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domingo, 9 de febrero de 2020

De tacones y bicicletas


Crónica de una fusión de conciencia de género y clase

Créditos Leyla Isis Grande Carboni


-¿Cómo hacés para andar en tacos en la bici, amiga? –te pregunta la Sofi cuando te recibe en la puerta de la escuela donde aprendieron a luchar juntas y construir una amistad en esta última década y pico.

Vos tampoco lo sabías, nunca antes había sido necesaria esa info hasta que te subiste a unos tacos y descubriste un camino para ver quién sos de verdad.

Ahora sabés que los tacos y las bicis comparten dos destinos paralelos. Uno, práctico, el otro, metafísico, filosófico. Juntos, tacos y bicis, fusionan las dos identidades auto-percibidas más importantes de tu arquitectura emocional hoy: tu identidad obrera y socialista y tu identidad (trans)femenina.

Auto-percepción de género significa, sencillamente, tu conciencia de la propia identidad, saber quién sos. Lo mismo por lo que batallás desde que decidiste romper con la clase social donde te criaron de prepo (medianos comerciantes, pequeños patrones de pyme, clase media de pago chico, pequeño burguesía urbana, use el término que mejor entienda) y abrazar la causa de la clase obrera y su lucha por construir una auto-conciencia de clase independiente y soberana, con destino de socialismo y comunismo.

En un sentido práctico, la invención de la bicicleta en la Europa del siglo 19, permitió a las clases más pobres mejorar su movilidad en el tiempo y el espacio reemplazando a los dos métodos más rápidos para moverse, accesibles sólo para gente con bastante dinero: el caballo, sus monturas y mantenimiento, el carruaje tirado por ídems y luego el carruaje a motor, el auto-móvil, el coche, el carro, el auto.

La bicicleta es la máquina típica de le campesine y obrere pobre para moverse desde que se hizo masiva a fines del siglo 19, ya con pedales, rayos en forma de diamante y cámaras de tela encubiertas de caucho, justo cuando explotó la revolución industrial llenando el mundo de fábricas y obreres. 

Te ahorrás alfalfa y establo, nafta y seguro contra terceres, mantenimiento de caballo, carruaje o auto y hasta podés amortizar la SUBE como vos, que pagaste en 50 cuotas sin interés la bici que usás desde que Kicciloff y Capitanich empezaron la sintonía fina del ajuste en 2014 y Dietrich, Marcos Peña y Macri revolearon los tarifazos escalonados, haciendo de la SUBE uno de los peores símbolos de la explotación de obreres en nuestro país. A la cuota 50 pagada, cada que te ahorrás bondi o tren, estás yendo al laburo gratarola.

Porque vos no empezaste a usar la bici cuando Macri diseñó su plan para reemplazar las nuevas líneas de Subte que prometió hacer en 2007 y todavía no cumplió. Sí, te acordás de la #Subtrenmetrocleta de 2015, payasada de este émulo porteño de It que es Larreta. Pero vos ya bajabas gastos de bondi y subte en la última mitad de los 90 (cuando el Tío Alberto Fernández era más liberal que peronista bajo la conducción de la UCEDÉ y Carlos Saúl) yendo a Puán en una bici inglesa del 66 que te regaló tu primer suegro, o todas las que fuiste pechando para reemplazarla cuando te la choriaron por primera vez.

Treinta años vas a cumplir andando en bici para zafarle unos mangos al sueldo miserable, remontando las subidas y bajadas de esta ciudad supuestamente plana y perfecta, invisibles para todes menos para quienes le palpamos el lomo al macadam en la bici.

Los zapatos de tacones también se inventaron para mejorar la forma de (trans)portarse. Se inventaron para calzar mejor los estribos de las monturas, para que les jinetxs puedan afirmarse y maniobrar mejor sobre el caballo, encastrando el pie, que sin esos tacones obliga a mayor esfuerzo muscular y la posibilidad de caerse y romperse.

Zapatos de personas que montaran a caballo, de género indistinto, llegaron a nuestras tierras como botas de montar de los obreros rurales de las vaquerías y mataderos, llamados igual en las praderas de los Estados Unidos que en las pampas rioplatenses, vaqueros o chicos de las vacas (cow-boys). Taco ideal para marcar el ritmo de las danzas célticas heredadas entre los yankees por la inmigración pobre de escocia e irlanda, como entre los gauchos herederos de los tablaos flamencos de Baires y Montevideo, que se hicieron malambo o zapateo de chacarera cuando fusionaron con la cultura afro.

Se pierde la memoria del origen, siempre, y hoy se considera universalmente a los tacos como símbolo exclusivamente femenino, y así nos abrazamos a ellos quienes construimos nuestros géneros disidentes desde la femineidad.

