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jueves, 2 de marzo de 2017

Prensa o Andamio: defecto de homografía

Las palabras homógrafas, dice el mataburros, son aquéllas que aunque se escriban de la misma manera, sin embargo, contienen significados diferentes.
Entre las tradiciones que se reivinidican herederas de una estrategia política marxista, leninista y trotskista, hace por lo menos 15 años que viene horadando una equivocación derivada de una homografía lamentable. Es que "prensa" y "prensa", aunque se escriban igual, por efecto de la política revolucionaria, no significan lo mismo.
Cuando surgieron los primeros partidos obreros socialistas, en la segunda mitad del siglo 19, el desarrollo tecnológico más avanzado seguía haciendo necesaria, para la transmisión, difusión y cohesión de ideas políticas, la impresión de letras escritas en papel, su organización en formato diario o revista, su tirada diaria, semanal o mensual y su distribución en mano.
Cuando Lenin basaba la organización de un partido político obrero y socialista en la construcción de una sólida "prensa" no había tanto espacio para la polémica. Puesto que un órgano de difusión de ideas y las tareas necesarias para la construcción de una empresa periodística cualquiera, eran casi idénticas.
Ahora que existe la difusión de ideas por internet, que existen redes mucho más eficaces para conectar individuos, como Facebook, tuiter, Instagram, etc., la situación del viejo mercado de publicaciones en papel y distribución física ha entrado en una crisis irreversible y son varias las empresas editoriales que han bajado los brazos, limitándose a la impresión de sus diarios los días domingos (en que la burguesía, la pequeñoburguesía y la clase obrera con acceso a la cultura leída ponen las patas en la palangana y disfrutan del viejo ritual de la lectura impresa) y revalorizando las revistas semanales o mensuales.
En el campo de la izquierda que reivindica las viejas tradiciones políticas se nota un abandono progresivo - aunque no necesariamente progresista- del periódico o semanario impreso. Organizaciones que imprimen su prensa regularmente y la regalan, organizaciones que han cambiado el formato físico por el electrónico -e incluso abandonaron el viejo nombre para no tener que sufrir por el recuerdo permanente de una otrora intención revolucionaria- y organizaciones que no terminan de decidir "qué hacer", con lo que sostienen el peor hibridismo, el que no se beneficia con ninguna de las dos opciones mientras recibe las peores consecuencias de ambas.
Cuando una organización leninista cede ante la presión del mercado editorial, regala sus producciones impresas o lisa y llanamente las abandona por un periódico digital, ha decidido que su "prensa" es la misma "prensa" de los medios de difusión tradicionales, su competencia es con el mercado de la información, han pasado a ser una empresa periodística, se plantean políticamente "influir en la opinión pública" pero no organizar un partido obrero.
Más aún si estas organizaciones han leído y estudiado a Gramsci con detenimiento y religiosidad, ya que es el gran comunista internacionalista italiano quien mejor ha dejado constancia de esta homografía.

Hay que volver al famoso texto fundador del bolchevismo en el congreso de 1902 para aclarar, una y otra vez, la confusión homográfica. Lenin compara la prensa de un partido obrero (vale para cualquier intento organizativo, sindical, cultural, etc.) con un "andamio" para explicar la diferencia con un medio de prensa con intenciones periodísticas.
¿Por qué un andamio? Porque Lenin no quiere “vender” un periódico para discutir cuántas ganancias dio el último número y decidir el contenido del próximo en un análisis de lo que “el lector” quiere leer y esas encuestas rápidas típicas de los comités editoriales de la prensa comercial; Lenin quiere tener una idea de cuántos –y cuántas- militantes están activos/as, acercándole sus ideas a cuántos y cuántas obreros y obreras. Cuántos/as de ellos/as se suscriben a las ideas políticas allí expresadas y cuántos/as las rechazan, y de ser posible por qué.
Esa es la medida de una prensa revolucionaria, cuyo simple y sencillo informe de ventas es una radiografía objetiva del tamaño e influencia real y físico de una organización política.
Esta radiografía es prácticamente imposible de conseguir en medios virtuales, aunque cada vez son más las herramientas que se diseñan para lograrlo. La cantidad de megustas y favoritos, sobre todo los compartidos y el retuiteo, son muestras de la adhesión a tal o cual contenido, pero no muestran con claridad si ese individuo tiene un nivel de compromiso con la idea compartida o megusteada que lo lleve a invertir parte de sus ingresos mensuales en sostener esas ideas, o en dejar parte de su tiempo libre para sostenerlas con el cuerpo, mucho menos si estaría dispuesto/a a comprometer su trabajo o su integridad física y/o moral en la conquista de las mismas metas políticas.
Es que todavía no se ha inventado un método de organización política, sindical o cultural de los cuerpos y las conciencias físicas que pueda basarse en algo más que una identificación virtual y efímera de los gustos y simpatías. La necesidad del andamio sigue vigente para toda organización que pretenda una construcción sólida para intervenir en la dura y áspera realidad callejera, en el combate de ideas fábrica por fábrica, escuela por escuela, hospital por hospital.
El andamio no se contrapone con las herramientas de difusión comercial innovadoras del mercado de ideas, siempre que éstas últimas estén al servicio de hacer más conocido al andamio. Pero lo que se observa entre las organizaciones de izquierda, políticas y sindicales, es un abandono del viejo andamio, por viejo y por andamio, y su reemplazo por un medio de prensa comercial a la altura de los nuevos desafíos “tecnológicos” del mercado.
Por el contrario, el abandono del andamio hace que las nuevas prensas digitales no hayan aprovechado la tecnología al servicio del andamio como pretendía Lenin, por ejemplo, contribuyendo a una formación cultural de obreros y obreras entrenados en la redacción de informes de la situación política, social y cultural de sus barrios y fábricas, en esa guerrilla de los procesos moleculares que permitiría al mismo tiempo un informe mucho más realista que el que pueden dar las impresiones de las empresas encuestadoras.
No se leen en estos portales publicaciones de trabajadores y trabajadoras que hayan pasado por un proceso de escritura/corrección político-gramatical/aprendizaje de lo que informan.
Como mucho, la nueva prensa electrónica permite dar la palabra a un conjunto enorme de periodistas desempleados que han sido expulsados de las redacciones físicas de los medios comerciales en retirada y plena campaña de reducción de personal y de salarios, como de flexibilización laboral del o la periodista contratado/a.
La crisis del mercado de la prensa comercial es de suma utilidad porque permite una clarificación política de esa confusión homográfica antigua. Cada organización tiene ahora entre sus manos una decisión clara que tomar: "prensa" o "andamio".
Por el bien de las posibilidades organizativas y políticas de una clase obrera que necesita crecer en poder físico antes que virtual, por el bien de las perspectivas de poder reales de la clase obrera y por lo tanto, por el bien de las metas de una sociedad sin explotación ni clases sociales ni opresión de minorías étnicas ni géneros, esperemos que triunfen quienes prefieren los andamios a las prensas.
A menos que la revolución sea, contra toda perspectiva, televisada en vivo por feisbuk.

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