Opiniones de un viejo vinagre sobre la sexta edición del ciclo artístico Mujeres
en Lucha
¿Cómo se hace la crítica de un género artístico que no se
domina, de una generación de la que te separan casi veinte años, del género
sexual “contrario” y de una clase social lejana en tus sentimientos?
Bueno, como dice el compañero, del laberinto se sale por
arriba, siempre. Hay que buscar un puente, o intentar construir uno con los elementos
que se nos ofrecen.
Ayer presencié por mera casualidad la sexta muestra
colectiva de artistas Mujeres en Lucha
que cerró un ciclo periódico en el Centro Cultural del Partido Obrero, León
León, de Nicaragua y Scalabrini Ortíz, dirigidos ambos, el CCLL y la Muestra,
por el Frente de Artistas (FDA).
Aclaraciones
necesarias
Pude contemplar un recital de poesía por primera vez en
mucho tiempo, porque sinceramente los recitales de poesía no me gustaron nunca,
y dos exposiciones de perfecta y sutil expresión corporal, una de cuño teatral (“La
muñeca dócil” interpretada por Ayelén Galatti y Julia Pérez) y la última del
mundo de la danza (“Lo contenido” interpretada por Ana Minujín y Manuel Lafita).
De repente me encontré frente a un “otro” muy definido, muy
absoluto, muy lejano. Porque no comprendo la poesía aunque tengo un
conocimiento relativamente formado sobre el género. Debo reconocer que no sé
muy bien cuál es el punto emocional donde uno se debe parar para hacer poesía y
por sobre todo me siento incapaz de manejar la palabra en ese nivel de
orfebrería que destilan los/as mejores.
Los recitales, sin embargo, no me gustan por una diferencia
política, no estética: me repele el relativismo de los artistas, que extreman
el respeto al esfuerzo del/a compañero/a sin permitirse un debate sobre lo que
acaban de escuchar y leer. Una especie de “en el arte vale todo” que no comparto
porque considero que del intercambio de opiniones y experiencias entre pares
permiten un desarrollo, un crecimiento, tanto individual como colectivamente. Y
el vale todo del recital sin balance ni debate me parece un desperdicio.
Pero además las compañeras que leyeron pertenecen en su
mayoría (y aclaro que caracterizo a partir de una serie de prejuicios generales
de vestimenta, acentos, etc. ya que no conozco en persona a ninguna de las que
interpretaron sus textos) a una pequeño burguesía todavía no proletarizada o cerca
de hacerlo; en su mayoría provenientes incluso de barrios de zona norte que he
transitado y donde milito hace muchos años pero con los que me cuesta
empatizar.
Cuando
el amor es mentira
Pero, entonces, ¿por qué se justifica intentar el esfuerzo
de criticar un evento tan difícil de asimilar? Simplemente porque comparto la
propuesta política del hecho artístico: de la lucha popular contra la violencia
hacia las mujeres del 3 de junio pasado estas artistas parieron un hecho
artístico de denuncia al Estado como responsable del femicidio de masas que están
sufriendo las mujeres en este país. Cualquier esfuerzo desenvuelto con ese
objetivo debe merecer nuestro más rotundo apoyo, más allá de la opinión y el
gusto estético personal.
Entonces me obligué a buscar un punto de apoyo con las
compañeras, aceptando lo más profundo de la intención del FDA, la de apelar al
espectador e interpelarlo sobre el problema político denunciado.
Y lo primero que noté es que todas ellas, las poetisas, las
actrices y la pareja de Danza, se refirieron al mismo tema: el desamor. Todas
las poesías leídas desarrollaron diferentes aspectos de una sensación de
desazón, de frustración, de bronca por la imposibilidad de encontrar relaciones
afectivas íntimas satisfactorias. Todas lloraban la desilusión de una sociedad
que a través de la escuela, los medios y la familia le había prometido el amor
y la felicidad en pareja y que sin embargo le ofrecía nada más que decepción,
traición e incluso violencia.
¿Qué experiencias traumáticas debieron atravesar mujeres
tan jóvenes, en sus veinticortos, para haberse dado cuenta tan temprano de la
hipocresía reinante en la familia contemporánea? ¿Qué tan profunda es la crisis
económica y social del capitalismo imperialista degenerado para que las
generaciones más jóvenes, que incluso deben tener la mayoría de sus necesidades
materiales cubiertas, para que empuje a estos sectores de la sociedad al desencanto
con la ideología dominante?
En un tono de stand up y con una excelente interpretación
actoral una de las compañeras leía de su celular (alerta brecha generacional)
la lista completa de características irónicas de una pareja ideal que sólo
encontraba en el café, despreciando con soberbia y sarcasmo a sus parejas
previas.
Una excelente poeta de quien desconocemos lamentablemente
el nombre (no pudimos contar con el tiempo necesario para entrevistar a todas
ellas ante la ausencia de un programa detallado) resumió en una genial ocurrencia
las “frases de cierre” de tres de sus parejas varones amasando un bello poema
que desgrana con suma franqueza y serenidad la asombrosa brutalidad masculina
para relacionarse con las mujeres, el maltrato naturalizado, banalizado y
acrítico de varones que no han salido del Australophitecus o que incluso están
a su derecha.
