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miércoles, 5 de febrero de 2020

Razones para mi orquiectomía

Trump The Ballchinian, meme (ano)nima choriada de la interné


Ya sé que todo se cae con la edad, amiga. No te hablo de la gravedad, te hablo de dignidad. Todas las tetas naturales que conocí caídas, son dignas. Todas. Más chupadas, más llenitas, si se cayeron por el ñocorpi o su ausencia, si se cayeron después de amamantar, lo que sea, todas tenían su dignidad. Los pezones calientes y activos, listos para dar la alarma general y sublevar la cuerpa, la piel atenta y valiente.

Pero a vos, que todavía te gusta comer harinas hétero cis, que ya te mandaste varios machitos arriba de los 35, decime si viste algún par de huevos colgantes con dignidad, amiga. No, no te esforcés para mentirme, lo tengo re chequeado. No hay wacha o wacho o wache que me haya desmentido nunca en esto, amiga. Lo que le hace la gravedad con el paso del tiempo a los huevos es antiestético.

No, no te digo que son feos. Eso es cuestión subjetiva, te gusta o no. Y a cada una le gustan las cosas más bizarras. Yo te digo que van en contra de toda proporción, eje áurico y dignidad elemental.

Y lógico, vos fijate, esa pielcita es la única piel sensible que mantienen los machitos desde que nacen. Como la de los labios vaginales, es suavecita, la tocás y siente todo, pero en los huevos no tiene ninguna función social, amiga, es una bolsa, como las del súper, que no son descartables. ¿De qué labura, me querés contar? De colgarse, de colgajo. Tiene destino de colgajo. Y les salen pelitos desparejos, como una calvicie desprolija, un asquito esos pendejos que se te quedan en los dientes… digamos todo.

No conozco ningún par de huevos viejos caídos con la dignidad de cualquier par de tetas caídas.

Además, molestan. 

Yo quiero que me sacudas la próstata por dentro y fuera, mi vida, que me vayas inventando puntos G como le artesane hace flautas, torneándome agujeritos en cada lugar donde sientas que hay una nota musical, mi amor. 

Y esos dos, interrumpen el paso de los agrimensores que vienen a medir el terreno y explorar el yacimiento de orgasmos. Los dedos, sí, obvio; y la lengua y todas las partes de tu cuerpo que me mandes en misión de reconocimiento, mi vida, mi amor.

Y si encontraste esa persona que tiene adentro un toro, o una dragona, pero toda fuega que te consume en llamaradas, esas que te hacen lubricar hasta las cavidades supuestamente sin lubricación de fábrica, esas personas que te pueden abrir vulvas en cualquier lado que quieran, y te das el gustito que te den masa lindo y rico, vos no te hacés una idea lo que te duele después de tanto bamboleo un par de huevos viejos y lánguidos, amor.

Me jodés, ¿cuándo sirvieron para dar placer? Para nada, son una bolsita, te los chupás y son de cristal, les duelen de nada. Imaginate querer darles una mordidita. Para eso nada más, para jugar a la bolsita de té. Sentime, cuándo viste vos un orgasmo testicular. Guglealo, no existe una acabada de huevos.

Encima tienen nombres de mierda. Escroto. Dejame de joder, amiga, Escroto. Roto, Tereso, Socorro. ¿Qué es, el nombre de un defensor de la Liga de Chacareros, el fundador de un pueblo de La Pampa, el Doctor José Igancio Escroto?

Y testículos. Siempre me sonó a testigos. ¿Testigos de qué? Como en el chiste ese que le gusta a todos los bobotes, el del flaco mal amigo que se mete en la fiesta y siempre los deja afuera. Qué boludos son, ¿no? Imaginate, si tamaño natural son antiestéticos y molestan, cuando son de bolas grandes hasta se paspan de boludos.

¿Y de dónde sacaron que contienen el coraje y la valentía? Tener cojones, pero por favar, querida, no se aguantan ni el frío que se van corriendo y ruegan que hubiera un útero calentito adentro de esa barriga para guarecerse. No, qué va, hay que poner más huevos, cantan los salames. Son testículos, amor: huevo viene de “ovo”, y los únicos “ovo” de la especie sapiens sapiens son los o-varios, darling, ovarios que sí tienen la función de desarrollar una vida, que merecen ser empollados, cuidados, protegidos y alimentados, que vienen con un pan bajo el brazo y que dan alegrías, que te sacan un coraje que no sabías que eras capaz de tener y te bancan para aguantar lo que venga.

