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miércoles, 11 de junio de 2014

Jóvenes de almas partidas

[reseña inédita perteneciente a la SERIE FLORES EN EL BOQUETE]


Reflexiones sobre Grietas, Cielo Razzo, Pupo Records S.A., 2007


Lo que sigue son reflexiones sobre un ya viejo cd de una banda que estalla de actualidad, Cielo Razzo, no hay ningún interés periodístico ni tampoco quien escribe es un especialista en problemas de índole musical o estéticos. Se trata simplemente de intentar comprender mejor cómo siente nuestra juventud, esos seres que tienen en sus manos, incluso quienes no lo deseen, el destino de nuestro mundo porque son ellos y ellas quienes cuentan con esa energía necesaria para encarar los años más pesados de la crisis y descomposición del capitalismo.

¿Se puede describir el vacío? 
Una respuesta afirmativa, con todo el desafío que eso implica, se podría encontrar en el trabajo del 2007 de Cielo Razzo, una de las bandas de rock más populares del momento en Argentina.

Vacío, dolor, pasado, barro, lodo, nostalgia, tristeza, irracionalidad, extrema lucidez, locura, son los temas recurrentes en los 13 temas. Es una forma juvenil de vivir el dolor, si es que tal cosa puede ocurrir, y de hecho ocurre. La pulsión de la vida está en su máximo esplendor, la energía de la biología fluye y empuja al joven pero sin embargo este no encuentra su lugar en el mundo, lo mira extrañado, se le presenta imposible de ser vivido en su plenitud.

Hay algo positivo en toda esta melancolía, y es que esta juventud no come vidrio, no se ilusiona con una sociedad que no tiene ninguna alegría concreta para ofrecer. Esa melancolía es producto de una observación consciente del ámbito, sobre todo de una sensibilidad aguda para descubrir la falsa trama de las relaciones personales, se trata en suma de jóvenes que han descubierto tempranamente que el amor honesto y sincero, desinteresado, es imposible en nuestro mundo actual.

Me gustaría conocer algo más de música porque podría demostrar con argumentos y pruebas lo que es sólo una sensación sensible, ya que de alguna forma, la música de este cd se amalgama muy bien con todo el concepto de la obra. Los acordes, el teclado, hasta una especie de sordina en esa batería que sin embargo es potente. Para un ignorante es “ese no sé qué” que hace que todo el trabajo sea una sola oración musical, una serpiente merodeando un laberinto, sin correrse demasiado de ese tema único.

Claro que son jóvenes de cierto sector social, hijos de la burguesía o de esa famosa clase media de las grandes ciudades del litoral (aunque sea una banda muy porteña en realidad viene de Rosario) y Córdoba que está formada por una rara mezcla de hijos de profesionales, pequeños comerciantes o artesanos y de todo un sector de trabajadores de sueldo en blanco y rozando la canasta familiar. Es decir que tienen el tiempo libre y las herramientas culturales para darse cuenta de la porquería que los rodea y al mismo tiempo expresarla, ya sea creando música como Cielo Razzo o bien participando activamente de su re-creación en cientos de recitales, miles de horas cantando sus temas en encuentros de amigos y, obviamente, comprando y difundiendo hasta el cansancio su música.

Pero en este cd esta juventud no logra terminar de entender dónde se encuentra. Sabe que no es un buen lugar, y algo en su explosión hormonal les impide caer totalmente en el abandono depresivo y la frustración definitiva. Algunos no saldrán nunca de este no-lugar, de este purgatorio permanente y monocromático (el arte de la caja es un continuo de grises y sepias monocromáticos, con sucesión o galería de fotos de sitios hermosos sin alma, como los cristales y espejos rotos que pululan en las imágenes y en la poesía de las canciones).

Por eso deberíamos felicitar al que escogió el nombre de la obra, los trece temas parecen una continuidad, un largo y pesado camino en el interior de la grieta de una ciudad, como atravesar un túnel cavernoso de cemento, cúpulas y edificios grises del siglo XIX o principios del XX y cielos húmedos y plomizos.

La poesía de la banda es clásica, sin caer en etiquetas se podría decir que versa el existencialismo sartreano o camusiano de los años 40 o 50 del siglo pasado. ¿Será que una parte notable de nuestra juventud atraviesa la vida como ante las sombras de la segunda posguerra más destructiva de la humanidad?

