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domingo, 13 de enero de 2019

Los dominios del Manchao

Apuntes provisorios para una caracterización catamarqueña

  
¿Por qué pasa en Catamarca? es la pregunta que me ha traído hasta San Fernando del Valle y que se obsesiona en reiterarse a medida que la empiezo a conocer en profundidad.

¿Por qué en una de las más viejas ciudades del territorio argentino, donde no se quiebra todavía el poder feudal de las familias terratenientes y financieras católicas de herencia colonial, las mujeres han dirigido una sublevación de masas que ha encarcelado a los autores materiales del mayor feminicido de su historia contemporánea, el de María Soledad, y limitado severamente el poder de una familia que gobernó más de cien años, el clan Saadi en septiembre de1990?

¿Por qué 28 años después de tamaña movilización callejera de masas a nivel nacional los tres que secuestraron, violaron en masa, torturaron, mutilaron y asesinaron a una joven de diecisiete años, camada 1973 del 5to. año “A” del tradicionalista y reaccionario Colegio del Cármen y José, dependiente de la Iglesia Católica, no están presos y no se han terminado de aclarar todas las relaciones políticas de las altas esferas del Estado en el encubrimiento de los acusados?

¿Por qué en una provincial medieval, donde la Iglesia Católica sigue acumulando y multiplicando ganancias obtenidas de rentas sobre tierras asignadas en merced por los invasores españoles hace cuatroscientos años atrás, se ha desarrollado uno de los agrupamientos de lucha LGBTTTIQ+ más influyentes en la vida política de su ciudad y más importantes del país?

¿Por qué en una ciudad de doscientas mil almas con una comunidad trans visibilizada y politizada (tanto detrás de posiciones conservadoras y burguesas, pequeño burguesas reformistas como clasistas, de lucha e incluso socialistas) donde las mujeres se movilizaron masivamente contra un feminicidio político de Estado, ha pasado en silencio de medios y la Justicia Estatal el brutal asesinato de Cassandra, una chica trans que pretendió encabezar la lucha por un rechazo al regenteo de proxenetas policiales y parapoliciales en junio de 2002, que según el diario local El Ancasti hasta 2011 acumulaba doce crímenes sin resolver contra “homosexuales” (bajo esa categoría el periodista poco informado seguramente integra muchas identidades de género diferentes)?

¿Por qué una provincia con la mayor diversidad mineralífera y metalífera del país no tiene una industria pesada que permita un desarrollo económico que evite su tradición bicentenaria de expulsión de población y la rebaja a una dependencia del empleo precario estatal y privado? ¿Por qué en uno de los mayores reservorios documentales de registros arqueológicos, en una de las zonas con mayor diversidad cultural aborígen, el Estado no invierte casi nada en la investigación y exposición pública de la identidad aborigen milenaria de la mayoría de les trabajadorxs nacidos en Catamarca? ¿Por qué una de las provincias con mayor diversidad de riquezas culturales e históricas no invierte un peso en proteger el patrimonio arquitectónico colonial o por qué una de las provincias con mejores paisajes montañosos precordilleranos no invierte un peso en promover una industria del turismo sustentable?

Las preguntas siguen apareciendo en la cara de la sociedad catamarqueña que une se pone a facetar. En estos pocos días de intensa indagación a las mentes y cuerpos más lúcides de la ciudad hemos encontrado alguna primera hipótesis de aproximación a la respuesta.

Catamarca ¿paradoja o contradicción?


Solemos confundirnos fácilmente quienes no somos especialistas en el pensamiento filosófico ante dos elementos que interactúan entre sí. La realidad catamarqueña nos fascina, nos llama la atención por sus contrastes tan marcados, porque parecen paradojas, es decir, elementos duales que de tan opuestos entre sí no tienen una conexión lógica.

Pero aunque las paradojas existen, si se escarba un poquitito la superficie, se puede descubrir otra forma de relación entre dos elementos opuestos, la contradicción.
La existencia de parejas conceptuales duales (femineidad-masculinidad, cielo-tierra, por ejemplo) dentro de una misma sociedad o ambiente, incluso dentro de un mismo individuo (positrón y neutrón en el átomo) es la constitución de toda la vida en el universo. Cada cosa que existe es producto de dos características que se relacionan entre sí para mantener viva a esa cosa. Esta relación es una contradicción que puede ser violenta o armoniosa pero que nunca expulsa a un aspecto de la contradicción en favor del otro ni tampoco se complementan. Sencillamente cuando cualquier característica física, emocional o consciente se planta y surge, una característica contraria aparece y se establece una lucha entre esa contradicción cuya resolución explica la existencia de ese individuo u objeto.