También la popularidad de la bici permite que la use cualquier persona sin necesidad de leer un reglamento. Es por eso que sólo quienes los leyeron saben que la mejor forma de mover la máquina gastando la menor energía muscular es impulsando los pedales sólo con el metatarso de los pies, lo que genera una triangulación exacta de la posición del cuerpo con la arquitectura de la bici, mientras que si se los impulsa usando la planta del pie, como es habitual ver en las calles porteñas, se gasta más energía y se hace más lento el viaje. Por eso las bicis de competencia profesional llevan unos accesorios de metal que ajustan la punta del calzado al pedal, llamados calas, dejando toda la superficie exterior al metatarso fuera.

Si una usara los zapatos con tacones para montar su máquina de dos ruedas que reemplazó la montura a caballo y pretendiera impulsar los pedales con las plantas del pie, los zapatos se lo harían imposible. Pero la biomecánica de la bici prefiere impulsar los pedales de manera más eficiente usando la misma parte del pie que se (trans)forma en protagonista con los tacos,el metatarso.

Imaginate lo que celebraste cuando descubriste que tu condición de obrere en bici no sólo no chocaba con tu nueva identidad de género autopercibida, sino que ambas se potenciaban.
Finalmente, tacos y bicis comparten una regla sagrada, son encarnaciones de la única ley inmutable del universo, a saber, que todo lo que existe se mueve, cambia, (trans)muta o muere. Si te quedás parada sobre unos zapatos de tacones, el peso de tu cuerpo entero se carga sobre el metatarso y los deditos apachuchados en la puntera, haciendo tu vida una pasión cristiana; pero cuando te movés, el peso de la gravedad se distribuye en tus caderas, rodillas y talones, permitiendo que metatarso y deditos revivan y disfruten.

Igual pasa con la bici, se sabe, que si deja de moverse en círculos el par de ruedas, se cae.
Stephen Hawkins, Carl Sagan y Pablo Rieznik me enseñaron que todo el universo es movimiento. Newton, el físico que llevó su ciencia más lejos, se negó por razones religiosas a aceptar sus propias conclusiones, que llevaban a comprender que en el universo no existe un espacio absoluto ni el reposo absoluto. El Buda sentado bajo el mismo árbol durante décadas, incluso, debió sentir el movimiento de cada una de sus células moliendo energía química en su interior, el de la placa tectónica donde está la India, que como todas ellas se mueve un milímetro por año, meciéndose junto al planeta todo alrededor del sol, junto al sol viajando por la galaxia. Nada puede vivir quieto.

Incluso la muerte no es quietud absoluta, ya que el fin de un sistema de procesos químicos, físicos y eléctricos en un cuerpo, da paso a otros sistemas de procesos químicos, físicos y eléctricos, los de la descomposición y compostado, que son llamados entropía.

Lo mismo pasa con tu género autopercibido y tu clase social. Como escribió Marlene Wayar, vengo siendo travesti, y si el género y la sexualidad son performáticos, como sostiene Judith Butler, no hay un lugar de llegada definitivo, un género o etiqueta donde una pueda quedarse a morir. Una vez liberada tu conciencia de cada mecanismo de censura de tus emociones -de la cárcel del clóset hétero cis- explota la energía contenida en un terremoto permanente de auto-conocimiento y experimentación. Ser travesti te empuja a aceptarte en un camino, en una (trans)ición permanente que le da a tu género una esencialidad revolucionaria desde tu punto de vista (y también desde el de Antonin Artaud, ese genial y caótico teórico del teatro que escribió en los años 30 del siglo 20 sobre el emperador romano del siglo tercero, Heliogábalo, a quien caracterizó como un anarquista en el poder).

Autoconciencia permanente de la propia identidad, de las raíces del deseo. Acción permanente de defensa pública del género autopercibido, por más subversivo que sea a la ley heterosexual y binarista. Ser travesti te obliga a no quedarte quieta, a seguir descubriéndote, a revolucionar tu percepción de vos misma y les otres. Como pretender ser une obrere libre, te obliga a desarrollar la conciencia de tus obligaciones materiales y la potencia revolucionaria de los intereses profundos de tu clase, que son la libertad del género humano todo, la abolición de las clases sociales y el Estado  su explotación y la opresión de les géneros por el patriarcado, también.

No querés inventar ninguna teoría nueva o rara. En vos misma se ha combinado el universo para mutar así.

Tacos y bicis, la única forma de sostenerte viva es en el movimiento permanente de tu conciencia, lucha sistemática para que no te quiebren los enemigos de la vida y el deseo, un montarte en tu identidad de género y de clase para perseguir la libertad, una revolución permanente personal que vas a llevar a fondo en la esperanza que pueda hacerse colectiva, mundial. Tu propio Programa de Trans(ición). 

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