Crónica
de una fusión de conciencia de género y clase
Créditos Leyla Isis Grande Carboni |
-¿Cómo hacés para
andar en tacos en la bici, amiga? –te pregunta la Sofi cuando te recibe en
la puerta de la escuela donde aprendieron a luchar juntas y construir una
amistad en esta última década y pico.
Vos tampoco lo sabías, nunca antes había sido necesaria esa
info hasta que te subiste a unos tacos y descubriste un camino para ver quién
sos de verdad.
Ahora sabés que los tacos y las bicis comparten dos destinos
paralelos. Uno, práctico, el otro, metafísico, filosófico. Juntos, tacos y
bicis, fusionan las dos identidades auto-percibidas más importantes de tu
arquitectura emocional hoy: tu identidad obrera y socialista y tu identidad (trans)femenina.
Auto-percepción de género significa, sencillamente, tu
conciencia de la propia identidad, saber quién sos. Lo mismo por lo que
batallás desde que decidiste romper con la clase social donde te criaron de
prepo (medianos comerciantes, pequeños patrones de pyme, clase media de pago
chico, pequeño burguesía urbana, use el término que mejor entienda) y abrazar
la causa de la clase obrera y su lucha por construir una auto-conciencia de
clase independiente y soberana, con destino de socialismo y comunismo.
En un sentido práctico, la invención de la bicicleta en la
Europa del siglo 19, permitió a las clases más pobres mejorar su movilidad en
el tiempo y el espacio reemplazando a los dos métodos más rápidos para moverse,
accesibles sólo para gente con bastante dinero: el caballo, sus monturas y
mantenimiento, el carruaje tirado por ídems y luego el carruaje a motor, el
auto-móvil, el coche, el carro, el auto.
La bicicleta es la máquina típica de le campesine y obrere
pobre para moverse desde que se hizo masiva a fines del siglo 19, ya con
pedales, rayos en forma de diamante y cámaras de tela encubiertas de caucho,
justo cuando explotó la revolución industrial llenando el mundo de fábricas y
obreres.
Te ahorrás alfalfa y establo, nafta y seguro contra
terceres, mantenimiento de caballo, carruaje o auto y hasta podés amortizar la
SUBE como vos, que pagaste en 50 cuotas sin interés la bici que usás desde que
Kicciloff y Capitanich empezaron la sintonía fina del ajuste en 2014 y
Dietrich, Marcos Peña y Macri revolearon los tarifazos escalonados, haciendo de
la SUBE uno de los peores símbolos de la explotación de obreres en nuestro
país. A la cuota 50 pagada, cada que te ahorrás bondi o tren, estás yendo al
laburo gratarola.
Porque vos no empezaste a usar la bici cuando Macri diseñó
su plan para reemplazar las nuevas líneas de Subte que prometió hacer en 2007 y
todavía no cumplió. Sí, te acordás de la #Subtrenmetrocleta de 2015, payasada
de este émulo porteño de It que es Larreta. Pero vos ya bajabas gastos de bondi
y subte en la última mitad de los 90 (cuando el Tío Alberto Fernández era más
liberal que peronista bajo la conducción de la UCEDÉ y Carlos Saúl) yendo a
Puán en una bici inglesa del 66 que te regaló tu primer suegro, o todas las que
fuiste pechando para reemplazarla cuando te la choriaron por primera vez.
Treinta años vas a cumplir andando en bici para zafarle unos
mangos al sueldo miserable, remontando las subidas y bajadas de esta ciudad
supuestamente plana y perfecta, invisibles para todes menos para quienes le
palpamos el lomo al macadam en la bici.
Los zapatos de tacones también se inventaron para mejorar la
forma de (trans)portarse. Se inventaron para calzar mejor los estribos de las
monturas, para que les jinetxs puedan afirmarse y maniobrar mejor sobre el
caballo, encastrando el pie, que sin esos tacones obliga a mayor esfuerzo
muscular y la posibilidad de caerse y romperse.
Zapatos de personas que montaran a caballo, de género
indistinto, llegaron a nuestras tierras como botas de montar de los obreros
rurales de las vaquerías y mataderos, llamados igual en las praderas de los
Estados Unidos que en las pampas rioplatenses, vaqueros o chicos de las
vacas (cow-boys). Taco ideal para
marcar el ritmo de las danzas célticas heredadas entre los yankees por la
inmigración pobre de escocia e irlanda, como entre los gauchos herederos de los
tablaos flamencos de Baires y Montevideo, que se hicieron malambo o zapateo de chacarera
cuando fusionaron con la cultura afro.
Se pierde la memoria del origen, siempre, y hoy se considera
universalmente a los tacos como símbolo exclusivamente femenino, y así nos
abrazamos a ellos quienes construimos nuestros géneros disidentes desde la
femineidad.
