Recaída
“rencor, tengo miedo
de que seas
amor”
Luis
Charlo y Carlos Amadori, 1932
Cuando volvimos a tocar el suelo con el
culo ya estábamos en el cuartucho de la despensa de nuevo. El espectáculo era
de mímica. Nosotros a pura risa y abrazos con Victoria, que no podía desdibujar
la cara de asombro.
-¿Qué pasó? ¡Boludo contame! ¿Qué pasó?
Hubo como unos relámpagos re flasheros… después ustedes desaparecieron… ¿Qué
pasó?
-Calmate, calmate –le decía Santos
agarrándola de los brazos con la cara de felicidad de un pibe que acaba de salir
campeón en la reserva. ¡Casi lo matamos al Pocho, Negra, al mismísimo Perón!!!
Dejé que nuestra alegría y el pánico de
Vicky se fueran apagando en el fluir de las carcajadas y las anécdotas apuradas
hasta que me pareció prudencial ponerle un corte.
-Expliquémosle en otro lado, a ver si con
la que nos mandamos avivamos a los cuervos.
-Dale, tenés razón. Salgamos de a uno, nos
vemos en casa.
-Pará boludo que hoy sigue siendo jueves,
tengo que ir a laburar a la escuela. Increíble, casi mato al Pocho en Enero del
´19 y tengo que ir a dar clase de yrigoyenismo a Soldati…
-Bueno, bueno, salgamos por diferentes
lugares, aguantemos una hora y nos vamos encontrando en el Torino si vemos que
todo está tranqui.
-Dale.
Vicky salió por la entrada de Yrigoyen y
un rato después salí por la contraria. Era una madrugada de jueves como
cualquier otra, pero yo sentía que veía la Avenida de Mayo por primera vez en
mi vida, como cualquier turista recién llegado. Era como despertarse de un
sueño en el lugar exacto que uno se había soñado. Mientras cruzaba al barcito
del gallego que está al lado del 36 billares me sorprendí jugando a descubrir
las diferencias entre lo que recordaba de 1919 y la actualidad.
Mi cara de felicidad juguetona contrastaba
obviamente con la cara de culo del mozo, que dejaba el trapeador en una pared
para preguntarme qué me iba a servir. Mientras devoraba con furia el tostado de
jamón y queso con café con leche mitá y mitá me divertía gugleando las fotos
históricas de la Semana Trágica. En la clásica foto del batallón de artillería
en Lorea creí ver que a los tipos les habían borrado las sonrisas triunfales de
la jeta, pero no puedo decir que no hayan sido mis ganas.
“-Venit no pasa nada”
Informaba Santos por wasap.
“-ok
voy”
Me subí al asiento trasero del Toro todo
exultante.
-¡Pensar que yo podría estar durmiendo a
pata larga pero casi liquido al inventor de la Triple A!!
-¿Listo? ¿Vas a seguir en la boludez mucho
más? –me cortó en seco Santos, con un tonito que deschavaba el cariño
suficiente para que no me lo tome como un reto en serio. –Vos jugando al héroe
interespacial pero acá hay mucho laburo por hacer, ¿no te parece?
-¿Laburo? ¿Qué laburo? Nos despachamos al
quía que te seguía, ya fue, tírame en casa que me voy a apolillar.
-Uff Leo, parece que no tomás dimensión de
las cosas a veces –me retaba con el cansancio de una madre, aunque tenía sólo
25 años –Primero que no sabemos si liquidaron al Sargento Cabral o lo dejaron
vivo. Segundo que acá tenemos algo mucho más grosso en las manos. ¿Vos te das
cuenta que estos tipos armaron una máquina del tiempo para mover fuerzas de
seguridad a los conflictos más importantes de la Historia del país? Los tenemos
que parar, Leo.
-¿Quién es el Sargento Cabral?
-El que paró la bala que iba para el
General, obvio… -contestó Santos con una carcajada que demostraba que la
ocurrencia había sido pensada también como emboscada.
