Apuntes provisorios para una caracterización
catamarqueña
¿Por qué pasa en
Catamarca? es la pregunta que me ha traído hasta San Fernando del Valle y que
se obsesiona en reiterarse a medida que la empiezo a conocer en profundidad.
¿Por qué en una
de las más viejas ciudades del territorio argentino, donde no se quiebra
todavía el poder feudal de las familias terratenientes y financieras católicas
de herencia colonial, las mujeres han dirigido una sublevación de masas que ha
encarcelado a los autores materiales del mayor feminicido de su historia
contemporánea, el de María Soledad, y limitado severamente el poder de una
familia que gobernó más de cien años, el clan Saadi en septiembre de1990?
¿Por qué 28 años
después de tamaña movilización callejera de masas a nivel nacional los tres que
secuestraron, violaron en masa, torturaron, mutilaron y asesinaron a una joven
de diecisiete años, camada 1973 del 5to. año “A” del tradicionalista y
reaccionario Colegio del Cármen y José, dependiente de la Iglesia Católica, no
están presos y no se han terminado de aclarar todas las relaciones políticas de
las altas esferas del Estado en el encubrimiento de los acusados?
¿Por qué en una
provincial medieval, donde la Iglesia Católica sigue acumulando y multiplicando
ganancias obtenidas de rentas sobre tierras asignadas en merced por los invasores españoles hace cuatroscientos años atrás,
se ha desarrollado uno de los agrupamientos de lucha LGBTTTIQ+ más influyentes
en la vida política de su ciudad y más importantes del país?
¿Por qué en una
ciudad de doscientas mil almas con una comunidad trans visibilizada y
politizada (tanto detrás de posiciones conservadoras y burguesas, pequeño
burguesas reformistas como clasistas, de lucha e incluso socialistas) donde las
mujeres se movilizaron masivamente contra un feminicidio político de Estado, ha
pasado en silencio de medios y la Justicia Estatal el brutal asesinato de
Cassandra, una chica trans que pretendió encabezar la lucha por un rechazo al
regenteo de proxenetas policiales y parapoliciales en junio de 2002, que según
el diario local El Ancasti hasta 2011
acumulaba doce crímenes sin resolver contra “homosexuales” (bajo esa categoría el
periodista poco informado seguramente integra muchas identidades de género
diferentes)?
¿Por qué una
provincia con la mayor diversidad mineralífera y metalífera del país no tiene
una industria pesada que permita un desarrollo económico que evite su tradición
bicentenaria de expulsión de población y la rebaja a una dependencia del empleo
precario estatal y privado? ¿Por qué en uno de los mayores reservorios
documentales de registros arqueológicos, en una de las zonas con mayor
diversidad cultural aborígen, el Estado no invierte casi nada en la
investigación y exposición pública de la identidad aborigen milenaria de la
mayoría de les trabajadorxs nacidos en Catamarca? ¿Por qué una de las
provincias con mayor diversidad de riquezas culturales e históricas no invierte
un peso en proteger el patrimonio arquitectónico colonial o por qué una de las
provincias con mejores paisajes montañosos precordilleranos no invierte un peso
en promover una industria del turismo sustentable?
Las preguntas
siguen apareciendo en la cara de la sociedad catamarqueña que une se pone a
facetar. En estos pocos días de intensa indagación a las mentes y cuerpos más
lúcides de la ciudad hemos encontrado alguna primera hipótesis de aproximación
a la respuesta.
Catamarca ¿paradoja o contradicción?
Solemos
confundirnos fácilmente quienes no somos especialistas en el pensamiento
filosófico ante dos elementos que interactúan entre sí. La realidad
catamarqueña nos fascina, nos llama la atención por sus contrastes tan
marcados, porque parecen paradojas,
es decir, elementos duales que de tan opuestos entre sí no tienen una conexión
lógica.
Pero aunque las
paradojas existen, si se escarba un poquitito la superficie, se puede descubrir
otra forma de relación entre dos elementos opuestos, la contradicción.
La existencia de
parejas conceptuales duales (femineidad-masculinidad, cielo-tierra, por
ejemplo) dentro de una misma sociedad o ambiente, incluso dentro de un mismo
individuo (positrón y neutrón en el átomo) es la constitución de toda la vida
en el universo. Cada cosa que existe es producto de dos características que se
relacionan entre sí para mantener viva a esa cosa. Esta relación es una contradicción que puede ser violenta o
armoniosa pero que nunca expulsa a un aspecto de la contradicción en favor del
otro ni tampoco se complementan. Sencillamente cuando cualquier característica
física, emocional o consciente se planta y surge, una característica contraria
aparece y se establece una lucha entre esa contradicción cuya resolución
explica la existencia de ese individuo u objeto.