La lucha de clases dominantes y dominadas es el motor del especie humana desde hace cinco mil años así como el intercambio de energía entre sus aspectos positivos, negativos y neutros es el motor de vida de cata átomo de materia existente.

En el caso de Catamarca, el caso María Soledad Morales es un ejemplo muy claro y extraño para pensar en estos términos. La lucha entre las clases dependientes del presupuesto del Estado y las explotadas por el capital “privado” contra los clanes familiares dueños de la provincia, sus recursos y el Estado desde el siglo 17, está presente como la contradicción que explica la base material donde se construye todo el edificio social y la vida catamarqueña. Pero pocos pueden comprender todavía hoy cómo las mujeres más sometidas y sumisas después de cuatro siglos de patriarcalización católica de las relaciones de parentesco han dirigido un verdadero terremoto de alcance nacional en reacción a un femicidio provocado por los varones jóvenes de los clanes dominantes para adoctrinar y someter la rebeldía de las mujeres de su generación. Esa aparente paradoja se puede ver a simple vista en la forma de lucha que el movimiento de justicia por María Soledad eligió para actuar: las Marchas del Silencio. La mujer y el pueblo catamarqueños han derrumbado en movilizaciones callejeras el poder del clan familiar Saadi durante dos décadas pero no han gritado un insulto, no han coreado una consigna, no han denunciado con sus voces. Y ese silencio hoy es una lápida incómoda, porque protege la vida en libertad de los tres acusados y la reproducción en el poder de otros clanes ligados a los Saadi. Es difícil comprender una sociedad capaz de provocar terremotos silenciosos.

Mausoleo en homenaje a María Soledad Morales desde donde
salieron todas las movilizaciones en reclamo de justicia,
Valle Viejo, Catamarca

La cinco veces fracasada


Les catamarqueñes dicen que “Catamarca te atrapa” porque han conocido de muchos casos de familias foráneas o de paso que se han terminado afincando en una de las provincias menos pobladas del país que, paradójicamente, es una de las que históricamente más expulsan población en forma de trabajadorxs emigrantes. La fascinación por estas facetas paradójicas parece encandilar las conciencias que ante la fascinación por el misterio se van quedando hasta ser atrapades por la paradoja y pasar a ser parte de ella, alimentando el efecto y el proceso en otras personas.

Una catamarqueña fascinante que conocí en la transición de la última noche del 2018 hacia el amanecer del 2019, especializada en la observación etnográfica y arqueológica de la sociedad en que nació hace cuarenta y cinco años me cuenta que las mujeres catamarqueñas y el pueblo llano en general son sumisos, suelen evitar cualquier tipo de confrontación o reclamo de justicia, agachar cabeza y buscar alguna vía para continuar. Y eso no siempre ha sido así.

La misma ciudad de San Fernando del Valle es la prueba. Comparte con Buenos Aires la cocarda de que su fundación original haya fracasado por el rechazo armado de las poblaciones que habitaban ese suelo originalmente, pero al cuadrado. El inútil cerebro militar del Adelantado Pedro de Mendoza fracasó en sostener la ciudad fundada en febrero de 1536 debido a una combinación entre su propia estrechez mental (funda un establecimiento humano en la región inundable de una barranca) su mentalidad racista (después del intercambio pacífico de alimentos con las poblaciones locales decreta su sumisión y la expropiación de los productos de su trabajo considerando que la superioridad racial española le asegurará la victoria inmediata) y el poder invencible de la cooperación de las poblaciones nómades y guerreras de la llanura pampeana. Su campamento cayó en la locura, el canibalismo y finalmente el hambre mortal que llevó al abandono de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Ayres, que sólo sería exitosa después que la mentalidad práctica de Juan de Garay estableciera el ejido en la meseta no inundable de la barranca y adquiriese una actitud de respeto y temor de las culturas nómades que estaban invadiendo, prefiriendo estar alejados de ellas que buscando irritarles, al menos hasta que contaran con la fuerza militar suficiente para aplastarlas. La ciudad de Garay no ha parado de crecer desde 1580.