La compañera que la siguió en el orden sintetizó con
genialidad y prolija métrica (todas las compañeras demostraron una capacidad
cultivada en la escritura) una caracterñistica que todas ellas compartieron: un
enorme desparpajo y desfachatez para provocar a la moralina burguesa abrevando
en la escatología y la descripción sexual o corporal explícita, en criollo y
lunfardo, de frente manteca. Su hermosa elegía al culo reivindicando una
sinceridad y honestidad superiores a la de su polo opuesto, la cara, el rostro
que intenta construir la sociedad burguesa. El huso de un humor ácido, irónico
y sarcástico, con toda la desfachatez de la juventud desinteresada y
desprendida, refuerza en todas las obras un sesgo provocador, irritante que
escupe en la cara de sus responsables la denuncia de la falsedad y el
encubrimiento.
Como resumió la tierna
canción de la compañera Luna (conocemos su nombre porque compartimos una
tediosa y angustiante jornada de doblado de boletas) las compañeras jóvenes
lloran, putean y luchan porque han descubierto tempranamente que las relaciones
afectivas de pareja en esta sociedad trazada por intereses materiales y
transada por el dinero, como decía Marx, son una mentira.
Sólo dos poetisas
nos parecieron un tanto más sensibilizadas por el padecimiento de otros tipos
de elementos de la cotidianeidad, como la miseria, la discriminación de la
pobreza o la explotación. La compañera que se angustiaba por la falta de
broches para tender las bombachas en el balcón y cuestionaba la validez moral
de esa angustia desplegó un aguafuerte porteña cruda y descarnada del barrio de
Balvanera, desde la perspectiva de una estudiante universitaria o trabajadora
precarizada que experimenta el barrio no como un paisaje bucólico sino como lo
que es realmente, el soporte físico donde sufren cotidianamente los oprimidos y
explotados. Luego la compañera que cerró el recital nos regaló una descripción
exacta de una piba de la villa, una quemera de ley ante la mierda de su vida y
su extraño y limitado orgullo de clase plantándose al menos como sobreviviente.
Sensaciones
físicas de la opresión
Las dos muestras de expresión corporal, finalmente, como
corresponden a un lenguaje no verbal no permiten anclar tan claramente las
posiciones políticas o filosóficas de los autores e intérpretes pero reforzaron
la denuncia del enorme dolor que siginifica ser mujer en este momento. La
primera, una escena impactante, bella y sutil de una mujer que sufre la
manipulación y la violación de su pareja hasta el punto de perder totalmente su
voluntad, siendo poseída por el control del otro, que la obliga al matrimonio,
la servidumbre del hogar, la maternidad y que luego le arranca los dos únicos
placeres que se pueden rescatar de esa horrible experiencia: la violencia
destruye el enamoramiento inicial y el amor hacia su hijo/a.
Lo sublime de esta muestra es que sin decir una palabra,
sólo valiéndose del lenguaje de dos cuerpos femeninos (la víctima vestida de
enagua blanca y la victimaria de una malla ajustada al cuerpo negra) y sus
rostros, lograron la perfecta transmisión de un sentimiento intransferible. Nos
pone en el cuerpo, en las vísceras del sufrimiento de las mujeres oprimidas.
La escena donde una pareja heterosexual baila al ritmo de
dos desgarradoras canciones de –creo reconocer- Alanis Morisette la sucesión de
estados anímicos que atraviesan desde la pasión inicial hasta la crisis y la
separación, donde otra vez el varón se impone no por argumentos sino por la
manipulación y la violencia física. Otra vez, destreza sublime, armonía
perfecta y un guión coreográfico genial nos hicieron aplaudir de pie.
Algunas de estas artistas son militantes, otras no. De
conjunto han expresado el profundo desgarro de una generación entera con la
ideología que justifica el régimen de explotación que vivimos, una especie de
desgarro existencialista tan importante para poder construir una conciencia
realista y superadora, revolucionaria. Ideal para señalar al responsable de la
violencia contra las mujeres.
Nos
une un programa
Y aquí está, finalmente el hilo fino pero indestructible
que nos une a esta muestra, en el interés común de organizarnos todos/as
quienes sufrimos este presente tan cruel y asesino del capitalismo. Qué alegría
contemplar jóvenes tan valientes dispuestas a gritar con arte, con belleza, con
honestidad y franqueza que la sociedad huele a podrido, aunque todavía no
verbalicen una denuncia y una salida más concretas y definidas, aunque todavía
deban superar cierta pedantería propia de esa desfachatez o algún tamiz de
soberbia. Qué bueno que existan estas artistas y este tipo de iniciativas,
imprescindibles para construir un debate colectivo junto a sectores sociales todavía
mucho más dolidos y sufridos, víctimas más laceradas por el mismo régimen
aunque también transidas por un camino de lucha personal y colectiva contra el
Estado.
No podemos más que salir optimistas del León León de haber
atestiguado una vez más la capacidad creativa y política de una joven
generación decidida a no dejarse engañar nunca más y ponerle nombre y apellido
a las cusas profundas de ese desengaño y frustración. La crisis galopante y la
intensificación de la experiencia común con el Partido Obrero y el Frente de
Izquierda seguramente darán las bases materiales para un desarrollo superior de
este festival que prometen retomar en Enero.
Confiamos en que tomen esta crítica con benevolencia, con
el reconocimiento de las falencias y prejuicios del autor y su distanciamiento
de la realidad observada, como un honesto y fraternal intento de promover un
debate educativo para todos/as quienes estamos en la búsqueda de encontrar y
construir una salida obrera y socialista para nuestro común dolor.
Si el presente es de lucha
y poesía, compañeras, el futuro es nuestro.
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