También la popularidad de la bici permite que la use
cualquier persona sin necesidad de leer un reglamento. Es por eso que sólo
quienes los leyeron saben que la mejor forma de mover la máquina gastando la
menor energía muscular es impulsando los pedales sólo con el metatarso de los
pies, lo que genera una triangulación exacta de la posición del cuerpo con la
arquitectura de la bici, mientras que si se los impulsa usando la planta del
pie, como es habitual ver en las calles porteñas, se gasta más energía y se
hace más lento el viaje. Por eso las bicis de competencia profesional llevan
unos accesorios de metal que ajustan la punta del calzado al pedal, llamados calas, dejando toda la superficie
exterior al metatarso fuera.
Si una usara los zapatos con tacones para montar su máquina
de dos ruedas que reemplazó la montura a caballo y pretendiera impulsar los
pedales con las plantas del pie, los zapatos se lo harían imposible. Pero la
biomecánica de la bici prefiere impulsar los pedales de manera más eficiente
usando la misma parte del pie que se (trans)forma en protagonista con los tacos,el metatarso.
Imaginate lo que celebraste cuando descubriste que tu
condición de obrere en bici no sólo no chocaba con tu nueva identidad de género
autopercibida, sino que ambas se potenciaban.
Finalmente, tacos y bicis comparten una regla sagrada, son
encarnaciones de la única ley inmutable del universo, a saber, que todo lo que
existe se mueve, cambia, (trans)muta o muere. Si te quedás parada sobre unos zapatos
de tacones, el peso de tu cuerpo entero se carga sobre el metatarso y los
deditos apachuchados en la puntera, haciendo tu vida una pasión cristiana; pero
cuando te movés, el peso de la gravedad se distribuye en tus caderas, rodillas
y talones, permitiendo que metatarso y deditos revivan y disfruten.
Igual pasa con la bici, se sabe, que si deja de moverse en
círculos el par de ruedas, se cae.
Stephen Hawkins, Carl Sagan y Pablo Rieznik me enseñaron que
todo el universo es movimiento. Newton, el físico que llevó su ciencia más
lejos, se negó por razones religiosas a aceptar sus propias conclusiones, que
llevaban a comprender que en el universo no existe un espacio absoluto ni el
reposo absoluto. El Buda sentado bajo el mismo árbol durante décadas, incluso,
debió sentir el movimiento de cada una de sus células moliendo energía química
en su interior, el de la placa tectónica donde está la India, que como todas
ellas se mueve un milímetro por año, meciéndose junto al planeta todo alrededor
del sol, junto al sol viajando por la galaxia. Nada puede vivir quieto.
Incluso la muerte no es quietud absoluta, ya que el fin de
un sistema de procesos químicos, físicos y eléctricos en un cuerpo, da paso a
otros sistemas de procesos químicos, físicos y eléctricos, los de la
descomposición y compostado, que son llamados entropía.
Lo mismo pasa con tu género autopercibido y tu clase social.
Como escribió Marlene Wayar, vengo siendo
travesti, y si el género y la sexualidad son performáticos, como sostiene
Judith Butler, no hay un lugar de llegada definitivo, un género o etiqueta
donde una pueda quedarse a morir. Una vez liberada tu conciencia de cada
mecanismo de censura de tus emociones -de la cárcel del clóset hétero cis- explota la energía contenida en un
terremoto permanente de auto-conocimiento y experimentación. Ser travesti te
empuja a aceptarte en un camino, en una (trans)ición permanente que le da a tu género una esencialidad revolucionaria desde tu punto de vista (y también desde el de Antonin Artaud, ese genial y caótico teórico del teatro que escribió en los años 30 del siglo 20 sobre el emperador romano del siglo tercero, Heliogábalo, a quien caracterizó como un anarquista en el poder).
Autoconciencia permanente de la propia identidad, de las raíces
del deseo. Acción permanente de defensa pública del género autopercibido, por
más subversivo que sea a la ley heterosexual y binarista. Ser travesti te obliga
a no quedarte quieta, a seguir descubriéndote, a revolucionar tu percepción de
vos misma y les otres. Como pretender ser une obrere libre, te obliga a
desarrollar la conciencia de tus obligaciones materiales y la potencia
revolucionaria de los intereses profundos de tu clase, que son la libertad del
género humano todo, la abolición de las clases sociales y el Estado su explotación y la opresión de les géneros por
el patriarcado, también.
No querés inventar ninguna teoría nueva o rara. En vos misma
se ha combinado el universo para mutar así.
Tacos y bicis, la única forma de sostenerte viva es en el movimiento
permanente de tu conciencia, lucha sistemática para que no te quiebren los
enemigos de la vida y el deseo, un montarte en tu identidad de género y de
clase para perseguir la libertad, una revolución permanente personal que vas a
llevar a fondo en la esperanza que pueda hacerse colectiva, mundial. Tu propio Programa de Trans(ición).
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