Pero la fundación definitiva de San Fernando del Valle en julio de 1683 por el militar gaditano Fernando de Mendoza y Mate de Luna en la herradura hundida rodeada por las cadenas serranas paralelas que corren de sur a norte del milenario Ambato y la quebrada del Ancasti, fue el único intento que prosperó después de cinco fracasos previos. La necesidad para el Virreynato de Lima y la guardia militar del Pacífico Sur en Santiago de Chile de asentar familias europeas en el cruce de caminos más cercano entre la red de ciudades de abastecimiento y defensa del Cerro Rico de Potosí más al sur, a doscientos y pico de kilómetros de San Miguel de Tucumán y Santiago del Estero por el norte y el noreste, a poco más de cien kilómetros de La Rioja y por lo tanto de la red de ciudades que sostenían a la Capitanía General de Santiago de Chile en el extremo sudoeste. Sin embargo, el desconocimiento de las características paradojales o contradictorias del territorio y la rebeldía de las poblaciones locales que llevaban más de veinte mil años viviendo en la zona hicieron fracasar cinco veces su establecimiento.

En junio de 1558 se fundó en el valle del Quinmivil Londres de la Nueva Inglaterra y sólo el capitán cordobés Juan Pérez de Zurita (subordinado a la Capitanía de Santiago de Chile que llegara a ser gobernador de Santa Cruz dela Sierra y de La Paz) podría justificar tan insólito nombre. Tres años después, en 1561, su población fue trasladada al Valle del Conando y re-bautizada Villagra hasta que en 1607 el gobernador de La Rioja Gaspar Doncel funda San Juan Bautista de la Ribera hasta que las crecidas del río Famayil obligan a trasladarla en 1612. Cuando en 1630 las guerras kalchakíes  destruyen la ciudad, se traslada al viejo emplazamiento de Londres y en 1633 el militar sevillano Jerónimo Luis de Cabrera y Garay (adelantado del Virrenato de Perú en la gobernación del Tucumán y fundador de Córdoba) fundó San Juan Bautista de la Ribera de Pomán que fue abandonada otra vez por los ataques aborígenes.

La fundación definitiva de Catamarca (y el repoblamiento de las ciudades en los lugares de su peregrinaje previo, Londres, Belén y Pomán) fue posible porque se terminaron las razones que les impedían a los españoles echar raíz en las montañas y valles Calchakíes, la ferocidad con que sus habitantes defendieron su derecho ancestral a no ser explotados y expropiados por los invasores europeos. Pudieron respirar recién cuando el cerco de hierro de ejércitos entrenados en la guerra de saqueo y exterminio de los Andes Centrales y destacamentos provenientes de Asunción y Santiago de Chile ahogaron en sangre a las mútiples tribus que hablaban un idioma común, el kakán, quienes fueron masacrades, relocalizades a mil seiscientos kilómetros al sudeste para intentar aportar fuerza de trabajo gratuita a los españoles de Buenos Aires (remember Kilmes) y sometides a trabajar forzadamente para los conquistadores.

La Virgencita del Valle: una estrategia de colonización


La fundación de una ciudad española en la conquista es muy sencilla, se regalan tierras a las familias de los militares que participaron de la masacre (merced de tierras) y se les asignan familias aborígenes para ser explotadas como servidumbre personal en las fincas agrícolas, los obrajes textiles, las canteras mineras y el trabajo doméstico (encomienda de indios o yanaconazgo). El éxito de una ciudad imperial se basaba en la capacidad militar para delimitar un espacio geográfico, defenderlo y doblegar a la población local para que trabaje bajo la explotación del conquistador. La guerra de guerrilla de las poblaciones que defendieron el territorio más al sur del Tawantinsuyu gobernado por el Inka desde Cuzco, el Collasuyu, impidió que las ciudades españolas desde Tarija y San Salvador hasta Santiago del Estero vivieran en paz y destruyó cinco intentos de cerrar el circuito entre Potosí y Chile por Catamarca.

Los cinco fracasos demuestran con más fuerza la misma tesis de Buenos Aires, la conquista española no se debió a una natural superioridad racial sino a la capacidad técnica de movilizar tropas desde la península sistemáticamente hasta lograr la superioridad numérica que aplastase a la población local. Contradictoriamente, la colonización española de los territorios que hoy pertenecen a la provincia de Catamarca sólo fue posible cuando se quebraron las últimas fuerzas calchakíes y encontraron una población aborígen que explotar en el fondo del cuenco del Valle entre el Ambato y el Ancasti, un pueblo de una cultura llamada Choya, significa, paradójicamente Desobediente.

