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domingo, 19 de julio de 2015

Macho el que la prueba

¿Qué pasaría si los refranes populares se hicieran realidad?

¿Conoce usted esa típica reflexión que se hace, medio en joda, medio en serio, en las charlas de varones machistas en los descansos del laburo o en el escabio después del picadito, donde arrancó la gastada tradicional de “-che, dejá de mirarle el bulto a Juan, loco... -jejeje... -¿qué, te pusiste celoso, putito?” ?

Si hay algo de camaradería siempre alguno tira “-mirá, para saber si te gusta o no, hay que probarla...”

-“Macho es el que probó y no le gustó” es el cierre obligado y consensuado.

¿Y si un día te diste cuenta que sos un mentiroso? ¿Que te mentís todo el tiempo o te hacés el boludo? Y si un día estás tan sólo, tan en crisis con el amor, las parejas, la edad, el cuerpo y al borde de los 40 se te cae la ficha que una parte de tu infelicidad sexual proviene de haberte reprimido 20 años de fantasear con comerte una pija?

Porque era pecado mortal, ¿te acordás? Vos te creías todo lo que te enseñaban las autoridades establecidas por tus padres, empezando por ellos y siguiendo por el director de la primaria, tus maestras, los sacerdotes, el profe de Teología, los amigos políticos, jueces y policías que hacían negociados con tu viejo, tus amigos de la primaria y secundaria de varones, que ejercitaban la hipocresía católica de nuestros mayores haciendo campeonatos de paja, a ver quién eyaculaba (“escupía”) más lejos y mientras pretendían un juego de machos se miraban las pijas y se auto-erotizaban con la escena de sus amigos del curso dándose placer con la imagen prohibida de nuestra mano en la pija, desnudos y hermosos.

La fantasía, el deseo reprimido del adolescente con el cuerpo de sus compañeros de cursada, era pecado. Pecado. Para ellos el pecado era una sanción concreta, sentían miedo de pasarse la eternidad condenados. Se masturbaban con fotos de revistas porno cuando no existía internet pero en la ducha o en el baño entre las enormes y falsas tetas y las caras de falsos orgasmos y los falsos abrazos y besos del papel impreso, se les colaban los muslos de Cristhian o la espalda fornida de Carlitos, o la bella expresión del hermoso rostro de Santi... y la pija se te ponía más dura cuando pasaba esa imagen más real que la de las fotos, se llenaba de esperma y sangre, como sólo un potrillo adolescente podía y aunque te hicieras el gil sabías que había una conexión entre la imagen de tu compañerito de banco y esa erección, ese placer lacerante y prohibido. Todos los rosarios que rezaste después de tocarte y limpiarte las manos del semen con mucho jabón no sirvieron para borrar el terrible deseo.

Después, ya de grandes, los que no se animaron a enfrentar al dragón y salir del closet, se iban dando cuenta que la fascinación por los videítos de felaciones tenían algo que ver y que en el fondo, muy en el fondo, bien en el fondo de las vísceras lo que los excitaba no era ponerse en el lugar de quien recibía la felatio sino de quien la daba, que lo que los calentaba era la fantasía de comerse una poronga enorme (porque para pijitas ya estaba uno). Y leíste que había estadísticas de millones de varones en todo el mundo, con sus familias heterosexuales y heteronormadas que veían porno gay clandestinamente, y leíste sobre la competencia entre travestis que le ganaban por lejos a las putas en el padrón de clientes, y que los tipos buscan que se lo coja una mina con tetas enormes y una gran poronga. Y pensaste que esta cultura de mierda fabrica mentes enfermas y sexualidades deformadas y que eso explica en parte por qué este mundo es una enorme esfera llena de bosta y malamor.

El amigo que me contó esto que aquí relato es famoso por su profundo y comprometido sentido de la literalidad. Y dice que entró en crisis y que en medio de una crisis de esas de campeonato, que sabés claramente que van a ser una bisagra importante en tu vida, de esas en la que decís voy a aprovechar que estoy al borde de pegarme un corchazo otra vez porque estoy harto del sufrimiento y el fracaso, el mío y el de toda la gente maravillosa que conozco, mejor aprovecho y cumplo todas mis fantasías.

Y se encontró justo, como si el azar fuera un niño de cuatro años con la mentalidad de un duende juguetón, con un hermoso adolescente que adoraba desvirgar putos viejos y después de una charla donde su mejor amigo le tiró el consabido apotegma de “el que no prueba no sabe” se decidió y probó.

-“¿Posta?

-Posta.

-Me estás cachando...

-Para nada...

-Vos te volviste loco... no me cuentes nada

-Sos un reprimido.

-...

-...

-... ¿y cómo fué? ¿Te gustó?

-Fue terrible. Esas dos horas hicieron mucho más por mi salud emocional y mental que los 12 años de psicoterapia. Me encantó chuparla. Era enorme. Yo no sabía que la tenía tan grande y ancha. No tengo idea como hacen los putos para caracterizar el tamaño de una pija con ropa. Una de las peores cosas es que la mía se parecía a un dedo índice rodeado de dedos mucho más grandes o robustos... Es más, toda una parte de la noche fue una sucesión de sensaciones de inferioridad. Cuando me penetró sentí que me habrían al medio, que me desgarraban el cuerpo, el poco placer que sentía fue inundado por una loza de dolor físico. Como cuando te tatuás pero sin ser de esos que disfrutan el dolor. Me sentí dominado, impotente, penetrado, humillado. Lo primero que pensé es si eso sentían las mujeres a las que había penetrado. Me sentí políticamente incorrecto y extremadamente vulnerable. Y de toque pensé que los varones deberían venir con penes intercambiables: una pija finita y mediana para la penetración y una bien grande y jugosa para el sexo oral, de mínima...

-Dejame de joder... vos estás loco... no me cuentes más... no me toqués carajo!!

-Jajajajaja... más allá de la joda, esa pija fue literalmente como un taladro industrial destrozando mis represiones inconscientes más reaccionarias y nefastas. De alguna forma me liberó de mí mismo. Cada vez que me imagino la expresión de todos los forros que pretendieron educarme para que sea un perfecto garca si se enteran que me comí una poronga se me dibuja una sonrisa perfecta en todo el cuerpo.

-Finalmente terminaste probando la pija...

-Pero ahora que probé, te puedo decir que no soy puto. Me dí cuenta que la forma pedorra en que me educaron sexualmente me terminó generando una obsesión fálica, me gustan las pijas para tocarlas, comerlas, lamerlas, beberlas, casi tanto como me gustan las vaginas... (casi tanto, porque como dicen los griegos, nada en el universo se compara al placer de darle placer a una mujer que siente placer...). Pero me di cuenta que no me gustan los varones, nunca me pude enamorar de un varón, no me gusta como piensan, como opinan, como vivencian el mundo, al menos la gran mayoría de los que conozco. Y yo soy de esas personas del orto que no pueden relajarse y coger si no están algo encantadas con la persona que tienen delante. Siempre me pasó lo mismo. Y reconoceme que hay más altas probabilidades de cruzarte con mujeres piolas que con chabones copados. Es el drama de las mujeres heterosexuales...

-O sea que te hiciste mina...

-Claro, pero una mina lesbiana...


[RISAS]

1 comentario:

  1. Guau. Fuerte, pero me encantó. Yo a diferencia del muchacho la probé y me gustó. Qué bajón.

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