La nota de Cecilia Díaz en Prensa Obrera 1372 es lo mejor que se ha dicho hasta ahora para
intentar explicar el fenómeno Plaza
Miserere. En parte porque recoge el punto de vista de la agrupación sobre
su lugar en el mundo del arte y la política.
Sin embargo aún se puede decir algo más. Coincido con el Borga en que la clave del éxito y la repercusión de Miserere está en su intención de provocar una revolución estético-formal. Desde Mario el Paritario hasta la Estrella de la Muerte pejotista y Bjork cantándole a Altamira, sus obras más aplaudidas son aquellas que retuercen todos los recursos técnicos y estéticos a disposición –y particularmente aquellos que provienen de la cultura del cómic, los viedojuegos y la movida tecnológica- para generar una estética tan vanguardista que incluso es una provocación.
Altamira bailando rap vestido de John Travolta es una
provocación: contra los moldes clásicos de la propaganda política, contra los
cánones estéticos más elementales, incluso contra las estructuras estéticas
aceptadas como “normales” por el propio partido en el que los miembros
de Miserere militan.
En este punto son herederos de la mejor tradición leninista,
la de promover y defender una absoluta libertad de creación en el terreno
estético-formal.
También acierta la nota en subrayar la explicación
sociológica del fenómeno, ya que se trata de un colectivo de artistas
provenientes de la pequeño burguesía que fueron atraídos y formados
parcialmente por un partido político de la clase obrera revolucionaria. Su
lugar en la economía, el de jóvenes con la vida material resuelta pero que no
dependen de la explotación del proletariado para sobrevivir, les otorga un
desapego de las clases poderosas que le permiten, no sólo acercarse al enemigo
de clase, además los “libera” de la obligación de sostener determinadas formas
estéticas dominantes.
La importancia de Miserere no debería agotarse en la
anécdota de su influencia en la campaña electoral 2015, que ha sido un aporte
importante para un Partido Obrero que sufre una fuerte censura en los medios de
comunicación masiva. Lo importante de Miserere es que reabre un debate en el
seno de la vanguardia revolucionaria: qué debe hacer un artista revolucionario.
Y en ese debate me anoto para señalar un par de cuestiones.
En primera decir que la ruptura estético-formal es importante
pero no liquida el problema. El vanguardismo no es revolucionario en sí mismo
ya que lo importante es el fondo y no la forma, en un sentido dialéctico, ya
que la forma adecuada para un sentido es lo que termina de soldar la potencia
estético-política de la obra de arte. Quiero decir, el spot de la Estrella de
la Muerte pejotista ha generado una repercusión importante en gran parte por su
osadía formal, sin embargo su planteo político es limitado, ya que identifica
al peronismo como un Mal Absoluto, haciendo posible una lectura que contradice
la intención de Miserere: el PJ del pacto Scioli-Zannini es fuerte y
aparentemente invencible, cuando precisamente se trata de una de las movidas
tácticas más desesperadas del régimen en los últimos 20 años. Se puede
contra-argumentar, con justa razón, que en la saga de Star Wars la Resistencia,
los Jedis, etc. aparecen precisamente para destruir esa fuerza aparentemente
indestructible, sin embargo esto coloca al Frente de Izquierda como el
depositario de la esperanza de quienes sufren al Mal para ser liberados, una
idea mesiánica de la lucha política que no comparten ni Miserere ni el Partido
Obrero, pero que es típica de la pequeño burguesía desmoralizada.
Lo que señalo no es nuevo, es la opinión compartida por
Trotsky y Brecht –y también por Gramsci- en sus debates sobre el modernismo
ruso e italiano y tranquilamente pueden arrojar luz sobre el “debate Miserere”.
Finalmente, el otro aspecto de mi crítica pasa por el gran
límite del vanguardismo estético. Miserere sólo dialoga, como todo artista, con
aquél “publico” que puede comprender el lenguaje en que “hablan”. El alcance de
Miserere no pasa de un reducido sector de la pequeño burguesía y los sectores
obreros con condiciones materiales de existencia similares. Su canal de
difusión son las redes sociales. Nadie puede despreciar el rol de estos canales
y su público, buena parte de la vanguardia de lucha de todas las organizaciones
juveniles, sindicales y políticas del país y del mundo abrevan allí. Pero
Miserere no dialoga con las masas. Desconozco si los compañeros se han
planteado como meta el diálogo con las masas, pero por lo menos entiendo que
éste debería ser el objetivo central de todo programa revolucionario en el
campo artístico.