-Muy ingeniosos los tortolitos, pero ¿cómo
se les ocurre que “los tenemos que parar”? ¿Quiénes? ¿Nosotros tres? ¿Ustedes
se emborracharon de amor? ¿Están de la nuca? Ni en pedo, Vicky. Santos, déjame
de joder, hablá con los compañeros, pasá un informe y nos vemo´ en Disney.
-¿Qué informe? ¿Te cayó mal el viajecito?
¿Qué les digo? ¿Que pusimos una mesita en el Congreso y nos caímos por un
agujero de gusano espacio-temporal y le sacamos un mail a Perón?
-Propongo que sigamos indagando hasta que
tengamos un panorama completo y ahí sí nos reunamos con los compañeros.- otra
vez la revolucionaria, la que se tomaba la lucha en serio, no importa en qué
frente, la que bajaba todo a resoluciones prácticas.
De vuelta en Ortúzar, compramos lactal y
fiambre en el chino de Irruti y nos encerramos en la casa de Santos a definir
los pasos a seguir.
Puede parecer raro para el que no es del
palo, pero cuando tres troscos se juntan alrededor de una mesa ratona,
naturalmente arman una reunión de círculo. Siguiendo el twitter, el feis o los
mensajes de los compañeros y compañeras de distintos frentes, nos fuimos
comentando las repercusiones de la movilización del día anterior, como si
hubiese sido efectivamente el día anterior.
Y sin querer fuimos armando un informe de
la situación política, destacando la importancia de la movilización, que no
daba cuenta simplemente del deterioro en las condiciones de vida de las mujeres
trabajadoras en el país, sino que mostraba que el activismo de izquierda no
había caído en la fuerte desmoralización que sufrían los simpatizantes del
kirchnerismo en todos lados.
-Se notaban las ganas de salir a luchar
después del ballotage- comentó Victoria.
-Lo más importante es la reacción de los
trabajadores del diario La Nación,
esa es la que va. –señaló Santos.
-Histórico debe ser, una asamblea de
periodistas autoconvocada para obligar al diario a publicar un derecho a
réplica de los laburantes en contra del pedido de punto final de la dirección
fascista del diario… -coincidí.
-Lo que demuestra que acá los únicos que
fueron derrotados son los K, el movimiento obrero sigue vivito y coleando.
-Y no va a permitir que este sorete haga
lo que quiera.-dijo Vic con esperanza.
-Claro, pero la idea no es ponerle un
freno, hay que tirarlo abajo, hay que desenvolver un gobierno obrero…
-Che, che, todo bien, ¿pero no les parece
que tenemos alguito entre manos? –decidí cortar.
-¿Pasamos al punto actividades? –tiró la
Negra.
-Hablando en serio, no termino de entender
el uso puntual de la máquina del tiempo del Barolo. ¿Viajará este tipo sólo?
¿La usarán para movilizar más matones? –las dudas me daban vueltas.
-No creo, Leo, el tipo estaba laburando de
enlace directo con Perón. No la usan para movilizar tropa, la usan para algunos
“laburos”, pero me parece que uno que yo conozco no labura más…
-¡Qué cagada no haber estado! ¡Que
conchudez!
-Tranqui, si seguimos este ritmo ya la
vamos a volver a usar…
-¿Y eso? ¿Cómo que la vamos a volver a
usar? ¿Para qué?
-Mirá Leo, tenés empresarios italianos
poniendo millones de pesos en un edificio monstruoso, para construir una
máquina del tiempo, que la usan para cagar obreros a lo largo y ancho del
tiempo-espacio. Algo vamos a tener que hacer… ¿me estás dando bola?
-Perá que lo tengo a Tony en el guasáp.
-¿Qué dice el loco lindo?
-Dice que lo llame, que encontró algo
nuevo.
-Ponelo en el altavoz
-Dale…
-“Hola locura!! Cómo andan lo pibe??”
-¿Qué hacés Ermassi de la gente? ¿Todo
tranca?
-¡¡Esa!!! ¿Volviste Sanctus?? ¿Cómo andan
los 7 mares bolcheviques??
-Al pelo, boló… ¿qué onda?? ¿Andamo´
investigando??
-Sí, cuchá loco, los chabones se mandaron
una “casita” igualita del otro lado del charco…
-¿En Uruguay?
