Hablemos de Néstor, el más recordado de los muertos de ese luctuoso final del 2010. No del Néstor mítico construido por sus fanáticos postmortem. Hablemos de aquél que no entra en la memoria falsa, imaginaria, de una intelligentsia, capa de intelectuales dependientes del presupuesto estatal, sus esquelética red de universidades, institutos, hospitales, imprentas, bibliotecas y demases prebendas, herederes avergonzades de viejos dinosaurios estalinistas y trotskystas nacionalistas y todo pelaje de foquistas irredentos que lavaron sus culpas con aceite de soja y petróleo a tarifas desorbitadas, regalaron subsidios y succionaron dividendos a rolete en la timba financiera.
Hablemos del Lupín de Río Gallegos, del heredero clánico de
un reconocido usurero chupasangre de la peonada rural de las estancias laneras
de los gringos, especulador inmobiliario desde el escritorio y la escribanía,
protegé desde 1976 del Estado intervenido por una dictadura fachista que
intentaba borrar todo lo acontecido desde la Reforma del ala izquierda del
roquismo, alentada por Roque Sáenz Peña (el de la Diagonal, no el de la
invisible calle de Montserrat y Constitución) y Carlos Pellegrini, alentados
por una alianza con los sectores rurales y militares herederos de Mitre y
Leandro Alem, una Unión más Cívica que Radical, en 1912. Familia la suya repudiada
desde mucho antes de la represión genocida del año 22 con el Coronel
yrigoyenista Varela fusilando mapuches, tewelches, tanto como galegos astures,
polacos, ukranianos y sirios, que reclamaban un día libre a la semana para
lavarse la ropa, un galpón decente donde dormir para recuperar las enormes
horas de la exígente jornada laboral.
Si la literatura nacional nació con dos masones de distintas
alas del liberalismo criollo, Sarmiento fustigando a Rosas con su Facundo y Hernández a Sarmiento con su Martín Fierro, la literatura de
izquierda, nacionalista pero revolucionaria, habrá nacido cuando un arrepentido
hijo universitario de una eminencia judicial radical publicó el alegato de la
clase obrera patagónica contra Los dueños
de la tierra en 1956 y el hijo pródigo de inmigrantes alemanes reinsulfó
sangre al convalesciente y renaciente movimiento anarquista argentino,
comenzando una monumental investigación periodística para avergonzar al entero
régimen dirigente, La Patagonia rebelde.
Esa generación, la parida entre los años 40 y 50,
acaudillada por las experiencias rampantes de las revoluciones obreras,
campesinas, socialistas y nacionalistas que reverberaron y lograron correr el
eje gravitatorio de la ecúmene de explotadores al máximo posible en cinco mil
años, la generación revolucionaria que talló los años 70 del siglo pasado al
rojo vivo, la segunda que casi toma el cielo por asalto a escala planetaria,
mamó de David Viñas y Osvaldo Bayer la lucha de anarcos y comunistas desde sus
propias entrañas en la contradicción fundamental del nacionalismo reformista
liberal, populista a la Yrigoyen, que pariría con apoyo del movimiento obrero
organizado al peronismo, aristocrática como la que intentaría retomar el control
del país con las castas fachistas de milicos y jesuitas en cada golpe de Estado
hasta que aprendieron a comprar políticos peronistas como con Carlitos Saúl o
aprendiendo a usar las redes y fake news para promover a sus propios hijos,
nietos y gerentes de empresas al frente mismo de la maquinaria Estatal con
Mauricio.
Por mucho que Néstor haya trabajado para construirse una
identidad apropiada de joven bolchevique trasnochado después del Argentinazo,
nadando en la ola expansiva del Caracazo de 1999, que parió también las Guerras
por el Agua y el Gas que radicalizaron al movimiento obrero y campesino
boliviano y sostuvieron esa ficción de socialdemocracia alquimiada por la
izquierda frustrada en el Foro de Sao Paulo y Cuba.
Néstor tenía un enorme olfato político y un raro estrabismo
que le permitió ver desde el rincón alejado de una raquítica provincia marginal
el corazón petrolero del nuevo país y subcontinente, lo suficiente para
manipular con atención los nuevos climas insurgentes de las masas argentinas y
negociar su sumisión a un nuevo mito de resurgimiento nacional y popular
treinta años ha del último. Y otra vez el acto de magia, el truco de manos que
le permitió hacer ver a las masas los derechos conquistados en veinte años de
acción directa contra el Estado, en centenares de cortes de ruta que enhebraron
el camino que demolió la Casa Rosada, como subproducto de la pasión caritativa
del genial líder de masas.
Néstor, el Gran Oportunista, salió de su refugio robando el
presupuesto estatal y fabricando una burguesía de testaferros, fusión de
métodos personales y familiares como los del aparato político del Estado –o la
mafia- y se disparó al corazón de la política nacional, tejiendo junto a los
boliburgueses rojos rojistos de Chávez y la neo burguesía de la construcción y
el cemento de Oderbrecht un esqueleto que usaron durante doscientos años todas
las capas y fracciones burguesas y terratenientes a su favor.
