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sábado, 8 de febrero de 2020

La Travesti Tradicionalista

Una crónica de insultos de género y carnavales chamániques.


En el poder del insulto hay una relojería psicológica que conjuga las fuerzas del agresor y la agredida. Te dan más terror las violencias semi legales, avaladas por la tradición, la familia, la escuela y el Estado, porque son invisibles, sin nombre ni castigo, que las evidentes y repudiadas -formalmente al menos- en las leyes.

Entre los insultos que venís cosechando desde que tiraste a la basura el disfraz de machito paterfamilia en el que te engañaste treinta años, el más zonzo fue el más hiriente: sentada a la mesa del almuerzo familiar, el heredero al trono del patriarca fallecido (Ha muerto el Rey, ¡Larga vida al Rey!) te amonestó un intento de defensa de elementales derechos de respeto para las feminidades inferiores en la micro-arquitectura patriarcal de estas seis personas, bautizándote de payaso.

Vos amás los payasos y toda la cultura de clowns y arlequines, seres sin género de todes les géneros, símbolos vivientes del espíritu hedonista originario de todos los pueblos y estirpes. Pan, Dionisio y Baco, Elegguá mi niño yoruba con la llave de todos los caminos entre el cielo y el infierno, Tío y Ekkeko del altiplano aymará, dios mono en las montañas del Yangtsé y Prometeo, Kukulkán rebelados contra los dioses para salvar a su especie; sus vestidos y máscaras cumplen todavía la función primera que tuvieron para nuestres ancestres hace 300 mil años, permitir que se borre la máscara ficticia que construye el individuo en común unión con su familia, su tribu y su clan, para que a través de este rostro universal se expresen todas las caras, base de los teatros griego y chino antiguos, correas de transmisión de la catarsis del público que ve en esas máscaras el espejo más honesto de sus sentimientos básicos.

La alegría de le arlequine, del payaso o le clown tiene funciones chamánicas, abrir a fuego las llagas de la hipocresía legal para que la verdad ilumine las conciencias, permita las rebeldías, garantice la sanación en el cambio y revolución permanente de las estructuras que nos oprimen.

No era eso lo que pensó tu agresor. Para él toda esa maravilla de la historia de nuestra especie se resume en sus literalidades más burdas, para él, payaso dícese de todo hombre que usa disfraces y maquillajes para hacer el ridículo, para ser el objeto de la mofa y el escarnio, la burla del resto de la manada.

Odio ese insulto. Ya lo había recibido de mis admiradas terfas, quienes reclaman la feminidad exclusivamente para cuerpas con vulva, intentando volcar al feminismo a una razzia genital entre sus propias filas, incluso de las guerreras más radicalizadas del Río de la Plata, las furias travas.

Sin embargo, repensás esto de la ignorancia detrás del símbolo.

¿Te acordás cuando volviste de los carnavales en el Parque Rodó y el Barrio Unión de la última luna del verano del 2019? La hija de Yemanyá, diosa jaaukanigás del ceibal, te había bendecido. Con espíritu de mainunbý te trabajó una vulva anal para ayudar al alma femenina que tenías encerrada en los subsuelos del inconsciente a salir, a reclamar su gobierno de la conciencia exterior, como había ordenado el chamán de la montaña, el hananwattu, al comienzo de ese mismo verano.

Viniste a marchar el 8 de marzo, tu primer 8 de marzo después de quince años marchando los 8 de marzo, tu primer huelga de mujeres –cis, lesbianas y trans- y travestis y otres géneros disidentes, tu primera de huelga y no de aliade.

En la movilización de la huelga de mujeres, lesbianas, trans y travestis del 8 de marzo de 2019, Día Internacional de la mujer Trabajadora, junto a Leyla Isis


Eras vos como fuiste siempre detrás de los barrotes de tus otras caras, barbadas y encorbatadas. Te calaste la boina vasca de hilo y ala ancha, azul marino, que compraste en la estación de micros de Santa Fé capital ese verano; el chiripá naranja con soles de bordes y formas tribales en negro que te regaló la Vicki que se llama Virginia en el Barrio Unión; y abrigada con la ruana en gamas de violetas y borra vino que te poseyó en el mismo comienzo de la Tristán Narvaja un domingo de sol y caña, de puñaladas camperas y art noveaux adornando en los edificios centenarios, las calles empedradas de las primeras hojas secas de los plátanos a sus costados.

La terfa y el Rey Heredero no ven la armonía que provocan las combinaciones de fríos y cálidos en iguales tonos, no distinguen la arquitectura debajo de los naranjas y negros, haciendo soporte de los violetas y azules del torso y cabeza. Estabas vestida con los colores del clima exacto del Río de la Plata a comienzos de marzo. Orgullosa sobre tus tacos precarios, dándote corte.

Donde el bruto cree ver al ridículo bufón, vos estabas reviviendo y militando las culturas humanas elementales del pueblo del que formas parte, por tu lucha y tu trabajo. Sólo en la enajenada Buenos Aires una boina vasca se identifica con un rasgo aristocrático francés cuando en toda la cuenca del Paraná, tan fundada por vascuences que el primer nombre de la ahora República Argentina, fue, desde 1530 hasta 1776, Nueva Vizcaya.