La lucha de
clases dominantes y dominadas es el motor del especie humana desde hace cinco
mil años así como el intercambio de energía entre sus aspectos positivos,
negativos y neutros es el motor de vida de cata átomo de materia existente.
En el caso de
Catamarca, el caso María Soledad Morales es un ejemplo muy claro y extraño para
pensar en estos términos. La lucha entre las clases dependientes del
presupuesto del Estado y las explotadas por el capital “privado” contra los
clanes familiares dueños de la provincia, sus recursos y el Estado desde el
siglo 17, está presente como la contradicción
que explica la base material donde se construye todo el edificio social y la
vida catamarqueña. Pero pocos pueden comprender todavía hoy cómo las mujeres
más sometidas y sumisas después de cuatro siglos de patriarcalización católica
de las relaciones de parentesco han dirigido un verdadero terremoto de alcance
nacional en reacción a un femicidio provocado por los varones jóvenes de los
clanes dominantes para adoctrinar y someter la rebeldía de las mujeres de su generación.
Esa aparente paradoja se puede ver a
simple vista en la forma de lucha que el movimiento de justicia por María
Soledad eligió para actuar: las Marchas del Silencio. La mujer y el pueblo
catamarqueños han derrumbado en movilizaciones callejeras el poder del clan
familiar Saadi durante dos décadas pero no han gritado un insulto, no han
coreado una consigna, no han denunciado con sus voces. Y ese silencio hoy es
una lápida incómoda, porque protege la vida en libertad de los tres acusados y
la reproducción en el poder de otros clanes ligados a los Saadi. Es difícil
comprender una sociedad capaz de provocar terremotos silenciosos.
Mausoleo en homenaje a María Soledad Morales desde donde salieron todas las movilizaciones en reclamo de justicia, Valle Viejo, Catamarca |
La cinco veces fracasada
Les
catamarqueñes dicen que “Catamarca te atrapa” porque han conocido de muchos
casos de familias foráneas o de paso que se han terminado afincando en una de
las provincias menos pobladas del país que, paradójicamente,
es una de las que históricamente más expulsan población en forma de
trabajadorxs emigrantes. La fascinación por estas facetas paradójicas parece
encandilar las conciencias que ante la fascinación por el misterio se van
quedando hasta ser atrapades por la paradoja y pasar a ser parte de ella,
alimentando el efecto y el proceso en otras personas.
Una catamarqueña
fascinante que conocí en la transición de la última noche del 2018 hacia el
amanecer del 2019, especializada en la observación etnográfica y arqueológica
de la sociedad en que nació hace cuarenta y cinco años me cuenta que las
mujeres catamarqueñas y el pueblo llano en general son sumisos, suelen evitar
cualquier tipo de confrontación o reclamo de justicia, agachar cabeza y buscar
alguna vía para continuar. Y eso no siempre ha sido así.
La misma ciudad
de San Fernando del Valle es la prueba. Comparte con Buenos Aires la cocarda de
que su fundación original haya fracasado por el rechazo armado de las poblaciones
que habitaban ese suelo originalmente, pero al cuadrado. El inútil cerebro
militar del Adelantado Pedro de Mendoza fracasó en sostener la ciudad fundada
en febrero de 1536 debido a una combinación entre su propia estrechez mental
(funda un establecimiento humano en la región inundable de una barranca) su
mentalidad racista (después del intercambio pacífico de alimentos con las
poblaciones locales decreta su sumisión y la expropiación de los productos de
su trabajo considerando que la superioridad racial española le asegurará la
victoria inmediata) y el poder invencible de la cooperación de las poblaciones
nómades y guerreras de la llanura pampeana. Su campamento cayó en la locura, el
canibalismo y finalmente el hambre mortal que llevó al abandono de la Santísima
Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Ayres, que sólo sería exitosa
después que la mentalidad práctica de Juan de Garay estableciera el ejido en la
meseta no inundable de la barranca y adquiriese una actitud de respeto y temor
de las culturas nómades que estaban invadiendo, prefiriendo estar alejados de
ellas que buscando irritarles, al menos hasta que contaran con la fuerza
militar suficiente para aplastarlas. La ciudad de Garay no ha parado de crecer
desde 1580.
