[tercer reseña de El Fantasma Que Recorre el Mundo, de Morena Cantero Jrs., Centro Cultural León León, Nicaragua y Scalabrini Ortíz, sábados de noviembre, 20hs.]
En un documental Julio Cortázar contaba que en su madurez
conservaba cierta atracción infantil por el cine: le seguía pasando de
“creerse” la película como si fuese real. Ariel Aguirre, co-protagonista de Un
Fantasma recorre el Mundo, obra del grupo independiente Morena Cantero Jrs que
se monta todos los sábados de noviembre en el Centro Cultural León León, del
Frente de Artistas-Partido Obrero, termina todas las funciones pidiéndole al
público que contribuya en la difusión de la obra entre sus amistades para
quebrar el bloqueo que implica para el teatro independiente no contar con una
difusión privatizada por los medios masivos de comunicación.
Como a mí me pasa igual que Cortázar, decidí tomarme en serio a Ariel y ayudar a promover la obra, porque sinceramente me gusta tanto que creo que ya me hice adicto.
En medio de la pegatina final un compañero le pregunta a una compañera recientemente incorporada si estaba leyendo y formándose políticamente, la compañera respondió que sí, que había comenzado con el Manifiesto Comunista de la edición de Programas del Movimiento Obrero y Socialista, siguiendo las indicaciones de su círculo de cara al pronto comienzo de los cursos de formación política en el local. Le propuse aprovechar y ver la obra así que después de la reunión de fiscales fuimos.
La obra utiliza el texto clásico de Marx y Engels para
proponernos una descripción ideal del proceso de toma de conciencia de la clase
obrera, de su constitución en clase para
sí. Durante el primer acto utilizan una batería de recursos teatrales
–tratados con maestría artesanal- para describir “la guerra civil invisible”
que se desenvuelve cotidianamente en nuestra sociedad. Las clases representadas
arquetípicamente se enfrentan entre sí y de ese enfrentamiento va surgiendo
para los propios protagonistas la verdad sobre el funcionamiento social.
El
obrero más radicalizado al principio, dispuesto a eliminar físicamente a su
patrón, encuentra sin embargo una vía para salvarse haciéndose pequeño
propietario y huye; la joven “susanita” que no se mete en nada reacciona recién
cuando el burgués intenta violarla; el obrero roto por la alienación del
trabajo fluctúa entre la demencia y el enfrentamiento organizado contra el
Capital y la docente que no puede digerir la contradicción entre su confianza
al régimen social y su realidad inmediata de explotada, ante la realidad
evidente, se suicida. Sólo el obrero consciente es capaz de moverse en la lucha
con la permanente claridad de objetivos, poniendo en evidencia para sus
compañeros lo que va sucediendo, desenmascarando todo el tiempo los problemas
verdaderos.
En el segundo acto una asamblea pone a discusión entre las mismas clases y fracciones de clase, los elementos fundamentales del programa comunista: la abolición de la propiedad privada, la transformación de la cultura, la familia, la educación y la necesidad de organizarse y arrancar el poder social de manos de la burguesía.
Cuando terminó la obra mi compañera me comenta dos cosas:
que ahora que termina la campaña electoral se va a dar el tiempo para avanzar
más rápido en el estudio del Manifiesto y que la escena donde el obrero
consciente increpa al burgués le hizo acordar a su situación del último año,
que se tiene que contener para no agarrarse a los gritos con la gerencia de la
fábrica donde trabaja hace 8 años y que entre otras cosas le niega su
recategorización hace cuatro años arguyendo “falta de guita por la crisis”.
Como en el debate en el círculo la compañera expresa la dificultad del debate
con sus compañeros, que adoptan en general una posición temerosa e
individualista, aproveché para subrayar cómo la obra trata las diferentes reacciones
posibles del trabajador ante los ataques y posiciones de la burguesía.
Las frases racistas en boca de la “Susanita” o las ilusiones
“democráticas” en boca del obrero devenido pequeño burgués aparecen en la
asamblea promovidas y fogoneadas por la burguesía, desnudando a qué intereses
contribuyen en última instancia y quién es por lo tanto su promotor.
La obra
llega incluso a generar un sentimiento inconsciente, casi subliminal de odio y
asco por el burgués, con el simple recurso de que cada vez que toca a alguien
le provoca dolor y sufrimiento. Como queriendo decirnos que incluso si sus
argumentos a veces nos parecen lógicos de esa clase social debemos desconfiar
siempre.
En última instancia eso es un partido, la toma de conciencia
de la clase obrera de su propia identidad, de su poder, de su lugar en la lucha
de clases, de la necesidad de diferenciarse políticamente de sus enemigos. Y es
la prédica del Manifiesto, la tarea de clarificación paciente y sistemática del
partido revolucionario para que los trabajadores y trabajadoras entendamos
nuestra experiencia cotidiana, sepamos por qué nos pasa lo que nos pasa y
encontremos una solución a nuestros problemas que termine con nuestro
sufrimiento de una forma positiva.
El entremés va todavía más lejos y critica la función política del arte que desvía la atención de los problemas reales, igualándolo con la ilusión generada por las religiones en la conciencia de los explotados y oprimidos. Con este agregado a su obra que cumple 20 años, Morena enfatiza la interrupción de la asamblea donde el obrero alienado critica al teatro político reivindicando la necesidad de un teatro puro invitándolo a hacer teatro "puro" y mofándose del planteo en breves segundos.
Cuando salimos tuvimos la oportunidad de charlar con el
compañero que interpreta a “el Burgués Chapot” quien nos comentó que es
encargado en un edificio y frecuenta el centro cultural del SUTHER sin
conseguir que ninguno de sus compañeros de oficio se interese por el teatro.
Pensar que en menos de 100 años la burguesía logró arrancarle al proletariado
la tradición original de asistir masivamente al teatro o de leer periódicos,
folletos y libros con la voracidad propia de quien comienza a comprender y se
entusiasma con la lucha por terminar con su explotación. Nos quitaron el teatro
y los libros y nos dieron a Tinelli.
Creo que deberíamos seguir el consejo de Cortázar y volver a
tomarnos en serio al arte en general y al teatro en particular como una herramienta
fabulosa para la formación política de los trabajadores. Deberíamos aprovechar
la calidad política y estética de Morena Cantero, su excelente trabajo y llenar
todos los sábados la sala de compañeros y simpatizantes y utilizar los efectos
que la experiencia provoca para profundizar debates que la cotidianeidad del
laburo y la militancia a veces nos hacen muy difícil colocar en primer plano.
De paso también promovemos que centenares de militantes visiten el hermoso
Centro Cultural que el partido sostiene con el esfuerzo y la capacidad
militante de los círculos partidarios que lo conforman.
Por último, creo que el salón de la sede del SUTNA San
Fernando y la presencia de obreros/as y activistas fabriles de zona norte sería
un contexto justo para ver esta obra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario