses o que lo llevó a buscar el permiso de la burocracia gráfica para presentar una lista que rompió la minoría clasista en 2016 y preparó las condiciones políticas para el cierre de AGR en 2017.

Del otro lado, la lucha contra el fascismo de Bolsonaro encuentra a las tres fuerzas unidas en el voto crítico para Haddad después que la destitución de Dilma Roussef hubo quebrado el acto unificado del Primero de Mayo de 2016, en el que PO e IS mantuvieron la unidad a pesar de que uno caracterizaba de golpe al impeachment mientras que la otra no y el PTS se unía al kirchnerismo frente a la embajada de Brasil con la misma caracterización del PO.
La propuesta del PTS retoma el viejo debate sobre la unidad de la izquierda casi en el punto donde siempre estuvo, unirse cómo y unirse para qué. Claro que la necesidad de resolver esas dos cuestiones es fundamental, sobre todo si la cosa se pone espesa y un tipo puede llegar a dirigir el mayor Estado de América del Sud promoviendo el asesinato de activistas de izquierda con el aval de las Fuerzas Armadas que lograron sostener por más tiempo su dictadura entre las del Plan Cóndor y que mejor sobrevivieron a la “transición democrática”.

Ese fue el debate congresal del 2011. La dirección del PO propuso la necesidad de construir una herramienta concreta para la intervención en la lucha electoral de ese año junto a organizaciones que si bien tenían una visión estratégica diferente, representaban frente al activismo sin partido “organizaciones que han rechazado la cooptación del kirchnersimo” en esos años. La idea era canalizar el descontento de la base social que se suponía rompería con el gobierno a medida que éste se viera obligado a aplicar los ajustes que la crisis mundial le imponía para satisfacer el hambre de bancos, empresas de energía y sojeros.
Dejemos de lado que en los hechos ese descontento de la base social del kirchnerismo tardó dos años en procesarse, porque el gobierno piloteó las medidas recesivas para 2012 y 2014, lo que le permitió sacar un contundente 54% en 2011. El corazón del debate no fue ese. El corazón del debate fue la característica del Frente que se iba a impulsar.

Fue una intervención ruda y lúcida, como todas las que he presenciado de Altamira desde 1999. Un estilo muy particular que lo define, para bien y para mal. En primer lugar subrayó con lujo de detalles que las diferencias entre el PO y las otras dos fuerzas no eran ni son superficiales o discursivas, sino de fondo. Es que, como siempre subrayó el PO en toda su historia, la izquierda no se une porque sencillamente no comprende el mundo de la misma forma, su diagnóstico de la realidad no es el mismo y por lo tanto no conciben de idéntico modo las tareas necesarias para transformarlo. Por lo tanto, el FIT no se concibió en sus orígenes como parte de la resolución de esas diferencias de fondo si no como un frente obligado por la circunstancia de no desaparecer de la batalla política electoral.

Los números indicaban que ni el Frente ya existente del PTS, IS y el Nuevo Mas por un lado y el PO por el otro iban a conseguir pasar el 1,4. Ante la urgencia, dos elecciones provinciales apuraban los tiempos. Antes de abril se habían realizado las elecciones a Gobernador en Catamarca y pocos días después del Congreso que narro había que presentar listas para las de Neuquén. En las elecciones de Catamarca Altamira entendía que el Partido Obrero no era visto todavía por la población como el canal para vomitarle su descontento al régimen podrido que se manifestaba descarnadamente en la provincia. Corpacci llegó al poder con fuerzas militantes de similar envergadura y reconocimiento que las del PO, su base social era el movimiento piquetero y había logrado canalizar ese descontento.

Creyendo firmemente en la caracterización del ascenso de la izquierda como repudio al capitalismo en crisis, y aún constatando una corriente de simpatía popular con el PO que había logrado la prisión preventiva de Pedraza encabezando una fabulosa movilización popular, Altamira entendía que existía una chance cierta que el PO no fuera visto todavía por la población como la expresión electoral de ese repudio y que la conformación de un Frente electoral con otras fuerzas era necesaria. Peor aún, el PTS había impuesto condiciones cercanas al ultimátum para la conformación de las listas en Neuquén, desconociendo la dimensión real de las fuerzas de cada agrupación.

Eso en el punto de la coyuntura más mezquina. El verdadero problema que desarrolló ampliamente Altamira en ese Congreso fue el carácter del Frente De Izquierda que se conformaría más allá de las elecciones. ¿Cuál era esa diferencia? El PO nunca se fundó para ganar elecciones, como cualquier partido burgués o pequeñoburgués. El objetivo del PO es la organización de la clase obrera alrededor de un programa de salida a la crisis del capitalismo con un gobierno de la clase obrera que instaure una dictadura socialista, expropiación del capital, desarrollo de las fuerzas materiales y culturales de la sociedad que posibiliten la abolición de la explotación de clase y el comunismo. La participación en la timba electoral de la burguesía siempre se vió como una tarea necesaria impuesta por la realidad, como la participación en las elecciones sindicales o la lucha salarial, no porque se crea que dirigir un sindicato es la meta final sino porque su conquista posibilita el desarrollo de esa conciencia teórico-práctica entre les trabajadores de la necesidad y posibilidad de la dictadura obrera.

En ese sentido Altamira proponía la constitución de un frente electoral con fuerzas que entendía no compartían los objetivos finales y los métodos pero que iba a permitir canalizar el descontento de las masas con el capitalismo hacia un polo político socialista, como primer paso para una experiencia común que hiciera avanzar la conciencia popular hacia la necesidad de organizarse para expropiar a la burguesía, no sólo de los votos y los cargos, sino de las bases de su poder material. Recuerdo bien que en ese Congreso Altamira marcó con claridad el gran riesgo de constituir el FIT  únicamente para safar del 1,4, es decir, con una mirada estrecha, como un frente puramente electoral. La lucha por un FIT que sólo disputase votos y cargos electivos iba a liquidar al PO como organización que se prepara para la toma del poder por la clase obrera, la iba a diluir en una agrupación democrática más, desviándola de su objetivo histórico. La militancia se formaría, así, en el arte del márketin, reduciendo el debate sobre las mejores consignas para desarrollar una conciencia por el poder en una compulsa de creativos para ver qué eslogan pegaba más: las encuestas de opinión iban a reemplazar a la venta del periódico como medida del avance de la conciencia de las clases sociales atraídas por el PO.


Con el diario del lunes


Pasaron siete largos años desde ese Congreso, las hojas beige de mi cuaderno parecen decirme, con sorna, “yo te avisé” y me convocan a la desmoralización. En 2012 Moyano expresó esa ruptura inicial de la base social del kirchnerismo ante el sacudón del aumento al impuesto a las ganancias en los salarios obreros en blanco que anunciaba la microdevaluación de Kiciloff del verano del 2014 y las elecciones del 2013 anunciaron con más fuerza que los 400 mil votos del 2011 la certeza del ascenso del repudio al gobierno nacional y popular que anticipamos en ese Conreso. Para los mismos años, y al calor de la crisis capitalista mundial, la epopeya chavista de la Patria Grande se fue al reverendo carajo, impulsada por la caída de los precios récord de las materias primas que Sudamérica exporta y el derrumbe del castillo de naipes que Lula construyó con las industrias energéticas y de la construcción en todo el subcontinente.

La desmoralización de las masas con el nacionalismo burgués de centroizquierda llega hoy al pozo más bajo, equivalente al paroxismo con el que creyeron ser eternos. La clase obrera industrial más grande y concentrada de América del Sud, la clase obrera paulista, en 2014 se enfrentó en las calles contra la represión de su propio gobierno del PT indignada por los tarifazos en el transporte y el obsceno despilfarro de billones de reais en las obras del mundial. Esa misma clase obrera hoy es llamada a votar al mismo tipo que la reprimía, Haddad, para que no triunfen los soretes que obligaban a Haddad al tarifazo y el despilfarro.

Nadie se volvió maluco, ¿usted en su sano juicio no estaría igual de desmoralizade y confundide? Imagínese pedirle a les laburantes de LEAR votar mañana por Cristina para evitar la victoria de un candidato que promete aplicar el fascismo como salida a la crisis.

Hay un comediante muy agudo en Brasil, Gregorio Duvivier, que explica el fenómeno de los últimos años diciendo con ironía que Saturno está en retroceso. Olvídese de la influencia de la gravedad de las masas planetarias en los destinos energéticos de la humanidad y piense por un segundo en la fuerza gravitacional de las crisis económicas. Efectivamente, los bajos precios de las materias primas y la suba de tasas de interés de la Reserva Federal yanqui han cortado el flujo de plata dulce hacia las economías sudamericanas y lo chupan todo hacia el corazón del imperio. Sin fondos, la nueva “burguesía nacionalista” que inventaron Chávez, Lula, Cristina, Evo, Correa y Mujica a base de fumarse el dinero público por vías legales e ilegales, como hicieron todos los anteriores, liberales y milicos, desde la independencia para acá, es mejicaneada por las empresas yanquis, rusas, chinas y eurpoeas, que exigen para ellas directamente los proyectos de infraestructura y explotación agraria o energética. Se acabaron los odiosos intermediarios, el capital imperial necesita sangre de América Latina porque anda a los trastazos entre sí, de nuevo, y no duda en usar todos los medios a su alcance, constitucionales e inconstitucionales para lograrlo. Bloqueo comercial en Cuba y Venezuela, golpe de Estado a la vieja usanza en Honduras y Haití o golpes constitucionales en Paraguay y Brasil y si se puede con las urnas como en Argentina y Ecuador o incluso con políticos populistas y guerrilleros como en Nicaragua o Uruguay, Saturno ya no gira más a favor de los nacionalistas sino a favor de las ganancias imperiales.

En este marasmo, la conciencia que tenemos las mayorías de la situación mundial y nacional en cada lugar, la conciencia agregada, esa que se ve en las encuestas y las elecciones, una especie de promedio que apelotona todo, y que nunca hay que olvidar que no expresa cabalmente el estado de la conciencia real de las clases y las fracciones de cada clase, se bambolea de un lado al otro del péndulo, segura sólo de que no le gusta más este régimen social de miseria y muerte cotidiana, pero dudando si la va a rescatar el líder con discurso de izquierda o el líder con discurso de derecha. Es como en las avalanchas en una tribuna de la cancha, la presión de las masas empuja y te lleva puesto hasta el alambrado sin que te des cuenta.

La única forma de colaborar en este proceso caótico es intentar mantenerse firme en lo que uno cree, más allá de los bamboleos ocasionales. La burguesía ha demostrado en todas sus variantes, desplegadas con tiempo y recursos suficientes a lo largo de doscientos años, que no puede, incluso cuando ha querido, garantizarle condiciones sensatas de vida a la inmensa mayoría de la población en nuestros países. Todavía peor, lejos de garantizar un salario y vivienda digna, condiciones de higiene y urbanidad elementales, educación y salud, arte y ciencia, nos empuja a la peor de las barbaries, la guerra callejera, el canibalismo social. Las sociedades sudamericanas se pudren, se descomponen, nos vamos transformando en hordas agresivas disputándonos migajas de vida. Los negocios que dan guita están basados en la hiperexplotación, el secuestro, tortura y la esclavitud de mujeres. Las mercancías que mejor ses venden son las esclavas sexuales, la merca y el paco… y las balas.

La situación presente del Frente de Izquierda es la misma de Izquierda Unida en los 90, un rejunte electoral que aprovecha la desesperación del activismo obrero y socialista para chantajearlo y conseguir su disciplina a cambio de nada. La presión de las rentas surgidas de los escaños parlamentarios ha quebrado el centralismo democrático en el Partido Obrero, reconocido por su propia dirección en el Congreso de 2016. El nivel de disputa faccional, es decir, sin principios, preocupada por el éxito mezquino antes que por el éxito del colectivo, es asfixiante. Los retrocesos de las agrupaciones sindicales clasistas en el movimiento obrero organizado son alarmantes, desde el cordón industrial de Zona Norte, diezmado por la represión kirchnerista-macrista con ayuda del faccionalismo trotskista, hasta la situación en gráficos, ferroviarios y docentes, como expresa claramente de nuevo ATEN. La posibilidad de organizar a la militancia obrera revolucionaria alrededor de un programa socialista, no en un partido, siquiera en un Frente Único sindical parece imposible con estos dirigentes, que son incapaces de organizar sistemáticamente plenarios obreros de sus propias agrupaciones, mucho menos podrían hacerlo con agrupaciones por fuera del FIT ni que hablar con compañeres que se acerquen de otras tradiciones políticas o incluso con rupturas del peronismo.

El Frente electoralero se morfó por completo la posibilidad del Frente de lucha y organización. En mi modesto parecer, la perspectiva defendida por Altamira en el Congreso del 2011 comenzó a perder la partida incluso dentro del propio PO después de las PASO del 2015, donde la idea de un frente electoral anticapitalista sin intenciones organizativas y de lucha común en frentes sindicales, edulcorado con un márketin apropiado y luces de neón venció a la propuesta de desarrollar un polo político obrero y socialista. La “renovación” ganó en las urnas y convenció a la dirección del PO que ese era el camino, prueba de ello es que en las elecciones de 2017 los legisladores del PO aceptaran convocar a “los trabajadores, la juventud, las mujeres y la izquierda” como si se tratase de sujetos sociales diferentes luego de haber destrozado esa manipulación demagógica y marketinera desde 2011 hasta 2015. Una corriente de dirigentes jóvenes del PO ha llegado a reivindicar públicamente la vieja consigna de Nahuel Moreno, inspirada en el castrismo, según la cual la vanguardia revolucionaria puede y debe utilizar todas las armas a su disposición para lograr el objetivo de colocarse al frente del proceso político, y una vez desde allí poner esos recursos al servicio del socialismo.

No se trata aquí de sumar insultos y chicanas, si algo tiene de útil la experiencia histórica de la lucha de clases es que nos posibilita comprender los límites y errores de nuestras organizaciones para poder superarlos a tiempo y fluir con el universo a tiempo a ver si dejamos de perder y empezamos a ganar. No se trata de tildar a este o aquel de morenista, altamirista o lo que sea. Se trata de entender que el ascenso de la izquierda, que como viento de cola sirvió y sirve a quien quiera desarrollar una conciencia organizada por la dictadura obrera y socialista, también puede emborracharle de encuestas, votos y gordos sueldos del Estado, falopa que quiebra a cualquiera que no sepa manejarla, que no se haya prevenido de sus efectos y su poder.

Espero que estos apuntes que ahora escribo para entender lo que pasa, mañana no me vengan a pasar factura. Espero que el susto de Bolsonaro sea suficiente para convencer a la parte más honesta de la militancia de izquierda de que es la hora de poner blanco sobre negro y desplegar nuestras fuerzas en un sentido muy distinto del que ha tenido el Frente de Izquierda hasta hoy y que surja en Argentina y el mundo una corriente que pueda enfrentar las presiones y empujar hacia otra realidad.

Nos urge.

#EleNâo

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