Pero la
fundación definitiva de San Fernando del Valle en julio de 1683 por el militar
gaditano Fernando de Mendoza y Mate de Luna en la herradura hundida rodeada por
las cadenas serranas paralelas que corren de sur a norte del milenario Ambato y
la quebrada del Ancasti, fue el único intento que prosperó después de cinco
fracasos previos. La necesidad para el Virreynato de Lima y la guardia militar
del Pacífico Sur en Santiago de Chile de asentar familias europeas en el cruce
de caminos más cercano entre la red de ciudades de abastecimiento y defensa del
Cerro Rico de Potosí más al sur, a doscientos y pico de kilómetros de San
Miguel de Tucumán y Santiago del Estero por el norte y el noreste, a poco más
de cien kilómetros de La Rioja y por lo tanto de la red de ciudades que sostenían
a la Capitanía General de Santiago de Chile en el extremo sudoeste. Sin
embargo, el desconocimiento de las características paradojales o
contradictorias del territorio y la rebeldía de las poblaciones locales que
llevaban más de veinte mil años viviendo en la zona hicieron fracasar cinco
veces su establecimiento.
En junio de 1558
se fundó en el valle del Quinmivil Londres de la Nueva Inglaterra y sólo el
capitán cordobés Juan Pérez de Zurita (subordinado a la Capitanía de Santiago
de Chile que llegara a ser gobernador de Santa Cruz dela Sierra y de La Paz)
podría justificar tan insólito nombre. Tres años después, en 1561, su población
fue trasladada al Valle del Conando y re-bautizada Villagra hasta que en 1607
el gobernador de La Rioja Gaspar Doncel funda San Juan Bautista de la Ribera
hasta que las crecidas del río Famayil obligan a trasladarla en 1612. Cuando en
1630 las guerras kalchakíes destruyen la
ciudad, se traslada al viejo emplazamiento de Londres y en 1633 el militar
sevillano Jerónimo Luis de Cabrera y Garay (adelantado del Virrenato de Perú en
la gobernación del Tucumán y fundador de Córdoba) fundó San Juan Bautista de la
Ribera de Pomán que fue abandonada otra vez por los ataques aborígenes.
La fundación
definitiva de Catamarca (y el repoblamiento de las ciudades en los lugares de
su peregrinaje previo, Londres, Belén y Pomán) fue posible porque se terminaron
las razones que les impedían a los españoles echar raíz en las montañas y
valles Calchakíes, la ferocidad con que sus habitantes defendieron su derecho
ancestral a no ser explotados y expropiados por los invasores europeos.
Pudieron respirar recién cuando el cerco de hierro de ejércitos entrenados en
la guerra de saqueo y exterminio de los Andes Centrales y destacamentos
provenientes de Asunción y Santiago de Chile ahogaron en sangre a las mútiples
tribus que hablaban un idioma común, el kakán, quienes fueron masacrades,
relocalizades a mil seiscientos kilómetros al sudeste para intentar aportar
fuerza de trabajo gratuita a los españoles de Buenos Aires (remember Kilmes) y
sometides a trabajar forzadamente para los conquistadores.
La Virgencita del Valle: una estrategia de colonización
La fundación de
una ciudad española en la conquista es muy sencilla, se regalan tierras a las
familias de los militares que participaron de la masacre (merced de tierras) y se les asignan familias aborígenes para ser
explotadas como servidumbre personal en las fincas agrícolas, los obrajes
textiles, las canteras mineras y el trabajo doméstico (encomienda de indios o yanaconazgo).
El éxito de una ciudad imperial se basaba en la capacidad militar para
delimitar un espacio geográfico, defenderlo y doblegar a la población local
para que trabaje bajo la explotación del conquistador. La guerra de guerrilla
de las poblaciones que defendieron el territorio más al sur del Tawantinsuyu
gobernado por el Inka desde Cuzco, el Collasuyu, impidió que las ciudades
españolas desde Tarija y San Salvador hasta Santiago del Estero vivieran en paz
y destruyó cinco intentos de cerrar el circuito entre Potosí y Chile por
Catamarca.
Los cinco
fracasos demuestran con más fuerza la misma tesis de Buenos Aires, la conquista
española no se debió a una natural superioridad racial sino a la capacidad
técnica de movilizar tropas desde la península sistemáticamente hasta lograr la
superioridad numérica que aplastase a la población local. Contradictoriamente,
la colonización española de los territorios que hoy pertenecen a la provincia
de Catamarca sólo fue posible cuando se quebraron las últimas fuerzas
calchakíes y encontraron una población aborígen que explotar en el fondo del
cuenco del Valle entre el Ambato y el Ancasti, un pueblo de una cultura llamada
Choya, significa, paradójicamente Desobediente.