El imperio los trató con el desprecio y la crueldad con las
que el amo feudal trataba a sus vástagos retobados de los nuevos ricos que
surgían del fermento pustulente del comercio internacional, las nuevas finanzas
y la producción industrializada de productos de consumo masivo. Les carpeteó
con los servicios de seguridad la cantidad suficiente de chanchullos como para
indignar a las mismas masas que los llevaron al poder. Y de la peor forma, con
toda la fuerza de una indignación ciega e irracional, esas mismas masas
volvieron a demostrar en dónde se sustenta en última instancia el poder social,
desterrando a sus otrora caudillos idealizados al rincón del mendigo que
suplica clemencia en las mazmorras y tribunales del amo.
Claro que Néstor no alcanzó a ver la debacle del castillo de
naipes que ayudó a fundar. Otros muertos no lo dejaron. Los fantasmas de los
que ayudó a matar, que no pudieron alcanzarlo para reclamarle su parte del
millón en la protección de los chanchuyos que llevaron a la muerte a 200
jóvenes durante la noche trágica de Cromañón, o los mineros del carbón fallecidos
en Rio Turbio, ni Kosteki y Santillán a manos de los albaceas que le legaron el
sillón de Rivadavia.
Se dijo que la frágil constitución física del patriarca,
sacudida por el latigazo de Lehmann Brothers que le parió a Macri y De Narváez
en 2009, terminó de quebrarse cuando un importante apoyo político de su
edificio, la burocracia sindical con la que dirigía las empresas estatales de
ferrocarriles urbanos del AMBA, asesinara a un joven militante revolucionario
en su camino de protección de la base angular de esas ganancias, la
tercerización del trabajo ferroviario.
De ser cierta la versión, la bala que mató a Mariano rozó el
corazón lastimado de Néstor, pero precisamente porque salió del bufoso que el
ex presidente armó y cargó.
Dicen que en vida sus acciones conmovieron a una generación
entera de jóvenes revolucionarios, la que hoy tiene entre treinta y cuarenta y
que en el Argentinazo aprendió a soñar en grande de nuevo. Dicen que su muerte
convocó a la lucha política de izquierda a otra generación, que hoy tiene
veinte o treinta, que se forjó en la lucha contra el ascenso de la derecha. Dicen
eso quienes han construido una imagen metafísica de su padre una década después
de haber conocido su historial de abuso y manipulación ejercidos sobre la
familia. Como en el cuento de Borges, traidores, corruptos y timberos son
elevados por obra y magia de los constructores de relatos oficiales en héroes
fundadores de la patria.
El kirchnerismo que trocó derechos ganados por la comunidad
travesti, gay, lesbiana y bisexual en las calles y las comisarías y derechos
cívicos elementales, a cambio de mirar para otro lado de los negociados
sostenidos en la represión estatal. Esta memoria selectiva prefiere recordar a
Silvio Rodríguez celebrando un 25 de mayo en la homónima plaza, a Fidel en las
escalinatas de Derecho y el cuadro bajado para olvidar a la pareja mítica
tocando la campanita en Wall Street para celebrar la refundación de la
burguesía nacional.
Esta generación que hoy llora a su fundador, es cada día más
consciente de los dramas estructurales que agobian su vida y la de 50 millones
de habitantes: la economía agro-petróleo exportadora colonial, la precarización
laboral, el narcoestado femigenocida. Más allá de las reformas miserables como
la AUH y la IFE, que no lograron aplacar un 60% de pobreza, el kirchnerismo no
promovió los mecanismos de expropiación de tierras, empresas de comercio
exterior de granos, petroleras y siderúrgicas o las regulaciones del mercado
financiero elementales para una verdadera revolución en la vida cotidiana de
las mayorías obreras, pequeñoburguesas y campesinas del país.
Se olvida el enorme negocio que permitió la negociación de
la deuda, las múltiples concesiones al megamonopolio de las comunicaciones con
la fusión de Cablevisión y Clarín, Telecom y Telefónica, el vaciamiento de
Aerolíneas o la crisis ferroviaria que masacró 52 laburantes en 2012. Se
olvida, se coloca en alguna explicación de contexto, se argumenta la autoridad
de quien denuncia. El Papa Francesco y el Ministro de Salud que gobierna
Tucumán son ejemplos de carne y hueso de lo que significan los derechos de las
mujeres y disidencias de género para el kirchnerismo de hace diez años y de
hoy. La supervivencia del nefasto Aníbal Fernández y el ecocida Felipe Solá en
el corso de funcionarios estatales, ambos co-conspiradores en el asesinato de
Maxi y Darío, encubridores de la mafias bonaerense, federal y gendarmería, son
estampitas de los apóstoles que ilustran la verdad del caudillo martirizado con
mucha mayor honestidad que las procesiones donde las Madres de Hebe les acogen
y apapachan.
¿Qué generación va a reivindicarse entonces heredera de las
enormes luchas del Casino Buenos Aires, de las huelgas docentes de Salta, Santa
Cruz y Neuquén, en 2007 o las del estudiantazo secundario del 2008? ¿Quién
reclama para su generación a Carlos Fuentealba?
¿Qué generación surgió a la lucha por la muerte de Mariano,
dos meses antes o por les otres mártires de la lucha por tierra y vivienda, les
tres inmigrantes masacrados en conjunto por la patota sindical de Sutecba y las
patotas uniformadas de la Metropolitana y la Federal en la toma del
Indoamericano de Soldati y Samoré de diciembre de ese mismo año? ¿Qué
generación entonces pondrá el esténcil de los rostros desconocidos de les qoms
asesinados por Gendarmería en Chaco y Formosa por esos mismos meses?
Dime a qué muertos diriges tus plegarias y te diré qué
camino tenés trazado en la lucha de clases.
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