Tampoco tanto. En este disco Cielo Razzo nunca cae en la depresión, desde el arranque, sólo juega con la idea, pero en lugar de caerse o dejarse caer en el pozo insondable del desconsuelo “le cae” o “cae” en la casa de la amiga o la amante. Hay aquí y allá ideas que combaten la entrega total ante el desánimo

“que los días tibios nos encausen lejos de la furia y el desastre/ vamos a la profundidad, pude entender que ahí tu magia es sólida”

Como mucho se arriesgan a llegar al borde de los abismos existenciales, sin dejarse absorber por el vértigo del final definitivo y buscan la magia. Hay atisbos de un intento de salir, de zafar, cuando tanto dolor se transforma en prisión sin embargo

“puedo ver que enseñan sin saber `[...] lo que afecta te expande y abre la conciencia”

A mitad del trabajo aparece esta conciencia nítida del engaño de la autoridad (quien enseña, se sabe, ejerce desde un lugar de autoridad) y un deseo por cambiar el mundo

“Algún día el saber será el lugar mejor/ y el espejo de la gente/ ya no será el dolor”

Pero esa esperanza desencantada, pesimista quizás, sólo lucha por sobrevivir en algún acorde, en algún arranque de batería que desentona, en algún verso perdido donde el amor es un deseo feliz o al menos parece encontrarse un refugio en medio del dolor.

No más que eso. Cielo Razzo no sale de la grieta que tan bien parece describir. Aunque hay que destacar la enorme envergadura de artistas que son capaces de expresar musical y poéticamente el mismo sentimiento, con una calidad técnica realmente profesional, pero al mismo tiempo demostrando una capacidad creativa sin techo.

Qué pena que este mundo no tenga más que ofrecer a personas desbordantes de creatividad y sensibilidad. Sinceramente. Aunque si me preguntan, prefiero las formas más viscerales de elaborar el duelo o el dolor del blues, el tango y hasta el rock más duro, el grito desgarrado, el llanto caprichoso del que se resiste. Pero no podemos reprocharle a estos jóvenes hipocresía.

Quizás la hipocresía del kirchnerismo, que ya empezó a mostrarse desde los años por los que apareció este trabajo explique cierta desazón de una “clase media” con la vida un tanto acomodada pero sin desafíos ni perspectivas claras de construir una realidad mejor. Sin ser sociólogo ni nada parecido puedo arriesgar una comparación con mi propia generación, que sudó existencialismo (del bueno, del malo y del de más allá) en la primera mitad de los noventa. Por ahí si sacamos un poco la cabeza del barro descubrimos que la apatía y falsa verdad del “voto licuadora” menemista estos pibes y pibas la hayan sentido también con el voto a crédito y la realidad subsidiada.

Muchos de ellos y ellas, como nos pasó a nosotros, gracias al desarrollo de la única clase social que tiene como meta construir un paraíso aquí y ahora, pudieron rescatarse y florecer como los cerezos de en medio de las grietas. Otros y otras caminaron los pasillos de la felicidad a cuotas fijas sin interés, las puertas de despachos oficiales o semi oficiales disfrutando las mieles de un existencialismo “despolitizado” “antipartido” o “nihlista”.

Aunque no puedo decir que celebro la existencia de Grietas porque ya no puedo disfrutar tanto dolor y melancolía, porque dichosamente supe abrazar o dejarme llevar por esa clase social, por los laburantes luchadores y socialistas de este país que en medio de la crisis donde las grietas del menemismo y el aliancismo estallaron en añicos y nos rescataron, y nos devolvieron el soplo vital de la alegría y la esperanza. Puedo decir, sin embargo, que expresiones como Grietas  tienen la virtud de pararse en medio del desconcierto y no avanzar, ni para el dolor total ni para la alegría falsa o hipócrita ni tampoco hacia una esperanza y optimismo que se les presentan irreales.

Al menos sostienen la sinceridad del que comprende la porquería pero se sabe sin rumbo.

De esa honestidad y ese dolor puede surgir un/a revolucionario/a. De la depresión o el falso optimismo, ya es más complicado.

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