La Iglesia
Católica también es pagada en tierras y aborígenes a cambio de hacer su trabajo
de domesticación emocional de las conciencias para sostener la sumisión de los
pueblos originarios sin necesidad de seguir invirtiendo guita en ejércitos y
policía. Prueba de ese trabajo es la “aparición milagrosa” de la Virgen del
Valle justo en la gruta donde durante varios miles de años la población de
Choya adoraba a sus deidades femeninas, producto de la simbología y estructura
de parentescos de las colonias agrícolas subordinadas al incaico, en su calidad
hurín,
femenina, por habitar el nicho ecológico de abajo, del valle húmedo; a pocos
kilómetros sobre la cuesta del Ambato se pueden visitar como hice ayer los
restos arqueológicos del pucará incaico llamado hoy Pueblo Escondido, que
seguramente haya funcionado como la parcialidad hanán de los Choya, las
familias habitantes de los pisos ecológicos del alto de la ceja montañosa,
metalúrgicos y dedicados a la defensa, portadores de atributos masculinos.
La rebeldía no
es más que la lucha decidida en la defensa de los intereses económicos,
materiales y simbólicos que mantienen la autonomía de una comunidad humana.
Choya fue la última resistencia en ser quebrada de una guerra de los pueblos de
las quebradas de Humawaka, el Valle del Lerma y los valles que bajan desde el
Aconguija, siendo el Ambato la última cadena montañosa antes de las sierras que
anticipan las llanuras pampeanas de la cuenca del Paraná.
Catamarca existe
continuamente los últimos cuatroscientos treinta años porque quebraron la
rebeldía de Choya. A diferencia del presente de las comunidades aborígenes que
llegaron a mejores condiciones de existencia después de las guerras de
exterminio sobre todo donde hubieron guerras y revoluciones en las que
obtuvieron derechos, del pueblo de Choya no ha quedado autoconciencia alguna
entre sus descendientes. El mestizaje permitido con criollos bastardos y
africanes en condiciones de esclavitud hace que la mayor parte de las familias
explotadas y oprimidas en San Fernando sean descendientes directos del pueblo
de Choya, pero hasta el enorme barrio al noroeste de la ciudad donde estaba
ubicado el pueblo originario, en la falda del Ambato, ha sido rebautizado
“Milagros” en referencia a la “aparición” de la Virgen María.
Con la misma
falta de originalidad que la Iglesia Católica “encontró” para el Imperio Romano
a la Virgen María apareciéndose en lagos y cascadas donde se reunían las
druidas de las comunidades célticas a adorar a las divinidades femeninas del
norte europeo, en toda América conquistada la Virgen María volvió a aparecerse
frente a un campesino originario humillado ante su manto que correría a llevar
la noticia milagrosa a sus propios amos, que con una ingenuidad increíble en
espíritus tan dados a la masacre de cuerpos humanos, le creerán el milagroso
accidente y construirán un nuevo templo sobre las cenizas del culto religioso
anterior. La leyenda de la Virgen del Valle es el sermón con que los curas y
monjas adoctrinaron durante cuatroscientos años a las familias explotadas y
pobres de la región: besa la mano de tu amo, respeta sus órdenes y serás feliz,
rebélate y sufrirás las consecuencias.
Es una parábola
de sumisión que mantiene el terror a la represión física como constante para el
desarrollo de los mecanismos de represión y bloqueo del deseo de libertad y el
derecho a vivir según los criterios de su cultura milenaria. Los crímenes
horrendos sobre los cuerpos de grupos sociales dominados como los que suelen
aparecer periódicamente en la provincia de Catamarca vienen a “recordar” a las
poblaciones de memoria floja cómo son las cosas acá: o sumisión plena o una
muerte horrible.
El cuerpo de
María Soledad, descartado en una cantera para que los obreros picapedreros lo
descubrieran al entrar al primer turno de un lunes, con claras y evidentes
marcas de tortura, violación colectiva y mutilación de las partes más
femeninas, es el recordatorio de qué les sucede a quienes olviden el mensaje
del indio sumiso que le reza a la Virgen en lugar de a su diosa anterior.