Catedral católica de San Fernando del Valle de Catamarca,
ubicada en el solar original donde se trazó la Plaza Mayor a fines del siglo XVII
pero construida en el siglo XIX por arquitectos de influencia
neo romántica italiana


La Iglesia Católica también es pagada en tierras y aborígenes a cambio de hacer su trabajo de domesticación emocional de las conciencias para sostener la sumisión de los pueblos originarios sin necesidad de seguir invirtiendo guita en ejércitos y policía. Prueba de ese trabajo es la “aparición milagrosa” de la Virgen del Valle justo en la gruta donde durante varios miles de años la población de Choya adoraba a sus deidades femeninas, producto de la simbología y estructura de parentescos de las colonias agrícolas subordinadas al incaico, en su calidad hurín, femenina, por habitar el nicho ecológico de abajo, del valle húmedo; a pocos kilómetros sobre la cuesta del Ambato se pueden visitar como hice ayer los restos arqueológicos del pucará incaico llamado hoy Pueblo Escondido, que seguramente haya funcionado como la parcialidad hanán de los Choya, las familias habitantes de los pisos ecológicos del alto de la ceja montañosa, metalúrgicos y dedicados a la defensa, portadores de atributos masculinos.

La rebeldía no es más que la lucha decidida en la defensa de los intereses económicos, materiales y simbólicos que mantienen la autonomía de una comunidad humana. Choya fue la última resistencia en ser quebrada de una guerra de los pueblos de las quebradas de Humawaka, el Valle del Lerma y los valles que bajan desde el Aconguija, siendo el Ambato la última cadena montañosa antes de las sierras que anticipan las llanuras pampeanas de la cuenca del Paraná.

Catamarca existe continuamente los últimos cuatroscientos treinta años porque quebraron la rebeldía de Choya. A diferencia del presente de las comunidades aborígenes que llegaron a mejores condiciones de existencia después de las guerras de exterminio sobre todo donde hubieron guerras y revoluciones en las que obtuvieron derechos, del pueblo de Choya no ha quedado autoconciencia alguna entre sus descendientes. El mestizaje permitido con criollos bastardos y africanes en condiciones de esclavitud hace que la mayor parte de las familias explotadas y oprimidas en San Fernando sean descendientes directos del pueblo de Choya, pero hasta el enorme barrio al noroeste de la ciudad donde estaba ubicado el pueblo originario, en la falda del Ambato, ha sido rebautizado “Milagros” en referencia a la “aparición” de la Virgen María.

Con la misma falta de originalidad que la Iglesia Católica “encontró” para el Imperio Romano a la Virgen María apareciéndose en lagos y cascadas donde se reunían las druidas de las comunidades célticas a adorar a las divinidades femeninas del norte europeo, en toda América conquistada la Virgen María volvió a aparecerse frente a un campesino originario humillado ante su manto que correría a llevar la noticia milagrosa a sus propios amos, que con una ingenuidad increíble en espíritus tan dados a la masacre de cuerpos humanos, le creerán el milagroso accidente y construirán un nuevo templo sobre las cenizas del culto religioso anterior. La leyenda de la Virgen del Valle es el sermón con que los curas y monjas adoctrinaron durante cuatroscientos años a las familias explotadas y pobres de la región: besa la mano de tu amo, respeta sus órdenes y serás feliz, rebélate y sufrirás las consecuencias.

Es una parábola de sumisión que mantiene el terror a la represión física como constante para el desarrollo de los mecanismos de represión y bloqueo del deseo de libertad y el derecho a vivir según los criterios de su cultura milenaria. Los crímenes horrendos sobre los cuerpos de grupos sociales dominados como los que suelen aparecer periódicamente en la provincia de Catamarca vienen a “recordar” a las poblaciones de memoria floja cómo son las cosas acá: o sumisión plena o una muerte horrible.

El cuerpo de María Soledad, descartado en una cantera para que los obreros picapedreros lo descubrieran al entrar al primer turno de un lunes, con claras y evidentes marcas de tortura, violación colectiva y mutilación de las partes más femeninas, es el recordatorio de qué les sucede a quienes olviden el mensaje del indio sumiso que le reza a la Virgen en lugar de a su diosa anterior.