-¿Si, cabeza, dónde va a ser? Hay un
empresario tano, Salvo o Salvi, que se mandó un palacete igualito enfrente, lo
luquió al mismo arquitecto y todo…
-Claaaa… soy un pelotudo… el Palacio
Salvo, en la 18 de Julio, en frente de la Plaza Independencia… tenés razón…-me
golpeaba la cabeza por no haber sacado la ficha antes.
-Ahí vá, locura. Bueno, los dejo que entró
laburo acá. Revisen la pata uruguaya del Plan Cóndor chuchis…
Tony nos había dejado picando el bichito.
¿Habrá habido una movida de corte internacional? Conocedores del laburo
continental de la CIA con el Plan Cóndor en los 70 no sería nada raro que la
movida no se limitara a Buenos Aires. ¿Hasta dónde llegaba todo esto?
-Bueno, hacemos así, nos vamos a
Montevideo a ver qué onda con el Salvo.
-Yo no puedo, trabajo.
-¿Vos?
No hubo nada particular en el gesto tierno
y sensual con el que Victoria aceptó la invitación, ni tampoco en la velocidad
y el entusiasmo. La aventura nos gustaba y si tenía una función política
concreta y contribuía a la lucha ni hablar. Pero algo se amargó dentro mío. Me
daba cuenta que en algún lado que no quería blanquear seguía latiendo toda una
mezcla de deseo y amor desde épocas pasadas.
Los dejé haciendo la sobremesa y me calcé
la cara de culo necesaria para meterme en la amansadora porteña, bondi, subte,
diez cuadras para dar clase por migajas en Balvanera. Diez cuadras más en medio
del calor, los ruidos, la alerta permanente para que no te pungueen, y otra vez
el subte, Premetro y zambullirse entre cuatro paredes de durlok para hablar
boludeces hasta las 10 de la noche frente a decenas de pibes con problemas más
importantes que la Ley Sáenz Peña.
El cansancio me venció y la cama fue una
continuidad casi ininterrumpida del bondi.
Pero el malhumor esta vez no se terminaba
en la obligación y el yugo del explotado. Me levanté del orto el viernes; me
rompía las pelotas no poder seguirla en Uruguay, perderme la acción a cambio de
pasarme todo el fin de semana metido en la compu y la biblioteca sacando info.
Siempre la tarea intelectual, responsable de la panza fláccida, el dolor de espalda,
el asco del tabaco y el mate tibio. Por eso –pensaba- por eso mujeres como
Victoria terminaban eligiendo a los de verdad, a los que van al frente, a los
que luchan de verdad…
Amargura pelotuda que no por serlo dejaba
de ocupar un lugar en mi vida en esos momentos. Amargura que me pegó mal y arranqué
el fin de semana con una incipiente depresión que no se iba a cortar así de
fácil.
Quizá por eso tomé la decisión más arriesgada
y puse en riesgo todo el asunto.
Una cosa fue llevando a la otra y después
de un par de tragos de caña por encima de mi medida, ya con varios cds del
Julito Sosa esmerilándome el corazón, se me ocurrió la idea de terminar el
mismo fin de semana con todos los misterios. La visión de Perón a menos de 50
metros me debe haber impactado profundamente y pensé que podía volver en el
tiempo a alguna época donde algún sorete importante no haya sido tan conocido,
boletearlo y encontrarle un uso práctico a la maquinita de marras.
Pensé un poco y encontré una salida.
Empezar por un personaje menor… por ejemplo, ¿qué tan difícil sería encontrarse
un tal José Pedraza en los años 60 en Buenos Aires y hacer “que parezca un
accidente”? El tipo tendría qué, ¿veinte años? Y en una de esas todavía no era
ni siquiera activista gremial, en una de esas andaba boludeando con la
noviecita, lo podía cachar a la salida de la cancha, hacerlo pasar como un
ajuste cuentas, qué sé yo la cantidad de estupideces que se me ocurrieron entre
el alcohol y el despecho.
Así que mientras Santos y Victoria metían
al Toro en una de las bauleras del Buquebús a Montevideo, yo me tomaba el 105
en San Martín, muy tarde, para caerme al Barolo, buscando mi propio destino.
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