Una amiga íntima
que cursaba en la otra división del quinto año del mismo colegio de monjas que
María Soledad, me ha contado lo que era bien conocido. Después de la dictadura
militar, arrastradas por las ilusiones democráticas, las alumnas del Colegio
del Cármen gritaron su rebeldía contra la hipocrasía y la represión de la
familia católica. No se hicieron fanáticas de V8 o Hermética, no pintaron la A
de “Anarquía” con aerosol en las paredes, usaron la sexualidad como provocación
contra las monjas. Había un ritual de iniciación, por ejemplo, que consistía en
dejar en bolas a alguna compañera adentro del aula, con cualquier excusa,
cumpleaños, noviazgo, etc. La susodicha tenía que recorrer la escuela desnuda
buscando su ropa. Las alumnas del Carmen, quienes eran educadas en la rígida
moral católica para ser las esposas ideales de los machitos de la clase media y
alta de un San Fernando cajetilla, en lugar de liberarse sexualmente dando
rienda suelta a sus pulsiones y deseo, usaban la sexualidad como una forma de
provocación contra las monjas y el destino que fabricaban para ellas.
De ahí una
confusión que no es deshonesta ni paradojal cada vez que en los medios
nacionales se cuestiona la promiscuidad sexual de María Soledad. La “Sole” no
era una joven reconocida por su desenfreno sexual, todo lo contrario, era la
novia modelo del sorete que la entregó a su tortura y muerte. Pero sí era del
Colegio donde las “chicas estaban sarpadas” usando la sexualidad como rebeldía.
Como explica muy
bien Rita Segato en La guerra contra las
mujeres, crímenes como el de María Soledad no se restringen al sadismo de
dos o tres varones y a la privacidad de las relaciones humanas. Son por el
contrario crímenes políticos en los que una fratria de violadores y asesinos
envía un mensaje claro a las mujeres de su sociedad. Estos machitos, hijos de
las familias dueñas de Catamarca quisieron comunicar un doble mensaje: nosotros
tenemos el poder absoluto sobre vuestros cuerpos y voluntades y… basta de
rebeldía las niñas del Colegio del Cármen.
Las mujeres
catamarqueñas comprendieron el mensaje y reaccionaron movilizando a la mayoría
del pueblo a las calles, a escala nacional, hasta que derribaron al clan Saadi
y encarcelaron a los asesinos materiales. Un terremoto feminista con epicentro
en Valle Viejo que, como dice una egresada del Colegio del Cármen que atiende
una despensa en el barrio Las Viñitas del sur de la ciudad, “cambiamos las
cosas acá en Catamarca”. Efectivamente, y como parte de una crisis de régimen
mucho más profunda, que involucró el Santiagueñazo de 1993, por ejemplo, en
Catamarca la burguesía tuvo que barajar y dar de nuevo, inventando primero el
Frente Cívico y Social y luego ofreciendo un juego más democrático en
Legislaturas y municipios. Después de María Soledad, Catamarca conoció la lucha
ambientalista contra la megaminería contaminante de la Barrick Gold en Bajo La
Alumbrera y un poderoso movimiento de lucha entre docentes, enfermeras,
desocupades, etc.
El alma del Manchao
Esta misma
compañera me ha comentado la fascinasción que existe entre quienes practican el
montañismo por el pico máximo del Ambato, el Manchao, de cuato mil quinientos
metros sobre el nivel del mar. Se trata de un desafío interesante por lo
escarpado de la subida más que por la altura o el clima. Y porque el Manchao
suele tronar como si estuviese a punto de parir, tiene convulsiones que no
llegan a ser terremotos pero que parecieran el despertar de un gigante furioso.
“Al Manchao se lo respeta” dicen les catamarqueñes como les marineres y
pescadores que aconsejan sobre la mar. En su idioma natal, manchao no significa
lleno de manchas, sino “Manch” como “miedo” y “ao” lugar, “Lugar que da miedo”.
Las montañas de
Catamarca como el Manchao que forma parte del Ambato, son como me ha explicado
una geóloga del lugar, rocas plutónicas, es decir, lugares donde la actividad
del magma no está tan cerca de la superficie, y permite una ebullición lenta de
calor y magnetismo sobre minerales y metales. Por eso se desarrollan toda
variedad de cuarzos y la rodocrosita, porque, como un enorme útero, las
montañas van alquimiando la roca y el metal durante milenios. Lo contrario del
vulcanismo, donde ese proceso se desencadena abruptamente, expulsando rocas,
metales y magma hacia la superficie en una sóla erupción.