Una amiga íntima que cursaba en la otra división del quinto año del mismo colegio de monjas que María Soledad, me ha contado lo que era bien conocido. Después de la dictadura militar, arrastradas por las ilusiones democráticas, las alumnas del Colegio del Cármen gritaron su rebeldía contra la hipocrasía y la represión de la familia católica. No se hicieron fanáticas de V8 o Hermética, no pintaron la A de “Anarquía” con aerosol en las paredes, usaron la sexualidad como provocación contra las monjas. Había un ritual de iniciación, por ejemplo, que consistía en dejar en bolas a alguna compañera adentro del aula, con cualquier excusa, cumpleaños, noviazgo, etc. La susodicha tenía que recorrer la escuela desnuda buscando su ropa. Las alumnas del Carmen, quienes eran educadas en la rígida moral católica para ser las esposas ideales de los machitos de la clase media y alta de un San Fernando cajetilla, en lugar de liberarse sexualmente dando rienda suelta a sus pulsiones y deseo, usaban la sexualidad como una forma de provocación contra las monjas y el destino que fabricaban para ellas.

De ahí una confusión que no es deshonesta ni paradojal cada vez que en los medios nacionales se cuestiona la promiscuidad sexual de María Soledad. La “Sole” no era una joven reconocida por su desenfreno sexual, todo lo contrario, era la novia modelo del sorete que la entregó a su tortura y muerte. Pero sí era del Colegio donde las “chicas estaban sarpadas” usando la sexualidad como rebeldía.

Como explica muy bien Rita Segato en La guerra contra las mujeres, crímenes como el de María Soledad no se restringen al sadismo de dos o tres varones y a la privacidad de las relaciones humanas. Son por el contrario crímenes políticos en los que una fratria de violadores y asesinos envía un mensaje claro a las mujeres de su sociedad. Estos machitos, hijos de las familias dueñas de Catamarca quisieron comunicar un doble mensaje: nosotros tenemos el poder absoluto sobre vuestros cuerpos y voluntades y… basta de rebeldía las niñas del Colegio del Cármen.

Las mujeres catamarqueñas comprendieron el mensaje y reaccionaron movilizando a la mayoría del pueblo a las calles, a escala nacional, hasta que derribaron al clan Saadi y encarcelaron a los asesinos materiales. Un terremoto feminista con epicentro en Valle Viejo que, como dice una egresada del Colegio del Cármen que atiende una despensa en el barrio Las Viñitas del sur de la ciudad, “cambiamos las cosas acá en Catamarca”. Efectivamente, y como parte de una crisis de régimen mucho más profunda, que involucró el Santiagueñazo de 1993, por ejemplo, en Catamarca la burguesía tuvo que barajar y dar de nuevo, inventando primero el Frente Cívico y Social y luego ofreciendo un juego más democrático en Legislaturas y municipios. Después de María Soledad, Catamarca conoció la lucha ambientalista contra la megaminería contaminante de la Barrick Gold en Bajo La Alumbrera y un poderoso movimiento de lucha entre docentes, enfermeras, desocupades, etc.

Estatua en el Mausoleo Homenaje a María Soledad Morales,
a pocos metros de la cantera donde fue plantado su cuerpo masacrado
en Valle Viejo, Catamarca. Las ofrendas son en su mayoría
de adolescentes mujeres a punto de egresar al secundario
que le piden o agradecen a la Sole como a una santita.

El alma del Manchao


Esta misma compañera me ha comentado la fascinasción que existe entre quienes practican el montañismo por el pico máximo del Ambato, el Manchao, de cuato mil quinientos metros sobre el nivel del mar. Se trata de un desafío interesante por lo escarpado de la subida más que por la altura o el clima. Y porque el Manchao suele tronar como si estuviese a punto de parir, tiene convulsiones que no llegan a ser terremotos pero que parecieran el despertar de un gigante furioso. “Al Manchao se lo respeta” dicen les catamarqueñes como les marineres y pescadores que aconsejan sobre la mar. En su idioma natal, manchao no significa lleno de manchas, sino “Manch” como “miedo” y “ao” lugar, “Lugar que da miedo”.

Las montañas de Catamarca como el Manchao que forma parte del Ambato, son como me ha explicado una geóloga del lugar, rocas plutónicas, es decir, lugares donde la actividad del magma no está tan cerca de la superficie, y permite una ebullición lenta de calor y magnetismo sobre minerales y metales. Por eso se desarrollan toda variedad de cuarzos y la rodocrosita, porque, como un enorme útero, las montañas van alquimiando la roca y el metal durante milenios. Lo contrario del vulcanismo, donde ese proceso se desencadena abruptamente, expulsando rocas, metales y magma hacia la superficie en una sóla erupción.

Así también se generan los sismos, dos partes de una enorme placa de piedra, quebradas o hundidas, se atoran en algún tramo común, y su paso lento y contradictorio va acumulando energía contenida. Los terremotos son, se sabe, liberación de energía acumulada, contenida durante décadas o centurias.