Será por eso que la docencia está cada vez peor, amiga, porque en las marchas la CTERA sigue cantando desde el 88 vamos compañeros hay que poner un poco más de huevos cuando somos un gremio 90 por ciento de minas. El día que salgamos a poner más ovarios, hasta un buen sueldo vamos a tener, olvidate de defender la educación pública.

No me toquéis los huevos, decía el facho de mi viejo cuando le rompíamos las pelotas -ahí tenés, otra-. Entonces, demandarle cariño o tiempo de juego al machote es inflarle los huevos, que así le pesan más y lo obligan a tirarse en el sofá con las piernas bien abiertas, en señal de oración. Te amenazaba, de paso, porque mirá si le llegás a tocar los huevos, los sagrados e intocables huevos, primera frontera del ano masculino, inmaculado como la Virgen, intocables. Gendarmes de la moral anal virginal. Estoicos como los granaderos en la Casa Rosada.

Vos no vas a ver ni por pura casualidad que haya una estadística de operaciones de cirujía estética, de lifting de huevos como las que hay para hacerse las tetas nuevas o levantarse las viejas. ¿Por qué, me querés decir, las señoras de cuarenta y largos no le exigen a los huevones de sus maridos que se suban la bolsa del té debajo del amigo y se bancan la presión del mismo tarúpido y toda la corte de amigas boludas que te vuelven a joder con el reloj biológico de cuando eras piba, antes para que te embaraces, ahora para que te las dejes perfectas a la mirada del pajero adolescente que el pajero de tu marido es lo único que conserva de juventud?

Ni hablarte de la vasectomía, amiga. El año que me hice la mía ¿sabés cuántas “ligaduras de trompas” se hicieron en hospitales públicos de capital? Decí. Más: ciento sesenta mil y pico. ¿Y sabés cuántas vasectomías? Dieciséis.

No es porque duela, nena, es porque no se dejan pinchar el templo que les defiende la masculinidad, porque en esa bolista vieja llevan las joyas que les dan poder mágico, amiga. Porque como decían los Monty Paiton, en esta sociedad de mierda todo semen es sagrado, amiga. Para lo único que están es para fabricar eso, semillitas, como cualquier vivero en una esquina. Decime si la ciencia no podría fabricar esas semillitas y dejarse de joder con toda esa otra cosa que cuelga encima de los huevos, el macho patriarcal.

Qué va, amiga, no duele una mierda. Si yo como una boluda me la hice con anestesia local y me terminé cagando a putiadas con el sorete del cirujano por estar consciente durante toda la operación. Y… porque el tipo me hacía daño a propósito, amor, no hizo el tratamiento previo de llenarme la bolsa de silocaína como habíamos acordado en el pre-operatorio.

Tenés que ir cuatromil veces al pre-op a repetirles que estás segura, que querés hacerte la operación. Se hacen los giles, amiga, te hacen sacar turno para los pre-operatorios con el chamuyo de contarte cómo es el procedimiento para que vivas una cirujía tranquila y consciente y toda la sarasa, pero lo que quieren es que te canses de la cola del Tornú de seis a doce para un turno a cuatro meses si tenés suerte y no se acabaron antes que llegues a la ventanilla. Y que no te operes nunca.

Claro, un sorete, me iba midiendo el umbral de dolor mientras me cortaba la bolsita y sólo cuando gritaba como un chancho capón, ahí le decía a la asistente que me inyectase el calmante. No, un nazi no, me dijo que era objetor de conciencia, egresado de la UCA y no sé qué. Nazi no, pero entrenando, pedazo de sorete.

Le trosquié la operación al muy forro. Le tiré un debate sobre los derechos reproductivos y el patriarcado que lo arrinconé a repetir lo de “bueno pero es mi fé, ñaña-ñaña” como mantra, mientras me castraba las joyas patriarcales. 

Y cuando lo encontré después en el mismo vestuario… para qué. Lo miré de arriba abajo y le dije: Doctor usté no se haga ningún drama, que esta diabla ya no puede ser paterfamilia ni por error, y cuando llegue al Paraíso y San Pedro me niegue la entrada, le voy a decir que a usted lo deje pasar al Cielo de los Pajeros, porque yo, querido doctor, yo lo perdono porque usted me hizo muy feliz.

Sí, claro, qué no ni no. Y me fui, moviendo bien fuerte las caderas, como una reina con mejores joyas que menear.

No, por eso te digo, mi cuerpo, mi decisión: yo me los quito, y a otra cosa, mariposa.

(Inspirado en "El Manifiesto de las Conchudas"
 http://otraautonautaenlacosmopista.blogspot.com/search?q=el+manifiesto+de+las+conchudas
de la escritora María Negro, la partera que me ayudó a salir del clóset y permitirme ser escritore en 2014 cuando la conocí)

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