Así también se
generan los sismos, dos partes de una enorme placa de piedra, quebradas o
hundidas, se atoran en algún tramo común, y su paso lento y contradictorio va
acumulando energía contenida. Los terremotos son, se sabe, liberación de energía acumulada, contenida durante décadas o
centurias.
Es la única
forma de explicarnos la evolución de la sociedad catamarqueña después de la
derrota de las poblaciones kakán en el siglo 17 y los siguientes cuatroscientos
años de colonización por la Iglesia Católica y los descendientes de los
Adelantados españoles. La estrategia de dominación es la sumisión del pueblo
trabajador, tanto de las familias campesinas en su momento como los que
formaron parte de la construcción, la megaminería o quienes se desempeñan hoy
como trabajadores del Estado; pero sobre todo del trabajo doméstico de las
mujeres catamarqueñas, a quien la Iglesia adoctrina desde pequeñas para cumplir
una función clara de sirvientas incluso simbólicas. Esos niveles brutales de
represión, de anulación de identidades y deseos, durante decenas de años dan la
impresión superficial que se trata de una población sometida y pacífica, pero
su rebeldía y su identidad independiente se van acumulando en el interior de
las conciencias, se van amalgamando como el cuarzo y cociéndose lentamente como
en paila de cobre hasta que encuentran el cauce, la fisura en la dominación
social para escapar, para fluir y estallar.
La sociedad
catamarqueña parece regida por el mismo Manchao, reventando cada tanto en movimientos
espasmódicos capaces de voltear todo lo establecido después de largas
temporadas de aparente calma. Falta todavía que emerja como en el siglo 17 una
conciencia que pueda unificar y dar un sentido a toda esa bronca reprimida,
coordinar un combate concentrado contra el Estado, las familias gobernantes, su
policía brava y su Iglesia criminal, como
hicieran los kurakas como Chelemín.
Una conciencia
de clase, que recupere la historia de la conciencia de lucha propia de
Catamarca y la entronque con sus hermanas y hermanos de clase en todo el país y
el mundo, una conciencia con fuerte arraigo en la propia identidad, para que
los próximos estallidos no sólo sean capaces de derribar lo establecido, sino
también de sacar afuera lo reprimido y poder construir una sociedad mejor, más
abierta y menos hipócrita, con relaciones familiares basadas en el amor y no en
el lucro o la explotación, una sociedad donde cada quién pueda disfrutar su
identidad de género como mejor desee, una sociedad que vuelva a relacionarse
armónicamente con su ambiente natural para obtener recursos que sostengan a la
población humana y que esta contribuya a perpetuar el ambiente, no a
destrozarlo.
Dos mil años
antes de la llegada del Estado Inka y español, la región del Ambato y el
Ancasti sostenía una densidad de población por metro cuadrado varias veces
superior a la que se sostiene hoy. Y el equilibrio ecológico no era violentado.
La burguesía catamarqueña demuestra todos los días su incapacidad supina para
organizar la vida en mejores condiciones que la cultura La Aguada. Es por eso
que no gastan un peso en la investigación de las formas organizativas de las
culturas prehispánicas en la región, no quieren ese peso de evidencia sobre su
presente, al mismo tiempo que pretenden mantener en el olvido la autoconciencia
de les descendientes del kakán.
Citando a Hegel
o Aristóteles, Marx y Engels solían decir que la humanidad es la parte de la
naturaleza que se piensa a sí misma. La clase obrera explotada y oprimida de
Catamarca, sus mujeres y géneros disidentes de la heteronorma, sus comunidades
campesinas expropiadas de tierras, aguas y cultura, deberán encontrarse en los
cortes de rutas y tomas de tierras, una y otra vez, para ir amasando con la
paciencia del chapati un programa de lucha común contra el responsable común de
toda la mierda sufrida por separado, cocinando juntes el dulce de fruta en el
fogón, a tres o cuatro hervores, cosa de que macere bien.
Confiamos en un
pueblo catamarqueño que es sostenido en la aparente sumisión cotidiana bajo
toneladas de material represivo. Todo lo reprimido, como enseña el Manchao,
tiende a salir a la superficie. Esperamos y apostamos para que los próximos
estallidos derrumben al Estado y permitan la construcción de otra Catamarca,
más digna de volver a llamarse Choya. Brindamos por un futuro en el que la
Virgencita del Valle haya sido desterrada y el único culto popular sea el de
María Soledad, protectora de las jóvenes egresadas del secundario, de las mujeres desobedientes, que se niegan a su destino de criada gratuita, saco de golpes, carne de cañón, las mujeres Choya.
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