Es la única forma de explicarnos la evolución de la sociedad catamarqueña después de la derrota de las poblaciones kakán en el siglo 17 y los siguientes cuatroscientos años de colonización por la Iglesia Católica y los descendientes de los Adelantados españoles. La estrategia de dominación es la sumisión del pueblo trabajador, tanto de las familias campesinas en su momento como los que formaron parte de la construcción, la megaminería o quienes se desempeñan hoy como trabajadores del Estado; pero sobre todo del trabajo doméstico de las mujeres catamarqueñas, a quien la Iglesia adoctrina desde pequeñas para cumplir una función clara de sirvientas incluso simbólicas. Esos niveles brutales de represión, de anulación de identidades y deseos, durante decenas de años dan la impresión superficial que se trata de una población sometida y pacífica, pero su rebeldía y su identidad independiente se van acumulando en el interior de las conciencias, se van amalgamando como el cuarzo y cociéndose lentamente como en paila de cobre hasta que encuentran el cauce, la fisura en la dominación social para escapar, para fluir y estallar.

La sociedad catamarqueña parece regida por el mismo Manchao, reventando cada tanto en movimientos espasmódicos capaces de voltear todo lo establecido después de largas temporadas de aparente calma. Falta todavía que emerja como en el siglo 17 una conciencia que pueda unificar y dar un sentido a toda esa bronca reprimida, coordinar un combate concentrado contra el Estado, las familias gobernantes, su policía brava y su Iglesia criminal,  como hicieran los kurakas como Chelemín.

Una conciencia de clase, que recupere la historia de la conciencia de lucha propia de Catamarca y la entronque con sus hermanas y hermanos de clase en todo el país y el mundo, una conciencia con fuerte arraigo en la propia identidad, para que los próximos estallidos no sólo sean capaces de derribar lo establecido, sino también de sacar afuera lo reprimido y poder construir una sociedad mejor, más abierta y menos hipócrita, con relaciones familiares basadas en el amor y no en el lucro o la explotación, una sociedad donde cada quién pueda disfrutar su identidad de género como mejor desee, una sociedad que vuelva a relacionarse armónicamente con su ambiente natural para obtener recursos que sostengan a la población humana y que esta contribuya a perpetuar el ambiente, no a destrozarlo.

Dos mil años antes de la llegada del Estado Inka y español, la región del Ambato y el Ancasti sostenía una densidad de población por metro cuadrado varias veces superior a la que se sostiene hoy. Y el equilibrio ecológico no era violentado. La burguesía catamarqueña demuestra todos los días su incapacidad supina para organizar la vida en mejores condiciones que la cultura La Aguada. Es por eso que no gastan un peso en la investigación de las formas organizativas de las culturas prehispánicas en la región, no quieren ese peso de evidencia sobre su presente, al mismo tiempo que pretenden mantener en el olvido la autoconciencia de les descendientes del kakán.

Citando a Hegel o Aristóteles, Marx y Engels solían decir que la humanidad es la parte de la naturaleza que se piensa a sí misma. La clase obrera explotada y oprimida de Catamarca, sus mujeres y géneros disidentes de la heteronorma, sus comunidades campesinas expropiadas de tierras, aguas y cultura, deberán encontrarse en los cortes de rutas y tomas de tierras, una y otra vez, para ir amasando con la paciencia del chapati un programa de lucha común contra el responsable común de toda la mierda sufrida por separado, cocinando juntes el dulce de fruta en el fogón, a tres o cuatro hervores, cosa de que macere bien.


Confiamos en un pueblo catamarqueño que es sostenido en la aparente sumisión cotidiana bajo toneladas de material represivo. Todo lo reprimido, como enseña el Manchao, tiende a salir a la superficie. Esperamos y apostamos para que los próximos estallidos derrumben al Estado y permitan la construcción de otra Catamarca, más digna de volver a llamarse Choya. Brindamos por un futuro en el que la Virgencita del Valle haya sido desterrada y el único culto popular sea el de María Soledad, protectora de las jóvenes egresadas del secundario, de las mujeres desobedientes, que se niegan a su destino de criada gratuita, saco de golpes, carne de cañón, las mujeres Choya.

El lunes 7 de enero de 2019, mientras escribíamos este artículo
y coincidiendo con una violenta tormenta de viento,
la cruz norte de la Catedral de San Fernando del Valle
amaneció en riesgo de derrumbe.
Creer o reventar.

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