En Santa Fé, esta boina que llevo orgullosa en el otoño porteño es portada sólo por chacareros y peones de campo. Acá sos una ridícula que quiere hacerse la cheta afrancesada; allá, más cerca de mis raíces, es símbolo de tradición.
Otro tanto pasa con la ignorancia y el chiripá. En los noventa se pusieron muy de moda entre las mujeres de Baires y Montevideo estos ponchos para las piernas de origen altiplano milenario. Dos rectángulos simétricos se enroscan en muslos, entrepierna y cintura, formando una especie de pantalón-pollera muy cómodo y abrigado que aborígenes y después gauchos de la pampa usaron como protección de pantalones de hilo o bombachas de campo en las épocas de fríos o para cabalgar. Igual que la historia milenaria de las ruanas charrúas, primas hermanas de las decenas de variedades de ponchos que habitan las aldeas montañosas de nuestres ancestres hasta las tierras náhuatl meshicanas, pasando por el caribe y todo el Ande.

Las tres, boina, ruana y chiripá, del noble arte de tejer el hilo de la llama, la alpaca o el algodón; las tres, distinguiendo en sus diseños y colores a los clanes y tribus de la familia mayor, sus geografías, registrando para la eternidad su identidad.
Boina, ruana y chiripá, más que un varón ridículo disfrazado para atraer sobre sí el odio o la burla transodiante de machos y terfas, de curas y miembros del CC, son las banderas políticas de una travesti defendiendo la tradición india y gaucha de las montañas, llanuras y ríos que formaron el “suelo patrio” original.

Croquis hecho por el arquéologo Leonardo Faryluk del diseño original en un disco de bronce arsenical fabricado por las culturas llamadas "La Aguada", que habitaron el Ambato en el 900 d.C. donde hoy existe la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca. La arqueología tradicional y genocida le conoce como uno de los discos de Lafone Quevedo, arqueólogo uruguayo que habría participado en la sustracción inmoral de éste y otros registros físicos de las culturas ancestrales de la región para donarlos al Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Los colores de la diversidad interpretan un posible significado, le chamán sin genitalidad podría representar los rituales mágicos necesarios para la fertilidad de la tierra encarnados en una fusión de las divinidades femenina-masculina. El Chamán Travesti, como le dimos en bautizar para la confección del tatuaje en mi muslo izquierdo, obra de la tatuadora María Eugenia Borgueahut.. 


En la Vieja Europa pre romana, los carnavales eran fiestas de bienvenida a la alegría renacida de la primavera y el verano, porque exorcizaban los demonios fríos y húmedos que cosechaban cuerpos de seres querides en invierno y traían la pulsión del Ello natural, el bullir de las sangres en las savias de los tallos, el fruto alimento después de la flor, aviso de prosperidad.

Trasplantados de prepo al hemisferio sur, son las celebraciones anarquistas de afrodescendientes y castas que fundaron la esencia de la nostalgia que llora en la milonga y la murga. Destino exacto para una tierra barrosa y cenegosa que ahoga felicidades en la explotación de cinco siglos y todas las derrotas de las resistencias y rebeliones, desde los Túpak Amaru y Katari en el 1780 hasta el argentinazo del 2001, pasando por las guerras genocidas contra el kalchaquiés y guaraníes del siglo 17 y 18 y el exterminio planificado durante doscientos años contra ranqueles, pampas, puelches, tewelches, werpes y mapuce en el siglo 19 que todavía sigue, legalizada bajo las leyes antiterroristas que los nacionales y populares le concedieron a la embaja yanqui, como aquélla que comenzara Roca y continuaran Yrigoyen y Perón contra abipones, qom y pilagá que siguen pagando en sangre y miseria el tributo a la expansión de la frontera de la soja y la eternidad del bandeiranchi.
Milonga que llorás en afro y cocoliche de tano emigrado a la fuerza, el drama del genocidio en la panza de los buques que poblaron la patria en las costas de tosca y verdín contaminadas por dos siglos de sangre india y afro y sangre de vacas en la hecatombe y holocausto que el europeo terrateniente vino a verter sobre las sagradas venas de tus sagrados ríos con la espada lista pal degüello.

Y pensás en la torpe ignorancia del que te insulta de payaso cuando sos chamane travesti de las mejores tradiciones culturales de tu pueblo, unidad de todas las clases explotadas por el Señor Feudal y el Burgués Liberal, de todes les géneros y orientaciones sexuales en una, que es todes y ningune, (como la Santísima Trinidad que nombró a tu ciudad Garay en el 1580) que vienen siendo perseguides, segregades y hostigades por el macho patriarcal de todas las familias de propietarios y explotadores durante cinco mil años.

Última paradoja. El mismo que invocó el espíritu del fallecido abusador para ejercer el derecho primogénito varón al abuso intrafamiliar, te enseñó una hermosa tradición hace más de treinta años, cuando vos y él vivían en otra vida, en otro espacio, la infancia misionera. Le preguntaste por qué a los hinchas de Boca nos decían bosteros y te contestó que los adversarios odiados pretendían insultarnos porque a diferencia de ellos, en casi cien años nunca nos fuimos de nuestras raíces, pegadas al funesto olor a bosta del Riachuelo contaminado. Impresionante. Un insulto clasista, de quien nació respirando la misma bosta pero intenta borrar sus orígenes en su nuevo barrio careta a fuerza de castigar el origen plebeyo y esclavo del antiguo vecino.

Como en todos los ghettos de la historia de la explotación humana y los genocidios, el xeneixe toma el insulto y lo porta con orgullo por sus orígenes. Como hacen les “negros” y “putos”, como hacemos las “maricas” y “travas”.

A mucha honra, hermano de sangre más no de almas, payasa y arlequine de la subversión y el comunismo de les probres de la Tierra, de les géneros anarquistas del pakitalismo y la heteronorma.

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