Y el territorio donde los artistas dialogan con las masas y
participan en el moldeado de su conciencia pertenece a la burguesía, que controla
eso que para bien o para mal se conoce como “industrias culturales”. Desde la
tele y el cine hasta la industria musical pasando por la edición de tiradas
masivas de libros, las industrias culturales controlan los mensajes
estético-políticos que operan en la conciencia y forjan la cultura popular. Hasta
que no avancemos en es terreno, disputando y ganando para las ideas socialistas
y sus artistas ese lugar, entre nosotros y las grandes masas habrá siempre un
abismo imposible de salvar presentando libros en los locales o tirando magia
por las redes.
Mirtha Legrand y Marcelo Tinelli, le guste a quien le guste,
son los intelectuales que forjan la cultura popular argentina, no Miserere, mal
que nos pese. Y por más geniales que sean nuestras creaciones, si no
conquistamos ese territorio con una política sistemática nunca moveremos el
amperímetro. Caeríamos en una posición incómoda desde todo ángulo, como
artistas nos conformaríamos en seguir aportando magia para conseguir un laburo
en el “campo profesional”, produciendo y creando contenidos opuestos a lo que
pensamos mientras intentamos crear cosas revolucionarias cada tanto, dejando
para la toma del poder la oportunidad de volcar toda nuestra creatividad desde
nuevos ministerios de cultura. Lo que pasó con el grupo Bogdanov en Rusia, que
derivó en el debate sobre el Proletkult, que en última instancia derivó en la
creación burocrática del Realismo Socialista en los años 40 por el estalinismo.
Y finalmente, si no tomamos el problema de dialogar con las
masas, nunca pondremos en cuestión nuestra disruptividad estético-formal. Lo
revolucionario de la exploración estética no radica en provocar al statu quo artístico
y político. Lo revolucionario en arte es encontrar la forma exacta para
transmitir un mensaje a la mayor cantidad de gente posible. Revolucionario fue,
por ejemplo, el trabajo de los cineastas del argentinazo vinculados al Frente
de Izquierda y sus actores y actrices, que forjaron los spots “realistas” del
FIT en el 2013 y que hicieron un contacto espectacular con las masas, y que
ganaron votos y simpatías a lo pavote. Una forma estética tan vieja como Balzac
utilizada para transmitir el mensaje revolucionario del FIT a las amplias masas
que estaban rompiendo con el kirchnerismo para lograr un resultado concreto:
plasmar en los resultados electorales el crecimiento de la izquierda en la
última etapa.
La libertad en la creatividad formal no implica la defensa o
búsqueda permanente de un lenguaje “nuevo” o “provocador”, sino en la
efectividad de ese lenguaje para lograr los objetivos propuestos. Eso es lo
realmente revolucionario. Por eso Brecht, con mucha experiencia artística y
vanguardista en el lomo, debatiendo sobre expresionismo y realismo con Lúkacs y
las vanguardias estéticas de su momento llegaba a una conclusión genial: el
artista revolucionario debe estudiar el marxismo en su teoría y práctica, es
decir, debe militar organizado con la vanguardia política para comprender cómo
funciona la realidad y cuáles son las salidas que se le presentan a las masas.
Una vez que el artista revolucionario, a través de su intervención práctica y
organizada en la lucha de clases a incorporado el programa más avanzado de su
clase, debe explorar todas las formas
técnicas estéticas a su alcance para encontrar aquélla que mejor difunda
sus ideas entre los sectores más amplios de la población.
Los compañeros y compañeras que hacen Plaza Miserere -como
las mejores expresiones de la cultura revolucionaria de nuestra generación Las
Manos de Fillipi, Morena Cantero Jrs., el Ojo Obrero- están absolutamente
preparados para cumplir la utopía brechtiana: son militantes revolucionarios y
artistas verdaderos.
Por eso, y por el crecimiento de las ideas socialistas entre las masas y la profunda crisis del régimen burgués, es que tenemos esperanzas.
Por eso, y por el crecimiento de las ideas socialistas entre las masas y la profunda crisis del régimen burgués, es que tenemos esperanzas.
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